El
precio a pagar…
Mientras
ya empieza a recalentarse la temporada preelectoral, preocupa la falta de
definiciones en el arco opositor.
La temporada preelectoral está abierta, nos guste o no.
Aun cuando es evidente que el lapso que nos separa de las elecciones que habrán
de disputarse en una fecha prácticamente idéntica a la de hoy, 28 de octubre,
dentro de un año, es extenso, la velocidad que se le vienen imprimiendo las
campañas en torno de los candidatos más o menos reconocibles a este proceso, es
igualmente muy importante. Uno de los rasgos de la inmadurez institucional
argentina, ahora que hemos visto cómo se han desarrollado las elecciones en
Brasil y en Uruguay, es que la
Argentina sigue sin resolver un problema que no es encarado porque
mayoritariamente no es considerado importante.
Tengo para mí que esta es la pura verdad. Para una mayoría de argentinos, o al
menos para un fragmento decisivo de la sociedad no es grave ni merece
preocupación que el país, a diferencia de lo que sucede en la propia
Sudamérica, carezca de una geografía política aproximadamente reconocible por
líneas de identificación ideológicas, doctrinarias, programáticas o de valores.
Es así que a lo largo de tres décadas, pero sobre todo a
lo largo de los últimos quince años, se sigue repitiendo este fenómeno de una
temperatura preelectoral recalentada, pero al fuego artificial de los asesores,
operadores, comandos y campañas que tienen muy poca capilaridad respecto de la
sociedad civil. ¿Qué implica tener “poca capilaridad”? Que las construcciones políticas
siguen siendo en la mayor cantidad de los casos – no quiero ser contundente y
rotundo – de laboratorio. Y es por eso que en lugar de que los expertos vengan
al pie de las fuerzas políticas, como sucede en otros países, en la Argentina,
las fuerzas políticas se pongan al pie de los así llamados expertos. Categoría
en la cual englobo a pollsters – como se les llama en los Estados
Unidos – encuestadores, analistas de campaña y consultores profesionales. Esta
problemática no se resuelve y genera incertidumbre y titubeos por la sencilla
razón de que la
mayoría de la sociedad descree, desconfía o vitupera de la política. Me
apresuro a decir que este no es solo un fenómeno argentino por antonomasia. La
política a escala mundial no atraviesa hace años un momento de respetabilidad. Esto
sucede en Europa occidental, en los Estados Unidos y también en América del
Sur. Con todo eso, sin embargo, uno advierte que en las recientes experiencias
de Brasil, Uruguay, Bolivia e incluso Chile, más allá del descrédito, la poca
credulidad social en los partidos o en todo caso la actitud reticente que uno
advierte en la sociedad de cara a los partidos políticos, hay, al menos, un
mapa electoral ideológico discernible. Uno sabe qué estaba detrás de Tabaré
Vázquez. Y uno sabe qué está detrás de Dilma Rousseff. Uno sabe qué estaba
detrás de Michelle Bachelet, y qué estaba detrás de Evo Morales.
Con sus más y sus menos, con sus pros y sus contras,
estos personajes –en el caso de Vázquez, dirigiéndose de manera casi inexorable
a un segundo mandato presidencial- son fácilmente asociables con posturas que
se contraponen o diferencian de sus rivales. Esto no sucede en la
Argentina. No es
fácil, por no decir imposible, trazar un perfil diferenciante, filiatorio, que
permita decir en qué no son iguales, o en qué no son parecidos Daniel Scioli y
Sergio Massa. O en qué se diferencian Sergio Massa y Mauricio Macri.
Por eso, el peso, en esta oportunidad, recae sobre la
fuerza que había generado expectativas como un intento valioso de aportarle al
menos al debate político argentino un valor agregado. Y eso era el Frente
Amplio UNEN. He dicho ante este micrófono, que arrancaron con la adopción de un
nombre que no responde a la realidad. Porque el Frente Amplio es una marca
registrada de la política uruguaya, se fundó en 1971 –hace 43 años– atravesó
una larga penuria electoral; ya en democracia se incorporó al Frente Amplio lo
que quedaba de los Tupamaros, y se fue transformando en una fuerza de izquierda
que llegó al primer mandato presidencial doctor Vázquez. Los contornos del
Frente Amplio uruguayo siguen siendo relativamente los mismos hoy que hace 25
años. Y de ahí surgen las presidencias de Vázquez y de José Mujica. El primero
de ellos del viejo partido socialista, y el segundo, que culmina ahora su
mandato en marzo, uno de los históricos líderes del Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros.
Lo mismo cabe, desde luego, para Rousseff. Y aun cuando
la política brasileña está cruzada por fragmentaciones y hay una estrategia de
alianzas en el Parlamento Federal de Brasilia que es bastante demencial, la
opción que se presentó el domingo 24 de octubre era muy evidente: Aécio Neves y
Dilma Rousseff, representaban no fronteras impenetrables, pero diferencias
bastante evidentes. Ni hablar de lo que implicó el triunfo de Michelle Bachelet
en Chile.
¿Qué tenemos en la Argentina? Anoche lunes 25, la escuchaba
a Elisa Carrió conversando con Joaquín Morales Solá en su programa de
televisión. Me llama la atención el nivel de tolerancia que la sociedad tiene para
ciertos modelos de conducción. “Estamos bárbaros en Capital Federal”, dijo
Carrió. Quizás tenga razón. Yo soy de los que no se dio cuenta a qué llama ella
“estar bárbaros”, y qué significa el concepto de “bárbaros”, una palabra para
una generación bastante posterior a la que encarna Carrió. Eso sí: admitió que
falta organizar la provincia de Buenos Aires y que sacar el 10% en esa
provincia implica perder las elecciones nacionales. Nada más que eso. Pequeña
carencia, doctora Carrió.
Hay un problema de origen a mi modo de ver, dicho con
todo respeto, que pasa por la apreciación de lo principal y de lo secundario.
¿Qué es lo principal para las fuerzas pequeñas, medianas y grandes que fueron
confluyendo inicialmente en el Frente Amplio UNEN? ¿La modificación de los
planes económicos y sociales del kirchnerismo? ¿El estilo de gobierno?
¿Comparten todos la idea de que el país vive una gravísima emergencia
institucional y que aun cuando el origen de este gobierno es perfectamente
legítimo, su ejercicio del poder tiene características despóticas? Yo veo que
hay distancias infranqueables; a menos que alguien me las explicara, no me
imagino de qué modo Libres del Sur, Proyecto Sur y el Partido Socialista
Auténtico puedan tener mucho en común con sectores mayoritarios de la Unión
Cívica Radical, que han ido buscando incluso coaliciones o alianzas
provinciales con el partido fundado por Mauricio Macri.
Por eso me parece que lo central es que el tiempo va pasando, se va
consumiendo, ese tiempo no se recupera y esta fuerza que implicaba el intento
de otorgarle a la sociedad argentina un quantum de riqueza
cualitativa, unos valores –ni siquiera estoy hablando de programas, de
plataformas, de ideología en el sentido viejo de la palabra- estoy
diciendo “esto es lo principal, esto es lo secundario”, no lo ha hecho.
Mientras que las fuerzas que aparecen liderando las encuestas –Scioli, Massa,
Macri, en el orden que ustedes prefieran- se caracterizan en muchos casos por
un deliberado énfasis en lo difuso, en lo poco concreto (“somos lo nuevo”,
“somos lo que viene a cambiar”; “somos lo diferente”) la fuerza que debería
hacer énfasis no solo en una mayor singularidad ideológica, sino además en un
intento verdaderamente sincero de eliminar problemas, e ir eligiendo
rápidamente un precandidato, o al menos entre los cinco existentes resumir en
dos la disputa, lo sigue postergando.
A medida que el Frente Amplio UNEN sigue dejando pasar
semanas y meses sin encarar seriamente este problema, no está cometiendo
solamente un error consigo mismo -y esto va dirigido particularmente a la Unión
Cívica Radical, a la Coalición Cívica y al Partido Socialista, que son las
fuerzas principales-. Está fallándole gravemente al país. Porque no importa
cuáles sean los resultados del año que viene, la Argentina necesita ponerse los
pantalones largos de la madurez ideológica.
Tal y como van las cosas, seguimos jugando con figuras
carismáticas, con declaraciones rimbombantes; todo lo cual no hace otra cosa
que enfatizar la penosa superficialidad de la política argentina.
© Escrito
por Pepe Eliaschev el Miércoles 29/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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