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lunes, 24 de septiembre de 2018

Ases en la manga… @dealgunamanera...

Ases en la manga…

Bailando al ritmo de George Washington. Dibujo: Pablo Temes.

El Presidente se juega mucho en su viaje al norte. Cambio de estilo y de nombres.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 23/09/208 y publicado por el Diario Peril de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Mauricio Macri necesita relanzar su gobierno ante inversores internacionales que no le creen. Ese es el motivo principal del viaje a Estados Unidos. Para enfrentar ese universo de gente dura con cara de circunstancia el Presidente lleva dos ases en la manga: uno es el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que contempla una ampliación del monto del préstamo de 50 mil a 60 mil o 70 mil millones de dólares. Esa negociación quedará sellada con el apretón de manos entre Macri y la directora del FMI, Christine Lagarde y, fundamentalmente, con la reunión que el primer mandatario argentino tendrá con Donald Trump. "Amigos son los amigos", como dice la canción de Queen.

Sin embargo, las cosas no serán fáciles para Macri quien, seguramente, nunca imaginó ser tratado con tanta incredulidad en ese olimpo de hombres y mujeres de negocios del que él se siente parte.

El problema de la Argentina tiene dos líneas: una, económico-financiera, que es la que les está sucediendo a otros miembros del grupo de países emergentes muy afectados por la apreciación de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. La otra, en cambio, es de neto corte político que, a su vez, comprende dos hechos: uno es la incertidumbre del resultado de la elección presidencial de Brasil –el 7 de octubre próximo– que, por su condición de vecino y principal socio comercial, golpea a nuestro país; el otro son las elecciones presidenciales del año que viene en la Argentina. Las últimas encuestas, que se leen en Buenos Aires y media hora después en Nueva York, tienen a muchos inversores muy preocupados preguntándose qué pasará si Macri pierde a manos de Cristina Fernández de Kirchner. Por eso es que desde esos ámbitos se está pidiendo algún nivel de compromiso para aprobar el Presupuesto con un acuerdo amplio, al menos de lo que se considera el peronismo más racional. Es de este acuerdo de lo que se habla en las oficinas de las consultoras a las que acuden los inversores para definir sus planes en la Argentina.

El acuerdo real sería que los gobernadores de la oposición se comprometieran a un sacrificio compartido entre todos y a olvidarse por un tiempo más de la cuestión electoral. Sin este compromiso, lo que quedará es una foto carente de contenido.

Durante estos tres primeros años de gestión, el Gobierno pudo sentarse a la mesa de las negociaciones con los gobernadores con una herramienta clave: la billetera. En esto no hubo innovación: es lo que hicieron todos los gobiernos desde el renacimiento de la democracia en 1983. El problema para Macri es que hoy la billetera está vacía. El trabajo de hormiga para alcanzar esos acuerdos está a cargo del ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Frigerio es uno de los ministros que consolidó su posición y su poder después de la cumbre borrascosa que se vivió en la quinta de Olivos durante el fin de semana del 9 y 10 de septiembre. Los que conocen lo que pasa en la trastienda del poder describen un cambio significativo en la forma de gestionar del Presidente.

Los que hablan con Dujovne sostienen que el ministro no ve la hora de dejar el cargo.

Cambios. 

Hasta aquel fin de semana de furia y desasosiego, manejaba las cosas como si fuera el CEO de una gran empresa. En ese esquema, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, actuaba a la manera de un gerente general y era el encargado de llevar adelante la gestión. A él le correspondía encarar los problemas y llevarle a Macri las soluciones. Por eso es que, junto con el ido Mario Quintana y el desplazado Gustavo Lopetegui, él era los ojos y los brazos de Macri. Ese fue uno de los motivos por los que a Alfonso Prat Gay se lo echó del Gobierno. Nunca reconoció la autoridad de ese triunvirato al que le endilgó una supina ignorancia en asuntos económicos. De hecho, cuando las reuniones de gabinete las encabezaba Peña, el entonces ministro de Hacienda nunca asistía.

Ese esquema de gestión ahora cambió. "Hay un diálogo más directo con Mauricio", reconoce uno de los ministros que hoy ocupa posiciones de relieve dentro del gabinete.

Con ese trasfondo, quien esta semana lució un poco más aliviado fue Nicolás Dujovne. El malestar que lo obligó a una consulta de urgencia en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento –el cuadro de dolor toracoabdominal inespecífico y la normalidad de los estudios complementarios llevaron a considerar un espectro diagnóstico que fue desde una arritmia cardíaca pasajera hasta un ataque de pánico– no le fue indiferente. Por eso, los que hablan con Dujovne sostienen que no ve la hora de dejar el cargo. Toda la situación de ese sábado y domingo de furia lo afectó. No es para menos: ya le habían avisado que se iba y 48 horas después le dijeron que se tenía que quedar porque no se había aceptado el reemplazante, que iba a ser Carlos Melconian.

Ha habido un quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María Eugenia Vidal y con Horacio Rodríguez Larreta. La gobernadora y el jefe de Gobierno porteño han debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos de los beneficios que están negociando los gobernadores del peronismo.

Ese manoseo más todos los problemas posteriores generaron para Dujovne un desgaste imposible de soportar, del que su salud no pudo salir indemne.
La rápida recuperación del ministro produjo alivio en el Gobierno ya que, al día de hoy, en Washington solo quieren hablar con él en pos de lograr un acuerdo que tenga la firmeza de la que hasta ahora ha carecido el primer acuerdo firmado entre el FMI y el Gobierno.

Ha habido un quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María Eugenia Vidal y con Horacio Rodríguez LarretaLa gobernadora y el jefe de Gobierno porteño han debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos de los beneficios que están negociando los gobernadores del peronismo.

Vidal y Rodríguez Larreta sienten, por lo tanto, que nadie les agradece nada por lo que han cedido en pos de dar sustento al gobierno nacional a fin de evitarle mayores costos políticos a Macri. Al Presidente lo golpean duramente las cifras negativas de la economía, que lo han llevado a tomar medidas que han hecho trizas sus promesas de campaña. Ya lo dijo Maquiavelo: "La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente".

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

domingo, 16 de septiembre de 2018

Río revuelto… @dealgunamanera...

Río revuelto…


Macri transpira y la oposición saca cuentas. La agotadora interna oficial.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 16/09/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pasan los días, pasan los anuncios y pasan las sucesivas medidas del Banco Central. Una semana, el Presidente recibe el apoyo claro y contundente de Donald Trump. Otra, ese respaldo viene de la canciller de Alemania, Ángela Merkel. Y, para que nada ni nadie falte, se suma a ellos la directora gerenta del FMI, Christine Lagarde. Sin embargo, el precio del dólar no para su escalada.

Hay un contraste claro: los líderes políticos del mundo le creen al Gobierno; los mercados, no. Esta suba imparable del dólar, que atribula al Gobierno y a la gente, es la fiebre. Y es una fiebre que no se va a eliminar así nomás. Según pasa el tiempo, al Presidente le cuesta cada vez más generar las condiciones de credibilidad que le permitan a su gobierno salir de este atolladero. Ahora el requerimiento para recuperar la credibilidad es el acuerdo con los gobernadores del peronismo para aprobar el presupuesto 2019. Por eso fue el propio Macri el que encabezó la reunión con los mandatarios provinciales dedicada a este asunto clave.  

En carrera. En el encuentro, que fue de un alto voltaje político, ningún gobernador opositor dejó de apoyar lo fundamental, que es asegurar la gobernabilidad. Todos ratificaron la necesidad de que el Gobierno tenga el presupuesto y que el presupuesto sea equilibrado. Algunos hicieron sus propios reclamos de coparticipación, pero en sí hubo una línea general de apoyo. Todos ponderaron el diálogo con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

Los líderes políticos del mundo le creen al Gobierno; los mercados, no. Esta suba imparable del dólar, que atribula al Gobierno y a la gente, es la fiebre. Y es una fiebre que no se va a eliminar así nomás.

En el peronismo no K existe el firme propósito de aprobar el presupuesto y darle esta herramienta, que es clave no solo para la negociación con el FMI, sino también para la gobernabilidad. “No queremos hacer nada que ponga en duda el mandato de Macri. Queremos terminar con ese fantasma”, sostiene una voz del Peronismo Federal. Una de las consecuencias de la crisis es la de haber adelantado la actividad electoral. Todos están trabajando con aire de campaña. 

Quien está activo es Sergio Massa. La reunión que tuvo con los gobernadores justicialistas en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) produjo impacto. De igual impacto político, aun cuando no público, son los encuentros que viene manteniendo con Florencio Randazzo. Hace un año que se vieron por primera vez después de que Massa se alejó del kirchnerismo. A lo largo de estos doce meses han afianzado la relación personal y, a partir de ahí, han venido articulando algunas acciones conjuntas. Una de esas acciones fue la ley para frenar el tarifazo que fue vetada por Macri. En estas dos semanas Massa y Randazzo se juntaron a comer tres veces en la parrilla Don Julio. 

De lo que se sabe, el objetivo inmediato es trabajar en temas de aquí a la aprobación del presupuesto. En las ciudades en las que haya concejales de ambos lados, se fomentarán las reuniones para abocarse a asuntos concretos. Recién en diciembre, Massa y Randazzo evaluarán qué tipo de actividad pública desarrollarán.

Quien está fuertemente afectado es Nicolás Dujovne. “Está destruido”, es la frase que se escucha en los pasillos del poder. El episodio que lo obligó a permanecer bajo observación en la guardia del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento así lo atestigua.

En la semana hizo ruido la encuesta de Synopsis que contiene tres datos relevantes: el primero es que por primera vez Macri aparece con guarismos desfavorables; el segundo, que en segunda vuelta, solo ganaría si su contrincante fuese CFK; y el tercero, que ilusionó al massismo, es que ante Massa perdería por diez puntos.

Fuego amigo. Quien no deja de expresar sus críticas por lo que considera un mal manejo de toda esta crisis es María Eugenia Vidal. La gobernadora no puede disimular su malestar cuando escucha hablar a funcionarios del Poder Ejecutivo que demuestran un fenomenal desconocimiento de la realidad que ella palpa día tras día en el conurbano profundo. La emergencia social crece allí en su necesidad más dramática: la comida. Y los afectados no son los que van a las manifestaciones que semana a semana complican la vida de los transeúntes del centro porteño.

A Vidal le procupa que la devaluación no le transforme la gestión en un infierno. El dólar a $ 40 ha obligado a la renegociación de todos los contratos existentes y a modificar las proyecciones para el año que viene. A diferencia de lo que pasa en el gabinete nacional, la crisis encuentra al gabinete provincial fuertemente cohesionado.  

Esta es la cara de la economía real sobre la cual el Presidente habla poco. Sus mensajes siguen estando dirigidos a los mercados que, como se dijo antes, no le creen. Y es esta disociación la que provoca el enojo de los que nunca lo quisieron –ni lo querrán– y el desencanto en quienes lo votaron y se ilusionaron con un gobierno mejor. Hay en la gente bronca por el aumento de los precios que no cesa. “En un momento tan crítico como este, los funcionarios nacionales están actuando con ingenuidad frente a los formadores de precios”, expresaba un gobernador del oficialismo.

La crisis socioeconómico-política por la que atraviesa el país dinamitó la coherencia del gabinete nacional. Las disputas internas se han potenciado y, en algunos casos, adquieren características que van de lo desopilante a lo patético.

Puertas adentro. A pesar de su bajo perfil, Marcos Peña sigue siendo un personaje clave. “Y a Mario Quintana –a pesar de su renuncia– y a Gustavo Lopetegui, el Presidente los sigue escuchando”, subraya un conocedor de las entrañas del Gobierno. En este mar de aguas procelosas, los ministros que han consolidado su poder son Rogelio Frigerio, de Interior, Dante Sica, de Industria, y Carolina Stanley, de Desarrollo Social. Sobre Stanley hay en Cambiemos una enorme expectativa proyectada al momento en que haya que decidir sobre quién acompañará a Macri en la fórmula para la elección presidencial de 2019. 

Quien está fuertemente afectado es Nicolás Dujovne. “Está destruido”, es la frase que se escucha en los pasillos del poder. Las fuertes críticas que viene recibiendo –desde adentro y desde afuera del Gobierno–, sumado a las discusiones intensas con Luis Caputo y otros miembros del Poder Ejecutivo han hecho mella en su salud. El episodio que lo obligó a permanecer bajo observación en la guardia del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento así lo atestigua. 

Al respecto –el de la salud– quienes estuvieron con Macri en la reunión que presidió en el CCK lo escucharon firme en su arenga pero avejentado en su aspecto. Es el precio del poder.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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domingo, 2 de septiembre de 2018

Macri en su laberinto… @dealgunamanera...

Macri en su laberinto…


Consultó a Lousteau, Melconian y otros economistas. Pero teme hacer retoques y que luego la crisis los devore.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/09/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hace algunas semanas, Mauricio Macri se reunió con Martín Lousteau. Quien fue primer ministro de Economía del primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner y embajador del actual gobierno en los Estados Unidos, llevó al encuentro algunas ideas para enfrentar las dificultades por las que atravesaba ya entonces la economía. Lo presentado por Lousteau fue un aporte concreto para enfrentar los peligros que acechaban al ideario económico –por así decirlo– del oficialismo. Su decepción fue grande cuando supo que nada de lo que le había llevado al Presidente le había interesado. No fue el único al que le pasó algo así. Guillermo Nielsen, uno de los economistas que más sabe sobre negociaciones con el FMI, fue otro de los que nunca tuvo devolución acerca de sus propuestas.

El síndrome de Hubris es un mal del poder. Es un mal del cual Jaime Duran Barba –que estuvo en las reuniones del fin de semana en la quinta de Olivos– conoce mucho. Uno de los signos de este mal es que quien lo padece cree ser el dueño de la verdad absoluta y, por ende, ignora todas las opiniones que contradigan esa “verdad”.  Es lo que le está pasando a Macri.

Marcos Peña es una persona honesta a quien muchos consideran poseedor de un intelecto brillante. A pesar de ello, al jefe de Gabinete también lo aquejan los efectos del Hubris: cree que todos los que le dicen que las cosas no marchan bien están equivocados. Peña, quien ha sido clave en el diseño de la última campaña electoral, detesta la “vieja” política y cree que encarna la “nueva “política, sin advertir que, en muchas de sus actitudes y la de muchos funcionarios de su gobierno, hay elementos de aquello viejo que detesta y desprecia. Sus conductas –en las que no falta la soberbia– lo han transformado en el blanco de las diatribas de varios integrantes del gabinete y de muchos dentro del oficialismo. Que María Eugenia Vidal haya salido a enmendarle la plana el jueves  luego de que Peña dijese en el programa de Marcelo Longobardi que no había un fracaso económico lo certifica. Su oposición a la incorporación de peronistas al gobierno es bien conocida. Es la misma que tiene el Presidente. Ese es uno de los motivos de discusión al interior del Poder Ejecutivo. Peña suele disentir con Macri, a quien se atreve a discutirle de igual a igual. “Muchas veces le adjudican la responsabilidad a Marcos por cosas que él no comparte y que, en verdad, son iniciativas del Presidente”, revela un hombre de la mesa chica del poder. Pero Peña es Macri. Y es por eso que el Presidente no lo va a echar.

Dificultad e internas.

La adversidad ha hecho recrudecer la interna que se vive dentro del oficialismo. Esta interna, que a pesar de ser educada es feroz, es un monstruo de tres o cuatro cabezas. Ahí están Emilio Monzó, Horacio Rodríguez Larreta, Rogelio Frigerio y Vidal que abogan por un cambio de nombres dentro del gabinete, y una reducción de ministerios. Aunque alguna señal se va a dar, no es la señal que espera el mercado que es la desactivación del triángulo del conflicto que integran Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, a quienes se los considera como responsables del manoseo de la economía. Una de las alternativas sobre las que se conversó fuertemente en estas horas fue la posibilidad de reincorporar al gabinete a Carlos Melconian. Pero uno de los problemas para su designación es Peña, porque fue –apoyado por Macri– quien en su momento le bajó el pulgar al entonces presidente del Banco Nación. El otro son sus propuestas. El Presidente, quien tuvo el viernes una larga comunicación con Melconian, escuchó la dureza de sus propuestas: retenciones, ajuste de impuestos, etc. “Tomemos ahora las decisiones duras que nos permitan el día de mañana llegar a unas elecciones o por lo menos llegar a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) con chances de tener el país ordenado, no como está hoy”, sostuvo Melconian.

Evidentemente hay poca claridad intelectual respecto de qué es lo que hay que hacer. El Presidente dijo en varias oportunidades –aun en el peor momento de la crisis– “Marcos soy yo”. El problema de fondo es que el mercado espera que un cambio genuino venga de la mano de un ministro de Economía verdaderamente respetado por los mercados y el mundo de la política y de los negocios, que pueda pararse delante del jefe de Gabinete y convencer al Presidente de tomar las medidas que propone y no que tenga que pasar el filtro del jefe de Gabinete y de sus dos vicejefes, que le  pongan cara de póker para que luego Macri no las acepte. Si esto no se modifica, los cambios serán cosméticos, como está sucediendo con Dante Sica y Javier Iguacel, que en definitiva no cambiaron nada porque la esencia de la política económica es la misma.

Ante esto, el Presidente argumenta: “Si yo hago un cambio en el medio de la crisis me lo devora la misma crisis”. Y es en esa media agua en la que navega hoy en día el Gobierno. Mientras en la tarde de ayer transcurría la reunión del Presidente con Dujovne, Peña, Vidal y Rodríguez Larreta, las versiones de cambios arreciaron con fuerza.

Nombres.

Macri tiene algo en claro; el único que puede reemplazar a Peña es Rodríguez Larreta. Y Rodríguez Larreta ya le ha dicho al Presidente que no tiene interés en ese cargo y que no comparte el enfoque del actual jefe de Gabinete. Lo que propone Larreta es básicamente llegar a 2019 con mayor consenso y con una plataforma de sustentación que le permita no solo hacer los cambios urgentes que tiene que hacer ahora sino algunos cambios que se tienen que hacer en el Congreso como la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, algunas de las cosas que no se han hecho.

Todo conlleva la necesidad de acordar con los gobernadores y con los diputados y senadores de la oposición. Ahí es donde surge la gran diferencia con Marcos Peña, que quiere insistir con el modelo “PRO puro”, con el “amarillo puro” que es más de lo mismo porque de alguna manera sienten que pierden el poder de los resultados.

La Argentina va a presentar el martes (todavía están haciendo los números) cuál sería el impacto de las medidas que tiene en la billetera para tomar. Hay una nómina de diez medidas para las que hay que hacer cuentas. Lo que hasta ahora se sabe es que volverían las retenciones a las exportaciones del trigo y del maíz y que se frenaría la baja de las retenciones a las exportaciones de la soja. Macri está enojado con este presente que lo expone a una contradicción –una más– frente a lo que fueron sus promesas de campaña. Está enojado también con muchos hombres de negocios –empresarios, banqueros, financistas, consultores– que le prometieron esa lluvia de inversiones que nunca llegaron. “No te enojes ni te sorprendas tanto, Mauricio; vos supiste ser uno de ellos”, le dijo alguien de su cercanía ante su sorpresa y su contrariedad.

Producción periodística: Lucía Di Carlo



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domingo, 3 de junio de 2018

Errores de cálculo… @dealgunamanera...

Errores de cálculo…

El Gobierno no detectó a tiempo la corrida por el dólar y el voto contrario en el Congreso.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Los gobiernos suelen creer que la realidad es coincidente con su hipótesis más favorable. La frase, atribuible al lúcido análisis de Rosendo Fraga, encaja perfectamente con lo que hasta aquí ha sido la creencia del presidente Mauricio Macri y de parte de su entorno, y refleja el pensamiento enancado en lo más rancio del oficialismo, que está atrapado en un presente que lo contradice y que no previó ni imaginó.

Macri hace del optimismo un credo.

Es muy bueno ser optimista. Pero el verdadero optimista es aquel que, teniendo clara conciencia de la realidad, opera sobre ella para mejorarla.

Cuando el Presidente dice “lo peor ya pasó”, lo que demuestra es desconocer esa realidad. Para millones de argentinos, lo peor no pasó sino que está pasando ahora. Y entre muchos de esos hay quienes votaron a Cambiemos y hoy se encuentran atravesados por sentimientos de desilusión y entendible enojo.

“Yo estaba presente cuando Luis Caputo le dijo a Mauricio que el financiamiento externo estaba terminado”, confiesa un referente fundacional de Cambiemos que, salvo por su condición de hincha de River, no tiene diferencias con Macri. Sin embargo, nadie apreció la seriedad de esa advertencia y, cuando la realidad mostró lo duro de sus consecuencias, la tardía reacción del Gobierno fue ineficaz: la corrida cambiaria, que aún no ha cesado, se había instalado.

Imprevisión.

Lo mismo ocurrió con las tarifas. Nadie del círculo que rodea al Presidente se tomó la molestia de abrevar en la experiencia del ajuste tarifario de 2016. Los únicos que lo advirtieron fueron Elisa Carrió y el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, a quienes, por lo que se vio, no tomaron en serio. “Le dije a Mauricio que este ajuste era suicida”, confesó la diputada a quien el presidente desoyó.

Hubo otros errores. Uno de ellos –clave– fue creer que los senadores justicialistas actuarían como soldados de los gobernadores peronistas dialoguistas y les obedecerían ciegamente. Eso sucede cuando el peronismo está en el poder. Cuando el peronismo está en el llano y carente de liderazgo interno, los comportamientos son otros. Hubo además en ese bloque cansancio por sentirse socios solo en las noticias negativas y turbación cuando se les endilgó ser títeres de Cristina Fernández de Kirchner.

Otra cosa que nadie puede entender es la ausencia absoluta en el debate público del ministro de Energía, Juan José Aranguren. El debió haber salido a hablar para rebatir los argumentos de la oposición y para responder los cuestionamientos de mucha gente que no puede pagar sus facturas. “El problema de Aranguren es que no puede salir a hablar porque una persona que dice que tiene el 80% de su patrimonio fuera del país porque todavía ‘no cree en la Argentina’ carece de autoridad moral”, explica una voz del oficialismo.

Él tendría que haber sido el vocero de tarifas, haber salido a explicar cuál era la propuesta del Gobierno, cuáles son las perspectivas, por qué no se puede dar marcha atrás, y por qué el Gobierno sigue insistiendo en que las tarifas vayan por un ascensor y los salarios vayan por la escalera. Pero, claro, no tiene credibilidad ante la sociedad.

El Gobierno debe ahora retomar la iniciativa y replantear muchas cosas frente al presente y el futuro.

La clave pasará –una vez más– por la economía. La inflación está desbordada. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es ahora prioritario. Viene un tiempo de recortes. Habrá una desaceleración de la obra pública. Se congelarán vacantes en los distintos niveles de la administración pública. “Por necesidad y por vocación política tenemos que seguir convocando a todos”, afirma un hombre de la cercanía del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

No hay otra alternativa para un gobierno que tiene minoría en ambas cámaras del Congreso y solo 5 de los 24 gobernadores del país, y que acaba de hacer una convocatoria al acuerdo nacional a partir de la cual, después del acuerdo con el Fondo Monetario, se empezará a elaborar el Presupuesto 2019. En medio de la batalla parlamentaria por el tema tarifario, el Presidente perdió una oportunidad de generar un ámbito acuerdista ya que, más allá de haber criticado la aprobación de la emergencia, podría haber elogiado que, al mismo tiempo y en la misma sesión, la oposición haya votado tres proyectos de ley del Ejecutivo para “modernizar y agilizar” el Estado derivados de un DNU firmado a comienzos de año y que no tuvo aprobación parlamentaria.

Desafíos.

Macri sabe que debe estabilizar la economía este año para tener aspiraciones en 2019. El peronismo también tiene un desafío. El Gobierno le dejó servida en bandeja una victoria política que el justicialismo no desaprovechó. Fue lo que buscó consciente de que, desde un punto de vista técnico, sus propuestas eran inviables. El veto anunciado del Presidente les dio, paradojalmente, vía libre para aprobar alegremente una ley que sabían que era devastadora para las arcas fiscales.

Lo más significativo de todo este episodio para el PJ es que, de repente y gracias a los muchos errores cometidos por el oficialismo en estos últimos dos meses, se encontró con que la posibilidad de disputar el poder con chances de ganar en 2019 ya no luce como una utopía. Para eso necesita la unidad. El discurso del senador Miguel Ángel Pichetto dejó en claro que la unidad del peronismo tiene en CFK un escollo hasta ahora insalvable. Sus críticas a la ex presidenta no fueron casuales. Tuvieron como objetivo no solo hacer memoria de la desastrosa política energética –si es que hubo alguna– implementada a lo largo del kirchnerato, sino también marcarle la cancha.

Desmenuzado todo este análisis, lo que queda en el sedimento es la ciudadanía con sus problemas. Y se supone que la actividad política tiene como objetivo solucionarlos.  

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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Linda forma de apagar faroles… @dealgunamanera...

Linda forma de apagar faroles…

Gira presidencial. Tras el cachetazo del Senado al aumento de tarifas y el veto posterior, Macri estuvo en varias provincias. Esta imagen es de su visita a Cachi, Salta. Fotografía: Presidencia de la Nación.

Macri está convencido de que la razón cae siempre de su lado y que los opositores no comprenden las necesidades de la Argentina.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 03/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El debate por las tarifas terminó en las primeras horas del pasado miércoles. Los diarios no trajeron una buena síntesis de lo que se dijo esa noche. Y, para el viernes a la mañana, después del veto presidencial, los discursos de los senadores ya eran noticia vieja. Sin embargo, quien los escuchó podría objetar al periodismo este descuido provocado por su vocación por “lo último”, que puede saltearse “lo penúltimo”. Unos pocos ejemplos.

La intervención del senador Omar Perotti (justicialista de Santa Fe) fue reflexiva y equilibrada. Su voto era contrario a los deseos del Gobierno, pero antes de emitirlo, le recordó al Presidente que el muy favorecido sector financiero es mucho más grande y poderoso que el energético; que las tasas de interés están devastando a las Pymes, que no pueden cambiar sus cheques con descuentos del 60%; que, con los precios de la energía, muchas de esas empresas no podrán seguir produciendo (ya que, además, compiten, con importaciones responsables de un dumping, respecto del cual el gobierno de Macri no se preocupa en lo más mínimo). Perotti recordó también que, en 2016, había propuesto un Acuerdo del Bicentenario, por el que no se interesó nadie en el Poder Ejecutivo.

Una hora después habló el senador de Unión por Córdoba, Carlos Caserio. Acusó al Gobierno por no habilitar una discusión prolongada para encontrar una alternativa a los aumentos; le recordó la velocidad con que el ministro Dujovne respondió a una queja del sector agrario y la debilidad o la inexistencia de puentes con otros sectores que, hoy, sufren más que los cultivadores de soja. Le enseñó a Macri que los senadores no son títeres del gobernador de su provincia: “Yo no le tengo que preguntar a Schiaretti; y el día que tenga que pedirle permiso al gobernador, me voy de la política”.

Finalmente, a la una de la mañana, Pino Solanas comenzó un discurso apasionado, colérico y lleno de datos. “Sin proyecto energético, no hay proyecto de industria, ni proyecto de país”, dijo Solanas. Cito estas tres intervenciones porque su muy diferente estilo indica que el Senado tuvo una noche de reflexión sobre los acuerdos posibles; de independencia frente a los poderes ejecutivos nacional y provinciales; de memoria histórica y conocimiento de las amenazas presentes. Supongo que los discursos flotan por ahí en Youtube.

Fundamentalismo.

Macri no negocia los proyectos que envía al Congreso. La secuencia es la siguiente: los envía primero; cuenta los votos que le faltan; lo manda a Frigerio a ver si puede enmendar un rechazo previsible; presiona a los gobernadores, ignorando que éstos no manejan por control remoto a los senadores. Si estas sutilezas no obtienen resultados, recurre al veto. Ya lo hizo como jefe de Gobierno de la Ciudad. Está convencido de que la razón cae siempre de su lado y que los opositores no comprenden las necesidades de la Argentina. Alguien convencido de que tiene razón siempre es, entre otras cosas desagradables, un fundamentalista.

El perfil de Marcos Peña responde bien a esta antipática cualidad. Frigerio, que proviene de una familia política, no despierta el temor que suscitan los fundamentalistas, que se creen impulsados por una fuerza superior a ellos mismos: Dios, el Pueblo, el Líder, la Tierra, el Mercado o lo que fuera. El populismo puro y duro es fundamentalista. La democracia no debería serlo.

Macri no conoce bien las complejidades reales del sistema federal y tiende a pensarlo como piensa las relaciones dentro de su gabinete. Por lo tanto, apalabra gobernadores creyendo que ellos dirigen del mismo modo a quienes son senadores. En realidad, Macri es un dirigente centralizador. Preferiría no vetar la Ley de tarifas, pero actúa para que todo lo conduzca a vetarla.

Esta semana les dijo a los peronistas que no hicieran caso de las “locuras de Cristina”. Un insulto poco esperable de alguien educado en el Cardenal Newman, que no tomó en cuenta varias cosas:

1. Que los kirchneristas habían sido una presencia numerosa en el acto del viernes 25 de mayo.
2. Que no se caracteriza a un adversario político como chiflado.
3. Que ese adversario es más hábil en su respuesta y, ahora, además de Mmlpqtp, Macri cargará con “machirulo”.
4. Que se trata de una mujer que fue presidente de la república (no importa el juicio que se tenga sobre su gestión).

Tantos errores juntos parecen el acto de un torpe.

Me inclino a pensar, sin embargo, que esa torpeza es la consecuencia de la insensibilidad que caracteriza al sectarismo. Macri no tiene entrenamiento democrático y, pese al estilo afable, le sobra “seguridad de clase”.

Está convencido de que solo él (y sus fieles) conocen los caminos que debe seguir la Argentina para reparar los errores del gobierno anterior y, sobre todo, demostrar que se puede gobernar mejor. Para lo segundo, todavía le faltan pruebas. Se encierra en sus creencias y blinda su círculo. Por eso todo lo empuja hacia el fundamentalismo, porque sus soluciones, consideradas como si fueran las únicas, le parecerán siempre las mejores. También Cristina Kirchner se pensaba depositaria de un mapa de ruta inmejorable.

Macri presenta como decisiones inminentes temas importantes que exigen ser examinados: ahora le ha dicho al Ejército que ampliará sus áreas de incumbencia, atribuyéndole funciones que no figuran en las leyes sobre las cuales la Argentina llegó a un acuerdo después de la dictadura. No se preocupó por informar antes ni siquiera a sus seguidores de la UCR. Estas son las cosas que suceden cuando se desprecia lo que no se entiende.

Los actos.

El viernes 25 de mayo, el acto sobre la avenida 9 de Julio fue una evocación desvaída de un gran acto político. No subestimo el entusiasmo de los miles que saltaban y gritaban. Pero estaba ausente un contenido político fuerte y con capacidad organizativa. “La Patria está en peligro” no es una consigna sino una descripción de evocador tono poético. Sobre la ancha explanada, predominaba, junto a los jóvenes, una porción muy significativa de gente mayor de cuartenta y cincuenta años, señoras y señores conducidos por hijos y nietos, mujeres kirchneristas que me increpaban como si, por haber sido oposición en los años de Néstor y Cristina, yo hubiera perdido el derecho de ser oposición a Macri.

Asistí a casi todos los actos importantes de las últimas décadas. Para evitar el chiste fácil: esto no solo delata mi edad, sino la convicción de que hay puestas en escena que no se entienden bien en los planos de TV. Los grandes momentos de la política fueron escenas reveladoras: Alfonsín hablando desde el Obelisco con la mirada puesta en el Congreso; Menem llegando, todo de blanco, en un helicóptero que lo depositó, como si fuera Madonna, en la cancha de River; la asunción de Néstor Kirchner en 2003 y la ESMA en el 2004; muchos 24 de marzo donde todavía marchaban unidas las organizaciones; el primer acto contra la Resolución 125, de noche, en Plaza de Mayo, donde llegó D’Elía a hacer lo suyo. El último miércoles, la marcha de las organizaciones sociales que reclamaron un plan alimentario.

Nuestra cultura política está trenzada con esas imágenes.

A cincuenta años del Mayo francés y 49 del Cordobazo, sería insensato despreciar la originalidad de esas movilizaciones. Quienes hoy evocan las manifestaciones parisinas de Mayo 68, no pueden pasar por alto los actos locales. Nada nos garantiza un desenlace. Y ésa es precisamente la inestabilidad de la política contemporánea.

Inestabilidad, atomización, individualismo, son rasgos fluidos que se coagulan en las coyunturas electorales, si un candidato logra representar justamente esa ausencia de precisiones en la que navegan sus votantes. En 2015, Macri capitalizó la antipatía que produjo el último gobierno de Cristina Kirchner y la tendencia aspiracional de los sectores medios. Por eso, no necesitó actos masivos de campaña.

Sin embargo, dictaminar que los grandes actos ya no forman parte de los recursos de la política, parece un exceso. Sin duda, la ocupación física del espacio público ha perdido la trascendencia de hace medio siglo. Pero si esto fuera todo, no se explica la razón por la cual políticos amigos de Macri, como Donald Trump, disputan sobre la cantidad de público en su acto de asunción como presidente. Si todo tuviera tan poca importancia, las cosas serían fáciles para quienes carecen de fuerzas movilizadas y practican la miniatura del cara a cara: “Salgamos a timbrear un rato, dale”.

Incorporar el acto masivo a nuestro análisis político no es un signo de arcaísmo. Bien explicado, incluso Macri podría entenderlo, porque a él, como a millones, le gusta ver fútbol en la cancha. El aura de la política, del deporte y de la música todavía depende de esos frágiles vínculos físicos.



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