domingo, 20 de septiembre de 2020

Doble comando. Ex presidenta en funciones… @dealgunamanera...

Doble comando. Ex presidenta en funciones… 

Banco central, Miguel Pesce. Dibujo: Pablo Temes 

Hoy la vice subordina la gestión gubernamental a sus intereses y necesidades. El presidente formal es quien los instrumenta. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 19 de Septiembre de 2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 


En la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner existió, durante el tiempo en que vivió su esposo, una indiscutible situación de doble comando. Era sabido por todos los que formaron parte de esa administración que era Néstor Kirchner el que trazaba los objetivos de ese gobierno y los instrumentos destinados a lograrlos.
 

El rol de la presidenta era el de ejecutora de esas decisiones. Así fue como se acuñó desde esta columna el término de “ex presidente en funciones”, que reflejaba con precisión el papel protagónico del Dr. Kirchner y describía lo que, en la práctica y con todas las letras, era la existencia de un gobierno bicéfalo. El Dr. Alberto Fernández –en su condición de jefe de Gabinete– fue testigo directo de aquella situación que muchas veces le generó incomodidad.   

  

Revival. Como una muestra más de una Argentina condenada a repetir su pasado, asistimos en estos días a un inquietante revival de esa circunstancia siempre compleja. Hay hoy una vicepresidenta que asume el papel de una verdadera “ex presidenta en funciones”, que subordina los lineamientos de la gestión gubernamental a sus intereses y necesidades, y un presidente formal que las instrumenta.

 

Como ideóloga de este gobierno –la candidatura presidencial de Alberto Fernández le pertenece–, CFK llegó al poder con tres objetivos esenciales: impunidad, venganza y la consolidación de su proyecto político.   

 

Esta semana hubo dos medidas que reflejaron con claridad la implacabilidad con la cual se va articulando la implementación de ese plan: la primera –en busca de impunidad– fue la remoción de los jueces Pablo Bertuzzi, Leopoldo Bruglia y Germán Castelli; la segunda –a modo de venganza–, la profundización del recorte de los fondos coparticipables a la Ciudad de Buenos Aires, una medida que busca perjudicar la gestión de Horacio Rodríguez Larreta y dañar sus eventuales chances electorales futuras.

 

Por los despachos de los jueces trasladados circulaba, entre otras, la causa de “los cuadernos de Oscar Centeno” que complica a la vicepresidenta así como también a muchos ex funcionarios de su gobierno y a importantes empresarios.

 

El recorte de fondos a la Capital Federal y su reasignación a la provincia de Buenos Aires busca darle aire a la gestión de Axel Kicillof, cada vez menos querido por los intendentes peronistas, hecho fundamental para el proyecto de permanencia en el poder de CFK.

 

Sembrando vientos.  “Hay un problema más político que económico, de falta de conducción. No es que no hay un plan, sino demasiadas ideas y no hay unidad de criterio”, decía una voz kirchnerista que se quejaba además por la falta absoluta de articulación entre los ministerios y las secretarías del gabinete nacional. Nada que sorprenda ya que, en el reparto del poder entre CFK y Alberto Fernández, hubo un loteo: A los ministros los nombró el Presidente y a las segundas líneas, la vicepresidenta.  

 

En todos los pasillos del Gobierno se conocen los enojos manifiestos de CFK por causa de la forma como AF está llevando adelante la gestión. El mensaje de Eduardo Duhalde  –“el Presidente está grogui, como lo estuvo De la Rúa y como lo estuve yo durante varios meses de mi presidencia”–, que produjo impacto y mucho enojo en la Casa Rosada, no fue casual. Uno de los tantos personajes que pululan por el universo K, quien suele reunirse no menos de dos veces por semana con la vicepresidenta, afirmó que está inquieta por la desvaída gestión presidencial y “no se va a inmolar con Alberto” (sic).

 

La asignación directa a Kicillof de los fondos quitados a la Ciudad de Buenos Aires generó malestar en los gobernadores del peronismo. Ellos habían recibido promesas de dineros que no llegaron. Por eso están molestos. Por eso ahora salen con esta idea de sacarle más fondos a Capital. Fue todo para Kicillof y ellos también querían recursos. Hay una tensión latente que, a causa de la pandemia y porque gobierna el peronismo, no estalla. Quien está a cargo de instrumentar este “nuevo federalismo” es Silvina Batakis, funcionaria ultra K que supo ser ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Daniel Scioli.

 

El impuesto PAIS no se coparticipa, la emisión monetaria que es más grande que la masa coparticipable, tampoco. Los gobernadores tienen mucho oficio y avidez de fondos para hacer lo que quieran.

 

Por eso el Presidente debió improvisar su discurso en la provincia de San Juan prometiendo una discusión a futuro sobre la coparticipación federal.

 

En tanto, las medidas económicas adoptadas por el Gobierno auguran males mayores. Hay un problema político severo que daña la credibilidad del Gobierno. Esto explica por qué, habiendo logrado una renegociación exitosa de la deuda con los acreedores privados, no hubo ninguna reacción positiva de la economía.

 

La gente sale a comprar dólares cuando ve que en el futuro todo es incertidumbre.

 

La manera cómo se adoptó la medida habla de las pujas internas entre el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.  

 

Pesce ofreció su renuncia si no se tomaba alguna resolución que frenara la salida de dólares. Dijo que no iba a cuidar una caja que quedaba vacía. Y se tomó esta decisión de profundizar el cepo.

 

El ministro Guzmán quedó expuesto para afuera con las declaraciones que dio el domingo que iban en sentido absolutamente contrario del que se tomó. Él no estaba de acuerdo. La última palabra la tuvo el Presidente, que medió y se inclinó por esta medida que no tuvo las repercusiones esperadas: el Banco Central sigue perdiendo dólares.  

 

Lo que es cierto es que para cambiar el flujo de dólares, que en lugar de seguir saliendo, frene, y que el superávit comercial quede en las reservas del Banco Central, hay que dar señales que generen confianza. Pero, si al campo se le pide que liquide la soja y se le paga un dólar de 50 pesos, no hay posibilidad de nada. Los productores ahorrarán en soja y seguirán faltando dólares. La inconsistencia macroeconómica se agrava. Con esto no se ordena nada.

 

El anecdotario referido de las contradicciones de Alberto Fernández respecto del cepo fue profuso en la semana. Sus declaraciones del pasado reciente criticando duramente tanto el cepo de CFK como el de Macri produjeron en algunos asombro. En realidad, ya nadie debería sorprenderse de escuchar estas volteretas del Presidente. El poder produce estas cosas de las que seguramente habrá más –muchas más– a lo largo de este gobierno.






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