lunes, 3 de noviembre de 2014

¡¡¡Arriba Globo, dale Huracán!!!... De Alguna Manera...


¡¡¡Arriba Globo, dale Huracán!!!
 

Arrancaré mi nota diciendo que ésta va a ser una de las pocas en las que no me importa cómo se interprete lo que quiero decir, ni mucho menos cómo se lo tomen los protagonistas. Simplemente no sé cómo expresar tanto, no estudié Letras y esto sale todo del corazón. Un corazón que ya no puede más. Un corazón debilitado. Un corazón que siente entre vergüenza, dolor, tristeza y mucha bronca. Siempre dije que el hincha de Huracán definitivamente puede soportar todo… ¿Sabés qué? No sé cuán cierta es esa frase. Yo ya no puedo más. La situación se tornó de inestable a insostenible. La gente me saluda como dando un pésame, como si algún ser querido haya fallecido. Por favor, Globo querido, decime que todavía se puede…

Ayer leí una frase: “Tienen que ganar. Esto es Huracán”. ¿Qué es Huracán? No hablo para nosotros, para lo que quisiéramos, porque nosotros, que estamos enamorados de estos colores, idealizamos al club con lo que nos gustaría que fuera, con un club enorme, futbolística y socialmente (¡Qué lejos estamos!)… Huracán, hoy, es un club que está escribiendo la parte más oscura de su historia. Huracán es hoy un club mediocre con dirigentes que nunca pararon de robar desde hace décadas. Me viene a la mente la bandera "YA ESTAMOS EN PELOTAS". Huracán es hoy un equipo que no gana nada. 

Huracán es hoy un equipo al que ya nadie respeta, ni por su historia ni por su actualidad. 

Huracán es hoy un equipo al que nadie “le tiene miedo”. Huracán es un equipo entregado. 

Huracán se está convirtiendo, aunque a todos nos pese, en un club chico: porque nadie valora la historia, porque la mayoría de la gente que va a la cancha de Huracán no vivió las épocas de grandeza de la que tanto nos hablan nuestros abuelos, porque no le ganamos a nadie, porque andamos boyando de Primera al Nacional, del Nacional a Primera, porque no jugamos ninguna Copa, porque tenemos menos socios que los clubes al que nosotros mismos tildamos de “equipos chicos”. 

¿A quién queremos cargar con nuestro presente? ¿A San Lorenzo? ¿Porque le robamos las banderas?… ¿DE VERDAD?  Asumamos nuestro presente, dejemos de echar culpas a personajes, queridos o no,  que ya no están, y todos los que están ahora que se pongan los pantalones y reviertan esta situación, porque PARA ESO ESTÁN. Porque Huracán, aunque ya no exista para muchos, es la razón de vivir de tantos otros. Entre ellos, yo. Y yo no voy a permitir que un par de mercenarios sin amor por mi hermosa camiseta me lleven a lo peor que pueda llegar a vivir por el fútbol. No puedo permitirlo, porque siempre lo dije, Huracán es más que los nombres que hoy están dando vueltas por el club. Y si querés atribuirle un nombre a Huracán, atribuíselo a Jorge Newbery, a Tomás Adolfo Ducó, a Ringo Bonavena, a Herminio Masantonio, a César Luis Menotti. No a estos tipos que, desde el campo, se comen técnicos; y desde la conducción, no entienden nada de cómo manejar un club. Yo no puedo permitírmelo. Huracán, socialmente hablando, ya perdió el campeonato, hace mucho. 

Con 7 mil socios es difícil hacer peso en AFA, aunque nuestro actual presidente sea el presidente de la mesa de la B Nacional. Ni hablar, socialmente hablando de nuevo, de los incidentes del sábado en la cancha; ni hablar del pibe que no supera los 15 años tirando piedras a los jugadores, tapandose un poco la cara como si fuera un delincuente; ni hablar de los 100 boludos que se pelearon en la víspera de nuestro 106 aniversario en la sede mientras todos esperábamos para brindar porque aún estamos vivos… De eso ni hablemos, porque damos vergüenza… Porque ese “torneo”, el social, lo perdimos hace rato. Ojalá podamos sacar a todos esos tipos que no quieren al club, y que lo lastiman, lo destrozan. ¿Vos romperías tu cancha por más enojado que estés con el presente del club? Yo no. Porque es mi casa.

Ya no hay margen de error, y esta vez es de verdad. El miércoles hay que ganar en Tucumán sin Kudelka al mando, como sea, contra quién sea, con el técnico que sea, y con los jugadores que sea. A la gente ya no le importa jugar bien en este momento tan crítico, con el perdón de todos los menottistas como yo: hay que ganar todos los partidos si queremos el ascenso. No se puede perder tiempo. YA NO HAY MARGEN. Si es cierto que, aunque yo no quiera ni escucharlo ni entenderlo,el fútbol se arregla en los escritorios, entonces que lo arreglen. Y si el fútbol, como yo quiero, se arregla en la cancha, ENTONCES GANEN. Por la historia, para no pasar vergüenza como jugadores ni dirigentes, y sobre todo, por la gente. Porque mi corazón, como el tuyo, y como el de tantos otros, ya no aguanta más.

Pero una vez que uno llora por un cuadro, la cosa está terminada. Ya no hay vuelta. No hay caso. De la alegría se puede volver, tal vez. Pero no de las lágrimas. Porque cuando uno sufre por su cuadro, tiene un agujero inentendible en las entrañas. Y no se lo llena nada. O mejor dicho, sólo se le llena con una cosa: con ganar el domingo que viene. De manera que asunto concluido. La suerte está echada.Del Libro "El cuadro del Raulito" de Eduardo Sacheri.

¡¡¡Arriba Globo, dale Huracán!!!

© Escrito por Victoria Stenves el Lunes 03/11/2014 y publicado En Patria Quemera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



¿Qué le pasó?...

Huracán pasó de ser un candidato a ascender fácilmente a esperar un milagro para volver a Primera. Radiografía de un club que se desangra. Una nueva edición de En Foco.

© Escrito por Ariel Senosiain el Miércoles 05/11/2014 y publicado por el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




 


Todo hijo es padre de la muerte de su padre… De Alguna Manera...


Todo hijo es padre de la muerte de su padre…

Imagen de http://www.dontfeedtheblog.com

"Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre.

Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento, lento, impreciso.

Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar.

Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana - todo corredor ahora está lejos.

Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos.

Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir en paz.

Todo hijo es el padre de la muerte de su padre.

Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas.

Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres.

La primera transformación ocurre en el cuarto de baño.

Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera. (Ducha)

La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el “destemplamiento de las aguas”. (Cambio de temperatura del agua)

Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos ningún momento.

La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.

Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones.

Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros?

Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra.

Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.

Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos.

En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento:

- Deja que te ayude.

Reunió fuerzas y tomó por primera a su padre en su regazo.

Colocó la cara de su padre contra su pecho.

Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso.

Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.

Meciendo a su padre de un lado al otro.

Acariciando a su padre.

Calmado el su padre.

Y decía en voz baja:

- ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá!

Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí".


© Escrito por Fabrício Carpinejar "Todo filho é pai da morte de seu pai". Versión al español de Zorelly Pedroza y acotaciones de Luis A. Capomasi.

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