Biografía sobre el socialista
Alfredo Bravo, un político de los que ya no quedan…
¿Porteño o entrerriano?
Alfredo Bravo gustaba decir que había nacido en Concepción del Uruguay,
localidad a la que su padre había sido trasladado por trabajo; pero al mismo
tiempo era un porteño de ley, asiduo visitante de la noche y la cultura de
Buenos Aires.
El periodista y escritor
Jaime Rosemberg presentó su libro "Alfredo Bravo, un maestro
socialista", en el que recorre la vida del referente del PS que falleció
en 2003. Entre sus mayores logros políticos, Bravo participó de la fundación
de CTERA y de la reunificación del Partido Socialista.
Alfredo Bravo
© Publicado el sábado 16/06/2018 por el portal periodístico El Ciudadano Web de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Evocar al dirigente socialista Alfredo Bravo es hablar de una persona de convicciones, austera y consecuente en pensamiento y acción, como ya no quedan. Se lo suele recordar como un cascarrabias o un testarudo pero a pesar de las diferencias que lo separarán de sus pares, recurría permanentemente al diálogo político en la búsqueda de consensos. Ejemplo de ello fueron la fundación de CTERA y la reunificación del Partido Socialista, tal vez sus mayores logros de su vida política.
A 15 años de su muerte, el periodista Jaime Rosemberg
publicó Alfredo Bravo, un maestro socialista, un trabajo detallado sobre
la vida del maestro de grado, gremialista y referente político socialista que
falleció de un ataque al corazón el 26 de mayo de 2003, apenas un día después
de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia.
Crédito de fotografía: Facebook
“Quienes
dicen que era un testarudo, un cascarrabias, obvian esa otra faceta de él, que
a pesar de las diferencias le gustaba lograr consensos por el diálogo político.
La unificación de la CTERA y del socialismo son sus dos grandes logros
políticos y gremiales. El gremialismo docente estaba muy dividido, los que como
él venían de sindicatos socialistas decían que el docente no tiene que hacer
paro, el docente es un apóstol, alguien que se tiene que brindar a sus alumnos.
Los peronistas decían todo lo contrario: huelga, el educador es un trabajador
como cualquier otro. Confluir en esas dos corrientes fue muy difícil y Bravo
fue uno de los articuladores”, indicó el escritor.
A Bravo le tocó comenzar su militancia, con Juan B. Justo
y Alfredo Palacios como referencias ineludibles, durante la irrupción del
peronismo, un fenómeno que el socialismo nunca terminó de asimilar. “Hace el
servicio militar cuando Perón desarrolla su mayor poder y él es de los jóvenes
del partido que empieza a plantearle a los viejos líderes como Américo Ghioldi,
que algo hay que hacer porque el socialismo, que había nacido como partido
obrero, se había quedado sin las masas, sin su principal objetivo que era
atender las necesidades de los trabajadores, de los proletarios y de los
inmigrantes”, explicó Rosemberg a El Ciudadano.
Bravo era maestro de grado, y se involucró en el
gremialismo, a través de CAMyP, con una visión muy particular: “Él era muy
sarmientino. Entendía que quien es docente es porque tiene esa vocación de
enseñar, de ofrendar, de dar y que no debería estar mezclado con el interés
político”.
Tuvo una comprometida acción por los derechos humanos,
participando de la APDH, lo que le valió ser “chupado” por la dictadura, estar
13 días desaparecido y recién después ser blanqueado y encarcelado en La Plata.
“Al otro día que lo chupan, (Jorge Rafael) Videla se encuentra con (el entonces
presidente norteamericano Jimmy Carter, quien le plantea por el paradero de
dos personas, de Jacobo Timerman y de Alfredo Bravo. Luego de eso lo blanquean.
Pero le cuesta 13 días donde sufrió lo peor de las torturas que le dejarían
secuelas para el resto de su vida”, explicó Rosemberg.
Luego
de muchos meses detenido, la dictadura le otorgó una libertad vigilada y en
enero de 1979, antes de que finalizara el gobierno de facto, volvió a la
actividad gremial y a la APDH.
Con el regreso de la democracia, tuvo un cargo en el
gobierno de su amigo Raúl Alfonsín, situación que lo incomodó hasta que se fue
de la gestión: “Estaba en el medio entre el gobierno, que lo quería como un ex
titular de la CTERA para darse chapa y sus compañeros del gremialismo que le
decían que los tenía que ayudar a aumentar los salarios, a conseguir
beneficios. Él hizo equilibrio durante varios años hasta que se le empezó a
complicar, anunció un aumento y su superior Adolfo Stubrin lo desautoriza.
Bravo le ofrece la renuncia a Alfonsín varias veces. Hasta que sobreviene el
tema de (la aprobación de las leyes de) Punto Final y Obediencia Debida que lo
deciden a irse”.
Los
90 lo encuentran en el rol de diputado nacional, oponiéndose al neoliberalismo
de Menem e intentando armar coaliciones políticas como el FREPASO, donde luego
de que se sumara la UCR y la Alianza llegara al poder, fue perdiendo peso de
decisión.
Su
trabajo legislativo, sin embargo, fue de avanzada, sobre temas que lograron
aprobarse mucho tiempo después o algunos incluso ni siquiera eso. “Planteó la nulidad
de Obediencia Debida y Punto Final, la despenalización del aborto,
también más derechos para transexuales y travestis. Siempre legisló en un mismo
sentido.
(Fernando)
De la Rúa le caía muy mal pero se lo bancó porque era la alianza que habían conformado.
Después, con la reforma laboral, la primera ley con la que no estuvo de
acuerdo, se fue (de la Alianza)”, describió Rosemberg.
Luego
llegó el estallido de 2001 y el reclamo de “que se vayan todos”, que Bravo no
consideraba que se aplicara a él: “Estaba muy enojado. A él lo paraban por la
calle pero no lo puteaban. Sentía que estaba aparte de la clase política, que
él no se había llevado plata, ni era responsable de la implosión. De hecho él
pierde sus ahorros en el 2001, tampoco usó su influencia como diputado para
sacar la plata. Un político de los que ya no existen”.
En
2003, luego de pelearse con Elisa Carrió, emprendió junto a Rubén Giustiniani
una campaña presidencial que encontró resistencia dentro del propio socialismo
y que no le fue bien en las urnas. Sus últimos días, lo encontraron muy
decepcionado con la política.
“Fue
un político austero, honesto, simple, demasiado calentón para lo que es el
estándar de la política, donde a veces hay que demostrar un poco más de muñeca,
tal vez podría haber llegado a más lejos. Pero el carácter y las convicciones
eran más fuertes que el qué dirán o el consejo de un asesor”, relató Rosemberg.
“Con
el correr del tiempo las pequeñas diferencias quedan de lado y queda el ejemplo
de la persona. Los gremialistas peronistas dicen que estuvieron juntos en todas
las luchas, los socialistas lo consideran un ejemplo. Qué mejor que sacar lo
positivo y dejar las peleas propias de la condición humana y realzar el ejemplo
de rectitud, de honestidad, de coherencia. Fue un político de los que casi no
quedan y que estaría bueno recrear porque no está bueno que la política la
hagan los consultores de opinión”, finalizó.
El mito del lugar de nacimiento
¿Porteño o
entrerriano? Alfredo Bravo gustaba decir que había nacido en Concepción del
Uruguay, localidad a la que su padre había sido trasladado por trabajo; pero al
mismo tiempo era un porteño de ley, asiduo visitante de la noche y la cultura
de Buenos Aires.
“El mito tiene que ver, un poco en
broma y un poco en serio, con una picardía de don Alfredo que él decía que
había nacido en Concepción del Uruguay el 30 de abril de 1925. En el registro
civil de allá no encontré nada y en su libreta de enrolamiento era nacido en la
ciudad de Buenos Aires. Mi tesis es que nació allá pero lo anotaron en la
ciudad de Buenos Aires. Haya nacido donde haya nacido era un porteño de cabo a
rabo”, explicó Rosemberg.
Presos por Pelotudos
Luego de ser “blanqueado” como preso por la dictadura, Bravo pasó varios
meses detenido en la Unidad 9 de La Plata, donde conoció a Adolfo Pérez
Esquivel y a varios de los que luego serían sus colaboradores en el Congreso.
“Conoce a un jujeño, Jorge Ríos, que fue su compañero de habitación. Que cuando
Bravo llegó al penal, le explicó: «En este módulo están los montoneros, en este
otro los del ERP, y en este otro estamos los PPP, los Presos Por Pelotudos que
somos nosotros». Trataban de ponerle humor dentro de esa situación espantosa
que vivieron”, contó el escritor.