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martes, 12 de noviembre de 2013

Alquimia… De Alguna Manera...


Alquimia…


La Argentina no participa de ejercicios militares con –entre otras– las fuerzas aéreas de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Venezuela y Uruguay por temor a que le embarguen sus aviones, como sucedió con la fragata Libertad en Ghana. Entretanto, Guillermo Moreno es sólo una anécdota para Fernando Navarro, tenaz espadachín mediático del Gobierno. Según Navarro, el kilo de pan que se vende a 24 pesos debe ser entregado a 10 pesos. Dice que la diferencia deriva de la avidez de los formadores de precios para meter la mano en los bolsillos del pueblo.

El mismo gobierno que confirma la obsolescencia casi total de una Fuerza Aérea que fue orgullo del país y combatió dignamente en 1982 durante la Guerra de Malvinas ahora encontró polvorientas listas negras confeccionadas hace casi cuarenta años. Durante los diez años y medio de gobierno, el kirchnerismo nunca se abocó a tamaña hazaña arqueológica. Las gestiones de José Pampuro, Nilda Garré y Arturo Puricelli precedieron a la actual de Agustín Rossi.

El vínculo enfermizo con un pasado remoto es la clave del proceder oficial. Hace ya dos meses que un pequeño grupo, que nunca supera las cuatro/seis personas, mantiene enrejado a la fuerza el local de la Casa de Córdoba en Buenos Aires, en Callao y Corrientes, con un “acampe” patético, debidamente custodiado y preservado por la Policía Federal con varios patrulleros, por lo cual tres carriles de la supercongestionada avenida están cerrados al tránsito. Los acampantes dicen ser “asambleas del pueblo” y piden por la libertad de condenados por la Justicia cordobesa por haber incendiado los tribunales de Corral de Bustos. No es el único “acampe” protegido por fuerzas federales de seguridad. Hay otros en Plaza de Mayo y en la Plaza del Congreso. El ciudadano anónimo resopla ante una realidad laberíntica, pero la asume con resignada naturalidad: es lo que hay. Nadie sabe bien por qué y, sobre todo, para qué, pero, tras una década de “recuperación” del Estado, el espacio público está más privatizado que nunca en la Argentina. Lo mismo sucede con el caos cotidiano de la avenida Dellepiane o de la autopista Illia, sistemáticamente bloqueadas por los cortes de habitantes de villas que exigen planes y otras facilidades.

No es la Argentina un país que se sorprenda de la reiteración de los disparates cotidianos, como los paros sorpresivos en las líneas de subte de Buenos Aires, que así como estallan se evaporan y “arreglan”. Todo continúa normalmente, sin sanciones. También se convalida el escándalo legal y moral de los extorsionadores callejeros tiernamente llamados “trapitos”, actividad infractora grave y en la que es imposible no ver la tolerancia o el visto bueno del Gobierno, abrazado a la ideología de no “judicializar” la pobreza, como si esos “trapitos” no estuviesen encuadrados y explotados por organizaciones con cobertura judicial y/o policial. Días atrás, dos “trapitos” se cruzaron a cuchillazos junto al Zoológico, y uno asesinó a su rival, esfumándose sin dejar rastro.

Gran parte de la vida cotidiana del país permanece detenida en el tiempo y no se entiende bien por qué, como tampoco se puede comprender la sucesión encadenada de bochornosas fugas carcelarias, cada vez más comunes y reiteradas, años después de que el delirio setentista de La Cámpora pusiera en pie de guerra santa a sus “vatayones” (sic) militantes.

Suprimida la racionalidad más obvia, la agenda cotidiana argentina se despliega como eterno zigzagueo de vacíos de sentido y mentiras flagrantes que cortan la respiración. ¿Puede convencer a alguien el argumento oficial de que los viejísimos aviones de guerra argentinos serían embargados por Brasil? ¿Se puede alegar impávidamente que no hay aumentos de precios y que por ende la inflación “no es un problema”? ¿Es capaz el grupo gobernante de hacer creer que su visceral “garantismo” carcelario ha rendido buenos resultados? En suma, la sociedad, o al menos el Gobierno, se muestran enemistados con el principio de la verdad inexorable. Intoxicado tras haberse empachado de relatos, el país deglute uno detrás del otro los atropellos más descarados a la verdad fehaciente. Si ha sido la década de las estadísticas crudamente pulverizadas, ¿puede acaso haber otro sinónimo más obvio y escandaloso de negación de la realidad?

Lo sucedido con el fallo de la Corte por la Ley de Medios resume mejor que nada la espesa sopa de semiverdades, semimentiras y argucias retóricas que cruzan el galimatías argentino. Si el Gobierno libró tamaña batalla al solo efecto de herir de muerte a un poderoso grupo privado, las oposiciones al oficialismo han estado balbuceando desde hace años ante el caso. El discurso oficial fue curiosamente eficaz con quienes deberían haber visto desde el primer día la naturaleza esencialmente autoritaria de un mecanismo de control. Prevaleció, en cambio, la ilusión óptica y se devoraron en gran medida durante la jerigonza de “democratizar la palabra”. Es monumental la penetración del relato del grupo gobernante, como ya se verificó con la patraña de la “comisión de la verdad” con Irán, cuyos resultados están a la vista.

El grupo gobernante maneja con maestría la alquimia política, ideológica y mediática. La leyenda medieval del plomo convertido en oro y el veneno en pócima mágica tiene ahora mismo sabor nacional y popular. La palabra es poderosa, la realidad es lo de menos.

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 10/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Alquimia:

En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe الخيمياء [al-khīmiyā]) es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Reportaje a Hermes Binner... De Alguna Manera...

"La oposición está en deuda con la gente"...


La acusación de “narcosocialistas” vociferada por el diputado kirchnerista Andrés “El Cuervo” Larroque logró desencadenar la indignación de la oposición que, la semana pasada, se retiró del recinto.

La alusión al reciente descubrimiento de posibles nexos con el narcotráfico del desplazado jefe de Policía de Santa Fe, comisario Hugo Tognoli, ha provocado una terrible preocupación, pero el claro sentido político de las afirmaciones de Larroque están sin duda dirigidas a enturbiar una figura señera como es la de Hermes Binner.

Efectivamente, a las pocas horas, Binner publicaba una solicitada en los principales diarios del país en la que, entre otras cosas, afirmaba que el comisario Tognoli debía someterse a la Justicia.

—Creo que la gente ha perdido el miedo y comienza a expresar todo lo que ve alrededor de la violencia vinculada al narcotráfico. La seguridad ocupa el primer lugar en la preocupación de la población sobre todo cuando se vincula con la violencia. Es nuestra obligación atender ese reclamo y trabajar en función de salvar las dificultades que tiene la población para expresar sus denuncias y poder, también, rectificar supuestos errores que se están desarrollando en el seno de las fuerzas policiales de la provincia de Santa Fe. A partir de una denuncia que aparece en los diarios (y esto no debiera ser así, sino fruto de una comunicación del Gobierno nacional al Gobierno provincial) se conoce (como ahora sabemos) a partir de una escucha del año 2009 una referencia a vinculaciones del ex jefe de Policía Tognoli con el narcotráfico. 

Estas cosas no significan una novedad ya que Santa Fe es una provincia de paso de la droga y la triste experiencia nos demuestra que las provincias “de paso” terminan “siendo” y quedándose con parte de la misma. Creo, también, que no se había tomado la correspondiente dimensión de la gravedad que esto representa. En ese sentido es positivo que la gente hoy se atreva a hablar y a denunciar. Esta es la parte fundamental para que comencemos a revertir el flagelo del narcotráfico. Fíjese que cuando vemos en la República Argentina que hay un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan la pregunta es: ¿de qué viven? Y la economía del delito es una economía que viene a suplantar los trabajos formales. Hay que erradicarla.

—Y recordando también la valentía de los que se han presentado a declarar, es importante que la Justicia tome las medidas correspondientes y los proteja. Que un testigo protegido no desaparezca como Julio López.
—Por supuesto. Casualmente nosotros tenemos un decreto que firmé cuando era gobernador y que se ocupa de la protección de los testigos. No pudo salir por ley. No me aprobaron en la Cámara, pero un decreto tiene la posibilidad de ser optativo. Nos parece que hay que proteger a aquellos testigos que tienen la valentía de informar todo lo que saben. La situación entonces, hoy se encuadra en que esto es un delito federal. Con lo cual necesitamos el apoyo de las fuerzas de seguridad federales y de la Justicia Federal ratificando, una vez más, el contenido de nuestro programa que viene ya de las elecciones anteriores y que está dirigido justamente a la necesidad de integrar a todas las fuerzas de seguridad del país. Me refiero a las policías provinciales, la Policía Metropolitana y la Federal, la Prefectura, la Gendarmería, la Policía Aeroportuaria, para construir un mapa del delito en nuestro país. Es necesario saber dónde es preciso actuar, ejercer una mayor prevención y creo que en este camino (siendo un delito federal) debe ser el Gobierno nacional quien lo convoque.

—Cuando usted mencionaba recién a ese millón de chicos que no estudian ni trabajan, recordaba a las Madres del Paco que se enfrentan con la magnitud de la fuerza de la droga, y lo inquietante que resulta también saber que esos mismos chicos van a votar desde los 16 años. No sé qué piensa usted de esto.
—Bueno, usted sabe que hay países como Brasil donde votan desde los 16 años y tienen problemas resueltos y no resueltos. Brasil tiene leyes que combaten el narcotráfico como, por ejemplo, “la ley de derribe”.

—¿Qué significa?
—Es una ley por la cual, por ejemplo, un avión de matrícula desconocida puede ser apareado por aviones de la Fuerza Aérea que lo obliguen a aterrizar. Si no lo hace, tienen autorización para derribarlo.

—¿Esto no se acopla, entre nosotros, al tema de la falta de radares?
—Claro. Y, sobre todo, radares que puedan captar el negocio oscuro. Porque los radares que se están construyendo en el Invap y que son de última generación, en teoría son radares para detectar las señales que emiten con ultrasonido los aviones que se quiere identificar. Cuando este equipamiento no se pone en funcionamiento se requiere otro tipo de radares que Argentina no tiene y que no vemos mucha motivación por adquirir. Lo ideal sería tener al menos el 80% de la superficie nacional controlada.

—Nos reiteran que la mayor parte de la droga entra a través de estos aviones, que aterrizan en estancias desde las cuales parten los envíos.
—Sí, por ejemplo, a nosotros nos ha tocado en Santa Fe decomisar un avión (de matrícula paraguaya) que venía cargado con marihuana. Rápidamente el juez federal nos conminó a devolver el avión porque, al ser de otro país, era necesario devolverlo. Esto, por supuesto, significó el cierre de la investigación. Con lo cual se convirtió en uno de los tantos casos que en nuestro país, pasan a la impunidad que es para una sociedad, la peor de las enseñanzas. Por ejemplo, si usted comete un hecho delictivo, y luego consigue autorización para demostrar que ese hecho no fue delictivo, sino lícito, esto se convierte en una de las cuestiones más graves que tenemos que superar y tampoco tolerar como sociedad.

—Volvemos entonces al tema de la Justicia. Usted recordará que la semana pasada la renuncia de los jueves Farrell y Kiernan tuvo gran repercusión por la terrible presión que se ejerce sobre la Justicia.
—Desde ya esto atenta contra la independencia de los tres poderes. Nosotros estamos recolectando firmas hasta llegar a un millón y no estamos pidiendo nada extraño, sino que se respete la Constitución en tres aspectos fundamentales: uno, la independencia de los tres poderes; el otro radica en la necesidad de respetar el federalismo porque las provincias son prescindentes de la Nación (y esto lo reconoce la Constitución de 1853) y, finalmente, los derechos sociales. Me refiero al derecho a la educación; a la salud; a la vivienda; al trabajo; a la jubilación… Por lo tanto, la base fundamental de reconstruir la República pasa, en primer término, por respetar la Constitución y las leyes. Luego, vienen los Derechos de Tercera Generación que fueron incorporados en la reforma del año 1994. Creo que son elementos fundamentales como plantearle a la población que ayude a gobernar. Y si la gente tiene capacidad de formular propuestas y esas propuestas son tomadas por la sociedad, esto nos coloca en una situación positiva que permite doblegar todos los dolores que hoy tenemos en función de encontrar la integración de la ciudadanía con sus gobernantes.

—Estamos viviendo tiempos extraños. Creo que es la primera vez que escuchamos a la Corte pedir que no la presione el gobierno de turno. ¿Recuerda algún antecedente, Binner?
—No lo recuerdo. Salvo, probablemente, en regímenes militares donde esos jueces fueron reemplazados por otros que eran adictos a aquel régimen lo cual no es un ejemplo válido. Nos toca rescatar a uno de los valores fundamentales de la República. Esto lo inauguró la Gran Revolución, me refiero a la Revolución Francesa de 1789 donde se estableció justamente el respeto hacia los tres poderes.

—Es cierto, nos tocan tiempos especiales. Por ejemplo, tampoco hemos tenido nunca una fecha de calendario que se apode 7D y de la que está pendiente gran parte de la ciudadanía.
—Creo que la ley tiene que ser respetada y si no sirve para una determinada realidad hay que cambiarla. Pero la ley debe ser respetada. Para eso es ley. Tiene esa categoría. Así es que respetar la Constitución y aplicar las leyes es la base de un país democrático. Debemos aspirar a construir valores en la sociedad. Si no, ¿con qué cara les enseñamos a los niños el Preámbulo de la Constitución? De no ser así es sólo una letra que está allí y nadie respeta. Creo que al debilitarse la estructura fundamental de la República también se debilitan todos los espacios a llenar en esa estructura. Me refiero a la educación, la salud, el derecho a la vivienda, derechos que pide todo ciudadano por estar integrado en una Nación.

—Volvemos entonces al tema candente del millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan. ¿Cuál era la necesidad urgente de otorgarles el voto a los 16 años? Yo sé que usted militó desde muy joven.
—Como dice la Constitución de 1994, la reforma reconoce el primer escalón de la democracia, de gobierno, en las ciudades. Entonces, lo lógico, sería que los jóvenes puedan votar en las ciudades porque, además, es donde ellos tienen conflictos. Con la droga, con la seguridad, con el transporte, con la noche. A partir, entonces, de esas situaciones ellos podrían aportar experiencias vivenciales y, a mi modo de ver, ése sería un camino muy adecuado para, luego, integrar a los jóvenes. Comencemos entonces por ese escalón: los jóvenes de las ciudades a quienes les estamos dando un interés para que emitan su voto, que puedan discernir dónde están sus conflictos. Participar así sería entonces también formar parte de la construcción de una sociedad mucho más integrada. Nosotros hemos hecho muchas experiencias con los niños y, por ejemplo, cuando los Consejos de Niños se reúnen para plantear temas vinculados a una ciudad más segura, amigable y donde se respeten las leyes de tránsito y al vecino es sorprendente la cantidad de aportes que hacen estos chicos. Con esto no quiero decir que los niños tienen que votar, pero sí que si les damos la palabra a los jóvenes, también podemos ayudar a solucionar los problemas que vivencian todos los días.

—En una de nuestras últimas conversaciones, yo me permití insistir en que pensemos “ya” en 2015 y usted me dijo: “¡Falta mucho para 2015!”, ¿sigue pensando lo mismo?
—Bueno, depende. En algunas cosas falta mucho y en otras, no. Nosotros queremos realmente ser gobierno y todo momento debe ser aprovechado para construir dos cosas: programa y equipo. Si usted gana una elección (no es fácil ganarla, pero es una posibilidad) tiene que comenzar a gobernar a los dos meses. Y en esos dos meses no puede hacerse lo que no se ha hecho anteriormente. Por eso nosotros, ahora, el próximo 24 de noviembre vamos a realizar un acto en Costa Salguero donde se van a integrar todos aquellos que hemos reunido en las regiones que hemos transitado. Hemos estado en todos lados; hemos hablado con los productores, los trabajadores, con las fábricas recuperadas, con las economías regionales en general y hemos visto que hay un común denominador de Argentina que necesita salir adelante y que es el tema de la competitividad. También hemos visto, a nivel social, que hay muchos deberes que no se cumplen con la población.

—¿Por ejemplo?
—La jubilación. Usted sabe que tenemos jubilaciones de las que podría decirse que son “una ayudita.”Mire, ¡el jubilado no cree que se pueda comer con seis pesos por día. Vamos a presentar un plan estratégico de largo alcance que está sintetizado en veinte ideas para veinte años. Debe haber una política de Estado que nos organice de manera tal de ir reconstruyendo desde las bases los valores de nuestro país. Son valores riquísimos y creo que allí está el nuevo plan de gobierno en el que, seguramente, continuaremos trabajando el año que viene.

—¿Y las alianzas, Binner?
—Y las alianzas también van de la mano. Nosotros hoy, tenemos el Frente Amplio Progresista (FAP). Pero sabemos que con el Frente solo no alcanza y que hay que construir otra mayoría. Y estamos en ese camino.

—Pero en las alianzas tiene que haber una base de entendimiento común. No sé si esto es factible.
—Es necesario. Tiene que haber un programa común. Usted no puede tener un ministro que tenga un criterio sobre educación vinculado a la sociedad y un ministro de Salud que opine lo contrario. Debe haber una política común; señalar el punto en el que estamos, lo que tenemos y cómo construimos aquellos aspectos que hoy estamos esperando que se desarrollen.

—¿Se acuerda cuando se hablaba de la soja como del “yuyo”? Qué bien nos ha venido “el yuyo” ¿no? Por ejemplo, frente al enorme gasto del Estado.
—Bueno, esto es parte de la situación económica y social que estamos viviendo. Por supuesto nosotros no la compartimos. Creemos que el problema principal está vinculado a la inflación. Aquí se consideró, en alguna oportunidad, que la inflación era parte del modelo, como si fuera una virtud. No debemos olvidar que el país, en democracia, ha vivido situaciones extremas. No se trataba de gobiernos dictatoriales y salir de esa situación significó mucho esfuerzo, pérdidas y trabajo para, luego, poder reconstruir una economía y una sociedad. La inflación es el impuesto más injusto que existe. Por un lado se impone sobre los ingresos fijos (los que menos tienen son los que más sufren) y, por otro, le quita competitividad a las empresas al marcar el valor del dólar. Con lo cual ésta es una situación a dos puntas que muestra su deterioro. Hoy Argentina conserva dos flotadores que le permiten avanzar o por lo menos mantenerse: la soja y el comercio con Brasil. Si Brasil no devalúa, Argentina tiene oxígeno como para seguir respirando. Pero si lo hace, nos vamos a encontrar con una seria preocupación. Lo mismo con la soja: mientras siga manteniendo el valor que tiene hay que revertir esa riqueza en más energía eléctrica; más rutas; más caminos y más bienestar.

—Volviendo al presente: ¿usted anoche no integraba la Marcha del 8N, pero estuvo en la calle hablando con la gente, no es cierto?
— Sí, en Diagonal Norte y Esmeralda. Era impresionante observar la marea humana que venía desde el Obelisco rumbo a la Plaza de Mayo y creo que es importante que escuchemos a la gente. Hay muchas demandas concretas. Diría que la más sensible es la de la inseguridad por la que la gente manifestaba con mucha fuerza, pero también hay otra que está relacionada con los valores: no robar. Creo que esto es lo que la población le está exigiendo a sus gobernantes. Por eso me parece que es muy importante, tanto para el oficialismo como para la oposición (aún cuando las responsabilidades sean diferentes) abordar este tema.

—Algo para destacar: la gran cantidad de banderas argentinas y su presencia constante en la Marcha aunque (como suele ocurrir) también aparecían carteles con menciones agraviantes sin el respeto que siempre merece en democracia la investidura presidencial. También un lamentable episodio hacia un periodista de C5N a quien un tal González Ayuso agredió cobardemente por la espalda. Pero, en líneas generales, usted concuerda en que fue una manifestación con mucho espíritu patriótico y un gran entusiasmo ¿no?
—Siempre hay algún inadaptado, pero la gente, en efecto, es muy respetuosa de los valores esenciales y de la figura presidencial. Anoche hubo reclamos de valores y también reclamos concretos.
En cuanto a valores: el respeto a la Constitución; el respeto a las leyes; la identificación con los problemas básicos de la gente. Luego, como le decía, aparecen las demandas concretas: los jubilados con el 82%. Pero lo que dominaba, insisto, era la demanda por la falta de seguridad.

—También un reclamo muy fuerte de no reformar la Constitución Nacional…
—Sí, esto aparecía en numerosas pancartas: “Respetar la Constitución”; “respetar el Federalismo”; “Respetar los derechos sociales incluidos en el artículo 14 bis”… En fin, todos estos reclamos estuvieron anoche muy presentes. También en la ciudad de Santa Fe hubo una concentración muy grande en la plaza frente a la Gobernación y, en Rosario, frente al Monumento a la Bandera la manifestación fue muy importante.

—Uno de los argumentos que usa el Gobierno para desacreditar este tipo de protestas es que la gente que participa de estas manifestaciones no tiene ningún referente claro de la oposición…Mejor dicho, un líder.
—Bueno, sí. Creo que esta es una deuda que tiene la oposición. Hay que reconocer que el Gobierno tiene un gran porcentaje de responsabilidad en esto y debe dar respuestas inmediatas. Pero a la vez es útil y necesario que la oposición vaya conformando una propuesta que tienda a superar estos elementos que son de alta preocupación para la población. Creo que estamos en un tiempo de cambio: hay un Gobierno que va a cumplir con su mandato: doce años de gestión; que ha demostrado sus fortalezas y sus debilidades. Pero tambien la democracia es renovación; es pensar en nuevas alternativas y en que hay otras respuestas para problemas no resueltos y allí nos encontramos, también, con una gran responsabilidad como es formular una propuesta donde se simplifique la oferta política pero, además, se profundice en cuanto a la respuesta concreta que hoy está reclamando la población.

© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 11 de Noviembre de 2012.




domingo, 28 de octubre de 2012

Padre nuestro... De Alguna Manera...


Los principios sagrados…

El capitán Castro con el intendente de La Plata antes del golpe de 1976. Después iría a Bahía Blanca.

El ex Jefe de Grupos de Tareas Navales en Bahí Blanca tiene dos hijos desaparecidos. A fines de 1976, el capitán Oscar Alfredo Castro arengaba a colimbas a participar de la “nueva gesta libertadora” mientras sus hijos llevaban seis meses de cautiverio en Campo de Mayo. “Hicimos un pacto” de no pedir explicaciones a otras fuerzas, se justificaba entonces. “¿Podemos dejar a los muertos tranquilos?”, propone ahora desde su arresto hogareño.

El capitán habla de guerra. “Claro que hubo una guerra.” El capitán condujo “eficazmente” la Fuerza de Tareas 2, “empeñada diariamente en la guerra antisubversiva”, lo elogió el vicealmirante Luis María Mendía a fines de 1976, mientras los hijos del capitán estaban secuestrados en Campo de Mayo. Esa tarde, en la base de Puerto Belgrano, caracterizó al enemigo: “Grupos siniestros, renegados sin Dios, sin Patria y sin sentimientos”. Antes de tomarles juramento a 3500 conscriptos dijo que “la Providencia” los había elegido para la “nueva gesta libertadora”, que debían defender un estilo de vida “a cualquier costo y por todos los medios” y dejó constancia de su “amor a la libertad dentro del marco de la familia”. Sus hijos llevaban medio año con capucha y grilletes. “¿Qué estaban haciendo?,” apuntó a las víctimas cuando supo del segundo secuestro. “No podemos pedir por el hijo de nadie que esté en poder de otra fuerza. Hicimos un pacto”, se justificó. Treinta y seis años después, detrás del muro que construyó antes de ser arrestado en su casa de Gonnet y a meses de ser juzgado por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, el capitán reniega de la actual “dictadura” aunque admite estar “feliz y contento”. En su living hay cuadros de Jesús crucificado y de la virgen María, pero nada recuerda a sus hijos desaparecidos. “Ya pasó, terminemos –propone–. ¿Podemos dejar a los muertos tranquilos?”

El primer secuestro de los hermanos Castro fue el 22 de mayo de 1976, en su casa de Ciudad Jardín. Alfredo, de 21 años, estudiaba derecho en la UBA y había militado en la Juventud Universitaria Peronista. Luis, de 18, estudiaba en la Escuela Técnica 12 de San Martín, militaba en la JP de Caseros y había sido detenido en 1975. Su padre se había alejado de la familia ocho años antes, cuando el menor de sus cuatro hijos tenía cuatro meses. Desde 1972 dejó de nombrarlos hasta en los censos del personal superior de las Fuerzas Armadas.

Soldados con pelucas puestas se llevaron primero a Luis. Alfredo alertó al tío materno, el coronel Ezequiel Montero, quien sugirió que se trataba de “un tema de polleras”. La patota volvió y se llevó a un amigo de Luis que vivía en la casa. El tío prometió estar a las ocho. “Te cuelgo que vuelven”, dijo Alfredo antes de que lo cargaran en un Fairlane colorado. Esa noche también fueron secuestrados Fernando Barro y los hermanos Andrés y Daniel Barciocco con sus padres. Los Barciocco eran compañeros de Luis en el grupo scout de la parroquia San Francisco de Asís de Villa Bosch, que entre 1976 y 1977 sumó 18 desaparecidos.

La madre de los Castro, testigo del secuestro, centró las primeras esperanzas en su hermano, coronel retirado pero en servicio en Inteligencia de Ejército. Quelito la acompañó a hacer la denuncia y desapareció de escena.

Con el capitán al frente de la Fuerza de Apoyo Anfibio y desde el 1º de julio de la F.T.2 en Puerto Belgrano, que acumulaba secuestrados en el buque 9 de Julio y en la sexta batería histórica de Punta Alta, fue su hermano quien indagó sobre Alfredo y Luis. El primer dato que obtuvo el capitán retirado Miguel Horacio Castro, en ese entonces empleado de seguridad del diario Clarín, lo aportó el amigo de Luis, liberado a los 22 días: habló de un galpón, una pista de aterrizaje, helicópteros, un campo y una fábrica de ladrillos. El marino concluyó que estaban en Campo de Mayo (allí estuvieron los Barciocco según el ex sargento Víctor Ibáñez) y por el número de secuestrado pudo saber que sus sobrinos habían sido registrados con el anterior y el posterior.

La única gestión conocida de Castro por sus hijos tuvo como destinatario al cura Mario Bertone, referente del grupo scout, con quien se formaron y construyeron la parroquia, donde hoy se los recuerda desde un mural. Castro buscó a Bertone en su casa de Villa Bosch. “Casi tiran la puerta abajo”, recuerda la viuda del ex sacerdote, que dejó los hábitos para casarse. “Mis hijos desaparecieron por tu culpa y lo vas a pagar caro”, gritó el capitán. “Estaba con dos o tres hombres, pensé que nos llevaban”, confiesa la mujer. “Tenía un odio terrible con Mario, que lo conocía de la pastoral de familia de Palomar –explica–. Después nos rajamos, sabemos que nos estuvieron buscando.”

En noviembre alguien llamó a la casa de los hermanos y dijo que no podía identificarse. La madre exigió que le hablaran de frente, el diálogo terminó a los gritos y siguió días después:

–Necesito saber cómo va a encauzarlos –la indagó el secuestrador–. Queremos dárselos al padre y (los hermanos) no quieren. Queremos dárselos a su hermano (el coronel) y no quieren. No quieren salir de aquí si no es con usted.

–Son muy buenos hijos. Buena o mala son mi obra –se enorgulleció la mujer–. He sido padre y madre así que pienso seguir siéndolo. Si pretenden más... imposible.

Mientras la madre luchaba por sus hijos, el padre arengaba a 3500 colimbas en el cierre del “año naval”. El 26 de noviembre, en el estadio de Puerto Belgrano, el vicealmirante Mendía elogió “el celo” de la Infantería por “haber soportado el mayor peso de las actividades antisubversivas”. Castro, que ese día festejó el primer año de los mellizos que tuvo con su segunda esposa, advirtió a los conscriptos que “la Nación, sus instituciones, sus hombres y mujeres, están nuevamente en peligro”. “Renegados sin Dios, sin Patria y sin sentimientos pretenden destruirlos y reemplazar aquellos principios sagrados que dieran razón de ser a nuestra comunidad por bastardos argumentos, ajenos al sentimiento nacional”, dijo, rodeado por la plana mayor de la Armada y por el general Adel Vilas.

“Deben estar listos a reafirmar con su sacrificio la voluntad nacional de mantener a cualquier costo aquellos principios que desde siempre informaron a la República”, leyó. “La Providencia los ha elegido” para “apuntalar los conceptos primigenios de la argentinidad: nuestra profunda fe en Dios, vocación de soberanía e independencia, acatamiento al orden jurídico del Estado, amor a la libertad dentro del marco de la familia y de los límites que nos fija el bien común de la sociedad, y nuestra irrevocable decisión de impedir a cualquier costo y por todos los medios que nadie nos imponga otro estilo de vida”.

Cuando “pronunciéis el sí juro quedáis (sic) formalmente enrolados en esta nueva gesta libertadora a la que todos los argentinos de bien ya se han incorporado espiritualmente”, lo citó el diario La Nueva Provincia. El capitán no sólo se había incorporado espiritualmente. El mismo día, en su legajo, Mendía apuntó que Castro “conduce eficazmente el planeamiento, la organización y ejecución de las acciones a desarrollar por su Fuerza de Tareas, empeñada diariamente en la guerra antisubversiva”. Lo conocía de destinos anteriores, pero lo calificaba “exclusivamente” como “comandante en acción de combate”, aclaró.

Liberación

A 700 kilómetros, la madre de sus hijos golpeaba puertas. El 21 de diciembre, la voz sin nombre le informó que los liberaría. Los largaron el 23. “Tenían la barba larga, sucios, un olor acre. Estaban con la misma ropa. Luis flaco, Alfredo gordo, había pasado meses en una celda donde apenas entraba acostado y sólo comía pan. Se había tenido que romper los pantalones, le habían engordado las piernas”, recuerda su novia Marita, que prefiere ser citada sólo como la llamaba la familia. Del cautiverio dijeron poco: que estuvieron vendados, encapuchados y atados, custodiados por perros y gendarmes; que los torturaron con picana, que estuvieron en un galpón con muchos secuestrados, algunos desde el año anterior, y que en octubre Alfredo fue aislado en una celda.

Luis contó que conversaba, encapuchado, con alguien que su madre asoció con la voz sin nombre: el coronel Fernando Verplaetsen, su vecino en Ciudad Jardín y jefe de Inteligencia del Comando de Institutos Militares. La mujer de Verplaetsen, maestra de la Escuela 28, le rogaba que no lastimaran a Luis ya que lo recordaba con cariño porque lo había visto cuidar a su hermano menor, Danielito. La mujer había visto cómo Luis llevaba y traía de la guardería al niño abandonado por su padre a los cuatro meses, y que a los dos años moriría ahogado en la pileta de la casa.

Cuando supo de la liberación, el capitán Castro se reunió con los dos mayores de sus ya siete hijos y les aconsejó irse del país. “Tenés que convencerlo”, le pidió a la novia de Alfredo. “Pensar que he visto morir compañeros y vengo de Puerto Belgrano”, murmuraba indignado por el destino de esos pibes que a fin de cuentas eran sus hijos. Salir de la Argentina no figuraba entre las alternativas que barajaban Alfredo y Luis. Ambos se sabían controlados, incluso en la Nochebuena posterior a la liberación, una pareja en un Falcon se instaló frente a su casa toda la noche, a la espera de algún contacto que nunca llegó.

En el verano de 1977, mientras el capitán asumía como subdirector de la Escuela de Guerra Naval, a metros de la ESMA, Luis empezó a repartir cosméticos con el Citroën de su madre y consiguió autorización para hacer sexto año libre. Alfredo pudo volver a caminar despacio, consiguió trabajo, retomó Derecho, compró colchón y heladera para casarse, aunque insistía en que no podía alejarse de su madre. Pero el 30 de junio de 1977 le dio la razón a Marita: no podían vivir aterrados, iban a casarse y a radicarse en el interior. Esa misma noche se lo llevaron para siempre junto a su hermano.

Segundo secuestro

El hombre alto, de tez blanca y ojos claros que llevaba la batuta no hizo preguntas. Apenas ordenó revisar la biblioteca y el Citroën.

–¿Qué es esto? –indagó al ver balas en una repisa.

–De mi ex marido, capitán de navío.

El militar no se inmutó ante un dato que conocía y ordenó a los hermanos que se vistieran. “Vamos a hacer un memo a la comisaría de Caseros”, mintió. Alfredo y Luis se despidieron de su madre con un beso. Caminaron 50 metros y los cargaron en una camioneta.

Descartada la ayuda del hermano coronel, la madre, que ese año marcharía en Plaza de Mayo, fue en busca de la voz sin nombre que interrogaba a Luis.

–¿Cómo no me vino a ver antes? –preguntó Verplaetsen, que vivía a 150 metros.

–En la escuela no me enseñaron qué hacer cuando nos secuestran un hijo –-le explicó.

El jefe de Inteligencia de Campo de Mayo le dijo que desconocía los operativos de la noche anterior, sugirió que “gente de Palomar” (léase base de la Fuerza Aérea) había “entrado sin autorización” a su jurisdicción y le recomendó volver días después. Cuando Esther fue al Colegio Militar, le dijeron que “seguro fueron los terroristas”.

–Mire, señor, las manos de los que vinieron a buscar a mis hijos son las mismas manos del que vivió conmigo doce años. Esas manos no las tienen los terroristas, las tienen los que están en un escritorio con tintorería y peluquería al lado –describió a Castro.

Al día siguiente Verplaetsen le pidió que no volviera. Le dijo que sus hijos estaban “metidos en problemas” y que debería esperarlos “muchos años”.

Cuando supo del segundo secuestro, el capitán puso la lupa sobre sus hijos: “¿Qué estaban haciendo?”, preguntó. “Si no los tiene la Marina, no puedo hacer nada –le explicó a Marita–. No podemos pedir por el hijo de nadie que esté en poder de otra fuerza. Hicimos un pacto y tenemos que cumplirlo.”

–¿Para qué pueden tener tanto tiempo a la gente detenida? ¿Les lavarán el cerebro? –le preguntó la novia de Alfredo.

–No, eso sale muy caro –le explicó el capitán.

© Escrito por Diego Martínez y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 28 de Octubre de 2012.