domingo, 24 de noviembre de 2013

Ideas e Ideologías... De Alguna Manera...


“Hoy es más difícil asignarle una ideología a la clase media”...

AUTOR. Sebastián Carassai es sociólogo, doctor en Historia, docente e investigador del Conicet.

En su libro "Los años setenta de la gente común" el sociólogo Sebastián Carassai indaga cómo una gran parte de la población argentina vivió y naturalizó la violencia y el terror. En esta entrevista, también habla de actualidad y afirma que "el peronismo es una traba para cualquier gobierno no peronista".

¿Por qué la clase media hizo lo que hizo en los setenta? ¿Por qué reaccionó de manera diferente en el golpe del 55 al del 76? ¿Cómo vivió la violencia política? ¿Qué recuerda de aquélla época? "Buscaba memorias menos razonadas", dice el sociólogo Sebastián Carassai, que en su libro "Los años setenta de la gente común" (Siglo veintiuno) responde algunas de estas preguntas con un método poco ortodoxo. El suyo es un trabajo de rescate enfocado en un sujeto social, la clase media apolítica. 

Carassai avisa que a su libro hay que leerlo junto a otros, sugiere entre ellos La Voluntad, de Anguita y Caparrós, y Los combatientes, de Vera Carnovale. Es que él, a diferencia de los autores antes mencionados, recurre a una curiosa elección de entrevistados. Anónimos. Gente que no ocupó cargos relevantes, que no estuvo cerca del poder ni se volcó a la militancia política entre 1969 y 1982, tiempos de ascenso de la violencia y luego del terrorismo de estado. La mayoría silenciosa o silenciada, según se los mire, en ellos se enfoca Carassai. "Traté de despertar su memoria emotiva", dice acerca de esos testimonios, tomados en Buenos Aires, Correa (Santa Fe) y San Miguel de Tucumán. Largas entrevistas, que incluyeron el uso y análisis de material gráfico y audiovisual de consumo masivo en los setenta. 

Documentales, telenovelas, publicaciones, imágenes y audios que ellos pudieran haber visto en aquél momento y que, de algún modo, eran la explicitación de la naturalización de la violencia. De la revista Humor a Tato Bores, de Rolando Rivas taxista a la revista Gente. Testimonios de la vida cotidiana en un tiempo en el que hasta la publicidad "usaba las armas" para seducir a los consumidores.

-En la tapa del libro compiten dos títulos, el de la imagen y el del libro, si los juntamos el mensaje es que la gente común no va a la izquierda.

El aviso (Austral Ala-ver imagen) es muy elocuente, y por eso la editorial lo eligió como tapa del libro, forma parte de un capítulo en el que yo trabajo la publicidad de la época: reiteradas menciones, jocosas, lúdicas, a la violencia. Allí analizo hasta qué punto las metáforas de la violencia y el uso de armas fueron concebidos por la publicidad como vehículos para seducir consumidores.

-Hay un capitulo central del libro, habla de la memoria del propio rol durante el terrorismo de estado.

Todo el libro habla de cómo se percibían ellos. Pero en ese capítulo, encontré cierto patrón que se fue reiterando. Hay cierta dificultad en la gente que fue adulta en esa época para hablar en nombre propio, para hacer frente a las actitudes que tuvo. No es una reacción consciente. Los entrevistados pueden decir "yo quemé libros", pero a la hora de reconocer un apoyo a la dictadura no dicen "yo". Apelan a una voz más indefinida. Si bien el objetivo del libro no es buscar culpables sino comprender porque la sociedad actuó como actuó y por qué recuerda lo que recuerda, allí es cuando más se acerca en este cambio de registro de personal a impersonal, puede hallarse una pista de cierta culpa por no haber hecho nada.

-Analiza el rol de la clase media en los golpes del 55 y del 76, muy activa en el primero y pasiva en el último. ¿Qué más surge a partir de esa comparación?

Las reacciones fueron diferentes, sí. Las plazas desbordantes y la celebración masiva que significó el golpe del 55, contrasta con ese paisaje desértico que ofreció al golpe del 76. Y explica, de alguna manera, la actitud previa a ambos golpes. La celebración daba cuenta de que esos sectores sociales de clase media no peronista habían tenido una posición de resistencia anterior. Esa clase media antiperonista se había sentido resistiendo al "régimen del tirano", y por eso festejó. Ahora, la imagen de indiferencia ante el golpe del 24 de marzo de 1976, algo que estos sectores consideraban inevitable, da cuenta de una actitud de resignación. En marzo del 73 cuando el peronismo vuelve a triunfar de manera masiva, lo sectores de la clase media no peronista sintieron resignación. Dijeron, este país está condenado a gobiernos peronistas o como sucedió luego en el 76 a gobiernos militares que se opongan de manera feroz a gobiernos peronistas.

-¿Esa resignación se vuelve irreversible?

No. Yo introduzco ese concepto para tratar de explicar la actitud de estos sectores frente al 24 de marzo. Pero esa resignación no será definitiva. El triunfo de Alfonsín en 1983 es una prueba de que las clases medias no peronistas lograron ganar una elección limpia después de décadas.

-¿Son desde entonces sectores políticamente volátiles?

Son más volátiles que la clase obrera, pero no tanto como quizás se crea. Hay cierta coherencia en el modo en el que piensa la política ese sector social, y esa coherencia se mantiene al menos desde el principio de la década del 70 hasta el 83, cuando estos sectores medios llegan al gobierno, digámoslo así, bastante fieles a su ideología. Llegan como un sector no peronista, y en alianza con sectores de centro y de centroderecha.

-Cuando hablamos de clase media en la Argentina no podemos dejar de lado rol de la universidad, como herramienta de ascenso, allí mismo había disputas sobre si politizar o no la universidad...

Durante los años peronistas ser universitario era casi sinónimo de ser antiperonista. Tras el golpe del 55 se abre una discusión que va a llevar a ciertos sectores de esa universidad formada en el antiperonismo a repensar qué había sido el antiperonismo. Allí hay varios grupos interesantes, como Contorno, de los hermanos Viñas, en el que participaron Rozitchner y Sebreli, entre otros. Ese grupo distingue por un lado al peronismo como experiencia popular de la clase trabajadora y por otro ataca los rasgos autoritarios o demagógicos del propio Perón. En el 55 se inicia esa revisión, que va a llevar a lo que algunos autores llaman conciencia culpable de una clase media que no pudo comprender el fenómeno peronista.

-Hay una creencia generalizada: la clase media, por definición, aunque cada vez menos, ha sido antiperonista.

El comienzo del peronismo involucra a sectores medios, sobre todo en el interior, en las provincias. Y en los 70 también hay clase media peronista. Pero coincido, las grandes mayorías de la clase media son antiperonistas hasta el golpe del 55 y no peronistas, con matices, en los 70. Eso explica que en el 73 Perón se haga de unos cuantos votos de la clase media.

A ese Perón lo votan incluso los conservadores, frente a la creciente influencia de la izquierda...

Influye el conservadurismo, pero hay un componente, cierta clase media creía que el lío que había dentro del peronismo sólo era solucionable por el hombre que de alguna manera había propiciado ese enfrentamiento entre la izquierda y la derecha del peronismo.


-Viendo las últimas elecciones, ¿todavía creemos que a este país sólo pueden gobernarlo los peronistas?

Esa es una idea que se ha diseminado, a la que adhieren muchos sectores. El peronismo, fuera del gobierno, es una traba para cualquier gobierno no peronista. Y por otro lado son una mayoría social que no ha dejado de ampliarse. Si sumamos las listas, casi el 80 por ciento de los votos van a opciones peronistas.

-¿La clase media se peronizó o se achicó?

Las clases medias se han vuelto más heterogéneas. A finales de los 80 ya eran mucho más heterogéneas que en los 70. Y en los 90, con el fenómeno de lo que la sociología llamó la nueva pobreza, tenemos gente que culturalmente pertenece a la clase media pero que económicamente ha caído. Está también el fenómeno de los nuevos ricos, que culturalmente siguen teniendo hábitos de clase media. Además, en estos últimos años la clase media se ha ampliado. Hoy es mucho más difícil asignarle una ideología a la clase media.

-¿Tenían una lectura de la realidad política estos sectores medios no militantes, un discurso crítico?

En los monólogos de Tato Bores uno puede ver reflejada cierta manera de mirar la política que está muy cerca de la manera en que una mayoría de esta clase media pensaba la política. Un ámbito opaco, corrupto, que privilegia el juicio moral sobre el político. La lectura de la realidad que hacían estos sectores era esta, al inverso de lo que pasaba en la militancia, donde los problemas de familia se resolvían cambiando la sociedad. Estas clases medias no militantes pensaban que hasta los problemas políticos tenían una solución moral. Hacían falta buenas personas haciendo política. A grandes rasgos, esa era su lectura de la realidad política.

-Tal vez una de las tesis del libro sea que esta clase media funciona por oposición, es antiperonista, anticomunista, pero no necesariamente pro militar...

Independientemente de cuán lejos hayan estado de los militares, los golpes militares venían a solucionar sus problemas con determinados gobiernos. En el 55, frente un gobierno peronista que juzgaban dictatorial, en el 76 frente un gobierno peronista que juzgaban decadente. Pero enfatizo más su preocupación acerca de lo que significaban los gobiernos peronistas que una adhesión a los militares. Lo que los puso en la vereda militar tanto en el 55 como en el 76 no fue tanto su deseo de ver a las Fuerzas Armadas en el poder sino su rechazo a lo que juzgaban gobiernos corruptos, demagogos, y en el caso del 76, un gobierno que ya no podía garantizar el más mínimo orden social, político y económico.

-Para muchas de estas personas, haber sido ingenuas, no saber, es visto como un valor y no como un pecado, como una justificación frente a su inacción ante el terrorismo de estado...

Hay que correr el eje del interrogante. No preguntarnos si sabían o no. Es evidente que algo se sabía, se oía, se veía. Distorsionada, parcializada, había información. Pero también es cierto que lo que sucedía, no lo conocíamos como lo conocemos ahora. Yo quise preguntar cómo procesaron lo que sabían. Y hay varios elementos a tener en cuenta. Por un lado, que buena parte de lo que sabían no constituía una absoluta novedad. Si uno lee la prensa del 74, 75, hay denuncias de torturas, aparición de cadáveres, desapariciones, hay mucho de lo que después se va a masificar, lo que se va a convertir en una industria de la muerte. Ahí vemos un cierto acostumbramiento, una naturalización de la violencia.
Otro elemento es que en el 76 no fue el primer golpe militar, había memoria de otros golpes, y esos golpes, en la memoria, no significaban terrorismo de estado. Significaban gobiernos autoritarios, cierre de partidos políticos, pero no terrorismo de estado. Otro elemento es que los pares democracia dictadura y civiles militares no se oponían como lo bueno y lo malo. Hoy hay un consenso mayoritario de que la peor de las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras. No era así en los 70. Y allí hay un cuarto elemento, que es lo que yo llamo el estado supuesto saber. Buena parte de estos sectores medios no comprometidos con la lucha política, sobre todo aquéllos que estaban mal informados, que eran muchos, atribuyó un saber al estado, un saber absoluto que yo llamo supuesto saber porque traigo el concepto de Lacan, del sujeto de supuesto saber.
Su idea es que no hay análisis posible si el analizado no supone un saber mágico, secreto en el analista. Ese concepto me sirvió para pensar muchos de los testimonios que para ellos el estado no podía estar haciendo lo que hacía sin ninguna razón. Alguna razón oculta o inalcanzable para nosotros debe tener. Ese elemento jugo un rol al menos en los primeros años. El estado como fetiche, cierta superstición civil de depositar en el estado un saber al que no se le exige prueba o evidencia de lo que hace, sino que está basado en la necesidad de creer.

-¿Se puede hacer una versión de este libro desde una lectura de actualidad?

Sería mucho más complejo. Si analizamos los datos sociales, el nivel de desempleo que hubo entre el 69 y el 82, la inequidad, la diferencia entre el 10 por ciento más pobre y el 10 por ciento más rico, si miramos las encuestas sobre cómo creían que iba a ser su futuro, todo eso da un escenario de los sectores medios en los setenta mucho menos heterogéneo del que vino después. Lo que vino después, y en parte por las políticas que se tomaron en los años setenta, fue la erosión para los sectores medios, que hoy son mucho más heterogéneos. Hoy habría que establecer muchas más distinciones

-¿Qué hemos naturalizado hoy? ¿La corrupción, la inseguridad, la pobreza?

Naturalizar significa que hay algo del orden cultural que se empieza a pensar como si fuera natural, algo que no puede dejar de existir. Estos temas se siguen pensando como una suerte de mal social, pero que no forman parte del orden natural de las cosas. Como sí se asumió que formaba parte la violencia en los setenta.

¿Y en cuanto al sujeto de este libro, pese a su creciente heterogeneidad, hoy es un sujeto políticamente más comprometido?

En los setenta eran un sector muy amplio, hoy su discurso es minoritario. Hoy están los hijos y los nietos de aquella clase media. Los nietos de las personas que yo entrevisté, tienen una visión inequívocamente negativa de lo que significó la dictadura militar, el terrorismo de estado, y hasta más comprensiva de los movimientos insurgentes. Las clases medias no sólo han cambiado, sino que se han renovado. Hoy tenemos posiciones menos conservadoras, más críticas de los que significó el terrorismo de estado.

-Pero hoy hablar de esos temas no implica ningún peligro...

Sin duda, hoy se puede hablar de los setenta y vestir una remera del Che, porque no hay riesgo para el statu quo. Pero lo que me interesa es que los sectores medios se han renovado, son más heterogéneos y tienen una visión menos influida por el mandato familiar que por lo que ha hecho la democracia en todos sus aspectos. Cuando se lee este libro por ahí se pregunta quién puede pensar todavía esto. ¿Quién puede? La gente que era adulta en esa época, que es la que más me interesa comprender.

© Escrito por Horacio Bilbao y publicado el viernes 22/11/2013 por la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires…

Las fotos:


Publicidad de la línea aérea Austral ALA, 1970. En su texto se alude a la "zurda", la "infiltración" y hasta la "delación".

Rolando Rivas, taxista: La guerrilla fue tematizada en la famosa telenovela. En esta imagen de 1972, Quique Rivas (hermano del protagonista y miembro del "Ejército Revolucionario Reivindicador") recibe la noticia de que ha sido designado para secuestrar al millonario empresario Helguera Paz, padre de Mónica, la prometida de Rolando.

MEDIAS PARIS. Publicidad del producto Mediaslip, de la firma Paris, año 1971. Su slogan: "A la hora de matar". El lenguaje publicitario de la primera mitad de la década de los setenta es fecundo en este tipo de aprobatorias alusiones a las metáforas de la violencia.

DGI. Publicidad de la Dirección General Impositiva, año 1978. En esta serie de avisos, titulada "El tanquecito de la DGI", se dejaba traslucir la represión ilegal. El binomio subversión-corrupción funcionó como un dispositivo inculpador eficaz durante los primeros años de la dictadura militar.

AUTOR. Sebastián Carassai es sociólogo, doctor en Historia, docente e investigador del Conicet.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Adolfo Castelo, nueve años... De Alguna Manera...


Adolfo Castello...


El 23 de noviembre de 2004 fallecía Adolfo Castelo, periodista, conductor radial y televisivo, productor y humorista. Agudo observador de la realidad, hizo del absurdo y la ironía un estilo periodístico que cambió el modo de tratar las noticias.

Adolfo Castelo eligió hacerle frente a la vida desde el humor. Se inició en el periodismo como colaborador de la Tía Vicenta, donde intentaba iniciar carrera como humorista gráfico. Landrú –editor de la revista– le recomendó escribir notas de humor político porque sus dibujos eran “pésimos”.
 
Puesto a escribir, siguió su carrera en “Primera Plana”, un baluarte del periodismo serio, donde desarrolló un humor ligado a la política que en igual proporción convocaba a la risa y a la reflexión. Estas notas dieron luz a un estilo irreverente y transgresor que, poco después, alcanzó su plenitud cuando Adolfo Castelo inicia su trayectoria en la radio, su medio predilecto.
 
Hacia 1968, condujo junto a Anselmo Marini y Jorge Vaccari, “Las ventajitas”, el primer programa radiofónico de humor absurdo. Entre los programas más destacados de su trayectoria radial se encuentran “Qué extraño es este mundo”, “Claves para bajarse de la cama”, ”Demasiado tarde para lágrimas” –como partenaire de Dolina– “Uno por semana”, “El ventilador”, “El tiburón blanco”, “Turno tarde” y “Mirá lo que te digo”.
 
Su trabajo como productor de avisos comerciales y programas de televisión –“Videoshow”, “Cantaniño” y “Cha cha cha”, entre otros– lo acercó a Raúl Becerra con quien trabaría una larga amistad. Juntos idean “Semanario insólito” –con Virginia Hanglin y Raúl Portal– un ciclo que anticipó lo que sin duda fue una de sus máximas creaciones: “La Noticia Rebelde”. “La Noticia Rebelde” –donde compartía la conducción con Raúl Becerra, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg y Nicolás Repetto (primero como ‘movilero’ y luego como conductor)– fue un programa que innovó radicalmente el periodismo televisivo. Iniciado apenas dos años del regreso de la democracia, en el programa se trataron temas y se expresaron opiniones impensadas en esos días.
 
Con una mirada humorística, pero sin por ello resignar rigurosidad analítica y aguda, el ciclo puso en relieve que el absurdo es un componente importante de la realidad argentina. Su carácter transgresor incluso desacralizó al mundo periodístico lo que dio lugar a un nuevo formato informativo y humorístico que aún perdura. El programa, que se emitía por ATC, continuó hasta mediados del año 1989 y se levantó poco después de asumir Carlos Menem.
A fines de los ’90 participa en “Día D Clásico”, el afamado programa de Jorge Lanata y hacia el 2000, encabeza “Medios locos”, por Canal 7, donde lo acompañaban Pacheco, Gisela Marziotta, Marcelo Gillespi y Mex Urtizberea. Adolfo Castelo, con su informalidad, su humor absurdo y sus lecturas simples de la realidad, forjó un lazo con su público pocas veces visto. Supo decir: “una dosis de humor ayuda a quitar el dolor” y creo que ese fue precisamente el efecto que logró, que todo fuese mucho más tolerable por la risa y el pensamiento que supo cultivar en todos nosotros.

© Publicado el sábado 23/11/2013 por Argentina.ar


CKF, son dos... De Alguna Manera...

Son dos...

PERRITO Y BALCON, dos imágenes del regreso de Cristina. Foto: Presidencia de la Nación.

Todo fenómeno de masas es histérico, decía Freud. Como si lo supiera, Cristina Kirchner precisa erotizar continuamente a su audiencia, con un perrito en un living haciendo mohínes, o en el balcón de la Casa Rosada acompañando con su cuerpo el ritmo de los cánticos de sus militantes. No es un dato frívolo que el talle de ropa de Michelle Bachelet sea un 54 –cintura de 88 centímetros– y el de Dilma Rousseff y Angela Merkel sea 56 –cintura de 104 centímetros–, mientras que el de Cristina Kirchner sea 44 –cintura de 70 centímetros– (la exactitud de estos datos proviene de dos revistas de Editorial Perfil: Labores y Look, especializadas en moldes y costura). Y no es un dato frívolo porque Merkel, Bachelet o Dilma, líderes nutricias, no precisan que sus cuerpos estén sexuados, como sí resulta positivo para el populismo, en el que la erotización de las masas de la que hablaba Freud es un componente tan visible como el éxtasis de los jóvenes que vivaban a Cristina en la Casa de Gobierno durante su discurso “reinaugural” tras la jura de los nuevos ministros.

El perrito y el balcón fueron dos puestas teatrales, dos escenificaciones donde la oralidad era menos relevante que la ornamentación: el balcón de Eva o de Julieta; el living y el perrito de Susana. Cada puesta con su personalidad y género, pero ambas atravesadas por su gran invariante: la especial relación de Cristina Kirchner con la eternidad. “Usted va a ser recordada como la presidenta de la ciencia y la tecnología”, contó desde el balcón. Recordada, historia, juventud... Cristina siempre dialoga con el futuro y le pelea a la finitud: “Que no les quiten en el futuro lo que nosotros conseguimos” es su mensaje permanente. Y eligió a la juventud como vigía de su legado. En su video para YouTube se identificó con Florencia, “que está detrás de cámara”: fue su referencia continua. En el discurso del balcón estaba rodeada de muchas Florencias, y todos eran de la generación de su hija, elegidos como en un casting para un aviso de fin de año de Coca-Cola: mucha sonrisa, ropas multicolores, fisonomías diferenciadas para dar idea de universalidad. Como un coro de gospel, repetían la palabra “gracias” a la líder devenida en diosa mortal.

A pesar de sus contrastes, ambas puestas en escena tuvieron una continuidad de divismo, en un caso una deidad del espectáculo, y en la Casa Rosada una deidad más protocolar. En ambas situaciones también emergió algo blanco: la camisa en el living, el gris de la pollera en el balcón.

Las “imperfecciones” de ambas puestas: jóvenes del balcón que los guardaespaldas presidenciales corrían hacia atrás cuando se acercaban demasiado, o en el “video living”, cuando Cristina Kirchner decía: “Perdón, me salgo de cuadro”, eran lo que en el texto La transparencia perdida Umberto Eco explicaba como característico de la era de la imagen, en la que se pone más esfuerzo en dar veracidad al acto de enunciación para esconder la falta de veracidad del enunciado. Esas desprolijidades que aportan veracidad al acto, al transparentar el constructo, solapan que en realidad se trata de una ficcionalización típica de una puesta en escena.

No se trata sólo de un simulacro de espontaneidad: en el video de YouTube también se trató de transmitir un mensaje apolítico por lo intimista y hasta trivial: un cuerpo sincero donde “les habla Cristina, no la Presidenta”. Pero estaba cargado de simbologías muy fácilmente decodificables. Al principio, marcó que “esperaban que hablara por cadena nacional pero preferí esto”, un video para redes sociales.

Tanto es la elección del medio el mensaje, que el propio Marshall McLuhan se ironizaba a sí mismo repitiendo “el medio es el masaje”. No es lo mismo YouTube que la cadena nacional, no es lo mismo un living que un escritorio o un atril. Cualquiera de las últimas opciones la hubiera obligado a hablar de las elecciones perdidas o de los cambios de gabinete. Cada tipo de medio establece un contrato de lectura diferente con su audiencia. YouTube le permitía algo más íntimo e informal, y fue una astuta forma de salirse de la coyuntura poselectoral.
 
Igualmente, no pudo escapar a lo que el semiólogo Eliseo Verón definió como “formas nominalizadas”, que terminan siendo autónomas del contexto discursivo en que se introducen porque pasan a ser eslóganes (y perder significación): “Profundizar el modelo” en el balcón; o “gracias a todos... y a todas” en el living.

Otro elemento en común que tuvieron las dos puestas fue que Cristina Kirchner dejó de lado, probablemente sólo por ahora, su costado fálico y comunicó las dos veces desde una emocionalidad más femenina.

Cristina Kirchner, como todo presidente, combina el amor con el miedo, la caricia con el látigo. El amor y la caricia para el prodestinatario, sus adherentes, y para el paradestinatario, los indecisos. 

Mientras que el miedo y el látigo los dedica a los contradestinatarios de sus palabras, a los que fustiga y amenaza. Esta vez erradicó el segundo registro de su discurso. Aun ante los jóvenes que repetían: “Acá tenés los pibes para la liberación” o “Néstor no se murió... la puta madre que lo parió”, la Presidenta fue mucho más conciliadora: “Yo no tengo anteojeras”, “nos vamos a asociar con quien haya que asociarse”. Probablemente sea más producto de un cambio estratégico –porque su relación de fuerzas es otra– que por cuestiones más permanentes de su personalidad que se inferirían de su textual: “Cuando te pasa de todo, comenzás a mirar las cosas de otra manera”.

Cristina volvió a transmitir que se siente cómoda con la espectacularización de la política, cuya regla prescribe que todo presidente es un objeto a ser representado. Se maneja con soltura tanto con la representación racional (números, atriles, granaderos) como en la emocional de la proximidad: “Tu carta me mató”, “si a vos te dicen que tenés algo en la cabeza...”, hablándoles tanto “a los argentinos” como “a vos”. Pero no todo es comunicación: también existe la economía.

© Escrito por Jorger Fontevecchia el viernes 22/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Gritos... De Alguna Manera...

Gritos...

SÍMBOLOS de una época de altisonancia desmedida. Foto: Cedoc Perfil

Nunca duda. Sabe de todo. Y no sólo sobre corrupción. Como si contara con el equivalente argentino de la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU., que graba las conversaciones de todo el mundo, tiene siempre la precisa y sabe lo que nadie sabe. Tanto sea sobre la Ley de Medios, el narcotráfico, el Código Civil o los presos que se escapan de las cárceles por una interna del PJ. Y todo tiene siempre una explicación unívoca. Una sola causa, un solo efecto. Siempre es por un intercambio, un toma y daca. Que pueden llegar a ser tan triviales como que la Corte Suprema de Justicia decida el fallo más controvertido de la última década para que su presidente cobre los derechos de autor de un libro comentando el nuevo Código Civil.

Es una perspectiva sencilla e ideal para mantener la atención de la audiencia más masiva de los programas periodísticos. El continuo “escándalo de la verdad robada” es una forma económica de alcanzar siempre visibilidad. No es su responsabilidad, los medios también tenemos la nuestra porque si el Código Civil es bueno o es malo no es el tema. El tema es sólo que el kirchnerismo es malo. Entonces, si el Gobierno le introdujo cambios que le pidió la Iglesia, se lo critica porque al final presentará un código lavado. Si luego el Gobierno no cedió a las presiones de la Iglesia, se aprobará un código estatista que nos transformará en Venezuela.

Da un poco de vergüenza ajena ver que ahora todo lo que hace la Corte está mal, salvo Fayt que, como fue el único que votó en contra del Gobierno en la Ley de Medios, además de ser un jurista emérito hasta fue el único que alertó sobre el problema del narcotráfico.

Que periodistas y medios cometan el error de creer que la información es de su propiedad y no del público (no darle micrófono a Lorenzetti no fue exclusivo de Lanata o Longobardi, sino de todas las decenas de programas de radio y TV del Grupo Clarín), o que enojados con el Gobierno sólo puedan distinguir lo negativo, es un triunfo de la cultura antagonista que expandió el kirchnerismo.

Simplificando, se podría decir que hay dos tradiciones políticas: la del conflicto versus la del contrato. En otras palabras: la de la contradicción versus la del acuerdo, o la decisionista versus la democrática. Vale recordar que no sólo el kirchnerismo cree que la política es antagonismo, contradicción, conflicto y decisionismo.

Por el contrario, la democracia requiere consensualismo, algo para lo que no estaba preparada nuestra sociedad en 2003 tras la explosión violenta de nuestra decadencia económica, cuando incapaces de confesar cualquier impotencia se pasó al contraataque convirtiendo miedo en actitud desafiante e ignorancia en certeza.

Tras el fin de la Segunda Guerra, al psiquiatra y neurólogo alemán Ernst Kretschmer le tocó reorganizar y presidir la c. No debe de ser casual que habiendo vivido la locura social alemana de la primera mitad del siglo pasado haya escrito en uno de sus libros que “si la temperatura espiritual de una época es equilibrada y el organismo social está sano, entonces los anormales pululan impotentes y débiles en sus efectos en medio de la masa de las personas sanas. Pero si en alguna parte aparece un punto herido, si la atmósfera es demasiado agobiante o tensa, si algo va mal o es frágil, entonces los bacilos se hacen enseguida virulentos, capaces de atacar, penetran en todas partes y producen inflamación y fermentación en toda la masa sana del pueblo… Los grandes fanáticos, los profetas y exaltados, al igual que los pequeños granujas y los delincuentes, están siempre allí; el aire está lleno de ellos. Pero tan sólo cuando el espíritu de una época tiene fiebre ellos son capaces de provocar guerras, revoluciones y movimientos espirituales de masas. Podríamos afirmar con razón: los psicópatas existen siempre. Pero tan sólo cuando el tiempo es fresco dictaminamos sobre ellos; cuando los tiempos son calientes, esa gente nos domina”.

Discutible como casi toda tesis de psicología social, pero, sin duda, en la Argentina de la última década las personalidades que expresaban sus emociones con una intensidad anormal encontraron mayor eco que en otras épocas.

Y es probable que cansados de tantos gritos la Argentina de la próxima década se oriente a premiar mejor a líderes más racionales o menos conflictivos. Tanto los candidatos provenientes del peronismo, como Scioli o Massa, como los del panradicalismo, como Sanz, Cobos o Binner, tienen por característica la moderación y la disposición a las concesiones recíprocas que hacen posible la democracia. Y se alejan del modelo kirchnerista de desprecio y agresividad hacia quienes discrepan con ellos. Son personas que no experimentan la política con perfeccionismo obsesivo, cuyo fracaso tantas veces conduce a la paranoia. Aun en una estructura dogmática, como el Vaticano, el papa Francisco puede dar ejemplo de quien acepta otras convicciones a las suyas y no cree ser dueño de verdades absolutas.

Hasta la propia Cristina Kirchner subió su aprobación en las encuestas cuando se mostró menos beligerante, ya sea por aquellos reportajes más amistosos previos a su operación como por su período de convalecencia.
Las heridas postraumáticas del derrumbe de 2002 todavía no han cicatrizado totalmente, como lo demuestra la problemática de la inseguridad y la propia economía actual que genera turbulencias que precisarán encontrar solución futura. Pero sería lógico esperar que en 2015 nuestra sociedad elija conductores que tengan menos exacerbado el carácter mesiánico, que no se sientan amenazados por quienes discrepan con sus ideas ni tampoco crean que ellas poseen en exclusividad el patrimonio de la verdad y deben ser defendidas cueste lo que cueste.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

La Globalización y los Juguetes... De Alguna Manera...


Los fabricantes estadounidenses planean dejar de producir en China...


Más de la mitad de los directivos estadounidenses planean dejar de fabricar en China y volver a Estados Unidos, o están considerando esta opción de manera activa, según un estudio de The Boston Consulting Group (BCG).

El porcentaje de directivos que está tomando en consideración esta posibilidad llega al 54%,frente al 37% que se alcanzó en la misma encuesta de febrero de 2012. El nuevo estudio, llevado a cabo en agosto, reunió respuestas de más de 200 ejecutivos de empresas de una amplia muestra de sectores y con facturación superior a 1.000 millones de dólares.

La encuesta también mostró un importante crecimiento en las compañías que ya están devolviendo la fabricación a Estados Unidos desde China. El 21% de los encuestados -cerca del doble que el año pasado- explicaron que ya lo están haciendo o que lo harán en los próximos dos años.

En otro informe publicado en agosto, BCG apuntó que esta tendencia, debida a la mayor competitividad de las fábricas estadounidenses y unida al crecimiento en las exportaciones, podría crear entre 2,5 y 5 millones de puestos de empleo.

Los principales motivos para tomar esta decisión son: los costes laborales (citados por el 43% de los encuestados), la proximidad de los clientes (35%) y la calidad de los productos (34%). Más del 80% de los directivos citaron al menos una de estas razones. Otros factores son el acceso al trabajo cualificado, los costes del transporte, el tiempo necesario para proveer a los clientes y la facilidad a la hora de hacer negocios.

“Estos hallazgos confirman que la tendencia a volver a Estados Unidos no es anecdótica” explica Justin Rose, socio de BCG. “A medida que los costes y los beneficios se hagan más claros, esperamos que más compañías tomen en consideración la posibilidad de fabricar en Estados Unidos si sus productos se van a consumir en este país”.

Las empresas españolas y las jugueteras también lo están pensando.
Tal y como hemos publicado en alguna ocasión en Key4Communications, los costes laborales en China están incrementándose, al igual que su nivel de vida, lo que está llevando a que el país asiático esté dejando de ser la fábrica del mundo para convertirse en el mayor mercado global. Algunas empresas del sector, como Injusa, ya tomaron la decisión de volver a fabricar en España hace dos años.

© Publicado el jueves 10/10/2013 en http://www.key4communications.com

 

Manolito, satélite argentino al espacio... De Alguna Manera...


Hoy se lanza al espacio Manolito, un nuevo nano satélite argentino…

El armado. El proyecto en plena producción. Hoy será lanzado desde una plataforma en Rusia. Foto: Ministerio de Ciencia y Tecnología. 

Los nano satélites constituyen el nuevo paradigma estelar que pretenden democratizar el espacio. Hoy la Argentina pondrá en órbita el segundo cubo en miniatura llamado “Manolito”, en homenaje al personaje de Quino. El lanzamiento será a las 4.30 hora local, desde una plataforma en Rusia. 


La construcción estuvo a cargo de la empresa Satellogic y fue financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, junto al INVAP. Está fabricado en un 80% con componentes nacionales, entre los que se cuentan sus paneles solares, desarrollados por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la computadora de abordo. Su ensamblado demoró 6 meses y es de plataforma abierta.

“Nuestra intención es facilitar el acceso a la tecnología espacial, por norma, reservada a grandes agencias o empresas privadas, para que grupos de investigadores, universidades, estudiantes y hasta aficionados, puedan llevar su propio satélite al espacio”, explica Emiliano Kargieman, CEO de Satellogic. Para tal fin, pone a disposición de los interesados, el código fuente (https://github.com/satellogic/canopus) de sus proyectos, para que cualquiera pueda replicar el diseño de Manolito y El Capitán Beto y remontarlo.

“Manolito es una evolución de El Capitán Beto. En el primero aprendimos a hacer un satélite y, en éste, el desafío fue reemplazar las partes que se podían fabricar acá. Mejoramos su sistema de comunicación, agregamos dos procesadores. Todo esto nos permite realizar nuevos experimentos. Sumamos una cámara de 20MP para lograr tomas de la Tierra y un GPS” cuenta Gerardo Richarte de Satellogic.

 Satélite Capitán Beto. Foto: Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Estos nano satélites tendrán una órbita similar –Manolito estará un poco más abajo– que va de los 400 a los 700 kilómetros sobre la superficie del planeta. Dará una vuelta a la Tierra cada hora y media, a una velocidad de 27 mil km/h.

Desde la base rusa se lanzarán unos 30 satélites similares en tamaño y peso, con un intervalo de 2 segundos entre uno y otro. “Desde el despegue hasta que se desprende del cohete, se tardan unos 15 minutos. En ese momento recibimos la comunicación que todo salió bien. Recién cerca de las 10 horas vamos a saber si se encendió y si está funcionando con normalidad. Aunque para tener un diagnóstico completo sobre la salud del satélite se tarda una semana”, indica Richarte.

Sobre los costos de lanzamiento, Kargieman sostiene que el precio ronda los “60 mil dólares por kilo”. Manolito pesa 2 kg. Lo primero que suele fallar en estos aparatos es la batería. “Se abastece a través de los paneles solares pero cuando pasa por la sombra, o sea, cada hora y media, se descarga. Como ocurre con cualquier celular, al cabo de 6 u 8 meses de uso continuo se empieza a deteriorar, hasta que se apaga. Igual pueden pasar 17 años dando vueltas hasta que finalmente se desplome”, expone Kargieman.

“No se trata de una industria desconocida para la Argentina”, enfatizó el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao. “En un futuro no muy lejano, nuestro país tendrá vector propio para lanzar al espacio este tipo de satélites”, agregó el funcionario.

Con el acuerdo con INVAP para incubar estas ideas en su laboratorio de Bariloche, “Manolito” costó unos 70 mil dólares en componentes, 130 mil en lanzamiento y un presupuesto mayor para el desarrollo de ingeniería y de la plataforma.

© Escrito por Marcelo Bellucci el jueves 21/11/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.