La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
No hubo buenas noticias en la semana
para la Argentina. Ni siquiera la ilusión que generó el triunfo de la selección
nacional contra Nigeria alcanzó. La derrota de ayer contra Francia terminó con
una esperanza a la que también se había atado el Gobierno. La Copa del Mundo no
ha servido –ni hubiera servido– para tapar las malas noticias que devuelve una
realidad económica que hoy desborda al Gobierno, en cuyo interior se viven
situaciones de tensión y desconcierto. Los pases de factura entre distintos
funcionarios del área económica están a la orden del día. Nadie quiere cargar
con la mochila de asumir la responsabilidad sobre las malas decisiones que se
han venido tomando a lo largo de estos tres últimos meses.
Esta crisis tiene un 30% de origen internacional y un 70% nacional. Nuestro país duplica la devaluación de los países emergentes y duplica
también el índice de riesgo país. Desde un punto de vista estrictamente
técnico, lo más preocupante de todo esto es que, con la situación actual, la corrida no es solo contra las acciones de
empresas sino también contra los bonos argentinos. Esto hace que la tasa de
interés a pagar por el financiamiento se acerque al 9 o al 9,5%. Cuando se
llega a ese guarismo, el financiamiento disponible en el mundo se acaba. Ese
rango de tasa supone un nivel de riesgo que ningún inversor internacional está
dispuesto a correr.
En el Gobierno se preguntan por qué,
si hicieron todo lo que había que hacer, se fue al Fondo, se logró la
calificación de país emergente y se está planteando una reducción del déficit
fiscal, se está viviendo este desasosiego.
Respuestas.
Los analistas responden a estos interrogantes
con contundencia: se llegó tarde con todos los ajustes, circunstancia que,
sumada a la ola de inestabilidad que golpea a los mercados internacionales de
modo hasta aquí imparable, dejó al país en un alto grado de vulnerabilidad. La
Argentina tuvo dos años y medio con un gobierno diferente, que se pensó
diferente, se manifestó diferente pero que, más allá de algunas medidas que
fueron exitosas, no actuó en consecuencia con esos postulados.
El entusiasmo por la Argentina hizo
que, en casi dos años, fueran pocos los que miraran los números reales y no se
quedaran solo con la orientación política y económica de la actual gestión.
Estos pocos, que analizaron en profundidad y con seriedad los números de la
economía, venían advirtiendo desde hace más de un año acerca del riesgoso
camino por el que se transitaba. A todos ellos, el oficialismo los desoyó.
Otra cosa que tomó por sorpresa al
Gobierno y a los mercados internacionales es que la Argentina, a la que hasta
hace tres meses se la veía como un lugar altamente atractivo para posibles
inversiones, en 15 días haya pasado a ser un país mendicante del auxilio
presuroso del Fondo Monetario Internacional, y no para mejorar sino para
mantenerse a flote. Cuando se hace la síntesis de todos estos hechos hay que
considerar que, después de dos años y medio de gobierno, la Argentina está con
una inflación proyectada por encima del 30% –más cercana al 35-40% en términos
anuales– y muy por encima de la de por sí alta inflación que dejó el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner. A ello
hay que agregarle una vuelta a la entrada en recesión, una posible caída del
producto y el aumento de la pobreza. Esto equivale a decir que de las promesas
de campaña hechas por Macri –pobreza cero, reducción de la inflación, eliminación
del mínimo no imponible a los salarios y lluvia de inversiones– ninguna se ha
cumplido.
Lo que está ahora en duda es si el acuerdo con el FMI se va a cumplir o no.
Y esto depende de la política. La
reunión del Presidente con los gobernadores peronistas apuntó a despejar esas
dudas. Con la foto no alcanza. La reducción del déficit fiscal tiene que
plasmarse en hechos. Eso obliga a replantear muchos de los objetivos y
proyectos trazados en los presupuestos de cada una de las provincias. “Tenemos
que replantear todos los números”, reconoció sin vueltas María Eugenia Vidal. Si el Gobierno no anuda
compromisos serios con los mandatarios peronistas para trabajar conjunta y
seriamente en la reducción del déficit, lo firmado con el Fondo será cartón
pintado.
Hay un tema comunicacional muy
discutido dentro del PRO, más que de Cambiemos, acerca de hasta dónde anticipar
a la gente las dificultades venideras. La
gran discusión que hay es si se sigue vendiendo optimismo o si se le dice a
la gente que habrá que pasar el invierno y parte de la primavera y quizás
empezar el verano y todavía estar discutiendo si la Argentina va a estar mejor
o no.
Decisión.
Por eso hubo una ronda de consultas
con un planteo: ¿quiere Macri ser el presidente recordado por el ajuste o no?
Esta es la clave del momento, porque las medidas económicas que lograran
mejorar el perfil internacional de la Argentina tendrían un efecto positivo
apreciable en la economía real de aquí a 9 o 12 meses. Y ahí aparece el cálculo
político: se estaría al borde de las PASO. Por ende, una de las discusiones es
si utilizar el financiamiento internacional para hacer un poco más de populismo
o forzar el ajuste, comunicarlo y ganarse la confianza de la gente.
Este dilema genera discusiones en la
mesa chica en la que Vidal y Horacio Rodríguez Larretatienen peso propio. Ellos viven mucho más la complejidad del día, a diferencia
de lo que impera en la Jefatura de Gabinete que, con Marcos Peña a la cabeza,
hace de la planilla de Excel una biblia. Con Mario Quintana corrido un poco del
centro de la escena, las críticas internas hoy hacen blanco no solo en Peña
sino también en Gustavo Lopetegui.
No son estos los únicos
enfrentamientos que hay dentro del oficialismo. El proyecto de ley de
despenalización del aborto ha generado cortocircuitos que prometen acentuarse.
Ni que hablar con el Papa. La gestión del secretario de Culto, Santiago de
Estrada, para mejorar las cosas terminó en un fiasco.
Este es un momento de necesaria reflexión para Macri. Al Gobierno le faltan funcionarios de jerarquía para enfrentar las
dificultades con muñeca política y sin improvisaciones.
Producción periodística: Lucía Di
Carlo.
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Si no sufrís no sos argentino”, lanzó el relator en un
grito desgarrador finalizando el segundo tiempo cuando Argentina debía meter el
segundo gol a Nigeria para no quedar fuera de la Copa del Mundo.
Creencias.
Buena parte de los habitantes de este país
suscribe a la idea de este relator y piensan que viven en un país donde se está
condenado a sufrir. Esto se expresa en la queja e insatisfacción permanente
como parte de cualquier conversación, con la convicción que somos una
singularidad única en el planeta.
El filósofo griego Cornelius Castoriadis (1922-1997)
planteaba que la realidad es instituida socialmente, producida y creada por lo
imaginario. Esta realidad organiza las restricciones sociales ordenando lo
factible y lo no factible, lo que se puede hacer y lo que es imposible. Esta
construcción imaginaria se reproduce continuamente, transmitiéndose en las
interacciones sociales, en la educación, en los medios de comunicación masiva y
en las redes sociales.
“Irresponsables,
impuntuales, incumplidores e irrespetuosos, siempre resolviendo todo en el
último minuto. Pero a la vez únicos en el mundo, brillantes e
inteligentes”. Este es el imaginario que ha construido la mayoría de los
argentinos cuando se pregunta en los focus groups sobre cómo describiría a sus
compatriotas. También la vida social ha contribuido a la formación de esta
idiosincrasia: una sociedad con permanentes conflictos sin resolver, con una
inseguridad urbana ya naturalizada, altos niveles de pobreza e indigencia
invisibilizadas, un sistema de transporte sin ningún tipo de regulación,
situaciones de agresión que se puede percibir en cualquier parte, una alta
inflación que mina cualquier perspectiva económica, y la falta de cumplimiento
en los contratos públicos y privados, son solo algunos obstáculos que se deben
sortear a diario.
Este imaginario es palpable por ejemplo en la encuesta de
la Corporación Latinobarómetro de 2017 cuando el 45,3% de los argentinos sostuvo que el país estaba estancado mientras
el 32,3% expresó que estaba en retroceso. Argentina parece ser un país donde es
difícil desarrollar un proyecto de vida. Lógicamente se trata de miradas
subjetivas, pero estas creencias se transforman en expectativas y acciones
sobre el mundo que nos rodea.
Lo objetivo.
Sin embargo, algunas estadísticas ayudan a ubicar al país por fuera de las
subjetividades. Argentina era evaluada por el Banco Mundial como la economía
número 21 en el mundo para 2017 (http://databank.worldbank.org/data/download/GDP.pdf),
es decir no de las más pequeñas. En tanto para el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, Argentina ocupaba el puesto 45 de desarrollo humano
para 2016, posición calificada como muy alta.
La contracara de
estos rankings es la distribución del ingreso.
Para graficar esto se suele emplear el coeficiente de Gini donde cero
indica total igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 total desigualdad.
Para el Gini informado por el Indec esta semana, Argentina tiene una puntuación
de 0,440 y figura alrededor del puesto 112 en el mundo, cercano a Perú, Yibuti
y Bolivia.
Evidentemente, se trata de un país con grandes
de-sigualdades. En 1975 tenía un coeficiente de 0,35, uno de los más bajos del
mundo para la época. El país más igualitario del mundo era en 2016 Noruega
(0,241), y el país más desigual es Sudáfrica (0,630, dato de 2014).
Hipótesis.
No es sencillo ni directo comprender por qué Argentina se ha transformado
en una sociedad del sufrimiento y del desencanto. Una hipótesis provisional
podría indicar que la permanente inestabilidad económica ha erosionado el
“carácter de los argentinos” parafraseando al sociólogo estadounidense Richard
Se-nnet, quien definió carácter como el valor ético que atribuimos a nuestros
deseos y a nuestras relaciones con los demás centrado en el largo plazo de
nuestra experiencia emocional. El largo plazo fue eliminado de la perspectiva
subjetiva de la argentinidad, creando una nueva identidad: la del héroe que se
salva solo cada día.
Los contextos económicos son centrales para comprender
esto, y cada crisis produce evidentes secuelas sociales extendidas en el
tiempo. La pérdida constante del valor de la moneda, la alta inflación por
largos períodos de tiempo, la fuga de capitales –que no es otra cosa que
riqueza acumulada– y la nueva pobreza estructural a partir del 2001 fueron
minando este carácter, y permitiendo el desarrollo de otras facetas para crear
estrategias para lidiar con las diferentes coyunturas, aunque en ese camino
haya que dejar de lado las normas de convivencia, y todo atisbo de solidaridad:
la derrota a la “gauchada”, y el triunfo de “la viveza criolla.
La segunda razón de peso estriba en los comportamientos
de la clase dirigente. Buena parte de empresarios, políticos, sindicalistas,
hasta dirigentes deportivos generan una ejemplaridad negativa, por algo los
argentinos tienen una pésima imagen de sus empresarios. Se los supone con
comportamientos tan opacos como los políticos, con vidas de ricos y con
empresas pobres. Paradójicamente la mayoría de las grandes fortunas del país se
hicieron asociadas al Estado, así como gran parte de las empresas de origen nacional
fueron vendidas en los años noventa.
Otro tanto pasa con la clase gobernante, que se los
supone usando los resortes del Estado para beneficio propio, y sin problemas
para romper las reglas cuando resulta conveniente, como se observa en los
funcionarios que se enriquecieron con la obra pública en los años del
kirchnerismo, funcionarios que operan en paraísos fiscales actualmente, o como
cuando utilizan su poder para beneficiar sus negocios.
Cada pronóstico que no
se cumple –como las metas de inflación– consolida la incredulidad del argentino
medio, llegando a extremos cuando en el 2001 el gobierno de Fernando de la Rúa impulsó la ley de intangibilidad de los
depósitos y días más tarde Domingo Cavallo los confiscó con el Corralito. Es un
punto clave: si el que está “arriba”
puede quebrantar las normas, por qué no lo haría quien está en la base social:
el origen del drama argentino.
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2016-2018: Peña, en su primera y última
presentación en el Senado. Fotograqfía: CEDOC / PERFIL
¿Miente cínica y
doblemente este Gobierno, que se presentó como el más transparente? ¿Se miente
porque negar la realidad es la única forma que tienen de soportar la angustia
de sus responsabilidades?
Federico Sturzenegger fracasó: no pudo mantener el valor
del peso, que se devaluó frente al dólar y frente a las mercaderías por efecto
de la inflación. En los treinta meses de Cambiemos, los precios y el dólar
aumentaron el 100% si se toma el dólar blue de Cristina: de 14 a 29 pesos. Pero
70% de esa devaluación frente al dólar se produjo en solo seis de los treinta
meses, proceso disparado a partir de la conferencia de prensa de diciembre
pasado donde Sturzenegger, Dujovne, Caputo y Peña anunciaron el cambio de metas
de inflación. Seis meses después, Caputo fue promovido a presidente del Banco
Central y Dujovne, de ministro de Hacienda a ministro de Hacienda y Finanzas,
sin que la remoción de Sturzenegger haya tranquilizado al mercado cambiario, lo
que demostraría que no solo se había devaluado la credibilidad del anterior
presidente del Banco Central sino la de todo el Gobierno.
¿Por qué los fondos Templeton y Blackrock vendieron dólares a $24 para
comprar bonos en pesos con 20% de interés?
Desde aquella conferencia de prensa de diciembre, a nadie
le quedó más duda: era del Presidente y de sus “ojos y oídos” de la Jefatura de
Gabinete la decisión de devaluar en diciembre, y más tarde vender dólares a 20
pesos, y por último ofrecer 5 mil millones de dólares a 25 pesos.
Cuánta sospecha que generan los fondos Templeton y
Blackrock vendiendo dólares a 24 pesos para comprar bonos en pesos a 20% de
tasa anual. Y que nadie comprara de los 5 mil millones de dólares que ofreció
el Banco Central a 25 pesos durante una semana y, después del anuncio con el
Fondo Monetario, todos quisieran comprar a 28 y ahora hasta los 29,70 del viernes,
mientras la demanda no afloja.
Es que lo que verdaderamente más se devaluó es la palabra
del Gobierno y del mayor representante de su discurso, el jefe de Gabinete
Marcos Peña, quien tiene a su cargo la comunicación. En su presentación mensual
en el Congreso, el miércoles pasado durante 34 minutos, expuso todas las
mejoras económicas de Cambiemos. Aun basándose en datos ciertos, lucía como una
gran mentira, un recorte solo de una parte de los hechos omitiendo lo que había
empeorado, resultando así una falsificación de la realidad.
¿Miente cínica y doblemente este Gobierno, que se
presentó como el más transparente? ¿Se miente porque negar la realidad es la
única forma que tienen de soportar la angustia de sus responsabilidades? ¿Le
mintieron sus allegados del mundo financiero para poder ganarse en seis meses
70% en dólares, inflándole primero un globo de sobrevaluación del peso para
luego devaluar de golpe lo acumulado, sorprendiendo a todos menos a ellos
mismos? Es paradójico que al gobierno más pro mercado de las últimas décadas
sus aliados lo ejecutaran así.
Sea por una u otra motivación, la sociedad ya no le cree
al Gobierno y, como la fábula del pastor y el lobo, ni siquiera las verdades
que anuncie serán creíbles. Este es el gran problema de la política argentina
actual: quienes van a comprar el dólar a casi 30 pesos volvieron a ser,
aterrados, la mayoría de los pequeños ahorristas y no ya los especuladores, que
hicieron su negocio y se fueron. Es la clase media la que perdió su fe en el
futuro de la economía de Macri, y sin futuro no hay política.
Un gobierno o un partido político son la expresión de una
representación de la realidad. Como siempre suceden varias cosas al mismo
tiempo, gobierna quien logró seleccionar más convincentemente que su
antagonista parte de los hechos, dándole un sentido. Ese sentido explica el
pasado y promete un futuro con la misma dirección de una línea en el tiempo. La
narrativa del Gobierno es la que se devaluó dejando desnudo al Presidente y a
todo su gabinete. El problema no se solucionaba cambiando a Sturzenegger. Las
Lebac no son la causa del problema sino su consecuencia. ¿De cuánto hubiera
sido la inflación en 2016 sin retirar del circulante con Lebac el aumento de
pesos que cubría el déficit fiscal, que aumentó en 2016 sobre 2015? Si, como
dice Macri, la inflación de 2015 no era del 28% sino del 50%, porque había 20%
de inflación adicional reprimida en las tarifas congeladas durante años,
probablemente en 2016, en lugar del 40%, como fue, podría haber sido del doble.
Durante la última conferencia del G30 que se hizo en
Argentina, en mayo, participaron los ex presidentes del Banco Central de
Estados Unidos (Fed) Janet Yellen y Ben Bernanke, y dos ex ministros de
Economía (secretarios del Tesoro), Timothy Gueithner y Larry Summers. Este
último tuvo una reunión a solas con Marcos Peña, donde el principal economista
de Clinton y Obama le advirtió a nuestro jefe de Gabinete las graves
consecuencias que tenía que los actores económicos percibieran que el Banco
Central no tenía autonomía cuando se aplicaba un sistema cambiario de libre
flotación y sin limitaciones al flujo de capitales. Desde la perspectiva de
Larry Summers, a quien había que despedir no era a Sturzenegger sino al
gabinete económico del Poder Ejecutivo por lo que hizo en diciembre.
Los 3 mil millones de dólares que vendieron a 24 pesos
Templeton y Blackrock gracias a la gestión de Caputo, ¿fueron una inversión
para que Caputo pasara a presidir el Banco Central?
¿Por qué nadie compró de los 5 mil millones de dólares que el Banco Central
ofertó a $25 y luego sí a $28 y $29?
Al ver los 34 minutos de la exposición de Marcos Peña en
el Senado (ver aquí)se percibe que el
Gobierno aún no comprendió que lo que se devaluó es su palabra. Tiene que
cambiar su discurso y elaborar otra narrativa. El problema no es del jefe de
Gabinete sino del Presidente, que repite cada vez que puede que ratifica el
rumbo. Aun si fuera así, tendría que explicarlo de otro modo porque después de
“lloverán dólares”, “el segundo semestre”, “los brotes verdes” y “lo peor ya
pasó”, promesas del mismo tipo generan el efecto contrario: la gente comprará
de a 10 dólares.
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“Hasta el último día de mi
vida voy a decir que no fue foul”…
Enganche
encontró a Brazenas en el medio de Moscú y, gaseosa de por medio, charló
durante una hora con el ex árbitro sobre aquella mítica acción que lo marcó en
el Vélez-Huracán y que quedó en la historia.
Cuenta que habló apenas tres veces en
su vida con Julio Grondona. Una mañana de 2010, el árbitro tocó a la puerta del
mandamás y le dijo que quería dejar todo. El Don le respondió dos palabras:
“¿Estás seguro?”. Brazenas le insistió. El entonces presidente de la AFA, como
un apóstol, dudó hasta tres veces. Finalmente, ante la certeza del referí,
levantó el teléfono, llamó a recursos humanos y dictaminó: “Va Brazenas.
Arreglale todo al pibe”. Se saludaron. La reunión duró, como mucho, cinco
minutos. Gabriel Vito Brazenas asegura que ni ese día ni en los anteriores,
Grondona le preguntó jamás por Vélez-Huracán.
En los suburbios de Moscú, donde el ex
árbitro vive el Mundial de Rusia junto a su hija, Brazenas habla con Enganche
y, lejos de ser un hombre rodeado de los misterios que dejó aquel mítico
partido, se sienta durante una hora a comentar su historia sin tapujos.
“Decime, ¿cuánto me pagaron?”, suelta, un poco en broma, un poco en serio, como
para sacar solemnidad a su caso. Gran parte del fútbol argentino, ese
permanente constructor de mitologías aparentes, cree, con firmeza, que este
hombre sancionó con malicia el aquel encuentro que definía al campeón del
torneo Clausura 2009. Él, que dice que se sentaría a hablar del partido con
Ángel Cappa, se aguanta todas las preguntas y no se mueve un milímetro de su
relato.
“Hoy mi vida está perfilada fuera del
fútbol. Me dedico al manejo administrativo de una inmobiliaria grande del
barrio de Palermo. Nosotros, los árbitros, vivíamos en vivo. Uno en una oficina
está encerrado, no es lo mismo. Eso no lo voy a recuperar nunca”, suelta,
mientras un camarero ruso vuelve a hacer de las suyas y trae, en vez de tres
gaseosas sin azúcar, la misma cantidad de cafés con hielo. “¿Qué habrá
entendido?”, pregunta Brazenas. Y pone play: “Arranquemos”.
-¿Cómo se lleva un árbitro con el engaño?
-Es difícil, porque el origen de los
jugadores es el potrero, no este fútbol de teatro al que quieren llevarnos. Es
complejo. ¿El fútbol perdió el potrero o lo vamos a seguir dejando ser eso? El
origen de los grandes jugadores es el potrero. Si hay menos tolerancia, también
hay más engaño. ¿El jugador saca ventaja para lograr su objetivo? Es difícil.
Hay jugadores que entrenaban mirando la posición del árbitro para tirarse en el
otro costado. Y lo entrenaban. Eso es profesionalismo. Había técnicos que lo
practicaban, porque, claro, desde el ángulo más difícil el árbitro puede tener
jugadores delante y confundirse. El fútbol es un juego de engaños. ¿Y cuál es
el juego de cartas más preponderante de Argentina?
-El truco.
-Claro. ¿Y el truco qué es? El engaño
constante. El jugador trata de engañarme a mí y yo trato de que no me engañe.
-¿Te molestaba el engaño?
-Hay que saber que el jugador te quiere
sacar ventaja en todo. ¿Vos viste a algún jugador que diga algo cuando le dan
un gol que no es? Es así. El fútbol es así. En Argentina te dicen que hay que
ser honesto y festejamos todos el gol con la mano de Diego. Hay un mensaje
ambiguo. Entonces, o somos pícaros o somos honestos. ¿La trampa es picardía o
es engaño? Es bravo, eh.
-¿Por qué a los árbitros se les cuestiona la honorabilidad?
-El árbitro tiene un problema: cuando
se equivoca es un corrupto. En cambio, cuando un jugador se equivoca, no pasa
nada. Por ejemplo, cuando un jugador (Palermo) erró tres penales, siguió
jugando. ¿Te imaginás un árbitro que cobre mal tres penales en un partido? Lo
matan. El problema es la falta de credibilidad.
-¿La falta de credibilidad en los árbitro está bien fundada?
-Es el país. Es Argentina. En nuestro
país nadie le cree al presidente, ni al ministro de economía, ni a nadie. ¿Cómo
le voy a creer a un árbitro? Mirá la justicia ordinaria. La justicia es cuando
te favorecen. Cuando no, decís que te perjudicaron.
-¿Cuánto tiempo fuiste árbitro?
-Muchos años.
-¿Cuántas veces te ofrecieron plata?
-Ninguna. ¿Cómo arreglás a 22 tipos?
¿Cómo le decís a todos que tiren la pelota afuera? Yo tuve una conversación con
un jugador de primer nivel en la que me dijo: “Si vos me querés cagar, yo te
hago tres goles”. Es imposible. No se puede arreglar de esa manera.
-En la mitología del fútbol se dice que hay árbitros que te van empujando.
Dos tiros libres por acá, un par de amarillas por allá y te ponen contra tu
arco. ¿Es así?
-Eso es una payasada. Primero, si el
árbitro logra hacer eso, pierde plata, porque tiene una inteligencia con la que
podría ganar mucho más en otra cosa.
-¿Nunca escuchaste algo raro? ¿De verdad?
-Yo he escuchado que tal partido está
arreglado y después termina para el otro lado. Lo que sí puede pasar es que
haya tipos que se sienten a tomar un café con un árbitro y le digan al
dirigente que arreglaron el partido. Yo te voy a contar cómo es esto, porque es
interesante. El tipo va, es amigo o conocido de un árbitro, le dice al
dirigente: “Che, tal los dirige el fin de semana y voy a ver si puedo hacer
algo”. El tipo viene, se sienta a tomar un café con el árbitro, el dirigente lo
ve y después le dice que está todo listo. Si el equipo de ese dirigente gana,
pasa por caja a cobrar.
-¿Te pasó?
-Si me pasa, lo mato. Pero sé que pasó.
Ahora, ¿cómo es la historia? ¿El corrupto es el árbitro o es el dirigente? A mí
no me pasó, pero a otros árbitros sí.
-¿En la Libertadores tampoco escuchaste nada raro?
-Fui a todos lados y no me pasó jamás.
Por mis hijos te lo juro. Una sola vez, en Colombia, fuimos a dirigir con el
Sargento (Daniel) Jiménez y nos regalaron ropa antes del partido. Jugaba el
DIM. Y es normal que te regalen remeras los jugadores o ropa. Fuimos al
partido, el DIM perdió y cuando volvimos al hotel, nos habían sacado toda la
ropa. Parece que no merecíamos tener la camiseta del DIM porque el equipo no
ganó.
-¿Por qué te fuiste del fútbol?
-Por un problema físico. No por otra
cosa. Fue eso.
-¿No te cansaste de ser Gabriel Brazenas, el tipo más puteado?
-No me podría cansar de ser yo, porque
tendría que terminar con mi vida. Yo conozco el mundo gracias al fútbol. Fui un
privilegiado. Por eso, hay que entender a la gente. Las puteadas me las como,
porque, primero, no voy a hacer famoso a nadie. Por suerte, el fútbol me dio un
nivel de tolerancia tremenda. Si un tipo me insulta, le pego una piña mal dada
y pasa algo, después tengo una vida para pagarlo. Y no cambia nada. En vez de
diez, elijo contar hasta cincuenta. En el fútbol y en la vida, todo lo que
construiste podés perderlo en un segundo. También lo malo vende más que lo
bueno. Yo hoy abro los diarios y veo cosas triviales, que no son importantes.
Lo bueno nunca vende. Vende el lío.
-Te putearon en el Mundial hace poco. ¿Cómo lo viviste?
-Un hecho menor. Yo prefería dirigir
los partidos importantes, no quedarme abajo de un escritorio dirigiendo
partidos seis puntos y pasando desapercibido. Si querés estar arriba, tenés que
estar preparado para eso y para los precios que hay que pagar.
-¿Volviste a jugar Vélez-Huracán en tu cabeza?
-Jamás. Nunca. Partido jugado, partido
terminado. Para mí pasó y si decidí las cosas que decidí fue porque en ese
momento tenía los elementos para decidir así.
-¿No cambiarías ninguna decisión en tu carrera?
-Ni una. Las decisiones tomadas en ese
momento son así. Es el vivo. Uno no tiene la posibilidad de editar y volver
para atrás. Los que trabajan en vivo son los mejores, hablo de locutores,
famosos y figuras. El vivo te obliga porque no tenés marcha atrás. Por eso
Mirtha Legrand es la uno, Marcelo Tinelli es el uno y Susana Giménez también.
Ahí hay adrenalina pura.
-¿Manejaste mal el post Vélez-Huracán?
-En este país, todo lo que diga puede
ser usado en mi contra. Las cosas tienen que ver con un contexto. Me fui porque
la parte física predominaba sobre lo técnico, porque así lo empezó a dictaminar
la FIFA. Yo nunca fui un dotado físicamente. Me han criticado que no corría,
pero siempre trataba de estar al lado de la jugada. Después, sobre ese partido,
si la gente quiere pensar que atrás de todo eso hubo otra cosa, es un problema
de cada uno. Sabés la cantidad de cosas que yo pienso de todos y no las digo.
Cada uno hace lo que quiere con sus actos y sus ideas.
-¿Cómo lo tomó tu familia en ese momento?
-Nunca me dijeron nada de ese partido.
Mi señora falleció hace dos años. Mi viejo, también. En el mismo mes que mi
mujer. Mi hijo tiene el mismo nombre que yo y, cuando le han dicho algo, le
respondió que vengan a hablar conmigo. Mi hija, igual. Yo a mis hijos los
preparé. Sabíamos que teníamos que cambiar el número a cada rato. Pero todo
existió desde siempre, aunque hoy las redes sociales lo agranden. Hoy viene un
muchacho, me saca una foto, pone algo y se hace el piola. Me parece bien. Pero
internet no se creó para eso. La gente puede creer alguna decisión desacertada
y me parece bien. Cada uno es libre.
-¿Te sentarías a tomar un café con Ángel Cappa?
-Yo tomo un café con cualquiera. No
tengo nada que decirle, porque él defiende su postura y yo la mía. Es el
contexto. Cada uno sabe lo que hizo y lo que pasó. Hace unos meses me llamó la
producción de Coco Silly, que es hincha de Huracán, para que hable con él. Y
hablé. Yo tomo un café con cualquiera. Son ellos los que tienen problemas
conmigo, yo no tengo nada con ellos. Tengo la tranquilidad por cómo obré.
-¿Pensás que te van a preguntar muchos años por esto?
-Seguramente. A Guillermo Nimo le
preguntaron por el penal de Gallo hasta que se murió.
-¿Volviste a ver esa jugada, la de la supuesta falta de Larrivey a Monzón?
-Una o dos veces. Pero nada más. La
verdad, la decisión que tomé, la tomé tranquilo de lo que hacía. Y lo sigo
pensando.
-¿Qué significa la palabra “corrupto” para vos?
-Es alguien que no aplica la ley. Y no
es sólo conseguir dinero. Puede ser tener favores, o algún puesto mejor, o
alguna ventaja, o un beneficio...
-Para cerrar, ¿fue falta de Larrivey?
-Para mí no. Sigo insistiendo en lo
mismo. Para mí no y por eso no lo cobré.
-¿Hasta el último día vas a pensar igual?
-Sí, hasta el último día de mi vida voy
a decir que no fue foul. A veces las cosas son así.