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jueves, 28 de septiembre de 2017

Optimismo de la inteligencia y pesimismo de la voluntad… @dealgunamanera...

Optimismo de la inteligencia y pesimismo de la voluntad…


¿Y si invertimos a Antonio Gramsci y, a la luz de las elecciones, pensamos desde el optimismo de la inteligencia pese al pesimismo de la voluntad? ¿Y si apostamos por opciones igualitarias y democráticas?

© Escrito por Américo Schvartzman director del diario, el viernes 11/08/2017 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Una conocida frase de Antonio Gramsci hablaba del “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”. El gran teórico la había tomado de una expresión de Romain Rolland en L’Humanité. El escritor pacifista lideró, pocos años después, una gran campaña internacional por la libertad de Gramsci. Pero ya en las páginas del Ordine Nuovo, mucho antes de los Cuadernos de la cárcel, Gramsci recurría con frecuencia a esa consigna que lo había atrapado. Con ella apelaba la actitud de la izquierda italiana para que se animara a impedir primero y a revertir después el avance fascista: había que apostar a la voluntad, aunque la razón mostrara que todo estaba muy mal, para no dejarse vencer por la adversidad.

Pero ¿qué pasa cuando pasa al revés? ¿Cuándo se enfrentan un “optimismo de la inteligencia” y un fuerte “pesimismo de la voluntad”?
¿Se puede proponer una fórmula inversa: una apelación al optimismo de la inteligencia frente al pesimismo de la voluntad?

Podría decirse que hay muchas personas cuya voluntad de aportar a la construcción de una herramienta política transformadora no se encuentra motivada en el contexto actual. ¿Sería útil, inspirador, encontrar razones para el optimismo?

¿Qué pasa cuando se enfrentan un “optimismo de la inteligencia” y un fuerte “pesimismo de la voluntad”?

En lo que sigue, intento marcar algunos puntos interesantes (y que, me parece, pueden ser descriptos con alguna pretensión de objetividad) para pensar que la compleja sociedad argentina ofrece algunas perspectivas alentadoras para la varias veces frustrada y cada vez más ardua construcción de una alternativa política que se sustente en valores sensiblemente diferentes a las opciones en pugna. Mal y pronto: una verdadera izquierda democrática, competitiva y solvente, como la que el país nunca tuvo.

Encuentro tres datos duros que abonan esa expectativa. Veamos.

La presidente, Cristina Fernández de Kirchner y el Jefe de Gobierno Mauricio Macri, en la inauguración de la Autopista Illia. Fotografía. Fabián Marelli (03-06-2014)

Primer dato: distintas encuestas muestran que casi dos tercios de la sociedad argentina, atravesando las diferencias socioeconómicas y culturales, no quieren saber nada –pero nada– con la última versión del peronismo que gobernó la Argentina. Es decir, con esa triple estafa (ideológica, política y ética) que fue el kirchnerismo. “Cuando se mide todo lo que tenga que ver con el gobierno anterior”, explica Mariel Fornoni, de Management & Fit, “las encuestas no dan más que 20% de imagen positiva. La gente dio vuelta la página. Puede volver el peronismo, pero no Cristina”, afirma la investigadora.

(Acá podría abrirse un paréntesis ante esta obviedad. ¿Qué tiene eso de positivo? Si por eso ganó Macri. Pero no nos apuremos).

Segundo dato: una enorme porción (que varía según los encuestadores, pero siempre es grande) no está satisfecha con el rumbo del actual Gobierno. Alrededor del 55% de los consultados en un trabajo de Gustavo Córdoba y asociados respondió que desde que asumió Macri el país está peor. En otras palabras, aunque la mayor parte de las personas no quiere saber nada con el kirchnerismo, una importante porción de ellas tampoco cree que el macrismo sea la salida que la Argentina necesita. Un trabajo de Management & Fit de junio de este año refleja que el 46% de las personas consultadas no se identifica ni con uno ni con otro. La grieta existe, pero le interesa a menos gente de lo que se percibe en los micromundos de las redes sociales o de los programas especializados en “¡Hay polémica!”.

Tercer dato: según todas las encuestas (y también según algunas reacciones sociales que han sido claras señales) no hay ninguna posibilidad de que éste o cualquier otro Gobierno vuelva atrás en aquellas políticas públicas que la sociedad mayoritariamente ha considerado positivas. De nuevo, datos de M&F, muestran que un 67% de las personas consultadas defienden políticas como la Asignación Universal por Hijo, la recuperación del sistema público de jubilaciones, el matrimonio igualitario o las políticas públicas de derechos humanos. La lista es más amplia (y seguramente si se consulta punto por punto los porcentajes muestren variaciones). Pero para tomar una dimensión de la profundidad de esta percepción social, basta recordar lo que pasó con el 2×1. También en este caso las encuestas fueron contundentes: un trabajo de D’Alessio Irol y Berensztein mostró al 85% de la población en contra de conceder ese beneficio a los condenados por delitos de lesa humanidad.

La grieta existe, pero le interesa a menos gente de lo que se percibe en los micromundos de las redes sociales o de los programas televisivos.

Las PASO de este domingo (y aun las elecciones de octubre), son casi anecdóticas, por más que los partidos chicos –como el Partido Socialista– se estén jugando mucho con la barrera absurda del 1,5% impuesta para complicarles la vida. Pero si los datos consignados son “episteme” (ciencia), habilitan a imaginar acciones sin detenerse en la coyuntura, por más riesgos que presenta. Quiero decir: si estos datos son correctos y la elección se polariza, parece razonable que convivan todas las miradas: quienes prefieren que gane el Gobierno, aunque les convence cada vez menos; quienes voten a las opciones opositoras que parezcan mejor posicionadas, para “enviar un mensaje”, e incluso que haya quienes ni siquiera voten, desalentados por el panorama coyuntural.

Bandera roja

Pero lo que parece claro también (siempre dentro de la doxa –opinión-, pero bien mezcladito con episteme) es que esas amplias capas de la población desconformes con uno y otro, están también desconformes con el resto de la oferta electoral: a Massa le desconfían; a la izquierda dura no la votarían más que como advertencia (no les parece opción por lo imprevisible, y en ese sentido el FIT se dispara a sus propios pies al votar “a favor” de De Vido); y a los sectores de centroizquierda ni siquiera los ven: están atomizados y sin rumbo claro.

¿Dónde está, entonces, el optimismo de la inteligencia? En la notoria falta de una izquierda democrática, seria pero no solemne, decente pero no pacata, defensora del ambiente y de los derechos individuales, de las instituciones pero con un firme compromiso con la igualdad, innovadora y audaz pero también para gobernar, no solo presentando proyectos en la oposición. Su ausencia en el panorama de la vida política argentina es un silencio atronador.

¿Dónde está, entonces, el optimismo de la inteligencia? En la notoria falta de una izquierda democrática, seria pero no solemne, decente pero no pacata, defensora del ambiente y de los derechos individuales, de las instituciones pero con un firme compromiso con la igualdad.

Faltan, de todos modos, muchos elementos, y uno de ellos es el destino inmediato del Gobierno de Santa Fe y del Frente Progresista que lo conduce, el cual viene sobreviviendo como puede a los vaivenes de las estrategias nacionales (o la falta de ellas) de las fuerzas que lo integran. Y que sigue siendo lo más cercano a algo que se proyecte y se proponga llenar esa ausencia que ensordece. Quizás es el mejor momento para que el pesimismo de la voluntad sea revisado desde el optimismo de la inteligencia.