Quino: "No maté a Mafalda, dejé de dibujarla"...
Mafalda y Quino.
El genio del humor, que cumplió 80 años en 2012, reveló que Felipe es el
personaje más autobiográfico.
Cómo no sentir afecto y admiración
por un hombre que ha sido traducido a 26 idiomas (y que, en Argentina, vende 20
millones de ejemplares) cuando dice en voz muy queda: “Yo soy más de dibujar
que de hablar…”? Su modestia le impide observar que sus dibujos son, de por sí,
una conversación y a lo largo de una tarde de invierno en el departamento al que
sonríe desde lo alto la máscara insignia de la Casa del Teatro, Quino explica:
—Nunca tuve ayudantes. Siempre trabajé solo y… –aquí habla un poco para sí
mismo como quien entreabre la puerta del tesoro. Te cuento que tengo un dibujo muy viejo que
publiqué en “Rico Tipo” en el que se ve a gente en el cementerio corriendo
detrás de un ataúd. El ataúd tiene cuatro ruedas y un motorcito y los amigos
que van corriendo dicen: “Nunca quiso que lo ayudaran”… ¡Bueno, ese tipo soy
yo! Nunca pude trabajar en equipo. Con el único que trabajé fue con el cubano
Juan Padrón que hizo los cortos de Mafalda y también otras peliculitas mías con
páginas de humor. A él lo ayudé digamos a hacer el argumento de esa peliculitas
pero… nada más! Te repito que fue la única vez que trabajé con alguien en
equipo. ¡Lo conocí y nos enamoramos muchísimo! Ahora hace mucho que no lo veo
porque no ando por Cuba pero fui allí 9 veces y estuve trabajando con él todo
el tiempo y lo pasamos muy bien…
—No sé si es una leyenda pero por
ahí corre la historia de una agencia de publicidad que te encargó un personaje
“con familia” para un producto comercial y que luego no lo quiso. Ese producto
era Mafalda y vos la dejaste en un cajón durante varios años…
—Sí, sí, era para una campaña… Además en esa agencia trabajaba Norman
Briski. Pasó algo muy curioso: me avisó Miguel Brascó que estaban buscando
quién dibujara a una familia para lanzar las heladeras Siam con la marca
Mansfield. Entonces había que buscar un nombre que tuviera la M, la F etc.
Bueno, y ¡así salió Mafalda! La idea era regalarle la tira a los periódicos
como si fuera una historieta “normal” en la que se usaban electrodomésticos de
esta marca. Los diarios entonces dijeron “¡Ah, no! ¡Esta publicidad la tienen
que pagar!”. Así es que nunca se hizo nada y a mí me quedaron esas 12 tiras de
historieta. ¡Así empezó Mafalda!
—Entonces ¿qué hiciste?
—Como te conté fueron a dar a un cajón hasta que un amigo, muy amigo,
Julián Delgado (desaparecido durante la dictadura) y que era director de “El
Cronista Comercial” y de la revista “Mercado”, me preguntó si, además de la
página de humor que hacía para “Mercado”, no tenía alguna otra cosa distinta. Y
así fue que le di las tiras que me habían quedado y ¡él comenzó a publicarlas
en la primera página del diario! No me dijo nada y yo me encontré, de pronto,
con un personaje que no conocía (diez o doce tiras no son suficientes para
conocerlo). Entonces, bueno, me puse a imaginar (ya que tenía que seguir con
esa historieta) cómo iba a ser el personaje. En aquel momento había un
movimiento feminista tan grande en todo el mundo que pensé: “¡esta niña tiene
que ser una protestona. Tiene que proponerse reivindicar los derechos de “las
chicas!” Y así empecé con ella. ¡Después nacieron Manolito y toda esa gente! ¡El
asunto era que las primeras tiras de Mafalda eran hechas con el mecanismo en el
que Mafalda leía el diario o escuchaba un noticiero y entonces les preguntaba a
sus padres por qué había guerras y todos los desastres que hacemos los humanos!
Hice otras treinta o cuarenta tiras hasta que me cansé de esa rutina y pensé
que había que poner a alguna otra persona. Dibujé entonces primero a Felipe que
era lo contrario de Mafalda. Felipe fue la caricatura de otro amigo, un
periodista, Jorge Timossi. ¡Así fueron surgiendo todos porque me cansaba tener
sólo a dos protagonistas! Entonces puse a Susanita, a Manolito y… ¡bueno, con
personajes sacados de la vida real fui avanzando… –se ríe quedamente– Manolito
era el padre de Julián Delgado que era panadero y no quería que su hijo fuera
periodista! Un día entonces Julián se peleó mucho con su padre y se vino a
vivir a donde yo vivía. Era en lo de una señora que alquilaba dos piezas en una
casa muy linda de Belgrano, frente a la casa de los Alsogaray… ¡en aquellos
tiempos María Julia era muy chiquitita y aún no se había puesto a limpiar el
Riachuelo!, termina en una carcajada.
—Bueno… qué barbaridad… –sigue recordando Quino– y luego añadí a Migue que
era un sobrino mío que hoy es flautista y tiene cuarenta y tantos años y toca
con la Sinfónica de Chile… y de la vida real, creo que no hay más…
—Los libros de Mafalda son diez ¿no?
—En la edición argentina, sí. En España, con una división un poco distinta
son once…
—Pero cerraste la historia. ¡Qué
lástima! Hubiéramos querido ver a Mafalda abuela o divorciada o enamorada… ¡qué
sé yo!
Quino se ríe: —¡No! ¡No! Para mí es un dibujo. Hay gente que me dice
“¡Cómo, un dibujo!, si nos ha acompañado tanto! Es una persona...” Pero para
mí, no. Es sólo un dibujo como cualquier otro de los que hago en humor… Leí una
vez un libro de Pirandello en el que decía que, una vez que uno crea un
personaje después ¡la gente se lo apropia! Y hace con el personaje ¡lo que se
le da la gana! Sí, ocurre eso con la gente. Se lo toman como… Te reitero: he oído
mucho eso de “¿por qué mataste a Mafalda?” Y yo no me canso de contestar: “No
la maté. ¡Dejé de dibujarla!”
—Lo notable es que el mundo se
apropió de Mafalda –me equivoco– Tiene una mentalidad que encontrás ¡en todos
lados!
—¡Pero, no! –protesta Quino– ¡Vas a Rusia y no la conoce nadie! ¡Vas a
cualquier país africano y, tampoco! En lengua inglesa nunca anduvo demasiado
bien. En un momento se publicó en Australia pero nada más. En los países de
América latina, sí. En muchos es conocida. Lo mismo ocurre con los países más
latinos de Europa: Grecia, Portugal, España, Italia… También es cierto que los
sindicatos anarquistas franceses la han lanzado como volante de protesta. Las
feministas italianas, muchísimo y, de vez en cuando, ¡la usan para protestar en
algún país de América latina!
—¿Países asiáticos no?
—Sí, está en China. En realidad, en China primero la piratearon pero el
editor era un inglés que publicaba en China… ¡No es raro que un inglés sea
pirata! –se ríe con ganas–. Luego, se publica sin ser pirateada ¡pero ésos no
pagan nada! ¡Tampoco sé cuánto venderán! No creo que demasiado. Y luego en
Japón se editó alguna vez… Y te explico: que se haya editado en determinados
países no quiere decir que se publique porque en los estados nórdicos, por ejemplo,
se publicó en todos y anduvo bien en los periódicos pero no como libro. Se
vendió poquísimo. También hay una edición en lengua gallega que tampoco se
vendió nada. En la edición catalana ocurrió lo mismo. Se sigue vendiendo pero
muy poquito. ¡Bueno, yo nunca imaginé que se podía transformar en un fenómeno
tan extraño! ¡Bah, extraño, no. Porque las cosas que yo decía ahí siguen
sucediendo hoy exactamente igual o peor! Por eso, cuando me preguntan a qué
atribuyo el éxito de este personaje yo creo que hay que atribuirlo ¡justamente
a que esas cosas siguen sucediendo! Mirá, Sabato me dijo una vez que los
problemas que yo trataba en esa tira eran simplemente los problemas humanos
siempre presentes en la historia del hombre: la relación entre padres e hijos;
la escuela; el trabajo; las broncas y los amores que uno se agarra con los
amigos… ¡Supongo que será por eso! Ahora, cuando los chicos de hoy vean que en
mi historieta no hay computadoras y esas cosas creo que, dentro de poco, van a
dejar de leerla! ¡En realidad son los padres quienes los inducen a leerla!
—Sin embargo, en la Feria del Libro
Infantil, los chicos no pararon de sacarse fotos con vos?
—Sí, es cierto. Ayer había mucho público infantil. La semana pasada, en
cambio, en gran parte eran mayores.
—Quizás Mafalda es más un personaje
para los padres que para los chicos…
—En el diario “El Mundo” se publicaba en la página de los editoriales y no
en la de las historietas. Siempre fui…Mirá, también siempre me consideré un
periodista que dibuja pero, en realidad, muchas veces, ¡de humor no tengo nada!
Soy medio trágico…
—Diría que, más bien, tenés un humor
corrosivo… le tomás el pelo a medio mundo…
—Eso, sí –acepta Quino–. Bueno, lo he admirado a Gila. Los dibujantes
españoles siempre me han atraído mucho.
—Pero, ahora, que ya la has matado a
Mafalda ¿cómo es tu día?
Con serenidad, Quino explica su vida diaria:
—Estoy luchando con la vista. Tengo una cantidad de problemas en ese
sentido. Por lo tanto me cuesta mucho dibujar. Estoy tratando de hacerlo pero
hace ya cinco años que no dibujo nada… O sea que mi vida es… Leer, con bastante
dificultad. Escuchar música y mirar libros de humor… Estoy leyendo ahora a
Baremboim que me encanta como persona y como músico. Y también como político.
Ha logrado algo que nadie había hecho: reunir a Palestina con Israel. Esa
orquesta tiene todo un significado político. El que estaba por lograrlo era
Rabin cuando lo mataron.
Hay un breve silencio en el que llegan, lejanos, los rumores del tráfico en
la avenida Santa Fe.
—Me gustaría volver a dibujar… –retoma Quino–. Me he comprado una mina muy
blanda que tiene la línea más oscura y logro verla mejor. Pero mi problema fue
siempre dibujar primero con lápiz y luego pasar a tinta. Nunca fui capaz, como
Fontanarrosa, que agarraba la lapicera de tinta y dibujaba directamente! A mí
siempre me costó bastante dibujar. En las tiras de Mafalda yo copiaba de un
cuadrito al otro para que me salieran los personajes porque, ¡si no, no era
capaz de hacerlos iguales! –se ríe–.
—Modestamente no querés reconocer
ahí tu genialidad. Pero sigamos con tu historia, Quino. ¿Cómo era tu casa
cuando eras chico?
—En su aspecto era la típica casa romana partida al medio como han
construido los italianos por todos lados. La mía, en Mendoza, era una casa estrecha,
con zaguán. Una casa chorizo que en el fondo tenía un patio de tierra. Había
allí múltiples hormigas. ¡De varias tribus! Y como vivíamos al lado de un
aserradero ¡había lauchitas en la casa! Pero lauchitas de las bonitas,
simpáticas. Las grises, muy chiquitas y con el hocico rosado. Yo jugaba mucho
en ese patio. Jugaba solo. Mi hermano mayor me llevaba siete años y, el otro,
cuatro. Por eso siempre jugué como un solitario. Nunca por ejemplo, en la
calle, a la pelota, con otros chicos. Esas cosas que hacen los chicos ¿no?
—¿Pero tu papá y tu mamá dibujaban o
pintaban?
—No. El que era de dibujar era mi tío Joaquín con el que me crié bastante.
Era dibujante y pintor acuarelista. Trabajaba en el diario “Los Andes”. Hacía
los avisos de los cines y como trabajaba parte en el diario y parte en su casa,
para mí se volvió muy normal que alguien dibujara en su casa y que, luego,
apareciera ese dibujo ¡en el periódico! Cuando le dije que quería ser dibujante
me dijo que ¡no, que me iba a morir de hambre! Esas cosas que suelen decir los
padres de familia! Pero también me ayudaron muchísimo. Cuando me vine a Buenos
Aires mi hermano mayor me mantuvo hasta que yo empecé a publicar…
—Una familia en la que se quisieron
mucho. Algo muy importante.
—Sí, sí. Eso sí. Y ahora que estuve en Mendoza para mi cumpleaños fue toda
la familia y el hermano que vive en Chile, también. Muy lindo… fue muy lindo…
–recuerda pensativo–. Y, sí…Nos queremos mucho todos…
—Los que te conocemos poco o sólo a
través de tu obra, pensamos que sos un hombre feliz, Quino. ¿No sé si es así?
—Tengo tendencia a amargarme. Desde chiquito me amargaba ¡porque sabía que
tenía que hacer el servicio militar! En la escuela me amargaba durante las
vacaciones pensando ¡cuándo iban a empezar las clases otra vez! ¡Mirá, lo de
Felipe es absolutamente autobiográfico. La timidez y amargarme con el colegio!
Y luego… sí, en el servicio militar salía los sábados de franco y el domingo a
la mañana ya estaba con un terrible mal humor de sólo pensar que tenía que volver
al cuartel. Así es que siempre he tenido esta tendencia… ¡bah, el sentido
trágico de la vida!
—Bueno, la vida “es” generalmente
trágica ¿no es cierto? Lo que pasa es que quizás hay gente que la sabe mirar de
una determinada manera…
—Claro. Sí, sí… Pero tampoco mi objetivo fue hacer reír como Fontanarrosa
que comentaba: “el mejor piropo es decirme que se han reído muchísimo con mis
libros”. Yo quise, en cambio, hacer pensar más a la gente. Y siempre sentí como
una tarea el que la gente se diera cuenta de lo que eran la sociedad y la
política.
—En las librerías de viejo aún se
encuentran los libros de chistes que publicó Lino Palacio con el seudónimo de
Flax acerca de la Segunda Guerra Mundial…
—Sí, el hacía los dibujos y el texto…–Quino recuerda–. Por ser hijo de
republicanos españoles yo le tenía un poco de idea! Yo era bastante de
izquierda y ¡me molestaba que no le cayeran realmente mal Hitler y Mussolini!
Por lo menos no los criticaba demasiado. Pero tenía muchos otros personajes.
Ramona, por ejemplo. A mí me gustaba el Cocinero y su sombra. Era algo muy
difícil de hacer: todos los gags eran entre el cocinero y su sombra. Había un
litigio permanente entre ellos.
—Tuvo una muerte trágica…
—Espantosa… realmente atroz…
Recordamos el asesinato de Palacio y
su esposa. Un episodio terrible. Pero también volvemos a una época en la que
las revistas tenían una gran importancia.
—En mi casa –explica Quino– se compraban El Tony, Patoruzú, Rico Tipo y
creo que el Tit-Bits. A mí me sorprendía el hecho de que mi padre, que
trabajaba en una tienda en Mendoza, comprara todas esas revistas cuando para
comprarse un traje tenía que pedir un crédito a diez meses y buscar a un amigo
que le diera la firma etc. Siempre pensé entonces que, o las revistas eran muy
baratas o la ropa, ¡muy cara! Además era el único jefe de sección que no tenía
coche, ¡por ejemplo! Siempre alquilamos casa. Nunca tuvimos una propia. Cuando
aparecía el dueño de casa y aumentaba el alquiler ¡era todo un problema! Una
preocupación que se repetía siempre.
—¿Y vos?
—Bueno, Alicia mi mujer es muy buena administradora, así es que apenas
pudimos… Cuando nos casamos vivimos durante dos años en la pieza de servicio
del departamento de sus padres y luego compramos un departamentito en San Telmo
donde han puesto una figura de Mafalda en la esquina. Ahí vivimos siete años y
luego nos mudamos a Almagro. Finalmente, vinimos para aquí…
Un departamento muy bien ubicado en el que la luz y el sol entran a
raudales e iluminan los preciosos recuerdos que ellos han atesorado con un
enorme buen gusto.
Seguimos recorriendo el fascinante
mapa de vida de este hombre que creó a Mafalda.
—Para mí el ídolo era Divito! –confiesa–. Mi máxima aspiración era ser su
ayudante! Además de haber creado “la chica Divito” (todo un estilo), era un
playboy para la época! Siempre tenía mujeres muy lindas. Como Amelia Bence, por
ejemplo. Además Divito era muy elegante. Era la época del pantalón-chaleco…
–recuerda risueño–. Yo lo quería muchísimo. El hacía los dibujos en lápiz, yo
los pasaba a tinta…
—¿Llegaste a ser su ayudante?
—No. Yo dibujaba muy mal pero las ideas me gustaban realmente. Sufrí mucho
cuando, después de cinco accidentes, se terminó matando en Brasil al chocar con
un camión…. –Quino se sumerge en los recuerdos–. Fijate que, incluso, yo le
había comprado un libro de Sempé (el famoso dibujante francés) y él me dijo que
se lo guardara para cuando volviera de Brasil… “Me lo das cuando vuelva…” dijo.
Me quedé entonces con el libro, claro, y regalé el que ya tenía…
—¿Sempé era el dibujante extranjero
que más te gustaba?
—No. También Bosc y Chaval. Excelentes. Los conocí en Paris-Match cuando yo
tenía 18 años. Fue ahí cuando me dije: “Tengo que dibujar. Este es el camino a
seguir.” Y así empecé. Bosc y Chaval publicaban una página entera cada uno y
aquí, entre nosotros, dos dibujantes los siguieron pero, me parece, demasiado
de cerca. Te hablo de Basurto (que dibujaba exactamente igual que Chaval) y
luego Viuti que hacía lo mismo con Bosc. Pero, bueno… son cosas que pasan!
—¿Y las tiras como “Hogar, dulce
hogar” con el bueno de Dagwood como padre de familia?
—Sí, yo en Mendoza la leía siempre en “Vosotras” que compraba mi tía. Era
una historia muy buena. Además, como mi tío era dibujante publicitario compraba
muchas revistas norteamericanas para documentarse. Siempre recuerdo las tapas
del “Saturday Evening Post” ¡que dibujaba Norman Rockwell! Creo que los
dibujantes norteamericanos me influenciaron mucho. En “Patoruzú” también había
gente talentosa como Domingo Masone (dibujaba Capicúa) y en cuanto a dibujantes
de historietas, digamos, más serias, está José Luis Salinas. Por ejemplo hacía
“Ednam, el corsario” con unos dibujos estupendos. Aquí, en Argentina, ha habido
dibujantes buenísimos. Yo lo quería mucho a Oski. Fuimos muy amigos. Lo mismo
con Landrú. Ibamos mucho a Mar del Plata los fines de semana. Como tenía una
Estanciera yo aprovechaba para que me llevara. Durante toda la época de “Tía
Vicenta” la pasé muy bien con Landrú (Juan Carlos Colombres) y con Carlos del
Peral que era el vicedirector. Claro… ¡hasta que Onganía la cerró! Carlos del
Peral tambien hizo “Cuatro patas” que duró cuatro números ¡y que también fue
cerrada por Onganía! –se ríe quedamente–. ¡Qué barbaridad! Las cosas que hemos
visto en este país! Cuando, desde Mendoza, llegué a Bs. Aires con mi carpetita
debajo del brazo empecé a recorrer redacciones y me decían “¡de política
¡nada!”; “de sexo ¡nada!”. Así es que me crié como dibujante aprendiendo a
autocensurarme! Muy feo. Trataba de hacer metáforas con algunas ideas…
—Bueno, hoy, en democracia, en el
más alto nivel, se han referido a los dibujos de Menchi Sábat como “cuasi
mafiosos”!
—Sí, me acuerdo. Qué barbaridad! Se está poniendo fea la cosa con la
prensa. He visto una sola vez el programa de Lanata pero parece que entrevistó
a una señora que tiene una panadería en Tucumán y después de eso le cayó la
AFIP…
—Como al de la inmobiliaria por
haber hecho un informe que molestó a la Presidenta que ¡gentilmente le mandó
también la AFIP por cadena oficial!
—Qué cosa! –suspira Quino.
—Bueno, hay que estimularse con
otras conductas. Por ejemplo veo sobre tu escritorio las “Obras poéticas” de
Borges…
—Sí, me gusta muchísimo Borges. Como todo lo que ha hecho. Es la primera
vez que me regalan un libro de poesía. Y me encanta. Eso de “…fue por este río
que vinieron las naves a fundarme la patria…” ¡me parece una maravilla! Te
repito que todo lo de él me parece una maravilla. Me gusta mucho leer. También
Sabato, también Cortázar. Y siento una gran admiración por Alfonsina Storni. Me
emociona muchísimo. También hemos sido muy amigos con María Elena Walsh. –Quino
se ríe silenciosamente:– Fuimos muy amigos hasta que… no sé qué cosa dijo que
me cayó mal. Se lo comenté y ¡no le gustó mucho! Pero, bueno, yo la quería
mucho.
—Y si, mágicamente, volvieras a ser
chico ¿elegirías dibujar?
La respuesta es inmediata:—Sí. Nunca me hubiera imaginado haciendo otra
cosa. Bah… me hubiera gustado, sí, tocar algún instrumento. El piano, por
ejemplo. Me gusta mucho la música. Me hubiera gustado… bueno, toqué la armónica
cuando era chico… Te diré que cuando la música es buena y está bien hecha, ¡me
gusta todo! En cuanto al folklore, aunque te parezca extraño, lo que más he
escuchado es música turca.
—¿Por qué?
—Mirá, por razones familiares también me gusta el flamenco pero la música
turca nunca repite la melodía cantada sino que los instrumentos de la orquesta
van haciendo variaciones sobre el tema. Entonces, no te cansa nunca!
—Y, a propósito de cansancio ¿vos no
creés que los jóvenes se han cansado un poco del humor?
—Sí, creo que ha desaparecido bastante. Cuando yo era chico había
muchísimas películas humorísticas: el Gordo y el Flaco, Chaplin que era de
llorar y reírse pero también estaban Danny Kaye, Red Skelton, Jacques Tati… y
ese cine ha desaparecido completamente.
—También en Italia, Sordi y Gassman
no han tenido herederos…
—De acuerdo. Porque Benigni… no, no… Bueno, me gustaba mucho cuando lo
empecé a ver en Italia por televisión pero, luego, las películas que ha
hecho…Inclusive con “La vita é bella” me chocó un poco que tomara un tema así
en solfa… Después, la vi otra vez y la cosa no me pareció tan grave… Y
volviendo a la época del humor fijate que aquí en radio, por ejemplo, estaban
Codecá, Niní Marshall, Sandrini, el Zorro, los Cinco Grandes del Buen Humor…
había para elegir. Desgraciadamente esto ha desaparecido.
*Publicado el 29 de julio de 2012.
© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú el sábado 02/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.