Malvinas: el engaño al pueblo argentino y la crónica de un final anunciado…
Plaza de mayo. Embriagado de poder por el baño de multitudes, el general
Galtieri lanzó una proclama belicista que dejó sin margen de negociación a la
Argentina.
Primeras “torpes
decisiones de la Junta Militar”, la segunda entrega de Martín Balza. Los altos
mandos estaban convencidos de que no se llegaría a una guerra. Pero Londres
tenía su plan de ataque listo.
© Escrito por Martín Balza, Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de
la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el viernes 05/08/2023
y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
República Argentina.
Del 8 al 30 de
abril de 1982. El 7 de abril asumió el general Mario Benjamín Menéndez como
gobernador de las islas. Para el canciller Nicanor Costa Méndez la designación
de un militar no era conveniente, pues abandonaba la idea de ocupar para
negociar. Al día siguiente, el Reino Unido (RU)
notificó, a través de la embajada de Suiza en nuestro país, el establecimiento
unilateral de una zona de exclusión marítima en un círculo de 200 millas
náuticas, con centro en las Malvinas, que iba a
entrar en vigencia en tres días.
La intención de la
alicaída gestión de la primera ministra, la señora Margaret Thatcher, era por
demás evidente: escalar la crisis. El 9 de abril, Alexander Haig, un reconocido
europeísta, arribó por primera vez a Buenos Aires y se iniciaron las
inconducentes negociaciones. En el gobierno no había una idea definida sobre el
proceder británico.
Al día siguiente se
produjo una multitudinaria concentración en la Plaza de Mayo.
El presidente Galtieri –un fanfarrón–, desde un balcón de
la Casa de Gobierno, afirmó: “La dignidad y el honor de la Nación no se
negocian. Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla”. Con ello
hirió innecesariamente el orgullo del pueblo británico y limitó la capacidad
negociadora del gobierno.
El 19 de abril se
llevaron a cabo, sin éxito, las últimas conversaciones con Haig en Buenos
Aires, quien reconoció que la señora Thatcher le había pedido, “desde el
inicio, el retiro de todas las fuerzas de Malvinas, y el
restablecimiento de la presencia británica como requisitos previos y
condicionantes para iniciar negociaciones”.
La flota británica,
desde la isla Ascensión, cedida por los EE.UU., había puesto proa hacia el
Atlántico Sur. Simultáneamente, el RU amplió la zona de exclusión a toda nave o
aeronave que se acercara a la Fuerza de Tareas británica, conformando el cerco marítimo
y aéreo sobre nuestras fuerzas en las islas. Al mismo tiempo, atacaron las
islas Georgias del Sur y obtuvieron la rendición de la pequeña guarnición al
mando del teniente de navío Alfredo Astiz.
El 26 de abril, en
Washington, el canciller Costa Méndez en la XX reunión de la Organización de
Estados Americanos (OEA), expresó: “La bandera argentina no
será arriada mientras corra una gota de sangre por las venas del último soldado
argentino que defiende las islas Malvinas”. Indudablemente se trató
de una estúpida arenga bélica, que comprometió nuestra postura. El mes de abril
continuó sin avance alguno en la negociación con el RU, y la incomprensible
inacción política, diplomática y militar argentina.
Además de la Junta
Militar, Galtieri, Anaya y Lami Dozo, los principales altos mandos en el
continente eran, entre otros: los generales Osvaldo J. García, José A. Vaquero,
Cristino Nicolaides, Juan C. Trimarco y Edgardo Calvi; y los vicealmirantes
Juan J. Lombardo y Leopoldo Suárez del Cerro.
Malvinas: el precio del colonialismo
Ellos eran los
responsables de la estrategia nacional y militar, que implica, entre otros
aspectos, disponer el empleo del potencial nacional y de las Fuerzas Armadas
para concretar la obtención de un objetivo nacional o político, libremente en
amplio dominio de los factores espacio y tiempo, con miras a un fin futuro
definido o no.
La táctica es la
conducción que se realiza en los niveles inferiores de la conducción y se
sintetiza en reglas a que deben ajustarse las operaciones de combate en una
situación definida en el espacio-tiempo, y en el terreno donde se efectúa el
choque.
San Martín, cuando
concibió su genial Plan Continental, era un estratega; pero cuando condujo la
Batalla de Chacabuco, era un táctico. En ese ámbito operaron en las islas,
entre otras unidades, los regimientos de infantería, incluido un batallón de
infantería de marina, los grupos de artillería de campaña y la artillería
antiaérea de las tres FF.AA.
Las torpes decisiones de la Junta
Militar, Carl von Clausewitz las hubiera calificado como “un insulto
a los principios de la estrategia”. Los altos mandos citados –y en las islas
los generales Mario B. Menéndez, Oscar Jofre y Omar Parada– evidenciaron una
obediencia patológica y paralizadora, y nunca se atrevieron a expresar
opiniones contrarias a las directivas y órdenes recibidas a pesar que las
circunstancias lo exigían.
No dudo que estaban
convencidos de que no se llegaría a una guerra, a lo sumo a un “duelo a primera
sangre”, y después se negociaría. No se previó ni aplicó el poder de combate
disponible en el continente. El hecho concreto es que a las islas no llegaron,
entre otros materiales: ni blindados (tanques), cañones pesados (155 mm y 20 km
de alcance), artillería antiaérea, radares, vehículos de distinto tipo,
material para prolongar la pista del aeropuerto, helicópteros suficientes, y
apoyo logístico acorde con los efectivos.
El principio de
“unidad de comando”–vigente desde Alejandro Magno– brilló por su ausencia, en
cambio, se instrumentó una ingeniería operativa curiosa, desconcertante e
inservible. La experiencia demuestra que nunca suceden bien las cosas que de
muchos dependen, y obviamente atentan contra el cumplimiento de la
misión.
Una de ellas fue el
Plan Esquemático N° 1/82, emitido el 12 de abril por el comandante del Teatro
de Operaciones del Atlántico Sur, el vicealmirante Juan José Lombardo, que,
entre otros aspectos, disponía: “Desarticular y/o rechazar cualquier forma de
ataque. Ejecutar tiro de artillería de defensa de costas. Mantener una fuerte
reserva. Construir obras de defensa de costas y fortificaciones de playa”.
¿Recursos asignados? Ninguno.
Es lamentable que
Lombardo desconociera la Operación Overlord, ejecutada por los Aliados el 6 de
junio de 1944 sobre las costas de Normandía, Francia, que enfrentó exitosamente
el Muro del Atlántico de los alemanes, cuya construcción había demandado dos
años.
A 41 años del fin de la Guerra
de Malvinas, ¿terminó el conflicto?
El 21 de abril,
Nicolaides visitó Puerto Argentino, permaneció unas pocas horas y a su regreso
al continente expresó: “He visto una fortaleza inexpugnable”. En rigor de
verdad, la posición defensiva era una “tela de cebolla”. Al día siguiente, lo
hizo Galtieri, que tampoco se reunió con los jefes de las unidades tácticas y
dispuso el envío de otras unidades que no respondía a planificación alguna y
agravó la difícil situación logística.
El 30 de abril el
cerco marítimo y aéreo estaba consolidado. Casi estábamos solos ante el mundo.
Las sanciones de la OTAN en el campo económico y militar se concretaron. La
crisis había finalizado. La incapacidad e incompetencia de los altos mandos en
el continente y en las islas era evidente. Continuaban creyendo que no habría
enfrentamiento y se había perdido durante todo el mes de abril un tiempo
irrecuperable.
Los altos mandos en
el conflicto. Hasta el 30 de abril los altos mandos de las Fuerzas Armadas
todavía estaban persuadidos de una solución negociada. Su inacción era
evidente. Los jefes de unidades tácticas éramos testigos de todo tipo de
improvisaciones y de haber cedido totalmente la iniciativa a los británicos. Como
consecuencia de lo expresado, y del cerco marítimo y aéreo, se agudizó
seriamente la situación logística.
No es un dato menor
recordar que el almirante británico Sir Timothy McClement aseguró que desde
mediados de abril operaron en el conflicto cuatro submarinos nucleares. Está
probada la presencia de armamento nuclear en buques de la Task Force (fuerzas
de tarea), aunque esas armas no se usaron. Desde el inicio de la crisis (20 de
marzo) se evidenciaron notorias falencias por parte del Comité Militar.
En el continente se
constituyeron trece comandos operativos. La mayoría de ellos solo incrementaron
la anarquía y la superposición de esfuerzos. Me limitaré a señalar algunos de
ellos: Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (vicealmirante Leopoldo Suárez
del Cerro); Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (vicealmirante Juan J.
Lombardo); Teatro de Operaciones Sur, (general de división Osvaldo J. García);
Fuerza Aérea Sur, (brigadier Ernesto Crespo); Flota de Mar (contraalmirante
Walter Allara); Centro de Operaciones Conjunto en Comodoro Rivadavia (general
García, vicealmirante Lombardo y brigadier Helmut Walter).
Lecciones de Malvinas: una
huella imprescriptible de la historia argentina
Dos principios
vigentes a través de la historia de las guerras, entre otros, son: “unidad de
comando y economía de fuerzas”. Ambos brillaron por su ausencia. En cambio, se
instrumentó una ingeniería operativa poco efectiva que, en lugar de soluciones
y fluidez, afectó negativamente los principios citados.
Recuerdo que el
mariscal Alfred von Schlieffen (1833-1913), dijo: “Uno por lo menos del Comité
Militar, que actualmente debe reemplazar al estratega, debe haber recibido un
poco de óleo sagrado de Saúl”. No era nuestro caso. Además, el ministro de
Defensa, Amadeo Frugoli, el secretario de Inteligencia de Estado, general
Carlos A. Martínez, y el secretario de Información Pública, Rodolfo Baltiérrez,
fueron marginados de los asesoramientos que durante el conflicto adquirían
relevante importancia.
Galtieri seleccionó mal a los altos mandos del
Ejército y a varios regimientos enviados a las islas; algunos dotados de
soldados que no habían completado la instrucción elemental. Impuso un
despliegue inadecuado, invadió jurisdicciones con decisiones inconsultas y
erróneas, incomprensiblemente aceptadas por los altos mandos. El Ejército
participó con menos del 10% de su capacidad operativa y logística.
Anaya sustrajo a la
flota de superficie de las operaciones, cediendo totalmente el control del mar
al enemigo. Su Fuerza participó, con gran eficiencia, con un batallón de
infantería de marina y la aviación naval.
Lami Dozo, para
muchos, no arbitró las medidas para el alargamiento de la pista de Puerto
Argentino, que podría haber intentado disputar la superioridad aérea local al
enemigo, lo cual era muy difícil. No obstante, asumió la responsabilidad de
hacer intervenir a la Fuerza Aérea durante todo el conflicto, y fue el
moderador dentro del Comité Militar.
Cada Fuerza libró
su propia guerra: “el accionar militar conjunto” fue ignorado. El nivel
táctico, que el general francés Antoine H. Jominí definió “como el arte de
pelear en el terreno donde se realiza el choque”, soportó la incompetencia y
limitada profesionalidad de “generales de escritorio” que –reitero–, nunca
creyeron que se llegaría al enfrentamiento y privilegiaban un éxito
diplomático.
El Comité Militar
se aferró a concepciones estáticas superadas desde la época de Julio César y,
durante la crisis, olvidó una vieja prescripción reglamentaria. “Las energías
de la tropa deben conservarse frescas para las circunstancias decisivas (…) El
que somete a una tropa a esfuerzos innecesarios conspira contra el éxito
perseguido” (Reglamento de Conducción del Ejército, 1955).
Tercera
entrega: lecciones de Malvinas
En las islas, los
altos mandos eran: el general Mario B. Menéndez, jefe de la Guarnición Militar
y gobernador; el general Oscar Jofre, jefe de la Agrupación Ejército; el
brigadier Luis Castellanos, jefe de la Agrupación Aérea; y el contraalmirante
Edgardo Otero, jefe de la Agrupación Naval.
Una reflexión de
Juan Pablo ll, a priori, de todo lo expresado: “La estupidez también es un don
de Dios, pero no hay que hacer mal uso de ella”. La mala praxis debe tener, en
todas las profesiones y actividades, su condena jurídica y social, pero a veces
pienso que, en Malvinas, en algunos casos, fue premiada. Galtieri falleció el
12 de enero de 2003, durante un gobierno constitucional. El Ejército, con el
aval político, le rindió los máximos honores militares y en su sepelio se lo
calificó “como soldado ejemplar”.
El 1° de mayo de
1982 se inició la guerra. Hasta 48 horas antes algunos altos mandos del
continente visitaron Malvinas y no
obviaron sacarse fotografías. Cuando empezó el ruido del combate ninguno de
ellos pisó las islas. Se hicieron merecedores del viejo aforismo militar que
dice: “Mantenerse lejos de las bombas y la metralla hace llegar a viejos a los
generales”. Hubo miles de casos, en otras jerarquías –soldados, suboficiales y
oficiales– que combatieron con un valor que recuerda la hidalguía de los
guerreros de nuestra independencia.
Malvinas: the deception of the Argentine people and the chronicle of an
announced end...
May Plaza. Intoxicated with power by the crowds, General Galtieri
launched a warmongering proclamation that left Argentina with no room for
negotiation.
First "clumsy decisions of the Military Junta", the second
installment of Martín Balza. The high command were convinced that there would
be no war. But London had its plan of attack ready.
© Written by Martín Balza, Former Chief of the Argentine Army, Veteran
of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Friday
08/05/2023 and published by the Perfil newspaper of the Autonomous City of
Buenos Aires, Argentine Republic.
From April 8 to 30, 1982. On April 7, General Mario Benjamín Menéndez
took office as governor of the islands. For Foreign Minister Nicanor Costa
Méndez, the appointment of a soldier was not convenient, since he abandoned the
idea of occupying to negotiate. The following day, the United Kingdom (UK)
notified, through the Swiss embassy in our country, the unilateral
establishment of a maritime exclusion zone in a circle of 200 nautical miles,
centered on the Malvinas, which was going to enter effective in three days.
The intention of the depressed management of the Prime Minister, Mrs.
Margaret Thatcher, was more than obvious: to escalate the crisis. On April 9,
Alexander Haig, a renowned Europeanist, arrived in Buenos Aires for the first
time and the fruitless negotiations began. In the government there was no
definite idea about the British procedure.
The following day there was a massive concentration in the Plaza de
Mayo. President Galtieri –a braggart–, from a balcony of the Government House,
affirmed: “The dignity and honor of the Nation are not negotiated. If they want
to come, let them come. We will present battle to them." In doing so he
needlessly injured the pride of the British people and limited the government's
bargaining power.
Lessons from the Malvinas
On April 19, the last conversations with Haig in Buenos Aires were
held, without success, who acknowledged that Mrs. Thatcher had asked him,
"from the beginning, the withdrawal of all forces from the Malvinas, and
the reestablishment of the British presence as prerequisites and conditions to
start negotiations.
The British fleet, from Ascension Island, ceded by the US, had headed
towards the South Atlantic. Simultaneously, the UK extended the exclusion zone
to any ship or aircraft approaching the British Task Force, establishing the
air and sea siege on our forces on the islands. At the same time, they attacked
the South Georgia Islands and obtained the surrender of the small garrison
under the command of Lieutenant Alfredo Astiz.
On April 26, in Washington, Foreign Minister Costa Méndez, at the XX
meeting of the Organization of American States (OAS), expressed: "The
Argentine flag will not be lowered while a drop of blood runs through the veins
of the last Argentine soldier who defends the Falkland Islands”. Undoubtedly it
was a stupid war harangue, which compromised our position. The month of April
continued without any progress in the negotiations with the UK, and the
incomprehensible Argentine political, diplomatic and military inaction.
In addition to the Military Junta, Galtieri, Anaya and Lami Dozo, the
main high command on the continent were, among others: Generals Osvaldo J.
García, José A. Vaquero, Cristino Nicolaides, Juan C. Trimarco and Edgardo
Calvi; and Vice Admirals Juan J. Lombardo and Leopoldo Suárez del Cerro.
Malvinas: the price of colonialism
They were responsible for the national and military strategy, which
implies, among other aspects, arranging the use of the national potential and
of the Armed Forces to materialize the achievement of a national or political
objective, freely in a broad domain of space and time factors. , with a view to
a defined future purpose or not.
The tactic is the conduct that is carried out in the lower levels of
the conduct and is synthesized in rules to which the combat operations must
adjust in a defined situation in space-time, and in the terrain where the clash
takes place.
San Martín, when he conceived his brilliant Continental Plan, was a
strategist; but when he led the Battle of Chacabuco, he was a tactician. In
this area, the infantry regiments, including a marine infantry battalion, the
field artillery groups and the anti-aircraft artillery of the three armed
forces, operated on the islands, among other units.
Carl von Clausewitz would have described the clumsy decisions of the Military Junta as "an insult to the principles of strategy." The aforementioned high commands –and on the islands the generals Mario B. Menéndez, Oscar Jofre and Omar Parada– showed a pathological and paralyzing obedience, and never dared to express opinions contrary to the directives and orders received despite the fact that the circumstances demanded it.
The fallacious fashionable argument used by the Malvinas to justify the
British permanence in the Malvinas
I do not doubt that they were convinced that it would not come to a war, at most a "duel at first blood", and then it would be negotiated. The combat power available on the mainland was not anticipated or applied. The concrete fact is that they did not reach the islands, among other materials: neither armored vehicles (tanks), heavy cannons (155 mm and 20 km range), anti-aircraft artillery, radars, different types of vehicles, material to extend the airport runway , enough helicopters, and logistical support commensurate with the troops.
The principle of “unity of command” – in force since Alexander the Great – was conspicuous by its absence, instead, a curious, disconcerting and useless operational engineering was implemented. Experience shows that things that depend on many never happen well, and obviously threaten the fulfillment of the mission.
One of them was Schematic Plan No. 1/82, issued on April 12 by the commander of the South Atlantic Theater of Operations, Vice Admiral Juan José Lombardo, which, among other things, provided: "Dismantle and/or reject any attack form. Execute coastal defense artillery shot. Maintain a strong reserve. Build coastal defense works and beach fortifications”. Assigned resources? None.
It is unfortunate that Lombardo was unaware of Operation Overlord, carried out by the Allies on June 6, 1944 on the coast of Normandy, France, which successfully confronted the German Atlantic Wall, whose construction had taken two years.
41 years after the end of the Malvinas War, has the conflict ended?
On April 21, Nicolaides visited Puerto Argentino, stayed a few hours, and upon his return to the mainland, he expressed: "I have seen an impregnable fortress." In truth, the defensive position was an “onion cloth”. The next day, Galtieri did, who also did not meet with the heads of the tactical units and ordered the dispatch of other units that did not respond to any planning and aggravated the difficult logistical situation.
On April 30, the maritime and air siege was consolidated. We were almost alone before the world. NATO sanctions in the economic and military field materialized. The crisis was over. The inability and incompetence of the high command on the continent and on the islands was evident. They continued to believe that there would be no confrontation and irrecoverable time had been lost throughout the month of April.
The high command in the conflict. Until April 30, the high command of the Armed Forces were still convinced of a negotiated solution. His inaction was evident. The heads of tactical units were witnesses of all kinds of improvisations and of having completely ceded the initiative to the British. As a consequence of what has been said, and of the sea and air siege, the logistical situation seriously worsened.
It is not a minor fact to remember that British Admiral Sir Timothy McClement assured that four nuclear submarines had operated in the conflict since mid-April. The presence of nuclear weapons on Task Force ships has been proven, although these weapons were not used. Since the beginning of the crisis (March 20) there were evident shortcomings on the part of the Military Committee.
Thirteen operational commands were set up on the continent. Most of them only increased lawlessness and overlapping efforts. I will limit myself to pointing out some of them: Joint Staff of the Armed Forces (Vice Admiral Leopoldo Suárez del Cerro); South Atlantic Theater of Operations (Vice Admiral Juan J. Lombardo); South Theater of Operations, (Major General Osvaldo J. García); South Air Force, (Brig. Ernesto Crespo); Sea Fleet (Rear Admiral Walter Allara); Joint Operations Center in Comodoro Rivadavia (General García, Vice Admiral Lombardo and Brigadier Helmut Walter).
Lessons from Malvinas: an imprescriptible trace of Argentine history
Two current principles throughout the history of wars, among others, are: "unity of command and economy of forces." Both were conspicuous by their absence. Instead, an ineffective operational engineering was implemented that, instead of solutions and fluidity, negatively affected the cited principles.
I remember that Marshal Alfred von Schlieffen (1833-1913) said: "One at least of the Military Committee, which is currently to replace the strategist, must have received a little holy oil from Saul." It was not our case. In addition, the Minister of Defense, Amadeo Frugoli, the Secretary of State Intelligence, General Carlos A. Martínez, and the Secretary of Public Information, Rodolfo Baltiérrez, were marginalized from the advice that during the conflict acquired relevant importance.
Galtieri poorly selected the high command of the Army and several regiments sent to the islands; some staffed soldiers who had not completed elementary instruction. He imposed an inadequate deployment, invaded jurisdictions with unconsulted and erroneous decisions, incomprehensibly accepted by the high command. The Army participated with less than 10% of its operational and logistical capacity.
Anaya removed the surface fleet from operations, fully ceding control of the sea to the enemy. His Force participated, with great efficiency, with a marine infantry battalion and naval aviation.
Lami Dozo, for many, did not arbitrate the measures for the lengthening of the Puerto Argentino runway, which could have tried to dispute the local air superiority to the enemy, which was very difficult. However, he assumed the responsibility of involving the Air Force throughout the conflict, and was the moderator within the Military Committee.
Each Force waged its own war: "joint military action" was ignored. The tactical level, which the French General Antoine H. Jominí defined "as the art of fighting on the ground where the clash takes place", endured the incompetence and limited professionalism of "desk generals" who -I repeat- never believed that they were would come to confrontation and privileged a diplomatic success.
The Military Committee clung to static conceptions outdated since the time of Julius Caesar and, during the crisis, forgot an old regulatory prescription. "The energies of the troops must be kept fresh for decisive circumstances (...) Whoever subjects a troop to unnecessary efforts conspires against the success sought" (Army Conduct Regulations, 1955).
Third installment: Malvinas lessons
On the islands, the high commands were: General Mario B. Menéndez, head of the Military Garrison and governor; General Oscar Jofre, head of the Army Group; Brigadier Luis Castellanos, head of the Air Group; and Rear Admiral Edgardo Otero, head of the Naval Group.
A reflection of John Paul II, a priori, of all that has been said: "Stupidity is also a gift from God, but we must not misuse it." Malpractice must have, in all professions and activities, its legal and social condemnation, but sometimes I think that, in Malvinas, in some cases, it was rewarded. Galtieri passed away on January 12, 2003, during a constitutional government. The Army, with political endorsement, gave him the highest military honors and at his funeral he was described as "an exemplary soldier."
On May 1, 1982, the war began. Up to 48 hours before, some high command from the continent visited the Malvinas and did not forget to take pictures. When the noise of combat began, none of them set foot on the islands. They earned the old military aphorism that says, "Keep away from bombs and shrapnel makes generals grow old." There were thousands of cases, in other hierarchies –soldiers, non-commissioned officers and officers– who fought with a courage that recalls the nobility of the warriors of our independence.
"THE MALVINAS ISLANDS WERE, ARE AND WILL BE FOREVER ARGENTINE"
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