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domingo, 8 de octubre de 2017

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Hielo… Fuego… Mar… 
Capítulo 1:  El hielo… fuego… y mar… 

Un nuevo “Irízar” vuelve a navegar después del voraz incendio que lo alejó de las campañas en la Antártida, esas que desarrolló durante casi 30 años.

© Publicado el jueves 007/09/2017 por el Periódico Gaceta Marinera de la Ciudad e Punta Alta, Provincia de Buenos Aires, república Argentina.

El rompehielos ARA “Almirante Irízar” cumplió con una veintena de campañas en el helado continente antártico desde que llegó a nuestro país en 1979. Había sido construido en Finlandia y fue adquirido para reemplazar al ARA “General San Martín”, el primer rompehielos de la Armada Argentina.

En 2007 sufrió un incendio que lo alejó de los hielos. Luego de sus reparaciones y modificaciones estructurales, este año volvió al mar.


Su primera campaña antártica.

Fue la del verano 1979/1980. En su segunda etapa de navegaciones, el rompehielos traspasó el paralelo 77º y fundó en la Antártida la base Belgrano III, hoy tapada por la nieve.

Con sus campañas contribuyó a las tareas científicas de glaciología, meteorología, el relevamiento de la plataforma submarina del gélido continente y la instalación del primer observatorio polar argentino en la base más austral, entre otras tareas.

También debió rescatar de los hielos a buques varados o encallados como el “Clipper Adventurer”, un crucero turístico que en el año 2000 quedó atrapado por 28 kilómetros de hielo a su alrededor. El “Irízar” tuvo que navegar 12 horas hasta su ubicación, romper el hielo que lo había atrapado y luego remolcarlo hasta aguas abiertas para que pudieron continuar con su travesía.

Dos años después, el “Irízar” fue enviado al rescate del buque polar “Magdalena Oldendorff”, atrapado en los hielos. La operación fue llamada Cruz del Sur y debió ser efectuada en el duro invierno antártico. En 2012, el Correo Argentino emitió una estampilla conmemorando 10 años de esa hazaña antártica.

Operación Cruz del Sur


A comienzos del invierno de 2002, un buque mercante de gran porte quedó atrapado en los hielos cuando replegaba personal de bases antárticas rusas. Si la meteorología en la Antártida es dura en verano, mucho más hostil es a las puertas del mes de julio. Se trataba del mercante alemán “Magdalena Oldendorff”, atrapado por garras de hielo a casi 4.000 kilómetros de Buenos Aires.


El rompehielos ARA “Almirante Irízar” había terminado su campaña antártica, su personal estaba casi todo de licencia y aún así tuvo que alistarse en poco tiempo para acudir al rescate.

Zarpó el 28 de junio. La operación se llamó Cruz del Sur y fue un hito en la historia del gigante de los hielos. Además, no había antecedentes de alguna otra operación realizada en esta época del año y nadie podía asegurar que se llegara hasta el “Magdalena” para asistirlo. Para colmo, llegando al continente blanco el “Irízar” soportó los embates de una tormenta de tres días que sacudió al buque y ocasionó destrozos en algunos compartimientos de su interior.

En pleno invierno, el “Irízar” navegó entre mosaicos de hielo hasta que el mismo se hizo compacto, grande, denso. Era 11 de julio, con temperaturas de 20º bajo cero y el doble de sensación térmica, y tormentas de nieve cada vez más frecuentes que acortaban las posibilidades de operar de los helicópteros embarcados en el buque. 

Recién pudo llegar a proximidades del “Magdalena” el 16 de julio y logró amadrinarse al buque atrapado para en tres días poder abastecerlo de combustible para los generadores de energía y la calefacción; y de víveres para los tripulantes alemanes, rusos, ucranianos, filipinos e indios, que además recibieron asistencia sanitaria y que, hermanados por las circunstancias, obtuvieron el apoyo moral de los tripulantes argentinos.

Desde el 24 de julio, el “Irízar” le abrió paso hasta donde pudo, cerca de aguas más libres de hielo denso. Ambos gigantes navegaron en convoyado hasta un punto en la Antártida donde el “Magdalena” podría esperar zafar de su varadura. El rompehielos comenzó su regreso al puerto de Buenos Aires el 4 de agosto, cuando pudo tocar aguas de hielo joven, más débil. Misión cumplida. Experiencia forjada en los hielos. 


  Después del hielo fue el fuego. En su última campaña, el “Irízar” quedó diezmado por el incendio que lo alejó de la Antártida.
Malvinas, su otra historia de fuego.


Cuando terminó la Campaña Antártica de Verano de 1981/1982 que hizo en conjunto con el ARA “Bahía Paraíso”, el rompehielos “Almirante Irízar” fue encomendado a integrar la Fuerza de Tareas Anfibia que llevó a cabo la gloriosa Operación Rosario para recuperar las islas Malvinas.

El buque trasladó tropas y desde su cubierta de vuelo salieron helicópteros con infantes de Marina y soldados del Ejército hacia Puerto Argentino y Darwin.

Cuando la misión de llevar la bandera celeste y blanca a las islas terminó, el “Irízar” pasó a actuar como buque logístico, abasteciendo a los buques y tropas bajo permanente amenaza, transportando material bélico y aeronaves; formó parte del ataque a la flota británica; remolcó al buque tanque ARA “Punta Médanos” bajo el acecho de submarinos nucleares británicos; atravesó campos minados; y brindó además cobertura radar aéreo a los aeropuertos del litoral atlántico argentino.

Sobre el final de la guerra fue configurado como buque hospital. Pintado de blanco en Puerto Belgrano, fue dotado de 160 camas, salas de terapia intensiva, quirófanos y otras capacidades sanitarias para brindar asistencia sanitaria a propios y enemigos. 
La guerra terminó pero el “Irízar” siguió navegando. Esta vez como transporte de combatientes hasta el continente.

 Capítulo 2: El incendio... 

Martes 10 de abril de 2007, 20.25 horas. El rompehielos navegaba a 140 millas al este de Puerto Madryn rumbo a Buenos Aires para concluir con su campaña antártica de verano, cuando el compartimiento de generadores eléctricos del buque empezó a arder.

El peor lugar para un incendio en un buque. El “Irízar” se quedó sin energía. Las llamas incontrolables, el humo y el peligro se propagaron con voracidad, por lo que el Comandante del “Irízar”, Capitán de Fragata Guillermo Tarapow, ordenó la evacuación a las 23.30. Él se quedó a bordo.

“No podía permitir que las balsas se quemaran y la tripulación quedara aislada —dijo el Capitán Tarapow—. La gente que estaba a bordo y todos los que nos rodearon, miembros de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, marinos mercantes, Aviación Naval, demostraron que defendían al ‘Irízar’ porque lo aman, como lo aman todos porque es un símbolo argentino. Si había una persona que debía quedar a bordo era el capitán del ‘Irízar’.” 

Sus 241 tripulantes pudieron abandonar a salvo el buque en 24 botes salvavidas y luego embarcar en un petrolero y dos pesqueros que estaban en la zona y que acudieron al rescate esa noche.

A pesar de los daños, el “Irízar” estaba estable y podía ser remolcado, pero en Madryn había vientos de 55 kilómetros por hora, con ráfagas de hasta 60, con un oleaje intenso.

Por fuera, el “Irízar” parecía intacto. Eran sus entrañas las que el implacable fuego había lacerado.

El rompehielos volvía de Ushuaia, luego de terminar la Campaña Antártica de Verano 2006/2007. Había estado cuatro meses en el continente blanco reaprovisionando las bases Esperanza, Jubany, San Martín, Primavera, Orcadas, Cámara, Petrel, Decepción, Melchior, Brown, Marambio, Matienzo y Belgrano II.

Abajo, en tierra, la incertidumbre sobrecogía a las familias de marinos y civiles que iban a bordo del rompehielos.

A las 4 de la mañana del 12 de abril, todos los tripulantes ya estaban en tierra firme en Madryn. Ahora faltaba salvar al “Irízar”.

Luego del abandono del personal del RHAI, los primeros en abordar el buque en medio del temporal y en pleno incendio , fue el personal de la Agrupación Buzos Tácticos, quienes permanecieron combatiendo el incendio hasta el arribo del buque a la Base Naval Puerto Belgrano junto con el personal del Servicio de Salvamento de la Armada.

El destructor ARA “Almirante Brown”, las corbetas ARA “Granville” y ARA “Robinson” y los avisos ARA “Suboficial Castillo” y ARA “Teniente Olivieri” acudieron al lugar para salvar al buque del fuego. La lucha duró 10 días.

Las 14.000 toneladas del “Irízar”, casi inertes, fueron remolcadas hasta Puerto Belgrano por el aviso “Castillo” y un remolcador privado. Llegó a la base el 20 de abril a la noche.


   Después del hielo fue el fuego. En su última campaña, el “Irízar” quedó diezmado por el incendio que lo alejó de la Antártida.


Capítulo 3: De vuelta al mar... 


Es otro “Irízar”. Conserva su fisonomía, con esa torre de 42 metros de alto, pero por dentro se convirtió en uno de los rompehielos con mayores capacidades en el mundo. De ser un buque logístico en el que se podían realizar tareas de investigación, pasó a ser un buque para la ciencia, con capacidades logísticas.

Del viejo rompehielos quedó sólo el casco, la destrucción durante el incendio fue de un 80 % y su reconstrucción y modernización fue una tarea compleja que se desarrolló en el astillero Tandanor, en Dársena Norte. Allí llegó a remolque en agosto de 2008. Las reparaciones significativas comenzaron a fines de 2009.

Se sustituyeron unas 600 toneladas de chapa de acero; se renovó la planta propulsora y de generación eléctrica; se cambiaron los equipos de navegación, gobierno, comunicaciones y seguridad por equipos modernos con las últimas tecnologías; se automatizaron procesos para el tratado de desechos y aguas sucias; y se lo dotó de un sistema nuevo de detección de incendios.

También se renovaron los servicios de emergencias; se ampliaron las áreas de laboratorios, que pasaron de tener unos 70 metros cuadrados a más de 400; y se incrementó su habitabilidad: de 250 tripulantes ahora puede albergar a más de 300, para eso se fabricaron en el astillero unos 4.000 m2 de cielorraso y 12.000 metros de mamparas que separan los diferentes ambientes, muebles de camarotes, oficinas, laboratorios y demás espacios internos. Fue como llenar un edificio de 7 u 8 pisos.

Se aumentó la potencia del navío en un 20 %. Medio kilómetro de cable se instaló por día durante una semana para una sola cubierta del “Irízar”. Se reemplazó su bodega especial para transporte de cargas peligrosas, se duplicó su capacidad de transporte de combustible antártico GOA; se acondicionaron cocinas, panaderías y 9 cámaras frigoríficas más otras 2 en la cubierta para los víveres. Y, sobre todo, cumple con las certificaciones medioambientales vigentes.


Además, se incorporó tecnología de última generación, se incrementó en un 600 % la cantidad de espacio dedicado sólo a la investigación científica, contando con 13 laboratorios, y se potenciaron sus capacidades médicas a bordo con un Departamento de Sanidad que parece un mini hospital y ocupa 2 plantas del buque. En la cubierta 2 están los consultorios de odontología y clínica médica, una sala de internación y el laboratorio de bioquímica. Y en la cubierta 3 está el quirófano y la terapia intensiva. 

Equipado con dos camas de terapia intensiva con toda la movilidad completa, dos respiradores, un desfibrilador con marcapaso externo, una cama para pacientes con fractura o movilidad reducida y cuatro camas para internación general. El quirófano tiene una sala de anestesia, un electrobisturí, un calentador de paciente –que es una especie de caloventor– y equipo de rayos.

El contexto antártico requiere de especialidades y enfoques particulares para la asistencia sanitaria. Y las necesidades de sanidad en el rompehielos están vinculadas a “estabilizar del paciente y brindarle la mejor opción terapéutica”, explicó el Jefe de Sanidad del buque, Capitán de Corbeta Jorge Facundo Ledesma, médico cirujano.

“Si el paciente tiene una patología que no es grave, uno lo puede mantener a bordo y hacer la asistencia básica. Para un paciente que tenga un requerimiento de alta complejidad tiene que ser evacuado vía aérea al continente”, agregó.

El equipo de Sanidad está integrado por una bioquímica, una odontóloga y un enfermero con capacitación en terapia intensiva. Una vez que el rompehielos cumpla sus funciones operativas, se incorporarán un anestesiólogo y un enfermero con capacidad en anestesia, y un terapista o cardiólogo.

En tanto que, la sala de máquinas, donde se originó el incendio del 2007, es toda nueva.

Fue un desafío para la industria naval argentina. Primero hubo que entrar el rompehielos al astillero tras quitarle miles de toneladas de chatarra de su interior y luego se lo llevó de nuevo al agua para terminar los trabajos.

El “Irízar” empezó a probar el agua y ya ansiaba volver al mar.


El 4 de julio de 2017 a las 15.45 el “Irízar” zarpó del astillero Tandanor con su dotación de 113 militares y 80 profesionales para hacer pruebas a mar abierto. Llegó a Puerto Belgrano, donde en el Arsenal Naval entró en dique seco para el carenado de su casco, la limpieza de las hélices y los arreglos de las aletas estabilizadoras de rolido y de ejes.

“Las pruebas fueron exitosas y con ellas se logró la puesta a punto de los sistemas y equipos”, afirmó el Comandante del buque, Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra.

Acorde a este incremento se adecuaron todos los sistemas auxiliares necesarios incluyendo la climatización, cámaras frigoríficas, cocina, destiladores de agua potable, plantas de tratamientos de residuos y sistema de descongelamiento de la pista de aterrizaje, además de adquirirse 4 lanchas de abandono, grúas de 16 toneladas y 6 balsas salvavidas.

Identidad.

Como en la paradoja de Teseo en la Antigua Grecia, si a un barco le cambian todas sus viejas cuadernas por nuevas, ¿sigue siendo el mismo barco o es otro completamente nuevo? Otras formas de filosofar tienen una perspectiva distinta: si el propósito original sigue vivo, si la idea de quienes lo idearon persiste, si la finalidad es la originaria, entonces es el mismo.