martes, 16 de abril de 2013

Galanes… De Alguna Manera...


Galanes…


Obediencia compacta y sin fisuras. No sólo eso: tiene que ser ya mismo, ahora, urgente, si fuera posible ayer.

Convertido en el equivalente criollo del Soviet Supremo, que transformaba en “ley” las órdenes del jefe máximo de la URSS hasta hace al menos 25 años, el Congreso argentino, por lo menos hasta octubre, está cerrado. La mayoría oficial no oculta su voluntario vasallaje.

Aníbal Fernández, con su siempre vigorosa falta de escrúpulos, explica por qué los proyectos de ley enviados por el Poder Ejecutivo para consumar la “reforma” judicial deben “salir” sin ninguna demora. “Ya está todo preparado, discutido, lo hemos chequeado todo y ha pasado por varios estamentos, por lo que uno puede estar tranquilo de que no debería haber ningún tipo de complicaciones”, esclarece. Listo, pues, sale con fritas. Maravillosa desmesura con mucha impudicia.

El oficialismo se concibe a sí mismo como tropa. Existe para acatar, funciona para servir, actúa para complacer a “la conducción”. Muy pocas horas después del temporal, con su más de medio centenar de muertos, no perdieron tiempo. Supremos ejecutores de un pragmatismo todo terreno, hacen lo que se les ordena, como en oportunidad del tratado con Irán, despachado a la velocidad de la luz, como si la vida de la Argentina se jugara en esa acción. La nación víctima le entregó al Irán victimario la prueba del amor el 28 de febrero. Seis semanas después, ese pacto no fue aún refrendado por la teocracia persa. Pero senadores y diputados oficialistas hicieron fila para certificar su rendición, atragantados algunos, a pedido de la Presidenta.

El mismo procedimiento vienen desplegando con los anuncios de modificar estructuras esenciales del sistema judicial argentino, con convicción de acero en su credo básico. Si en la vida mundana de la aldeana farándula local “billetera mata galán”, para el cristinismo, como antes para su predecesor, el kirchnerismo, “anuncio mata tragedia”. Lo ratificó el vicegobernador Gabriel Mariotto. En uno de los numerosos micrófonos del régimen estatal de medios (Radio 10), el comunicólogo se condolía de las muertes de La Plata y subrayaba la responsabilidad de “veinte años de gobierno”. Deslumbrante cinismo: el peronismo gobierna interrumpidamente la provincia de Buenos Aires desde hace 26 años y a la Argentina la han conducido peronistas durante 18 de los últimos veinte años. Ante la tragedia vivida en distritos manejados por el peronismo desde hace añares, la prescripción es más anuncios. Ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos de tema.

Horas después de la insufrible monserga presidencial sobre la “democratización” de la Justicia, una avalancha de anuncios propagandísticos nutrió las fornidas tesorerías de los medios al servicio del Gobierno. Idea manifiesta: borrar de la agenda las conclusiones inescapables de una hecatombe climática agudizada por décadas de corrupción, incompetencia o, al menos, inacción. Cambian de tema, veloces y disciplinados.

El Gobierno acredita, a lo largo de la década que lleva en el poder, inigualable capacidad de abrumar con retórica la vida cotidiana. ¿Quién se acuerda del programa “merluza para todos”, presentado por la Presidenta en diciembre de 2010? ¿Y del plan “milanesa para todos”, lanzado en febrero de 2011? Ahora le toca el turno a la “Justicia para todos”, tras la ofensiva en pos de “medios para todos”. Imposible dudar de que este régimen se considere permanente. No le hace mella la más mínima intención de contemplar un regreso al llano. Llegaron para quedarse, y su proyecto de re-reelección está fuera de toda duda: no existe la más mínima probabilidad de que el oficialismo se resigne a no perpetuarse. Procurarán, para ello, valerse de mecanismos, tretas o atajos sorpresivos y de súbita ejecución que deberían dejar al país congelado de asombro.

Han demostrado con tan expeditiva celeridad la ampliación de su efecto topadora que organizaron en la Cámara un homenaje a los ex diputados Rodolfo Ortega Peña, Diego Muñiz Barreto, Leonardo Bettanín, Miguel D. Zavala Rodríguez, Mario A. Amaya, Bernardo S. Villalba y Armando D. Croatto, descriptos como “víctimas” del terror de Estado. Aparecieron problemas. Ortega Peña fue asesinado en julio de 1974, poco después de la muerte de Perón, durante el gobierno justicialista. Croatto murió en combate durante la “contraofensiva” montonera en 1979. Sobre Bettanín, su viuda, María Inés Luchetti, le dijo al presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, que “mi marido no fue víctima. Fue un militante y combatiente peronista y montonero que resistió hasta la muerte, en un combate desparejo”.

Al aludir a la Cámara a la que Bettanín renunció en 1974, dice que “cambiando fechas, contextos y nombres donde la historia ha dejado su huella, el comportamiento de la Cámara que usted preside, salvo honrosas excepciones, es el mismo que entonces (1974)”. Se pregunta: “¿Cómo calificar el ninguneo a los reclamos populares por debilidad, o por querer permanecer en un puesto que les reporta beneficios personales? ¿Cómo justifican el no atender el clamor de los familiares de la tragedia de Once, de Cromañón, ni de los qom, de las víctimas de la trata, del narcotráfico, de las bandas armadas que asuelan el territorio argentino, asesinando campesinos del Mocase en Santiago del Estero? El mejor homenaje a mi marido sería que los funcionarios no sigan confundiendo ambición personal con interés general”.

Todo preparado, todo discutido, todo chequeado, como explica Aníbal Fernández.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 14/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Poder impune… De Alguna Manera...


Poder impune…
 "LO MANDARON A CORTAR SUPREMAS..." Ricardo Lorenzetti. DIBUJO: PABLO TEMES.

Contra la justicia. El Gobierno va por todo ahora hacia el Poder Judicial. Relativismo moral ilimitado.

La así llamada “democratización de la Justicia” no es más que otro paso en su objetivo hacia el “vamos por todo” que puso en marcha la Presidenta no bien comenzó su segundo mandato. Este proceso –que no es otra cosa que un embate contra los jueces independientes– es emblemático del ADN del kirchnerismo. Estas acciones son siempre la consecuencia de circunstancias en las que el oficialismo se enfrenta a una adversidad que es contraria a sus proyectos de lograr la suma de los poderes públicos. El ejemplo más relevante es el de la Ley de Medios, cuya génesis estuvo en el conflicto entre el Gobierno y el campo por la 125. Este proceso al que asistimos por estos días es el producto de la frustración sufrida por el Gobierno el 7 de diciembre del año pasado, cuando se vio impedido por la Justicia de avanzar en su intención de destruir al Grupo Clarín.

Al igual que hizo con la Ley de Medios, en este caso el kirchnerismo enmascara sus reales intenciones con una hojarasca que, como tal, no es más que letra muerta. En la Ley de Medios, el propósito supuesto que se repetía a modo de eslogan era “más voces y más pluralidad”. Los hechos se encargaron de demostrar que ese eslogan no tenía nada que ver con lo que el Gobierno quería, que era –y es– “más medios oficialistas” para que haya cada vez menos lugar para las voces críticas e independientes.

Con este proyecto de “democratización de la Justicia” pasa lo mismo. Así, el kirchnerismo termina erigiéndose en una réplica del menemismo. Aquí hay que recordar que una de las primeras medidas que tomó Carlos Menem tras haber asumido la Presidencia por primera vez, fue la de aumentar el número de miembros de la Corte Suprema con el objeto de lograr la famosa “mayoría automática”. El proyecto de aumento del número de miembros del Consejo de la Magistratura es asimilable al aumento del número de miembros de la Corte con que Menem aseguró aquella “mayoría automática” que le dio vía libre a todos sus proyectos y que, fundamentalmente, dio cobertura y garantizó la impunidad de todos y cada uno de los hechos de corrupción de su gobierno. 

El fenómeno se repite a la manera de un calco. He ahí los casos del escandaloso enriquecimiento de la familia presidencial y el de la ex Ciccone, que compromete cada vez más seriamente a Amado Boudou. Además, con la modificación del sistema de remoción de los magistrados, para la que será suficiente una mayoría simple y no especial como es hasta ahora, su estabilidad se verá seriamente afectada. La ecuación habrá de ser muy simple: los jueces que osen contradecir la voluntad del Poder Ejecutivo podrán ser removidos de sus cargos de la noche a la mañana. Habrá estabilidad sólo para aquellos que digan amén a todas y cada uno de los abusos del Gobierno. Por si ello fuera poco, el método de elección de los candidatos, que estará ligado a la elección general, cierra cualquier posibilidad a la oposición de actuar en forma mancomunada a los fines de poder equilibrar la situación dominante que le da al oficialismo el uso de todos los recursos del Estado para imponer su voluntad.

El proyecto de “democratización de la Justicia” pone a la ciudadanía, además, en un pie de notable desigualdad y desprotección frente a las arbitrariedades del Estado. Hay un ejemplo que ilustra, el de los jubilados. Si hasta ahora el Gobierno no ha dudado en desobedecer fallos contundentes, confirmados en todas sus instancias, que reconocieron la legitimidad del reclamo por reajuste de haberes hechos por miles de ellos, ¡cuánto peor serán las cosas en el futuro de prosperar con esos y otros reclamos!

La Justicia es un factor de contrapoder. Ser un contrapoder no equivale a ser oposición. Ser un contrapoder significa controlar que en el ejercicio de sus funciones los otros dos poderes del Estado –el Ejecutivo y el Legislativo– lo hagan con observancia absoluta de la Constitución. Es esa tarea de control de constitucionalidad la que ha perturbado profundamente a la Presidenta. Es que la Constitución, que juró observar y hacer observar, representa hoy el principal escollo para la concreción de su anhelado sueño de permanencia eterna en el poder.

En el famoso discurso de junio de 2003, en el que Néstor Kirchner dio el puntapié inicial para la renovación de la Corte Suprema menemista, la crítica fundamental fue a la estructura de “mayoría automática” con que funcionaba el organismo. En aras de una mejor justicia, el entonces presidente abogó por la necesidad de conformar una Corte prestigiada por la calidad de sus integrantes y por su independencia de su gobierno y de los que vinieren. Esa postura gubernamental ya no corre más. Ahora lo que se busca es debilitar a la Corte lo más posible.

En 2006, la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner impulsó e impuso el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura consistente en la reducción del número de sus miembros. La razón para tal modificación era la de hacerlo más independiente de los otros poderes. Eso tampoco va más.

Así es el kirchnerismo: lo que hoy es bueno mañana es malo y viceversa; su relativismo moral no tiene límites. El fin justifica el uso de cualquier medio. Lo único importante es el ejercicio impune del poder.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 14/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 13 de abril de 2013

El Papa y la papisa… De Alguna Manera...


El Papa y la papisa…

El Papa y la papisa

Mientras el papa Francisco marcha firme por los senderos de un camino nuevo, cuya mirada fija su atención en la pobreza y no en el boato curial, la heredera natural de Chávez en versión tanguera, Cristina de Kirchner, aprovecha la ocasión para volver a excederse en histrionismo. Uno se pone las sandalias del pescador, y la otra rellena con bótox su falta de sentido del ridículo.

Y mientras Francisco demuestra una gran elegancia dedicando su primera audiencia a la presidenta que tanto lo ha criticado, la otra aprovecha para intentar crearle un problema diplomático que no es de su negociado. Que Kirchner hable de las Malvinas en su primera audiencia papal demuestra hasta qué punto esta presidenta ha perdido el sentido de la realidad. Como decía alguien de Arafat, tampoco ella "nunca pierde la oportunidad de perder todas las oportunidades".

Tenía un momento de oro para demostrar sensibilidad con la pobreza ante un Papa que ha empezado su mandato hablando de ella, y más viniendo ambos de un continente y de un país con severos problemas sociales. Pero prefirió sus aires de nueva rica, sus donaires de presidenta y sus tics de conocida prepotencia. Y como si estuviera en Camp David, a punto de negociar el conflicto de Oriente Medio, se equivocó de lugar, de interlocutor y de tema, y encima aprovechó la rueda de prensa para vender el producto. Sinceramente, no se puede ser más vulgar.

Lo cual nos retrotrae al tema argentino. Desde cualquier punto de vista es una auténtica desgracia que un país tan importante para el Cono Sur y para todo el continente esté en manos tan tramposas. Lejos de querer emular a los grandes estadistas, Cristina ha decidido pasar a la historia como una heredera del populismo chavista, y por el camino de vender humo social, mentir con los números económicos, pactar con Irán la venta de los muertos de la AMIA, e intentar desmontar toda la sociedad crítica con su Gobierno, puede convertirse en una gran pesadilla. 


En este sentido, la llegada de un Papa argentino que no ha formado parte de la corte kirchnerista, ni le ha rendido pleitesía, es una bocanada de oxígeno. Por supuesto el Papa debe hacer de líder espiritual y no político, pero a estas alturas de la fiesta tampoco pecaremos de ingenuos, ni obviaremos su enorme influencia, y saber que el Papa no milita en el verbo populista de la señora presidenta es toda una garantía.

También resultará muy útil para comparar los discursos sobre la pobreza de uno y otra. El primero, cuya música suena a compromiso serio. La segunda, cuya música resulta tan estridente como la del amigo bolivariano: tanta retórica sobre los pobres como corrupción política, enriquecimiento personal y corte de oligarcas que han hecho su agosto. 

El Papa parece auténtico. La presidenta ya sabemos que no lo es. Lo bueno es que ahora, por comparativa, se notarán más sus trampas.

© Escrito por Pilar Rahola el miércoles 20/03/2013 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Cuidad de Barcelona, España.


Era obvio…


Era obvio…
“Detrás de la polémica alrededor de lo autodenominado periodismo militante y las críticas a las formas de periodismo profesional e inquisidor de los gobiernos, se esconde muy solapadamente la crítica al sistema mismo de división de poderes”.

(Diario PERFIL, bastante antes del fracaso del 7D).

* * *

No creo que la reforma judicial que lanzó la Presidenta sea una venganza por el amparo que le impidió al Gobierno festejar el 7D, ahora ratificado por la decisión de la misma Cámara Civil y Comercial Federal de declarar inconstitucionales los dos artículos de la Ley de Medios cuestionados por Clarín.

Creo que, aunque el kirchnerismo hubiese tenido su 7D, igualmente habría lanzado esta reforma judicial porque resulta coherente con su cosmovisión y su filosofía. En esta columna, desde hace más de tres años y en forma reiterada, se ha venido sosteniendo que no podrían ir contra el periodismo sin finalmente ir contra la Justicia porque, más allá de cuestiones tácticas o ejecutivas, la matriz que cuestiona al periodismo es idénticamente aplicable a la Justicia.

Muy simplificadamente: si no existe la objetividad y todo es subjetivo para el periodista, también lo es para el juez. Si todo razonamiento no puede ser sino intencional, tampoco podrían –todos– los juicios de los magistrados ser objetivos. Y si no existe una verdad y todo es relativo, no debemos guiarnos por el criterio de verdadero o falso, ni siquiera por el de correcto e incorrecto, sino por el criterio de bueno o malo. Sin importarnos si lo que sería bueno es mentiroso, falso o incorrecto. Entonces, la epistemología tiene fundamentos tan débiles como la metafísica.

Para ellos, los jueces (como los periodistas y, antes de su descrédito, los economistas) son unos chantas que se arrogan hablar desde la posesión de la verdad, como dueños del discurso de la ciencia, pero tienen credenciales falsas. Son brujos que disfrazan el carácter religioso de lo que prescriben bajo una toga académica hecha para impresionar y disfrazar su desnudez argumentativa apelando a mitos como el del equilibrio de la balanza ciega.

Si su autoridad es un fraude, entonces no pueden tener autarquía o protecciones especiales y deben disciplinarse al único poder legítimo, que es el de la política. La superioridad de la política sobre todos los otros campos le confiere supremacía a quien conduce el Estado, el órgano político por excelencia. Si la política es todo, todo es poder.

Esta visión de gobierno igual a Estado sin división de poderes ni fiscales de esa división de poderes, como sería la prensa, es explícita y hasta se podría decir que es coherente en los países cuyo sistema político es de partido único. En China, en Cuba, en la ex Unión Soviética existen tribunales que fallan todos los días en pleitos entre particulares sin tener libertad para fallar contra el Estado con independencia. Pero el sistema de partido único ya no es una característica casi exclusiva de países donde gobierna un Partido Comunista, con las derivaciones que haya tenido, sino que es un fenómeno cada vez más creciente en países capitalistas.

En una entrevista publicada en la última edición de la revista Ñ, el filósofo Slavoj Zizek lo explica claramente: “Sólo Europa y un poco Estados Unidos se encuentran en crisis; América latina está progresando rápidamente; Africa subsahariana está progresando; Malasia, Polonia, China, Singapur, Taiwán, tienen un progreso explosivo. En todo el planeta, al capitalismo le está yendo mejor que nunca. ¿Pero qué es lo que está en crisis? El matrimonio interno entre el capitalismo y la democracia se está desintegrando. Lo que está apareciendo hoy es una gran nueva forma de capitalismo, pero que ya no necesita de la democracia en el sentido europeo. En China, los viejos comunistas totalitarios hoy parecen ser los mejores administradores del nuevo capitalismo. Si entráramos en un mundo que deje de ser ideológicamente europeo, entonces quizá tendríamos una sociedad mucho más autoritaria”.

Re-re. La reforma judicial que lanzó la Presidenta castiga a la oposición y beneficia al partido oficial, que –al igual que todos– siempre considerará justa una injusticia favorable. Como no promovería un cambio así quien se viera fuera del Gobierno, la idea de que el kirchnerismo aspira a perpetuarse indefinidamente en el poder constituyendo una especie de sistema político de partido único parecería ser consistente con su búsqueda de reforma judicial.

Pero existen otros escenarios. Por ejemplo, que el kirchnerismo instale el tema por diferentes razones, aun sabiendo que aunque su reforma judicial sea aprobada por el Congreso nunca entrará en vigencia porque la Corte Suprema la declarará inconstitucional y, hasta que llegue a esa instancia, jueces y cámaras también la frenarán (ver página 2 de esta edición).

Y, como en el caso de la Ley de Medios, más que a su total aplicación y vigencia, que el kirchnerismo apueste a construir una épica de la lucha que –al mismo tiempo de mantener motivada a la tropa en el presente– sirva para justificar un eventual fracaso del modelo en el futuro y crear un mito que aumente las posibilidades de volver al gobierno si algún día tuviera que dejarlo.

“La función de una idea es sostener. No se trata de que se realice la idea. Lo importante primero es su existencia”, escribió Alain Badiou sobre otro tema.

Ahora, que haya sido obvio que un ataque al periodismo fuera la vanguardia de un ataque al sistema de división de poderes, y coherente con que finalmente desemboque en un ataque a la Justicia, no quita que los fundamentos filosóficos en los que el kirchnerismo apoya su consistencia sean falsos en el mismo sentido epistemológico que pretenden refutar.

Si todo es relativo, también debería ser relativo que todo es relativo.

El kirchnerismo se disfraza de posmoderno para derribar las certezas y las grandes verdades del modernismo, pero su pensamiento dogmático y asertivo es más antiguo que el que viene a combatir bajo la excusa de acusarlo de anacrónico. Lo contrario al pensamiento débil del filósofo italiano Gianni Vattimo, referente del posmodernismo, a quien la Presidenta recibió esta semana.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 13/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.