¿Eres resiliente?
Hay personas
que son capaces de resistir situaciones extremas y salir fortalecidas de ellas.
Fotografía: Diario La Vanguardia.
Aunque parezca una paradoja, bastantes personas tienen la
capacidad de salir fortalecidas tras pasar por una experiencia traumática.
© Escrito por Josep Fita el jueves 22/11/2012 y
publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad
de Barcelona, España.
Eric Abidal, Maria de Villota, el científico Stephen Hawking o el
malogrado actor Christopher Reeve (entre otros muchos) cuentan con un denominador común
si prestamos un mínimo de atención. Todos ellos hicieron, en un momento dado de
sus respectivas vidas, del sufrimiento, virtud. En su día, la fatalidad les
golpeó sin miramientos (un cáncer de hígado, la pérdida de un ojo o quedarse
postrado en una silla de ruedas para el resto de sus días), pero lejos de hundirse,
paradójicamente todos ellos salieron fortalecidos del trauma vivido.
Este fenómeno responde al nombre de resiliencia. Según la
definición de la Real Academia española, se trata de “la capacidad humana de
asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”.
Hay bastante consenso entre los investigadores a la hora de
identificar a la estadounidense Emmy Werner como la pionera en efectuar un
estudio, a mediados del siglo XX, sobre resiliencia. Werner heredó el
concepto del psicoanalista británico John Bowlby, quien a su vez lo tomó
prestado de la Física. De este ámbito es de donde procede, originariamente, el
término.
La Física lo define como la capacidad que tienen algunos
metales para doblarse y luego volver a su posición original cuando se deja de
ejercer presión sobre ellos. En psicología, “se usa la metáfora de los juncos”
para explicar el concepto, relata a LaVanguardia.com el profesor de Psicología de la Universidad Complutense
de Madrid, Gonzalo Hervás. “Cuando el caudal aumenta considerablemente, los juncos de
los ríos se doblan, sin romperse y sin quebrarse, y luego vuelven a su posición
original cuando las aguas recuperan su aspecto habitual”, añade.
¿Es posible ser resiliente, o es algo genético?
Son muchas, o bastantes para ser exactos, las personas que
tienen, entre sus aptitudes, la de ser resilientes. Aunque puede tener algo que
decir, la genética no determina de manera unívoca que un individuo cuente o no
con esta, dijéramos, habilidad. Y es que se puede aprender a ser resiliente,
aunque no todo el mundo puede hacerlo. “Uno puede pensar que el porcentaje de
respuestas resilientes es minoritaria. Pero en realidad es bastante más alta de
lo que esperaríamos, entre un 30 y un 50%. Es algo frecuente ser resiliente, y
mucha gente se sorprende a sí misma cuando lo descubre”, esgrime Gonzalo Hervás.
El problema radica en que para saber si uno cuenta, o no, con
esta capacidad es necesario pasar por una experiencia extrema. “Esa es la
prueba de fuego y es lo que hace que uno lo confirme”, asegura el profesor de
la Complutense. De hecho, “la persona (y esto enlaza con otro concepto
psicológico que se llama crecimiento tras la adversidad) descubre esas capacidades nuevas que desconocía y se siente
mucho más seguro para enfrentarse a otras experiencias. Uno redescubre cuáles
son sus determinados valores, y esto conduce a un cambio vital, de filosofía de
vida”, agrega.
Para muestra, un botón. “Ahora veo más que antes lo que es
importante en la vida”, dijo la piloto de Fórmula 1, Maria
de Villota, días después de
perder el ojo derecho a causa de un accidente con su monoplaza.
Identificada como una patología
En el siglo pasado, a las personas resilientes, por
desconocimiento, se les había llegado a tachar de enfermizas. “Antes, cuando no
había ni siquiera términos, y por supuesto menos aún teorías sobre aspectos
positivos relacionados con las fortalezas humanas, se interpretaban estas
realidades con las teorías que habían. Y sólo había teorías para lo negativo”,
recuerda Hervás.
En consecuencia, al final se acababa identificando un rasgo
positivo como algo patológico: que si estaban reprimiendo, que si estaban
encapsulando la vivencia traumática y no la estaban expresando… cuando, en
realidad, eran personas resilientes al 100% que estaban sumergidas en un
proceso totalmente sano.
Cabe remarcar que una persona puede tener experiencias de
dolor sin que, necesariamente, tenga que vivirlas en el plano más social. “En
paralelo, incluso, puede mantener una actitud bastante positiva, sin perder la
capacidad de disfrutar”, esgrime Hervás.
La fe, ¿generadora de personas resilientes?
Se ha observado que la espiritualidad y la religiosidad
pueden ayudar a algunas personas a ser más resilientes. Y lo pueden hacer por
la vía de dar sentido a determinadas experiencias adversas y, también, por el
apoyo social que pueden recibir las personas que pasan por un trauma vital (al
contar con un entorno que puede favorecer la expresión de las emociones).
“Pero es muy importante la flexibilidad”, recuerda Hervás.
“Las creencias demasiado rígidas, sean de tipo religioso o de otro, están
asociadas a una peor recuperación tras la adversidad”, añade.
Sacar partido a la adversidad
Al final, todo se reduce a intentar sacar la parte positiva de una situación extrema vivida, algo nada fácil. Y es
que hay que ser consciente de que la adversidad está presente en nuestras vidas
y antes o después vamos a encontrarnos (en mayor o menor medida) con ella. “Hay
que intentar aprovechar las oportunidades que te pueda dar la adversidad. En
frío, todo el mundo preferiría obviarla, pero una vez estás sumergido en una
situación difícil hay que intentar, en la medida de lo posible, tratar de sacar
algo bueno de ella”, remata Hervás.