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domingo, 6 de septiembre de 2020

Reforma Judicial. Fernández y Fernández… @dealgunamanera...

Reforma Judicial. Fernández y Fernández…

‘Siempre listo’ Sergio Berni. Dibujo: Pablo Temes

La vicepresidenta recibió a un histórico operador en Comodoro Py. Avanza en construir una justicia a medida.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 05/09/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Los efectos adversos que el poder genera en las personas son complejos. El sentimiento de omnipotencia se despliega en toda su dimensión, aparecen comportamientos extravagantes, sorprendentes y, a veces, contradictorios e inexplicables. ¿Cómo explicar que un presidente que amenazó con someter a un proceso penal a los que durante esta larga cuarentena se reunieran en un domicilio invite a Olivos a Hugo Moyano y parte de su familia a compartir un almuerzo que incluyó una foto sin barbijo y sin distanciamiento social?  

En la dinámica psicológica del ejercicio del poder se distinguen tres rasgos esenciales: el absolutismo, la hegemonía y la intolerancia.

Salvo excepciones, quien ocupa una posición de poder busca siempre el absolutismo, la totalidad del poder. Para eso necesita la implantación del pensamiento hegemónico. Es ese afán de hegemonía el que hace que el poderoso sea un ser intolerante frente al pensamiento distinto.

La democracia como concepción política y la república como sistema representan las barreras que las sociedades crearon para poner freno a esos desvaríos que llenan páginas de la historia.  

Alberto Fernández llegó a la presidencia de la Nación con una promesa que hizo pública a lo largo de toda su campaña: terminar con la división política profunda que, como una nube tóxica, se ha venido extendiendo a lo largo y a lo ancho del país desde hace años. Dividió Néstor Kirchner; dividió y divide Cristina Fernández de Kirchnerdividió y divide Mauricio Macri.

"No solo debemos tolerar al que piensa distinto. Con eso no alcanza. Debemos respetarlo", dijo decenas de veces el hoy presidente durante el tiempo electoral. Por eso causó estupor –y alarma– cuando, en la reunión del peronismo que hubo en la semana que pasó, expresó: “No veo la hora de que esta pandemia se termine, porque estoy seguro de que ese día vamos a salir a la calle y ese día sí va a haber un banderazo, un banderazo de los argentinos de bien".

Nadie sabe aún si el Dr. Fernández se ha dado cuenta de la barrabasada que representa su infeliz frase. Cuando a la diversidad de ideas –es decir, el pluralismo– se la encuadra dentro de la categoría del bien y del mal, no hay posibilidad de convivencia posible. Si el que piensa diferente representa el mal no hay posibilidad de diálogo. Con el mal no se dialoga.
  
El mal es intolerable.

El pensamiento diferente enriquece ya por el mismo proceso intelectual de analizarlo ya sea para coincidir o para rebatirlo. Al mal se lo combate. Al pensamiento diferente, en cambio, se lo debate.

El concepto de identificar al otro con el mal nos conduce directamente a la categoría de amigo-enemigo de tan nefasta y lamentable raigambre en la historia de la Argentina.

Cuando en la noche del sábado 18 de noviembre de 1972 el general Juan Domingo Perón se abrazó en su casa de la calle Gaspar Campos con el Dr. Ricardo Balbín, le dijo: “El pueblo todo quiere que usted y yo nos unamos. Nos hemos peleado inútilmente durante 25 años”. Lo triste fue que, cuando se dieron cuenta de lo estéril de esas disputas feroces, ya se les había ido la vida.

Ahora, las tomas de Tierra. Las tomas, actos ilegales, nunca son producto del azar. Hay detrás una maquinaria política, legal y económica que se monta sobre la acuciante necesidad de miles de personas por no tener una vivienda digna. Hace unas pocas semanas, más allá de sus habituales comentarios provocadores, Juan Grabois aludió a las tomas, lo que fue una advertencia sobre algo inminente.

Al hacerlo, puso al oficialismo en un brete en el que aún está. Las contradicciones y disputas que se produjeron entre el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni; la ministra de Seguridad de Nación, Sabina Frederic, los dirigentes del Movimiento Evita y el gobernador Axel Kicillof hablan de la confusión en ámbitos del oficialismo.

Mientras tanto, Daniel Arroyo trabaja para quitar poder a los movimientos sociales a través de la tarjeta alimentaria. La transferencia a los comedores saca intermediarios. “Del 100% del presupuesto del Ministerio, los movimientos sociales se llevaban el 25%; ese porcentaje se ha reducido al 10%”, afirman en su cercanía.

Avatares de la reforma judicial K. Tras la bochornosa sesión en Diputados del miércoles, un hecho ilustra el superlativo interés de la vicepresidenta por la reforma judicial: el encuentro previo al debate que tuvo con el auditor Javier Fernández, el histórico operador judicial del kirchnerismo en Comodoro Py.

Fernández, quien tiene mandato en la Auditoría General de la Nación hasta 2022, había caído en desgracia a fines del kirchnerato por sus contactos con Jaime Stiusso. Como tantos otros, limó asperezas con CFK, por lo que los encuentros con ella, Máximo y el representante de La Cámpora en la AGN, Juan Ignacio Forlón, son habituales.

La reforma judicial obtuvo media sanción horas después de ese encuentro, con modificaciones que incluían la eliminación de la insostenible cláusula mordaza para la prensa propuesta por el amanuense de la vice, el senador Oscar Parrilli.

Vale la pena recordar lo que opinaba Fernández sobre la reforma judicial de 2013 –una de las dos que se presentaron en los últimos veinte años según CFK– y que luego fue frenada por la Corte Suprema. “Le dije a la presidenta que iba a ser inconstitucional. Ella me dijo que no.

Pero lo que hizo fue unir a todos en la corporación judicial. Estuvo mal asesorada... No hay que meterse en los poderes. Tenés que dialogar”, aconsejó Fernández en una nota a la revista Crisis, en septiembre de 2019. Por lo que se ve, CFK sigue haciendo caso omiso de los consejos del auditor Fernández. El diálogo es una práctica ausente en su conducta política.  


Los que conocen los detalles de ese diálogo aseguran que, para cumplir el rol de operador judicial que supo tener, Javier Fernández pide ser designado en el Consejo de la Magistratura. Por si alguien lo olvidó, CFK quiere un Poder Judicial sometido al Gobierno.




domingo, 2 de agosto de 2020

"¿Vas a desenfundar?"... @dealgunamanera...

"¿Vas a desenfundar?"  

Del otro lado del cañón... Sabina Frederic. Dibujo: Pablo Temes. 

Internas feroces en el oficialismo y en la oposición. Pero no habrá novedades durante la cuarentena. 

© Escrito por Nelson Castro el Sábado 25 /07/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  


Fue una de las frases de la semana. La información acerca del tenso momento que se vivió el miércoles durante la reunión encabezada por Axel Kicillof que tuvo lugar en La Plata y de la que participaron la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, su par de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, y un numeroso grupo de asesores produjo fuerte impacto. La frase, con la que la ministra reaccionó ante la actitud intempestiva de Berni, quien, irritado por causa de sus desacuerdos con Frederic, se puso de pie y en actitud desafiante se quitó el barbijo para expresarle su reproche, reflejó la realidad de una relación totalmente rota entre los dos. 

“Pará loco, calmate”, fue casi lo único que Kicillof en su lenguaje de dirigente estudiantil atinó a decir en medio del azoro reinante en esa sala. 

Después de esto, ¿alguien cree que la cohabitación entre Frederic y Berni se puede encauzar? 

Lo “notable” fue que, en vez de inquietarse por las consecuencias adversas que sobre las políticas de seguridad –que, en verdad, no las hay– genera ese nivel de enfrentamiento entre los dos ministerios, la preocupación de los funcionarios provinciales y del kirchnersimo pasó por averiguar quién fue el responsable de la filtración (sic). Desde la cercanía del gobernador dan por sentado que el albertismo fue quien dejó trascender a la prensa el entredicho, que luego fue ratificado por Berni ante los medios. Como se ve, el “desamor” reina. 

El caso del ministro de Seguridad es bien curioso. Su perfil no encaja para nada en los preceptos ideológicos del kirchnerismo puro. Es más, sus definiciones y conceptos sobre la inseguridad  y su circunstancia lo emparentan mucho más con la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que con los militantes devenidos funcionarios que abrevan en las fuentes K. Ese amén poco entendible tiene una razón: Cristina Fernández de Kirchner lo sostiene. 

El reclamo por un refuerzo en la seguridad es compartido por los intendentes tanto de la oposición como del oficialismo. Mario Secco, de Ensenada –un kirchnerista de paladar negro–, mantuvo un fuerte cruce con Berni, en el marco de un encuentro con intendentes de la tercera sección electoral. A pesar de la desmentida de ambos, por los pasillos de la gobernación se habló de una discusión que llegó hasta el límite de un cruce físico. El reclamo consistía en una ayuda de la Provincia para contrarrestar el incremento de la inseguridad. 

“Quiero que el gobierno provincial y el nacional me den un mimo ahora que tenemos un gobierno nacional y popular”, admitió Secco en declaraciones periodísticas. El trasfondo de la pelea sería la quita de treinta efectivos de la Bonaerense que prestaban servicio en el distrito, y que de un día para el otro fueron retirados. 

Desde el entorno de Secco admiten que el encuentro con Berni fue “muy tenso”, aunque mostraron mayor preocupación por el “filtrado” de la información. Las sospechas apuntan a Gastón Granados, intendente interino de Ezeiza, quien se encuentra en el cargo en reemplazo de su padre, Alejandro Granados, ex ministro de Seguridad durante la penosa gestión de Daniel Scioli, quien se encuentra recluido en la Patagonia ante la amenaza del Covid-19. Es bien sabido que Granados no comulga con el kirchnerismo. 
Una vez más, las internas de la coalición gobernante al rojo vivo. Mientras tanto, el conurbano bonaerense es un Kosovo infinito. Nada le falta, como lo demuestra el episodio protagonizado por el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, aludiendo a los que venden drogas.

¿Alguien cree que la cohabitación entre Berni y Frederic se puede encauzar? 

Desde Provincia respaldan a Berni y no hablan de reemplazantes –en verdad no lo tienen–, aunque admiten que es un díscolo.   

Cuando el río suena… Los meses pasan, la cuarentena sigue y la gestión no aparece. “No creo en los planes”, dijo el Dr. Fernández en el reportaje que le concedió al Financial Times. Fue un sincericidio absolutamente innecesario. Consciente de su error, el Presidente trató de enmendarlo el jueves cuando criticó a los que “andan renegando” y dicen que el Gobierno no tiene un plan económico, señalando que el programa ATP fue “planificado desde el primer día, para que la pandemia no arrastre a empresas y sus trabajadores”. 

Mal que le pese al jefe de Estado, el manejo de la larga cuarentena muestra una significativa falta de planificación para encarar sus consecuencias psicológicas, sociológicas y económicas. A pesar del Programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP), en la ciudad de Buenos Aires ya cerraron definitivamente 25 mil pymes y en la Provincia, 45 mil. 

Una norma no escrita de la política dice que, cuando un funcionario debe ser respaldado por el Presidente –o, en este caso, por la vicepresidenta– es porque su situación es tambaleante. Es lo que le sucede al ministro de Economía, Martín Guzmán. La posibilidad de que sea desplazado de su cargo una vez que se cierren la renegociación de la deuda sigue rondando por los pasillos del ministerio, de la Casa Rosada y de la quinta de Olivos. 

Nada ocurrirá durante la cuarentena. Los cambios del Gabinete serán para después. Para el Presidente, esta circunstancia representa un problema doble porque, como es sabido, su poder para imponer nombramientos está menguado. Eso ya se lo vio con el reemplazo de Alejandro Vanoli en la Anses. 

Claro que las internas no son exclusivas del oficialismo. También las hay en la oposición y son crecientes. Y un rasgo que comparte Mauricio Macri con integrantes de este gobierno es su falta de autocrítica. 

Hablando de Macri, algo que Alberto Fernández no aprendió de los errores cometidos por el ex presidente durante su administración es que la atomización del Ministerio de Economía complica seriamente la gestión y la puesta en marcha de cualquier plan en caso de que lo hubiere. La ausencia de planes es otra de las carencias que asemejan a los dos gobiernos.   

Uno de los ministerios apetecidos por el kirchnerismo es el de Desarrollo Social. 

Daniel Arroyo enfrenta una interna de intensidad variable con la titular del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, Victoria Tolosa Paz, que se suma a las dificultades de tener una cartera loteada. 

Todo lo que sea “caja”, es decir plata, es prioridad K. Nada que sorprenda.





sábado, 25 de julio de 2020

Tensiones Internas. "Me acusan de ser dialoguista"... @dealgunamanera...

Tensiones Internas… "Me acusan de ser dialoguista"…

Índice oficial, Alberto Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

La frase del Presidente refleja que la política local vive en un mundo al revés. Le endilgan lo que debería ser un mérito.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 18/07/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La respuesta de Alberto Fernández sobre las críticas internas que recibió en la semana es una descripción de lo que está sucediendo al interior del Frente de Todos con un fuerte impacto en la gestión gubernamental. El kirchnerismo duro, en su dogmatismo, no ha cambiado un ápice. Al fin y al cabo no hace más que reflejar el pensamiento y la personalidad de Cristina Fernández de Kirchner. Como todo dogmatismo, es una manifestación de fanatismo. En esa concepción no hay lugar para el pensamiento diferente. Todo es antinómico. La antinomia anula el pensamiento democrático.   

El “me acusan de dialoguista” es propio del mundo al revés que se vive en la política vernácula. Ser dialoguista en la política –como en cualquier ámbito de la vida– es un mérito, no un demérito por el cual alguien pueda o deba ser acusado. Acusar a alguien de ser dialoguista es tan disparatado como acusar a alguien de ser honesto.

Toda esta ida y vuelta surgió a raíz de la carta –lamentable– que Hebe de Bonafini le envió a AF a causa de la convocatoria que le hizo a un grupo de empresarios para participar de la ceremonia conmemorativa del Día de la Independencia. Lo notable es que Máximo Kirchner también se ha reunido con varios de estos empresarios, sin que hasta ahora la titular de las Madres de Plaza de Mayo le haya dedicado alguna misiva pública crítica.AdChoices

¿Qué le está pasando al Presidente que parece empeñado, día a día, de hacer exhibición de su debilidad frente al kirchnerismo?

En la respuesta que dio por el cuestionamiento a la postura de la Argentina en la que se condena al gobierno de Venezuela por las violaciones a los derechos humanos que ocurren en ese país gobernado por un régimen cívico-militar, se lo escuchó como pidiendo disculpas. Parece que olvidó que la mismísima CFK dijo, en el reportaje que le concedió a Luis Novaresio en 2017, que “en Venezuela no hay Estado de derecho”, realidad de la que da cuenta la penuria de los millones de exiliados venezolanos que andan dando vueltas por el mundo, tras haber escapado de los abusos de poder que se viven a diario en aquel rico país castigado por la corrupción y el autoritarismo del gobierno de Nicolás Maduro, al que por estos días critican incluso mucho ex funcionarios de Hugo Chávez.

La clave para que se respete el aislamiento social es la convicción, no el medio

No menos impacto y azoro produjo AF cuando afirmó que ahora entendía las razones por las que CFK impulsó la firma del ignominioso memorándum con Irán como un instrumento válido para el juzgamiento de los dirigentes y ex funcionarios de ese país sospechados de ser partícipes e instigadores del impune ataque terrorista contra la AMIA, del cual se cumplieron ayer 26 años. Los archivos abundan en testimonios fuertemente críticos del Dr. Fernández contra esa inentendible decisión que tomó la entonces presidenta. Y la contradicción aumenta porque, siendo jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, AF supo de la intransigencia del Dr. Kirchner –a la que apoyó decididamente– a cualquier tipo de negociación con Teherán.

El FdT en su laberinto. Los embates internos contra el Presidente han sido tan duros que llevaron al ministro de Defensa, Agustín Rossi, a salir a respaldarlo y a pedir el acompañamiento de sus conmilitones en esta tarea. Curiosa coincidencia: hace unas semanas, Mauricio Macri les hizo el mismo pedido a los suyos. “Banquemos a Alberto porque si no Cristina se lo lleva puesto”, fue su mensaje

El kirchnerismo no se arredra. Nada hará para cambiar sus posturas ni la forma de expresarlas. La posición que mantienen en público es la misma que en privado. En ese ámbito las críticas al Presidente se sostienen y se verbalizan abiertamente. “No respaldamos al embajador en su planteo acerca de las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, que hizo lo que pudo de acuerdo a las presiones del imperialismo norteamericano”, señala una voz K, que agrega: “A Vicentin la tendríamos que haber expropiado. El gobierno nacional tiene muchas presiones y no puede dar algunas batallas que todos esperamos”.

Para sumar más elementos de tensión, el ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe, Marcelo Sain, respaldó por estas horas a Sergio Berni en sus críticas a la gestión de la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic. En charlas en ámbitos privados, Sain adhiere “al pie de la letra” al reclamo de su par bonaerense. “No me escuchan; Gendarmería se hizo bullrichista y nosotros estamos en pelotas”, se le escuchó decir al polémico ministro.

La cuarentena intermitente. La fase de la cuarentena que terminó el viernes fue un fracaso. Es lo que muestra el número de casos. En la larga exposición del viernes, el Presidente quiso presentar como un éxito lo que acabó siendo un fiasco. Es lo que la calle mostraba todos los días; negocios de todo tipo abiertos, gente desplazándose por todos lados, ausencia de control. Ante tales evidencias del revés, al Gobierno no le quedaba otra que la flexibilización que comienza mañana.  

El gran problema que existe no es el número de casos sino la disponibilidad de camas de terapia intensiva y de personal en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Ese es el cuello de botella.

La necesidad de respetar el aislamiento social y la higiene es clave. La inobservancia de esas normas está en la base de los rebrotes que se están viendo en Europa por estos días.
Intentar que la gente cumpla con estos preceptos a través del miedo es inconducente. La única manera de lograrlo es a través de la convicción.

Esa es la moraleja que deja lo sucedido durante las últimas tres semanas en nuestro país.




martes, 12 de mayo de 2020

Los de afuera son de palo… @dealgunamanera...


Los de afuera son de palo…

La pandemia pone en jaque a la sociedad y, sobre todo, a sus instituciones. Problemas seculares se hacen visibles de forma intempestiva y violenta. Las cárceles, los presos y el estado de derecho en el foco de la tormenta.

© Escrito por Sebastián Giménez (*) el  jueves 07/05/2020 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Crisis en los penales de la República. La pandemia se puso a interpelar todas las instituciones de eso que se dio en llamar la modernidad, las que estudió el célebre Michel Foucault. La escuela, el hospital, la fábrica y la prisión. En un breve repaso, la escuela se volvió aún más asistencial repartiendo bolsones de comida y la pedagogía sobrevive como puede con los recursos virtuales, de acuerdo al dominio relativo de los mismos en los sectores más vulnerables de la población. Las fábricas cerradas, con una crisis que no sólo es del país sino del mundo: 30 millones de norteamericanos pidieron el subsidio de desempleo. La institución hospitalaria, en la primera línea de batalla frente al enemigo invisible, haciendo lo que se puede con lo que se tiene. Y la prisión, desde luego. La institución que cobró toda su notoriedad cuando tuvo lugar el motín en Villa Devoto.

El Código Penal es tal vez la cara menos simpática de lo que se dio en llamar el contrato social. Se establecen las normas, se tipifican los delitos dignos de sanción, se define la privación de la libertad en caso de corresponder y el volumen de la pena.

Pero el peligro sanitario hace temblar las leyes y los campos interpretativos de la normalidad republicana, pese a lo cual el poder legislativo tarda en retomar su actividad. Las leyes y las normas de organización social también son interpeladas porque las cruza la perpendicular urticante del derecho a la vida y a la salud, lo que pone en juego la pandemia.

La vida de los detenidos es respetada, pero una clausula implícita en el acuerdo social, la letra chica que nadie lee, parece decir que las cárceles deben ser un purgatorio. Un lugar de sufrimiento y expiación de culpa más que de reinserción social.

Y se larga la discusión, y para todo hay una grieta en este país. De un lado, Eugenio Zaffaroni y del otro Felicitas Beccar Varela, por nombrar las personas que atraen tal vez la mayor notoriedad. Garantismo versus un discurso de la conservación del orden constituido, que aquí no ha pasado nada y el coronavirus es una excusa. También hay otros protagonistas. De un lado, Sergio Berni, del otro la Ministra de Seguridad nacional Sabina Frederic, encarnando una discrepancia que no es la primera. Una especie de Restaurador de las Leyes en Provincia y una antropóloga un poco más abierta a otras inquietudes sociales y por eso considerada más flexible. Mano dura y mano blanda.

Dos extremos podría decirse. «Todos los presos son malos», de un lado, y «todos los presos son seres humanos», del otro, en el debate que también se corporiza en los medios de comunicación. La sensación es que un extremo espera la situación del detenido liberado que vuelva inmediatamente a delinquir y el otro anticipa el desarrollo feroz de la peste en el ámbito carcelario, donde desde hace años no se cumplen los objetivos declamados de respeto a los derechos humanos de los detenidos y el objetivo de su resocialización. Lo importante no es quién tiene la razón, sino brindar una respuesta en una situación sanitaria que urge. En encontrar el punto de equilibrio entre el derecho penal y el derecho a la vida y la salubridad, individual y colectiva, está el desafío.

Pero ahí estamos. La pandemia nos agarra con lo que tenemos. Con el Estado que tenemos, con la economía caminando por la cornisa del default y la pobreza extendiéndose. Con los hospitales que tenemos, y las escuelas. Con las cárceles, esos territorios a los que nadie les prestó la menor atención, como una especie de agujeros negros (en el espacio exterior a la sociedad). Nos agarra la pandemia con los respiradores y las tobilleras electrónicas que hay.

Desde hace añares, el acuerdo democrático es que se respeta la vida, no habilitando la pena de muerte. La pena capital, tácita o expresamente avalada en nuestro país, siempre estuvo asociada a procesos de dictadura: los fusilamientos de los anarquistas en la dictadura de Uriburu en 1931; los de 1956 durante la presidencia de Aramburu; los de 1972 en Trelew y las terriblemente extendidas desapariciones forzadas de personas durante la última dictadura militar de 1976. Nos hemos puesto de acuerdo en que la vida vale, y tanto más se exterioriza en la postura actual del gobierno de cuidar la salud relegando a la economía, una dicotomía incómoda e incluso negada por las autoridades, que también se ocupan de aclarar que se ocupan de brindar ayudas monetarias a los sectores perjudicados por la cuarentena.

También, se respeta la vida de los que cometen delitos. El ex Presidente Carlos Menem reclamó la pena de muerte para Seineldín en 1990, jefe del último alzamiento carapintada, pero no tuvo eco, menos mal.


La vida de los detenidos es respetada, pero una clausula implícita en el acuerdo social, la letra chica que nadie lee, parece decir que las cárceles deben ser un purgatorio. Un lugar de sufrimiento y expiación de culpa más que de reinserción social. Y es éste pensamiento, esta letra chica del sentido común colectivo el que entra en cuestión porque el purgatorio es peligroso para la salud del detenido, desde ya. No ahora, desde mucho antes. Pero en este momento la amenaza toma otra encarnadura. Y ahí estalla por el aire, se torna visible en toda su dimensión, entra luz al purgatorio porque los presos rompieron el techo y se hacen ver.

Unos proponen: está bien, que se construyan más cárceles, de esa manera no habría más hacinamiento. Pocos reclaman que haya más justicia, en sentido del valor en sí y también en recursos para ese poder del Estado, que le permita tramitar con una mayor velocidad las causas, porque muchos detenidos lo son sin sentencia firme. Que se hagan más cárceles, insisten. Los buenos contra los malos. O, mejor, recreando la canción Qué ves de Divididos: ¿Qué ves cuando me ves? Una pregunta que los que rompieron el techo de la cárcel le hacen a la sociedad entera.

Y el fantasma que recorre el país de que los van a liberar a todos, corporizándose el peligro en la sociedad. Ellos van a estar libres y vos en cuarentena. Una inversión radical de nuestra cotidianeidad: los que deben estar en cuarentena son ellos. Se dio vuelta el mundo, maldito coronavirus, las certezas naufragaron tanto que pareciera que el mundo anterior a la peste se hundió como la Atlántida en algún lugar misterioso.

Mientras los medios de comunicación cacarean, los jueces reciben la dura interpelación de una pandemia y de los olvidados que treparon y quemaron los techos.

¿Y cómo se arregla ahora esto? Reuniones acá y allá. Tweets aclarando, desmintiendo el éxodo masivo. Cacerolazos y reclamos. ¿Cómo lograr que todo se resuelva “en su medida y armoniosamente”, como diría Perón? Vaya uno a saber. Lo que es claro es que los extremos no contribuyen a dar respuestas. Es un problema de la Justicia, dijo el Presidente Alberto Fernández, y no mintió. No soy amigo de los indultos, aclaró y pateó la pelota a la tribuna.

Y es que cobra plena vigencia ese axioma que dice que la generalización no contribuye a nada. Hay infinitos grises. Detenidos a poco de cumplir su condena, en condiciones de pedir la libertad condicional, con situación de salud que los incluye en los grupos de riesgo frente a la pandemia. Para salir de la entente, no se puede probablemente aplicar una norma general.

El juez y los órganos actuantes son los que cuentan con más información que los opinólogos (el que esto escribe, uno más) desconocemos totalmente para tomar las decisiones más acordes considerando la situación. Caso por caso. Situación por situación. Mientras los medios de comunicación cacarean, los jueces reciben la dura interpelación de una pandemia y de los olvidados que treparon y quemaron los techos. Y son seres humanos intentando aplicar justicia. Y pueden fallar, como recordaba el mentalista Tu Sam.

Pero, si en Argentina durante un mundial de fútbol todos somos directores técnicos e incluso en una pandemia todos les discutimos a los infectólogos, en las causas en que se debe decidir cuestiones delicadas como la libertad o la privación de la misma de una persona, debe respetarse y dejarse actuar a la Justicia. Con el Código Penal en una mano, las Convenciones de Derechos Humanos en la otra, y la información de cada situación
particular que se hace carne en el expediente y la situación vital del detenido. Como dice el dicho popular, zapatero a tus zapatos. Y los de afuera son de palo.

(*) Escritor y trabajador social. Escribió tres libros y ha publicado artículos en distintas revistas como Marfil, Zoom, El Sur, El Estadista y el Economista.




domingo, 26 de enero de 2020

El sinuoso camino de Alberto Fernández… @dealgunamanera...

El sinuoso camino de Alberto…

Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

La economía marcará el éxito o el fracaso del Gobierno, aunque para eso se necesita certidumbre política, algo que hoy no posee.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 26/01/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Es una foto que habla. Fue tomada en las horas previas a la partida de Alberto Fernández hacia Israel. Se ve a Cristina Fernández de Kirchner en el momento de firmar el libro de traspaso del mando. A su lado, el escribano general de gobierno, Carlos Gaitán. La vicepresidenta sonríe y el escribano también. Es una ceremonia que, en realidad, es un trámite que, a partir de un decreto publicado en el Boletín Oficial el lunes pasado, se ha simplificado y ya no exige la presencia del Presidente y del vice para su validación.   

Pero –siempre hay un pero cuando se trata de CFK– lo curioso y singular es el lugar: no es el despacho que la vicepresidenta ocupa en el Congreso; no es tampoco la Casa de Rosada; no es ni siquiera un despacho oficial: es el despacho de CFK en el Instituto Patria. Hace acordar a cuando se hacía llevar los diarios en el avión presidencial desde Buenos Aires a El Calafate. Las conductas de CFK no han cambiado.

Israel. Al Presidente le fue bien en Israel. Fue una buena decisión suya la de participar en las ceremonias oficiales de conmemoración de los 75 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, emblema de las atrocidades cometidas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo más importante fue mostrarle al mundo que, al menos en la condena a ese hecho repugnante y trágico de la historia, hay en la Argentina una política de Estado. No es un tema menor.

Eso no significa que las diferencias con Israel se hayan extinguido. Algunas se corrigieron rápidamente en estos días tras la rectificación que debió hacer la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, que había afirmado que “mantener a Hezbollah como una organización terrorista es comprarnos un problema que no tenemos (sic)”.  

Y claro que esas diferencias se extienden a la muerte de Alberto Nisman –un magnicidio institucional– y al sabor amargo que dejó para las relaciones entre los dos Estados el fallido memorándum entre la Argentina e Irán, fogoneado por CFK y su difunto ex canciller Héctor Timerman. Y, hay que decirlo, son diferencias nada sutiles.  

En la reunión –y posterior discurso– entre Alberto Fernández y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, no faltaron las palabras referidas a la necesidad de mantener el compromiso en busca del esclarecimiento del atentado contra la AMIA.

La confirmación de ese compromiso es –sin duda– algo valioso pero hay que recordar que otros ya dijeron lo mismo, con las mismas palabras, el mismo énfasis y, lamentablemente, el mismo resultado: la nada misma. A 28 años del ataque terrorista contra la Embajada de Israel, a 26 del atentado contra la AMIA y a cinco del trágico final de Nisman hay un denominador común: el fracaso.

El caso Nisman ha dejado al Presidente en una situación incómoda. Y lo mismo vale para la Justicia.

Buena impresión. En su primera experiencia internacional, AF produjo una buena impresión, mucho mejor que la que solía producir CFK. A la entonces presidenta no la soportaba nadie. Es cierto que no le costó mucho lograrlo: hizo falta tan solo un poco de sentido común y buenos modales. Hay, además, una necesidad de aceitar la buena relación del Presidente con los líderes mundiales. Es una necesidad que tiene una explicación muy simple: la deuda de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional y los bonistas. De eso habló con ellos en las pocas palabras que cruzó a lo largo de su corta estadía en Jerusalén.

Lo que los líderes a los que vio –y a los que va a ver en la semana entrante–  se preguntan es si el Presidente es quien está en control del Gobierno o es la vicepresidenta. Y esa pregunta aún no tiene respuesta.

El Presidente viene desandando un camino sinuoso. Y ese camino sinuoso tiene consecuencias no solo políticas sino también económicas. Una de esas sinuosidades se da en los nombramientos. Que el titular de la Inspección General de Justicia sea el abogado Ricardo Nissen, el apoderado de Máximo y Florencia Kirchner en la causa Hotesur, es lisa y llanamente un verdadero disparate. “Cuando hay una causa que involucre a Hotesur me abstendré”, dijo Nissen para responder a las críticas que generó su designación. ¿Puede alguien sensatamente creer que eso será así?

Justicia. Gustavo Beliz sigue trabajando en el tema judicial. Habrá un proyecto de reforma de la Justicia Federal, un fuero que  necesita cambios. La incógnita es hacia dónde irán esos cambios. Si el objetivo es diluir el poder actual de los jueces para favorecer a CFK y compañía, nada habrá cambiado. No es eso lo que Beliz quiere. Lo mismo dice el Presidente. Pero habrá que ver qué es lo que la vicepresidenta quiere.  

Guillermo Nielsen es un ejemplo de las consecuencias que genera la duda sobre el real poder de AF. A su paso por el Foro Económico de Davos dejó conceptos que despertaron el interés de muchos de los que lo escucharon. Esos muchos le creen a Nielsen y comparten sus diagnósticos y sus planes. Lo que no saben –y se preguntan– es si en el Gobierno le creen o no, si valoran sus iniciativas o no, si sus proyectos son prioritarios o no.

Otro foco de tensión interna es la provincia de Buenos Aires. Axel Kicillof sigue demostrando haber aprendido poco de sus gruesos errores del pasado. Cree que apurando a los acreedores con bravuconadas los va a acorralar para que depongan sus exigencias en relación con el pago del bono 2021 por 250 millones de dólares, que vence a fin de este mes.

Lo peor es que eso se traduce también en tensiones con el ministro de Economía, Martín Guzmán. “O me dan la plata para pagar o no lo pago”, dijo el gobernador bien fuerte para que se enterara el que quisiera dentro del gobierno nacional.

El asunto es de gran importancia no solo para el caso en sí sino también para toda la renegociación con el Fondo Monetario Internacional. Y esa negociación es clave para poder aspirar a transformar la Argentina en un país atractivo para los inversores, algo que hoy no es.

Será la economía uno de los puntos claves –aun cuando no el único–que marcarán el éxito o el fracaso del gobierno de Alberto Fernández. Y no habrá posibilidad de éxito económico si no hay certidumbre política, esa que hoy le falta al Gobierno.