sábado, 22 de octubre de 2011

Magda... De Alguna Manera...

Magda...

Quizás la pelea pública que antes de ayer en radio Continental tuvieron Magdalena y Víctor Hugo fue una señal de algo que trasciende el hecho mismo. O quizás no y simplemente se sume al “A mí no, Barone” de Beatriz Sarlo en 6, 7, 8 como otro desacato femenino a la violencia del discurso antiperiodístico, reflejando que las mujeres tienen tendencia a reaccionar ante la injusticia con más dignidad.

En los argumentos de Magdalena no estaba el núcleo de la cuestión. Lo estaba en su tono y su gesto al pararle el carro a aquel con quien nadie se atreve a polemizar justo tres días antes de que el oficialismo obtenga el mayor caudal de votos que haya alcanzado ningún otro partido desde la llegada a la democracia. Un “no me importa que no me convenga, no estaré tranquila conmigo misma si no reacciono”.

Alfonsín, soporte y catalizador de la polémica entre Magdalena y Víctor Hugo, quizás pueda cosechar algunos votos más con su inesperada participación en el hecho más comentado de la semana. Varias encuestas pronostican que Binner y Rodríguez Saá superarían a Alfonsín, como también que Carrió saldrá última o anteúltima. Quizás el tiempo transcurrido entre las primarias y la elección definitiva haya generado culpa en parte de quienes votaron de una forma y voten de otra, con mayor corte de boletas y algunas sorpresas.

Para la reacción de Magdalena vale aquello que Sartre escribió para uno de los personajes en su obra teatral Las moscas: “La libertad cayó sobre mí como un rayo, soy libre para cualquier cosa menos para ser libre”. Y el “puedo sacarme de encima todo, menos que tenga razón” de Kant. Debe ser insoportable comerse el sapo de la mentira antiperiodística una y otra vez en la cara siendo libre, teniendo razón y siendo periodista como Magdalena.

¿No será que nos hablan de Clarín para borrarnos a todos los periodistas? ¿No será que el panelismo característico de programas de entretenimiento pero aplicado a programas políticos lo que busca es banalizar el periodismo político para anularlo? Agamben se preguntaba: “¿Será que el contrato social nos incluye para excluirnos?”. Podría preguntarse: “¿Será que la inclusión del periodismo militante y todos los nuevos medios sustentados con recursos del Estado buscan excluir al periodismo?”.

“¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte?”, escribió Nietzsche para pintar la desorientación del hombre cuando perdía la guía del fundamento. Al periodismo le movieron el piso al quitarle su línea rectora, groseramente el kirchnerismo le gritó: “Métanse la libertad de prensa en...”.

Quizás el aviso de Alfonsín con “no le creo nada, Cristina” exagerado para el todo del kirchnerismo sea perfectamente aplicable a las declamaciones del Gobierno sobre sus intenciones de democratizar los medios, algo que sería altamente bienvenido si fuera cierto. En el cruce entre Magdalena y Víctor Hugo, por momentos Alfonsín polemizó con Víctor Hugo diciéndole que Clarín había sido el principal aliado mediático del kirchnerismo. Víctor Hugo le respondió explicando la teoría oficial sobre que inicialmente el kirchnerismo, surgido con poco más del veinte por ciento de los votos, era débil y precisó juntar fuerzas para una vez acumuladas ponerle una “plancha en el pecho”.

Dejando de lado cualquier consideración ética, este argumento es falso porque el kirchnerismo tenía muchas más fuerzas en diciembre de 2007, cuando ya había ganado Cristina Kirchner y Néstor Kirchner le firmó la fusión de Cablevisión con Multicanal (70% de los ingresos de Clarín provienen de ese negocio), que medio año después, cuando debilitado por la crisis del campo comenzó su guerra contra Clarín.

Sin dudas, el Gobierno tiene justificados motivos para limitar la posición dominante de Clarín, pero su pelea no es con Magnetto ni contra Clarín, sino contra el periodismo. Eso fue lo que hizo a PERFIL salir en defensa de Magnetto hace más de un año, a pesar de haber sido la editorial que publica este diario la mayor damnificada por el abuso de posición dominante de Clarín. Como habrá dicho Magdalena en el pase de radio Continental el jueves pasado: “No importa que no nos convenga, no estaremos tranquilos con nosotros mismos si no reaccionamos”.

Las críticas a Clarín son válidas, como también al monopolio de Papel Prensa de Clarín y La Nación. Pero no son los medios oficialistas el ejemplo de pluralismo periodístico. Si Clarín y La Nación fueron la afirmación y el kirchnerismo la negación, faltaría el tercer paso dialécticamente superador que es la negación de la negación, la síntesis. Es negando la negación que se recupera el proceso entero corrigiendo los errores de cada una de la dos posiciones. “La verdad es el todo –decía Hegel–, el resultado más el proceso que lleva al resultado.” Falta completar el proceso, que no termina en la denuncia a Clarín y La Nación. Pero esa síntesis no es un promedio, un término medio entre el exceso y el defecto, o la mediocridad de una mezcla, un híbrido entre un periodismo como medio para los negocios o un periodismo como medio para la política. En ninguno de esos dos está el periodismo.

El periodismo está en Magdalena, que con 76 años se levanta contenta todos los días a las 4 de la mañana para hacer su programa de radio, los sábados hace otro programa más, y ella misma desgraba los reportajes que publica en PERFIL los domingos.

Un periodista es aquel que cree en el “interés emancipatorio del conocimiento”, como se refería Habermas en su teoría de la acción comunicativa. No puede subordinar al periodismo a la militancia o a una causa personal y seguir siendo plenamente periodista.

Magdalena se resiste al intento kirchnerista de naturalizar su ideología antiperiodística con la misma pasión que se dedicó a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas en 1984, cuando los militares de la dictadura conservaban un poder no tan menor que el que hoy tiene el kirchnerismo. Magdalena es la misma rebelde que hace tres décadas, condición fundamental para ser un gran periodista: oponerse a lo dominante.

Para los griegos de la Antigüedad, la principal virtud era el coraje. Virtud y coraje eran casi sinónimos, porque la raíz “vir” es la de viril, ya que, por entonces, el coraje sólo era imaginable en los hombres. Magdalena muestra qué equivocados estaban.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario PErfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de Octubre de 2011




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