domingo, 25 de agosto de 2013

Trascendencia del ego… De Alguna Manera...


Trascendencia del ego…


Lo que más abunda en el mundo, decía Frank Zappa, son el oxígeno y la estupidez. Mirar la entrega de los Martín Fierro es una prueba contundente de que, con respecto al segundo término de su frase, estaba en lo cierto. Es más, algunos ecologistas vaticinan que en breve habrá menos oxígeno, pero la estupidez sigue siendo un éxito.

© Escrito por Fabián Casas el viernes 23/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La entrega de los Martín Fierro parece una alucinación salida de la mente de Derek Zoolander, ese modelo cabeza hueca creado por Ben Stiller. Y, hay que reconocerlo, es muy difícil lograr sobresalir entre tantas caras nuevas y viejas, famosos, glamour y vanidad a granel. Jorge Lanata lo consiguió: su discurso al recibir uno de los muchos gauchos que le dieron alcanzó las cimas de la estupidez: “Agradezco a Lázaro Báez, Cristina Fernández, Ricardo Jaime, Hebe de Bonafini… etc., etc”.

Está claro que a Lanata no lo preocupan la desocupación, el hambre y todos los flagelos que este gobierno no puede o no quiere combatir. Lo único que le preocupa es su vanidad. Es un barrabrava de sí mismo.

Víctor Hugo Morales, a quien podríamos llamar Víctor Ego, también anda por la misma senda. Me acuerdo cuando fue invitado a presentar El dueño, el libro de Luis Majul, y se dedicó a destruirlo.

Muchos periodistas hablaron de la valentía de Morales para decir lo que piensa, como si él hubiese sido Rodolfo Walsh y Majul encarnara a la Junta Militar. Yo creo que hay tantas cosas en la vida para hacer, que ponerle ganas e ir a cagarle la presentación a un tipo que te invitó habla de cierto nivel de vanidad casi insoportable. Lanata y Morales se ponen en veredas opuestas, pero a mí me parece que su enemistad es la de ese tipo que se da en el catch, donde los luchadores no son enemigos, actúan de enemigos.

 


sábado, 24 de agosto de 2013

Nuevos aprendizajes… De Alguna Manera...


Nuevos aprendizajes…
Pablo Aristizábal analiza aquí los desafíos que plantea aprender en la Sociedad del Conocimiento, que se ha instalado de la mano de la revolución digital de la última década. El autor advierte que necesitamos aprender a aprender de nuevo, porque las formas analógicas del aprendizaje se muestran inefectivas para el despliegue del talento de los alumnos. Y entender que la realidad digital es algo más que una “realidad aumentada”.

En estas líneas me propongo encontrar algunos hilos conductores que nos permitan re-pensar la cuestión del aprendizaje (que es correlativamente también la cuestión de la pasión por aprender, la cuestión de la enseñanza y la cuestión de la creación) en el contexto insoslayable de la emergente Sociedad del Conocimiento, que hoy todo lo envuelve: desde las telecomunicaciones y el entretenimiento hasta los procesos políticos, los procesos de aprendizaje y los nuevos modelos de negocios en red.

Los desafíos que esta revolución digital trae consigo son prodigiosos, pero tenemos que asumirlos con responsabilidad, emoción y pasión. Y es que nadie discute ya, ni en la academia ni en la empresa, que necesitamos aprender a aprender de nuevo, porque las formas analógicas del aprendizaje se muestran inefectivas para el despliegue del talento de nuestros alumnos.

Aclaro desde ya que no espero, en estos breves párrafos, acercarme siquiera a una solución del problema planteado. Mi objetivo estará cumplido, y con creces, si las ideas fuerza que me limitaré a mencionar escuetamente a continuación generan en el lector algunas preguntas y lo invitan a pensar a partir de ellas respuestas nuevas.

¿“E-” de “Facilitando”? La primera de estas ideas es casi un tecnicismo, y pretende interrogar el sentido de la letra “e-” que caracteriza la nueva era a la que estamos asomándonos. Lo habitual, aunque no necesariamente lo más preciso, es entender que esa “e-” que se erige en prefijo de palabras que encontramos por todas partes, como “e-learning”, “e-marketing”, “e-government”, “e-business”, es la “e-” de electrónico.


Pero si desplazamos, sin cambiar la escala, el ángulo de la mirada, y vamos del medio (efectivamente electrónico) a los fines que a través de él se persiguen, nos encontramos con que, en un sentido más profundo que el que habitualmente se le atribuye, la “e-” es la “e-” de “enable”, vocablo de la lengua inglesa que significa “facilitar”. Las palabras “e”, entonces, no denotan un aprendizaje o una comercialización o un gobierno o un negocio electrónicos, sino el proceso de “facilitar” el  aprendizaje, la gobernabilidad o un negocio. Es pasar del rol del profesor como fuente del saber a un facilitador del desarrollo del ser y el potencial de ser de cada chico.

El medio es el mensaje. Si se admite que la digitalidad no constituyen un fin en sí mismo, sino meros medios para alcanzar otros fines (como por ejemplo la facilitación), se entenderá que estos medios tomen –en la lógica virtual– parte del lugar que en un contexto todavía analógico les correspondía a otros medios más antiguos.

Marshall McLuhan nos iluminó el camino con su célebre frase: “El medio es el mensaje”. Aunque su verdadero objetivo sea facilitar procesos que en principio existían ya antes de la emergencia de la Sociedad del Conocimiento (como el aprendizaje, la comercialización, el gobierno o los negocios), el nuevo medio, al que llamaremos “lo digital”, ayuda a sensibilizar y concientizar a quienes se conectan con él para la construcción de una nueva cultura digital.

Aunque es claro que el desarrollo de esa sensibilidad y esa conciencia es imposible sin una cierta pasión por aprender a conectarse en medios esencialmente nuevos, a pensar en red, a colaborar, a participar y, en última instancia, a crear, que son las acciones esenciales que promueve la Sociedad del Conocimiento, como toda acción, no pueden ponerse en marcha sin un cierto grado de emoción.

La ubicuidad. La tercera de las ideas que a mi entender pueden animar una discusión en torno al aprendizaje que exige la Revolución Digital tiene que ver una vez más con una aclaración que en principio podría parecer técnica: El “e-learning” no es aprendizaje a distancia. No puede serlo jamás, porque la distancia –en sí misma– es una categoría analógica.

La facilitación del aprendizaje en línea, o en red, supone –precisamente– la desaparición de las distancias, tanto en el tiempo como en el espacio. Pensando analógicamente, lo que está en un lugar del espacio no está en otro, y hace falta tiempo para trasladarlo. Pero bajo una lógica virtual o digital, todo puede estar en todas partes al mismo tiempo.

La ubicuidad aparece así como uno de los principios rectores del nuevo medio. Principio que una vez más pondrá a prueba nuestra pasión por aprender, ya que exigirá de nosotros –para participar de varias conversaciones a la vez y para estar simultáneamente conectados con distintos puntos de la red– una plasticidad en la que nunca nos entrenaron los horarios fijos y los lugares preestablecidos (la casa, la escuela, el trabajo) a los que estamos acostumbrados.

Pero no hay que alarmarse, porque esta ubicuidad no significa que cada uno de nosotros tenga que desdoblarse para estar en todas partes a la vez. Eso sería más propio de una profecía bíblica que de los tiempos que corren. Lo que ocurre cada vez más a través de internet es, en realidad, lo contrario: todas las partes (las instituciones, las empresas, las personas, los lugares) convergen en cada uno de nosotros en cada caso.

Más allá de la “realidad aumentada”. Me gustaría sugerir una cuarta idea para fomentar la conversación, que en algún sentido constituye la vanguardia de todo este movimiento de profunda transformación social que he intentado caracterizar brevemente, al menos en lo que hace a su impacto sobre le aprendizaje: Antes de hablar de convergencia o ubicuidad, señalé que la conexión, la facilitación, la conversación, la participación, la colaboración y la creación eran también principios rectores del nuevo medio digital.

Pero hay muchos que, pensando una vez más analógicamente, creen que la realidad virtual no es más que una realidad aumentada. Que a través de medios electrónicos se profundiza y se expande, pero sin alterar esencialmente la realidad a la que estamos acostumbrados. Desde el punto de vista del desafío que esto supone para el aprendizaje, su perspectiva puede resultar tranquilizadora, pero sospecho que se equivocan.

La realidad virtual no puede entenderse en términos de mera “realidad aumentada”. Más nos valdría concebirla como una “realidad vitalizada”. Lo que las conexiones en red traen consigo, potencialmente al menos, tiene que ver con el paso desde la mera constatación de un estado de cosas (como la que nos ofrecían los antiguos medios: los diarios, la televisión, pero también la escuela) hacia nuestra propia performance en un proceso abierto (como la que nos ofrecen las redes sociales, los foros, pero también las redes de aprendizaje social).

Entre una realidad apenas “aumentada” y una realidad “vitalizada”, se trata nada menos que del intervalo entre el ser y el devenir. Un ser estático, con el que no podemos interferir, y que se nos presenta ya cerrado, y un devenir multi-direccional sobre cuyo curso podemos intervenir. Desde nuestro punto de vista, como sujetos del aprendizaje, se trata además de la diferencia entre medios que nos hablan, y un medio que conversa con nosotros, medios –como dije en el párrafo anterior– que sólo dan lugar a nuestra constatación, frente a un medio que se nutre de nuestra performance.

De lo constatativo a lo performativo. En Aula365, estamos trabajando una nueva respuesta a lo anteriormente enunciado, ponerlo en práctica a través de Kids News, que es justamente el primer periódico que conversa (empleando medios digitales para vitalizar la realidad instando a la participación de los lectores). Y una idea que –en mi rol académico– intento, como aquí y ahora, someter a consideración. No tengo entonces una conclusión definitiva, ni mucho menos, pero sí me gustaría –a modo de cierre– justificar mi insistencia, durante la exposición de la idea, en dos términos que en principio podrían resultar extraños: “constatación” y “performance”.


Ocurre, simplemente, que en los tiempos en los que Marshall McLuhan insistía con aquello de que “el medio es el mensaje”, hubo otro pensador, tal vez no tan celebrado pero igualmente influyente, de nombre J. L. Austin, que formuló una “teoría de los actos de habla”. Y según esa teoría, los enunciados se dividen en enunciados “constatativos”, que son los que simplemente describen hechos, y enunciados “performativos”, que son los que hacen que un hecho suceda.

En un ejemplo típico, si yo ahora enunciara que este escrito está llegando a su fin, no haría más describir un estado de cosas que un lector no podría más que constatar. Pero si yo, en cambio, enunciara mi compromiso de seguir dando esta discusión sobre el aprendizaje, no sólo por este medio sino también a través de medios que conversen, esa promesa implicaría una cierta performance. Y yo creo que eso es lo más importante que nos resta por aprender para ingresar de lleno en una Sociedad del Conocimiento: ¿cómo dejar de “constatar”, para empezar a “performar”?

© Escrito por Pablo Aristizabal el miércoles 18/08/2013, creador de la publicación Kids News, y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

Mayores Notables Argentinos… De Alguna Manera...


Mayores Notables Argentinos…


En su carácter de presidente de la Comisión de Cultura, el diputado nacional Roy Cortina encabezó la entrega de las distinciones a los Mayores Notables Argentinos, en una emotiva ceremonia que – como cada año – se realizó en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo.

Se trata de un reconocimiento que se instituyó con el objetivo de recordar la figura del General Don José de San Martín, a través de su otorgamiento a personas mayores de setenta y cinco años que, a lo largo y a lo ancho de nuestro país, dedicaron su vida a la construcción de una Argentina mejor.

En esta oportunidad, los homenajeados fueron Estela Arnes de Carlotto, Juan Alfredo Caraballo, Mariano Narciso Castex, Julio César Díaz Bazán, Norma Palma D´Indio, Nélida Domínguez de Fernández Panizza, Horacio Adolfo Farach, Norberto Félix Galasso, Néstor Omar Granchelli Cha, Lucía Alejandra Krause, Florinda del Carmen Leguizamón, Jorge Humberto Leiva, Pedro Alberto Molina, Isabel Ruiz Rodríguez de Aguilar y Alfredo Salustiano Salteño.

En el discurso de apertura, el dirigente socialista y referente de UNEN destacó el valioso aporte que los nominados han hecho – desde los más diversos ámbitos – a la comunidad y resaltó como el común denominador que los vincula a “su fortaleza para levantarse contra la injusticia y su fuerte compromiso con la transformación de la realidad en favor del interés común.”

Cortina concluyó sus palabras, agradeciéndoles por brindar su experiencia como una guía para la acción y por constituirse en un ejemplo a seguir para las futuras generaciones de argentinos y argentinas.

© Publicado el viernes 23/08/2013 por http://roycortina.com.ar


 

El voto de las mujeres… De Alguna Manera...


El voto de las mujeres…


El miércoles pasado se cumplieron diez años desde que en la Argentina se declararon nulas las leyes de impunidad y comenzaron los juicios a los responsables del terrorismo de Estado. Diez años de esa bisagra que llegó con Néstor Kirchner, precedida por dos décadas en las que los sectores ligados a los organismos de derechos humanos encarnaron a la perfección aquella frase de Fitzgerald que habla sobre la inteligencia: “Retener en la mente dos ideas opuestas y al mismo tiempo seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y sin embargo estar decidido a que sean de otro modo”.



Fitzgerald, emergente y cazador cazado de una sociedad que en los ’30 estimulaba locamente la meta del éxito individual, la escribió en la confesión de su derrota, el Crack Up. Pero esa misma idea puede aplicarse a las luchas que a lo largo de la historia de todos los pueblos han persistido cuando todo alrededor era muro y adversidad. Luchas que, cuando se coronan, obligan a pensar en los que lucharon por lo mismo en el pasado y no llegaron a ver el resultado de su esfuerzo. Hay convicciones, ideales y deseos muy profundos, individuales, pero inscriptos en lo colectivo, que inclinaron siempre, desde hace siglos, a muchos hombres y mujeres a persistir en sus peleas, con viento a favor y en contra, pagando costos que implicaron a veces hasta sus propias vidas, pasándose la posta entre generaciones por cuestiones que precisamente por su permanencia en el tiempo y en la organización pudieron llamarse “banderas”. Las que se llevan en el corazón. Las que, aunque por períodos cortos o largos –no los cuatro años que dura un mandato presidencial sino las décadas o los siglos que tardan en madurar algunas batallas culturales–, no dejaron de ser levantadas por quienes expresaban así ese tipo de inteligencia que formula Fitzgerald, la que consiste en insistir.

Una de esas luchas que llevó décadas fue el voto de las mujeres. Precisamente el mismo día, el miércoles pasado, se cumplieron 67 años desde que el Senado de la Nación aprobó el proyecto del voto femenino, sancionado un año después. Recién desde entonces, 1947, esta democracia tuvo un piso mínimo, que volvió a subir la Constitución del ’49, con la equiparación jurídica entre mujeres y varones.

La lucha por los derechos de las mujeres había empezado mucho antes, naturalmente, pero la pelea concreta de la participación política llegó al mismo tiempo que las respectivas sociedades de todo el mundo, girando de paradigma, y abrieron sus democracias al voto popular. Ni calificado ni optativo, como hasta entonces habían concedido las elites. La idea era por cada persona, un voto. El problema en 1912, cuando se sancionó la ley Sáenz Peña, era que las mujeres éramos un poco menos que personas. Eramos pensadas y educadas como criaturas susceptibles y emocionales que políticamente no estábamos aptas para tomar decisiones. En el debate previo a la ley Sáenz Peña participaron grupos feministas y socialistas que gritaron lo que ahora parece obvio, pero en ese momento era inadmisible por el statu quo. No es que no se le ocurría a nadie que el voto no podía ser considerado verdaderamente universal si no se ampliaba ese derecho a las mujeres. No es que no hubiera lucha. Pero la época estaba cerrada sobre sí misma en este rincón del planeta. No así en Nueva Zelanda, Australia, Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Alemania, cuyas organizaciones feministas ya participaban más activamente en política. En todos esos países, el voto femenino llegó en 1918.

En la Argentina hubo que esperar casi tres décadas más, pero esperar es una manera de decir. Desde los albores del siglo XX hubo organización y activismo, políticamente liderado por el socialismo, del que salieron casi todas las figuras emblemáticas de los derechos de las mujeres de la época. Su cara más contundente con relación al género es la de Alicia Moreau de Justo, pero hubo muchas otras y no sólo femeninas. Un nombre para recordar es el del gobernador sanjuanino Aldo Cantoni, más asociado siempre a su presidencia de Huracán primero y de la AFA después. En 1927, siendo Aldo Cantoni gobernador, una reforma constitucional convirtió a San Juan en la primera provincia argentina en ampliar el derecho del voto a las mujeres. Este es un tipo de dato de los que en general se escamotean: hubo enormes avances conceptuales y sociales que encarnaron mucho antes en las provincias que en la Capital.

Los aires de equidad sanjuaninos en su momento provocaron recelo en el resto del país, pero también fascinación. Una joven riojana que había estudiado Derecho en Buenos Aires, Emar Acosta, se sintió llamada a un tipo de trabajo político que era impensable en otro lado. En el ’27 tenía 34 años y hacía poco que se había recibido. Decidió afincarse allí, donde se integró a la Asociación de Cultura Cívica de la Mujer Sanjuanina. Al poco tiempo fue nombrada jueza. En las elecciones de 1934, como representante de la Capital, fue candidata a legisladora provincial y resultó electa. Emar Acosta se convertía en la primera legisladora mujer en toda América latina. Hoy, el auditorio del Anexo del Senado de la Nación lleva su nombre.
Mientras tanto, a nivel nacional, socialistas y feministas continuaron sus luchas, que prosperaron y se plasmaron en el primer peronismo y encontraron en Evita a su gran impulsora. Para Moreau de Justo aquello se redujo a “una maniobra política” no vinculada con la convicción sino con la demagogia. Aquellos primeros desencuentros entre el peronismo y el socialismo no fueron nunca del todo saldados. Como telón de fondo yace, como hoy, el reproche del “robo de banderas”, aunque la perspectiva histórica indica que la transformación de la realidad, a través de la política, es en sí misma una bandera que no se puede enchufar y desenchufar como un electrodoméstico: recién después de 1947, las mujeres argentinas fuimos personas políticamente completas, y el voto femenino siguió en vigencia incluso cuando los que le reprochaban autoritarismo al peronismo prohibieron pronunciar en público los nombres de Evita y de Perón.

Los conservadores de los años ’40 insistían en que el voto femenino obligatorio atentaba contra el orden jerárquico familiar y afirmaban que el Estado debía intervenir sólo para “amparar el derecho del hombre a mantener su autoridad”. Por su parte, en uno de los discursos en defensa del voto femenino obligatorio, Evita decía: “Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública, y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar”.

Pasó medio siglo y todavía increíblemente surgen extrañas añoranzas de retroceso, como las que expresó hace poco Chiche Duhalde, surgidas quizá más de una subjetividad atenazada que de una elaboración intelectual. La construcción monumental del patriarcado, cimentada durante veinte siglos, sigue calando en lo inconsciente, en aquello de lo que no se tiene conciencia. El patriarcado, que nos dejaba no sólo sin voto sino sin voz y sin autonomía personal, sigue latente en lo profundo de muchas mujeres que experimentan su libertad como un exceso. La historiadora Dora Barrancos, refiriéndose a este fenómeno, dijo esta semana que “no hay peor circunstancia que travestirse con la ropa del amo”. Esta frase puede leerse en todos los sentidos que atraviesa.

© Escrito por Sandra Russo el sábado 24/08/2013 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.