Federico Lorenz:
"No se puede pensar Malvinas como dos macetas que te robaron"…
El historiador propone
un ejercicio simple: pensar qué haríamos si Argentina recupera las Malvinas. La
propuesta no parte de una imposibilidad sino de asumir el riesgo de pensar
desde una perspectiva integradora, regional y suratlántica. Un historiador
llamado a cuestionar los rituales que desde 1982 marcan el discurso sobre las
islas. Y en torno a una guerra que todavía buscamos asimilar.
© Escrito por Daniel Giarone el
miércoles 01/04/2020 y publicado por la Agencia Télam de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
El primer recuerdo “en colores” que
tiene Federico Lorenz es de 1982. Tenía once años e iba camino a la escuela 24,
en el barrio de Balvanera, cuando el 2 de abril la Argentina ocupó las Islas
Malvinas. “La novedad para mí fue ver gente en la calle, que en esa época era
muy novedoso. Ver gente con banderas en la calle, gente contenta, fue muy
impactante. Uno de los pocos recuerdos en color que tengo de entonces”.
Después Federico iría al
Nacional Buenos Aires y obtendría la licenciatura en Historia en la Universidad
de Lujan. Investigador del Conicet, se especializó en Malvinas, sobre la que
escribió numerosos artículos y libros. Entre los que se destacan “Todo lo que
necesitás saber sobre Malvinas” (Paidós, 2014), “Las guerras de Malvinas”
(Edhesa, 2012) y “Fantasmas de Malvinas. Un libro de viajes” (Eterna Cadencia,
2008).
Lorenz “recibe”
a Télam por teléfono, acorde a los tiempos de pandemia y cuarentena. “Con mucho
cuidado con la analogía, porque ahora vivimos en democracia, la dictadura
militar planteaba la represión ilegal casi como una cuestión biológica y
quirúrgica, donde también había que aislar a un sector de la sociedad”,
reflexiona al comienzo de la charla.
Y agrega que
ahora el asilamiento es para salvar vidas no para sesgarlas, al tiempo que lo
vive como una oportunidad: la “pensar” la historia argentina para interpelar lo
que somos y el mundo en que vivimos.
Después Federico iría al Nacional Buenos Aires y obtendría la
licenciatura en Historia en la Universidad de Lujan. Investigador del Conicet,
se especializó en Malvinas, sobre la que escribió numerosos artículos y libros.
Entre los que se destacan “Todo lo que necesitás saber sobre Malvinas” (Paidós,
2014), “Las guerras de Malvinas” (Edhesa, 2012) y “Fantasmas de Malvinas. Un
libro de viajes” (Eterna Cadencia, 2008).
Lorenz “recibe” a Télam por teléfono,
acorde a los tiempos de pandemia y cuarentena. “Con mucho cuidado con la
analogía, porque ahora vivimos en democracia, la dictadura militar planteaba la
represión ilegal casi como una cuestión biológica y quirúrgica, donde también
había que aislar a un sector de la sociedad”, reflexiona al comienzo de la
charla.
Y agrega que ahora el asilamiento es
para salvar vidas no para sesgarlas, al tiempo que lo vive como una
oportunidad: la “pensar” la historia argentina para interpelar lo que somos y
el mundo en que vivimos.
- ¿Cuál fue la apuesta de la dictadura
al recuperar las Islas Malvinas, cuál era el plan?
- El origen es un acuerdo interno entre (Leopoldo) Galtieri y (Jorge) Anaya,
que era Jefe de la Armada, para desbancar a Viola y que Galtieri asuma como
presidente. La recuperación de Malvinas fue parte de un acuerdo político en el
seno de la dictadura. Esto no implica desconocer que existía un anhelo
histórico de recuperar las Islas, del que los militares no estaban exentos.
Además, una recuperación exitosa colocaba a la dictadura en otro lugar frente a
la sociedad.
- ¿Las convocatorias a Plaza de Mayo que se produjeron durante el conflicto
bélico buscaban promover ese nuevo lugar?
- Malvinas fue un hecho público por antonomasia, lo contrario a lo que la
dictadura quería. Con eso sacaron a la gente a la calle. Durante la segunda
plaza que hizo Galtieri, organizada cuando vino Alexander Haig, el negociador
de los Estados Unidos, Galtieri sale al balcón, levanta la mano para saludar y
hace todos los gestos del arco político: la V, levanta el puño, el dedito. No
sabía qué hacer en realidad. Entonces se ven dos cosas emblemáticas. En la
primera plaza la gente cantaba “hoy le toca a los ingleses / y mañana a los
chilenos” y después, cuando Galtieri dice “yo soy el presidente de los
argentinos”, la gente chifla. Esto marca que Malvinas abrió la posibilidad de
volver a hacer política en la calle.
- Tituló uno de sus libros “Las guerras
de Malvinas”. El plural sugiere varias guerras ¿Cuáles fueron?
- Por un lado la interpretación de qué fue la guerra: una maniobra de la
dictadura, una gesta, un aspecto más de la lucha antimperialista… Bueno, fue
todo eso. Malvinas tuvo un resultado no buscado ni por los militares ni por los
combatientes, que es que permitió impugnar a la dictadura. Otro aspecto de lo
que llamo “las guerras” es el de los soldados que fueron a las islas. Por un
lado los culpables de la derrota, los militares de profesión, y por el otro los
conscriptos, los llamados “chicos de la guerra”. Los combatientes en Malvinas
pasaron a ser víctimas de la dictadura tanto como los desaparecidos. Y eso
también es una guerra por el significado. También fue una guerra por un
territorio irredento, donde la cuestión nacionalista atraviesa cualquier
interpretación y establece una vara para medir lo que se dice.
- ¿Hablar de “guerras” permite dar cuenta de la complejidad de lo ocurrido?
- Solemos pensar Malvinas desde una visión ‘porteñocéntrica’. Son los grandes
medios nacionales los que construyeron los relatos públicos sobre Malvinas,
pero la guerra fue muy diferente en distintos lugares del país. No fue lo mismo
en la Patagonia que en Buenos Aires, no fue lo mismo para quien combatió que
para alguien al que no le tocó hacer el servicio militar, para las mujeres que
para los hombres, para una madre con alguien allá que para la madre de un
desaparecido, etc. Hay una cantidad de matices que las explicaciones simplistas
desconocen.
- ¿Por qué sostiene que “ritualizar” Malvinas es contraproducente para
lograr la recuperación de las Islas?
- Desde el punto de vista psicológico no podés quedarte pegado al trauma. La
gran cantidad de ex combatientes que se quitaron la vida tiene que ver con la
imposibilidad social de procesar la guerra. Alguien que se suicida cuando
vuelve de la guerra es alguien que, entre otras cosas, no encontró un lugar social
para compartir lo que había vivido, en nombre de todos. Políticamente tampoco
sirve quedarse atado al ritual, porque supone imaginar la disputa por Malvinas
como una fotografía, como algo fijo, pero a partir de 1982 sucedieron un montón
de cosas en Malvinas, y entre Malvinas y el continente.
- ¿En qué se puede observar esto concretamente?
- La semana pasada hubo dos noticias que sirven para pensarlo. Una fue que el
gobierno argentino ofreció asistencia al embajador británico ante un posible
caso de coronavirus en Malvinas. La otra es que las autoridades de las islas
dijeron que iban a mandar las muestras a Gran Bretaña. Esto es un símbolo del
retroceso. En la primera mitad de la década del 70 lo automático hubiera sido
subir a esa persona a un avión de LADE y hacerle los estudios en Comodoro
Rivadavia. Es decir, la guerra para la Argentina fue un retroceso formidable. Y
todavía no nos hacemos cargo de eso.
- ¿Qué tipo de política puede romper con la ritualización?
- Desde el final de la guerra para acá hay una constante y varias idas y
venidas. La constante es que la Argentina nunca abandonó el reclamo, algo que
en realidad se mantiene desde 1833. Pero hay problema grave: el subibajas de
las políticas de “acercamiento”. En la primera mitad de la década del 70 las
Islas estaban logísticamente atadas al continente, había maestra bilingüe, la
pista de aterrizaje la había construido personal argentino, había vuelos a
Comodoro, becas en establecimientos educativos argentinos, todo lo que ahora se
presenta como novedad ya se había hecho, y lo rompimos. Quienes viven en las
Malvinas necesitan de la Argentina cada vez menos.
- ¿Cómo cree entonces que hay pensar Malvinas hoy?
- Más en lógica regional suratlántica que en lógica
“nacional-pampeano-oligárquica”. No se puede pensar Malvinas como dos macetas
que te robaron sino como parte de un espacio más complejo que es el espacio
suratlántico. Argentina es uno de los países con mayor litoral atlántico pero
también de menor conciencia marítima. Hay que reconstruir la historia en clave
más compleja, no en clave de un hito de despojo. Todo el tiempo hablamos de
negociar con el Reino Unido, lo que implica estar dispuesto a ceder. Yo no sé
cuán está hecha carne esa idea. En una lógica del todo o nada llevamos las de perder.
- ¿Esto no puede dejar afuera la discusión sobre la soberanía?
- Es que ya lo están haciendo de hecho. Cada vez que se instala el tema lo que
responden los británicos es que no van a hacer nada en contra de los deseos de
los isleños. Desde el 82 te corrieron la cancha, más allá de las resoluciones
de Naciones Unidas. Hasta el 82 vos disputabas por el territorio. Y ese sigue
siendo el argumento argentino. Hay que pensar el problema de otra manera para
encontrar otro tipo de soluciones. Hay que pensar regionalmente la historia del
espacio suratlántico y de los vínculos entre la personas que allí habitan.
Quién dice que en la paleta de grises no haya resquicio para avanzar en la
posición argentina.
- ¿Qué nuevas
herramientas son necesarias para pensar la recuperación de las Islas?
- Estamos denunciando una situación imperialista pero lo
hacemos con las herramientas del imperialismo, que es la lógica
estatal-regional. Y hoy hay varias cosas que son transnacionales. Dos
fundamentalmente: el capitalismo y la pandemia. Uno de los principales factores
que condujeron a la expansión del coronavirus es la lógica con que se
condujeron los estados para un problema que es transnacional. A esto me refiero
con la necesidad de pensar de una manera nueva el problema, que no quiere decir
abandonar el reclamo.
-
En una nota en Revista Anfibia se preguntaba qué vamos a hacer cuando
recuperemos las Malvinas. Lo planteaba casi como un juego pero formulando un
interrogante que suena extraño, no por lo cerca o lejos que podamos estar de
esa situación sino porque nadie parece hacerse esa pregunta.
- Es que para mí siempre fue una pregunta central. Tantos
esfuerzos, tantas vidas por Malvinas merecen un mejor destino a que hagamos
siempre lo mismo. Qué pasa si revisamos nuestro vínculo no sólo con Malvinas
sino nuestro vínculo federal. Qué pasa que seguimos pensando el Atlántico Sur
desde Buenos Aires. Tenemos un problema enorme ahí. Basta con que te alejes un
poco de Buenos Aires, vayas a la Patagonia, ni hablar si pisás Malvinas, y el
mapa con el que llegaste se te da vuelta, lo tenés que quemar y hacer otro. Y
eso no quiere decir tener menos derechos sobre el territorio, quiere decir que
lo tenés que pensar diferente.
-
Entonces: ¿Qué vamos a hacer cuando recuperemos las Islas Malvinas?
- No lo sé. Sí sé que sería una Argentina completamente
diferente. Una Argentina mucho más federal, mucho más marítima, una Argentina
que se mire desde el mar hacia la costa y no al revés. Si una forma de
entendernos como Nación nos llevó al terrorismo de Estado y a la guerra mal
hacemos en sostener esa forma. Nadie piensa hoy qué haríamos con las Malvinas
recuperadas. Sí se pensó en los primeros 70, cuando se diseñó toda una política
de vinculación, de logística para incorporar a los isleños “a la vida
argentina”, ofreciéndoles espacios en las escuelas, en los medios sanitarios,
etc. Todo eso por distintos motivos retrocedió. Creo que hay que trabajar más
sobre los grises que sobre las posiciones binarias, que son mucho más
autosatisfactorias pero inconducentes.
¿Por qué las Islas Malvinas pertenecen a la República Argentina entre
otras tantísimas causas?
Las Malvinas son
argentinas porque antes fueron españolas, y nuestro país se liberó del dominio
español al declarar su independencia luego de muchos años de lucha armada
contra sus ejércitos. Esa independencia le otorga derecho sobre toda posesión
que perteneció a España, ya que las islas eran parte del dominio del virreinato
cuyo territorio heredaron las provincias unidas.
Las Malvinas
forman parte de nuestro territorio y son un fragmento de Tierra del Fuego. La
situación es un ejemplo de colonialismo, una política por la cual estados más
poderosos se apropiaron de territorios de las naciones más débiles o nuevas.
Porque el reino
Unido usurpó las islas cuando ya éramos una Nación independiente y soberana,
con dominio sobre ellas. No pueden argumentar que estaban vacías o en un limbo
legal.
Porque están
dentro de la plataforma submarina del Atlántico Sur, en el Mar Continental
Argentino, y son una prolongación natural de la Patagonia.
Porque
Inglaterra aceptó la pertenencia de las islas a nuestro país en el Tratado de
Paz y Amistad de 1825.
Porque ninguna
nación del mundo puede presentar mejores títulos que la Argentina para su
posesión y dominio.
Porque Inglaterra
no protestó ante los actos de posesión, afirmación nacional y soberanía
cumplidos en la isla Nuestra Señora de la Soledad por la fragata Heroína en
1820 y por el bergantín Belgrano en 1825.
Porque
Inglaterra no protestó por la promulgación de la ley de Buenos Aires sobre la
caza de animales anfibios en las costas patagónicas e islas adyacentes.
Porque tampoco
se opuso a los contratos de explotación y pesquería firmados por el gobierno
argentino con el comerciante Jorge Pacheco y su socio Luis Vernet. Este último,
primer gobernador de las Malvinas. Pacheco firmó en 1823, y Vernet en 1828.
Porque todavía
existen allí reliquias toponímicas y folklóricas del antiguo dominio argentino
en las islas. Por ejemplo, los nombres criollos de muchos lugares y de todos
los pelajes y aperos de los caballos.
Porque lo dice
claramente nuestra Constitución: "La Nación Argentina ratifica su legítima
e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich
del Sur, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte
integrante del territorio nacional".
Porque la
Argentina las reclamó desde siempre, jamás aceptó la usurpación, y por lo tanto
los británicos no están en posesión de ningún documento que acredite su dominio
o nuestra renuncia al mismo.
Porque ni el
acta de rendición de Puerto Argentino del 14 de junio de 1982, ni los acuerdos
debatidos en España a partir del 17 de octubre de 1989, ni la declaración (o
tratado) de Madrid del 15 de febrero de 1990, cerraron el debate relativo a la
soberanía nacional sobre las islas, ya que el 5 de noviembre de 1982 la ONU
declaró que la cuestión de la soberanía debía resolverse mediante
negociaciones, e instó a las partes a hacerlo.
Porque fueron
usurpadas por la fuerza el 3 de enero de 1833, tomando más de un centenar y
medio de prisioneros y enviados a Inglaterra. Un claro acto de guerra que ha
cumplido 187 años.