Macro
no Macri...
Sindicatos de
Argentina y Brasil, más allá de sus diferencias, marchan contra los temores que
les generan el fin del populismo y la falta de un proyecto entusiasmador. Foto: Cuarterolo
Argentina y Brasil, con la
misma matriz de resistencia al cambio.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado
30/04/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
El problema argentino es macro
y no Macri. La falta de un relato de Cambiemos que indique un “hacia dónde” se
cambia no es un déficit sólo del pospopulismo argentino. Lo mismo sucede en
Brasil, ya con Dilma afuera, y por eso compartimos la grieta que divide a cada
sociedad. El numeroso acto de ayer de gremios contra el veto de Macri a una ley
que prohíba despidos por seis meses y las marchas del Partido de los
Trabajadores, que esta semana volvieron a cortar rutas en Brasil en contra de
un ajuste fiscal cuando asuma el gobierno del vicepresidente Temer, tienen la
misma matriz de resistencia al cambio.
En Argentina va a ser muy
difícil bajar la inflación futura con paritarias que aumenten por la inflación
pasada. Y en Brasil, como el déficit fiscal se financió con deuda en lugar de
emisión, lo difícil será bajar la deuda. Pero en ambos países el problema de
fondo es el mismo: bajar el déficit.
En los 80 fue el fin de las
dictaduras; en los 90, de la inflación; la década pasada, de la pobreza. ¿Y
ahora?
La persistencia de la grieta
indica que aún no se inició una nueva era. Sin una idea compartida por la
mayoría de la sociedad que la unifique –manteniendo sus diferencias– en
un proyecto común, no habrá cambio de ciclo.
En los años 80, esa idea
aglutinante fue la democracia, el fin de las dictaduras que azotaron a la
mayoría de Sudamérica. En los años 90, la cohesión social se forjó pensando que
el fin de la hiperinflación y las privatizaciones nos llevarían al progreso.
Y
a comienzos del siglo XXI, la nueva fuente de consenso fue que la
redistribución del aumento de los precios de las materias primas elevaría a los
pobres a la clase media. En cada etapa, casi toda la sociedad compartió una
esperanza creyendo que mejoraría la vida de todos.
El agotamiento de cada ciclo
(con la democracia no se comía, el Primer Mundo quedaba más lejos y el ascenso
de las clases bajas se esfumó al bajar el precio de las materias primas) crea
las condiciones necesarias para que germine una nueva esperanza compartida.
Pero no es condición suficiente; hace falta algo macro, que trasciende a un
país, incluso a una región, y que al darse simultáneamente en varios países
revela que son eventos más universales. En los 80 fue el cambio de doctrina de
Estados Unidos sobre los derechos humanos en Latinoamérica, también como
herramienta de combate moral contra la ex Unión Soviética. En los 90 fue la
caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo. Y en la década pasada fueron
las consecuencias de la llegada del capitalismo a China como potenciador del
consumo mundial.
Hoy hay algunos cambios
globales: el surgimiento de las redes sociales y la mayor cantidad de triunfos
en elecciones de outsiders de la política, que van desde Macri hasta Marina
Silva en Brasil, la líder ecologista que hoy sería electa presidenta si se
adelantaran las elecciones a pesar de su casi nula capacidad de gobierno. El
riesgo de que ningún partido tradicional pudiera ganarle hoy a un outsider de
la política es el mayor freno a la autorización del Congreso de Brasil para que
las elecciones municipales de octubre próximo sirvan también para elegir nuevo
presidente.
Argentina y Brasil precisan otro relato que venga a llenar el vacío que
genera el pospopulismo.
Que cada vez más outsiders de
la política ganen elecciones, desde un cómico hasta Trump en Estados Unidos, es
un voto de protesta contra los políticos y una muestra de insatisfacción ante
la falta de rumbo de los partidos. Pero los outsiders de la política son otro síntoma
de la falta y no de la solución del problema.
Bicentenario. Macri proyecta
terminar la tarea de reordenar la economía para cuando se celebren los 200 años
de la Independencia, el próximo 9 de julio. Probablemente en el tercer
trimestre comiencen también a aparecer los primeros signos de reactivación.
Incluso en el devastado Brasil se habla de que se estaría llegando al fin del
pozo, y los más optimistas esperan que después de las Olimpíadas se haya
superado lo peor. Pero Argentina y Brasil demandan algo más que venga a llenar
el vacío metafísico que genera el pospopulismo.
El puente al futuro que quiere
construir Macri precisará más materiales que el cemento y el acero del plan de
obra pública con el que comenzará a reactivar la economía.
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