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sábado, 29 de noviembre de 2025

Sobre el crédito de los bancos de Wall Street... @dealgunamanera...

 Sobre el crédito de los bancos de Wall Street: fue culpa del señor Bessent que no llegaran…


Scott Bessent. Dibujo: Pablo Temes

La activación del préstamo por US$ 20 mil millones que los bancos privados de Wall Street analizaban para asistir a la Argentina quedó frenada por las demoras y recelos del Tesoro estadounidense, que no logró garantizar un esquema financiero y político de largo plazo. La falta de respaldo obligó a recurrir a un REPO de apenas US$ 5 mil millones para cubrir el vencimiento de enero, mientras el gobierno de Milei enfrenta exigencias del FMI, del Tesoro y del mercado para acumular reservas y reducir el riesgo país.

© Escrito por Carlos Burgueño, Periodista. Lic. en Ciencia Política. Máster en Economía y Sociología, el sábado 29/11/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

El problema de la demora en la activación del préstamo por US$ 20 mil millones que un grupo de bancos privados norteamericanos iba a otorgar a la Argentina no fue responsabilidad de las entidades comandadas por JP Morgan. Las dificultades principales provinieron de la falta de celeridad y claridad en la aplicación de las garantías necesarias para activar el crédito puente desde el Tesoro de los Estados Unidos. Fue la repartición que maneja Scott Bessent la que no logró, en tiempo y forma, generar el respaldo financiero y político indispensable para que los bancos privados de Wall Street diseñaran el mecanismo de activación del crédito. Por eso, el dinero disponible para la Argentina para afrontar los US$ 4.300 millones que el país debe pagar el 9 de enero próximo –por los vencimientos de los Bonares y Globales reestructurados en octubre de 2020– provendrá de un más modesto mecanismo de REPO (Repurchase Agreement) por unos US$ 5 mil millones. Sin intervención del Tesoro y con garantías propias de las entidades financieras.

El problema está en Buenos Aires, donde la posibilidad de un default es real.

Luego, y tal como adelantó este diario, habrá que negociar durante el segundo semestre del año si se puede reactivar el apoyo por los US$ 15 mil millones restantes, para garantizar los tres pagos que le quedarán al gobierno de Javier Milei en el resto de su gestión hasta diciembre de 2027. Y si este dinero provendrá de la reactivación del préstamo de los bancos privados que operan en Wall Street o si se deberá recurrir al mercado financiero internacional voluntario de colocación de deuda, para lo cual la Argentina deberá garantizar un riesgo país inferior a los 400 puntos básicos, como máximo.

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El problema de Bessent para ser garante de la emisión de deuda surgió a comienzos de noviembre, y es estrictamente político. La deuda negociada con los bancos privados estaba diseñada, en principio, para una duración de diez años. Esto quiere decir que vencería teóricamente en enero de 2036. Hasta ese momento debía coexistir el pasivo con garantía del Tesoro de los Estados Unidos. El problema técnico surgió cuando, legalmente, se debía implementar un esquema de garantías financieras que permaneciera durante veinte semestres, asegurando que el país cumpla con los pagos. Si no lo hiciera, sería el Tesoro el encargado de cubrir ese eventual default local.

Ese lapso excede la gestión de Javier Milei y de su equipo económico, aun cuando eventualmente fuera reelegido por otros cuatro años en 2027. En ese caso, su mandato se extendería hasta diciembre de 2031, cinco años antes del vencimiento de la vida útil del bono emitido por los bancos norteamericanos con la venia del Tesoro. Para entonces, las eventualidades políticas de ambos países son un misterio.

Aventurar si en Estados Unidos continuará un gobierno republicano que mantenga la garantía es relativamente más sencillo, dada su institucionalidad probada. El problema está en Buenos Aires, donde la posibilidad de un default –por el pésimo currículum financiero internacional criollo (tres desde 1983)– hace que la alternativa de un incumplimiento esté siempre al acecho. Y que la necesidad eventual de la presencia del Tesoro sea permanente. Si el país entrara en una crisis financiera y requiriera un rescate de esta deuda, debería dar explicaciones Bessent y su equipo, quienes además deberían diseñar un esquema de seguros para cubrirse monetaria y legalmente ante una eventual trapisonda local.

Para los períodos políticos futuros, nada asegura que un signo político contrario al actual –en cordial convivencia con los republicanos de Washington– se mantenga en el tiempo. Y, según trascendió, había cierta reacción negativa de Bessent y su equipo a garantizar por un período tan extenso la posibilidad de un default argentino motivado por un cambio de signo político o una crisis que impidiera cumplir con los compromisos diseñados con JP Morgan.

Este cruce de dudas retrasó el diseño del préstamo por US$ 20 mil millones y dio lugar a la creación de un REPO más modesto.

La idea de Caputo era presentar antes de fin de año el acuerdo con los bancos privados, mostrar que el temor al potencial default de la gestión Milei estaba disipado y que había llegado el momento de volver al mercado financiero internacional de deuda voluntaria. Sin embargo, no podrá ser. En el mejor de los casos, el pago de enero se concretará con dinero que solo alcanzará para cumplir ese vencimiento con los bonistas.

La estrategia del Ministerio de Economía era aún más optimista, y sostenía que tampoco sería necesario aceptar el préstamo securitizado por el Tesoro: que, con solo presentarlo, automáticamente se abrirían para Finanzas los “cielos celestes” de la colocación internacional de deuda. En definitiva, los US$ 20 mil millones de los bancos privados más los US$ 20 mil millones del swap con el Tesoro sumarían unos US$ 40 mil millones que Caputo exhibiría en la vidriera internacional, garantizando un interés bajo en una colocación voluntaria de bonos públicos; mejorando plazos y montos respecto de la reestructuración de Guzmán, en la que se negoció una tasa del 3,07%.

Para tener una referencia de lo lejos que se está hoy de aquel porcentaje, la Argentina pagaría algo más del 9% anual en dólares.

La estrategia de Economía era optimista: no era necesario aceptar el préstamo.

Ahora, Luis “Toto” Caputo deberá trabajar a destajo en una estrategia que incluya un cambio drástico en la política cambiaria del primer semestre. Para el período sojero de 2026 (entre marzo y julio), Economía deberá mostrar una clara tendencia a la compra de dólares y al aumento de reservas del Banco Central. Es un requisito tripartito e ineludible: lo exige el FMI, el Tesoro de los Estados Unidos y los mercados financieros. Tanto Kristalina Georgieva, como Bessent y los técnicos de J.P. Morgan que trabajaban en el préstamo, se lo dejaron en claro al Palacio de Hacienda.

Si aun así se necesitara todo o parte del dinero de Donald Trump para el segundo vencimiento, el del 9 de julio de 2026, habría dos opciones: un simple swap de monedas (intercambio de pesos por dólares sin registrar deuda en los pasivos del Estado) o una recompra de bonos en poder del Estado a través del Fondo de Garantía de Sustentabilidad.

Lo importante de ambas alternativas es que, según la visión oficial y la de la mayoría de los analistas, no requerirían una ley, ya que técnicamente no implican nueva deuda: solo recambio de vencimientos cortos por largos. Pero para eso, hay que replicar la tasa de Guzmán: 3,07%. De lo contrario, en términos reales habría mayor endeudamiento. Salvo que el 9 de enero se pague con reservas. Algo que no podrá ser.



sábado, 25 de octubre de 2025

El costo del poder - Milei gastó más de 7.400 millones de dólares para sostener el dólar antes de las elecciones… @dealgunamanera...

Milei gastó más de 7.400 millones de dólares para sostener el dólar antes de las elecciones… 

El "paisano" Benjamín. Dibujo: Pablo Temes.

Las elecciones legislativas del domingo llegan con un costo histórico: el Gobierno utilizó una cifra que podría trepar a US$ 8.400 millones con el aporte del Tesoro de EE.UU. –para contener al dólar en los dos meses previos al comicio–. Según el Banco Provincia, se trata del cuarto mayor episodio de ventas desde 2003. En paralelo, un informe del J.P. Morgan advierte que los mercados descuentan un resultado adverso para los libertarios, aunque algunas acciones locales aún ofrecen margen de recuperación si el oficialismo logra evitar una derrota contundente.

© Escrito por Carlos Burgueño, Periodista. Lic. en Ciencia Política. Máster en Economía y Sociología, el sábado 25/10/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

Las elecciones en la Argentina cuestan caras. Quizá más que en cualquier otro país de la comarca latinoamericana. Y, en particular, el acto eleccionario de mañana salió carísimo. Concretamente, unos US$ 7.400 millones de dólares. Y podrían ser 7.500 millones de dólares. Ese es el dinero calculado que el Gobierno debió utilizar para sostener el dólar en los complicados últimos dos meses, el tiempo electoral previo al 26 de octubre. Y todo esto para llegar en una situación casi terminal.  

Medido en términos del último informe del J.P. Morgan presentado el miércoles pasado en sociedad en Buenos Aires, de la mano del propio CEO plenipotenciario del banco a nivel mundial, Jamie Dimon, el “praiceo” de los bonos y acciones argentinos navega cerca del 30% de los votos a los libertarios de mañana. El informe, llamado 
“Estrategia sobre Argentina. Perspectivas antes de las elecciones legislativas de medio término”, no necesariamente es negativo. Presentado ante la mirada de ilustres popes que visitaron Buenos Aires en las últimas horas, como Dimon, Condoleezza Rice y Tony Blair (ambos políticos hoy militando para el banco internacional), el trabajo del J.P. Morgan recomienda con mucha prudencia y selectividad algunas acciones argentinas de los sectores de energía y bancos, por su potencial de recuperación poselectoral y ante un panorama de posible castigo injustificado de los mercados en las últimas semanas sobre estos papeles; ante la visión de los operadores financieros de optar por el peor escenario ante la suerte del Gobierno en las elecciones de mañana. Según la visión del banco norteamericano, algunas acciones argentinas tienen cotización de un nivel de votos del 30% para los libertarios, porcentaje que si finalmente queda bajo y a las huestes de Javier Milei le va mejor, se convierten en alternativas de alta rentabilidad potencial. Para el J.P. Morgan, si no hay una nueva “paliza” electoral en la provincia de Buenos Aires, el mercado podría reducir su nivel de preocupación. Mientras tanto, se llega a mañana con alto temor por parte de los inversores. Muchos de ellos impulsados en el miedo por el otro famoso informe del mismo J.P. Morgan del 31 de junio pasado, donde se le recomendaba a sus clientes con posiciones en pesos, que abandonen ese barco y se refugien en el dólar. Recomendación que los tenedores de papeles en moneda criolla obedecieron.



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Desde ese informe, muchos operadores encuentran el momento del inicio de las plagas de Egipto para la estrategia cambiaria, financiera y electoral de los libertarios. A partir de los primeros días de julio, y ante el hecho inocultable había fracasado cualquiera que haya sido la estrategia del oficialismo para acumular reservas, comenzó una primero lenta y luego acelerada carrera para posicionarse en la verdadera moneda fuerte del país: el dólar. Nada nuevo. Ni nada que no se pudiera prever. Pero sí sorpresivo para un esquema libertario, donde lo que se debería haber respirado es confianza, en aquellos días de fines del primer semestre del 2025. Comenzaron así las políticas de intervención indirecta y después directa para intervenir en el mercado cambiario; lo que determina luego lo caro que salió la política de no dejar escapar al dólar para tener más chances electorales. Lo primero no se pudo lograr. El dólar terminó peleando los 1.500 pesos. Lo segundo se verá mañana.

El fenómeno fue tratado por otro informe. Según el trabajo “Semana Económica. Cuántos dólares necesitará la economía argentina en 2026 y 2027: haciendo cuentas raras para economías normales”, elaborado por la Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia, se llega a la conclusión que el período de mayor intervención fue el de septiembre y octubre, donde se usaron unos US$ 7.400 millones para sostener la divisa. Que igualmente llegó a las elecciones peleando el tope de gama del sistema de bandas negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el Facilidades Extendidas firmado el 11 de abril. Según el trabajo, “entre septiembre y octubre, se usaron US$ 7.400 millones de fuentes exógenas –ajenas a la dinámica propia de mercado– para contener al tipo de cambio: el Banco Central vendió US$ 1.100 millones en el MULC, el sector agropecuario adelantó US$ 5.700 millones y el Tesoro vendió US$ 440 millones netos (US$ –550 millones en la primera semana de septiembre, luego le compró US$ 2.120 millones al sector agropecuario y finalmente vendió poco más de US$ 2 mil millones en octubre)”. A este dinero habría que sumar el glorioso aporte del Tesoro de los Estados Unidos, cuya cifra final es algo vidriosa, pero que podría haber al alcanzado los US$ mil millones, contabilizando el aporte inconmensurable de unos US$ 450 millones del miércoles 22 de octubre. Aporte que permitió cerrar la semana con más tranquilidad cambiaria que la proyectada por las fuerzas cambiarias locales.

El trabajo del Banco Provincia hace historia, y evalúa que “sin incluir las eventuales compras de pesos del Tesoro de Estados Unidos, este sería el cuarto mayor episodio de ventas desde 2003: la primera fue entre agosto y diciembre de 2015, cuando el Banco Central vendió US$ 9.900 millones, la segunda entre abril y mayo de 2018, cuando se sacrificaron US$ 7.750 millones de reservas y la tercera entre agosto y octubre de 2019, con US$ 7.650 millones”.

Habrá que ver desde el lunes, si este aporte de US$ 7.400 millones (que podrían ser más de 8.400 si contabilizamos al Tesoro de los Estados Unidos), resultó un buen negocio. Esto sucederá si se cumple la premisa que el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo lanzó el jueves pasado, donde aseguraba que desde el lunes 27 nada se modificará, que la política cambiaria no sufrirá alteraciones, que continuará el sistema de bandas y que, incluso, el valor del dólar retrocederá. Habrá que tomarle la palabra.

En algún momento de comienzos del 2023 pensaba el Gobierno que el trayecto económico a las elecciones del domingo serían una especie de desfile. Se pensaba en una inflación a septiembre del 2025 con un cero por delante (fue de 2,2%), un dólar dominado (pelea los 1.500 pesos con una devaluación acumulada de 40%), una actividad altiva (quizá estemos en proceso de recesión) y un consumo reactivado (entre septiembre y agosto cayó 0,2%). Se llega además, con un salvataje de los Estados Unidos y un FMI esperando que se terminen de contar los votos para presionar por las reservas.

Sin embargo, en la economía como en el fútbol, siempre hay revancha. Mañana se sabrá si Javier Milei y Luis “Toto” Caputo la tendrán. 

Y el lunes, los que votarán serán los mercados.






domingo, 19 de octubre de 2025

Entre Washington y Buenos Aires - La pulseada que sacudió al dólar y reavivó la desconfianza inversora… @dealgunamanera...

Entre Washington y Buenos Aires - La pulseada que sacudió al dólar y reavivó la desconfianza inversora…

El séptimo de caballería. Dibujo; Pablo Temes.

El 16 de octubre marcó un hecho sin precedentes: el Tesoro de Estados Unidos intervino en el mercado argentino para sostener el peso, pero los operadores locales le hicieron frente comprando dólares. La maniobra, ejecutada a través del Citi, no logró frenar la suba de la divisa. Mientras tanto, el gobierno de Milei espera con ansiedad la activación del swap de 20 mil millones de dólares prometido por Donald Trump, Scott Bessent y el propio FMI para evitar un default entre 2026 y 2027.


© Escrito por Carlos Burgueño, Periodista. Lic. en Ciencia Política. Máster en Economía y Sociología, el sábado 18/10/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Los mercados tienen una metáfora que los describe con exactitud: el capital tiene la valentía de un ciervo y la velocidad de una liebre. Llevado a la realidad, el dinero invertido y manejado por profesionales de ocasión (los famosos traders) tiene una atención permanente al 100% mirando las circunstancias que rodean la apuesta, huelen a distancia el riesgo cuando este es demasiado alto y una opción que una vez produjo rentabilidades importantes ya tiene aroma a peligro y, finalmente, están a una tecla directa de huir de ahí hasta nuevo aviso. Se podría agregar que el capital no es rencoroso, y que ante una nueva oportunidad de negocios y renta, el ciervo volverá por los sabrosos líquenes que comió en el lugar de peligro y a estar atento para huir con la velocidad de una liebre en forma.

Y nada como el mercado argentino para demostrar esta teoría. El jueves se vivió una jornada vibrante y para la historia. Por primera vez desde que el jueves 9 comenzó a ejecutarse el plan de salvataje de los Estados Unidos a la Argentina, en su versión intervención del Tesoro en el mercado cambiario, el 16 de octubre las fuerzas locales (que no son las del Cielo) enfrentaron la embestida desde Washington, y compraron dólares al mismo tiempo que desde los Estados Unidos se compraban pesos. Se especuló con que el Tesoro compró ayer unos 100 millones de pesos más, y que ya completa un total de casi mil millones. La operación de ayer se realizó a través del Citi, que al cierre de esa rueda informó a sus clientes lo siguiente: “Acabamos de ejecutar operaciones al contado de USD/ARS en nombre del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en el mercado local”. No obstante, el dólar mayorista volvió a subir ese día, igual que lo ocurrido en la rueda anterior. El tipo de cambio comercial ganó 22 pesos o un 1,6% este jueves, a $ 1.402 para la venta, el precio más alto desde el jueves 9, justamente cuando inició la intervención directa de la administración de Donald Trump en la plaza local.

Evidentemente, y por primera vez, hubo una decisión de los tenedores de pesos de desafiar la intervención del Tesoro de los Estados Unidos, de la misma manera que hasta el jueves de la semana pasada se desafiaba al Tesoro, pero argentino. Aquellos días tan lejanos (siete días atrás en realidad), y hasta el miércoles de la semana pasada el Ministerio de Economía, a través del Tesoro, había vendido unos 1.200 millones de dólares, y le quedaban poder de fuego por unos US$ 600 millones. Advirtiéndose además que antes de fin de mes, habría que pagar unos 300 millones a organismos financieros internacionales. Fue entonces cuando aparecieron las fuerzas de Washington mostrándoles a los operadores locales del mercado cambiario, que el Tesoro estaba dispuesto a comprar pesos (obviamente a pérdida), para sostener al gobierno local en su marcha hacia las elecciones legislativas del 26 de octubre. La situación se ordenó ese jueves al cerrar la rueda, se mantuvo controlada el lunes, se complicó el martes con las poco claras declaraciones de Donald Trump, pero, a fuerza de una nueva intervención del Tesoro norteamericano, se ubicaron en tiempo y forma ayer, con un dólar que cerró a 1.475, por debajo de la frontera psicológica de los 1.500 pesos.

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Sin embargo el 16, se registró el primer enfrentamiento directo entre el Tesoro de los Estados Unidos (el de la Argentina está fuera de juego) y los mercados locales, una batalla inédita en la historia de las finanzas y la política cambiaria criolla. Y quizá mundial. Se podría decir que este primer combate resultó positivo para las fuerzas criollas que lograron sostener el precio de la divisa por arriba de los 1.400 pesos, aun con la intervención del Tesoro a través del Citi.

Evidentemente, el hecho de haber quedado liberados luego de la licitación del miércoles de Letras del Tesoro unos 1,4 millones de dólares en pesos en moneda local que antes estaban en papeles no renovados, y que demandan dólares, no quedarse en pesos, fue una fuerza demasiado potente, aun para la intervención simbólica de Scott Bessent y sus muchachos.

El ciervo no se contentó con la seguridad teórica del Tesoro versión EE.UU., y eligió correr rápido como una liebre a los dólares de ocasión. Venciendo incluso al efecto confianza que intentaron mostrar las fuerzas de Bessent.

Algo quedó claro ese día. Los mercados solo esperan una noticia concreta y exacta: cómo será la activación del swap por unos US$ 20 mil millones que el gobierno norteamericano asegura, reafirma y repite se pondrá a disposición de la Argentina con un único objetivo simple, claro y concreto: que el país no caiga en default entre 2026 y 2027. Según lo negociado, divulgado pero no confirmado, Estados Unidos sería a disposición del país en alguna cuenta del Tesoro argentino en el Banco Central de la República Argentina (BCRA), se activará cada vez que llegue un vencimiento importante de los bonares y globales; y, también, los bopreales. Los dólares que pondrá a disposición del gobierno norteamericano a través de los DEG del Fondo Monetario Internacional (FMI), se activarán y podrán a disposición del país días antes de concretar los pagos correspondientes al 9 de enero y 9 de julio de 2026 y 2027. Serían unos 4.224 millones en el primer caso, y otros 4.213 en el segundo. En total, US$ 8.437 millones que se replican en ambos períodos sumando finalmente 16.874 millones. A este dinero hay que sumar 1.005 millones de bopreales (bonos emitidos para cancelar la deuda con los importadores incurrida durante el gobierno de Alberto Fernández) en febrero y otros 1.028 millones en mayo, con un total de 2.033 millones de dólares, en ambos casos solo para el ejercicio 2025. Los dos capítulos suman US$ 18.907 millones; unos US$ 1.093 millones menos que el dinero que los US$ 20 mil comprometidos en la ayuda de Estados Unidos y el FMI.

Los dólares se activarían unos días antes del pago, quizá, sin que la Argentina deba pedir autorización. Simplemente el país deberá anunciar al Fondo Monetario Internacional (FMI), que activará una cantidad predeterminada de Derechos Especiales de Giro (DEG, la moneda del organismo cotizante en dólares), los que se descontarán de los casi 110 mil millones de dólares que Estados Unidos aporta anualmente al organismo que maneja Kristalina Giorgieva. El dinero se utilizará exclusivamente para cumplir con el vencimiento de los bonares y globales o los bopreales. Solo para este motivo. Ni una divisa para sostener tipos de cambio o compromisos varios existentes o por inventar. Concretamente, la intención puntual y exclusiva, es que la Argentina no caiga en default durante los dos años que restan de gestión de Javier Milei. Luego, se verá.

Como se instrumentarían a través del FMI vía swap, piensan en ambos costados de las orillas donde se diseñó el plan; no se requerirá ni una ley en la Argentina ni una autorización del Congreso de los Estados Unidos. En el primer caso, porque significaría cambio de pasivos, ya que la deuda con bonistas muta en pasivo con el FMI; con lo cual, al no haber nuevo endeudamiento, se surfearía la necesidad de pasar por el Congreso. Al menos en la visión del oficialismo. Por el lado del gobierno de Donald Turmp, no hay dinero de la administración nacional para la Argentina, sino un giro de dólares desde el FMI con plata que, sí o sí, con o sin ayuda al país sudamericano, EE.UU. habría destinado al Fondo. Trump salvaría las críticas demócratas. Y mantendría a su aliado en sintonía con el capitalismo mundial.

Hasta que este anuncio no se concrete. Se anuncie. Se ponga en funcionamiento. Y, en lo posible, se muestren los papeles firmados por los dos gobiernos, el peso argentino será un ciervo atento y cobarde, a punto de huir al dólar como una liebre.




 

sábado, 21 de junio de 2025

 Caputo, Milei y el “siga, siga” del FMI: examen con guiño y reservas en rojo...

Kaput, el mago con dientes. Dibujo: Pablo Temes

El FMI desembarca en Buenos Aires para revisar el cumplimiento de las metas del acuerdo firmado en abril. El ministro Luis Caputo prepara un recibimiento triunfal con superávit fiscal y emisión cero, las joyas de la gestión libertaria. Sin embargo, la falta de acumulación de reservas obliga a pedir un waiver. El organismo no sancionará esta vez, pero marca su disconformidad con el tipo de cambio y la decisión oficial de no intervenir en el mercado pese a una liquidación récord del agro. La pulseada entre la ideología y las técnicas de manual reaparece y deja un aviso: en diciembre se acaba la tolerancia.

© Escrito por Carlos Burgueño el sábado 21/06/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Ahora sí. Luis “Toto” Caputo podrá ponerse el traje de gala para recibir a los visitantes que llegarán la semana que entra a Buenos Aires. La primera misión oficial del Fondo Monetario Internacional (FMI) para verificar el cumplimiento de las metas y objetivos del facilidades extendidas firmado con la Argentina el 11 de abril pasado y puesto en vigencia el 14 de ese mes, estará presente en el muy famoso quinto piso del Palacio de Hacienda, para ponerles el tilde verde a los números y porcentajes de la economía criolla del primer trimestre. Con un waiver: el de acumulación de reservas en el Banco Central, que no tendrá para la última semana de junio el nivel firmado con el organismo, pero que no ameritará sanciones desde Washington, que dejará los exámenes finales para diciembre de 2025. Mientras tanto, en este capítulo habrá un homenaje a aquel recordado árbitro argentino Francisco “Pancho” Lamolina, quien en las décadas de los 80 y 90 dejó para la historia la frase “siga, siga”. En definitiva, no será motivo de sanciones duras no haber acumulado dólares en tiempos difíciles, siempre que la promesa firmada quede firme para la medición anual. Para el último día del año, sí o sí, la casa de monedas que maneja Santiago Bausili deberá contabilizar US$ 2 mil millones en positivo. Si no, habrá que renegociar con caras amargas.

Mientras tanto, volviendo a la última semana de junio de 2025, Caputo y su gente podrán desplegar en los escritorios del Ministerio de Economía cómo el gobierno de Javier Milei se sacará un 10 felicitado en las otras dos metas innegociables que el país debe cumplir con el organismo. Y de lo que dependerá que desde Washington se liberen los US$ 2 mil millones comprometidos para julio de 2025 desde las arcas del FMI. Las dos metas sobre las que desde Hacienda se esperan aplausos de parte de los visitantes comandados por el encargado del caso argentino, el venezolano Luis Cubeddu, son obviamente el superávit fiscal y la no emisión monetaria. En el primer caso, Caputo exhibirá, orgulloso, el ahorro acumulado a mayo de 2025 del 0,8% del PBI. O, convertido a dólares, unos US$ 8 mil millones. Si se tiene en cuenta que para todo el ejercicio el compromiso llega a un superávit fiscal del 1,6% del PBI y, de seguir este ritmo, de superávit primario (recaudación vs. gasto) la meta pactada se completará antes de octubre. Y para noviembre habrá tiempo para alguna finta de lujo que permita alcanzar la meta del 1,8% de superávit, y repetir la performance del 2025. Para diciembre, como siempre, la situación siempre empeora con gastos como aguinaldos y proveedores, lo que hace imposible cerrar las cuentas en equilibrio. Con lo cual, la magia fiscal de Caputo terminará para noviembre. Pero, parece, el impulso alcanzará para cumplir con creces la meta primaria firmada con el FMI.

La segunda meta innegociable para el Fondo es la no emisión de moneda. Cero. Ni excepciones. Algo que Milei en persona gusta y disfruta cumplir, y considera la base de su modelo económico, político y social. Y que desde el primer día de permanencia en la Casa de Gobierno ordena cumplir a todo funcionario que se precie de tal. El FMI siempre consideró que Argentina tuvo históricamente un vicio impresor de billetes locales sin respaldo, y que el tándem Milei-Caputo fue el único par de responsables de la economía argentina, que entendió que por este capítulo está el verdadero motivo de los males del país, al menos los que dan origen al alza inflacionaria. El Fondo compró esta pasión del libertario asumida como un padrenuestro por su ministro, y asumió como un trío la misión de no emitir un solo peso sin respaldo en los cuatro años de vigencia del mandato de Javier Milei. Y todos cumplen su compromiso.

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Ante este panorama, y con las observaciones de rigor, no habrá problemas para que el FMI, en julio, libere los primeros 2 mil millones de pagos extra, por encima de los US$ 12 mil millones que el 14 de abril pasado llegaron a las reservas del BCRA. Y le permiten al Ejecutivo contabilizar dólares activos por más de 40 mil millones de dólares.

Los problemas, saben en Buenos Aires y en Washington, vienen por otro lado. Hay un dato importante de la marcha de la economía argentina que no les cierra a los técnicos del organismo mundial que monitorean al país. Y esto, más allá de la falta de acumulación de reservas en el Banco Central.

En el Staff Report publicado días después de firmado el facilidades extendidas del 11 de abril, el FMI recomienda que el tipo de cambio ejecutivo para el trimestre posterior al comienzo de la vigencia del acuerdo debería navegar por arriba del 20% de la cotización del día anterior a la entrada en vigencia del acuerdo. Esto implicaría, aproximadamente entre 1.315 y 1.320 pesos frente a la cotización de cierre de la semana; aun teniendo en cuenta el alza de las últimas jornadas de cierre de mayo. Aproximadamente, un 10% menos que la recomendación del FMI. El organismo consideraba apropiado un comienzo de vigencia del sistema de bandas a un dólar navegando entre los 1.200 y los 1.250 pesos, considerando que era un muy buen inicio de régimen. Más teniendo en cuenta que a ese nivel no hubo en los primeros días del nuevo sistema mucho traslado a inflación. O que, si lo hubo, podría haberse controlado entre el 2,5% y el 3%. Sin embargo, los firmantes de Washington del facilidades extendidas nunca tuvieron en carpeta la posibilidad de que el dólar oficial operara a la baja, y que navegara hacia aguas más cercanas a los $ 1.100 que a los más de $ 1.300 que consideraba el organismo como óptimos para el cierre del segundo semestre. Mucha diferencia. Más teniendo en cuenta que es el ítem que más le importa al fiscalizador general Luis Cubeddu.

Prima hermana de esta queja, aparece otro cuestionamiento desde Washington. No se entiende desde el FMI cómo es que el Gobierno renuncia a la acumulación de reservas vía compra de divisas a un valor incluso menor al estipulado desde el Fondo de más de 1.300 pesos dentro de la banda. Más teniendo en cuenta que hubo una liquidación sojera y aceitera de más de 3 mil millones de dólares en mayo, lo que implica un nuevo récord. Y que de ese dinero ni un solo dólar quedó de aumento de las reservas. El criterio del FMI es que si se hubiera intervenido en el mercado de demanda de divisas del BCRA, no menos de US$ 2 mil millones podrían haber ingresado a las arcas de la entidad. Y que, liquidación de los US$ 4.500 millones del 9 de julio mediante, los ahorros del Central se podrían haber incrementado en no menos de 1.000 millones de dólares. Con ese número igual habría habido necesidad de waiver, pero con un sabor más simpático desde Washington.

Sin embargo, la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda aplicaron durante mayo otra estrategia. Más ideológica que técnica. Esperar a que el dólar llegue a los 1.000 pesos para ahí comenzar a comprar. Y demostrarle a todo el que quiera analizar el sistema cambiario argentino que él tenía razón al asegurar que la divisa al primer trimestre de 2025 no necesitaba de una devaluación. Este fin de junio ratifica esa posición, pese a que está terminando el período lectivo de liquidación sojera, la que probablemente mostrará para fin de mes un nivel récord, sin que el BCRA haya mostrado subas en el nivel de reservas por la vía de compra de dólares.

Recuerda el Presidente que la batalla por la devaluación fue lo que hizo que se eyectara de las responsabilidades con la Argentina el aún director gerente para el hemisferio occidental, el chileno Rodrigo Valdés, que en las negociaciones de mediados de 2024 discutía con el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, sobre la necesidad de corregir el tipo de cambio de entonces en un 20%. Mínimo. Valdés fue echado de las negociaciones, pero hacia abril de 2025 el FMI le dio, bastante, la razón.

Milei se negó todo lo que pudo al esquema de bandas, defendiendo su teoría de los 900 pesos. Pero, ya acosado por el mercado a fines del primer trimestre del año, tuvo que ceder. Y negociar las bandas cambiarias de la tercera etapa de su plan de estabilización. El techo de 1.400 pesos fue exigencia del FMI, que no quería ni quiere una banda de máximos bajos que obligue rápido al Central a vender dólares y perder reservas. La de 1.000 fue exigencia de Milei, que quería un piso por debajo de los 1.096 pesos de cierre del régimen anterior. Para demostrar que tenía razón, que el valor de su diseño anterior, 100% propio, era el correcto. Y que la economía argentina de hoy se mueve más cerca de la base que del techo del sistema de bandas cambiarias que regirá los destinos de la relación del dólar y el peso, al menos hasta las elecciones legislativas de octubre.

No pudo ser. Esa apuesta de compra a los 1.000 pesos nunca llegó. No se sumaron dólares al BCRA. Más bien se perdieron. Y ahora llega el momento de ir a negociar un waiver al FMI. A tres meses de firmado el facilidades extendidas.





lunes, 13 de mayo de 2024

Panorama económico. La bestia que avanza y nadie le presta atención… @dealgunamanera...

 Panorama económico. La bestia que avanza y nadie le presta atención…

Picosaurio. Dibujo: Pablo Temes

El desenlace del juicio en EE.UU. por la reestatización de YPF va a encontrar a una Argentina desarmada e inerte.

© Escrito por Carlos Burgueño el domingo 11/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

La bestia avanza. Nadie la puede parar. Y en algún momento, embestirá fuerte contra Argentina. Y, de no cambiar radicalmente la realidad económica y financiera local, será un golpazo del que se tardarán años, quizá décadas, en salir. Sorprende la inacción, no sólo del Gobierno, sino de toda la clase política criolla; la que a esta altura debería estar resolviendo cómo enfrentará el problema cuando explote, y represente un bombazo enorme contra la estabilidad financiera del país. A cambio de esto, los políticos locales se señalan como los responsables, culpan a fantásticas conspiraciones o, directamente, niegan que sea un problema. Y, como no, apuntan a ver cómo ganar algunos votos con la cuestión. Lo cierto, es que cuando llegue el punto final de un proceso que amenaza demoledor, y de no cambiar la inactiva realidad, la conclusión de un proceso judicial contra la Argentina en los Estados Unidos, donde hay casi nulas chances de ganar; encontrará al país desarmado e inerme.

El juicio contra el país por la manera en que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner reestatizó YPF, continúa su derrotero, con novedades más que peligrosas para la muy débil posición argentina. Como se sabe, las últimas novedades son que el fondo vencedor Burford Capital sobreactúa que quiere cobrar, y le pide a la jueza del Segundo Distrito Sur de Nueva York, Loretta Preska quien falló en contra de la posición local, que avance con embargos a las acciones que el Estado argentino tiene en YPF, el Banco Nación, el Banco Central de la República Argentina (BCRA), Aerolíneas Argentinas, la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales SA, (Arsat) y Energía Argentina SA (Enarsa). No reclama los embargos para cobrar, sino para garantizarse que el gobierno argentino lo hará en el futuro, cuando el caso termine su derrotero que hoy tiene parado en la Cámara de Apelaciones de Nueva York; donde es muy difícil que el país logre dar marcha atrás lo que ya decidió Preska. Habrá, además, una estación más antes del desenlace. Argentina probablemente apele ante la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos; una instancia donde el país nunca tuvo suerte. El proceso total puede demandar unos dos años, y culminar en algún momento del 2026. Demasiado tiempo para pensar soluciones en un país acostumbrado en que el corto plazo es semanas, el mediano un mes y el largo un semestre. Sin embargo, un país que se maneje seriamente debería estar analizando cómo pagará los US$ 16 mil millones que reclaman con un fallo de primera instancia a su favor los Burford Capital y Eton Park, los que con intereses podrían incrementar el número a más de US$ 18 mil millones finales.

Esta causa empezó a ser negociada por el fondo Burford en junio de 2012. Pudo esperar una definición casi 11 años.

Para tener una idea de la dimensión de lo que se está hablando, es el caso de mayor pasivo en dólares en la historia de los juicios de Wall Street. Es la segunda deuda más importante del país luego de los US$ 44.800 millones que se le deben al Fondo Monetario Internacional (FMI). Es el juicio de un privado a un país más importante a nivel mundial. Y, lo más destacado, no hay ninguna manera que Argentina genere semejante cantidad de dólares y los deposite en las reservas del BCRA para cuando el juicio haya concluido. Al ritmo que vienen recuperándose las reservas netas del Banco Central, recién Argentina podría conseguir ese dinero en unos tres años. Pero, claro, debería olvidarse de abrir el cepo. O de pagarle al FMI. O de cumplir con las obligaciones financieras contraídas en el canje de deuda de octubre del 2020.

En paralelo, un tema explosivo navega el juzgado de Preska. Un gran misterio de este megajuicio es quiénes son los socios del principal fondo demandante y vencedor, Burford Capital. Esta persona, personas o sociedades recibirán, cuando Argentina pague, miles de millones de dólares que tendrá que pagarle el país. Para agregarle misterio al guion, Burford ya vendió el 15% del juicio en US$ 66 millones en junio de 2017; tres años después de haberlo adquirido en unos 35 millones de dólares en los tribunales madrileños donde se llevaba adelante el concurso de Petersen Energía y Petersen Inversora. En aquella operación, el fondo de capitales ingleses especializado en adquirir por el mundo causas judiciales semimuertas para luego inyectarles capital y argumentos penales y comerciales para revivirlas y accionar en consecuencia; había valuado la totalidad de la causa por la renacionalización de YPF en unos US$ 440 millones; mientras le declaraba a Preska por un reclamo general de más de US$ 3 mil millones. Con esos 66 millones de dólares de venta del 15% de la causa a los misteriosos accionistas de la causa, Burford Capital puedo solventar todos los gastos de la causa, tanto su adquisición en Madrid, como las acciones judiciales en el Segundo Distrito Sur de Nueva York que maneja Preska. Si la Justicia de los Estados Unidos mantuviera firme el fallo negativo contra el país (algo casi inevitable) hasta el de la causa para cuando llegue a la Corte Suprema de los Estados Unidos y sostuviera así, que el monto a pagar fuera de US$ 16 mil millones, la ganancia de Burford entre la compra de la causa y el cobro final treparía al 45 mil % en algo más de nueve años de juicio. Supera incluso al más de 1.000% de ganancia de los fondos buitre contra Argentina en la causa iniciada en 2006 y finalizada en 2016.

El reto de las reservas, una disputa de poderosos y la pesada deuda eléctrica.

La causa se basa en el reclamo de Burford por la forma en que se nacionalizó la petrolera sin realizar una Oferta Pública de Adquisición (OPA), tal como figuraba en el estatuto definido en 1993 durante la privatización impulsada en la presidencia de Carlos Menem. Allí el país se comprometía en la Bolsa de Comercio de Nueva York a que cualquier operación de adquisición posterior de una porción de la petrolera argentina obligaba a hacer una oferta por el total de las acciones del mercado.

La demanda fue iniciada por un especialista mundial en este tipo de batallas: el fondo Burford Capital. El tipo de maniobra en que se especializa Burford es ofrecer a tribunales de todo el mundo dinero al contado a cambio de la venta de la totalidad o parte de los derechos de estas causas. Burford, un gigante financiero con espaldas amplias, luego aplica el profesionalismo de sus abogados internacionales con toda la paciencia del mundo para esperar los fallos finales. De hecho, esta causa comenzó a ser negociada por Burford en junio de 2013; con lo que pudo esperar una definición de casi 11 años.

El reclamo original del fondo es por los daños generados al resto de los accionistas de la petrolera argentina, luego del pago que se les hiciera a los españoles de Repsol por la reestatización del 49% de YPF en 2012. Burford les había comprado a dos empresas españolas, Petersen Energía SAU y Petersen Inversora SAU (sin vinculaciones ya en ese momento con el grupo argentino Petersen), el privilegio de presentar un caso contra la República Argentina y contra YPF, luego de la expropiación de Repsol en 2012. Finalmente, el 11 de julio de ese año, la compañía anunció que había comprado al fondo estadounidense Eton Park Capital una participación del 70% en un caso similar presentado contra el soberano e YPF en 2016.