Moyano apela a su descarnada visión de la política; Cristina, a la mística en torno del difunto Néstor Kirchner.
Uno de los textos más corrosivos, ingeniosos y desconocidos de Antonio Machado es la historia de Juan de Mairena y su maestro Abel Martín, heterónimos del poeta: Mairena es un profesor de educación física que durante las horas libres da clases voluntarias de lógica y filosofía.
Como su maestro Abel Martín, Mairena, en el fondo, detesta la gimnasia (“no se puede educar físicamente a nadie”, dice) y aconseja a sus alumnos sobre la heterogeneidad del ser:
“El principal deber de la fidelidad es con la propia máscara”, les aconseja.
Hugo Moyano no debe haber pasado de Platero y yo, pero sin embargo se permitió citar las enseñanzas de Mairena a Cristina Kirchner, exigiéndole ser fiel con su personaje: si tan bien nos va, queremos nuestra parte del botín.
Moyano sabe, como decía el General, que “la única verdad es la realidad”, y que su poder real se asienta sobre los abultados salarios de los camioneros que se resisten a pagar impuesto a las ganancias.
Todo lo que rueda es camionero, y lo que rueda, rueda sobre concreto.Su visión de la política es descarnada: Moyano no sueña con Tecnópolis, ni con el Bicentenario, no invoca a “El” y sabe que el poder de la calle se arma con dinero, con piquetes, con porteros que aseguran el paso, con palos y carteles. En su tercer gobierno, el kirchnerismo deberá ser protagonista –quizá por primera vez en su historia– de ordenar las cuentas que desordenó: éste es el final de la ruta del doble discurso.
Aquí la inflación choca con la góndola, la “renuncia” a los subsidios se transforma en un cuentito de las damas mendocinas y la matemática se impone sobre la vida ideal.
Moyano ni siquiera está dispuesto a una “romana”: no quiere ser él quien pague la cuenta. Ante el exabrupto, la estrategia del Gobierno fue el silencio, falta de argumentos o simplemente nada para decir.
La imagen de Aníbal Fernandez, solo, buscando un móvil en el Congreso a las seis de la mañana, fue patética. Cuando le preguntaron por Moyano sólo atinó a decir que no lo había escuchado.
En la diagonal de la escena, la Presidenta plantó una flor de ceibo y le atribuyó un nuevo milagro a El, cada día más parecido al Gauchito Gil.
Va a hacer falta algo más que mística y silencio para responderle al futuro.
© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 16 de Diciembre de 2011.
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