La NASA Argentina…
Un despegue, un
satélite, una imagen tan efímera como conmovedora, pero que detrás tiene años
de trabajo y una larguísima historia, de avances y retrocesos, sueños
espaciales y pesadillas neoliberales.
© Escrito por Esteban Sargiotto el lunes
31/08/2020 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
La fecha
programada era el viernes 28 de agosto, a las 20:20. A esa hora iba a despegar
el satélite Saocom 1B desde el centro espacial de Cabo Cañaveral, en Estados
Unidos. Horas más tarde, el mismo día viernes, se informó que debido a un
lanzamiento previo que se demoró, nuestro satélite había sido reprogramado para
fines de agosto. Finalmente, se abrió una ventana y el día domingo a las 20:18
hora argentina despegó el Saocom 1B. De fabricación íntegramente nacional,
tendrá como misión medir la humedad del suelo utilizando un radar de
microondas, en cuyo diseño contribuyó otro organismo científico: el Instituto
Argentino de Radioastronomía. Entre sus tareas -todas pacíficas y de fines
científicos- se encuentra la obtención de imágenes para la confección de mapas
de riesgo de incendio, inundaciones o enfermedades de cultivos y el estudio de
desplazamiento de glaciares, terrenos, pendientes y alturas.
Si bien solemos enterarnos de lanzamientos como este -como por ejemplo el
lanzamiento del Saocom 1A, en octubre de 2018, o de los ARSAT- no es frecuente
enterarse que el diseño de este satélite se realizó en 1994, hace ya 26 años,
como parte de un plan estratégico. En un país donde todo cambia abruptamente
cada poco tiempo, que un proyecto permanezca en pie por más de veinte años y
termine realizándose es, cuanto menos, motivo de curiosidad y, por qué no, de
celebración.
Tanto en ciencia como en cualquier
otra disciplina, los grandes logros llevan décadas de desarrollo previo y hay
que ser demasiado ingenuo para creer que un país podría poner satélites
geoestacionarios en órbita en sólo 8 años de desarrollo, por más que sus
científicos posean enormes capacidades y sus gobiernos destinen grandes
presupuestos.
Algo similar puede decirse de los satélites fabricados por la empresa
pública ARSAT: creada por ley en 2006, ya en 2014 lanzó el satélite
geoestacionario ARSAT-1 y, poco después, en 2015, el ARSAT-2, ambos satélites
de comunicaciones que brindan servicios de internet, telefonía y televisión.
Pero, como todo, estos sorprendentes logros tienen una razón. O, por lo
menos, una explicación. Tanto en ciencia como en cualquier otra disciplina, los
grandes logros llevan décadas de desarrollo previo y hay que ser demasiado
ingenuo para creer que un país podría poner satélites geoestacionarios en
órbita en sólo 8 años de desarrollo, por más que sus científicos posean enormes
capacidades y sus gobiernos destinen grandes presupuestos.
Para entenderlo hay que hacer un poco de historia.
Nuestra NASA
El 4 de octubre
de 1957, la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite de la historia,
el Sputnik. Poco después, el 3 de noviembre, la perra Laika fue el primer ser
vivo en orbitar la Tierra. Unos años después, el 12 de abril de 1961, Yuri
Gagarin se convirtió en el primer ser humano en llegar al espacio. Era la
Guerra Fría y la carrera espacial entre los Estados Unidos y la URSS era un
capítulo más de su enfrentamiento geopolítico. En ese contexto de gran interés
por la navegación espacial, la Argentina no estaba exenta.
En enero de 1961,
poco antes de la llegada de Gagarin al espacio, el entonces presidente Arturo
Frondizi creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), dando
nacimiento a la historia de la astronáutica argentina. La comisión tuvo
importantes avances en la creación de cohetes de combustible sólido, un
desarrollo que ya contaba con años de experiencia previa, por lo menos desde la
década del 40. La CNIE avanzó, además, en el lanzamiento de cohetes de
fabricación nacional y contó con un capítulo poco recordado de nuestra
historia, pero de gran relevancia científica: el Proyecto BIO, que consistió en
el lanzamiento de animales vivos.
En 1967 fue lanzado desde Córdoba el ratón Belisario, que
estuvo en ingravidez por 30 minutos y volvió a la tierra sano y salvo.
Impulsados por ese éxito, en 1969 fue lanzado el mono Juan, para
algunos el primer astronauta argentino. El mono, originario de Misiones, fue
lanzado desde La Rioja y era el único tripulante del cohete Canopus II. Se
encontraba dentro de una cápsula presurizada llamada Amanecer y que contaba con
20 minutos de oxígeno. Juan llevaba puesto un chaleco impermeable y varios
nodos corporales, lo que permitía controlar sus signos vitales. La misión
argentina ocurrió pocos meses después de la llegada del hombre a la luna, lo
que significó un hito para la historia argentina ya que hasta ese momento sólo
otros 3 países habían lanzado seres vivos al espacio: Estados Unidos, la Unión
Soviética y Francia.
Si bien Frondizi fue derrocado, la CNIE continuó con su labor y desarrollo,
lo que con los años llevó a las autoridades a plantearse dos grandes preguntas:
¿Cuándo pondrá la Argentina satélites en órbita? ¿Puede la Argentina
desarrollar un lanzador orbital propio?
Todas estas inquietudes fueron escritas en un informe a cargo del
vicepresidente de la CNIE, Juan José Tasso, quien proyectó que para 1977 la
Argentina podría tener un lanzador y satélite nacional propio. El proyecto
avanzó y fue mostrando grandes logros, tanto en el aspecto de los combustibles
como del desarrollo de la tecnología para los cohetes y satélites. Pero algo
cambió: con la dictadura de 1976, lo que en un principio era un programa para
crear una lanzadera espacial fue reconvertido en un plan para construir un
misil balístico.
Tras fuertes presiones de Estados Unidos y Gran Bretaña la historia tendría
un final triste y lamentable en el gobierno de Menem: el proyecto fue disuelto
y el misil fue desguazado, sus partes trasladadas a EEUU y, finalmente,
destruidas.
A pesar de los obstáculos y de la
cancelación de una lanzadera propia, la CONAE hizo grandes avances y elaboró un
Plan Espacial Nacional, responsable del diseño del actual Saocom 1-B, puesto en
órbita el pasado domingo 30 de agosto.
Como punto final,
en 1991 Menem disolvió la CNIE y creó en su lugar la Comisión Nacional de
Actividades Espaciales (CONAE), que dejó de estar en la égida de la Secretaría
de Aeronáutica y pasó a depender directamente del Ejecutivo Nacional. A pesar
de los obstáculos y de la cancelación de una lanzadera propia, la CONAE hizo
grandes avances y elaboró un Plan Espacial Nacional, responsable del diseño del
actual Saocom 1-B, puesto en órbita el pasado domingo 30 de agosto.
Hubo otro factor determinante: contra el clima de época y resistiendo los
intentos de privatización del menemismo, una empresa estatal siguió de pie: el
INVAP, una empresa tecnológica fundada en los años 70 y que sería central en
esta historia. Si bien no fue la CONAE quien desarrolló el primer satélite
argentino (el primero fue el Lusat, obra de radioaficionados, lanzado en 1991),
sí fue quien desarrolló el primer satélite profesional con fines científicos.
Se trata del Satélite de Aplicaciones Científicas, SAC-B. Construido
precisamente por el INVAP, el 4 de noviembre de 1996 entró exitosamente en
órbita, aunque por una falla del cohete no pudo realizar su misión. Se puso así
una primera piedra de la etapa contemporánea: la Argentina demostraba que podía
diseñar un satélite de alta complejidad. No fue en 1977 como predijo Tasso,
sino 19 años después. Pero se logró.
A partir de esos primeros años de la nueva etapa nacida en los años 90,
surgiría una fructífera relación de cooperación entre la CONAE y el INVAP que
sería estratégica para la realidad actual, ya que el INVAP fabrica satélites no
sólo con la CONAE, sino también para la compañía ARSAT, quien administra otros
programas independientes de la CONAE, como el ARSAT 1 y 2. Mientras ARSAT se ha
dedicado a la fabricación de satélites de telecomunicaciones, el programa
espacial impulsado por la CONAE se concentra especialmente en aplicaciones
científicas.
Actualidad
Con el reciente despegue
el Saocom 1-B ha vuelto a la atención pública el plan espacial. En recientes declaraciones, el actual Ministro de Ciencia y Tecnología ha dado a
entender que el gobierno buscará impulsar el proyecto de una lanzadera espacial
propia. Con antecedente en 2007 y rebautizado como Proyecto Tronador, el plan
prevé la colaboración con otra empresa pública argentina: VENG, una compañía
aeroespacial que se hará cargo de brindar el servicio de lanzamiento. Para este
fin, en 2014 se crearon dos centros espaciales: Centro Espacial de Punta Indio
y el Centro Espacial Manuel Belgrano, ambos en la provincia de Buenos Aires. El
objetivo, según se sabe, es enviar al espacio los satélites de la serie SARE,
también desarrollados por la CONAE.
Estos logros son, además de argentinos, internacionales: la agencia
italiana colaboró en el proyecto del Saocom y la NASA ha participado con el
país en otros satélites. Además, los satélites toman información de todo el
planeta, de modo que sus imágenes pueden ser vendidas a cualquier nación que
esté interesada. Otro ejemplo de esta relevancia internacional fue cuando el
Arsat 1 entró en órbita, lo que puso a la Argentina en el selecto
grupo de 7 países (a los que hay
que sumar a la Unión Europea) con esa capacidad de producción, junto con EEUU,
Rusia, Israel, Japón, China e India.
Destaca además el decisivo rol de dos
grandes empresas públicas: el INVAP SE, única empresa latinoamericana
reconocida por la NASA para la realización de sistemas satelitales completos y
Arsat, primera empresa latinoamericana que ofrece servicios de internet,
televisión y transmisión de datos en todo el continente, desde Argentina hasta
Canadá con satélites propio.
Este tipo de hitos hubieran sido imposibles sin un desarrollo científico de
décadas y la inversión y planificación a largo plazo con la que -con
interrupciones- contó el país. Destaca además el decisivo rol de dos grandes
empresas públicas: el INVAP SE, única empresa latinoamericana reconocida por la
NASA para la realización de sistemas satelitales completos y Arsat, primera
empresa latinoamericana que ofrece servicios de internet, televisión y
transmisión de datos en todo el continente, desde Argentina hasta Canadá con
satélites propios, y que actualmente brinda transmisión de datos al país y
también a Chile, Paraguay, Uruguay y la Antártida.
Los próximos pasos anunciados tanto por el Ministerio de Ciencia y
Tecnología como de Arsat es el lanzamiento del Arsat 3 (cuyo nombre mutó a Arsat-SG1 luego de que el gobierno de
Macri anunciara la cancelación del proyecto y se tuviera que cambiar de
plataforma) que según anunció la compañía, está previsto para 2023.