“El
Loco de la gente”…
Se abren las puertas del cielo y Masantonio recibe a René. En la tierra lo despide Miguel, que lo acompañó hasta el final como ese gran capitán que tuvo Huracán en el ‘73.
Elegiste hasta el día, René: “22”. Justo vos
que fuiste el loco de la gente, de La Banda que te vio nacer, en el Bajo
Belgrano crecer y en La Quema brillar.
Nadie faltó a tu despedida. Fue en
nuestra casa, debajo de esas tribunas en la que hiciste abrazar y gritar
a miles de quemeros.
Al principio, la hinchada se juntó
afuera, con camisetas de distintas épocas, pero todas con el 7 en la espalda.
La gente, poco a poco, se arrimó a la puerta principal y espero la apertura.
Vos adentro, bajo la custodia del
Teniente Coronel Tomás Ducó y la compañía de tus seres queridos, recibiste a
todos los que te querían dar el último saludo. Hasta te vestiste de gala con
tus dos casacas, las que siempre supiste defender y amar, uniendo las
instituciones de Huracán y Excursionistas, que más allá de la diferencia en los
colores, ambos supieron entender tu amor compartido.
Todos te vieron, te acariciaron y
hasta pudieron darte un beso. En el cierre, esta mañana saliste por la puerta
grande del Palacio bajo el grito de “dale campeón”.
Si bien el mundo del fútbol te lloró,
nosotros, los que te conocemos, sabemos que te mandaste otra de las tuyas
escapándote en un globo blanco de fuego hacia arriba, donde te espera Ringo
para alentar juntos a nuestro equipo como lo hiciste siempre desde la popular.
Hasta pronto, René. Te vamos a
extrañar. Pero ante todas las alegrías que nos diste, jamás te vamos a olvidar.
Marcelo Adrián
Salvio
Gerente de Comunicación del Club
Atlético Huracán
“René está presente en cada gambeta”…
César Luis Menotti fue el técnico que marcó a René Orlando Houseman para toda la carrera. Juntos llevaron al Club Atlético Huracán a la consagración en el Campeonato Metropolitano 1973. Cinco años después, “El Flaco” y “El Loco” dejaron bien alta la bandera de la Selección Argentina al cosechar el primer Campeonato del Mundo.
El entrenador se expresó tras hacerse
eco del fallecimiento del wing derecho: “Es la vida, venía mal. Nos tenía
acostumbrados a estas amenazas en los últimos tiempos, pero siempre salía
ileso. Esta vez no pudo”.
“Este tipo de futbolistas, estas
personas, que se ligan el cariño de la gente, no se van nunca. Siempre andan
por ahí en algún potrero, en algún lugar de la Argentina o ahí en su barrio. Lo
tomo como que está presente en cada pase, en cada túnel y cada gambeta. Está su
vida ahí”, aseguró el DT en diálogo con Radio Cooperativa.
Además, Menotti recordó las
habilidades que tenía El Loco: “Era impresionante. Un futbolista que nacía de
la nada. Nunca razonó, era todo fruto de la inspiración. Elegía sin ninguna
ayuda lo que era mejor para él, para el equipo, para la belleza y la eficacia”.
César Luis Menotti
#HistoriaQuemera
Quién fue (y será) René Houseman…
No hay palabras. Nunca las hubo, hoy menos.
Jamás se hallaron aquellas que pudieran describir con completa certeza su
figura; en este funesto 22 de marzo, no existen las que describen el dolor de
su partida. El corazón de René Orlando Houseman dejó de latir, y el vacío parece
entronizarse en el corazón del Globo. No hay palabras…
Una lágrima de tamaño oceánico cae de las
mejores páginas de Huracán. Confluye con miles otras de hinchas que sienten la
mismísima partida de un familiar cercano. La noticia se disparse, «se nos fue René»,
y se va el aliento. Se puede escuchar por dentro el estruendo de un silencio
que amenaza con ser eterno, y una ráfaga de viento desolado después. Todo es
nada, y nada hay, sólo un abismo en el sentir y la caricia envenenada del
anonadamiento. «Es imposible». Pero sí, es… Y no hay palabras.
En este otoño, que por estas horas se asemeja
más a un invierno polar, las estadísticas resultan demasiado frías. Ellas
cuentan que partió la magia de uno de los mejores elencos balompédicos de la
historia, el goleador «albiceleste» del Mundial 74′, un campeón abanderado del triunfado en 1978, el séptimo artillero
de la Selección en esa competencia, el sexto de La Quema y séptimo con más presencias,
propio al que más veces citó el combinado
nacional. Pero no, Houseman fue mucho más.
Fue fútbol, barrio, villa y potrero. Fue un
«Loco». A veces metía golazos y ni siquiera los gritaba. Era capaz de amagar
hasta tres o más veces al mismo rival, sin parar hasta verlo encerrado en un
chaleco de fuerza. Contagiaba su locura a la hinchada Quemera, y desde las
graderías bajaba el «Olé, olé, ¿cómo lo paran a René?». O a los patrios que lo
gritaban: «el Loco es lo más grande del fútbol nacional». Fue pícaro y
atorrante. Estandarte de indisciplina, no se llevaba bien con el profesionalismo.
En las concentraciones, cuando no se escapaba de éstas, compartía habitación
con Carrascosa, hombre tranquilo y correcto por demás. Ni eso funcionaba:
dormía poco y escuchaba la radio al máximo volumen. Eso sí, en cancha, se
amagaba hasta a los pozos… Es que René, como profesional, era un profesional de
su propio encanto. Uno que lo hubiera hecho ad honorem, sólo por sincero placer
de «ser». Todo eso fue. «Es». Es y será, así el destino haya puesto fecha y
clavado flecha.
Nació en La Banda, Santiago del Estero, el 19
de julio de 1953. Dejó a muy temprana edad esos pagos, que de tanto embarrarlo
en sus zanjas lo bautizaron «Chancho», para mudarse a la gran ciudad. Su rutina
de niñez empezaba a las 6:00hs., cuando se despertaba para patear su pelota con
ambas piernas contra un paredón. Lo hacía por afición, sin pensar en el futuro.
Curiosamente, en su primer club de barrio, «Los Intocables», fue marcador de
punta. Tiempo más tarde quiso probar suerte en Excursionistas, dueño de la
mitad de su amorío, aunque dirigentes le cerraron las puertas debido a su
origen humilde y su físico no muy prometedor. Por eso fue Defensores la
antesala de su gloria: su aporte de 16 goles en 36 partidos fundamentaron un
inmediato ascenso y desnudaron sus condiciones fuera de lo común, por lo que se
transformó en pretensión de muchos, aunque Huracán terminó ostentando, por
pedido exclusivo del «Flaco» Menotti, la joya de la Villa del Bajo Belgrano.
Arribó al Globo en el verano de 1973 y tras su
aparición comenzó el pasmo: por su apellido de origen alemán, esperaban a un
rubio corpulento, más se sorprendieron al ver que «Hueso», lejos de aquel
estereotipo, era delgado, medía 1,65 m y dejaba a la vista sus piernas chuecas
y poco fibrosas con las medias arremangadas hasta los botines. Finalizado su
primer amistoso, Menotti dejó garantías sin errores: «Ese flaquito desgarbado
que ustedes vieron hoy, va a ser figura del fútbol argentino»; y el 4 de marzo,
en su debut, Houseman fue una de las claves del 6-1 a favor.
Su trama en el Parque fue tan feliz como sus
primeros pasos, y sus pasos, en definitiva, fueron los de un rey hacia el trono
y del trono al pueblo. El mejor coronado del «Campeón del Siglo» en 1973 fue, a
la vez, bandera de toda historia de la década del 70’ digna de ser contada. Con
Huracán alcanzó una preciada estrella, el pase a las semifinales de la
Libertadores de 1974, dos subcampeonatos, un tercer puesto y memorables
actuaciones en torneos amistosos internacionales.
Como jugador no era tal, sino una maravilla.
Pertenecía a la estirpe de Best y Johnstone, conocido como el «Garrincha
Blanco». Muchos eruditos de tribuna más voces entendidas del ambiente aseguran
que fue el más talentoso en su puesto y desafían a todos con las comparaciones.
Y resulta esencia que los cotejos no son infundados. Existen reales parámetros,
ya que el «Loco» se dio un gusto que muy pocos hombres del fútbol: enfrentó a
Maradona, Pelé, Cruyff y Beckenbauer. Era imprevisible. Veloz, astuto,
imaginativo. Pícaro, ingenioso, hábil con las dos piernas. Preciso con sus
pases, guapo, goleador. Talento, brillo, desequilibrio y equilibrio a la vez.
Dueño de un amague extraordinariamente beatífico y propio de él, y sólo de él,
poseía un cambio de velocidad descollante y parecía quebrarse al gambetear.
Enganchaba con el tobillo, casi con el taco. Deslumbraba tanto que más de una
vez fue dueño de aplausos de la tribuna del rival, algo impensado en un fútbol
tan vehemente.
En paralelo, su paso por la Selección fue
grandílocuo. Debutó en 1973 y al año fue al Mundial 1974. En él, fascinó a la
entera Tierra: fue el mejor y más goleador de Argentina con tres tantos (dos
emblemáticos). Luego campeonó en el 78′. En aquél marcó una vez y es,
junto a otros, el séptimo máximo artillero
argentino en Mundiales.
Tras esto, obtuvo una repercusión global como
nunca antes. Hasta «Don Ramón», aquel gruñón entrañable de «El Chavo del 8», lo
elogió. Y no fue el único. «Ringo» Bonavena, Rey de Golpes, una vez lo
sorprendió: «¿Cómo andás, Loco? ¿Sabés que hasta Frank Sinatra me preguntó por
vos?». Más allá, el desquiciado de la redonda nunca olvidó sus raíces ni perdió
su brújula que siempre señalaba al barrio. Se autodenominaba «villero» con
franco orgullo y no abandonó aquellas calles de tierra que hoy se encuentran
asfaltadas. Podría haber tenido todo lo material, pero no le interesó; sus
sentimientos pasaban por el fútbol y su gente. Tampoco era afín a la fama ni
guardaba enigmas secretos en torno al «¿Qué dirán?». Sencillamente, fue dotado
por una compleja humildad. Jamás pudo acudir al abandono de su libre espíritu
de rebeldía: muchas veces, había que ir a buscarlo a la villa, su amado mundo,
al ausentarse a entrenamientos y concentraciones por ir a jugar un picado.
Lamentablemente, tenía otros dos vicios mucho
más insanos: cigarrillos y alcohol. Llegó al extremo de fumar en los
entretiempos o jugar borracho, tras sinfines de duchas y litros de café, y así
mutilar una y un millón de veces a las defensas rivales y salir ovacionado por
ganadores propios y perdedores ajenos, que mucho más ganaban al ver a ese ajeno
tan propio de admiración. La escena, sea cual sea su estado, era invariable:
una locura del Rey de la Gambeta. No obstante, y pese a que «gambeteaba hasta
las patadas», a veces no salía en pie: a menudo se hacía el lesionado para
darle lugar a algún compañero. En ese ayer, quien no jugaba, no cobraba.
En suma, vivió 277 encuentros y marcó 109 goles
en Huracán (1973-1980, 1981 y 1983). Se embanderó argentino 55 veces, siendo el
Quemero más citado por la Selección con una notable observación: de los
primeros en la lista de presencias, sólo él y Messi litigaron todos sus juegos
con Argentina enrolados en un mismo club. Además, vistió de «Dragón» (1971-1972
y 1982), River (1981), Colo-Colo (Chile, 1982), AmaZulu (Sudáfrica, 1983) e
Independiente (1984) hasta retiro en Excursionistas (1985).
En su cultura, libros y canciones se
escribieron, y fue declarado «Personalidad Destacada del Deporte»… Pero no
basta. Nada basta… Porque no hay palabras.
No hay palabras.
Nunca las hubo.
Las habrá…
Las habrá siempre para recordarlo. Siempre para
homenajearlo. Por más que no basten para vestirlo, siempre tiene que haber
palabras sobre Houseman. Siempre que haya sobre Huracán, tiene que haber sobre
René Orlando Houseman. Porque, sin dudas, «H»ouseman y «H»uracán se escriben
con la misma «H». Y su historia, ni aun en estos días con el ánimo tan
hastiado, deja de comenzar con la misma letra. Seguramente, en un plano
desconocido, Newbery lo invita al aerostato «El Huracán» para hacer su última
ascensión, esa que lo lleve al encuentro con Masantonio, Stábile, Bonavena y
tantos más.
Pero su fin no llegó. Ni llegará nunca. Será un
eterno habitante de la memoria más meliflua; un eterno responsable de que, aún
hoy, todo hincha de Huracán quiera la «7»; eterno responsable de que hasta
algunos Quemeritos nazcan con su nombre.
Siempre habrá palabras, nunca exactas, pero sí
fieles al intento de honrarlo como merece. Siempre habrá Houseman en la
historia de Huracán. Siempre.
Hasta siempre, René.
Gonzalo Hernán Minici
“Cuando el
talento no reconoce de fronteras ni de tiempos”…
La familia quemera despidió al Loco Houseman. Entre lágrimas, dolor y nostalgia se fue René. Nosotros hoy tenemos el privilegio de compartir y ser parte del sentimiento de esta familia, más no sea por un instante.
Los
contemporáneos de René crecimos admirando su talento, como tantos otros que
marcaron a fuego la impronta de un modo de sentir el fútbol. Desde aquel
Huracán conducido por el Flaco Menotti, que terminó marcando un antes y un
después del fútbol, ese Huracán era la mezcla ideal que todo equipo desea
tener: un conductor, que no sólo se atrevía a soñar, sino que tenía la valentía
de salir a atrapar sus sueños y hacerlos realidad. Una mezcla de talento, de
personalidad y coraje. Por donde se lo mire, era un equipo que causaba
admiración. Entre paredes, gambetas y sueños, hacía que los 90 minutos fueran
muy poco.
Si bien es injusto no nombrar al
Inglés o a Miguel, el Loco era el Loco. Con ese arrebato de barrio y locura,
hacía que todos quieran imitar los indescifrables amagues y fintas, que hacían
realmente que los marcadores quedarán mareados. Después, su talento se
desparramó a la Selección Nacional, y el Loco sacó pasaporte a la inmortalidad.
Ya sentíamos todos los que amamos al
fútbol que René ya no era sólo de Huracán: el Loco era de todos. Como aquellos
pensadores cuyos razonamientos trascienden los tiempos, o los grandes
escritores cuya escritura traspasa la frontera de las eras, el Loco tuvo esa
magia y poder de los Elegidos. A fuerza de fintas de amagues y engaños, se fue
quedando para siempre en el corazón del hincha.
Con tiempo ya fuera del futbol, en
muchas oportunidades lo crucé, cada vez que enfrentaba a Huracán, y siempre me
dignaba con su saludo y con su abrazo, viniendo al vestuario. Un día lo crucé
en Brasil, durante el Mundial 2014, y fui testigo de la admiración de la gente
no sólo de nuestro País, sino del mundo. El Loco fue amado y reconocido en
todos lados.
La última vez que lo vi fue después
del partido de River. Afuera del vestuario me dio un abrazo y me dijo “qué bien
juega Pussetto…”.
Hoy ya El Loco no está entre
nosotros. Se nos escapó y nos tiró una gambeta. No veo la hora que llegue el
viernes para que el Ducó estalle en un grito, en aplausos y en
lágrimas. Él, como poeta omnipotente, seguirá viviendo para siempre
en el corazón de la gente, en cada evocación, en cada grito, en cada “ole”,
incólume, absoluto.
Como duende sagrado seguirá viviendo
en su legado. Con el poder supremo de los elegidos, que a fuerza de coraje,
habilidad, talento y humildad conquistó la admiración y el respeto de la
pelota.
Gracias Loco por hacernos vivir el
futbol de pié, al borde de la emoción y la pasión absoluta. A veces hay cosas
que brillan tanto, que nos enceguecen, pero después de un tiempo, no pueden
sostenerse.
Hay otras que
brillan de un modo tan particular, que lo que parece imperceptible, con el paso
del tiempo, hace que su luz brille eternamente, y perduren para siempre.
Gracias Huracán por haberme abierto
las puertas de su casa y permitirme palpar de cerca estas historias y estos
hombres. Mi admiración y mi respeto a René, que seguirá presente en el recuerdo
y en la nostalgia. Un abrazo solidario a la familia. El Loco se fue con una mueca
de sonrisa, y así quisiera recordarlo por siempre.
Gustavo Julio Alfaro
“Generaste siempre mi admiración”…
Has hecho felices a millones de
personas, René. A los hinchas de Huracán, desde ya, y a los que tuvimos la
suerte de jugar con vos, de verte esa maravillosa gambeta.
Siempre me gustó decirte que eras “el Chaplin”
del fútbol.
Te vamos a extrañar, pero como dijo
“el Flaco” Menotti, hay gente que no se va, que sigue grabada en la memoria y
en corazón del hincha del fútbol.
Gracias por todo lo que hacías que
generaba mi admiración, ya sea desde niño yendo con mi viejo a la cancha, como
en el momento en que fui tu compañero en mis primeros años en el plantel
profesional de Huracán.
Claudio Morresi
La Selección Argentina homenajeó a René Houseman…
El seleccionado argentino de fútbol disputó esta tarde un amistoso internacional frente a Italia en Manchester. En la previa al encuentro, los equipos realizaron un minuto de silencio por el fallecimiento de René Houseman, integrante del plantel campeón del Mundial Argentina 1978.
Los futbolistas de la Argentina se
colocaron un brazalete celeste y blanco en homenaje al Loco y, además, la
Asociación del Fútbol Argentino decidió que ningún jugador utilice la camiseta
número 7.
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