Malvinas:
errores de la diplomacia a 35 años de la guerra…
De poco y
nada sirven las estrategias que adoptó la Argentina, propias del siglo pasado,
para con las Malvinas. Pero hay espacio para redefinir la estrategia.
© Escrito por Claudio Negrete (*) el miércoles 14/06/2017 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Luego del 82, el Foreign
Office llevó adelante una política de congelamiento del reclamo argentino hacia
los países centrales y supo producir hechos de valor jurídico y diplomático que
debilitó aún más nuestra posición.
El primero de ellos, y quizá más significativo, fue la
inclusión de un nuevo y decisivo actor: los isleños. Y lo hizo al reconocerles
su autonomía con la sanción de la Constitución
del Territorio Británico de Ultramar de las Islas Malvinas aprobada el 5 de noviembre de 2008 por la
reina Isabel II.
En el primer capítulo, de los 22 que tiene, se establecen
los derechos y las libertades fundamentales de los isleños, poniendo énfasis en
el derecho de la libre determinación. Y con este reconocimiento legal, la Unión
Europea ratificó con el Tratado de
Lisboa que las Malvinas son territorio británico
de ultramar siendo incluido en los mapas oficiales de la comunidad.
Otro hecho jurídico-político a favor de Gran
Bretaña fue el ocurrido en diciembre de 2012 cuando la diplomacia inglesa declaró
que “el territorio antártico británico es parte importante y único de los 14
territorios que el Reino Unido tiene en ultramar”, entre los cuales para ellos
se encuentran las
Malvinas.
Lo hizo con motivo del anuncio de que 271.000 kilómetros
cuadrados de territorio antártico fueron bautizados como la “Tierra de la Reina
Isabel” como un regalo en honor a los 60 años de la soberana en el trono, área
que también asumen como propias Chile y Argentina.
La zona en
disputa, que hasta el momento no tenía nombre, aparece ahora como “Tierra de la
Reina Isabel” en todas las cartografías británicas y de los países europeos.
“Es un gran honor asociar de forma permanente a la Antártica con su Majestad y
de esta forma reconocer el compromiso que el Reino Unido tiene con este
territorio”, explicó el Foreign Office.
Fracaso
En más de un siglo y medio desde que Inglaterra usurpó las Malvinas, la Argentina sólo puede exhibir una
serie de fracasos en su intento de retrotraer la situación a febrero de 1833,
cuando ejercía la plena soberanía heredada de España.
A 35 años del
fin de la guerra, es decir de una rotunda derrota argentina en todos los
campos, la única salida que se presenta a la propia impotencia y a la
encrucijada de la constante frustración pasa, ineludiblemente, por la
construcción de un dialogo directo, firme, sin ambigüedades con británicos e
isleños, al que pueden aportar otros actores internacionales.
Abordar una
nueva relación que amalgame confianza abrirá caminos hacia un futuro
acuerdo que necesariamente contemple sesiones y satisfacciones mutuas. O como
define el historiador Luis Alberto Romero: “no debemos conquistar su territorio
sino a su pueblo, sus corazones y su razón”.
Es desbloquear la tensión con un diálogo franco y sin que
ello implique debilidades identitarias. La intransigencia unilateral impuesta
por el kirchnerismo por más de una década, que fue
absolutamente funcional a los intereses de Gran Bretaña ya que congeló su posición
favorable de fuerza por aquello de “ellos no quieren hablar”.
La actual
iniciativa del gobierno argentino, que debería ser complementada con una
generosa y amplia convocatoria interna para consensuar una política de largo
plazo, saca al país de una actitud infantil defensiva y victimizante, instando
ahora a Gran Bretaña a exponer su real interés ante la opinión pública mundial.
Se empieza así a hablar de muchas nuevas cosas y reaparece, al menos en la
formalidad simbólica, la palabra soberanía.
Sin embargo, el
comienzo de un nuevo diálogo político entre los gobiernos no alcanza pero sí
reconoce lo que venía sucediendo desde hace muchos años en la base social. Hoy
los ex combatientes de ambos países se reconocen, se admiran, comparten
recuerdos, duelos, experiencias y amistades.
Con la voluntad
de las dos partes se acordó construir un cementerio con los restos de nuestros
combatientes cuyos familiares viajan libremente a las islas para homenajearlos.
La Cruz Roja garantiza el proceso de identificación de restos de soldados
argentinos; y se avanza con información argentina en el retiro de las miles de
minas diseminadas en todo el territorio. Competencias deportivas unen a isleños
y argentinos.
Alumnos del
continente viajan para conocer las islas; y contingentes de turistas son
recibidos como un hecho natural. Investigadores y periodistas producen en los
mismos lugares de la guerra toda clase de documentos testimoniales. Es decir,
el diálogo está siendo cincelado por la gente y los mismos protagonistas del conflicto
bélico. Un proceso humano que en el fondo tiende a cerrar un pasado doloroso
para todos a partir de la convicción de que nadie quiere más una guerra.
Hay un elemento
exógeno nuevo que inesperadamente beneficia a la Argentina. Gran parte del
sustento de los derechos de los isleños era su condición de nacidos y criados
en las islas y por varias generaciones. Pero ese argumento fue perdiendo fuerza
con los años. Desde 1985, Gran Bretaña condujo una campaña para atraer y
radicar inmigrantes en las islas.
Hoy una porción importante de sus mil habitantes son de
otros lugares. Llegaron de países como Irlanda, República
Checa, Inglaterra, Alemania, África, Australia, y Nueva Zelanda, entre otros.
Todos conservan su propia nacionalidad y logran sus residencias por ser
europeos o integrantes de la Commonwealth británica. Además, hay que sumar la
inmigración latinoamericana principalmente de Chile y Perú.
En las islas
viven alrededor de 1.000 militares retirados que se jubilaron y que se quedan
allí por los beneficios sociales que obtienen. Asimismo, existe una enorme base
militar que es, de hecho, el principal empleador de los isleños y los
residentes extranjeros. Todos los años, las islas atraen a 1.500 soldados que
rotan, gastan sus ingresos en alquileres de casas, coches, comidas y turismo.
Junto a los
parientes que los visitan constituyen el llamado turismo militar para el cual
se usa la base como estructura logística. Entonces, ¿son los mismos derechos
históricos que tenían los isleños de la época de la guerra que los actuales que
no la vivieron y, además, provienen de otros países? En un futuro, ¿los
actuales habitantes querrán ser argentinos y dejar de ser ciudadanos de sus
naciones? Como se ve, el conflicto por las Malvinas también quedó impregnado
por el problema de la inmigración mundial.
Fronteras
El mundo no es el mismo de antes. Como consecuencia del Brexit, Gran Bretaña dejará la comunidad europea en dos años y
perderá apoyo político del bloque al aislarse de su continente. Cerca del 70%
de la actividad económica de los isleños depende de los accesos al mercado
europeo.
El nuevo poder de los Estados Unidos de Donald
Trump está poniendo a prueba el statu quo de
contención y seguridad internacional. Las instituciones surgidas al fin de la
Segunda Guerra Mundial y sus burocracias viven en crisis y han sido superadas
por la velocidad de los nuevos acontecimientos.
En política
internacional nada es estático como tampoco permanente. El mundo está con una
crisis sistémica y en un proceso de transición hacia una nueva organización con
otros jugadores y, por lo tanto, una ampliación de espacios de decisión que
renueva pujas y tensiones. Con este fenomenal escenario en movimiento, de poco
y nada sirven las estrategias que adoptó la Argentina, propias del siglo
pasado, para con las Malvinas. Hoy, las relaciones personales son
determinantes.
El sujeto toma centralidad, un protagonismo quizá
desmedido, en los acontecimientos locales y mundiales, y se instala como un
factor decisorio de nuevos liderazgo que prescinden de visiones dogmáticas; son
pragmáticos y por eso crecen por fuera de las viejas estructuras políticas
conservadoras que los promueven e intentan contener. Un buen ejemplo de ello es
la llegada al poder francés de Emmanuele
Macron.
Este es el
actual escenario internacional sobre el cual la Argentina debe repensar una
nueva estrategia de su ubicación mundial y que contemple el tema Malvinas. Por
fuera de los laberintos de la burocracia diplomática racionalista se desarrolla
una diplomacia humana, de contacto directo, marcada más por vínculos de
confianzas personales que por ideologías y prejuicios que ponen límites.
Y en esta
dimensión ahora se igualan tanto la influencia del funcionario de un gobierno
como la del isleño y de la multitud de individualidades que conforman los
nuevos movimientos sociales y una opinión pública que elimina anonimatos y al
mismo tiempo presiona a los poderes a escala planetaria con las redes sociales.
Son evidentes los límites de la lógica de la política tradicional para resolver
conflictos irresueltos por década o centurias.
Se abre paso la
construcción de acuerdos sociales locales y mundiales con los involucrados
directamente en cada crisis. En definitiva, el camino hacia una solución al
complejo problema de Malvinas es un montaje de conjunto, horizontal,
desprovisto de manipulaciones políticas, que permita llegar a acuerdos
duraderos en el tiempo basados en la aceptación del otro y también de
concesiones mutuas.
Porque, en última instancia, las guerras
suelen instigarse casi siempre por intereses inconfesables del poder, pero
alcanzar una paz justa y permanente desde la verdad histórica sólo es posible
de lograr con legitimidad cuando ese proceso lo protagonizan las víctimas.
(*) Periodista y escritor. Magíster en Relaciones
Internacionales (FLACSO) y miembro del Club Político Argentino.
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