En el espacioso departamento de Claudio Morresi hay un rincón especial atiborrado de recuerdos. Allí, en una zona de transición entre el living y la cocina, se comprimen dos fotografías de su niñez compartidas con Norberto –su hermano desaparecido–, una del Che Guevara, otra de Pablo Neruda y una más grande de las Madres de Plaza de Mayo.
Se trata de un lugar que el ex futbolista y militante de los derechos humanos muestra complacido antes de iniciar la entrevista. Después, ya sentado sobre un sillón y en un ambiente más despojado, comenzará a desgranar sus recuerdos, meditará cada una de sus respuestas sobre las secuelas que dejó la dictadura y discurrirá sobre el juego que más le gusta, al que le dedicó su vida, primero como jugador y luego como director técnico.
A los 41 años, su trayectoria infunde el respeto que sólo puede ganarse quien, en silencio y sin grandilocuencias, mantuvo la coherencia en un mundo donde pensamiento y acción a menudo no van de la mano.
–A propósito del partido homenaje a los campeones mundiales del ‘78, ¿se puede disociar la política del fútbol?
–Creo que uno intenta separar las aguas. Es decir, toda realización deportiva, todo acto cultural y más durante una dictadura, el poder trata de utilizarlos para sacar un beneficio. Todos esos hechos, entre 1976 y 1983, se desarrollaron con el apoyo, con el aporte, con la participación del Estado argentino...
–Puede ser, pero una cosa es separar al juego de la política cuando comienza a rodar la pelota, y otra muy distinta negar el contexto histórico en que se realizó el Mundial, como si se intentara una justificación a ciertas conductas.
–Yo estuve pensando en lo siguiente: dentro de cien años, cuando se escriba la historia del Mundial ‘78, quienes revisen ese período van a decir que la Selección Argentina ganó el título y, al lado de los ganadores deportivos de ese evento, aparecerá una foto de la Junta Militar. Entiendo que es algo injusto procesar las cosas así. Porque a la conquista futbolística se la vincula por una cuestión de cercanía con un dictador, con un asesino como fue Videla. Por eso hubiera servido para que los historiadores hicieran un análisis más profundo, más cierto de lo que fue ese campeonato; que con el tiempo apareciera una foto compartida por los jugadores y las víctimas. Porque en 1978, cuando ellos jugaban, muchos no sabían lo que estaba pasando. De ese modo, la historia tendría otro final y hasta hubiera sido un acto de justicia para los que disputaron ese Mundial.
–Esa fotografía no pudo conseguirse. ¿Es la que vos quisiste lograr el pasado 9 de julio cuando se jugó el partido homenaje?
–La idea que se planteó en su momento, cuando yo charlé con algunos de los muchachos de la Selección del ‘78, era que se juntaran con Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S. y Familiares de Desaparecidos. Que dieran una mano en la búsqueda de los nietos era un motivo, pero sobre todo, que salieran en una foto con las víctimas, como réplica a aquella en la que aparecen con los asesinos.
–Pero la fotografía no pudo sacarse porque, según trascendió, algunos de los protagonistas de aquel Mundial se rehusaron a salir en ella.
–Me dio pena porque entiendo que era un momento especial para hacerla y porque había muchos jugadores que querían participar. Y tal vez, por una cuestión de tiempo, porque alguien no vio la trascendencia que podía tener esto, no se concretó.
–¿Quién pudo haberse opuesto a un acto semejante? –No sé si lo diría pero, por lo que averigüé, no hay nombres propios. Los que se mencionaron no cierran en esta historia.
–Los organizadores, al menos, dijeron que no querían politizar el homenaje.
–Si no quisieron hacer la foto y argumentaron eso, yo respondo que política se hace por acción u omisión. Y entonces, se equivocaron de caboa rabo. De esa manera hicieron política no permitiendo el encuentro entre los jugadores y las víctimas.
–¿Te molestan estas cuestiones que no aclaran, si no más bien que esfuman la solidaridad que en otras ocasiones ha demostrado el fútbol con la sociedad que lo contiene?
–Los deportistas han tenido actitudes muy dignas y de mucho compromiso con la gente. La Selección Nacional salió con las camisetas de Aerolíneas Argentinas... En 1998 firmó una nota donde se solidarizaba con la búsqueda de las Abuelas y esto habla de una toma de conciencia de los futbolistas.
–Ahora, bien, ¿se pueden colocar en un plano de igualdad a César Luis Menotti y, por dar un ejemplo, a René Houseman u otro ex integrante de la Selección que quizás no militaban como el técnico y no tenían el nivel de información suficiente?
–Yo pienso que no, pero uno siempre ha tratado de ser muy respetuoso con la gente que, pudiendo no hacer nada, hubiera quedado en el anonimato. Menotti firmó una solicitada que pedía por los desaparecidos cuando nadie más que venía del fútbol hizo lo mismo. Para que queden claros los grados de responsabilidad o de heroísmo: cualquier entrenador de fútbol o jugador que se hubiera negado a hacer algo porque existía una dictadura, hoy tendría el mayor de los respetos y sería considerado casi un héroe. Pero eso no existió. En un escalón más abajo estuvieron los que algo intentaron hacer...
–Está bien, pero una cosa es que muchos no supieran lo que ocurría y otra diferente que, aún hoy, haya quienes niegan ciertas cosas o no tengan ni siquiera la mínima vocación autocrítica. El que más se cuestionó, al menos en el documental que proyectó Telefé el 27 de junio, fue Osvaldo Ardiles. Menotti, en cambio, se envalentonó.
–Tal vez nosotros estábamos esperando otro tipo de respuesta del Flaco Menotti. Quizá porque a ciertas personas uno les pide más. Aunque en el balance general, a mí no se me da por criticarlo. Es injusto asociarlo a la dictadura porque hizo algunas cosas que merecen mi respeto. Pero no por eso voy a decir que se lleva todos mis aplausos. Diría que sí se los lleva ahora Ricardo Villa, que se acercó primero a Madres y después a Abuelas. En cambio, hubo otros muchachos que tuvieron actitudes poco felices, yo no diría cómplices.
–¿Cómo pensás que la gente del fútbol te recuerda? ¿Como un ex jugador que llegó a tener una trayectoria importante o como el militante por los derechos humanos?
–Yo siempre me sentí respetado, por sobre todo. Cumplí un sueño de chico que fue vestir la camiseta de un club en Primera. Y tuve otro que fue ponerme la camiseta celeste y blanca y lo alcancé en una Selección juvenil. En el medio de esos dos sueños, me pasó lo de mi hermano. Y estar en el ambiente del fútbol, sin duda, me sirvió también para hacer más cosas, por lo que irradia este juego. Mi pedacito en la historia deportiva ya lo hice, incluso salí campeón. Pero me gustaría que se me recuerde como un luchador más, entre tantos hombres comunes, por la memoria y la justicia de este país.
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