Mostrando las entradas con la etiqueta Oscar Parrilli. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Oscar Parrilli. Mostrar todas las entradas

viernes, 28 de agosto de 2020

Impunidad y mordaza. Los 'gritos' del 17ª… @dealgunamanera...

Los 'gritos' del 17ª…

Los medios del miedo. Dibujo: Pablo Temes

Al Gobierno le dolió el banderazo y lo evaluó mal. Si sigue con su agenda, habrá más marchas.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 22/08/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Se ve que al Gobierno el banderazo del 17A le dolió y mucho. Es lo que reflejaron las declaraciones de sus funcionarios el día después y los subsiguientes. La frase más infeliz de todas fue la del Presidente: “No nos van a doblegar los que gritan”, dijo. Quienes “gritaban” en la calle eran ciudadanos y ciudadanas que ejercían su derecho a manifestarse y a protestar.

Curiosa y contradictoria expresión la del jefe de Estado. Curiosa por provenir de alguien perteneciente al peronismo que irrumpió en la vida política de la Argentina “gritando” en la calle el 17 de octubre de 1945. Contradictoria porque el mismo Alberto Fernández participó en abril de 2013 de una marcha contra la reforma judicial impulsada por Cristina Fernández de Kirchner. Parece que, para AF, cuando ganan la calle sus acólitos es “el pueblo peticionando”, pero, cuando lo hacen sus opositores, “gritan”.

Al oficialismo le dolió que la oposición haya ganado la calle. Durante décadas el peronismo se sintió dueño de la calle y de la Plaza de Mayo. Eso ya pertenece al pasado. La calle –como la Plaza de Mayo– es de todos.

Si el Presidente no se hubiera dejado atrapar por la turbación, habría hecho una mejor evaluación de lo que pasó –y de lo que pasará– porque, de seguir el Gobierno con esta agenda, habrá más marchas.

Hubo una cuestión de magnitud a tener en cuenta: de no haber sido por la cuarentena, la concurrencia habría sido mucho más numerosa aún. El Presidente –y sus funcionarios– se quedaron con las imágenes de lo sucedido en la Capital Federal. Si hubiesen profundizado un poco más, habrían visto que hubo mucha gente manifestando en diversos lugares del país. Habrían apreciado, además, la heterogeneidad de los que manifestaban –entre los que había quienes votaron por el Frente de Todos– y habrían advertido que junto con el rechazo al proyecto de la reforma judicial hubo otros reclamos más terrenales: seguridad, trabajo y los efectos colaterales de la cuarentena.

“Esa gente jamás estará con nosotros”, se escuchó decir en los pasillos del poder. Es lo que se oía también durante el kirchnerato y durante el gobierno de Mauricio Macri en referencia a sus opositores. Parece que, al igual que a sus predecesores, a Alberto Fernández le cuesta entender que es el presidente de todos, lo hayan o no votado.    

Notable esta obnubilación que turba las mentes de nuestra clase dirigente.

El 17A también interpela a la oposición, a la que el descolgado tuit de Macri desde su lugar de vacaciones en Europa –llamar “trabajo” a su tarea en la FIFA es una obscenidad– complica. Esa oposición –que aún le adeuda a la sociedad una autocrítica profunda de su fracasada gestión– tiene dos obligaciones frente a los que aspira a representar: permanecer unida y aprender de sus errores. De la primera condición depende el mantenimiento del equilibrio de poder para frenar los intentos hegemónicos que alberga el kirchnerismo. De la segunda, la posibilidad de ser una alternativa real en las próximas elecciones.   

Impunidad y mordaza. Son dos condiciones que van siempre juntas.

El silencio es clave para que el delito se enseñoree en una comunidad. Por eso la libertad de expresión es un bien esencial en las sociedades democráticas. No por nada, en la Constitución de los Estados Unidos la enmienda que la protege es ni más ni menos que la primera.

Los intentos de limitar el trabajo de los periodistas tienen en la Argentina una larga historia. Y es penoso que parte de esa historia se relacione con gobiernos constitucionales. Ya en la presidencia de Carlos Menem hubo un intento –que afortunadamente no prosperó– de promulgar una ley mordaza.

Durante los 12 años del kirchnerato se llevó adelante el intento más duro y desembozado por acallar las voces críticas. Todo comenzó con el embate feroz contra Perfil y la censura contra Pepe Eliaschev –hechos de los que Alberto Fernández fue partícipe– y siguió con la Ley de Medios, a la que la hoy vicepresidenta y su difunto esposo le imprimieron la épica de una cruzada cuyo objetivo era no solo destruir a Clarín sino también al periodismo crítico.  

Asistimos ahora a otro intento de amordazar a la prensa que investiga e informa sobre los hechos de corrupción que comprometen a funcionarios. Ese es el objetivo de la modificación introducida furtivamente por el senador Oscar Parrilli –el súbdito de CFK– en ese bodoque que es el proyecto de reforma judicial. Para la comprensión del lego, ese agregado hace que cualquier información o investigación periodística que sea crítica de la marcha de una causa pueda ser entendida como una presión contra el juez o fiscal a cargo del caso. ¡Un verdadero disparate!

El procedimiento de Parrilli, que dejó muy mal parada a la ministra de Justicia, Marcela Losardo, que no tenía idea de lo sucedido, no hace más que empequeñecer la figura del Presidente. Él también queda como un súbdito de CFK.

“Para reformar el Poder Judicial, tocando los medios de comunicación, hay que tener un respaldo muy grande. Una espalda que este gobierno no tiene. Vamos a un Vicentin dos. Son dos errores políticos. Estas cosas necesitan amplios consensos”, dijo un legislador bonaerense del Frente de Todos.

No fue la única voz que desde sectores afines al oficialismo salió a lapidar el proyecto. En un artículo publicado en La Nación, Alberto Binder –mentor de la ex procuradora filo K Alejandra Gils Carbó– afirmó que se trata de un proyecto “repleto de inconsistencias, y que entorpece el camino para las reformas de fondo que proclama”. Y Paula Litvachky, representante del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y cuya participación en el debate también fue propuesta por el Frente de Todos, dijo: “Este proyecto está centrado en una lógica de creación de juzgados que implica una mirada contraria al avance del sistema acusatorio” establecido por el Código Procesal Federal.

A todo esto, ¿dónde está Gustavo Beliz, a quien se presentó como uno de los motores de esta reforma, a modo de reivindicación por el maltrato y la persecución a la que, luego de echarlo de su cargo de ministro de Justicia, Néstor Kirchner –con el silencio de su jefe de Gabinete, Alberto Fernández– lo sometió?





lunes, 9 de marzo de 2020

Mucho Ruido. Discursos y circunstancia… @dealgunamanera...

Mucho Ruido. Discursos y circunstancia…

En reparación... Dibujo: Pablo Temes

La economía, entre renegociación de la deuda y la falta de inversión, se vuelve cada vez más compleja. Enojo eclesial por el tema aborto.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 08/03/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El análisis de la semana política debe incluir ineludiblemente el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso que Alberto Fernández pronunció el domingo pasado ante la Asamblea Legislativa y su circunstancia. Tres aspectos principales sobresalieron: 

Primero: la acertada decisión del Presidente ordenando que no hubiera barras en las galerías y palcos del recinto, y así como también la de pedirle al aparato del PJ que evitara la realización de una movilización masiva.

Segundo: el discurso, que evitó las descalificaciones personales de los opositores y en el que al ex presidente al que más se nombró fue a Raúl Alfonsín. De hecho, por el tono en que el doctor Fernández lo leyó y en varios de sus párrafos, las reminiscencias a los discursos del ex presidente Alfonsín obraron como un bálsamo nostalgioso que se esparció por todo el recinto de la Cámara de Diputados.

Tercero: la falta absoluta de anuncios concretos en materia económica.

No todo lo que reluce es oro. El tema económico va desplegando poco a poco su complejidad. La renegociación de la deuda –tanto privada como con el Fondo Monetario Internacional– viene complicada. Los días de mutuo encantamiento entre el Gobierno y la cúpula directriz del FMI parecen ser cosa del pasado. El calificativo de “inusual” que el organismo internacional utilizó para calificar la forma en que el Gobierno está negociando conlleva una connotación que no es precisamente positiva. Las cosas se han endurecido en esta semana por parte del Fondo. Hay que tener en cuenta un dato significativo: una parte importante de su directorio no está de acuerdo con la posición pro acuerdista de la directora gerente, Kristalina Georgieva. Tan dura es esa oposición que en una reunión que hubo en Washington se le hizo saber a Georgieva que su postura iba en contra de los reglamentos del FMI.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, cuya tarea excluyente es ocuparse de la renegociación de la deuda, sigue a pie juntillas su estrategia, para la cual cuenta siempre con la ayuda de Joseph Stiglitz.

Mientras así corren los días, en el ámbito interno todo sigue muy parado. La reunión del Presidente con los empresarios en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción dejó sentimientos encontrados que llevaron a algunos de sus asistentes a sostener que “por suerte está Alberto”, porque si no todo sería peor con “controles de precios más duros y retenciones aún mayores para las exportaciones de trigo”.

Junto con la renegociación de la deuda externa está la de la deuda interna. Y allí se evidencia que en algunas áreas del Ministerio de Economía hay una preocupación creciente por los errores cometidos. Eso no hace más que generar dudas acerca de la real capacidad del país para evitar el default.

Todo esto genera un impacto negativo en los mercados. Por eso, casi todos los agentes económicos están en una actitud de esperar y ver, porque no se aprecia el atisbo de una recuperación sostenida que estimule la toma de personal, o la apertura de una línea de producción. No se habla en esos ámbitos de invertir en plantas nuevas, sino de reabrir las plantas que están cerradas. La capacidad ociosa en la Argentina es ridículamente alta.

Los sectores productivos no encuentran los incentivos para movilizar la inversión. Mientras esté latente el default, el valor de los activos argentinos con default es un precio y sin default es otro.

Cuando se entra en default, los activos valen un 30% menos que el valor actual. La construcción cayó 13,6%. Es una caída fenomenal de un motor clave de la economía que no es gran consumidor de dólares. 

El Gobierno está concentrado en la deuda; tiene el 90% de su energía ahí y está dejando de actuar en otros sectores. Y eso es un error. La caída de la recaudación fiscal –10 puntos menos porcentuales que la inflación– debería ser una importante señal de alarma.

Si el Gobierno no genera expectativas positivas ni confianza, todo lo demás seguirá atravesado por la duda de la realidad. Y la realidad es que caen el empleo, el consumo y la construcción. Para revertir eso, la gente tiene que pensar que mañana va a estar mejor, entonces puede gastar en los rubros  electrodomésticos o textiles, que están en caída también.

Los idus de marzo. En esta semana en que la llegada del coronavirus dejó mal parado al Gobierno que, nadie sabe por qué, se empecinó durante varias semanas en negar que la pandemia llegaría a estas orillas, han hecho irrupción dos conflictos: uno, con el campo, por el aumento de las retenciones a la soja; el otro, con la Iglesia, por el proyecto de ley de legalización del aborto.

Las bases ruralistas están hoy marcando el paso de esta disputa con el Gobierno. Buena parte de la dirigencia de la Mesa de Enlace pretendía mantener abiertos los canales de diálogo con el Gobierno. Pero terminó prevaleciendo el mal humor de los pequeños y medianos productores. Ese es un universo donde la presión impositiva se siente con agobio.

Esta situación representa un desafío para Alberto Fernández. ¿Tendrá la muñeca de la que careció en 2008 para no regenerar aquel escenario de conflicto terminal que tanto daño le hizo al país? Sus primeras declaraciones –“negociamos, pero ellos siempre quieren ganar”, dijo– no han sido muy auspiciosas. Y si lo que viene está impregnado del espíritu de dichos como el del amanuense de Cristina Fernández de Kirchner, senador Oscar Parrilli –“nos sentimos orgullosos de que nos ataquen”, expresó–, el resultado será el mismo de aquel conflicto ocurrido por causa de la resolución 125, promulgada el 11 de marzo de 2008.

Por su parte, la Iglesia realiza hoy su primera manifestación masiva en contra del aborto. La elección del lugar no es casual: la Basílica de Luján.

En la cúpula del Episcopado hay un malestar creciente contra el Presidente. Se vive ahí un clima denso. La iniciativa de AF ha sido tomada por varios de ellos como una traición al papa Francisco. Y mucho más después de su gesto de asistir –el 5 de febrero pasado– al encuentro de economistas en el que se sentó y habló en favor de la Argentina ante Kristalina Georgieva.  Uno de los más enojados es el arzobispo de La Plata, monseñor Manuel Víctor “Tucho” Fernández.

Monseñor Fernández es un obispo del riñón de Francisco. “El hambre es un problema gravísimo que requiere atención urgente. No había ninguna necesidad de sacar el tema de la legalización del aborto con esta premura”, se le escuchó decir con tono de inocultable disgusto.

Tanto es su enfado que el lunes el arzobispo no asistió a escuchar el desvaído discurso que pronunció el gobernador Axel Kicillof ante la Asamblea Legislativa de la provincia de Buenos Aires. No se perdió nada importante. Su ausencia, en cambio, habló.




domingo, 19 de enero de 2020

Idas y Vueltas. Cristina es un viaje al pasado… @dealgunamanera...

Idas y Vueltas. Cristina es un viaje al pasado…

Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

La polémica generada sobre los "presos políticos" saca a la luz una vez más las discrepancias entre los Fernández. ¿Podrá el Presidente llevarnos al futuro?

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/01/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ante todo, los hechos, que siempre son sagrados:

Dijo Alberto Fernández: “Un preso político es una persona que es detenida sin un proceso. En la Argentina, lo que hay son detenidos arbitrarios, que es otra cosa. Es gente que podría soportar su proceso en libertad pero los detienen porque son opositores”. Fue una definición contundente de quien no es solo el Presidente, sino también profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Fue una definición que, sin dudas, molestó a Cristina Fernández de Kirchner. Por eso, la réplica –que no se hizo esperar– vino por parte de Oscar Parrilli y de Eduardo “Wado” de Pedro, quienes la refutaron abiertamente diciendo que en la Argentina hay presos políticos.

Del senador Parrilli, el amanuense de la vicepresidenta al que suele maltratar de consueto con su lenguaje soez y ordinario, no sorprende. En cambio, sí sorprende –e impacta– lo de De Pedro, que  es nada menos que el ministro del Interior. Una cosa es que un legislador oficialista contradiga al Presidente –al fin y al cabo Elisa Carrió lo hizo varias veces con Mauricio Macri–, pero otra muy distinta es que un integrante del gabinete discrepe públicamente del Presidente. ¿Imagina alguien qué habría pasado si, durante sus presidencias, a CFK la hubiese desmentido abiertamente su ministro del Interior?

“Nosotros pensamos esto y no lo vamos a callar”, dicen De Pedro y sus adláteres. Es la expresión no solo de una actitud desafiante, sino también de una enorme diferencia conceptual con el Dr. Fernández, cuyas consecuencias futuras son impredecibles.

Corrupción. El Presidente, que ha sido y es muy crítico de las prisiones preventivas y de los procesos judiciales contra CFK, comprende muy bien la diferencia que hay entre eso y un preso político. Aun cuando no lo reconozca públicamente, sabe que la corrupción fue un emblema del kirchnerismo. “Lo de Hotesur es desprolijo”, dijo entre sus más cercanos. “Cristina es autoritaria pero no una ladrona”, sentenció. El problema que tiene es que, cuando se lo confronta con los hechos, se le hace muy difícil mantener una línea argumental que le dé sustento a su afirmación.  

Hay que subrayar que los procesos judiciales contra CFK y compañía han sido llevados adelante por jueces nombrados según las disposiciones de la Constitución Nacional durante gobiernos peronistas.

Como en tantas otras áreas, en su relación con la Justicia, el kirchnerismo funciona con su lógica binaria de siempre, cuya ecuación es bien simple: si un juez falla a su favor, es bueno y hace justicia. Si lo hace en contra, es malo y hace persecución política.

Para el kirchnerismo, Norberto Oyarbide –que sobreseyó en forma exprés a CFK en la causa por enriquecimiento ilícito– era un buen juez.

Cuando Claudio Bonadio sobreseyó a la ex presidenta y a su difunto esposo por la compra de 2 millones de dólares en 2008, fue considerado un buen juez. En cambio, ahora que la investiga por causas de corrupción es Lucifer en el mundo de las tinieblas.  

Binario. En esa estructuración binaria del pensamiento, el tema de la persecución política también merece un párrafo. El kirchnerismo fue un emblema de esa práctica deleznable. Sus víctimas fueron muchas. Una de ellas fue Alberto Fernández. Gustavo Beliz podría hablar horas de lo que sufrió por haber denunciado las prácticas corruptas del gobierno de Néstor Kirchner. Y tan fuerte fue esa persecución que tuvo que irse del país. Y ni que hablar del entonces cardenal Jorge Bergoglio, a quien durante su tiempo como arzobispo de Buenos Aires, el matrimonio Kirchner maltrató y persiguió. Algún día se contará completa la historia de cómo Néstor Kirchner buscó que el papa Benedicto XVI lo eyectara a Bergoglio de su cargo.

¿Cómo manejará Alberto Fernández esta situación? ¿Estamos frente a algo episódico o es este el preludio de lo que será un gobierno en el que el kirchnerismo buscará imponerle su voluntad al Presidente a cualquier precio? ¿Qué es lo que quiere CFK?

Cristina. Empecemos por el final. En el fondo, lo que la vicepresidenta quiere no es solo salir indemne de los procesos judiciales que la complican a ella y a sus hijos, sino algo más: una reivindicación. Nada que sorprenda. Es la consecuencia lógica de su personalidad patológica en la que dominan los rasgos de su enorme yo y la ausencia de frenos sociales.

Para ella, nada de lo que se hizo en sus gobiernos estuvo mal. Las “autocríticas” que aparecen en su libro Sinceramente son muy lavadas y casi de circunstancia. Una prueba de que en la psicología política y personal de CFK nada ha cambiado –ni cambiará– es que los funcionarios que ha ido nombrando son los mismos que la acompañaron en sus traumáticas presidencias. Y así como ella no ha cambiado, tampoco la esencia del kirchnerismo ha cambiado.

La vicepresidenta es consciente de lo que significan cada una de estas cosas. Ella sabe que una de las incógnitas que debe despejar cuán independiente el Presidente es o será de ella. Ella sabe que cada uno de sus gestos cuenta.

Axel. Entre esas disrupciones está la de Axel Kicillof. Todo el batifondo armado –con acusaciones a María Eugenia Vidal– por el pago o no pago del bono de 249.975 millones de dólares emitido el 26 de enero de 2011 durante la primera gestión de Daniel Scioli sigue demostrando que el gobernador todavía no se dio cuenta de la diferencia que hay entre estar al frente de una provincia y estar al frente de una asamblea estudiantil.

Así no se solucionan los problemas; por el contrario, así los problemas se agravan. Lo mismo hizo en 2014 durante la negociación con los fondos buitre en Nueva York, donde pateó el tablero y maltrató al juez Thomas Griesa y al mediador Daniel Pollack, dejando un pesado lastre que luego debió renegociar Macri y pagar todos los ciudadanos. Otra vez, pues, la repetición de los mismos vicios y los mismos errores. 

“Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarme con mi vida”, reza un párrafo de Volver. Cristina Fernández de Kirchner es eso; es un viaje al pasado. ¿Podrá el presidente Alberto Fernández llevarnos al futuro?




domingo, 18 de octubre de 2015

Aplausómetro... @dealgunamanera...

Aplausómetro…

 Soliloquio de ideas. Dibujo: Pablo Temes

La semana política tuvo en el Coloquio de IDEA un reflejo de lo que se vive en el mundillo económico a días de la elección nacional. El jueves sirvió de termómetro para recoger los comentarios respecto del discurso de Daniel Scioli. Empresarios, periodistas y la mayoría de los presentes coincidían en una palabra descriptiva del momento político: resignación.

Un hombre de negocios intentaba explicarle a su interlocutor su sensación respecto de un probable triunfo de Daniel Scioli: “Estuvimos los últimos dos años haciendo la plancha. No arriesgábamos, manteníamos la ecuación productiva ajustándola día a día y casi que contábamos las horas. Ahora parece que gana Scioli y no podemos seguir igual. Habrá que salir a jugar.

Esto es como cuando te sirven una comida que no te gusta pero te la tenés que comer igual: el primer bocado no pasa, el segundo lo tragás con agua y al tercero le empezás a encontrar algo rico”.

Un viejo duhaldista que ahora se desempeña en las filas del massismo salió al cruce de esta postura generalizada con bastante vehemencia: “Esta resignación del empresariado es funcional al modelo que critican y termina siendo ni más ni menos que complicidad. Acá todavía no ganó nadie”.

Curioso fue el caso de uno de los hombres que acompañaban a Scioli en el Coloquio y que, además, acababa de ser mencionado como futuro ministro. Al bajar del atril varios empresarios se le acercaron para felicitarlo por la noticia. Sin embargo, luego de agradecer el gesto, el hombre sorprendió con una frase dicha en tono tajante: “¡¡¡Ojo!!!, que primero hay que ganar”. Una de dos: o le sobra prudencia o le falta confianza.

Desde el PRO, en tanto, insisten en señalar que el candidato del FpV ha bajado al menos un punto en intención de voto y que Macri ha dejado atrás el efecto 
Niembro.

El jueves por la tarde fue el turno de Sergio Massa, quien llegó con la comitiva más grande. Su objetivo era claro: exhibir prácticamente a todo su equipo. “Sabemos que no ganamos –dijo un operador massista–, así que vamos a seguir con la línea de discursos extremos que nos viene haciendo recuperar lugares”. La Cámpora a la calle, el Ejército contra los narcos y la posibilidad de investigar a los funcionarios por casos de corrupción hasta el final de su vida son los ejemplos más claros de ese discurso duro que busca crear impacto.

Si de buena prosa se trata, algunas líneas del discurso de Daniel Scioli fueron tildadas por muchos como “extractos dignos de un tema de Ricardo Arjona”. La síntesis ejecutiva del Coloquio –una especie de versión taquigráfica con los puntos esenciales de los discursos– corría con malicia entre muchos empresarios y periodistas haciendo hincapié en los conceptos del candidato del FpV: “No hay Estado sin empresarios, ni empresarios sin Estado”, había dicho el candidato desde el comienzo, para regalar otras delicias como “vamos a darles impulso a las economías regionales para que haya más Argentina en el mundo y más mundo en la Argentina”, o “el camino es agregar valor a las materias primas y agregar materia gris a nuestros productos”. A pesar de tamaño “esmero”, el gobernador de la provincia de Buenos Aires no cosechó buenos resultados en el “aplausómetro”. Sólo hubo batir de palmas al ingresar y al terminar.

Si de buena prosa se trata, algunas líneas de Scioli parecían extractos de Arjona

Massa despertó algunos elogios con su discurso duro y fue el más político de los tres, aunque se lo notó bastante ensayado y no pudo evitar culpar a la promotora que le avisó que su tiempo se acababa de haberle hecho perder el hilo de su alocución. Se lo marcó en dos oportunidades tras una tensa sonrisa. Estaba visiblemente molesto.

Macri pareció bastante sensato y, aunque no agotó todo su tiempo para hablar, objetivamente fue el más aplaudido por un auditorio claramente afín. El dato sobresaliente fue la fuerte ovación que sacudió el auditorio cuando mencionó que se debía terminar con el narcotráfico y que eso se lograba con María Eugenia Vidal en la provincia Buenos Aires y no con Aníbal Fernández. El abismo existente entre los dos candidatos a gobernador ha ayudado a consolidar la polarización a la que ha apostado Cambiemos para buscar su crecimiento electoral. Habrá que ver si eso le alcanza para ganar.

Corrillos.

Otro dato de color corrió con fuerza en los pasillos del Coloquio a propósito de la reciente revelación de Scioli cuando, días antes, había anunciado que Alberto Barbieri, rector de la UBA, sería su futuro ministro de Educación. Al menos tres fuentes vinculadas a los claustros académicos confirmaron que Axel Kicillof está “como loco con la noticia”, ya que, en una rémora de sus tiempos de militancia estudiantil en la agrupación Tontos pero no Tanto (TNT), anhelaría ocupar el cargo que eventualmente dejaría vacante el profesor Barbieri. Pocos recuerdan que en 2002 Kicillof aspiró al rectorado de la UBA, en una elección en la que fue ampliamente derrotado por Guillermo Jaim Etcheverry.

En medio del ruido de la campaña, se supo que Antonio “Jaime” Stiuso salió del país el 18 de febrero luego de haber sido autorizado por el titular de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), Oscar Parrilli. La noticia lo dejó absolutamente descolocado, no sólo a él sino también a la Presidenta, que en su olvidable y penoso discurso ante la Asamblea General de la ONU le exigió al gobierno de Barack Obama respuestas sobre el paradero de este agente que tantos servicios les dio a los Kirchner.

La filtración de la información es una muestra del tiempo turbulento que se está viviendo en sectores sensibles del oficialismo. El día que Stiuso hable, varios de los protagonistas clave del Gobierno vivirán horas de desasosiego. Ese es un secreto a voces que desde hace tiempo recorre los pasillos del poder.

Producción periodística: Guido Baistrocchi, con la contribución de Santiago Serra.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 1/08/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos aires.




lunes, 23 de marzo de 2015

Creérsela… Macri, qué es Mauricio... De Alguna Manera...

Creérsela…

Macri como Napoleón. Los peligrosos riesgos del éxito. Facundo Iglesias

Macri, quien logró desplazar a Massa del ballottage, puede correr el riesgo de creérsela. 

En 1806, Hegel se asoma al balcón de su casa en Alemania y ve pasar triunfante a Napoleón en su caballo al frente de su ejército. El filósofo luego escribe: “He visto pasar el espíritu del mundo sentado en un caballo”. Desde una perspectiva metafísica, Napoleón no era una persona, sino un instrumento de la historia. La historia hacía a Napoleón y no Napoleón la historia.

Con una perspectiva más humanística, Lacan utilizaba el viejo chiste del loco que se cree Napoleón para decir que también Napoleón habría estado loco si se hubiera creído que era Napoleón: “El hacía de Napoleón”. Nuevamente, Napoleón para el mundo (no para su mujer, Josefina, o su madre, María Letizia) no era una persona, era un personaje, un significante, alguien que encarnaba las necesidades de su tiempo, un producto de su época.

Y esta enseñanza tiene un especial valor para Macri, quien después de haber logrado desplazar a Massa del ballottage y encolumnar tras su candidatura a la UCR, el más tradicional y respetado partido del país, puede correr el riesgo de creérsela. Creer que es él quien produjo esta corriente que amalgama diferentes intereses tras una esperanza y no percibir que es simplemente (lo que tampoco es poca cosa) el opositor más plausible para todos aquellos que desean escapar del kirchnerismo, como en 2013 fue Massa y en 2009 fue De Narváez.

Es cierto que en los casos anteriores, De Narváez y Massa fueron llevados por la sociedad al pináculo del triunfo frente al kirchnerismo pero siempre en un puesto legislativo, para luego ir homeopáticamente haciéndoles perder centralidad. En el caso de Macri, se tratará de la presidencia del país, lo que garantiza una estelaridad más perenne, ventaja que en menor medida ya se comprueba en Scioli como gobernador de la Provincia y el propio Macri como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Los K acusan al PRO de menemismo siglo XXI pero la izquierda, de kirchnerismo de derecha.

Pero casualmente, por la mayor longevidad de su puesto, puede ser aún más peligroso para Macri creérsela de lo que fue para De Narváez y después para Massa.

En su origen mitológico, Hubris era eso, la maldición de los dioses a los humanos tan exitosos que pretendían competirles, a quienes enfermaban haciéndoles creer que era dioses y morían de éxito por ambicionar siempre más hasta llegar al imposible.
Probablemente el desafío que le realiza Gabriela Michetti, no aceptando el papel que Macri tenía para ella y saliendo a disputar el puesto que Macri tenía destinado a otra de sus espadas, le resulte terapéutico en esta etapa donde todavía le entran las balas a su ego.
De lo que Macri debe cuidarse es de convertirse en un kirchnerismo de derecha, en un facticismo donde desde Cristóbal López y Moyano, pasando por todos los poderes fácticos, terminen siendo instrumentos de sus estrategias, y creyendo que él mismo es un gran titiritero, termine enredado en la telaraña del cinismo.
Un ejemplo en ese sentido son las cifras de la inversión en publicidad oficial del gobierno de la Ciudad durante el último semestre, que difundió esta semana el diario La Nación, en las que se perciben arbitrariedades, desproporciones y manejos discrecionales de los fondos públicos que, aunque de distinto grado, son comparables con lo que hace el kirchnerismo con su publicidad oficial.
Esa forma militar o deportiva de ver la competencia política: se gana o se pierde, tan típicamente kirchnerista, puede terminar haciendo que el macrismo confunda a Gabriela Michetti con una adversaria, cuando podría resultarle una gran aliada, o creyendo que Massa es su principal competidor cuando comienza a verse que intenciones de votos que va perdiendo el Frente Renovador, en lugar de ir para el PRO-UCR, van para el Frente para la Victoria, si Scioli continúa siendo el candidato.

Maniqueísmo PRO: no todos los votos que pierde Massa van a Macri, parte va a Scioli.

Muchas paranoias tienen un origen narcisista: las cosas “se las hacen” a la persona paranoica cuando en realidad fueron hechas por el propio interés de los actores y no para perjudicar a quien percibe que fueron en su contra. Quien cree que todo es por él inevitablemente tiende a desarrollar algún sesgo paranoico.
Desde el kirchnerismo se pretende estigmatizar a Macri diciendo que se trata de un “menemismo del siglo XXI”, pero el PRO debería preocuparse también, y hasta más, por la crítica que le hace la izquierda de ser un “kirchnerismo de derecha”. La combinación menemismo y kirchnerismo es de terror.
Los servicios

El secretario de Inteligencia, Oscar Parrilli, enojado porque la revista Noticias denunció la lista de militantes kirchneristas en la SI, acusó a Perfil de estar vinculada con Stiuso: “Ellos quieren volver a ser el brazo mediático de la SIDE de Jaime Stiuso, que mentía, extorsionaba, el espía más temido”.

Coincidimos con Parrilli en que la SIDE, y Stiuso en particular, “mentía y extorsionaba” pero las víctimas de sus operaciones fuimos nosotros, que desde el comienzo del kirchnerismo, y antes con la misma SIDE y el mismo Stiuso pero con Menem, fuimos difamados y hostigados de todas las formas posibles. Fueron las publicaciones de Perfil las que más sostenidamente criticaron a Stiuso y a la SIDE. La inversión de los hechos (de ser víctima de la dictadura a pasar a ser acusado de colaboracionista) es un hábito kirchnerista. Para que Parrilli se entere de cuál es la relación de Perfil con Stiuso y la SIDE, le recomendamos leer la contratapa del 15/2 de este diario titulada “Socios”.

Contenido relacionado

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 22/03/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.