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lunes, 1 de mayo de 2017

¿Visa para visitar las Islas Malvinas?... @dealgunamanera...

En las Malvinas quieren imponer visa de entrada para los argentinos…


El cementerio de Darwin, donde descansan los restos de los soldados argentinos, con una bandera nacional.

Hay consejeros isleños que admitieron la idea. Los ciudadanos argentinos pueden usar el pasaporte desde 1999.

En el #mientrastanto, nuestro presidente manifestando su "inmenso patriotismo", adornado con zonceras. Un patriota el pibe...

© Publicado el lunes 1º/05/2017 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Dieciocho años después de los acuerdos entre Argentina y Gran Bretaña que restablecieron el libre ingreso del pasaporte nacional en las Malvinas, y en el medio del fuerte acercamiento actual entre Londres y Buenos Aires, los kelpers imaginan ahora un archipiélago con visa de entrada para los argentinos.

Como mínimo, la idea parece una broma. Y aunque expertos consultados afirman que los isleños no pueden decidir por sí solos sobre este asunto, los consejeros en Malvinas se muestran abiertos a las propuestas más duras, bajo un clima sumamente tenso hacia el continente.

De hecho, el semanario Penguin News, que refleja la voz de la comunidad pero también la del gobierno local, escribió que “el concepto de introducir visas para los visitantes argentinos es una consideración en curso confirmada por miembros de la Asamblea Legislativa” en la última sesión pública.

Uno de ellos es Mike Summers, quien dijo que se encontraba “atraído” a la idea de introducir esas restricciones para los ciudadanos pero que eso debía ocurrir a través de “un sistema de visado”. Más aún, Summers agregó que los consejeros legislativos estaban presionando para elaborar una lista de “personas no gratas”, que no serían más bienvenidas en las islas. Y agregó que ya hay un trabajo terminando al respecto, que será chequeado en estos días por el Consejo Ejecutivo del archipiélago. Summers no especificó si esa lista de PNG sería exclusiva para argentinos. Sólo dijo que es para quienes tengan “antecedentes delictivos”. ¿Desplegar una bandera argentina en Malvinas será considerado un delito en las islas?

Polémico debate

De acuerdo al Penguin, Summers respondió con estos argumentos a un miembro del público que apuntó contra los grupos de argentinos que visitan las islas. Algunos son veteranos de guerra, otros turistas, y algunos llegan allí en crucero. Quien hablaba con Summers se quejó de que con la llegada de argentinos haya “más banderas argentinas desplegadas y ropa con insignias provocativas”, así como también “más desperdicios alrededor de los memoriales de batallas”. Efectivamente, como ya ha publicado Clarín, los kelpers se irritan con estas demostraciones argentinas, y ya han tomado otras acciones. Por ejemplo, cuando se van los argentinos, corren a romper los recuerdos que dejan.

Según pudo saber Clarín de fuentes en el archipiélago, este debate público se recalentó cuando un isleño llamado Taff Davies escribió una carta al Penguin News proponiendo imponer visas a los argentinos. El caso Davies es muy singular, ya que bajo el mote de Mr. Falkland se dedica a hacer bullying a los argentinos en las redes sociales. Actúa junto a otro ciudadano británico que no vive en las Malvinas ni tampoco en el Reino Unido, de nombre Roger Lorton. El problema es que también acosan a quien piensa diferente en las Malvinas. Y tienen influencia sobre la opinión pública local, creando una imagen de Argentina sumamente agresiva. La política de bloqueo hacia las Malvinas que llevó adelante el kirchnerismo sólo acrecentó su habitual rechazo. Y con la administración de Mauricio Macri la tensión no disminuyó.

El pasaporte argentino estuvo prohibido en Malvinas desde 1982 hasta los acuerdos de comunicación que firmaron Carlos Menem y Tony Blair, en 1999. En ese interin los argentinos entraban con pasaportes de otra nacionalidad. El acuerdo de 1999 estableció igual que al entrar a las islas, al documento nacional se le planta un sello que dice Falkland Islands. Cualquier modificación en el régimen de entrada deberían pactarlo Argentina y Gran Bretaña.

La semana pasada, los isleños se quejaron porque aún no hay acuerdo por los vuelos a Sudamérica -al ya existente a través de Chile y que una vez por mes aterriza en Río Gallegos- de acuerdo a lo conversado por los gobiernos de Mauricio Macri y Theresa May. Pero lo que ocurre ahí tiene que ver con las dificultades de Macri para imponer dicho vuelo.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hybris, la enfermedad del poder... De Alguna Manera...

Hybris, la enfermedad del poder (I)...


Los griegos no tenían la noción monoteísta de “pecado”. Creían que el ser humano era mortal, que estaba determinado a vivir un destino contra el que no debía rebelarse. La peor falta que podía cometer era la hybris, la desmesura, que llevaba a los poderosos a competir con los dioses, que, enfurecidos, enviaban a Némesis para conducir al prepotente a la tragedia. En Grecia nació la democracia para evitar la tiranía, dividiendo los poderes, limitando a un año el período de sus gobernantes, prohibiendo toda reelección y escogiéndolos por sorteo para evitar la demagogia de los oradores y los sobornos de los ricos. Herodoto decía que los dioses atacan a los que presumen de su grandeza, destruyen con rayos a los árboles más altos y a las construcciones más ostentosas, humillan a los poderosos y nunca atacan a los más pequeños. La hybris es un concepto que cruza toda la cultura griega, explicando la derrota de Jerjes en Los persas de Esquilo, la tragedia de Icaro y la Guerra de Troya.

El tema de los desequilibrios psicológicos y la personalidad de los líderes se ha estudiado en muchos libros, como el de Freud sobre el presidente Wilson, el clásico Psychopathology and Politics de Harold Lasswell, algunos trabajos de Eysenck y dos libros publicados hace poco, El síndrome de la Moncloa, de Pilar Cernuda, y La salud mental de los políticos, de José Cabrera Forneiro. En el campo de la historia, Toynbee mencionó la hybris como una de las causas del colapso de las civilizaciones. Ian Kershaw, el mayor estudioso del nazismo, usó el concepto en la biografía en dos tomos Hitler, 1889-1936: Hubris y Hitler, 1936-1945: Némesis, que completa su monumental obra, estudiando fuentes abiertas recientemente por Rusia, como los diarios de Goebbels. En el primer volumen Kershaw recrea el mundo del joven Hitler, artista frustrado, poco atractivo intelectualmente, lector obsesivo, antisemita fanático, que se sintió llamado a cumplir una misión divina. Kershaw se pregunta cómo fue posible que alguien como él ganara las elecciones de 1933, consiguiera el apoyo fanático de la mayoría de los alemanes y llevara adelante un proyecto político tan brutal y sanguinario. El tomo termina en 1936, cuando la hybris que lo impulsó inicialmente cede su lugar a Némesis. En el segundo volumen, el extravío de la realidad y la prepotencia conducen a Hitler a la tragedia y Némesis castiga a quien desafió al destino. 

El libro de Riccardo Orizio Hablando con el demonio trae apasionantes entrevistas con encarnaciones de hybris que soñaron con modelos totalitarios: el mariscal de campo y vencedor del Imperio Británico Idi Amin Dada, el emperador de Africa Central Jean Bedel Bokkasa; la viuda de Enver Hoxha; Mengistu Haile Mariam y otros. No llegó a entrevistar a Muamar Kadafi, héroe admirado por los jóvenes revolucionarios de los 70 que creyeron en su compromiso revolucionario, que lo había llevado a vivir en una carpa, renunciando a todo cargo y a disolver el Estado para que nadie pudiera concentrar poder ni riquezas. Murió humillado, blandiendo un revólver de oro macizo, torturado brutalmente por un grupo de salvajes que lo sodomizó con una botella, mientras sus parientes huían de fastuosos palacios llenos de joyas y lujos extravagantes. Némesis fue con él tan cruel como había sido la enormidad de su hybris.

© Escrito por Jaime Durán Barba, profesor en George Washington University el domingo 08/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.


Hybris, la enfermedad del poder (II)...


En 2009, David Owen y Jonathan Davidson publicaron en la revista Journal of Neurology el artículo “Síndrome de hybris: ¿un desorden de personalidad adquirido?”, iniciando una polémica que creció con la edición de En el poder y en la enfermedad y The Hubris Syndrome: Bush, Blair and the Intoxication of Power. Owen es neurólogo, diplomático, militante socialista, ex canciller del Reino Unido; Davidson psiquiatra, profesor de la Universidad de Duke. Los libros fueron acogidos por intelectuales progresistas, y rechazados por cortesanos que dijeron que los autores acusaban a Bush y Blair de “locos”. 

Los incondicionales de los presidentes son con frecuencia bastante ignorantes, no están para pensar sino para adular y fueron incapaces de distinguir entre “síndrome” y la categoría “loco”, que desapareció hace años del lenguaje de los psicólogos. En el poder y en la enfermedad explica la política mundial desde una perspectiva holística, tomando en cuenta las enfermedades y el síndrome de hybris del Sha Reza Palevi, Kennedy, Hitler, Stalin y otros. Termina con una reflexión acerca de los problemas que padecen las sociedades como consecuencia de las dolencias físicas y psicológicas de sus líderes y las medidas que pueden tomar para protegerse. El libro sobre la intoxicación del poder es más completo, describe con detalle el síndrome de hybris de Bush y Blair, al que atribuye las graves equivocaciones que cometieron a propósito de la invasión a Irak. 

Las frases entre comillas están traducidas directamente del texto de Owen. “Los políticos víctimas del hybris tienen una propensión narcisista a ver la realidad como una arena en la que pueden ejercer el poder y buscar la gloria”. Se comportan de manera impulsiva, creen ser infalibles, hablan de sí mismos usando el plural mayestático “nosotros” o en tercera persona, como si fuesen voceros de un “presidente” a quien admiran. Se sienten responsables de un modelo o de una misión histórica, que los pone por sobre la ética que rige para la gente común, pero no para ellos, que encarnan la historia. Cuando Bush y Blair manipularon la información y mintieron acerca de las armas químicas, no creyeron que cometían una falta, por la trascendencia de los fines que perseguían. “Creían que no debían rendir cuentas a la opinión pública, sino solamente ante el tribunal de la historia y de Dios que les glorificarán”.

Los afectados por el hybris creen que son el centro del universo y que todos conspiran en su contra. Cuando el 11S Bush declaró “seguiremos defendiendo la libertad y todo lo bueno que existe en este mundo... Este enemigo ha atacado a todos los pueblos amantes de la libertad... ”. Para ellos todo lo que existe participa de la lucha entre ellos, que son el bien, y sus enemigos imaginarios o reales, que son el mal. Tratan de concentrar el poder que pueden, pero al mismo tiempo se presentan como víctimas potenciales de personas u organizaciones misteriosas. 

La categoría hybris es útil para estudiar el comportamiento de líderes de países democráticos como Bush y Blair, ayuda a entender a dictadores como Hitler y Stalin y también la psicología de algunos caudillos pintorescos del tercer mundo como Pol Pot, que asesinó a millones de camboyanos, o Abimael Guzmán, que produjo una masacre en Perú, ambos ciegos de vanidad, suponiendo que eran los líderes más esclarecidos de la historia de la humanidad. En esta época de la insoportable levedad del ser, unos pocos dictadores tropicales protagonizan la versión cantinflesca del hybris hablando con pajaritos y resucitando una caricatura grotesca de los 70. Los síntomas del hybris se agudizan cuando los líderes permanecen en el poder mucho tiempo y se rodean por incondicionales que nunca los contradicen, aplauden sus errores, les extravían de la realidad. Son los mensajeros de Némesis que les conducen a la tragedia.

© Escrito por Jaime Durán Barba, profesor en George Washington University el domingo 22/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.
 

domingo, 18 de agosto de 2013

Síndrome de Hubris... De Alguna Manera...


Alerta médica por la salud emocional de la Presidenta…


Noche de furia en el centro de operaciones electoral K. Encierro en Olivos. Reacción en Tecnópolis. Los efectos de la derrota electoral en Cristina: preocupación de sus médicos y de varios funcionarios. Hubris, la enfermedad del poder.



Ya se sabe que la noche del domingo 11 no fue fácil para la Presidenta. A la hora que llegó al hotel Intercontinental, el olor a derrota se extendía por cada uno de los salones y las habitaciones tomadas por el Frente para la Victoria. Con el paso de las horas, la irreversibilidad de los datos adversos ahondó el agobio de la penuria. En un momento, pues, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner dio rienda suelta a su enojo. Se escucharon entonces gritos y reproches a varios de sus funcionarios. En el final apareció el llanto. Fiel al estilo del relato del kirchnerismo, hubo una orden tajante: nada de esto debía trascender.

Llevó algún tiempo recobrar la calma. Una maquilladora debió trabajar sobre el rostro de la Presidenta para tapar los efectos de las lágrimas y del enojo. El mandato era claro: todos los que acompañaran a la jefa de Estado en su discurso debían lucir alegres. El clima tenía que ser de festejo. Cada uno intentó hacer lo suyo de la mejor manera posible. El único que no lo logró fue Daniel Scioli: la expresión de su cara fue el retrato de una amarga –muy amarga– derrota. Las cámaras, sin embargo, fueron implacables, y, por lo tanto, las secuelas del llanto presidencial lleno de furia quedaron a la vista de todos.

Alerta médica. Los médicos de la Unidad Presidencial estuvieron en alerta durante todos estos días. Anida en ellos un sentimiento de preocupación. No es para menos: la labilidad emocional de Fernández de Kirchner, circunstancia que acontece de consueto, se ha acrecentado en estas horas de pena y enojo.

“Trato de no cruzármela porque cuando me ve me grita”, reconoce un funcionario que celebra el hecho de que, debido a sus nuevas tareas, debe pasar ahora mucho menos tiempo que antes en la Casa Rosada.

A la “aparente” felicidad y alegría que la Presidenta exhibió en la noche del domingo, le siguieron dos días de encierro en Olivos en los que no se la vio. El impacto de la derrota en la provincia de Buenos Aires la afectó fuertemente. A ese estado de abatimiento le siguió otro de furia. Fue eso lo que se vio durante el crescendo de su discurso en Tecnópolis y en su catarata de tuits, hechos que dejaron muy preocupados a varios miembros del Gobierno. “Con discursos como éste, Sergio (Massa) no necesita hacer campaña”, sentenció uno de los gobernadores que la escuchó con azoro.

Los altibajos anímicos se ven exacerbados por el entorno de soledad que rodea a la jefa de Estado. La ausencia de Néstor Kirchner se hace cada vez más presente. El ex presidente no sólo era su esposo sino también la única persona que le podía ofrecer protección y contención ante la adversidad. “No le traigan malas noticias a Cristina”, era lo que no se cansaba de repetirles a los miembros de su Gabinete. En la derrota de 2009, el que dio la cara por todo el Gobierno fue él. Uno de los grandes problemas que enfrenta hoy la Presidenta es la soledad que el poder ahonda. Y eso no se resuelve con ningún medicamento.

Efectos políticos. Claro que la labilidad emocional de Fernández de Kirchner tiene también consecuencias políticas. Su enojo y su ira no son inocuos. Muchos de los que ganaron el domingo están preparados para sufrir la eventualidad de castigos que afecten sus respectivas gestiones.

El mencionado discurso de Tecnópolis tuvo, además, un mensaje alarmante: el menosprecio de la voluntad popular y la profundización de la confrontación y la división. La ira no es sólo un pecado capital sino también un estado emocional bajo el cual se pueden llegar a tomar decisiones o decir cosas de consecuencias imprevisibles. Un ejemplo de ello fue el famoso discurso del general Perón del “por cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”, frase de la que se arrepintió toda su vida.

Enfermedad del poder. Al estado de labilidad emocional de la Presidenta hay que agregarle la del síndrome de Hubris, una de las manifestaciones más claras de la enfermedad del poder. En la antigua Grecia ya se hablaba de actos o conductas hubrísticas, que eran definidas como acciones en las que una persona poderosa hacía alarde de gran orgullo y autosuficiencia y trataba a los otros con desdén. Al mencionar estas posturas, Aristóteles señalaba que el placer producido por esa conducta radicaba en satisfacer el deseo de superioridad que la persona tenía sobre los otros.

En el año 2009, la prestigiosísima revista científica Brain publicó un artículo señero sobre el tema, firmado por los doctores David Owen y Jonathan Davidson. Owen es neurólogo y psiquiatra inglés y Davidson es psiquiatra de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos. El artículo se titula: “Síndrome de Hubris: ¿Un trastorno de la personalidad adquirido? Estudio de los presidentes de los Estados Unidos y de los primeros ministros británicos en los últimos cien años”.

Al definir el síndrome, los autores enumeraron los siguientes síntomas:

  • Tendencia narcisística del líder a ver el mundo primariamente como una arena en la cual ejercer el poder y buscar la gloria.
  • Una predisposición a adoptar decisiones que, en apariencia, le dan al líder una gran imagen.
  • Una desproporcionada preocupación del líder en su imagen.
  • Una manera mesiánica de hablar acerca de hechos cotidianos y una constante exaltación de sí mismo.
  • Una identificación del líder con la nación, o la organización al extremo de considerar sus apetencias y las necesidades del país como idénticas.
  • Una tendencia a hablar en tercera persona.
  • Una excesiva confianza de la persona en su propio juicio y poco aprecio por el consejo o la crítica del otro.
  • Un exagerado autoconvencimiento del líder, rayano con la omnipotencia, en lo que puede llegar a lograr.
  • Una actitud de creer de que antes que responder a la ciudadanía, el líder está destinado a hacerlo ante la historia.
  • El convencimiento del líder de que la historia lo reivindicará.
  • Una progresiva pérdida de contacto con la realidad acompañada de un creciente aislamiento.
  • Desasosiego e inquietud.
  • Una tendencia a dar curso a una visión autocomplaciente de la rectitud moral de un determinado curso de acción, para obviar la necesidad de considerar otros aspectos del mismo, como su practicidad, sus costos y la posibilidad de un resultado diferente al deseado.
  • Una incompetencia hubrística, es decir, que las malas decisiones del líder no se corrigen debido a su autosuficiencia que lo lleva a menospreciar los posibles efectos adversos de una determinada medida política.

Asociaciones. Algunos de estos rasgos son compartidos con el trastorno narcisístico de la personalidad. En otros casos, se observa una asociación con el trastorno bipolar.

Se considera que el síndrome de Hubris es un mal producido por el poder cuyos síntomas remiten una vez que la persona lo ha dejado. El elemento clave es que el Hubris es un trastorno causado por la posesión del poder, particularmente cuando su ejercicio se ha mantenido por años bajo condiciones de mínimo control y ha estado asociado a algunas decisiones que fueron consideradas exitosas por la población.

Las subsecuentes vicisitudes electorales parecen incrementar la probabilidad de una crisis hubrística y de un síndrome de Hubris. El enfrentar una situación contradictoria también. La lista de hombres y mujeres que ejercieron el poder y que padecieron el síndrome de Hubris es relevante. Entre los presidentes de los Estados Unidos están: Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt, John Fitzgerald Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon y George Walker Bush. Entre los primeros ministros británicos están: David Lloyd George, Neville Chamberlain, Winston Churchill, Anthony Eden, Margaret Thatcher y Tony Blair.

En silencio. No hay que abundar en detalle para determinar que en la conducta de la Presidenta se evidencian varios de los síntomas del síndrome de Hubris. El problema es que ella no se da cuenta de ello y los que se dan cuenta no se atreven a decírselo. Esa es la dimensión que existe entre los funcionarios del Gobierno.

¿Tiene tratamiento el síndrome de Hubris? El artículo de Owen y Davidson acomete la cuestión y da la respuesta:

* “A medida que crece la efectividad de los tratamientos psicológicos de los trastornos de la personalidad, es concebible que los individuos que padecen síndrome de Hubris, trastornos narcisísticos de la personalidad y otras afecciones afines se muestren más receptivos a recibir ayuda, sabiendo que pueden tener mayor alivio que en el pasado.”

* “Los beneficios más probables que derivan de una mayor conciencia social del Hubris son que, en la medida que las expectativas cambien, los líderes en todos los órdenes de la vida sientan una obligación mucho mayor a aceptar y no resistir los mecanismos de control social prescriptos en los regímenes democráticos, como el límite de un máximo de ocho años establecido para los presidentes de los Estados Unidos y la renuncia a buscar re-reelecciones.(…). Debido a que un líder político intoxicado de poder puede tener efectos devastadores sobre mucha gente, hay una especial necesidad de crear un clima de opinión pública por la que se haga a esos líderes más responsables de sus acciones.”

Esta es la compleja situación por la que atraviesa hoy la Presidenta. Como tantas otras circunstancias de la vida política, esto plantea un dilema de cuya resolución depende el futuro de su gobierno y del país. Es imprescindible que Fernández de Kirchner recobre el equilibrio emocional, por su salud y por el bien de todos. La necedad, de la que lamentablemente suele jactarse, la dejará atrapada en las redes del síndrome de Hubris, una enfermedad del poder cuyas consecuencias negativas siempre padece la sociedad.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 18/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.