El hombre que maneja el fútbol argentino pasa inadvertido en plena crisis
¿Un Mundial sin Argentina? "Imposible, no hay modo". "¿Cómo lo van a consentir los que mandan en el fútbol? ¿Cómo va a dejar Adidas un Mundial sin Messi? ¿Cómo puede permitirse Nike uno sin Tévez?". "¿Y la empresa española que paga la mitad del sueldo, 1,2 millones de dólares (unos 860.000 euros) anuales, de Diego Maradona?". "Imposible, Argentina estará en 2010". Las charlas de café en Argentina llevan semanas dándole más vueltas a comentarios como éstos que al lugar donde debe jugar Verón o los apoyos que debe recibir Messi. Sí o sí, se dicen los argentinos, animándose.
"Es terrible que nuestros cálculos no sean tan futbolísticos como empresariales", se lamenta Gonzalo Bonadeo, analista deportivo del diario Perfil. "¿Qué estamos insinuando? ¿Que llegaremos al Mundial por las buenas o por las malas? Dios y Blatter [el presidente de la FIFA ] no nos lo permitan", escribía hace unos días. "El fútbol argentino se mueve demasiado en torno a la idea de trampa", mantiene Ezequiel Fernández Moore, uno de los comentaristas más valorados del país, "pero, afortunadamente, el fútbol sigue siendo demasiado deporte para ser sólo un negocio (y viceversa)".
El fútbol argentino lleva ciertamente muchos años rodeado de un clima de pillería muy poco saludable. "Es la idea subyacente de que somos víctimas y de que tenemos derecho a defendernos con todo", analiza Moore.
Los aficionados encaran los dos últimos partidos clasificatorios (contra Perú, el 10 de octubre en Buenos Aires, y contra Uruguay, en Montevideo) en un clima muy tenso. Nadie se atreve a hablar demasiado alto sobre el trabajo de Maradona como seleccionador y la responsabilidad de la federación y de quien lleva 30 años a su frente, Julio Grondona.
Muchos analistas creen que sólo una catástrofe de este tipo permitiría cambiar la estructura enferma del que llegó a ser considerado el mejor fútbol del mundo (en disputa con Brasil) y que ahora encara un declive.
La crisis está poniendo de manifiesto problemas que se conocen hace ya mucho tiempo. Todo el sistema de formación de jugadores ha caído en una espiral de negocio que no deja tiempo para que maduren. No en balde fue Argentina la que inventó la idea de que los derechos federativos corresponden a los clubes, pero que existe otra cosa, los derechos económicos, que corresponden a los representantes de los futbolistas, en muchos casos grupos de empresarios, que venden y revenden sus porcentajes y sus jugadores en una dinámica desenfrenada.
La responsabilidad de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en todo el tejemaneje es innegable. Y en especial, la de su presidente, Grondona, que ocupa el cargo desde 1979, todavía en época de la dictadura militar, aunque, en realidad, fue apoyado por los clubes y la FIFA. Grondona , que no procede del peronismo, sino que fue una especie de caudillo radical, se encarga de todo desde entonces.
El presidente de la AFA ha sido quien ha negociado el dinero de la televisión para el fútbol y quien ha acordado los porcentajes. Hasta ahora mantenía un contrato con el grupo Clarín por valor de 268 millones de pesos (algo más de 53 millones de euros). En las últimas semanas, en el marco de la guerra del Gobierno Kirchner contra el grupo mediático, Grondona dio un paso audaz: rompió con su socio y firmó un nuevo acuerdo para que sea la televisión pública la que gestione los derechos del fútbol. Total, 600 millones de pesos (más de 120 millones de euros), que se compromete a pagar el Estado a cambio de partidos "gratis" y que administrará, como siempre, Grondona.
De los 268 millones de pesos anteriores, el 22% era para Boca y River, 27% para Racing, Independiente, San Lorenzo y Vélez y 44% para el resto de los clubes. ¿Cómo se repartirán las nuevas cantidades? La situación de la selección es tan crítica que los propios clubes han preferido dejar la batalla para después de la clasificación.
Hasta ahora nadie ha podido con Grondona. A sus 78 años, ese personaje vivo y hábil, que fue futbolista, entrenador, fundador de un club y dirigente deportivo, sigue manejando la manija sin discusiones. Las pocas veces en que alguien se ha atrevido a plantear dudas ha llegado rápidamente la consigna de Zurich. La FIFA apoyaba sin fisuras a su vicepresidente. Grondona, que no habla inglés y del que se dice que no tiene ni correo electrónico (probablemente se trate de una exageración), tiene todo el respaldo de la organización internacional, encantada con el aire mafioso que le ha envuelto siempre.
Ni siquiera ahora se levantan voces contra él. Muchos critican en privado la elección de Maradona como seleccionador, pero, al mismo tiempo, reconocen que Grondona no hizo otra cosa que acomodarse a las presiones de los propios aficionados y del mismísimo ex jugador, que reclamó de todas las maneras el puesto, incluso cuando estaba ocupado. "¿No quieren a Maradona? Pues ahí lo tienen, muchachos", le lanzó a un grupo de hinchas que gritaba el nombre de su dios.
Grondona acumuló todo su poder, en Buenos Aires y Zurich, precisamente durante la etapa de Maradona como gran ídolo argentino y siempre se ha manejado bien con la mafia que ha rodeado al jugador.
Algunos críticos van más allá: creen que Grondona es lo suficientemente maquiavélico para haberse olido el mal estado de la selección y haber colocado a Maradona en el medio como chivo expiatorio del previsible desastre.
© Escrito por Soledad Gallego-Díaz en el Diario El País de Madrid, España el lunes 28 de septiembre de 2009.
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