domingo, 24 de junio de 2018

Macri, Cristina y el juego de la cárcel… @dealgunamanera...

Macri, Cristina y el juego de la cárcel…

Candidatos. Un duelo con diálogo entre peronistas no K y Macri indicaría adultez. El Gobierno prefiere competir con Ella. Fotocomposición: Pablo Temes.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos.

© Escrito por Gustavo González el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hasta el jueves pasado a las 15 las cosas parecían ir mejor: país emergente, ingreso del dinero del FMI, un dólar más tranquilo, boom en la Bolsa. Solo faltaba que la Selección le ganara a Croacia y garantizara su pase a la próxima ronda del Mundial. Pero no pudo ser.

No va a quedar otra que esperar que el clima económico cambie por vía de la razón y no por apostar a influjos mágicos o deportivos. En distintos sentidos, no sería la primera vez que las soluciones lleguen tras aprender de dolorosas derrotas.  

¿A quién le serviría el caos? En lo político y económico, el 2001 es el extremo indeseado de lo que significó tocar fondo para volver a recuperarse y coincidir luego en que ése es un lugar al que nadie quiere volver. O casi nadie.

No le conviene al Gobierno, claro, pero tampoco al peronismo no kirchnerista que por primera vez en mucho tiempo siente que puede triunfar en las próximas presidenciales. Tampoco al sindicalismo, que sabe que un descalabro social puede llevar puesto a sus viejos líderes. Incluso el paro de mañana guarda esa lógica. Puede ser discutible si es justo o injusto con el Gobierno o si logrará alguna mejora concreta para los trabajadores, pero no deja de ser una vía de expresión de un malestar social que es preferible encausado que anárquico.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos. Por ejemplo, para aquellos dirigentes que se imaginan presos, una crisis generalizada hasta podría representar un salvoconducto. Hay muchos kirchneristas entre éstos.

También algunos empresarios con poder de fuego financiero. Son los que están hablando de un fin de año endemoniado.

Es que cuando la cárcel puede ser un destino para una parte de la dirigencia, cualquier escenario es posible. Brasil está cerca para recordarlo.

Pero más allá de la potencial colonia carcelaria y de otros grupos políticos menos significativos, queda cerca de un 70% de la población representada en dirigentes que son la expresión del post 2001, el año que simbolizó el crack de los partidos tradicionales. Rondan los 50 años. Tenían 30 cuando estalló la Convertibilidad y cayó De la Rúa, y expresan a aquellos jóvenes que vivieron de cerca el abismo. Están inoculados con el escepticismo de su época, pero también con el miedo de que la historia se repita.

Unos son CEOs, radicales y peronistas que encontraron en Macri a un ingeniero heterodoxo que espeja a una nueva alianza policlasista.

Otros son neoperonistas, que de más jóvenes fueron menemistas o kirchneristas, pero a los que nunca se les ocurrió dar la vida por Menem ni por los Kirchner.

Los macristas buscan ser reelectos. Los peronistas no K, un candidato ganador.

El problema es que los socios fundadores del PRO (los del ala no política) creen que para triunfar deben mantener vivo el fantasma del kirchnerismo. Hasta ahora les fue bien cavando esa grieta. Su lógica es que si Cristina es candidata obtendría entre un 25 y un 35 % de votos, suficientes para perder en primera vuelta o para ir a un ballottage en el que su imagen negativa le impediría triunfar.

El riesgo es grande y es doble. Apuestan a posicionar a una competidora para la que el caos no es el peor de los escenarios y que, además, puede terminar triunfando si la economía convence a una mayoría de que con ella estábamos mejor.

Jugar a Cristina candidata demuestra el temor a que si quien sale segundo en las próximas elecciones es un Massa o un Urtubey, este peronismo se imponga en una segunda vuelta al sumar los votos del kirchnerismo, de la llamada izquierda y de algún conservadurismo desilusionado.

Para el oficialismo perder no es la peor hipótesis. La peor es perder con Cristina. Con el kirchnerismo en el poder, las chances de que quienes vayan a prisión sean los actuales funcionarios no son bajas. Salvo que estén seguros de que no tienen nada que ocultar de antes o después de asumir sus cargos y que los jueces argentinos son lo suficientemente independientes como para juzgar sus inocencias.

Cristina candidata es un riesgo también para el autodenominado “peronismo sin prontuario”. Encuestas de esta semana muestran que sigue siendo la opositora que conseguiría más votos y la que más creció con esta crisis (los sondeos también ratifican que perdería en un ballottage contra Macri).

Pero sin ella compitiendo, todo sería distinto. La pregunta es: ¿qué podría convencerla para no presentarse? Una primera respuesta es el riesgo a perder y quedarse sin tiempo y sin la última herramienta para eludir la eventual prisión.

El peligroso juego de la cárcel es el que quizás la acerque al peronismo no K. Interlocutores de ambos sectores opinan que ella podría postular a otro candidato en su lugar. Alguien como Agustín Rossi que saldría tercero, pero cuyos votos en un ballottage irían a un candidato peronista.

¿Por qué lo haría CFK? Porque tal vez piense que nada sería peor para ella y sus hijos que el triunfo de Macri, o porque suponga que los peronistas no envían a prisión a otros peronistas.

Complementarios, no enemigos. Un 2019 con dos opciones electorales con posibilidades de ganar y que reflejen cierto consenso en no regresar al pasado, significaría para una mayoría el aprendizaje de que los dolores sirven para fijar conceptos. Y transmitiría hacia dentro y fuera del país el mensaje de continuidad institucional entre alternativas razonables.

Se vienen tiempos en los que el macrismo podría requerir del peronismo no K más de lo que piensa.

En el Gobierno los recelan por ventajeros, egoístas o traidores. Pero solo tratan de ocupar el lugar de Macri.

Entender el interés del otro, le permitiría al oficialismo aprovechar sus debilidades y necesidades.

Esos peronistas son gobernadores y legisladores que ansían ayuda nacional para sus provincias, o dirigentes que están ávidos de ser tenidos en cuenta como contrafiguras del oficialismo.

Son sus complementariedades las que los deberían unir. Porque la economía definitivamente los separa.

Cambiemos apostó desde un principio a que el crecimiento vendría por la reducción del déficit fiscal, la baja de la inflación, la llegada de inversiones y un mayor endeudamiento externo. El déficit se redujo y la deuda se multiplicó, pero ni la inflación ni las inversiones reaccionaron como se preveía. Con todo, hasta abril pasado la serie de trimestres seguidos de crecimiento parecían indicar que el camino podía ser el correcto.

El peronismo cree que en un país en el que el consumo total representa casi el 80% del PBI, cualquier política que no lo aliente generará recesión. Apuntalar el consumo y mantener un dólar competitivo son –según sus economistas más reconocidos– las premisas para tentar inversores.

Estiman que recién ahí la inflación bajaría y dicen que el mismo Gobierno hizo eso en el segundo semestre del año pasado, motivado por las elecciones. Pero que luego volvió a primar la política monetarista.

La otra prisión. Hoy, los canales de comunicación entre estos representantes del 70% de la Argentina, parecen entrecerrados.

Y hasta la utopía futbolística en común está en veremos.

La cárcel no es solo ese lugar oscuro al que tantos políticos temen ir.

Cuando las inseguridades generan obstinaciones, las ideas del otro son tratadas como virus y el diálogo es de sordos, también las certezas infranqueables pueden ser una cárcel.



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Momento crucial… @dealgunamanera...

Momento crucial… 

¡Saltó la térmica! Juan José Aranguren | Dibujo: Pablo Temes

Conflictos puertas adentro y afuera. Macri necesita dar un golpe de timón y hacer un relanzamiento.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En el Gobierno se vive un estado deliberativo. Aun cuando en la jura de los nuevos ministros se respiró un aire de optimismo que no se veía desde hacía semanas, las aguas siguen revueltas. Las causas para esto fueron dos: el ascenso de la Argentina a la calificación de país emergente y la liberación de los 15 mil millones de dólares correspondientes al primer desembolso del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No obstante, el impacto de la crisis sigue siendo alto dentro del oficialismo.

La decisión de Mauricio Macri de anunciar el relevo de dos de sus ministros –Francisco Cabrera, de Producción, y Juan José Aranguren, de Energía– el sábado por la noche dejó sorprendidos a muchos.

Cabrera es alguien que nunca tendría que haber sido designado al frente de la cartera de Producción. Su proveniencia del mundo de las finanzas lo puso lejos, muy lejos, del paradigma conceptual que requería su cargo. “Nunca fue un ministro de Producción”, sostiene una voz de consulta del Gobierno. Ningún grupo de empresarios quería hablar más con Cabrera porque consideraban que la relación con él era inservible. Pero todo el mundo sabía que era un protegido de Macri y que criticar a Cabrera era criticarlo a él. Por eso muchos silenciaron sus críticas. Esa pertenencia al entorno presidencial explica también por qué el ahora ex ministro fue designado presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).

En cambio Aranguren no tuvo la misma suerte: para él hubo palabras de agradecimiento de parte del jefe de Estado pero ningún cargo. El ex ministro se fue del Gobierno enojado y dolido. Se enteró de que lo habían echado en medio de una reunión de trabajo con empresarios del sector que se estaba desarrollando en San Carlos de Bariloche. Aranguren, un hombre que dejó su cómodo sillón de la actividad privada para ingresar a la función pública, quedó expuesto al escarnio como consecuencia de la mala implementación que hizo de los aumentos de las tarifas de gas y electricidad. Le faltaron calle y sensibilidad social. Eso lo convirtió en el blanco de las críticas no solo del ciudadano de a pie sino de varios de sus colegas dentro del Gobierno. En su descargo hay que decir que todo lo que hizo –lo bueno y lo malo– contó con el respaldo total del Presidente. Por eso pudo resistir los embates del triunvirato Peña, Quintana y Lopetegui que, luego de los tarifazos –no antes– lo lapidaron.

Reacomodamiento. El presente ha descolocado al Gobierno. Lo ha sacado de un limbo en el que entró después del resonante triunfo electoral de octubre. Por eso hay un estado de reunión permanente del equipo de comunicación en el que hay suma preocupación por la evaluación día a día de la imagen de la aceptación del Gobierno. 

Los datos muestran una caída significativa. 

Esa caída lo acerca peligrosamente a los números de Cristina Fernández de Kirchner. El Gobierno hoy está en 32 puntos y la ex presidenta en 30. Por ello, en el oficialismo se está analizando la estrategia comunicacional a seguir para manejar en un momento en el que casi todo lo que se tiene para anunciar es peor que lo que había.

Por ello, a diferencia de lo que pasaba tres meses atrás, hay una suerte de integración de los equipos técnicos de Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Marcos Peña, a quien se ha decidido correr de la actividad diaria, sin que ello signifique que deje de monitorearla. De ahí sus recientes viajes al Reino Unido y a los Estados Unidos. El esquema de comunicación está siendo revaluado todo el tiempo porque lo que el Gobierno todavía no encuentra es un discurso que lo ayude a contener el mal humor social reinante. Esa suerte de desesperanza que generó la bochornosa actuación de la Selección de la Argentina contra Croacia y su posible vuelta anticipada encendió las alertas dentro del oficialismo, que percibe que esa desgraciada alternativa lo perjudicaría. No fue casual que haya habido un intercambio de mensajes entre el Presidente y el Kun Agüero.  

Hay diferencias internas sobre qué y cómo comunicar. Lo que están sugiriendo los especialistas en esta materia, a la que el oficialismo durante mucho tiempo despreció, es más presencia pública de los ministros, a los que se les pide que salgan a hacer el aguante. Sin embargo, hasta el momento no logran una unidad de criterio. Hoy por hoy, el Gobierno está perdiendo su contienda contra la realidad. Y el problema es que no hay una perspectiva de que las cosas mejoren significativamente en lo que resta del año. La única buena noticia fue el ascenso de la calificación de la Argentina a la categoría de país emergente, algo que pasa muy lejos de la realidad de la gente. Ni hablar del acuerdo con el FMI, que el Gobierno celebró y que muchos ciudadanos fustigaron.

Nuevo star. En el universo interno del Gobierno, la estrella del momento se llama Luis Caputo. De él fue la idea de recurrir al FMI, y su hiperactividad en estos primeros días al frente del Banco Central lo coloca en un primer plano en la consideración presidencial.

La caída del dólar y la suba de las acciones de las empresas argentinas operadas el viernes lo fortalecieron. Paradojas de la vida, su imagen fuera del Gobierno es exactamente la opuesta, sobre todo después de haber dicho que la devaluación es “lo mejor que le pudo haber pasado al país”. Solo alguien que no sabe lo que eso impacta en el día a día de la economía argentina puede decir algo así.

Es un momento crucial para Macri. Todas las expectativas generadas tras el triunfo electoral de octubre han sido barridas de un plumazo por la crisis que comenzó el 26 de abril pasado y que el Gobierno no advirtió. El Presidente necesita dar un golpe de timón y relanzar su gestión.

La conflictividad aflora. Alguna es altisonante, como el paro de la CGT de mañana y el enfrentamiento creciente con la Iglesia. Otras, como las quejas de los empresarios, son más corteses. Todas son representativas de la complejidad del presente. La tarea exigirá mucho diálogo y muñeca política. Para Macri está en juego su futuro político –su reelección–, y para el país, una vez más, su destino.

Producción periodística: Lucía Di Carlo





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sábado, 23 de junio de 2018

Violeta Rivas Q.E.P.D. (1937 – 2018) @dealgunamanera...

Violeta Rivas Q.E.P.D. (1937 – 2018)


La cantante Violeta Rivas falleció este mediodía a los 80 años en el Hospital Güemes de la ciudad de Buenos Aires, donde había sido internada por problemas renales. La noticia del fallecimiento de una de las cantantes más populares de las décadas del ‘60 y ’70 fue confirmada por su marido, Néstor Fabián.


© Publicado el sábado 23/06/2018 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Rivas había nacido el 4 de octubre de 1937 en la ciudad de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, y su salto a la fama fue durante la década del 60 cuando formó parte del programa musical "El Club del Clan", que catapultó a artistas como Palito Ortega, Raúl Lavié, Johnny Tedesco y Chico Novarro, entre tantos.

Años más tarde, junto con quien luego fuera su marido formó una dupla que interpretó baladas románticas con las cuales brilló en una incontable cantidad de escenarios de la Argentina, Latinoamérica y España.

Su brillo había comenzado de pequeña. A los 5 años ganó un concurso artístico en su ciudad natal y al terminar la primaria comenzó con estudios de música con canto lírico. En 1960, fue contratada por para participar de varios musicales en en la ciudad de Buenos Aires.

Su nombre real fue Ana María Francisca Adinolfi y luego de ser contratada por el director Ricardo Mejía se la bautizó con el nombre artístico por el que se la recordará. Su trascendencia en "El Club del Clan", su trampolín a la fama, hizo que en pocos meses fuera reconocida en Lima, Perú, como Mejor Cantante Extranjera y en diciembre de 1964 filmó su primera película, "Fiebre de Junio". Al año siguiente grabó su primer éxito, "Qué suerte!".

Convertida en una de las figuras más populares de la televisión y el entretenimiento, Violeta Rivas protagonizó los más famosos programas de la pantalla chica y fue una de las figuras más cotizadas de la televisión argentina. Fue protagonista en los habituales "programas ómnibus" de esa década como "Sábados circulares", a telecomedias, tiras y programas musicales.

Con el cantante de tangos Néstor Fabián, con quien vivió a su lado hasta hoy y con quien tuvo una hija, Analía Verónica, y una nieta, Zoe, se conocieron y enamoraron. Su casamiento por iglesia se desarrolló en Nuestra Señora de Guadalupe el 16 de marzo de 1967 y la fiesta fue al día siguiente en el Hotel City, ambos sucesos seguidos por las revistas y la televisión.

Durante los últimos años padeció mal de Alzheimer, con lo cual sus presentaciones y apariciones públicas fueron desapareciendo. De dedicó a cultivar su vida familiar y sus amistades, que fueron numerosísimas.

La cantante Violeta Rivas falleció este mediodía a los 80 años en el Hospital Güemes de la ciudad de Buenos Aires, donde había sido internada por problemas renales. La noticia del fallecimiento de una de las cantantes más populares de las décadas del ‘60 y ’70 fue confirmada por su marido, Néstor Fabián.



Tres cosas que los buenos jefes nunca dicen a sus empleados… @dealgunamanera...

Tres cosas que los buenos jefes nunca dicen a sus empleados…


Los matices que se producen en función de quién emite un mensaje y a quién lo dirige pueden ser muy grandes, dependiendo de si quien lo emite en un buen o mal jefe. Las situaciones que se crean a raíz de estas buenas o malas maneras van a definir el tipo de relación que se va a establecer entre los jefes de equipo y sus subordinados. Dentro de estas cuestiones entra en juego las diferencias que hay entre lo que supone ser un líder y un mero gerente.


© Publicado el martes 24/01/2017 por el Blog El Mejor Equipo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Varios estudios han demostrado que la confianza bidireccional entre un equipo y su director es fundamental a la hora de afrontar los retos que, en la actualidad, el mundo de los negocios está imponiendo a las empresas. Los desafíos ligados a una alta competitividad en el mercado, la aparición de nuevos modelos de producción y negocio y la transformación digital está obligando a las compañías a mejorar sus procesos de comunicación interna.

Estas conversaciones entre directivos y empleados, sin embargo, se ven a menudo condicionadas por las posiciones jerárquicas que tienen los interlocutores en la organización. De hecho, un artículo publicado en INC ha identificado las 3 situaciones que los jefes de equipo deben evitar y que los grandes líderes no desarrollan en favor de la superación de los objetivos marcados por su empresa:

1. Las humillaciones

Ya sea con motivo o sin él, humillar a una persona nunca es buena idea, ya que no va a producir ningún cambio que no sea la creación de un sentimiento de rechazo, frustración o resentimiento por parte de la persona que la recibe. Si a esto le añadimos que se trata de un empleado, las consecuencias de una humillación, pública o privada, pueden derivar a una bajada de la motivación y productividad, al mismo tiempo que se intoxica el ambiente laboral.

Es cierto que la presión que se ha creado en el mundo empresarial, sumado a los posibles errores que haya podido cometer el trabajador, generan un nivel de estrés para los jefes de equipo que puede conllevar un estadio de irritación. Sin embargo, el sarcasmo o las respuestas pasivo-agresivas impiden que la comunicación de ideas, plazos y soluciones no favorezca esa relación laboral con el empleado en cuestión y acabe siendo pero “el remedio que la enfermedad”.

2. Las bromas

Un ambiente distendido dentro del trabajo genera unas dinámicas mucho más positivas que si se desarrollan en ambientes demasiado estrictos y serios. Sin embargo, hay que tener cuidado a la hora de medir el tono de jocosidad en la oficina, ya que no todo el mundo va a reaccionar de la misma forma ante un hecho u otro. El margen de humor de cada trabajador puede tener, hace que se creen situaciones que impidan reforzar las relaciones en la oficina, creándose situaciones incómodas que deriven en un sentimiento de humillación.

3. Decir "No"

Aprender a rechazar las propuestas, proyectos o ideas que nos ofrecen en fundamental a la hora de no meterse en “jardines” de los que luego nos va a costar salir. Sin embargo, como líderes, tenemos que tener cuidado a la hora de rechazar rápidamente una propuesta que provenga de nuestros empleados. Aprender a evaluar y transmitir la sensación de que se está tomando en cuenta el valor del trabajo de nuestro equipo es fundamental a la hora de generar relaciones laborales estables y duraderas. Por ello, es importante argumentar antes de negarte a hacerte algo.



Traficantes de paradojas… @dealgunamanera...

Traficantes de paradojas… 

Macri, Messi y Darin: tres cuestionados de la última semana. Fotografía: CEDOC / PERFIL

Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi es o no patriota, y Macri es o no competente o bien intencionado, y luego construimos conceptos que sostengan nuestra creencia.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 23/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La diferencia entre el éxito colectivo y el individual ya quedó presentada en esta columna el domingo pasado. Mientras en Argentina Macri tiene cada vez más en riesgo su reelección, incluso si le tocara ir a un ballottage con Cristina Kirchner (el escenario ideal para Jaime Duran Barba), porque la ex presidenta mejora en las encuestas en proporción a lo que empeora la economía, en Estados Unidos todos los presidentes del último cuarto de siglo fueron reelectos, incluso George Bush, y ahora se cree que lo sería hasta Trump. Que sea más fácil tener éxito como presidente –y en cualquier función– en un país poderoso como Estados Unidos que en otros más débiles como Argentina promueve muchas reflexiones

La relación con el éxito como con el fracaso está condicionada por la memoria. ¿Cuántas veces nuestra sociedad se ilusionó con la llegada de un nuevo presidente y revivió la esperanza de “ahora sí, la Argentina despega”? No es la misma relación con el éxito de los norteamericanos, ni con los exitosos, sea Trump o su más famoso deportista y artista, como en Argentina es con Macri, Messi y Darín, las tres mayores celebridades de la política, el deporte y los artistas, quienes simultáneamente fueron cuestionados esta semana: donde el éxito no abunda, se es menos tolerante con los exitosos.

Que MSCI nos pase de mercado fronterizo a emergente fue vivido igual que el triunfo de Nigeria ante Islandia.

Estoy subinformado sobre fútbol pero me resultó paradójico ver cómo los analistas deportivos el día antes del partido con Croacia hablaban con mucho optimismo y explicaban por qué eran lógicos los pronósticos positivos y al terminar el partido en derrota, explicaban lo contrario. De la misma forma que hicieron los economistas en diciembre con las proyecciones sobre inflación, precio del dólar y crecimiento del producto bruto, y lo opuesto en mayo/junio. El método de juicio emocional era el mismo, solo cambiaba el objeto de análisis. Se podría decir algo parecido sobre las consecuencias posteriores al debate sobre el aborto en el Congreso y cómo sus efectos en las cuestiones de género pueden hacer pasar el simbólico falo del hombre a la mujer con la misma fuerza del sunami que aumentó el dólar o cambió el humor sobre la selección de fútbol.

Hay un texto, viralizado en las redes, en defensa de Darín, cuyos argumentos son tan plausibles como los que se usan en su contra, y demuestra el grado de emocionalidad exaltada que nos caracteriza. Su autor es Coni Cherep, quien se define como “periodista en licencia” y “opinador serial”, calificación esta última que representa a tantos argentinos (ver: No, con Darín no).

Idéntica subjetividad hiperbólica pasa del espectáculo a la política y al deporte, tres actividades unidas por la misma matriz de la fama. Cuando Morgan Stanley Capital International subió la calificación de los mercados de acciones de Argentina de fronterizo a emergente después de la megadevaluación, fue sentido como el triunfo de Nigeria ante Islandia tras la derrota de nuestra selección de fútbol con Croacia. “Ahora sí, nuevamente, podemos”.

Un párrafo aparte merecen las calificadoras de riesgo y Morgan Stanley Capital International (MSCI), cuya arbitrariedad no es una excepción, al igual que los consultores económicos argentinos. En junio del año pasado, la economía argentina y la popularidad de Macri estaban mejor que hoy; sin embargo, el año pasado MSCI no aprobó la mejora de calificación porque “había que esperar a ver que las reformas que había producido Macri no fueran reversibles”, o sea: que no volviera el populismo, riesgo que hoy no es menor. Son calificaciones tan discutibles como que ya éramos país emergente mientras estábamos en default antes de 2009, cuando nos bajaron de categoría. En todos los casos por cuestiones políticas.

“Lo verdadero es solo conveniente respecto de nuestro pensamiento, exactamente como lo correcto es solo conveniente a nuestra conducta”, escribió William James en Pragmatismo y El significado de la verdad. O como lo hizo Hilary Putnam en Realism with a Human Face: “Lo que llamamos realidad es el proyecto de vernos a nosotros mismos como cartógrafos de algo”.

Paradojas tan viejas como la humanidad, como la vieja lucha por reducir sensaciones a conceptos, o la reducción inversa que intentó el empirismo. Opinadores de todo lo que sentimos, somos malos alumnos de Aristóteles, quien sostuvo que el “conocimiento de” era anterior al “conocimiento de que”; y de Kant, para quien “las intuiciones sin conceptos son ciegas”. Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi es o no patriota, y Macri es o no competente o bien intencionado, y luego construimos conceptos que sostengan nuestra creencia. Viendo el comportamiento de los mercados y las opiniones de los economistas, habría que disculpar al público y a los opinadores mediáticos por una carencia que también afecta a las “mentes más elevadas”.

Nada nuevo: Richard Rorty, en La filosofía y el espejo de la naturaleza, explica cómo los problemas son los mismos, solo que se renuevan modificando las palabras, porque no cambian las creencias sino el vocabulario ya que no existe una relación permanente entre lo correcto e incorrecto, como entre los electrones y los protones. No pocas veces los problemas parecen nuevos solo por desprendernos de una terminología obsoleta: lo que hay son mitos antiguos para prejuicios modernos. Siempre se refuerzan las maniobras intelectuales que permitan la conservación del mito, tan difícil de erradicar (también para bien) como las enseñanzas de nuestros padres.

Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi patriota o no, y Macri bien intencionado, y luego argumentamos.

Jaime Duran Barba, simbólico presidente del club de fans latinoamericanos de Yuval Noah Harari, es él mismo tan especialista en mitos como su admirado historiador israelí, autor de best seller mundial Sapiens: de animales a dioses. La política, el deporte y el espectáculo, que comparten el mismo sistema conceptual mitológico, son ideales para los traficantes de paradojas, que mantienen en vilo a la audiencia para que crea que suceden situaciones diferentes.



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miércoles, 20 de junio de 2018

Verás que todo es mentira… @dealgunamanera...

Verás que todo es mentira…

Presidentes del BCRA: Sturzenegger y Caputo. Fotografía: CEDOC/ PERFIL

Las hipótesis a priori deben ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente. Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Con los 50 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, el dólar baja”. No bajó. Como tampoco florecieron los brotes verdes, ni llegó ningún segundo semestre, ni tampoco los precios en pesos de diciembre de 2015 asumían el precio del dólar blue antes de la salida del cepo. ¿Solo Sturzenegger es quien perdió credibilidad? Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

Milton Friedman, en The Methodology of Positive Economics, escribió: “Los supuestos de una teoría deben juzgarse en función de su idoneidad para suministrar predicciones suficientemente ajustadas”. No hay ciencia sin algún tipo de posibilidad predictiva. Las hipótesis a priori se deben confirmar en el testeo posterior, ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente.

Obtener resultados predichos, esencia del apriorismo, es el fin del conocimiento. En una columna de la semana pasada, escrita con el mismo clima de escepticismo que hoy, poniendo en duda que muchos economistas argentinos cumplieran con ese estándar, recibí a pocas horas de ser publicada dos reclamos de dos economistas celosos de su profesión que por su extremadamente opuesta adscripción ideológica pintan la singularidad del Gobierno.

Un pronóstico tras otro se revela equivocado en un clima generalizado de escepticismo.

Ambos coincidían en que hubo injusticia en la generalización porque ellos habían pronosticado en diciembre lo que viene sucediendo, no como la calificadora de riesgo Fitch, que suelta de cuerpo esta semana bajó de un día para el otro (no escalonadamente) su pronóstico de crecimiento del producto bruto argentino en 2018 a la mitad de lo que había previsto en diciembre.

Con razón, Carlos Melconian me recordó la cantidad de advertencias públicas que hizo sobre cómo se subestimaba la herencia, se erraba en el diagnóstico y se cometía mala praxis. Desde la perspectiva opuesta, Axel Kicillof, a quien no conozco, en su argumentación me envió su discurso de diciembre pasado, cuando se aprobó el Presupuesto y, otro anterior donde dice expresamente: “Esto termina en el Fondo Monetario Internacional”.


Que Kicillof, que tiene aversión a Macri, y Melconian, que tiene justificados motivos para sentirse maltratado por el Gobierno, fueran de los pocos notables, junto a alguna otra excepción, que advirtieran en diciembre un futuro económico tan distinto al que preveía el Presupuesto aprobado en el Congreso no quita la importancia de que la mayoría de los pronosticadores no lo haya advertido. Ni las consultoras de economistas argentinos, ni las calificadoras de riesgo como Ficht, ni tampoco el Fondo Monetario Internacional, previeron una megadevaluación.

Una respuesta posible es porque los pronósticos siempre están guiados por intenciones, conscientes o inconscientes, lícitas o ilícitas. El Gobierno y los legisladores de Cambiemos impulsaron un Presupuesto optimista (dólar a 19 pesos en diciembre de 2018 e inflación anual entre 10% y 12%) porque deseaban que así fuera, y con su deseo quisieron contagiar las expectativas de la sociedad para que contribuyera a la realización del pronóstico: la vieja idea de que el oráculo cumple una función performativa, no adivina qué va a pasar sino que dice lo que tiene que pasar. El mismo argumento se podría utilizar para los pronósticos de Kicillof y, de forma muy diferente, de Melconian: que con su sola formulación contribuyeron a que sucediera lo que pronosticaron.

En el caso de los estudios de economistas locales, la explicación puede ser esta: venden sus pronósticos a las empresas cuyos CEO les piden que por favor sean optimistas con sus proyecciones para que los accionistas no reduzcan las inversiones y no tener menos presupuesto para todo, incluso para seguir contratando los informes de los economistas.

En el caso de las calificadoras de riesgo puede deberse a que no cuentan con más recursos de análisis que el periodismo especializado, incluso algunas surgieron de editoriales de publicaciones económicas, y siguen en sus vaticinios lo que dice la mayoría, sin pensamiento propio.

Finalmente, respecto del Fondo Monetario Internacional, salvo que se trate de un país en beligerancia con las principales potencias que integran su directorio, sus informes tienen en cuenta el ámbito político y entonces tratan de no generar la profecía autocumplida.

 En un contexto donde hay crisis de representación, porque las instituciones políticas perdieron autoridad y legitimidad, el descrédito también afecta a la economía, que genera una sensación de vacío en los ciudadanos. A Macri se le reclama que tenga éxito en la economía o que se vaya en 2019, pero en cualquier caso la sociedad precisará volver a creer en los que saben de economía  y creer que ellos la guiarán hacia el progreso. Sin credibilidad no hay economía ni política que resistan.

Si lo que se dice que va a pasar reiteradamente no se cumple, la pregunta a formularse es: ¿“es la economía, estúpido”, como se le dijo a George Bush padre cuando competía contra Clinton por la presidencia de los Estados Unidos y perdió, o “es la política, estúpido”? Puesto en otros términos, ¿el problema era Sturzenegger o en su momento Prat-Gay y hasta el mismo Melconian promoviendo autocrítica desde dentro del Gobierno, o el problema es que el propio Presidente perdió credibilidad?

La pérdida de credibilidad no es solo de Sturzenegger sino del equipo del Gobierno

Otra forma de escaparle al tema de fondo es criticar la comunicación, el clásico “matar al mensajero”. El error de usar para el día a día del Gobierno las mismas técnicas con las que Jaime Duran Barba hace ganar las elecciones no es una explicación válida. No es lo mismo que el Gobierno recién asumido no haya explicado por cadena nacional la pesada herencia recibida que más tarde haya anunciado que lloverían dólares, que en el segundo semestre se despegaría o que ya habían aparecido los “brotes verdes”. Esto no habla de comunicación sino de una percepción distorsionada de la realidad, probablemente potenciada por los economistas argentinos y extranjeros que le pronosticaron a Macri un futuro mejor para poder venderle deuda y servicios de consultoría. En síntesis, no es ni la economía ni la política, “estúpidos”; es el deseo.



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