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sábado, 26 de octubre de 2019

No es por 30 centavos sino por 30 años… @dealgunamanera...

No es por 30 centavos sino por 30 años…

Rodeado de militares, Piñera firma estado de sitio. Fotografía: CEDOC

“Estoy totalmente en contra de las dictaduras como instituciones de largo plazo, pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Es posible que un dictador pueda gobernar una economía liberal como también es posible una democracia gobernada con falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. En Chile, por ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un gobierno liberal. Y durante la transición puede ser necesario mantener ciertos poderes dictatoriales, no como algo permanente sino como un arreglo temporal”.

(Friedrich von Hayek, inspirador del neoliberalismo, en abril de 1981)

Traducción: Si los socialistas entendieran economía, entonces ellos no serían Socialistas. 
(Agrego para don Fiedrich... Si los liberales como usted entendieran a los pueblos, seguramente no sería lo que fue, un fascista encubierto)

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 26/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Chile es el país más neoliberal del mundo. Es el país donde está privatizada la mayor proporción de la vida pública, desde las jubilaciones hasta la mayoría de la educación y la salud: hay 2,5 millones de personas en espera para una consulta médica gratuita, y las AFP (administradoras de fondos de pensión, nuestras ex AFJP), tras varias décadas desde que las impusiera Pinochet en 1981 (capitalizando al 2% anual mientras que la población, cuando toma un crédito, que indirectamente surge de los mismos fondos, debe afrontar tasas del 20% anual), les pagan al 90% de los chilenos una jubilación menor de 144 mil pesos, 64% del salario mínimo. Eso es equivalente a 198 dólares, no muy distinta a la jubilación mínima actual en Argentina, de 13 mil pesos, equivalentes a 200 dólares a 65 pesos pero muy distinta a la que un jubilado argentino tenía antes de las devaluaciones, en 2017, cuando era más del doble: 450 dólares, equivalentes a 7.200 pesos a un dólar de 16 pesos.

Pero el “modelo chileno” de movilidad ascendente, donde la aplicación de políticas neoliberales –con las matizaciones que le aplicaron la llegada de la democracia desde 1990 y los gobiernos de la Concertación, la coalición de centroizquierda que gobernó Chile ininterrumpidamente hasta 2010 con sus cuatro presidentes (Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet)– logró mejoras concretas, como bajar la inflación del 30% al 2%, la pobreza del 40% al 15%, y el desempleo del 15% al 7%, murió con las violentas manifestaciones que comenzaron en Chile la semana pasada.

Murió y ahora se reclama un nuevo pacto social que reconozca los efectos secundarios de aquellos aciertos, expresados básicamente en su incapacidad para seguir mejorando un grado de desigualdad que no logra perforar. Palabras como hastío, cansancio, agotamiento, malestar sintetizan la idea de un ciclo cumplido sin que nadie sepa muy bien cómo debería ser el próximo.

La alcaldesa de Providencia, equivalente al intendente de Vicente López en Buenos Aires, Evelyn Matthei, del partido de derecha que apoyó al presidente Piñera, pidió un “profundo” cambio de gabinete pero con integrantes “que vengan de la clase media, que se hayan formado en educación pública, que no sean todos de la Universidad Católica o de la de Chile, que no veraneen en Zapallar (su Punta del Este), gente que haya nacido en provincia y en el fondo tenga mucha más calle”.

Es que Piñera, más allá de sus esfuerzos, representa una especie de neopinochetismo, falto de sensibilidad para entender la época, y él mismo y algunos de sus colaboradores son percibidos como los verdaderos “alienígenas”, y no los manifestantes, así bautizados por la primera dama. Piñera no calibró el significado que tendría enviar a los militares a reemplazar a las fuerzas policiales en el control del orden público.

La historia de Chile es la historia de sus militares: a diferencia de los argentinos, que perdieron en Malvinas, los militares chilenos ganaron todas sus guerras, ampliando su territorio en detrimento de Bolivia y Perú. Cuando Piñera dijo que Chile estaba en “guerra” volvió a encender el fuego que trataba de apagar porque sus militares están mentalmente formateados por la omnipotencia, y la sociedad civil, a pesar de que les teme, no está dispuesta a la misma sumisión de la época de la dictadura, que fue una verdadera fábrica de pobres.

Los militares son una casta privilegiada, primero porque a su presupuesto va directamente el 10% de la venta de cobre, el principal producto de exportación de Chile, equivalente a que en Argentina recibieran el 10% de las exportaciones de soja, y son los únicos que tienen un sistema jubilatorio estatal por fuera de las AFP, a las que el resto de la población está obligada.

Las AFP son el síntoma de la falla, la punta del iceberg de un descontento sumergido que ahora sale a la superficie con espasmos de una violencia inimaginable. No son 20 sino 41 estaciones de subte las que padecieron incendios que tuvieron una acción coordinada y el uso de precursores para generar fuegos de una magnitud imposible para una turba espontánea. Mientras las fuerzas de seguridad iban a reprimir las manifestaciones a Plaza Italia, formalmente Plaza Baquedano, porque allí está el monumento al general del mismo nombre, artífice de la victoria chilena en la mencionada guerra contra Bolivia y Perú entre 1879 y 1884 (nuevamente los militares), los anarquistas quemaban estaciones de subte. La idea que difundió el canciller argentino, Jorge Faurie, sobre que podría tratarse de desestabilizadores cubano-venezolanos no fue compartida por el canciller chileno, el conservador Teodoro Ribera Neumann. El anarquismo es más relevante en Chile que, por ejemplo, Quebracho en Argentina, porque encontró en las reivindicaciones mapuches una causa permanente donde anidar.

A pesar de que su economía creció 4% en 2018 y 2,5% en 2019, en Chile la agenda política cambió de un día para el otro. La alternancia entre dos presidencias de Bachelet y dos de Piñera, una con foco en la redistribución y otra, en el crecimiento, con la que concluyó el período de hegemonía de la Concertación, tendrá que dar paso a otra forma de equilibrio político aún no creada. Mientras tanto, Chile vivirá una situación difícil donde la mayoría de la población reclama que los ricos (los “momios”, así llaman a la derecha conservadora), como en la época de la Revolución Francesa, pierdan privilegios de manera ejemplar y el presidente, quien como en una monarquía reina y gobierna, pierda el absolutismo, primero con un gabinete de coalición y luego con una reforma de la Constitución, todas medidas difíciles de instrumentar.

Los disturbios graves bajaron de 126 diarios a 61 y se produjo antes de ayer solo una de las 19 muertes acumuladas, pero puede ser un impasse para que vuelva la protesta con más fuerza.




lunes, 11 de febrero de 2019

Sabio o líder… @dealgunamanera...

Sabio o líder…

L&L. Lavagna y Lagos, ex presidente de Chile, parecidos. Fotografía: CEDOC.

Los líderes lidian con los problemas. Los sabios saben qué es lo que se puede hacer para resolverlos. Pero, ¿son ellos quienes pueden hacer lo que prescriben? Según “el Duran Barba de Massa”, Antoni Gutiérrez-Rubí (ver ayer: http://bit.ly/propietario-ventajita), la gente elige para presidentes a líderes y no a sabios, intuyendo que son dos roles diferentes porque los sabios no serían personas de acción.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 10/02/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde su lógica, Lavagna sabe y Massa ejecuta. Tratando de revalorizar a su cliente y desvalorizar a Lavagna, el consultor español también apela a que la edad del ex ministro, 76 años, no es la mejor para un presidente y que además no es uno de esos “viejos jóvenes” plenos de testosterona como a los 77 años Bernie Sanders, del Partido Demócrata de Estados Unidos, o a que no lo caracteriza el nervio vivo de la aguerrida alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que a los 75 años exhibe más energía que muchos políticos de mediana edad, habiéndose dedicado a la política después de estar jubilada como jueza.

Hay decenas de casos de presidentes longevos, exaltados y moderados: Giorgio Napolitano fue presidente de Italia con 90 años y el actual presidente, Sergio Matterella, tiene 77 años, también Shimon Peres fue presidente de Israel con 90 años, Pepe Mujica fue presidente de Uruguay hasta los 80 años y el actual presidente, Tabaré Vázquez, cumplió 79 años hace pocos días, Piñera en Chile cumple 70 años en pocos meses, Donald Trump tiene 72 y el papa Francisco, 82.

Pero a Antoni Gutiérrez-Rubí le resulta funcional comparar a Lavagna con el ex presidente de Chile Ricardo Lagos, quien después de haber sido quizás el más lúcido presidente contemporáneo de su país en la misma época en que Lavagna fue exitoso al sacar a la Argentina de la crisis de 2002, intentó volver a competir por la presidencia ahora, con 82 años, y tuvo que retirar su candidatura al ver en las encuestas que los votantes no lo consideraban una alternativa.

Un meme que muestra frustración y deseo de alternativa dice: "Feliz cumple Presidente, al fin cumplís algo..."

El ejemplo vale porque Lagos, sin ninguna duda califica como sabio. Doctorado en la Universidad de Duke, fue profesor en la Universidad de Carolina del Norte, ambas en Estados Unidos; fue profesor de economía en la Universidad de Chile, y ya en el exilio, durante la dictadura de Pinochet fue secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, y director regional del Programa de Estudios de Posgrado en Ciencias Sociales del Proyecto Unesco, UNDP, ambas en Buenos Aires.

Pero la comparación entre la edad de Lagos y la de Lavagna como limitante se contradice con la diferenciación irreconciliable que Gutiérrez-Rubí quiere instalar entre sabio y líder, porque Lagos es un buen ejemplo de sabio que supo liderar.

En el austero minuto cuarenta y tres segundos del mensaje que Lavagna envió a la reunión de Alternativa Federal en Mar del Plata el lunes pasado, propuso paz (no grieta), orden (no kirchnerismo), progreso (no macrismo) y justicia social (justicialismo), llamó a construir un gobierno de unidad nacional (“que no quiere decir unanimidad”) que trascienda a Alternativa Federal (sume al socialismo, radicales, ex Cambiemos desencantados) y cuente con equipos que permitan recorrer el camino de un presente “complejo” hacia un futuro distinto para dar comienzo a un “nuevo momento”.

Pareció el mensaje de un candidato contradiciendo la nota publicada por el diario La Nación el viernes 8 titulada “El núcleo duro de Lavagna descree de una candidatura”, funcional al deseo del consultor de Massa para que su cliente y no el ex ministro sea candidato presidencial. Cerca de Lavagna sospechan que las fuentes de esa nota de La Nación hayan sido quienes no desean su candidatura.

Comienzan a vislumbrarse caminos no paralelos entre Massa y Lavagna al punto de conjeturarse la posibilidad de que Massa pueda acordar con el kirchnerismo y Lavagna sea el candidato de los gobernadores peronistas más el socialismo y los radicales desencantados con Cambiemos.

En el reportaje que le concedió a la radio Milenium el miércoles, dos días después de la reunión de Mar del Plata, Lavagna marcó diferencias con Massa: “Mi relación personal con él es la que fue siempre, buena. Pero desde el punto de vista de la política, no. No es lo mismo, él piensa en una expresión más ligada a lo que puede ser una propuesta de un sector del justicialismo y yo vengo pensando en la necesidad de construir algo más amplio”.

Surgen divergencias entre Lavagna y Massa, quien trata de instalar que el exministro no será candidato.

Lavagna explica mejor que nadie en Alternativa Federal cuál es la alternativa entre Macri Cristina Kirchner, a quienes define como un extremo marketinero y otro extremo pseudoideológico, uno orientado a las finanzas y otro al exceso de intervencionismo del Estado. Expone ideas, por ejemplo que la recesión crea más inflación en lugar de combatirla, como cree el Gobierno, y por eso fracasa al enfrentarla, porque al achicarse la cantidad de unidades vendidas el costo fijo de cualquier actividad se tiene que dividir por menos unidades, aumentando el precio unitario. O que se puede convertir el problema del desempleo y de la fuga de capitales en solución porque son recursos ociosos de trabajo y capital argentino (no de inversiones internacionales) disponibles para volcar a la producción si se generan condiciones de rentabilidad por incremento de la demanda.

También marca diferencias entre el justicialismo, al que adhiere como idea, y la práctica del peronismo, que rechaza, desde el corrimiento excesivo a la derecha de Menem, o a la “pseudoizquierda” del cristinismo.

El explicar de Lavagna se asocia con el saber, con la idea del gobernante sabio o filósofo que proponía Platón como solución a los malos gobiernos, aplicando el intelectualismo moral socrático a la política. Platón le asignaba al intelecto un lugar preponderante para lograr el conocimiento: el sabio, al saber la idea de justicia y de bien, obraba lo correcto. Ponía a la educación al servicio de la política y a la dialéctica como técnica al servicio del gobierno: el diálogo donde polemicen pacíficamente argumentos contrapuestos como método de alcanzar mejor síntesis.

Construir un gobierno de ideas, lo contrario a Macri (no hay otra alternativa que el ajuste) y a Cristina (no hay otra alternativa que el control de la economía por parte del Estado).



(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com