El kirchnerismo como consecuencia y no como causa...
2003: Kirchner asume en un país desequilibrado emocionalmente. Foto: Cedoc
Perfil
La dificultad que encontrará Scioli para satisfacer
a los kirchneristas y Macri a los antikirchneristas, definida por el
contexto.
Tanto Scioli como Macri tienen límites de
acción en función del contexto que encontrarán. Ni Scioli podrá satisfacer
completamente a los kirchneristas, ni Macri completamente a los
antikirchneristas. Karl Marx sostenía que cada generación construye su
historia, pero con los materiales que le legaron las generaciones anteriores.
En las crisis cada uno cae desde su altura, y en las recuperaciones sube desde
la suya. Siempre hay una combinación entre lo dado y lo producido.
La Argentina que encontró Néstor Kirchner
después de la crisis de 2002, a pesar de que en 1989 ya había habido una
megadevaluación y una caída brusca de consumo, no es la misma que se encontró
Menem al asumir. Nadie había depositado esperanzas en la economía de Alfonsín,
había sido electo presidente por sus méritos republicanos, y su fracaso en lo
que no era su fortaleza –como los 13 paros generales y el epílogo de su
penúltimo ministro de Economía diciendo “les hablé con el corazón y me
contestaron con el bolsillo”– se justificó en un hombre sin experiencia
ejecutiva que nunca había administrado una provincia ni una ciudad, porque los
continuos golpes militares habían impedido a los políticos hacer esas
experiencias.
Ni Scioli podrá satisfacer totalmente a los
K, ni Macri completamente a los antikirchneristas
Menem sí cargó de expectativas económicas
su presidencia de la mano de expertos en ese campo, aunque fueran los
frustrados ejecutivos de Bunge & Born del comienzo y luego los cuadros de
la Fundación Mediterránea con Cavallo a la cabeza.
El fracaso de la economía de Menem, con la
convertibilidad estallando por el aire después de haber sido el mejor alumno
del Fondo Monetario Internacional, produjo en la población una frustración
distinta: la de haber creído y sentirse engañado.
No fueron Menem ni Cavallo los que entraron
en descrédito sino el capitalismo, la economía ortodoxa y, por desplazamiento,
cualquier ortodoxia. Todo pensamiento clásico pasó a ser puesto en duda. La
falta de certezas sobre cualquier fundamento hizo que toda previsión de futuro
careciera de valor y sólo pudiera ser palpable el presente. En una crisis
terminal, donde cada uno se tenía que salvar como podía, se tuvo que crear un
tácito pacto de tolerancia generalizada en el que todo valía.
Y de ese “vale todo” de 2002 al “vamos por
todo” K hay un hilo conductor, un encadenamiento lógico donde se ve con
claridad al kirchnerismo como consecuencia y no como causa de una nueva cultura
de valores relajados, más básica y a tono con el clima de época.
También el menemismo fue consecuencia y no
causa de época: emergió cuando caían el Muro de Berlín y el comunismo, había
una tendencia mundial a reducir el Estado y privatizar empresas públicas, y
Reagan y Thatcher eran las estrellas que se retiraban llenas de éxito. Y cuando
Néstor Kirchner asume, el péndulo mundial estaba pegando la vuelta, después de
15 años de la generalización del neoliberalismo los resultados prometidos no
aparecían y comenzaban a emerger las protestas y los movimientos sociales en
todo el mundo, hasta llegar a 2007 con la mayor crisis financiera desde el
crack de 1929.
Al quemarse los manuales también se crea
una atmósfera indulgente sobre el cumplimiento de normas porque no se sabe bien
cuánto valor conservan. La tolerancia y el relajamiento de los valores preexistentes
comienzan a generalizarse y a cosechar adhesión. Pasan a tener fuerza electoral
retroalimentando desde la cultura a la política. ¿Cómo no iban a creer que
podían “ir por todo”, envalentonados por la subida de la marea del “vale todo”?
Hoy estamos en la resaca de ese ciclo y
entenderlo como un estadio social más que político/ideológico ayuda a
comprender que aunque la mismísima Cristina Kirchner estuviera por ser reelecta
en octubre próximo no le sería posible en una tercera presidencia continuar de
la misma forma.
Pero al tiempo que se produce una fatiga
del “vale todo”, al haber estado instalado como valor durante tantos años
dejará una estela en varias generaciones, que impediría que Macri, si fuera
electo presidente, pudiera volver a ilusionar a la mayoría de los argentinos
con la globalización, la productividad y hasta cualquier valor tradicional
educativo, cultural y religioso. Por el contrario, la Argentina exporta al
mundo su carácter de época iconoclasta con un Papa indulgente y modelos que van
desde la política con Podemos en España hasta la economía con la deuda en
Grecia.
El pequeño detalle del traje sin corbata de
los líderes de Podemos en España y de los ministros griegos es otro pequeño
significante de rebeldía a las sujeciones de la ortodoxia.
Entre "el vale todo" de 2002 y el
"vamos por todo" K
hay un encadenamiento lógico
El corrimiento hacia el medio que tanto
haría el kirchnerismo con una presidencia de Scioli, como el que haría el PRO
en una presidencia de Macri, también es una consecuencia del marco de
posibilidades que ofrece el contexto. No es casual que todos aquellos que
tienen posibilidad de suceder a Cristina Kirchner sean moderados y hagan gala
de un discurso conciliador.
No es posible otra estrategia, como no
hubiera sido posible privatizar en 2003 o estatizar en los 90. El populismo se
dio simultáneamente en varios países de Sudamérica como resultado del excedente
que generó el aumento del precio de las materias primas; no fue sólo un
fenómeno argentino. Y se está agotando también en toda Sudamérica por las
mismas causas compartidas.
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© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 04/07/2015 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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