Mostrando las entradas con la etiqueta Néstor Morandini. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Néstor Morandini. Mostrar todas las entradas

lunes, 18 de septiembre de 2017

18 de Septiembre… Nunca Más... @dealgunamanera...

18 de Septiembre… 
Néstor y Cristina Morandini

El 18 de septiembre de 1977 fueron secuestrados, presos y desaparecidos mis dos hermanos, Néstor y Cristina. Cuarenta años se interponen entre aquel domingo que partió la vida de nuestra familia. Desde entonces me debato en el dilema de si debo dar testimonio personal, familiar, íntimo, o un testimonio histórico de la que creo fue la peor tragedia contemporánea de Argentina, la que se perpetúa en el tiempo y sigue condicionando la democracia.

Hoy no tengo dudas, el pasado sólo puede ser aprendizaje, nunca venganza. Menos aún, manipulación política. La perversión de la figura del desaparecido, me temo, no termina de entenderse.

Al desaparecido nadie lo vio morir. Fue deliberadamente secuestrado para ocultar su cadáver y luego negar el crimen. Ocultamiento, secretismo y mentira, las tres lacras que la luz democrática debe erradicar como cultura política para recuperar el camino que comenzamos de la mejor manera, el juicio a las Juntas Militares y el histórico alegato del "Nunca Más", del que hoy, 18 de septiembre, también se cumplen treinta y dos años.

El mayor consenso al que llegó nuestro país cuando nadie le preguntaba al otro sobre las preferencias o pertenencias partidarias. Fue el mérito de un presidente valiente y un tribunal de jueces independientes que no especularon sobre la duración o la gobernabilidad de la democracia naciente. Sobrevivientes que vencieron su propio temor y dolor y reconstruyeron para todos la verdad sobre el terrorismo de Estado.

Y el siempre renovado respeto a esas mujeres que abandonaron el protegido lugar del hogar para lanzarse a la plaza e increpar al poder para conocer el paradero de sus hijos. Una larga peregrinación que abrir la necesidad de verdad y justicia como anhelo democrático.

Los Morandini cumplieron sus bodas de plata -veinticinco años- el 15 de marzo de 1972. Lo celebraron en familia con sus cuatro hijos: Néstor, Cristina, Norma y Lisy. 

Un 18 de septiembre también fue secuestrado Julio López, desaparecido en democracia. Una coincidencia del calendario que debiera servirnos para no banalizar el pasado y construir finalmente la república democrática que nos hemos dado como sistema de gobierno. Esto es, la división de los poderes, una justicia que investigue realmente, un Poder Ejecutivo que nos dé certezas y encare la democratización de las fuerzas de seguridad. Todo lo que no se hizo en el tiempo pasado.

A diferencia de las Fuerzas Armadas que salieron desmoralizadas de la dictadura y se subordinaron a la ley democrática, en cambio, las fuerzas de seguridad, especialmente la Policía, de purga en purga, la Gendarmería y la Prefectura no han sido entrenadas en el respeto a los derechos humanos, ni recuperaron la confianza de la ciudadanía.

Los temas pendientes de la democracia que demandan un debate responsable sin el facilismo de los slogans partidarios que ponen siempre las culpas y eluden la responsabilidad que nos corresponde a cada uno de nosotros. La desaparición de Santiago Maldonado nos pone a prueba a todos: la Justicia, que debe investigar; el Gobierno, que debe darnos certezas; y las organizaciones de derechos humanos, que no deben utilizar el pesar de una familia en la que falta uno de sus integrantes. La desaparición de una persona en democracia es intolerable.

Norma Morandini

Al recordar a mis dos hermanos desaparecidos y a mi madre de pañuelo blanco reitero mi convicción democrática para que finalmente los argentinos aprendamos a vivir en el respeto de las diferencias, con confianza en las instituciones de la Republica, sin la ira ni el odio que atentan contra la convivencia pacífica. La democracia es el único sistema que se modifica con el tiempo, legitima los conflictos y nos obliga a trabajar sobre ellos para resolverlos, en paz.




sábado, 14 de junio de 2014

El trágico destino de Néstor y Cristina… De Alguna Manera...


El trágico destino de Néstor y Cristina…


La senadora argentina Norma Morandini se entera por el Diario El País de que sus dos hermanos figuran entre las víctimas de los vuelos de la muerte de la dictadura.

La senadora de la oposición socialista argentina Norma Morandini despertó en Buenos Aires el domingo 9 de diciembre sin la intención de leer prensa española. Era el día de los derechos humanos, el Gobierno había organizado una fiesta por la tarde en la Plaza de Mayo. A esa hora a Morandini le dio por asomarse a la versión digital de El País. Y vio un titular que la atrapó: “Rostros de los vuelos de la muerte”. 

Ahí se explicaba que el tercer juicio sobre los crímenes cometidos en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) había comenzado dos semanas atrás, que se trataba del mayor proceso iniciado contra las atrocidades de la última dictadura (1976-1983), que durará dos años, que hay 68 imputados por delitos de lesa humanidad, que declararán casi 900 testigos y que se investigarán los casos de 789 víctimas.

La mayoría de ellas fueron arrojadas en vida desde aviones del Ejército al Río de la Plata. En el artículo se hablaba de las más conocidas.

Pero no sería hasta el final del penúltimo párrafo cuando Morandini descubriría algo que había permanecido oculto para ella durante 35 años: entre los 789 supuestamente arrojados al río estaban “los dos hermanos de la actual senadora opositora Norma Morandini, ambos militantes peronistas”. Desde que desaparecieron aquel domingo 18 de septiembre de 1977, no había vuelto a saber nada de ellos.

Se llamaban Néstor y Cristina, como los últimos presidentes argentinos. Ella tenía 21 y él 20. 

“Él era exuberante, muy apasionado. Y ella, muy delicada y cariñosa. Estaban siempre juntos. Solo hasta hace muy pocos años conseguí hablar de ellos sin llorar. A mi hermana la desaparecieron con una camisa a cuadros que yo tenía. Y hay una foto mía con esa camisa a cuadros. Y durante mucho tiempo siempre me pareció que en la multitud yo iba a ver esa camisa”, recuerda Morandini.

La política argentina perdió el rostro de los dos militantes peronistas en septiembre de 1977. 

Norma y su madre habían llamado a muchas puertas preguntando por Néstor y Cristina, pero no consiguieron ningún dato fiable. “La gente en ese momento tenía mucho miedo y no te daba ninguna información. Y en casa, ya fuera por pudor o por cobardía, nunca mencionamos los detalles del calvario. Tal vez, por esa ingenuidad de creer que con el silencio protegemos a los que amamos. O quizás, porque la verdadera intimidad es el dolor. Tal vez me negué a verlo todos estos años, tal vez lo tuve delante de mis narices y no lo quise aceptar. No sé si mi madre sabía algo y nunca me lo dijo. Y yo, que conozco ahora esta información, tampoco sé si decírsela a ella, que tiene 85 años”.

"Nunca los piensas muertos, que es muy diferente a esperar que aparezcan vivos"
 
Al leer que sus hermanos están en la lista de las 789 víctimas de los vuelos se le vino a la mente que en Portugal, en 1977, recurrió a una vidente angoleña para preguntar por su hermana. Y ella le dijo: “Veo agua, solo veo agua”. “Es muy duro y muy difícil transmitir lo que significa la palabra desaparecido. Es un fantasma. Pero decir que es un fantasma es decir nada. Es una presencia que no está. Tú no lo has visto morir ni nadie te dio el pésame, no hay liturgia ni una tumba. Nunca los piensas muertos, que es muy diferente a esperar que aparezcan vivos”.

Ella se exilió a España al comienzo de la dictadura y comenzó a trabajar para Cambio 16. 

“Paradójicamente el exilio, que es un despojo, me dio lo que tengo, la jerarquía como periodista”, explica en su página web de senadora. “Yo que había salido de Argentina sin nombre porque las mujeres entonces no podíamos firmar, regresé como corresponsal de Cambio 16”.

Para exorcizar el dolor, Morandini escribió hace diez años un libro que era un ensayo basado en sus recuerdos. Se llamaba De la culpa al perdón. Pero tuvieron que pasar dos lustros hasta que este año una editorial se decidiera a publicarlo. “Antes había miedo. Y ahora, lo que tiene la sociedad argentina es dolor, mucho dolor”.

Fue superando los peores recuerdos y en 2005 inició sus primeros pasos en política. “Llega un momento en que necesitas despojarte de ese pasado. Porque cuando uno está tan involucrado en la monstruosidad corre el riesgo de que esa monstruosidad te chupe. Pero si te alejás demasiado perdés humanidad”. Pero el pasado seguía ahí. “El domingo 9 de diciembre, en una parte de la ciudad había fuegos de artificios celebrando los 29 años de democracia y el día de los derechos humanos. Y en otra parte estaba yo, que tengo toda la vida comprometida en la denuncia, enterándome por el diario que mis hermanos murieron en los vuelos. Nadie de derechos humanos nunca vino a decirme eso. Y el fiscal del caso tampoco me informó”.

“La perversión de la dictadura”, concluye Morandini, “es que sus efectos se perpetúan y el pasado nunca termina de pasar”.

© Escrito por Francisco Peregil el Sábado de Diciembre de 2012 y publicado por el Diario El País de la Ciudad de Madrid, España.



lunes, 23 de diciembre de 2013

“En el corazón, en la conciencia y en la historia”... De Alguna Manera...


“En el corazón, en la conciencia y en la historia”...


Aquí el texto del discurso de Norma Morandini durante la sesión en la que se aprobó el pliego del jefe del Ejército, denunciado por una desaparición en la dictadura. El recuerdo de los hermanos desaparecidos de la senadora.

Señor presidente: ¿sabe usted por qué no es correcto llamar ex represor? Porque mientras hay una víctima que nombra al represor, él nunca puede dejar de ser represor. Podemos dejar de ser senadores –somos ex senadores–, podemos dejar de ser gordos –somos ex gordos–, podemos dejar de ser muchas cosas –ex maridos, ex esposas–, pero no podemos nunca dejar de ser madres ni padres, porque el que no nos nombra es el otro.

Pasa exactamente lo mismo con los represores. Mientras haya una víctima, mientras haya una madre de un soldado Ledo, mientras haya un hermano y los que sean, los que continúen en esa familia y marquen y señalen a César Milani como represor, seguirá siendo represor. No depende de lo que nosotros hagamos hoy aquí.

Por eso, el que nombra represor es la víctima; y por eso los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Sin embargo, podemos decir ex dictadura, porque la que corrige los efectos de la dictadura es la democracia. Y vaya qué bien que nació la democracia, nada menos que con un juicio a las juntas, que rompió la impunidad de la violencia política en nuestro país y nos hizo arrancar de la mejor manera en la democracia.

Pero hemos reparado poco en ese juicio de las juntas. Porque lo que se iba a condenar era a las cúpulas, pero se iba a inocentar –disculpen, sé que no se dice esa palabra–, perdonar a aquellos que cumplían órdenes. Pero los jueces, desoyendo la estrategia de pacificación del presidente Alfonsín, fueron independientes y pusieron el punto 30 de la sentencia de la condena a los comandantes en jefe.

Ese punto 30 mandó a procesar a todos aquellos que fueran mencionados, acusados, imputados, cuyos nombres aparecieran a lo largo de los seis o siete meses que duró el juicio a las juntas. Por eso vuelvo al ejemplo anterior: la democracia corrige los efectos de la dictadura.

Podría hablar de aquel juicio, de la soledad en que se hizo el juicio. No había dirigentes políticos, los Falcon estacionaban todavía en la puerta. Pero voy a dejar eso, para usar algunos de los argumentos que se han escuchado acá, que más que argumentos me parece que son confusiones.

Claro que no somos un tribunal; este es un poder político y por eso va a dar acuerdo. Y lo que mide no es la responsabilidad penal, lo que consideramos es la idoneidad para alguien que va a cumplir semejante función como es la que se propone para César Milani.

De modo que no juzgamos delitos penales; acá juzgamos la idoneidad, los valores de la persona postulada, y por eso se abre a las impugnaciones. Entonces, cuando venimos a hablar de las impugnaciones que hace el CELS, a quien se le ha pedido su opinión a lo largo de todo este tiempo democrático, por la autoridad que tiene –he reivindicado acá que somos nosotros quienes debemos mediar–, llama la atención que esta vez pareciera ser que hay dos pesas, dos medidas. En algunos momentos, el CELS tiene autoridad y utilizamos sus impugnaciones para medir la idoneidad de aquellos a quienes este Senado, como cuerpo político, va a dar acuerdo político.

Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que aquellos mismos que hablan de la presunción de inocencia, que por suerte es un valor que hay que incorporar en nuestra sociedad, donde siempre se ha hecho de la víctima un sospechoso, muchas veces convierten en delitos los que son nada más que derechos.

Y a veces se quieren descalificar nuestros argumentos, legítimos argumentos que no dependen del lugar que uno ocupe en este recinto –si es opositor–; el derecho a la opinión no es un delito y más de una vez escuchamos en este recinto cómo se descalifica. Una nueva confusión de creer que es delito lo que es nada más que el derecho a la expresión.

De modo que de la misma manera en que el represor permanecerá encadenado a la víctima, este cuerpo también va a permanecer encadenado a la decisión que tomemos y a la votación que vaya a hacer cada uno.

Quisiera para mí la mejor argumentación; no argumentación política; quisiera una argumentación humana, porque lo que hoy se va a votar es una cuestión nada más que de conciencia. Se ha hablado de coherencia. Hoy se va a votar, efectivamente, con el hecho de esta votación, cuál es el real compromiso con los derechos humanos.

El que uno sea víctima no da derecho sino que da nada más que autoridad de testigo. Y he criticado mucho a organismos de derechos humanos que desde el sufrimiento de la víctima se han puesto por encima de la ley. He sido muy cuidadosa de no hacer esto en términos personales, pero hoy no voy a dejar el testimonio de la legisladora, no voy a dejar el testimonio de la senadora por Córdoba, voy a dejar el testimonio de la hermana de Néstor y Cristina, mis dos hermanos desaparecidos. Y si alguien habla de tiempo, yo no puedo sustraerme a lo que estoy viviendo y estamos viviendo en mi familia, porque yo debí testimoniar el día lunes en la megacausa de la ESMA. Treinta y siete años después voy a poder testificar porque se ha podido reconstruir lo que pasó con mis hermanos arrojados al mar.¿Y por qué hemos podido reconstruir esto? Porque hubo un agente de Inteligencia –yo no sé qué pasó en el medio, pero traigo esto para que vean la importancia de la información– que estuvo entre ellos y armó una lista. Gracias a esa lista estaba la Pipi, estaba el Lana, estaba la Colorada y estaba yo con un nombre, como la hermana de ellos que no tenían nombre porque no se sabía que eran Cristina Morandini y Néstor Morandini los que estaban en esa lista de aquellos que arrojaron al mar.

He leído en todos estos días todo lo que mi madre hizo. Tengo una carpeta así de lo que hizo mi madre y tantas otras, porque, no nos rasguemos las vestiduras: esto lo hicieron las víctimas. ¡La Verdad y Justicia no ha sido mérito de nadie! ¡Ha sido mérito de las víctimas que han vencido su dolor!, ¡que vencieron el silencio jurídico al que las sometió este país! Porque al inicio era todo un estigma tener desaparecidos, ahora parece que es una cucarda; y de acuerdo a cuánto más cerca o más lejos estemos del gobierno, pasamos a tener un derecho por encima de la ley. El sacrificio de mis hermanos no me da derecho para ponerme por encima de la ley, pero sí me da la autoridad de esas mujeres de pañuelo blanco, como mi madre, que hacían cosas.

Escuchaba recién que hablaban de los camiones, de las respuestas que da Milani, donde él lo único que hacía era traslados, ¡con toda la connotación que tiene la palabra traslados! Hoy sabemos que cuando se hablaba de traslados en la Marina eran los traslados que se hacían los miércoles, cuando los tiraban, los arrojaban al mar. Eso eran los traslados. Dice Milani, en las respuestas que da al CELS, que manejaba camiones. Y recordé las anécdotas que contaba mi madre y otras madres que iban detrás de los camiones. Un día vieron en Córdoba un camión del Ejército que no iba abierto, es decir, iba bien cerrado. ¡Y pensar, sólo pensar en el coraje de estas mujeres que no se daban cuenta del riesgo que corrían al ir detrás de esos camiones verdes, sabiendo que ahí podían estar sus hijos!

De modo que este es el testimonio que yo quiero dejar. ¡No se puede invocar tan fácilmente a los muertos! Yo no vengo a hablar aquí en nombre de los muertos. Vengo a hablar nada más que del sacrificio de mis hermanos Néstor y Cristina.

Y por ese designio del destino, de ese gran titiritero que mueve los hilos, he tenido enorme cuidado, por la coincidencia, de nunca hacer consideraciones de tipo personal para la presidenta Cristina o para el ex presidente Néstor. Sin embargo, hoy no tengo ninguna duda de que hay sólo una forma de honrar a los que no están: construyendo democracia, que es el único antídoto que puede corregir lo que ha encadenado para siempre al represor y a su víctima.

Entonces, no es argumento, señor presidente, el deber a obedecer de la política, cuando fue la obediencia debida con la que se defendían aquellos que cumplían órdenes. Por suerte, el coraje y la independencia de aquellos jueces que alteraron la estrategia de pacificación lo dieron vuelta y mandaron a que fueran enjuiciados los torturadores. Por eso se pudo continuar con los juicios que hoy reconozco que este gobierno ha impulsado, por ese punto 30, que alteró la estrategia de aquellos que se escudaban y decían que habían cumplido órdenes, quienes hoy pueden ser juzgados. De modo que no puede este cuerpo político decir que acá estamos actuando como si fuésemos un tribunal jurídico. Acá estamos midiendo la idoneidad, y no puede tener idoneidad moral aquel que está sospechado. ¿Qué la justicia es lenta? Miren si no es lenta, con el ejemplo que les termino de dar, que treinta y siete años después recién podemos reconstruir la verdad. No sé cuánto demorará en hacerse justicia.

De modo que llegará la justicia, pero lo que es cierto es que desde este recinto, con esta votación, de la misma manera que César Milani quedará encadenado al soldado Ledo y a su descendencia, también la votación que se haga acá quedará encadenada, ya no a la obediencia debida sino a una persona sospechada. Además, quiero hacer una consideración de tipo política que espero que también aparezca en este debate.

Es grave lo que hizo Milani en el pasado, es tan grave que en la democracia él no manifiesta lealtad, palabra que suena tanto en este recinto. La lealtad no es a las personas; la lealtad es a la Constitución, la lealtad es a los valores. La pertenencia política por supuesto que da pertenencia, pero no puede ser invocada como razón política civil para convalidar lo que era la obediencia debida en el tiempo de la dictadura.

Mi testimonio personal y el sacrificio de Néstor y Cristina sé que no sirven para que se cambien algunas posturas, pero ojalá resuenen en donde tienen que resonar las decisiones que tienen que ver con la conciencia; que resuenen en el corazón y en esto que no vemos pero es lo que nos juzga a futuro, que es la historia

© Escrito por Norma Morandini, Senadora de la Nación, el domingo 22/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.