viernes, 19 de febrero de 2010

Ariel Ramirez... Hasta pronto Maestro... De Alguna Manera...

Falleció el maestro Ariel Ramírez

Ariel Ramírez dejó un legado inolvidable para la música. Foto: Cedoc

Autor de la "Misa Criolla", murió a los 88 años. Hoy lo velan en el Congreso.

Considerado uno de los máximos exponentes históricos del folclore argentino, el músico Ariel Ramírez falleció hoy a los 88 años. Creador de la obra Misa Criolla, el pianista y compositor había sido internado hace una semana en una clínica privada de la localidad bonaerense de Monte Grande, tras padecer una neumonía que se agravó por un problema renal. Sus restos serán velados en el Congreso nacional.

Ramírez nació el 4 de septiembre de 1921 en Santa Fe, y además de su extensa trayectoria musical presidió la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC).

La "Misa Criolla", compuesta en 1964 y basada en diferentes estilos folcóricos del país, se transformó en un éxito mundial y fue interpretada en 40 idiomas. Además, fue presentada en el Teatro Colón de Buenos Aires, en el Avery Fisher Hall y en el Lincoln Center de Nueva York.

La versión más recordada de la obra contó con la participación de Zamba Quipildor (voz), Jaime Torres (charango), Domingo Cura (percusión), Jorge Padín y el Coro Polifónico Nacional Argentino, dirigido por Roberto Saccente.

Además, Ramírez compuso junto al historiador Félix Luna el disco Mujeres Argentinas, cuyas canciones interpretó Mercedes Sosa. Entre otras canciones, se destacan allí "Alfonsina y el mar", "La tristecita" y "La hermanita perdida", escrita junto a Atahualpa Yupanqui.

El músico también padecía el Mal de Alzheimer, una enfermedad que le causó prácticamente la pérdida de la memoria en los últimos años.

© DyN. Publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 19 de Febrero de 2010.






A los 88 años falleció anoche el pianista Ariel Ramírez, autor de obras que se convirtieron en melodías universales, como La misa criolla, Mujeres Argentinas y “Alfonsina y el mar”.

Su padre, el director de la escuela de Gálvez, provincia de Santa Fe, en donde vivían, había sido claro: al patio de la escuela sólo podían ir a jugar los días domingos. Ariel tenía cuatro años, y aprovechó un domingo para entrar a uno de los salones del colegio. Había allí mapas, animales embalsamados y... un piano. Fue mágico. El chico puso las manos sobre las teclas y todo se aclaró para siempre: sería músico. Lo que nadie podía saber aún es que se convertiría en uno de los compositores fundamentales de la Argentina, y que su arte trascendería las fronteras nacionales.

Dos años después de aquel encuentro mágico, regresó con su familia a la capital provincial y a los 8 comenzó a estudiar piano con la señorita Angélica Velárdez. Estaba claro para él que sería músico, pero la consigna familiar era inflexible. Primero había que ser docente, como el padre, la madre, los abuelos, los tíos. Todos maestros. Ariel cumplió. Se recibió de maestro a los 18 años. Y ejerció como docente. Dos días. Le tocó cuarto grado, todos varones. El primer día, aprovechando la inexperiencia del maestro, los chicos se la pasaron pidiendo permiso para ir al baño. Les dijo que sí a todos. La directora le dijo que no fuera tan inocente, que los alumnos sólo querían zafar. Por eso, en el segundo día, cuando uno de los chicos le pidió ir al baño, se lo negó terminantemente. El chico, claro, se hizo encima. Allí se dio cuenta Ariel Ramírez de que eso no era para él.

Salido de la adolescencia se fue a vivir a Córdoba, a la casa de unos franceses de apellido Mothe, que estudiaban Medicina. Había un piano allí. La felicidad era completa.

Aparecería entonces en la vida de Ariel Ramírez algo más que un benefactor, casi un hermano mayor: Atahualpa Yupanqui, quien casi de casualidad lo escuchó tocar chamamés y milongas al piano pero le pidió una zamba. “Zamba no sé, para eso debería ir al norte a aprender”, dicen que dijo Ariel. Y para Atahualpa el deseo fue una orden: al día siguiente le envió un pasaje en segunda a Jujuy, diez pesos y el contacto con la familia de Justiniano Torres Aparicio, quien no tuvo problemas en acogerlo el tiempo que durase el aprendizaje: el año entero que pasó en Humahuaca, donde conoció no sólo los secretos de la zamba y el carnavalito, sino también sobre erkes, erkenchos, quenas y sikus. Ahí comenzó un recorrido vital para la música de Ramírez. Siempre ayudado por distintas familias, pasó y vivió en Tucumán, Santiago del Estero, Salta, La Rioja, Catamarca, Mendoza. Un mapa musical que lo configuraría para siempre. Era 1942.

Al año siguiente, otra vez, Atahualpa aparecería en la vida de Ariel Ramírez en un momento fundamental. El viaje a Buenos Aires.

Es que Atahualpa se había asociado con Pascual Carcavallo, por entonces dueño del Teatro Alvear para un ciclo de músicos del interior. Y no se olvidó del santafesino que conoció en Córdoba y había ayudado a que aprendiera los secretos del folclore en Jujuy. El ciclo, aunque era con entrada gratuita, fue un fracaso pero se convirtió en el semillero más fructífero del folclore argentino. Como muestra, baste decir que además de Ramírez salieron de allí Los Chalchaleros y Eduardo Falú, con quien el pianista forjaría una amistad duradera, que comenzó en ese mismo 1943.

En 1950 se fue a vivir a Europa, a un edificio del siglo XIX en el por entonces barrio bohemio de Roma, el Trastevere, junto con otros casi veinte argentinos de diferentes disciplinas artísticas. Por supuesto, había un piano. Y viajes a ciudades de Alemania, de Austria.

LA MISA CRIOLLA. Desde la ventana del convento, a cien kilómetros de Fráncfort, donde vivía en 1952, veía un paisaje que lo llenaba de paz. Hasta que supo, por boca de las protagonistas, la verdadera historia del lugar. Las hermanas Elizabeth y Regina Brückner le contaron que ese prado bucólico que veía había sido lugar de confinamiento de cientos de judíos. Y le contaron también lo que ellas hicieron en aquel momento. Ayudar a los prisioneros se penaba con la horca; sin embargo, ellas consiguieron noche a noche dejar un paquete con comida en un hueco debajo de un árbol. Durante ocho meses repitieron la rutina hasta que un día el paquete no fue retirado. Ni el siguiente, ni el siguiente. Cuando las hermanas terminaron de contarle la historia, Ariel Ramírez ya había tomado la determinación de escribir una obra que hablase de los sentimientos más profundos y universales. Estaba naciendo nada más y nada menos que La misa criolla, obra cumbre de la cultura nacional que lleva vendidos más de quince millones de ejemplares en todo el mundo.

Entre las obras más importantes del compositor figura el trabajo Mujeres argentinas, “Alfonsina y el mar”, “La tristecita”, “Navidad nuestra”, Los caudillos, Cantata sudamericana, “La hermanita perdida”, el “Tríptico mocoví” y “Antiguo dueño de las flechas”.


© Publicado en el Diario Crítica de la Argentina el viernes 19 de Febrero de 2010.

jueves, 18 de febrero de 2010

Honda Elite SHD 125 c.c. ... De Alguna Manera...

Nueva Honda Elite 125



Honda Motor de Argentina S.A. presentó su última novedad, un Scooter de 125 c.c. denominado Honda Elite.


Elegante y moderno, lleva un confiable motor monocilíndrico de 4 tiempos de 125 c.c. y arranque eléctrico, con freno a disco delantero que garantiza una excelente capacidad de frenado.


La nueva Honda Elite 125 c.c. estará disponible a partir de la última semana del mes de junio con un precio sugerido al público de 6.240 pesos.


© Publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 14 de Junio de 2007.



"La Quemerita"


Honda ELite SDR 125 c.c. "La Quemerita"


La nueva Honda Elite 125 es una obra de Honda Motor de Argentina S.A., quien ha presentado su nuevo Scooter de 125cc. Sin dudas se trata de un vehículo elegante y moderno, con refinadas terminaciones en sus espejos y laterales, junto a los faros delanteros.


Su motor es un monocilíndrico de 4 tiempos, de, como dijimos, 125cc, acompañado por un arranque eléctrico y frenos a disco delantero.


Además, cuenta con un guardacasco de importante dimensiones, junto a una guantera porta objetos de mucha comodidad.


En cuanto a su ficha técnica, las características que más se destacan son:


Motor: Monocilíndrico de 4 tiempos

Cilindrada: 124,6 c³

Relación de compresión: 9,2: 1

Alimentación: Carburador CV de 24 mm

Encendido: CDI (Ignición x descarga capacitiva)

Transmisión: Automática a correa, con variador

Suspensión delantera: Brazo articulado inferior

Suspensión trasera: Brazo oscilante

Frenos delanteros: Hidráulico de disco simple

Frenos traseros: A tambor de 110 mm

Neumáticos delanteros: 90/100.

Neumáticos traseros: 90/100.

Capacidad del tanque de nafta: 6 lts.

Peso en seco: 104 Kg.


Néstor... Néstor... De Alguna Manera...

El periodista Alfredo Leuco desnudó las mentiras "heroicas" de Kirchner

En una entrevista con el periodista en 1998 dijo que estuvo preso cinco veces entre 1974 y 1983. Vea cómo habla de detenciones inexistentes.


© Publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 13 de Agosto de 2009.

Néstor Kirchner... Pasado Imperfecto... De Alguna Manera...

Pasado imperfecto: las verdaderas relaciones de Néstor Kirchner con los militares de la dictadura…

Kirchner junto al general Oscar Guerrero, discípulo de Camps, en
un acto oficial durante la dictadura. Foto: Diario "Correo del Sur"


Documentos y fotos demuestran que estaba lejos de defender los derechos humanos. El agradecimiento a funcionarios del gobierno militar y las reuniones con el general Guerrero, discípulo de Camps.

En la provincia de Santa Cruz todavía quedan rastros de los antecedentes de Néstor Kirchner. En la hemeroteca de Río Gallegos, fotos, documentos y declaraciones periodísticas hablan de un hombre muy distinto al que hoy se presenta como abanderado de los derechos humanos.

Entre las evidencias que vinculan a Kirchner con la dictadura sobresalen dos fotos que datan del 9 de abril de 1982, a pocos días de iniciada la guerra de Malvinas. Las dos fotografías, publicadas por diarios locales, muestran al abogado Kirchner mirando a cámara y escoltando al general Oscar Enrique Guerrero.

Por entonces, Guerrero era comandante de la XI Brigada de Infantería Mecánica del Ejército. Más adelante, en 1981, condujo a la policía bonaerense en tiempos en que la Provincia albergaba por lo menos nueve centros de detención clandestina.

Correo del Sur, uno de los diarios que publicó una de las fotos, tituló la nota: “Amplio apoyo de las fuerzas vivas a las Fuerzas Armadas”.

Un ex compañero de ruta del joven Kirchner asegura que la foto no fue un incidente aislado, sino que Guerrero tenía un diálogo cordial con el actual Presidente y otros peronistas que se situaban a la derecha del movimiento y reivindicaban a Isabel Martínez de Perón.

Otro de los “tesoros” que encontró la revista Noticias es una solicitada que publicó el matrimonio Kirchner en el diario La Opinión Austral. Dirigido a la “comunidad santacruceña”, y en respuesta a una bomba que alguien había colocado frente al estudio de abogado que el Presidente tenía en esa época, el texto no tiene desperdicio.

“Respecto de los hechos acaecidos, esta es la única manifestación pública que este estudio efectúa, dejando en manos de la Justicia la prosecución de las investigaciones pertinentes, conforme debe ser en un Estado de Derecho”, dice la solicitada.

El texto se publicó el 9 de noviembre de 1981. ¿Existía por entonces el “Estado de Derecho”?.

Es verdad que estuvo preso durante 72 horas en 1977, pero lo trataron bien y lo interrogaron con amabilidad. Lo trataron de “doctor” y le preguntaron si había visto banderas montoneras en Plaza de Mayo. Dijo que sí.

El coronel Alberto Calloni, jefe del Ejército en Santa Cruz en ese momento, lo despidió con tono paternal, era conocido de la familia.

Contactos con militares, discurso conservador, negocios financieros. ¿Es posible que haya cambiado tanto?


© Publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Domingo 5 de Noviembre de 2006

domingo, 14 de febrero de 2010

Los Artistas... Julia Elena Dávalos... De Alguna Manera...


Nació en Salta dentro de una familia de poetas como su padre Jaime, responsable de la renovación que sufrió el Folklore en la década del cincuenta, y su abuelo Juan Carlos, quien fuera miembro de la Academia Argentina de Letras.

Eligió el mundo de la música y siempre mantuvo una visión crítica hacia el negocio musical. “Yo siempre iba a cantar con mi papá, de algún modo eso conllevaba que yo sufriera mucho porque mi papá era un hombre transgresor y subía al escenario a decir lo que la gente no quería oír. Jamás entré a este oficio pensando que era un trabajo que me diera plata, ni entré enamorada del éxito. Para mí el éxito es algo despreciable, algo que da dolor, comprometiendo hasta tu más profunda intimidad.”

Julia Elena es un juglar y una verdadera folklorista, toca todos los instrumentos, la guitarra, el charango, el bombo, el cajón, el cuatro venezolano. Empezó su carrera con los Hermanos Ávalos. Luego cantó con Margarita Palacios, Marta de los Ríos, con Libertad Lamarque, con Mariano Mores y su orquesta y con Eduardo Falú. “Yo nací en Salta por alguna razón, y en mi Tata compartí a don Atahualpa Yupanqui, que ya había compartido la mesa con mi abuelo y a casa venían todos changos jóvenes que después fueron "Los Fronterizos", "Los Chalchaleros". Siento que soy un montón de mujeres que están en un cuerpo”.

Es autora de innumerables temas como "La Ollera", “Yo soy mujer”, “¡Viva nadie, viva pueblo!”, “Changuito patitas pilas”, “Indio Coya, gaucho...hermanos”, “La alhajita”, “Santa Rosa de Lima”, “La gaucha de Güemes”, “Changuito bombisto” y “Diableríos y salamancas”.

Tiene veintiuna placas discográficas en su haber de las que podemos citar “Canciones” con Cacho Tirao, “La Historia”, “Canciones de amor”, Gracias a la Vida, y Allpa Kamaska con Jaime Torres.

© http://www.portaldesalta.gov.ar/juliaelena.htm








Espacio dedicado a los Artistas que han pasado por nuestro Programa De Alguna Manera, 97.1 Mhz. F.M. Latinoamericana... "La Radio del barrio de Saavedra"... Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina.

LAC & Co.

Julio Morresi... Un Padre... Miles de Padres... De Alguna Manera...

Un padre… Miles de Padres...


“A Norberto lo detuvieron el veintitrés de abril del ‘76 en un control policial. Iba en una camioneta, junto a otro compañero, y llevaban a la parroquia de la villa donde hacían trabajo social ejemplares de Evita Montonera, una revista que, veinte días antes, también se vendía en los kioscos. Tuvimos que esperar hasta 1989 para enterarnos de cómo lo habían matado.”

El que habla es Julio Morresi, un padre de Plaza de Mayo, uno de los quince que acompañaban a sus mujeres en las primeras rondas de los jueves alrededor de la Pirámide. “Azucena Villaflor fue la primera en darse cuenta de las mentiras con las que pretendían desviarnos de nuestra lucha,” recuerda Julio.


El apellido Morresi suena familiar para cualquiera que le guste el fútbol. Claudio Morresi, hermano menor de Norberto, brilló en Huracán, en Vélez y en aquel River del Bambino que se ganó todas las copas. “Claudio debutaba en la novena de Huracán, tenía trece años y estaba nervioso porque la noche anterior su hermano no había regresado a casa. Yo no pude ir a verlo porque con Irma, mi mujer, estábamos buscando a Norberto. Pero fue el tío y, para que Claudio jugara tranquilo, se acercó al alambrado y le dijo que Norberto ya había llamado por teléfono y estaba bien.”


“Norberto también era bueno con la pelota, un cinco muy metedor; los dos jugaron juntos en Bristol, un equipo de Parque Patricios que les ganaba a todos. Claudio debutó con nueve años y metió cuatro goles”. A Julio se le ilumina la cara con el recuerdo de sus hijos goleando en las canchitas del barrio.


Pero Norberto cambió los botines por la militancia en la UES y los entrenamientos por el trabajo social en las villas. La Argentina de los ‘70 convocaba a cambiar el mundo y desde las aulas del Rivadavia él soñaba despierto.


A Julio Morresi no le costaba entenderlo, en su casa el fútbol y la política eran temas de largas sobremesas y cada baldosa de Parque Patricios, su barrio de toda la vida, respiraba peronismo.


“Yo me siento responsable de que Norberto haya sido tan peronista. De mi mano fue a Ezeiza a recibir al General y de mi mano corrió Norberto cuando empezó la masacre. Yo peleé la interna para Cafiero y hasta voté la primera vez a Menem. A veces pienso que lo que le pasó a Norberto me tendría que haber pasado a mí, que fui el que siempre gritaba aquello de ‘la vida por Perón’, pero también estoy orgulloso de su militancia. Norberto fue generoso, honesto, y con sus cortitos diecisiete años tuvo tiempo para hacer títeres en la villa, para recibirse con las mejores notas y hasta para llevarse una materia a diciembre para que no lo cargaran por traga.”


Sí, Norberto Morresi tenía diecisiete años cuando le pegaron seis tiros en la cara.
Lo fusilaron con las manos atadas a la espalda y lo enterraron como NN junto a un compañero, Luis María Roberto, en un cementerio de General Villegas.


Papá Morresi no dejó puerta sin tocar. Se entrevistó con jefes militares, obispos, embajadores y cuanta persona pudiera interceder por la suerte de su hijo. Aún recuerda el cínico interrogatorio al que lo sometió monseñor Gracelli que, en lugar de dar, quería sacarle información sobre los compañeros de Norberto.


Recuerda, también, a una mujer que lo llamó por teléfono de parte del “Capitán García” y le dio varias citas prometiéndole la libertad del pibe. “La veía en un departamento en la calle Guayaquil, en Caballito, y con Irma hasta le regalamos unos zapatos muy finos que yo hacía en mi taller y una cartera haciendo juego. Vivíamos esperando sus llamados, para mí esa mujer era la Virgen. Un día nos dijo que Norberto, en lugar de cena, la noche anterior había pedido tres manzanas verdes. Creímos estar cerca de la verdad, porque a él le encantaban las manzanas verdes.”


Papá y mamá Morresi juntaron los ahorros de toda la vida, pidieron prestado, vendieron lo que hacía falta y le entregaron cincuenta mil dólares a la mujer que prometió la libertad de su hijo.


Dos días después, Julio se presentó con una valija en la casa de la mujer para viajar junto a Norberto a Suiza, tal como le habían prometido. Pero el departamento estaba vacío, la delegada del “Capitán García” se había mudado durante el fin de semana y Julio casi ahorca al portero de la desesperación.


El golpe hizo flaquear a Irma, que cayó en una depresión de la que sólo salía cuando veía crecer a Claudio sano, fuerte y llenando las canchas con su fútbol. Don Julio seguía persiguiendo la verdad, que le llegó en 1989 de la mano del equipo de Antropología Forense. La pista la dio una de las setenta carpetas que el Primer Cuerpo de Ejército remitió a la Justicia cuando se juzgó a las juntas. En ella se hablaba de dos cuerpos enterrados en el cementerio de General Villegas y los datos coincidían.


“Soy un privilegiado –dice papá Morresi–, pude identificar el cuerpo de mi hijo, verlo, darle sepultura. Fueron muchos años en los que caminé por las calles, creyendo que era alguno de los que pasaban a mi lado. Un día frené el auto y encaré a un linyera creyendo que era él. Porque pensábamos que en la tortura podía haber perdido la memoria y andar errante o en algún manicomio. Tampoco dejamos loquero por recorrer, entrábamos y mirábamos las caras de todos los internados buscando a los nuestros. Tuve el privilegio de enterrar a mi hijo –repite Morresi–, y de saber que casi no tuvieron tiempo de torturarlo. Lo mataron el mismo día que lo detuvieron.”


Julio tiene setenta y cuatro años, habla pausado, tiene una mirada serena y transmite dignidad en cada uno de sus gestos. Muestra orgulloso la foto de Norberto, “era risa pura, lindo y hacía suspirar a las muchachas.” No es difícil imaginarlo llevando de la mano a sus hijos, camino de la escuela, o despertándose en la madrugada para alcanzarles agua o aliviar sus pesadillas.


Julio sigue acompañando la marcha del jueves, incansable en la denuncia de los asesinos, persiguiendo justicia. Sus ojos celestes no reflejan odio, sino la tristeza infinita de tantos padres a los que el terrorismo de Estado les robó a sus hijos. No pide mano dura ni más leyes represivas, porque su experiencia de años lo hizo descreído de esas soluciones. Lo hizo inclaudicable y sabio.


Este domingo, su día, Julio hará uso de su extraño privilegio. Le llevará flores a Norberto y, mientras arregla los claveles junto a Irma y a Claudio, podrá recordar aquellos triunfos de Bristol, o las horas que pasó junto a sus hijos, practicando con qué cara del pie se le pega mejor a la pelota.


Este domingo, su día, Julio Morresi, un padre. Miles de padres.


© Escrito por Hugo Soriani en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Domingo 20 de junio de 2004. http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2004-06-20.html .


Homenaje a Morresi

Julio Morresi será distinguido por la Legislatura porteña, que lo declarará “personalidad destacada en el campo de los derechos humanos”.

Morresi, de 89 años, es miembro de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y junto a su esposa acompaña desde hace 33 años a las Madres de Plaza de Mayo en su ronda semanal alrededor de la Pirámide.

El mayor de sus seis hijos, Norberto, fue secuestrado por la dictadura el 23 de abril de 1976 y fusilado ese mismo día.

Su cuerpo fue identificado trece años después por el Equipo Argentino de Antropología Forense. La ceremonia de distinción a Morresi –padre del secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi– se realizará hoy, a las 19, en el Salón San Martín de la Legislatura de la ciudad, por iniciativa de los legisladores Juan Cabandié y Gabriela Alegre.

© Publicado por el Diario Página/12 el martes 3 de noviembre de 2009. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-134583-2009-11-03.html


César Luis Menotti y la dictadura... Claudio Morresi... De Alguna Manera

“Es injusto asociar a Menotti con la dictadura”... Claudio Morresi.

Tras la semana en la que el equipo campeón del Mundial ‘78 tuvo su partido homenaje, el ex jugador más vinculado con la defensa de los derechos humanos explica por qué el homenaje fue incompleto en ese partido, además de revisar las vinculaciones entre el fútbol y la situación política de aquel tiempo. “Mis respetos se los lleva Ricardo Villa, que se acercó primero a Madres y después a las Abuelas" asegura.

En el espacioso departamento de Claudio Morresi hay un rincón especial atiborrado de recuerdos. Allí, en una zona de transición entre el living y la cocina, se comprimen dos fotografías de su niñez compartidas con Norberto –su hermano desaparecido–, una del Che Guevara, otra de Pablo Neruda y una más grande de las Madres de Plaza de Mayo.

Se trata de un lugar que el ex futbolista y militante de los derechos humanos muestra complacido antes de iniciar la entrevista. Después, ya sentado sobre un sillón y en un ambiente más despojado, comenzará a desgranar sus recuerdos, meditará cada una de sus respuestas sobre las secuelas que dejó la dictadura y discurrirá sobre el juego que más le gusta, al que le dedicó su vida, primero como jugador y luego como director técnico.

A los 41 años, su trayectoria infunde el respeto que sólo puede ganarse quien, en silencio y sin grandilocuencias, mantuvo la coherencia en un mundo donde pensamiento y acción a menudo no van de la mano.

–A propósito del partido homenaje a los campeones mundiales del ‘78, ¿se puede disociar la política del fútbol?

–Creo que uno intenta separar las aguas. Es decir, toda realización deportiva, todo acto cultural y más durante una dictadura, el poder trata de utilizarlos para sacar un beneficio. Todos esos hechos, entre 1976 y 1983, se desarrollaron con el apoyo, con el aporte, con la participación del Estado argentino...

–Puede ser, pero una cosa es separar al juego de la política cuando comienza a rodar la pelota, y otra muy distinta negar el contexto histórico en que se realizó el Mundial, como si se intentara una justificación a ciertas conductas.

–Yo estuve pensando en lo siguiente: dentro de cien años, cuando se escriba la historia del Mundial ‘78, quienes revisen ese período van a decir que la Selección Argentina ganó el título y, al lado de los ganadores deportivos de ese evento, aparecerá una foto de la Junta Militar. Entiendo que es algo injusto procesar las cosas así. Porque a la conquista futbolística se la vincula por una cuestión de cercanía con un dictador, con un asesino como fue Videla. Por eso hubiera servido para que los historiadores hicieran un análisis más profundo, más cierto de lo que fue ese campeonato; que con el tiempo apareciera una foto compartida por los jugadores y las víctimas. Porque en 1978, cuando ellos jugaban, muchos no sabían lo que estaba pasando. De ese modo, la historia tendría otro final y hasta hubiera sido un acto de justicia para los que disputaron ese Mundial.

–Esa fotografía no pudo conseguirse. ¿Es la que vos quisiste lograr el pasado 9 de julio cuando se jugó el partido homenaje?

–La idea que se planteó en su momento, cuando yo charlé con algunos de los muchachos de la Selección del ‘78, era que se juntaran con Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S. y Familiares de Desaparecidos. Que dieran una mano en la búsqueda de los nietos era un motivo, pero sobre todo, que salieran en una foto con las víctimas, como réplica a aquella en la que aparecen con los asesinos.

–Pero la fotografía no pudo sacarse porque, según trascendió, algunos de los protagonistas de aquel Mundial se rehusaron a salir en ella.

–Me dio pena porque entiendo que era un momento especial para hacerla y porque había muchos jugadores que querían participar. Y tal vez, por una cuestión de tiempo, porque alguien no vio la trascendencia que podía tener esto, no se concretó.

–¿Quién pudo haberse opuesto a un acto semejante? –No sé si lo diría pero, por lo que averigüé, no hay nombres propios. Los que se mencionaron no cierran en esta historia.

–Los organizadores, al menos, dijeron que no querían politizar el homenaje.

–Si no quisieron hacer la foto y argumentaron eso, yo respondo que política se hace por acción u omisión. Y entonces, se equivocaron de caboa rabo. De esa manera hicieron política no permitiendo el encuentro entre los jugadores y las víctimas.

–¿Te molestan estas cuestiones que no aclaran, si no más bien que esfuman la solidaridad que en otras ocasiones ha demostrado el fútbol con la sociedad que lo contiene?

–Los deportistas han tenido actitudes muy dignas y de mucho compromiso con la gente. La Selección Nacional salió con las camisetas de Aerolíneas Argentinas... En 1998 firmó una nota donde se solidarizaba con la búsqueda de las Abuelas y esto habla de una toma de conciencia de los futbolistas.

–Ahora, bien, ¿se pueden colocar en un plano de igualdad a César Luis Menotti y, por dar un ejemplo, a René Houseman u otro ex integrante de la Selección que quizás no militaban como el técnico y no tenían el nivel de información suficiente?

–Yo pienso que no, pero uno siempre ha tratado de ser muy respetuoso con la gente que, pudiendo no hacer nada, hubiera quedado en el anonimato. Menotti firmó una solicitada que pedía por los desaparecidos cuando nadie más que venía del fútbol hizo lo mismo. Para que queden claros los grados de responsabilidad o de heroísmo: cualquier entrenador de fútbol o jugador que se hubiera negado a hacer algo porque existía una dictadura, hoy tendría el mayor de los respetos y sería considerado casi un héroe. Pero eso no existió. En un escalón más abajo estuvieron los que algo intentaron hacer...

–Está bien, pero una cosa es que muchos no supieran lo que ocurría y otra diferente que, aún hoy, haya quienes niegan ciertas cosas o no tengan ni siquiera la mínima vocación autocrítica. El que más se cuestionó, al menos en el documental que proyectó Telefé el 27 de junio, fue Osvaldo Ardiles. Menotti, en cambio, se envalentonó.

–Tal vez nosotros estábamos esperando otro tipo de respuesta del Flaco Menotti. Quizá porque a ciertas personas uno les pide más. Aunque en el balance general, a mí no se me da por criticarlo. Es injusto asociarlo a la dictadura porque hizo algunas cosas que merecen mi respeto. Pero no por eso voy a decir que se lleva todos mis aplausos. Diría que sí se los lleva ahora Ricardo Villa, que se acercó primero a Madres y después a Abuelas. En cambio, hubo otros muchachos que tuvieron actitudes poco felices, yo no diría cómplices.

–¿Cómo pensás que la gente del fútbol te recuerda? ¿Como un ex jugador que llegó a tener una trayectoria importante o como el militante por los derechos humanos?

–Yo siempre me sentí respetado, por sobre todo. Cumplí un sueño de chico que fue vestir la camiseta de un club en Primera. Y tuve otro que fue ponerme la camiseta celeste y blanca y lo alcancé en una Selección juvenil. En el medio de esos dos sueños, me pasó lo de mi hermano. Y estar en el ambiente del fútbol, sin duda, me sirvió también para hacer más cosas, por lo que irradia este juego. Mi pedacito en la historia deportiva ya lo hice, incluso salí campeón. Pero me gustaría que se me recuerde como un luchador más, entre tantos hombres comunes, por la memoria y la justicia de este país.


© Escrito por Gustavo Veiga y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Lunes, 14 de julio de 2003. 
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libero/10-937-2003-07-19.html




"Norberto Julio Morresi, desaparecido el 23-4-76, a la edad de 17 años, fué secuestrado y asesinado el mismo día de su detención, en un operativo realizado pór fuerzas conjuntas, al encontrarle con otro compañero Luis Maria Roberto ejemplares de la revista "Evita Montonera". 

Después de 13 años o sea en el año 1989, los cuerpos de los dos fueron encontrado por los Antropologos Forenses enterrados como NN, en el cementerio de Gral. Villegas, al ser exumados los cuerpos se comprobó que a Norberto lo asesinaron de 6 balazos en la cabeza disparados a corta distancia y a Luis María de varios disparos en el cuerpo también a corta distancia. 

Brindo esta información para que se sepa la realidad de lo que ocurrió en esos años de la terrible y genocida dictadura militar."