Lo que no hay que hacer con el dólar…
¿Qué pasaría si Alberto Fernández anunciara el fin del
cepo macrista una semana después de llegar a la Casa Rosada? El camino que va
de la dolarización neoliberal a la desdolarización heterodoxa de la economía.
©
Escrito por David Cufré el sábado 07/12/2019 y publicado por el Diario
Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Vengo a anunciar
el fin del cepo cambiario, el que quiera comprar dólares podrá hacerlo sin restricciones”.
Si Alberto Fernández comunicara eso una semana después de asumir la presidencia
sería tomado como un desvarío. No se puede abrir la compra de dólares cuando el
país tiene un problema crucial de insuficiencia de divisas. Por eso hay un cepo.
No tendría sentido. Faltan dólares, entonces el Banco Central administra los
existentes asignando prioridades.
Eliminar el cepo
expondría a la economía a otra grave devaluación y a más fuga de capitales. Eso
que hoy es una obviedad no era interpretado igual el 16 de diciembre de 2015,
cuando Cambiemos lanzó su política económica. Ese día Alfonso Prat Gay se
presentó efectivamente en conferencia de prensa y dijo: “Vengo a anunciar el
fin del cepo cambiario, el que quiera comprar dólares podrá hacerlo sin restricciones”.
Y obtuvo un apoyo masivo. El resultado de ese desvarío es lo que se ve ahora:
la pobreza arriba del 40 por ciento, la inflación más allá del 50, el país en
default, enredado con el FMI. Un desastre. Y con un cepo de 200 dólares.
El gobierno de
Alberto Fernández arranca con esa ventaja en relación al tema cambiario
respecto del gobierno de Cristina. Los argentinos conocen las dos herencias. La
de Cristina y la de Macri. Eso le da un margen político para administrar la
cuestión del dólar que Cristina no tuvo en su gobierno de 2011 a 2015. A la ex
presidenta y vicepresidenta electa le tocó afrontar la restricción externa
(insuficiencia relativa de divisas) en un contexto internacional muy
complicado. Bajo ataque de los fondos buitre, con la justicia y el gobierno de
Estados Unidos en contra. Además, la construcción del sentido común mediático,
con su staff de economistas, clamaba a gritos por el fin del cepo. Hoy Alberto
no sufrirá esa presión que padeció Cristina. Hay consenso en que no se pueden
rifar más dólares, incluso entre quienes presionaron para terminar con las
regulaciones cambiarias y avalaron un brutal endeudamiento del Estado como
consecuencia de esa decisión.
Empresarios que
antes se quejaban por las trabas para comprar dólares ahora aceptan el cepo
como una tabla de salvación frente al descalabro cambiario y financiero que
deja Macri. Ocurre en la industria, en el comercio y en la construcción, los
tres sectores que más empleo demandan. Ya no hay jubilados caceroleando contra
el cepo, ni trabajadores que protesten como lo hacían en 2015. En ese sentido,
el gobierno de Fernández tiene una oportunidad para empezar a generar políticas
que tiendan a desdolarizar la economía. El primer paso está ganado: ya no se
considera la compra de dólares como un derecho humano, como prácticamente
sucedía en 2015.
A partir de ahí,
hasta llegar a la meta de consolidar un modelo de desarrollo social, económico
y productivo que logre revertir la economía bimonetaria que padece la Argentina
desde que Ricardo Zinn metió la cuña neoliberal detrás de Celestino Rodrigo en
1975, durante el gobierno de Isabel Martínez, no será un camino fácil ni corto.
Pero Fernández gozará de una luna de miel en la que nadie le reclamará que
habilite la compra de dólares.
El paso siguiente
será encarar una negociación consistente de la deuda con el FMI y con
acreedores privados, que resguarde el interés nacional y despeje presiones
cambiarias para cancelar vencimientos. Estabilizar el dólar es indispensable
para que la economía se pueda encender, como dice el presidente electo.
Coinciden en ello economistas de todas las tendencias. Hasta Hernán Lacunza, el
ministro de Hacienda residual de Macri, planteó en la semana que la deuda así
como la deja su gobierno no se puede pagar. Por eso es que el país ya está en
default, aunque hasta ahora solo se haya reconocido a un grupo particular de
bonistas.
Frente a esa
realidad, los economistas e instituciones del poder financiero saldrán como
siempre en defensa del interés de los acreedores, que son quienes los
financian. La elección de Martín Guzmán para negociar con ellos es un primer
mensaje claro de Fernández de su voluntad de responder con firmeza.
Aceptación social
del cepo y comprensión de la necesidad de renegociar la deuda constituyen una
plataforma que tendrá el próximo gobierno para encarar misiones más difíciles.
Mercedes Marcó del Pont las expuso en un documento reciente de la Fundación de
Investigaciones para el Desarrollo, que dirige. El título era el siguiente: “La
desdolarización de la economía como política de Estado”. Allí advirtió sobre
“los límites que impone el bimonetarismo, no sólo a las posibilidades de
estabilización monetaria y financiera, sino también al desarrollo”.
La designada
nueva titular de la AFIP explicó luego en ese artículo: “El neoliberalismo ha
contribuido en mucho a consolidar este fenómeno, que se exacerba en las etapas
de valorización financiera. La desdolarización requerirá tiempo y un abordaje
integral por parte de las políticas públicas. El Banco Central tiene mucho para
aportar en esta materia, pero no debería estar solo en la tarea, que implica
una gran cantidad de aristas. Identificar esta cuestión como un problema y
delinear caminos superadores quizás debería ser parte de los consensos que se
buscan materializar en el acuerdo social al que nos está convocando el Frente
de Todos”.
Este último
aspecto es clave. La necesidad de definir un nuevo contrato social frente a la
catástrofe que entrega Cambiemos incluye un debate profundo sobre cómo ir dando
pasos hacia la recuperación de la moneda nacional. A diferencia de otras
etapas, la que empieza el próximo martes también hereda un aprendizaje de lo
que no hay que hacer que deberá ser afianzado, para que nunca más los cantos de
sirena neoliberales dejen a la sociedad patas para arriba y con el 60 por
ciento de su futuro debajo de la línea de la pobreza.
“Si algo ha
quedado nítidamente al descubierto a lo largo de estos cuatro años son las
enormes consecuencias redistributivas de los modelos neoliberales. La masiva
transferencia de ingresos desde la economía real hacia el capital financiero no
se puede interpretar disociada del régimen monetario, cambiario y financiero
impulsado desde el Banco Central. El telón de fondo de este proceso fue la
decisión política de liberalizar el mercado de cambios y la cuenta capital,
abandonar las atribuciones para regular el sistema financiero y garantizar
ganancias extraordinarias para los bancos”, remarca el informe de FIDE. Es una
hoja de ruta escrita por Macri, Prat Gay, Federico Sturzenegger, Luis Caputo,
Nicolás Dujovne y el FMI sobre lo que no hay que hacer.