Mostrando las entradas con la etiqueta Ignorancia. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Ignorancia. Mostrar todas las entradas

sábado, 17 de marzo de 2018

“De tanto ahorrar en educación, nos hemos hecho ricos en ignorancia”… @dealgunamanera...

“De tanto ahorrar en educación, nos hemos hecho ricos en ignorancia”…

Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional. Fotografía: Unimedios/Universidad Nacional

En septiembre esta institución cumple 150 años de fundación. Semana.com habló con su rector, Ignacio Mantilla Prada, sobre la importancia de este aniversario y los problemas que atraviesa la educación superior pública, entre ellas la estigmatización de la que es víctima.

© Publicado el martes 20/06/2017 por la Revista Semana de la Ciudad de Bogotá, Colombia.

SEMANA: La Universidad Nacional de Colombia está cumpliendo 150 años, ¿qué representa este aniversario?
Ignacio Mantilla: Es una fortuna para nosotros cumplir 150 años y ser la universidad pública más grande del país. Sobrevivir siglo y medio a todas las convulsiones que ha tenido Colombia es un gran logro. Queremos aprovechar este aniversario para recordar el pasado, pero también para reflexionar sobre el presente y el futuro. Ahora la educación superior vive una coyuntura particular. La tendencia a privilegiar el subsidio a la demanda, con programas como ‘Ser Pilo Paga’, pone en aprietos a la Universidad Nacional y a la educación pública en general, entonces creo que en esta conmemoración también debemos pensar sobre cuál es el modelo de educación que le conviene a Colombia, máxime si se tiene en cuenta que la Nacional ha sido pionera en muchos campos; por ejemplo acá nacieron los primeros doctorados en 1986.

SEMANA: ¿Cómo ha hecho la Universidad Nacional para sobrevivir tanto tiempo?
I.M.: Creo que se debe a que, pese a las dificultades, la universidad ha sido una institución crítica, que siempre ha utilizado el argumento como su mejor arma, pero que a la vez se ha convertido en guardián tanto del avance de la ciencia y la tecnología, como de la política y el conocimiento social, cualidades labradas durante 150 años, que el país reconoce. Esto es evidente en el acompañamiento que ha hecho al proceso de paz por solicitud de los actores involucrados (Gobierno y Farc-EP), quienes manifestaron su confianza total en la Institución.

SEMANA: En los rankings internacionales y nacionales, la Nacional siempre queda como la mejor institución educativa del país. Si uno de los problemas que tiene la Nacional es la financiación, ¿cómo ha hecho para mantener esos altos estándares de calidad?
I.M.: A pesar de los problemas presupuestales, la universidad tiene una riqueza muy grande en sus estudiantes. De hecho, hoy en día nuestros alumnos de pregrado prefieren hacer un posgrado antes que ir a buscar un trabajo. Cuando ellos compiten por cupos para ser admitidos en las universidades del exterior les va muy bien. Por otra parte, la Nacional siempre ha contado con un equipo de profesores con formación de alta calidad, quienes gozan de un salario digno no obstante las condiciones económicas de la Institución, y tienen libertad para enseñar e investigar lo que ellos consideran pertinente para el desarrollo del país.

SEMANA: ¿Cuáles son los aportes más valiosos que la Universidad Nacional le ha hecho al país en estos 150 años?
I.M.: Son innumerables, pero rememoro los 135 años en los que la Nacional estuvo en el Hospital San Juan de Dios, durante los cuales se hicieron investigaciones que trascendieron internacionalmente. Como ninguna otra institución de educación superior hemos tenido una vida cultural sumamente rica. El Auditorio León de Greiff es reconocido como el mejor escenario musical de Bogotá, y además contamos con cerca de 20 museos solo en la ciudad. En el área de las ciencias, fuimos herederos del trabajo de José Celestino Mutis, el Sabio Caldas y Humboldt, gracias a lo cual poseemos un robusto inventario de la flora y fauna colombiana. La universidad ha formado a los protagonistas más importantes de la política nacional del siglo XX, como el presidentes Carlos Lleras Restrepo, y a grandes líderes como Jorge Eliécer Gaitán y el sacerdote Camilo Torres, no el guerrillero que todo el mundo ve, sino al destacado sociólogo. Incluso García Márquez fue alumno de la Escuela de Derecho. Sin duda, la Institución ha dejado una huella imborrable en el país.

SEMANA: Si la universidad ha sido tan importante para el país, ¿por qué la clase política no se la ha jugado para fortalecerla y ha preferido apoyar la educación superior privada?
I.M.: Eso forma parte de la opción que ha tomado el Estado colombiano de privilegiar el subsidio a la demanda, que prácticamente le quita su obligación de proveer de educación superior a todos los colombianos. Y el mejor ejemplo es 
‘Ser Pilo Paga’, que termina destinando más dinero a la universidad privada que a la pública. Para el Gobierno es más fácil y rentable mediáticamente lanzar 40.000 becas para estudiantes de escasos recursos, que crear 400.000 cupos en las universidad públicas. Un modelo excluyente porque con ‘Ser Pilo Paga’ se quedan por fuera jóvenes que podrían ser ‘repilos’, pero que no tienen la oportunidad de obtener una beca porque su formación en la educación básica fue deficiente, lo cual no significa que no sean brillantes.

SEMANA: En ese sentido, ¿cuál es la importancia de la educación superior pública?
I.M.: Creo que muchas políticas neoliberales ven la inversión en educación sólo en términos de retorno y ganancia económica. Frente a esa postura dominante, pienso que un país que abandone la educación pública le abre las puertas a la desigualdad y a la exclusión. ¿Qué futuro le vamos a ofrecer a los jóvenes que no pueden pagar una universidad privada? ¿Qué posibilidades tienen de ascenso social? Se podría resumir en la siguiente frase: “De tanto ahorrar en educación, nos hemos hecho ricos en ignorancia”. Eso es lo que lograría un país que no ve la educación como una gran inversión, sino como un costo que debe asumir sin ninguna convicción. No debería haber dudas sobre la necesidad de tener una universidad pública fuerte y completamente subsidiada.

SEMANA: ¿Cómo ve en el futuro a la universidad?
I.M.: Con optimismo. Observo que en sus dos últimas legislaturas, el Congreso ha apoyado la 
educación superior pública, y espero que la tendencia continúe. Por eso considero que allí, obviamente sin dejar a un lado el Ejecutivo, es donde debemos dar los debates y las batallas para fortalecerla, mejorar la financiación y, en últimas, convencer a la sociedad colombiana sobre la importancia de la universidad pública.

SEMANA: ¿Tenemos Universidad Nacional para otros 150 años?
I.M.: La Universidad de Salamanca cumple 800 años el próximo año; la de Bologna va a cumplir mil años en las próximas décadas. Eso significa que las universidades son las instituciones más antiguas que hay en Occidente. Y lo han logrado porque se equivocan menos que los gobiernos y no toman decisiones al vaivén de las modas, sino que se convierten en depositarias de un conocimiento y a la vez en gestoras del cambio social a partir de análisis e investigación.
En ese sentido, tenemos Nacional para rato.

SEMANA: Por último, a raíz del acto terrorista en Andino ¿Por qué su indignación por un artículo del diario ‘El Tiempo’? 
I.M.: Porque es inaceptable que se relacione directamente al terrorismo con la universidad. La expresión “extremistas de la Universidad Nacional”, indica que aquí graduamos extremistas y no es así, nosotros formamos geólogos, físicos, ingenieros. Esa es una estigmatización que hemos tenido que cargar por décadas, es como el sentimiento que tenemos los colombianos en el exterior cuando se generaliza y dicen que todos somos narcotraficantes. No podemos seguir cargando esa cruz y los medios no pueden seguir relacionándonos con grupos terroristas.

SEMANA: ¿Por qué se continúa con la estigmatización?
I.M.: Hay un lastre que llevamos, ese de creer que la universidad es el centro de operaciones de grupos guerrilleros, y no lo hemos podido borrar. Cada vez que salen a la luz actuaciones negativas de algún egresado o estudiante lo primero que se dice es que pertenece la Nacional, no ocurre lo mismo con alumnos o profesionales de otras instituciones. En estos casos no se habla de los “ladrones graduados en tal universidad” o de los “defraudadores o violadores de tal otra”. La Nacional no tiene responsabilidad en las actuaciones de los egresados cuando no están en el ejercicio profesional para el que se les formó. Se nos puede criticar por la mediocridad de un profesional mal formado en la universidad, pero no por otras cosas.





sábado, 17 de enero de 2015

Contra el prejuicio, el odio y la ignorancia... De Alguna Manera...

Contra el prejuicio, el odio y la ignorancia...


“El primer gran foco de cultura de la Edad Media occidental es Toledo. La historia se repite: en el siglo XII, lo que Toledo fue para el mundo cristiano, lo fue Bagdad para el mundo musulmán (...). Es suficiente recordar que es Toledo donde Avicena fue traducido al latín, esto es, por un pequeño grupo compuesto, como mínimo, por Ibn Daud, judío arabófogo, que aseguraba la traducción del árabe al castellano; y Domingo Gundisalvo, cristiano, que aseguraba la traducción del castellano al latín (...). En realidad, si en el siglo XIII hubo una filosofía y una teología llamadas ‘escolásticas’, es ante todo porque Avicena fue leído y explotado desde finales del siglo XII. Es Avicena, no Aristóteles, quien inició a Occidente en la filosofía.” Alain de Libera, Pensar la Edad Media.


Me pareció oportuno comenzar estas reflexiones sobre la tragedia de Charlie Hebdo, con la que tantas páginas e imágenes se han multiplicado a lo largo de los últimos días y a través de todas las geografías del planeta, citando al filósofo francés y eminente especialista en pensamiento medieval, Alain de Libera. Con erudición y elegancia conceptual destruye un acendrado y persistente prejuicio que supone que la tradición occidental se continuó ininterrumpidamente desde Grecia y Roma, atravesando la Edad Media, para llegar a nosotros pura de toda influencia, en especial la que provendría del Oriente islámico. No hay, desde esta concepción autoctonista y antimusulmana, contaminación en la línea que va de Aristóteles a Santo Tomás o en la que va de Platón a Marcilio Ficino.

Bajo la estructura de la autorreferencialidad cultural (punto de partida del esencialismo nacionalista), Europa quiso, desde que buscó limpiar su genealogía, desprenderse de esa verdad que cualquier erudito medieval sabía sin siquiera tener que investigarlo: que el pensamiento filosófico, que las grandes tradiciones que alimentaron a la escolástica cristiana, tenían una estación ineludible en los filósofos y pensadores de origen árabe, persa y musulmán. Que sin Avicena y Averroes, sin Farabi e Ibn Sina, sin Ghazali e Ibn Rusd, y –claro– sin la enorme influencia sobre el filósofo judío Maimónides de la tradición árabe, seguramente Santo Tomás de Aquino –que leyó a Aristóteles a través de musulmanes y judíos, y que se detuvo particularmente en la Guía de los perplejos del rabino cordobés– nunca hubiera podido escribir su Suma Teológica. Extraordinaria genealogía que hace añicos cualquier intento por borrar las huellas de las influencias y, sobre todo, demuestra la estupidez de los ontologismos nacionalistas que buscan encontrar la esencia incontaminada de su verdadera lengua cultural.

Un viaje cultural que atravesó siglos y continentes para desmentir el relato de una Europa sólo deudora de sí misma; eje alrededor del cual se desplegó la civilización científico-técnica y cuna de los ideales filosóficos y políticos fundados en una racionalidad exclusivamente afincada en su territorio. Lo que nos señala con énfasis Alain de Libera es precisamente la potencia de los intercambios culturales, lingüísticos, religiosos y filosóficos que fueron preñando el complejo camino de la propia Europa, un continente que prefiere escribir la historia del mundo desde una particularidad, la suya, convertida en universalidad y, para ello, borra las huellas de sus propias deudas. En ese gesto omniabarcativo lo que es destituido es aquello que marca la diferencia en el interior de la supuesta univocidad. Las herencias nacidas y provenientes del Islam, aquellas que también a su vez recibieron las influencias de los griegos de la época clásica, están en la base de la reapropiación europea de su “olvidada” tradición filosófica.

Sin ese camino laberíntico que se inició en la lejana Persia allá por el siglo IX, que continuó por la península arábiga y se materializó en la gran Siria de los siglos XI y XII, y que ingresaría a Europa por diversas vías; atravesando las llanuras búlgaras; siguiendo las huellas de innumerables caravanas capaces no sólo de llevar mercancías de Oriente a Occidente sino también ideas, herejías y libros; cruzando el Mediterráneo desde el norte del Africa musulmana hasta llegar a la España de las tres culturas, un territorio de las mezclas y los intercambios que, como ya vimos, permitió que en una ciudad como Toledo traductores judíos de lengua árabe y cristianos que dominaban el latín le devolvieran a la cristiandad occidental un tesoro rescatado desde Oriente y, claro, profundamente contaminado por la civilización mahometana. Una genealogía vergonzante para una Europa que no podía aceptar que fueran los árabes y persas, además de los judíos, los responsables de reconstruir los puentes con el pensamiento antiguo. Extraña filiación a los ojos de quienes, en otro tramo de su historia, no dudaron en ejercer una violencia homicida sobre los que se encargaron de proteger de la oscuridad de la Alta Edad Media aquellos legados filosóficos y científicos. Al pueblo de Maimónides casi lo exterminaron en los campos de la muerte forjados por el régimen nazi; y a los descendientes de Avicena y Averroes los sometieron al dominio colonial.

Un breve paréntesis para pensar, nuevamente y con un relato más detallado, el absurdo de la autoctonía nacionalista y de las tradiciones que se cierran sobre sí mismas, tratando de expulsar la memoria de las herencias, las influencias y las contaminaciones. Maimónides, como señalé líneas arriba, nació y vivió parte de su vida en Córdoba, la ciudad de Averroes, ese gran filósofo árabe que intentó ir más allá, de la mano de su lectura herética de Aristóteles, de las religiones abrahámicas. Al que probablemente conoció al escucharlo en la famosa biblioteca de Córdoba, siendo apenas un niño casi adolescente, y cuyo pensamiento dejó algunas huellas en sus reflexiones filosóficas. Es también factible que quizás hayan compartido el Jardín de los Naranjos de la biblioteca que, según cuenta la tradición, llegó a tener más volúmenes que la famosa Biblioteca de Alejandría, compartiendo el mismo trágico destino: la de ser quemada junto con todos sus incontables libros y papiros, esos que guardaban las más diversas tradiciones de Oriente y de Occidente, capaces de unir Bizancio, Bagdad e Islamabad con la península ibérica para luego alcanzar, cruzando los Pirineos, Francia y, más lejos, las tierras germanas.

La lectura que Maimónides hizo de la tradición filosófica, particularmente de la tradición aristotélica, estuvo absolutamente impregnada por los grandes reintroductores de los griegos y sobre todo del aristotelismo en la tradición de Occidente que fueron los árabes. Por un lado, la tradición persa de la escuela de Avicena, y por el otro la de la escuela averroísta. Maimónides escribió su obra filosófica –por ejemplo, la fundamental Guía de perplejos– en árabe. Por supuesto, también escribió sus obras de interpretación de la Mishná y del Talmud en hebreo. Y a su vez, obviamente, podía utilizar sin inconvenientes el castellano. Es deudor de gran parte del trabajo de los traductores que se realizó sistemáticamente, como señalaba Alain de Libera, en esos siglos en Toledo; traducciones en las que trabajaron judíos y cristianos llevando el árabe, pasando por el castellano, al latín, y construyendo los puentes indispensables para la recuperación de la tradición griega por el mundo cristiano-latino.

Se conoce que Santo Tomás de Aquino no sabía griego, y que leyó a Aristóteles a través de transcripciones hechas por traductores árabes, judíos y cristianos españoles, y que a través de la Guía de perplejos de Maimónides, profundamente influenciado por ella, construyó su propia visión de Aristóteles. Con lo que uno podría decir que la Suma Teológica, fundamento de la teología de la escolástica cristiana, fundamento arquitectónico clave de la visión católica del mundo, se sustenta en un árabe herético que ni siquiera creía en Alá –como era Averroes– y en un judío que leyó a Aristóteles a través de Averroes y Avicena, que escribió en árabe y que sin embargo fue un fiel seguidor del Talmud. Y así volvió a Occidente el núcleo de la tradición griega; así volvió Hipócrates, corazón de la tradición médica: árabes y judíos fueron sus custodios y difusores. Médicos persas y médicos judíos fueron la esencia de la tradición médica que retornó a Occidente. Y así regresó gran parte de la tradición filosófica helenística en el enclave renacentista italiano que se abriría apenas iniciada la decadencia de la Edad Media a través de la escuela de traductores de Toledo que cumplieron un papel fundamental como puentes entre dos mundos, impregnando a ambos con su propia visión filosófica y cultural.

Esto muestra la mediocridad, la estupidez enorme, de “civilización o barbarie”, del “choque de civilizaciones”, o de un mundo que guarda y posee la cultura y el otro que es el lugar de la barbarie. Para cualquiera que haya tenido la oportunidad de estar en Córdoba, hay una imagen muy impresionante: uno entra a la Mezquita de las Mil Columnas, que es una obra maravillosa, y en medio de la mezquita está la catedral. Construyeron la catedral en el medio de la mezquita, y hubo una rebelión del pueblo de Córdoba, porque la idea era derruir la mezquita. Y el pueblo de Córdoba, el pueblo cristiano de Córdoba –estamos hablando del siglo XVI– se rebeló contra la decisión de destruir la mezquita, porque sabía que era una obra única y emblemática. Y cualquiera que haya tenido la oportunidad de pasarse un rato inolvidable en la Alhambra, sabe que los bárbaros eran otros.

Un largo camino histórico, un desvío por el tiempo, para escapar del más brutal de los reduccionismos, que intenta convertir la cultura musulmana en una cultura de bárbaros, mientras que hace de Europa la cuna de toda civilización posible. Un prejuicio montado, a su vez, sobre la expansión imperial de esa misma Europa que supo, a sangre y fuego, llevar “su cultura” a ese otro mundo considerado como tierra de idólatras. Revisar los legados y las confluencias, hurgar en los tesoros de un pasado que nos ofrece otra realidad muy distinta de la que los vencedores nos han contado, significa romper los prejuicios y aprender a mirar de otro modo la compleja urdimbre de nuestras sociedades y de nuestras concepciones religiosas y filosóficas. Y también hoy, cuando la ceguera y el prejuicio se despliegan en el interior de la ignorancia, se vuelve decisivo refundar la tradición de un humanismo silenciado y desguarnecido.

Y este intento por reivindicar la memoria de los desplazados y de los olvidados, por reconstruir las rutas de las culturas y sus intercambios, no busca exculpar el horrendo crimen cometido contra los miembros de la revista Charlie Hebdo. Apenas si constituye un intento por romper el cerco del prejuicio y de la islamofobia que parece desplegarse en una Europa aterrorizada ante la barbarie terrorista. Una barbarie, me apresuro a escribir, que nada tiene que ver con esa enorme tradición cultural a la que intenté hacer presente a lo largo de un artículo que nació de la necesidad de romper el cerco de violencia y odio que amenaza con hacer cada día más invivible nuestro tiempo histórico. No son los centenares y centenares de millones de musulmanes de todo el mundo los asesinos de periodistas y dibujantes, ellos también son las víctimas del integrismo fanático amparado por los dueños árabes de las riquezas petroleras y socios de Estados Unidos, y de una sociedad, la europea occidental, que no ha sabido o no ha querido romper las barreras de la desigualdad y el prejuicio. El mejor homenaje que les podemos rendir a las víctimas de Charlie Hebdo y de tantos otros asesinados por el odio y la injusticia, por la ceguera del fanatismo y por la avidez desenfrenada del capital, es sostener, hoy más que nunca, su mirada desprejuiciada y capaz de ejercer el más puro espíritu libertario.

© Escrito por Ricardo Forster el sábado 17/01/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.