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sábado, 12 de agosto de 2023

Lecciones de Malvinas… (Primera Entrega) @dealgunamaneraok...

 Lecciones de Malvinas… (Primera Entrega) 

Guerra de Malvinas. Fotografía: CEDOC 

Esta es la primera de cinco entregas en las que el teniente general Martín Balza, jefe del Ejército (1992-1999), relata sus vivencias en la Guerra de Malvinas, en la que, con el grado de teniente coronel, se desempeñó como jefe del Grupo de Artillería 3 y como coordinador de los fuegos terrestres de la Agrupación Puerto Argentino. Su objetivo: abordar “en toda su dimensión el sacrificio de quienes durante 44 días combatieron por un sentimiento”. 

© Escrito por Martín Balza, Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el viernes 28/07/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 


Guerra de las Islas Malvinas Argentinas.

20 de marzo al 7 de abril de 1982. Relataré cómo combatimos y por qué fuimos derrotados por un digno adversario. Expondré los hechos como los conocí y viví, y agregaré otros que alimentaron mi conocimiento años después. El intento de recuperar las islas Malvinas –incuestionablemente nuestras desde el punto de vista geográfico, histórico y jurídico– por la fuerza constituyó el más notable error de apreciación política, diplomática y militar. 

Se atribuye al exjefe de la Armada, almirante Jorge I. Anaya, haber sido quien concibió la absurda aventura, pero contó con la aquiescencia de otros miembros de la junta militar que regía la última dictadura cívico-militar: el general Leopoldo F. Galtieri y el brigadier Basilio Lami Dozo.

Se atribuye al exjefe de la Armada, almirante Anaya, haber concebido la absurda aventura. 

La apropiación de una causa justa, sentidamente nacional, buscaba galvanizar a la ciudadanía en torno a ella y perpetuar así la dictadura, que se despeñaba inexorablemente, entre otras causas por el reclamo de una salida electoral, el malestar social generado por una seria crisis económica y el desprestigio internacional por las graves violaciones a los derechos humanos. 

La palabra crisis procede de la palabra griega krino, que significa cruce de caminos. Es una chispa, un acontecimiento polémico, una inflexión, una oportunidad, que siempre obliga a elegir y sugiere un avance o un retroceso. Este término puede introducir el empleo del poder militar en forma potencial o efectiva, sin llegar al estado de guerra. En el caso de Malvinas, la crisis se inició el 20 de marzo. 


Es sintomático lo publicado por un matutino de Buenos Aires, el 27 enero de 1982, ligado al almirante retirado Emilio Massera: “En estos momentos estamos en óptimas condiciones: nos gobiernan las Fuerzas Armadas, tenemos un presidente (Galtieri) con empuje y una gran capacidad de decisión, y contamos con un canciller de lujo (Nicanor Costa Méndez). Si además de haber ganado la guerra contra el terrorismo se recuperan las Malvinas, el Proceso quedará signado por estos hechos (…). En cuanto al frente interno, la ciudadanía se sentiría tonificada (…) Las Malvinas son previas al Beagle”. 

Ese mismo mes, el almirante Carlos Lacoste, ligado al gobierno, dijo: “Esto se arregla muy fácil, invadiendo (sic) las Malvinas”. Y según el semanario británico The New Statesman, el periodista argentino Jesús Iglesias Rouco, escribió: “Este año Buenos Aires recuperará las Malvinas por la fuerza”. 

En marzo de 1982, Galtieri le comunicó a nuestro embajador en la ONU, Eduardo Roca: “¡Voy a tomar las islas!”. Clara muestra de irresponsabilidad política y militar, porque al no tener contención alguna la decisión era irrevocable y las consecuencias impredecibles. Es obvio señalar que todo ello era conocido por los diplomáticos británicos en Buenos Aires.


El 20 de marzo de 1982 se originó una crisis por una fuerte reacción británica –a mi juicio desproporcionada– como consecuencia del desguace de una vieja factoría ubicada en la isla San Pedro de las Georgias del Sur, ubicada a 1.500 kilómetros al sudeste de las Malvinas. 

A cargo de ello estaba una empresa comercial privada argentina, perteneciente al ciudadano Constantino Davidoff, quien había realizado los trámites legales correspondientes ante las autoridades británicas en Buenos Aires. Con la evolución de los acontecimientos, siempre aprecié que la intención del Reino Unido (RU) fue, claramente, escalar la crisis, lo que no sorprendió al gobierno argentino. 

El 7 de abril, el general Mario B. Menéndez, asumió como gobernador de las islas. 

La recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982, la Operación Rosario, evidenció profesionalidad y eficiencia de las fuerzas propias, sin derramamiento de sangre británica, ante un débil destacamento de infantes de Marina dotados de armas livianas, aunque se carecía de la capacidad de mantenerlas ante la previsible reacción del Reino Unido. El 3 de abril, Alfredo Astiz (rango de capitán de fragata), con efectivos de nuestra Armada, ocupó una guarnición británica de 25 hombres en las islas Georgias del Sur, que nos ocasionó la muerte de un suboficial y dos soldados, además de pérdidas importantes. 

El mismo día, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) emitió la Resolución 502, que imponía el retiro inmediato de las fuerzas militares. El hecho podría haberse explotado positivamente si el poder político hubiera acatado y dejaba una pequeña guarnición con fuerzas de seguridad, lo que hubiera evidenciado una actitud negociadora por parte de nuestro país. 

Se buscaba galvanizar la ciudadanía en torno a una causa nacional justa y así perpetuar la dictadura. 

Difícilmente el Reino Unido hubiera movilizado la fuerza expedicionaria más importante desde la Segunda Guerra Mundial; más de 28 mil hombres y una moderna flota de más de cien buques, incluidos portaaviones con cuarenta máquinas y cuatro submarinos nucleares, ni recibido el apoyo de la mayor alianza militar de mundo: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), liderada por los Estados Unidos. 

Era, entonces, el momento de evidenciar internacionalmente una actitud negociadora y la legitimidad de nuestros derechos para terminar con un anacrónico colonialismo. Pero todo ello, hoy, es historia contrafáctica. La inepta conducción estratégica nacional y militar ignoró que el mejor momento de negociar en una crisis, o en un conflicto, es aquel en el que los adversarios todavía creen en una situación no definida y balanceada en fuerzas y esperanzas. 

La incapacidad política y diplomática se basó en dos hipótesis. La primera: que el Reino Unido no reaccionaría, aceptaría el hecho consumado y negociaría una solución sobre la soberanía. La segunda: que Estados Unidos apoyaría a la Argentina o adoptaría una posición neutral. Creer en esos supuestos era desconocer la historia de ambas potencias y de los conflictos del siglo veinte. 


Malvinas nunca constituyó una hipótesis de guerra. Ante esa decisión extrema, la predicción es fundamental; de lo contrario, se apuesta a lo aleatorio. En Teoría de Juegos ello se conoce como “El Equilibrio de Nash” (1994), del Premio Nobel de Economía John Nash, que consiste en una predicción de la(s) mejor(es) acción(es) de las que dispone cada parte, en función de las posibles acciones de la contraparte. 

Una vez más en nuestra historia, la ausencia de líderes era notoria. Aprecio que, psicológicamente, entre otras causas, influyó negativamente una Plaza de Mayo llena y exaltada con la recuperación de las islas. Sin embargo, recuerdo que un real estadista, el general Charles De Gaulle (expresidente de Francia), en 1962, no vaciló en ceder “la Argelia francesa” en contra de una circunstancial opinión pública y de importantes sectores políticos y militares. 

El 5 de abril, el canciller Costa Méndez, en Washington, expresó que la actitud argentina de ocupar Malvinas “fue el acto independiente de política exterior de una potencia media” y que estaba convencido de “la posibilidad y la eficacia de la mediación estadounidense”. Desconocía que los EE.UU., por medio de su seudomediador, Alexander Haig, ya había tomado partido por el Reino Unido. Clara manifestación de que el poder y la estupidez juntos son peligrosos. 

El 7 de abril, el general Mario B. Menéndez, contra la opinión del canciller Costa Méndez, asumió como gobernador de las islas, jurando por la Biblia y el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional (PRN). Asistieron, entre otros, los presidentes de todos los partidos políticos, los secretarios generales de las organizaciones sindicales y sectores empresariales. De los expresidentes solo asistió el general retirado Jorge Rafael Videla. Otra evidente torpeza de la junta militar. 

El porqué del texto. Martín Balza (*) 


Artillero. El entonces teniente coronel Martín Balza durante su permanencia en las islas. 

A cuarenta años de la Guerra de Malvinas, nuestro pueblo está familiarizado con lo que sucedió en forma emotiva pero, ciertamente, está poco informado. Fuentes extranjeras la calificaron como “la primera guerra de la era misilística”. Convencido de que nunca habrá una única forma de interpretar un hecho histórico, trataré, en forma por demás sintética, de relatar los acontecimientos principales que conmovieron al mundo y a los argentinos en particular. 

Me guía la vivencia personal de los mismos, enriquecido por conocimiento de los principales actores en el contexto estratégico y táctico, y documentación a la que tuve posteriormente acceso. Mi propósito no es dejar una visión más de la única guerra librada por mi país en el siglo XX. La mayoría de los argentinos que escribieron sobre el conflicto no estuvieron en el lugar de los hechos, y algunos lo hicieron enfatizando aspectos políticos e ideológicos, confundiendo la dictadura cívico-militar con la legitimidad de una causa incuestionablemente aglutinante del pueblo argentino, y no abordando en toda su dimensión el sacrificio de quienes –durante 44 días– combatieron por un sentimiento. 

Muchos políticos aún hoy ignoran la gesta de quienes cumplieron con su deber de soldados, en forma anónima y abnegada. Esa fue la hazaña de las Fuerzas Armadas. Una vez más, reitero que la guerra es un renunciamiento a las escasas pretensiones de la humanidad. Deseo que, para nosotros, los argentinos, no se cumpla la sentencia de Paul Valery: “Las lecciones de la historia nunca han servido de nada”. 

*Teniente general (R). Exjefe del Ejército (1992-1999). Veterano de Malvinas.



     

Lessons from Malvinas… (First Delivery) 

This is the first of five installments in which Lieutenant General Martín Balza, head of the Army (1992-1999), recounts his experiences in the Malvinas War, in which, with the rank of lieutenant colonel, he served as head of the Artillery Group 3 and as coordinator of the ground fires of the Puerto Argentino Group. His objective: to address "in all its dimensions the sacrifice of those who fought for a feeling for 44 days." 

© Written by Martín Balza, Former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Friday 07/28/2023 and published by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic. 

March 20 to April 7, 1982. I will relate how we fought and why we were defeated by a worthy adversary. I will expose the facts as I knew and lived them, and I will add others that fed my knowledge years later. The attempt to recover the Malvinas Islands –unquestionably ours from the geographical, historical and legal point of view– by force constituted the most notable error of political, diplomatic and military appreciation. 

The former head of the Navy, Admiral Jorge I. Anaya, is credited with being the one who conceived the absurd adventure, but he had the acquiescence of other members of the military junta that governed the last civil-military dictatorship: General Leopoldo F. Galtieri and Brigadier Basilio Lami Dozo. 

The former head of the Navy, Admiral Anaya, is credited with having conceived the absurd adventure.

The appropriation of a just cause, feltly national, sought to galvanize citizens around it and thus perpetuate the dictatorship, which was falling inexorably, among other causes due to the demand for an electoral exit, the social unrest generated by a serious economic crisis and the international smear for serious violations of human rights. 

The word crisis comes from the Greek word krino, which means crossroads. It is a spark, a controversial event, a turning point, an opportunity, which always forces a choice and suggests a move forward or a setback. This term can introduce the use of military power in a potential or effective way, without reaching the state of war. In the case of Malvinas, the crisis began on March 20. 

What was published by a Buenos Aires morning paper on January 27, 1982, linked to retired admiral Emilio Massera, is symptomatic: “Right now we are in optimal conditions: we are governed by the Armed Forces, we have a president (Galtieri) with drive and a great decision-making capacity, and we have a luxury chancellor (Nicanor Costa Méndez). If, in addition to having won the war against terrorism, the Malvinas are recovered, the Process will be marked by these events (...). Regarding the internal front, the public would feel invigorated (…) The Malvinas are prior to the Beagle”. 

That same month, Admiral Carlos Lacoste, linked to the government, said: "This is very easy to fix, invading (sic) the Malvinas." And according to the British weekly The New Statesman, the Argentine journalist Jesús Iglesias Rouco wrote: "This year Buenos Aires will recover the Malvinas by force." 

In March 1982, Galtieri told our ambassador to the UN, Eduardo Roca: "I'm going to take the islands!" Clear display of political and military irresponsibility, because having no containment, the decision was irrevocable and the consequences unpredictable. It is obvious to point out that all this was known by the British diplomats in Buenos Aires. 

On March 20, 1982, a crisis originated from a strong British reaction – in my opinion disproportionate – as a result of the scrapping of an old factory located on the island of San Pedro de las Georgias del Sur, located 1,500 kilometers southeast of the Malvinas. 

In charge of this was a private Argentine commercial company, belonging to the citizen Constantino Davidoff, who had carried out the corresponding legal procedures before the British authorities in Buenos Aires. As events have unfolded, I have always appreciated that the intention of the United Kingdom (UK) was clearly to escalate the crisis, which did not surprise the Argentine government. 

On April 7, General Mario B. Menéndez, took over as governor of the islands. 

The recovery of the islands, on April 2, 1982, Operation Rosario, demonstrated the professionalism and efficiency of the own forces, without spilling British blood, before a weak detachment of Marines equipped with light weapons, although they lacked the ability to maintain them in the face of the foreseeable reaction of the United Kingdom. On April 3, Alfredo Astiz (rank of frigate captain), with members of our Navy, occupied a British garrison of 25 men in the South Georgia Islands, which caused the death of a non-commissioned officer and two soldiers, in addition to losses important. 

On the same day, the United Nations (UN) Security Council issued Resolution 502, which required the immediate withdrawal of military forces. The fact could have been exploited positively if the political power had complied and left a small garrison with security forces, which would have shown a negotiating attitude on the part of our country. 

The aim was to galvanize citizens around a just national cause and thus perpetuate the dictatorship. 

The United Kingdom would hardly have mobilized the largest expeditionary force since the Second World War; more than 28 thousand men and a modern fleet of more than one hundred ships, including aircraft carriers with forty machines and four nuclear submarines, nor received the support of the largest military alliance in the world: the North Atlantic Treaty Organization (NATO), led by the United States. 

It was, then, the moment to demonstrate internationally a negotiating attitude and the legitimacy of our rights to put an end to an anachronistic colonialism. But all this, today, is counterfactual history. The inept national and military strategic leadership ignored that the best moment to negotiate in a crisis or in a conflict is the one in which the adversaries still believe in an undefined and balanced situation in forces and hopes. 

The political and diplomatic incapacity was based on two hypotheses. The first: that the United Kingdom would not react, would accept the fait accompli and negotiate a solution on sovereignty. The second: that the United States would support Argentina or adopt a neutral position. To believe in these assumptions was to ignore the history of both powers and the conflicts of the twentieth century. 

Malvinas never constituted a war hypothesis. Faced with this extreme decision, prediction is fundamental; otherwise, you bet on random. In Game Theory, this is known as "The Nash Equilibrium" (1994), by John Nash, Nobel Prize Winner in Economics, which consists of a prediction of the best action(s) available to each party. , depending on the possible actions of the counterparty. 

Once again in our history, the absence of leaders was notorious. I appreciate that, psychologically, among other causes, a full and exalted Plaza de Mayo with the recovery of the islands had a negative influence. However, I remember that a royal statesman, General Charles De Gaulle (former French president), in 1962, did not hesitate to cede "French Algeria" against circumstantial public opinion and important political and military sectors. 

On April 5, Foreign Minister Costa Méndez, in Washington, stated that the Argentine attitude of occupying the Malvinas "was the independent foreign policy act of a middle power" and that he was convinced of "the possibility and effectiveness of US mediation ”. He was unaware that the US, through its pseudo-mediator, Alexander Haig, had already sided with the UK. Clear demonstration that power and stupidity together are dangerous. 

On April 7, General Mario B. Menéndez, against the opinion of Foreign Minister Costa Méndez, took office as governor of the islands, swearing by the Bible and the Statute of the National Reorganization Process (PRN). Attended, among others, the presidents of all political parties, the general secretaries of trade union organizations and business sectors. Of the former presidents, only the retired general Jorge Rafael Videla attended. Another obvious clumsiness of the military junta. 

The why of the text. Martin Balza (*) 

Forty years after the Malvinas War, our people are familiar with what happened emotionally but, certainly, they are poorly informed. Foreign sources described it as "the first war of the missile era." Convinced that there will never be a single way to interpret a historical fact, I will try, in a synthetic way, to recount the main events that moved the world and Argentines in particular. 

I am guided by their personal experience, enriched by knowledge of the main actors in the strategic and tactical context, and documentation to which I later had access. My purpose is not to leave another vision of the only war waged by my country in the 20th century. Most of the Argentines who wrote about the conflict were not at the scene of the events, and some did so by emphasizing political and ideological aspects, confusing the civic-military dictatorship with the legitimacy of an unquestionably unifying cause of the Argentine people, and not addressing in all its dimension the sacrifice of those who –during 44 days– fought for a feeling. 

Many politicians still today ignore the feat of those who fulfilled their duty as soldiers, anonymously and selflessly. That was the feat of the Armed Forces. Once again, I reiterate that war is a renunciation of humanity's few claims. I wish that, for us, the Argentines, the sentence of Paul Valery is not fulfilled: "The lessons of history have never been of any use". 

*Lieutenant General (R). Former Army Chief (1992-1999). Malvinas Veteran.


"THE MALVINAS ISLANDS WERE, ARE AND WILL BE FOREVER ARGENTINE" 


jueves, 25 de febrero de 2010

De Eva a Cristina... El odio... De Alguna Manera...

El Odio...


Sí, el tema de estas líneas es el odio. Planteado así, de manera tan seca y contundente, quizás y ante todo deba reconocerse que es más propio de cientistas sociales que de un simple periodista u opinólogo. Pero, precisamente porque uno es esto último, registra que su razonamiento respecto del clima político y social de la Argentina desemboca en algo que ya excede a la mera observación periodística.

© Escrito por Eduardo Aliverti y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 22 de Febrero de 2010.

Hay –es probable– una única cosa con la que muy difícilmente no nos pongamos todos de acuerdo, si se parte de una básica honestidad intelectual. Con cuantos méritos y deficiencias quieran reconocérsele e imputarle, desde 2003 el kirchnerismo reintrodujo el valor de la política, como ámbito en el que decidir la economía y como herramienta para poner en discusión los dogmas impuestos por el neoliberalismo. Ambos dispositivos habían desaparecido casi desde el mismo comienzo del menemismo, continuaron evaporados durante la gestión de la Alianza y, obviamente, el interregno del Padrino no estaba en actitud ni aptitud para alterarlos.

Fueron trece años o más (si se toman los últimos del gobierno de Alfonsín, cuando quedó al arbitrio de las “fuerzas del mercado”) de un vaciamiento político portentoso. El país fue rematado bajo las leyes del Consenso de Washington y la rata, con una audacia que es menester admitirle, se limitó a aplicar el ordenamiento que, por cierto, estaba en línea con la corriente mundial.

También de la mano con algunos aires de cambio en ese estándar, y así se concediera que no quedaba otra chance tras la devastación, la etapa arrancada hace siete años volvió a familiarizarnos con algunos de los significados que se creían prehistóricos: intervención del Estado en la economía a efectos de ciertas reparaciones sociales; apuesta al mercado interno como motor o batería de los negocios; reactivación industrial; firmeza en las relaciones con varios de los núcleos duros del establishment. Y a esa suma hay que agregar algo a lo cual, como adelanto de alguna hipótesis, parecería que debe dársele una relevancia enorme.

Son las acciones y gestos en el escenario definido como estrictamente político, desde un lugar de recategorización simbólica: impulso de los juicios a los genocidas; transformación de la Corte Suprema; enfriamiento subrayado con la cúpula de la Iglesia Católica; Madres y Abuelas resaltadas como orgullo nacional y entrando a la Casa Rosada antes que los CEO de las multinacionales; militancia de los ’70 en posiciones de poder.

En definitiva, y –para ampliar– aun cuando se otorgara que este bagaje provino de circunstancias de época, sobreactuaciones, conciencia culposa o cuanto quisiera argüirse para restarles cualidades a sus ejecutores, nadie, con sinceridad, puede refutar que se trató de un “reingreso” de la política. Las grandes patronales de la economía ya no eran lo único habilitado para decir y mandar.

Hasta acá llegamos. Adelante de esta coincidencia que a derecha e izquierda podría presumirse generalizada, no hay ninguna otra. Se pudre todo. Pero se pudre de dos formas diferentes. Una que podría considerarse “natural”. Y otra que es el motivo de nuestros desvelos. O bien, de una ratificación que no quisiéramos encontrar.

La primera nace en el entendimiento de la política como un espacio de disputa de intereses y necesidades de clase y sector. Por lo tanto, es un terreno de conflicto permanente, que ondula entre la crispación y la tranquilidad relativa según sean el volumen y la calidad de los actores que forcejean.

Este Gobierno, está claro, afectó algunos intereses muy importantes. Seguramente menos que los aspirables desde una perspectiva de izquierda clásica, pero eso no invalida lo anterior. Tres de esos enfrentamientos en particular, debido al tamaño de los bandos conmovidos, representan un quiebre fatal en el modo con que la clase  dominante visualiza al oficialismo.

Las retenciones agropecuarias, la reestatización del sistema jubilatorio y la ley de medios audiovisuales. Ese combo aunó la furia. Una mano en el bolsillo del “campo”; otra en uno de los negociados públicos más espeluznantes que sobrevivían de los ’90, y otra en el del grupo comunicacional más grande del país, con el bonus track de haberle quitado la televisación del fútbol. De vuelta: no vienen al caso las motivaciones que el kirchnerismo tenga o haya tenido y no por no ser apasionante y hasta necesario discutirlas, sino porque no son aquí el objeto de estudio. Es irrebatible que ese trío de medidas –y algunas acompañantes– desató sobre el Gobierno el ataque más fanático de que se tenga memoria.

Hay que retroceder hasta el segundo mandato de Perón, o al de Illía, para encontrar –tal vez– algo semejante. Potenciados por el papel aplastante que adquirieron, los medios de comunicación son un vehículo primordial de esa ira. El firmante confiesa que sólo la obligación profesional lo mueve a continuar prestando atención puntillosa a la mayoría de los diarios, programas radiofónicos, noticieros televisivos.
No es ya una cuestión de intolerancia ideológica sino de repugnancia, literalmente, por la impudicia con que se tergiversa la información, con que se inventa, con que se apela a cualquier recurso, con que se bastardea a la actividad periodística hasta el punto de sentir vergüenza ajena. Todo abonado, claro está, por el hecho de que uno pertenece a este ambiente hace ya muchos años, y entonces conoce los bueyes y no puede creer, no quiere creer, que caigan tan bajo colegas que hasta ayer nomás abrevaban en el ideario de la rigurosidad profesional.

Ni siquiera hablamos de que eran progresistas. La semana pasada se pudo leer que los K son susceptibles de ser comparados con Galtieri. Se pudo escuchar que hay olor a 2001. Hay un límite, carajo, para seguir afirmando lo que el interés del medio requiere. Gente de renombre, además, que no se va a quedar sin trabajo. Gente –no toda, desde ya– de la que uno sabe que no piensa políticamente lo que está diciendo, a menos que haya mentido toda su vida.

Sin embargo, más allá de estas disquisiciones, todavía estamos en el campo de batalla “natural” de la lucha política; es decir, aquel en el que la profundidad o percepción de unas medidas gubernamentales, y del tono oficialista en general, dividieron las aguas con virulencia. Son colisiones con saña entre factores de poder, los grandes medios forman parte implícita de la oposición (como alternativamente ocurre en casi todo el mundo) y no habría de qué asombrarse ni temer.

Pero las cosas se complican cuando nos salimos de la esfera de esos tanques chocadores, y pasamos a lo que el convencionalismo denomina “la gente” común. Y específicamente la clase media, no sólo de Buenos Aires, cuyas vastas porciones –junto con muchas populares del conurbano bonaerense– fueron las que el 28-J produjeron la derrota electoral del kirchnerismo. ¿Hay sincronía entre la situación económica de los sectores medios y su bronca ya pareciera que crónica?

Por fuera de la escalada inflacionaria de las últimas semanas, tanto en  el repaso del total de la gestión como de la coyuntura, los números dan a favor. En cotejo con lo que ocurría en 2003, cuando calculado en ingresos de bolsillo pasó a ser pobre el 50 por ciento del país, o con las marquesinas de esta temporada veraniega, en la que se batieron todos los records de movimiento turístico y consumo, suena inconcebible que el grueso de la clase media pueda decir que está peor o que le va decididamente mal. Pero eso sería lo que en buena medida expresaron las urnas, y lo que en forma monotemática señalan los medios.

Veamos las graduaciones con que se manifiesta ese disconformismo. Porque podría conferirse la licencia de que, justamente por ir mejor las cosas en lo económico, la “gente” se permite atender otros aspectos en los que el oficialismo queda muy mal parado, o apto para las acusaciones. Ya se sabe: autoritarismo, sospechas de corrupción, desprecio por el consenso, ausencia de vocación federalista, capitalismo de amigotes y tanto más por el estilo.

Nada distinto, sin ir más lejos, a lo que recién sobre su final se le endilgó a Menem y su harén de mafiosos. ¿Qué habrá sucedido para que, de aquel tiempo a hoy, y a escalas tan similares de bonanza económica real o presunta, éstos sean el Gobierno montonero, la puta guerrillera, la grasa que se enchastra de maquillaje, los blogs rebosantes de felicidad por la carótida de Kirchner, los ladrones de Santa Cruz, la degenerada que usa carteras de 5 mil dólares, la instalación mediática de que no llegan al 2011, el olor al 2001, el uso del avión presidencial para viajes particulares? ¿Cómo es que la avispa de uno sirvió para que se cagaran todos de la risa y las cirugías de la otra son el símbolo de a qué se dedica esta yegua mientras el campo se nos muere? ¿Cómo es que cuando perpetraron el desfalco de la jubilación privada nos habíamos alineado con la modernidad, y cuando se volvió al Estado es para que estos chorros sigan comprándose El Calafate? Pero sobre todo, ¿cómo es que todo eso lo dice tanta gente a la que en plata le va mejor?

Uno sospecharía principalmente de los medios. De sus maniobras. De que es un escenario que montan. Pues no. Por mucho que haya de eso, de lo que en verdad sospecha es de que el odio generado en las clases altas, por la afectación de algunos de sus símbolos intocables, ha reinstalado entre la media el temor de que todo se vaya al diablo y pueda perder algunas de las parcelas pequebú que se le terminaron yendo irremediablemente ahí, al diablo, cada vez que gobernaron los tipos a los que les hace el coro.

Debería ser increíble, pero más de 50 años después parece que volvió el “Viva el Cáncer” con que los antepasados de estos miserables festejaron la muerte de Eva.