La cuarta experiencia histórica del neoliberalismo financiero…
Tasa de rentabilidad en dólares. Infografía: GP
© Escrito por Santiago Fraschina (*) el
domingo 22/12/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República Argentina.
Argentina transita por un período de exaltación en el
mercado financiero por el rally en los precios de bonos y acciones de los
últimos meses. Desvinculado de la economía real y la malaria socioeconómica,
este sector registra ganancias extraordinarias por un modelo económico
dispuesto para valorizar el capital en dólares a corto plazo. Javier Milei y
Luis Caputo creen haber descubierto un método infalible para generar una
narrativa de éxito, favorecer a su base de sustentación y, a su vez, comprar
tiempo. Sin embargo, el programa de Gobierno tiene bases endebles y depende
crucialmente de la confianza del mercado, que es siempre una variable
gelatinosa.
La devaluación inicial del peso fue de una magnitud excesiva. Eso
aceleró dramáticamente la dinámica de precios, hasta alcanzar un 51% de
inflación en el primer cuatrimestre de este año. A partir de entonces, Caputo
implementó un programa más pragmático que se alejó de los dogmas del paradigma
“liberal libertario”. Aplicó un ajuste tradicional puro y duro. Se centró en
una contracción fiscal y monetaria muy severa, tanto ajustando el gasto como
haciendo uso de la “licuadora” sobre las partidas presupuestarias. Mantuvo
cepos y todo tipo de intervenciones para generar un ancla cambiaria. De su
fracaso previo en 2018 Caputo al menos comprendió que “las fuerzas del mercado”
se lo pueden llevar puesto si abre de par en par la economía. Por esto,
planchar ficticiamente al dólar hoy sigue siendo el eje de su política anti
inflacionaria.
¿Cómo funciona el “carry trade” que hoy es la columna vertebral
del modelo macro? Se diseña un esquema basado en garantizar una tasa de interés
en pesos por encima de la tasa de devaluación. De esa forma, se alinean los
incentivos para que los grandes jugadores del “mercado” se posicionen en
activos en pesos, a sabiendas de que su inversión va a crecer valuada en
dólares. ¿Qué permite que los “pedaleros” nunca pierdan? El virtual seguro que
garantiza el Banco Central a través de la fijación del tipo de cambio. Un
simple cálculo matemático marca que la ganancia financiera por la bicicleta
acumula 41,6% en el año. Son rentabilidades que no se obtienen en ningún país
del mundo en tan corto período de tiempo. Constituye, por tanto, un caramelo
muy tentador para los grandes jugadores del mercado, que conocen muy bien este
mecanismo y siempre cuentan con información privilegiada para salir más rápido,
en caso de eventuales turbulencias. Tal es la sofisticación del dispositivo de
valorización financiera, que en los últimos meses empezó a tener lugar el
mecanismo que se conoce como “carry exportador”. Se conoce de esta forma al
cambio de temporalidad en el comercio exterior con el propósito de aprovechar
el diferencial entre tasa de interés y ritmo de devaluación. Así, los
exportadores anticipan sus operaciones futuras de ventas fronteras afuera,
cambian esos dólares por pesos y ponen “a trabajar” esa liquidez a tasa de
interés. Claro que los importadores también se suben a esta bicicleta. En ese
caso se retrasan lo más posible los pagos al exterior, mientras se valorizan
los pesos montados sobre la tasa de interés. En el corto plazo ambos efectos
son positivos para la posición de reservas: se anticipa el ingreso de dólares y
se retrasan las erogaciones. Claro que es solo pan para hoy y hambre para mañana.
Cuando la bicicleta empieza a mostrar las primeras señales de desgaste, este
flujo se da vuelta y corre a presionar sobre la posición de reservas
internacionales del Banco Central.
Los riesgos del esquema de valorización financiera son múltiples.
Al igual que un esquema Ponzi, su sostenibilidad depende de la confianza en el
funcionamiento del sistema. Cuando todo va para arriba y las ganancias no dejan
de crecer, cada vez más participantes se acercan. A medida que el jugo del
modelo se va exprimiendo, el margen de rentabilidad se acota. Los últimos que
ingresan solo terminan pagando cara la salida de los ganadores. Mientras el
financiamiento de capital está presente cubriendo ese bache, las señales de
alarma no se encienden y la fiesta continúa. Pero las experiencias previas en
los otros tres ciclos liberales marcan que el flujo de dólares “golondrina” no
es infinito. Conforme los grandes fondos de inversión internacionales comienzan
a desarrollar un proceso de toma de ganancia, las piezas caen como un dominó:
el riesgo país rebota, la tasa de interés vuelve a aumentar y resurgen las
presiones devaluatorias.
En el plano productivo, los resultados son aún más aciagos. La
actividad económica sufre las consecuencias de un modelo de ajuste brutal, sin
ningún tipo de contemplación sobre la salud de las empresas ni el empleo local.
El PBI, como medida sintética del ingreso nacional, va a caer más de 3% este
año. Esto se da a pesar del agro, que crece en contraste a un año de sequía
dramática por mero rebote estadístico. Neteando este efecto, el PBI caería más
de 6% en 2024. Una recesión de magnitud no muy lejana al desastre de la
pandemia o la crisis del 2001. En el detalle, todos los sectores mano obra
intensivos presentan resultados peores al promedio. La industria y la
construcción marcan los peores registros, con mermas que superan los dos
dígitos. El comercio interno tampoco se destaca, con salarios famélicos y cada
vez más competencia importadora. Cuesta ver cuáles serán los motores de la
recuperación de cara al 2025. La economía argentina es muy dependiente del
consumo privado, sobre el cual no se espera una recuperación firme dada la
continuidad del programa de austeridad.
Para que Argentina crezca con bases sólidas se necesita un
programa radicalmente opuesto al que propone Milei. Un modelo que ponga el foco
en el mercado interno, fortalezca ingresos y promueva una mejor distribución
del ingreso. Con los mismos artífices que ya chocaron la economía hace solo
cinco años es difícil que se puedan encontrar soluciones superadoras.
(*) Director de la carrera de Economía y de la especialización en
Estructura Económica Argentina de la Universidad Nacional de Avellaneda.