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viernes, 8 de septiembre de 2023

Lecciones de Malvinas. (Cuarta entrega) @dealgunamaneraok...

Lecciones de Malvinas... (Cuarta Entrega)

Diferencias. La artillería antiaérea argentina, que debió enfrentar un desembarco masivo de las fuerzas británicas en la bahía de San Carlos, para el que los jefes militares no habían tomado los recaudos necesarios, pese a las advertencias. Fotografías: Cedoc 

La Batalla de San Carlos; la inacción del Comité Militar, para el que un desembarco en San Carlos era “impensable”, pese a que la información aseguraba lo contrario. El desgaste por las trincheras. El racionamiento de alimentos y las curaciones en batalla.

© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas, y ex Embajador argentino en Colombaia y Costa Rica, publicado el sábado 19/08/2023 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Desembarco en San Carlos. El 21 de mayo de 1982, a las 02:30, la Fuerza de Tareas británica inició el desembarco en la Bahía de San Carlos, al noroeste y a 90 km de Puerto Argentino. La denominada Operación Sutton fue una de las maniobras anfibias más importantes después de la Segunda Guerra Mundial. 


A pesar de contar con información precisa –brindada por un isleño– acerca de que ese era el lugar más probable para el desembarco, los generales Menéndez y Jofre no adoptaron ninguna previsión y continuaban apreciando, al igual que el Comité Militar, que el desembarco se realizaría al sur de Puerto Argentino. 


La zona estaba desprotegida y contaba solo con la presencia de una fracción de sesenta y dos hombres (tres oficiales, diez suboficiales y cuarenta y nueve soldados) del Regimiento de Infantería 25, a cargo del entonces teniente primero Daniel Esteban (hoy coronel retirado y doctor en Ciencias Políticas) carente de movilidad y dotado con armas livianas. 


Con las primeras horas de luz se inició un desigual enfrentamiento contra un enemigo, que luego se estimaría en más de 4 mil efectivos, que contaba con vehículos, helicópteros, artillería –antiaérea y terrestre–, apoyo de fuego naval y aéreo. Era obvio que para los británicos la cuestión principal era hacer pie en la isla Soledad, mediante “una cabeza de playa” (línea creada cuando un grupo armado alcanza la costa) que les permitiera desembarcar tropas, material, armamento y una consistente logística, sin oposición nuestra. 


Después de ello, no tendríamos ninguna posibilidad de impedir el cerco terrestre, aunque no se hizo nada para lograrlo. Debo reconocer que, dada la carencia de mínimos medios adecuados, era casi imposible.


Así describe Daniel Esteban su “enfrentamiento” con la Task Force (fuerza de tareas): “A las ocho y dos minutos del 21 de mayo, uno de los soldados observadores aéreos baja corriendo y me señala la presencia de una fragata enemiga en el estrecho. Tomé mis binóculos y me desplacé rápidamente al puesto observatorio. Quedé atónito. Media flota estaba en la boca norte. Era un desembarco masivo: había fragatas, destructores, decenas de helicópteros sobrevolaban la zona y lanchones se desprendían en distintas direcciones. En el centro, la figura majestuosa del trasatlántico Canberra (bombardero)”. 


Continúa: “Llegué al puesto de comando y me comuniqué con el general Omar Parada –quien permanecería durante toda la guerra en Puerto Argentino–. Describí el desembarco, le di las coordenadas y solicité apoyo de fuego aéreo. Corté las comunicaciones e informé que nos preparábamos para combatir. Los ingleses estaban cerca, oíamos los helicópteros y veíamos claramente los lanchones de desembarco”. 


“Nunca había soñado con un bautismo de fuego con tanta diferencia, solo Dios nos podía ayudar. Como resultado del enfrentamiento, el enemigo tuvo dos helicópteros derribados, dos averiados y tres tripulantes muertos. Nosotros, tres heridos. A menos de dos horas, oímos a nuestra aviación. ¡Qué misión dura tenían! Atacar la flota, que contaba con la protección natural del Estrecho de San Carlos, y la fuerte defensa antiaérea de los barcos y la instalada en tierra”, relató. 


“Todo se tornó un infierno. Iniciamos un sigiloso repliegue a Puerto Argentino. Llevábamos en la mente todo lo que habíamos visto”, afirmó para el libro Así peleamos Malvinas. En el continente, y en las islas, los generales Menéndez y Jofre, “siempre aseguraron que un desembarco en ese lugar era impensable o muy poco probable, y que se realizaría al sur de Puerto Argentino, donde nosotros éramos más fuertes”. 


Aún, el día 23, creían que se trataba de una operación secundaria o de engaño; clara muestra de desconocimiento de la historia militar. Los hechos demostrarían que la Operación Sutton no fue secundaria y no tuvo nada de engaño. 


Olvidaron que, como dijo el historiador militar Basil Liddell Hart en Estrategia de la aproximación indirecta: “A través de las épocas, raramente se han logrado resultados efectivos en la guerra a menos que la aproximación tuviere tal sentido indirecto que asegurara que el enemigo no estaría listo en tiempo para enfrentarla”. Uno de los ejemplos era el desembarco aliado en Normandía, Francia, el 6 de junio de 1944.  


En Buenos Aires, el jefe de Operaciones del Ejército, general Vicente Meli, recibió la información del desembarco y de las acciones narradas, pero no le asignó mayor importancia, pues, según fuentes confiables, expresó: “Después lo vemos y lo analizamos. Ahora tenemos una reunión más importante”. ¡Sin palabras! Concuerdo con Jacques Maritain, en que “la estupidez nunca es normal sino un vicio”.  


De San Carlos a Darwin. La fase terrestre del conflicto se inició el 21 de mayo con el desembarco en San Carlos. Nuestra Fuerza Aérea y Aviación Naval ocasionaron a la flota británica serias pérdidas, y nosotros nos quedamos sin varios aviones. Uno de ellos, el Douglas A-4 Q Skyhawk, que averiado sobrevoló nuestra posición, intentó un aterrizaje imposible en Puerto Argentino y cayó al mar. Su piloto, el teniente de navío José Arca, se eyectó y fue rescatado por el capitán Jorge Svendsen, al mando de un helicóptero del Batallón de Aviación del Ejército. 


Esta unidad solo dispuso de veinte helicópteros en las islas, mientras que el enemigo contó con alrededor de cuatrocientos. No obstante, nuestros hombres volaron más de 1.300 horas transportando personal, material, abastecimientos, realizando rescates y aportando su cuota de sangre.   


A nadie le puede llamar la atención la rápida consolidación de la cabeza de playa por las fuerzas británicas. En la citada invasión aliada a Europa por Normandía, las fuerzas alemanas, en posiciones y playas fuertemente organizadas y fortificadas durante más de un año, con obstáculos de todo tipo y con miles de tropas excelentemente adiestradas, cedieron más de 6 kilómetros un día de combate. 


En San Carlos, la Task Force enfrentó a Esteban y a un puñado de hombres. Según algunas fuentes, Menéndez habría pedido lanzar un regimiento de paracaidistas, para contraatacar. Algo jamás previsto, sin movilidad terrestre y carente de apoyo de fuego. Hubiera sido una carnicería, como consecuencia de la superioridad aérea, terrestre y antiaérea enemiga. Le negaron el pedido.  


Es interesante recordar que, durante la crisis y la fase aeronaval, hasta el 21 de mayo, los efectivos en tierra fuimos sometidos a un desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras. Se había perdido un tiempo valioso para poder transportar el material que posteriormente limitó la movilidad, el poder de fuego y la construcción de fortificaciones, además de los abastecimientos indispensables para el bienestar del personal. 


Entre ellos: cañones pesados, artillería antiaérea, radares, vehículos de distinto tipo, zanjadoras a oruga, minas antitanque y algunos blindados. Curiosamente, se transportaron dos automóviles Ford Falcon, uno para el gobernador Menéndez y otro para un jefe de regimiento, que no lo usó. Uno de mis soldados litoraleños, con picardía, comentó: “¡Pensar que los Falcon llegaron antes que nuestros dos cañones pesados!”.  


La segunda fase de la guerra, la terrestre, del 21 de mayo al 14 de junio, la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber cedido totalmente la iniciativa al enemigo y de la incapacidad de recibir apoyo del continente. El 25 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada atacaron y hundieron con misiles Exocet aire-mar el buque logístico Atlantic Conveyor, ocasionando importantísimas pérdidas, entre otras: quince muertos, doce helicópteros, cuarenta y cinco blindados y miles de repuestos y abastecimientos. 


El 29 de mayo, en Washington, los cancilleres de los países del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) aprobaron una resolución de apoyo a la Argentina, con la abstención de Colombia, Trinidad y Tobago, Chile y Estados Unidos. 


El importante pacto secreto de ayuda entre Gran Bretaña y Chile se concretó a partir del 2 de abril, a pesar de que el embajador chileno en nuestro país, Sergio Onofre Jarpa, expresara en Buenos Aires: “En lo que se refiere a Chile, la Argentina tiene las espaldas cubiertas”.  


Sobre Puerto Argentino continuaban los bombardeos aéreos diurnos de hostigamiento con los Sea Harrier, Entre el 21 y el 30 de mayo perdieron cinco máquinas. El fuego naval nocturno también se mantenía, pero sin la impunidad que gozaban antes de que respondiéramos con nuestra artillería pesada (155 mm y 20 km de alcance), dirigida por radar.  


La falta de víveres afectó a todas las unidades, pero más a los regimientos que estaban en la isla Gran Malvina; RI 5 y Rl 8. En las unidades que estaban en la isla Soledad los efectivos de la Armada y de la Fuerza Aérea, que eran menores, no sufrieron privaciones mayores, pero sí las del Ejército. 


De las 5 mil calorías diarias necesarias para que un combatiente pudiera soportar frío, viento, desgaste psíquico, físico y emocional, y falta del descanso necesario, en algunas unidades solo se ingerían de 1.600 a 1.800. En Buenos Aires, el general Gerardo Núñez dijo a familiares de los combatientes: “Soy el responsable de la logística. Les aseguro que no pasarán frío y volverán más gordos. Reciben las raciones que corresponden. De cualquier forma, cuando regresen los jefes de unidades tácticas tendrán que rendir cuentas”. Es obvio recalcar que Núñez era un general más “de escritorio”.   


A 90 km al este de Puerto Argentino y a 50 km de San Carlos se encuentra el istmo de Darwin-Goose Green (Pradera del Ganso). La zona estaba defendida por el Regimiento de Infantería 12 (450 hombres a pie) que, después de ser “paseado” y desgastado por la Patagonia, fue enviado a Darwin, con su personal agotado, sin sus armas pesadas, con escasa munición y sin una clara misión.  


Estaba a cargo del teniente coronel Ítalo Piaggi, que dependía del general Parada. El regimiento se reforzó con dos obuses de 105 mm del GA 4, una sección de cañones de artillería antiaérea, y reducidos efectivos de infantería del RI 25 con armas livianas. No estuve en la zona ni participé de las acciones que se libraron los días 28 y 29 de mayo ante una sideral superioridad británica en efectivos, movilidad y apoyo de fuego (terrestre, aéreo y naval). 


Días antes, Menéndez había ordenado a Parada trasladarse a Darwin para hacerse cargo de las operaciones, pero nunca la cumplimentó aduciendo falta de trasporte; no pocos decían que podía haberlo hecho en helicóptero, jeep o moto.   


Comandó sus unidades en el combate –en una zona que nunca conoció– por medios radioeléctricos desde una oficina en Puerto Argentino. Recuerdo que antes de desembarcar, el general inglés Julian Thompson dijo a sus hombres: “En tierra actuaremos como se hizo durante dos mil años. La diferencia entre Aníbal y nosotros es que él iba en elefante y nosotros tendremos que caminar”.  


El disminuido RI 12 resistió más de lo previsto. El combate duró 36 horas. “Nos sorprendió la resistencia de los soldados argentinos, descriptos como conscriptos sin experiencia”, dijo el almirante Sandy Woodward en Los cien días. El teniente Clive Livingstone afirmó: “Tantas mentiras que se nos dijeron acerca de que no querían pelear, y están peleando como leones”.   


El soldado Sergio Daniel Rodríguez, del RI 25, fue uno de los que desembarcó el 2 de abril, participó en las acciones de Darwin, fue herido y operado en el hospital de campaña inglés en San Carlos. Su relato es conmovedor: “Allí, cirujanos ingleses me efectuaron dos operaciones, una colostomía (ano contranatura) y una laparoscopía (búsqueda en el interior de mi cuerpo, tratando de localizar fragmentos de proyectil). Posteriormente, cirujanos argentinos me hicieron otras cuatro operaciones”. Hoy, Rodríguez reside en Buenos Aires.  


En la batalla de la Vuelta de Obligado, el general Lucio V. Mansilla enfrentó, sable en mano, a la flota anglo-francesa; la más poderosa del mundo. El combate duró menos de un día, pero nadie duda del arrojo de nuestros hombres, y a pesar de la derrota, conmemoramos el 20 de noviembre de 1845 como el Día de la Soberanía. 


El 30 de mayo, en Buenos Aires, con gran ingratitud, Galtieri ordenó proceder con máxima dureza con quienes se rindieron en Darwin, pasando a retiro obligatorio al jefe del RI 12 y escondiendo a su regreso a los valientes soldados. Los altos mandos no mostraron la misma dureza para consigo mismos.  





   

Lessons from the Malvinas... (Fourth Installment)

Differences. The Argentine anti-aircraft artillery, which had to face a massive landing by British forces in San Carlos Bay, for which the military chiefs had not taken the necessary precautions, despite warnings. Photographs: Cedoc

The Battle of San Carlos; the inaction of the Military Committee, for which a landing in San Carlos was "unthinkable", despite the fact that the information assured the contrary. The wear and tear of the trenches. Food rationing and healing in battle.

© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War, and former Argentine Ambassador to Colombia and Costa Rica, published on Saturday 08/19/2023 by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Republic Argentina.

Disembarkation in San Carlos. On May 21, 1982, at 02:30 a.m., the British Task Force began landing in San Carlos Bay, northwest and 90 km from Puerto Argentino. The so-called Operation Sutton was one of the most important amphibious maneuvers after World War II. 

Despite having precise information -provided by an islander- about that this was the most probable place for the landing, Generals Menéndez and Jofre did not adopt any forecast and continued appreciating, like the Military Committee, that the landing was would take place south of Puerto Argentino. 

The area was unprotected and only a fraction of sixty-two men (three officers, ten NCOs, and forty-nine soldiers) from the 25th Infantry Regiment, under the command of then First Lieutenant Daniel Esteban (today a retired colonel and doctor in Political Science) lacking mobility and equipped with light weapons.

With the first hours of light, an unequal confrontation began against an enemy, which would later be estimated at more than 4,000 troops, who had vehicles, helicopters, anti-aircraft and land artillery, and naval and air fire support. It was obvious that for the British the main issue was to gain a foothold on Soledad Island, through "a beachhead" (a line created when an armed group reaches the coast) that would allow them to land troops, material, weapons and consistent logistics, without our opposition. 

After that, we would have no chance of preventing the land encirclement, although nothing was done to achieve this. I must admit that, given the lack of minimal adequate means, it was almost impossible.

This is how Daniel Esteban describes his “confrontation” with the Task Force: “At two minutes past eight on May 21, one of the air observer soldiers ran down and pointed out to me the presence of an enemy frigate in the strait. . I took my binoculars and quickly moved to the observation post. I was stunned. Half the fleet was at the northern mouth. It was a massive landing: there were frigates, destroyers, dozens of helicopters flying over the area, and boats detached in different directions. In the center, the majestic figure of the ocean liner Canberra (bomber)”.

He continues: “I arrived at the command post and communicated with General Omar Parada – who would remain in Puerto Argentino throughout the war. I described the landing, gave him the coordinates, and called in aerial fire support. I cut off communications and reported that we were preparing to fight. The British were close, we could hear the helicopters and we could clearly see the landing craft”.

“I had never dreamed of a baptism of fire with such a difference, only God could help us. As a result of the confrontation, the enemy had two helicopters shot down, two damaged and three crew members dead. We, three wounded. Less than two hours away, we heard our aviation. What a tough mission they had! Attacking the fleet, which had the natural protection of the Strait of San Carlos, and the strong anti-aircraft defense of the ships and the one installed on land”, he recounted.

“Everything turned into hell. We began a stealthy withdrawal to Puerto Argentino. We had everything we had seen in our minds, ”he said for the book This is how we fight Malvinas. On the mainland and on the islands, Generals Menéndez and Jofre "always assured that a landing in that place was unthinkable or highly unlikely, and that it would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger."

Still, on the 23rd, they believed that it was a secondary operation or deception; clear sign of ignorance of military history. The facts would show that Operation Sutton was not secondary and was not deceitful.

They forgot that, as military historian Basil Liddell Hart put it in Strategy of the Indirect Approach: “Throughout the ages, effective results have rarely been achieved in war unless the approach made such an indirect sense as to ensure that the enemy would not be ready in time to face it.” One of the examples was the Allied landing in Normandy, France, on June 6, 1944.

In Buenos Aires, the Chief of Army Operations, General Vicente Meli, received the information about the landing and the narrated actions, but he did not assign it greater importance, because, according to reliable sources, he stated: “Later we will see it and analyze it. Now we have a more important meeting.” Speechless! I agree with Jacques Maritain, that “stupidity is never normal but a vice.”
 

From San Carlos to Darwin. The land phase of the conflict began on May 21 with the landing in San Carlos. Our Air Force and Naval Aviation caused serious losses to the British fleet, and we were left without several aircraft. One of them, the Douglas A-4 Q Skyhawk, which, damaged, flew over our position, attempted an impossible landing in Puerto Argentino and fell into the sea. Its pilot, Navy Lieutenant José Arca, ejected and was rescued by Captain Jorge Svendsen, in command of an Army Aviation Battalion helicopter. 

This unit only had twenty helicopters on the islands, while the enemy had around four hundred. However, our men flew more than 1,300 hours transporting personnel, material, supplies, carrying out rescues and contributing their quota of blood. 

The rapid consolidation of the beachhead by the British forces cannot attract anyone's attention. In the aforementioned Allied invasion of Europe through Normandy, the German forces, in strongly organized and fortified positions and beaches for more than a year, with obstacles of all kinds and with thousands of excellently trained troops, ceded more than 6 kilometers in one day of combat.  

In San Carlos, the Task Force confronted Esteban and a handful of men. According to some sources, Menéndez would have asked to launch a parachute regiment to counterattack. Something never foreseen, without land mobility and lacking fire support. It would have been carnage, as a consequence of the enemy's air, ground and anti-aircraft superiority. They denied the request. 

It is interesting to remember that, during the crisis and the air-naval phase, until May 21, the troops on the ground were subjected to psychophysical wear and tear in the humid and cold trenches. Valuable time had been lost to be able to transport the material that later limited mobility, firepower and the construction of fortifications, in addition to the essential supplies for the well-being of the personnel. 

Among them: heavy cannons, anti-aircraft artillery, radars, vehicles of different types, caterpillar trenchers, anti-tank mines and some armored vehicles. Curiously, two Ford Falcon cars were transported, one for Governor Menéndez and another for a regiment chief, who did not use it. One of my coastal soldiers, mischievously, commented: “To think that the Falcons arrived before our two heavy guns!” 

We began the second phase of the war, the land one, from May 21 to June 14, aware of our own limitations, of having completely ceded the initiative to the enemy and of the inability to receive support from the continent. On May 25, two Navy Super Étendard planes attacked and sank the Atlantic Conveyor logistics ship with air-sea Exocet missiles, causing huge losses, among others: fifteen deaths, twelve helicopters, forty-five armored vehicles and thousands of spare parts and supplies.

On May 29, in Washington, the foreign ministers of the countries of the Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance (TIAR) approved a resolution supporting Argentina, with the abstention of Colombia, Trinidad and Tobago, Chile and the United States.
 

The important secret aid pact between Great Britain and Chile was finalized on April 2, despite the fact that the Chilean ambassador to our country, Sergio Onofre Jarpa, expressed in Buenos Aires: “As far as Chile is concerned, the “Argentina has its back covered.” 

The daytime aerial harassment bombardments with the Sea Harriers continued over Puerto Argentino. Between May 21 and 30, they lost five machines. The nighttime naval fire also continued, but without the impunity they enjoyed before we responded with our heavy artillery (155 mm and 20 km range), directed by radar. 

The lack of food affected all the units, but more so the regiments that were on the Gran Malvina Island; RI 5 and Rl 8. In the units that were on Soledad Island, the Navy and Air Force personnel, who were minors, did not suffer major deprivations, but those of the Army did. 

Of the 5,000 daily calories necessary for a combatant to withstand cold, wind, mental, physical and emotional exhaustion, and lack of necessary rest, in some units only 1,600 to 1,800 were ingested. In Buenos Aires, General Gerardo Núñez told relatives of the combatants: “I am responsible for logistics. I assure you that they will not get cold and they will come back fatter. They receive the corresponding rations. In any case, when the heads of tactical units return they will have to give an account”. It is obvious to emphasize that Núñez was a more “desk” general. 

90 km east of Puerto Argentino and 50 km from San Carlos is the Darwin-Goose Green isthmus (Pradera del Ganso). The area was defended by the 12th Infantry Regiment (450 men on foot) which, after being “walked” and worn out by Patagonia, was sent to Darwin, with its personnel exhausted, without its heavy weapons, with little ammunition and without a clear mission. 

It was in charge of Lieutenant Colonel Italo Piaggi, who reported to General Parada. The regiment was reinforced with two 105 mm howitzers from GA 4, a section of anti-aircraft artillery guns, and small numbers of light-armed infantry from RI 25. I was not in the area nor did I participate in the actions that took place on May 28 and 29 in the face of a stark British superiority in troops, mobility and fire support (land, air and naval). 

Days before, Menéndez had ordered Parada to move to Darwin to take charge of the operations, but he never followed through, citing lack of transportation; Quite a few said that he could have done it by helicopter, jeep or motorcycle. 

He commanded his units in combat – in an area he never knew – by radio from an office in Puerto Argentino. I remember that before disembarking, the English general Julian Thompson told his men: “On land we will act as we have done for two thousand years. The difference between Hannibal and us is that he was riding an elephant and we will have to walk.” 

The diminished RI 12 resisted more than expected. The combat lasted 36 hours. “We were surprised by the resistance of the Argentine soldiers, described as inexperienced conscripts,” Admiral Sandy Woodward said in The Hundred Days. Lieutenant Clive Livingstone said: “So many lies that were told to us about them not wanting to fight, and they are fighting like lions.” 

The soldier Sergio Daniel Rodríguez, of the RI 25, was one of those who disembarked on April 2, participated in the actions of Darwin, was wounded and operated on in the English field hospital in San Carlos. His story is moving: “There, English surgeons performed two operations on me, a colostomy (unnatural anus) and a laparoscopy (search inside my body, trying to locate projectile fragments). Later, Argentine surgeons performed four more operations on me.” Today, Rodríguez resides in Buenos Aires. 

In the battle of the Vuelta de Obligado, General Lucio V. Mansilla faced, saber in hand, the Anglo-French fleet; the most powerful in the world. The combat lasted less than a day, but no one doubts the courage of our men, and despite the defeat, we commemorate November 20, 1845 as Sovereignty Day. 

On May 30, in Buenos Aires, with great ingratitude, Galtieri ordered to proceed with maximum harshness with those who surrendered in Darwin, making the head of the RI 12 into mandatory retirement and hiding the brave soldiers when he returned. The higher-ups did not show the same harshness towards themselves.