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domingo, 3 de febrero de 2013

Dólar y religión… De Alguna Manera...


Dólar y religión…

KICILLOF, KUNKEL Y ZANNINI. Padres de la epistemología K.

Cuando MDZ Radio de Mendoza lo sorprendió preguntando por los 17 parientes a los que les consiguió trabajo en el Estado, en lugar de articular alguna explicación, Carlos Kunkel respondió que enviaba saludos a Jorge Fontevecchia por preocuparse por sus familiares, pero no por los negocios que él hizo con la dictadura. Y cortó. Confunde a PERFIL con Clarín y La Nación y su ceguera ideológica no le permite siquiera preocuparse por registrar que Editorial Perfil fue, de las que sobrevivieron, la empresa de medios más perseguida por la dictadura, a pesar de todas las veces que repetimos nuestra historia de clausura, secuestro, puesta a disposición del PEN y exilio. Cuatro evidencias inequívocas y un buen ejemplo de lo que le pasa al kirchnerismo con la economía, porque como bien explica Paul Boghossian en su libro El miedo al conocimiento, “lo que nos lleva a creer ciertas cosas nunca es realmente la evidencia, sino una serie de motivos no epistémicos como el egoísmo o la ideología a la que estamos sometidos”.

Por ejemplo: todas las escuelas de economía enseñan que una inflación superior al 20% durante varios años termina produciendo daños serios, y que no se puede emitir el 40% por año sin que se generen consecuencias inflacionarias y desvalorización de la moneda. Pero para Axel Kicillof, simpatizante del posmarximo, o Carlos Zannini, neomaoísta, todo es relativo y desconfían del conocimiento canónico porque estará siempre influido por el poder que intenta validarlo.

Para ellos, si Estados Unidos puede emitir sin que el dólar se desvalorice (mucho), ¿por qué nos van a recomendar a nosotros disciplina monetaria? Los que siguen la ortodoxia económica intentan colonizarnos por una academia que sirve a los intereses de los dominadores para mantenernos dominados.

Los kirchneristas no son ni mínimamente originales en su intento emancipatorio de la ciencia. El constructivismo radical, groseramente definido como “todo es social”, cree que nuestras formas de conocer son artificiosas y convencionales, que somos nosotros y no la realidad responsables de lo que conocemos porque la verdad y la falsedad no son el resultado de un escrutinio racional. Esa es la doctrina de la igual validez epistémica, un movimiento fuerte que surgió como respuesta al colonialismo que justificó la destrucción de los pueblos originarios en la superioridad de la ciencia occidental. Ninguna superioridad científica justifica el aniquilamiento de los pueblos originarios, pero quedar prisioneros de un sentimiento de revancha mal expresado en una rebeldía cognitiva, en este caso de la ciencia económica, nos hará más dependientes y menos emancipados. Alemania no tiene ese complejo de colonia frente a la economía anglosajona que dos veces la conquistó y no emite moneda sin parar para solucionar el problema de la zona del euro. Si fuera tan fácil...

Pero lo que se considera evidencia irrefutable puede no serlo para quienes están apasionados por una ideología o una religión. El ejemplo clásico es el del cardenal Belarmino, que cuando Galileo Galilei lo invitó a mirar por su telescopio para que comprobara con sus propios ojos el movimiento de las estrellas y los planetas, se negó a hacerlo porque él tenía una fuente de evidencia irrefutable sobre el origen del universo: la lectura de la Biblia.

Los pueblos originarios también tenían su propia evidencia sobre el origen de la vida y, en lugar de haber llegado a América desde Asia cruzando por el estrecho de Bering, su creacionismo asumía que habían llegado desde alguna otra dimensión física, del espacio o del centro de la Tierra.

La crítica que la ciencia clásica le realiza al constructivismo radical y específicamente a quienes sostienen que “no hay un conocimiento superior, sino únicamente conocimientos diferentes cada uno apropiado a su entorno particular”, es que sus seguidores priorizan lo políticamente correcto, el multiculturalismo y lo que sería deseable que fuera antes que lo que objetivamente la ciencia demuestra que es. La corrección política por sobre un genuino conocimiento.

Ese narcisismo nacional, de “somos los mejores” como reacción, es adolescente. Y es un verdadero obstáculo epistémico que nos impide solucionar nuestros problemas de una vez. Otra vez el espiralamiento entre inflación y aumento del dólar. Como si no hubieran pasado dos décadas podemos ir al futuro volviendo al pasado. Hace unos meses en uno de sus Panoramas Internacionales, Dante Caputo, quien recién regresaba a la Argentina después de vivir varios años en Estados Unidos trabajando para la OEA, recordó una frase de Ernesto Sabato sobre que la Argentina era como un trompo, se movía vertiginosamente pero no avanzaba, siempre estaba en el mismo punto; parece que pasan muchas cosas y cambiamos a un ritmo vertiginoso, aunque estamos eternamente en el mismo sitio, confundimos movimiento con avance.

La búsqueda de una ciencia revolucionaria en lugar de ordinaria que apele a mecanismos de justificación diferentes (relato) no puede hacernos caer en el error de no poder distinguir entre creencias tercamente basadas en prejuicios de inferencias relevantes como la relación entre emisión, inflación y desvalorización de la moneda.

Creer que todo conocimiento es socialdependiente, condicionado por valores particulares, que refleja las necesidades y los intereses contingentes de la sociedad en cuestión, lo que influencia las observaciones que realizan y cómo evalúan la evidencia que encuentra, no puede hacernos insensibles a razones o llevarnos a creer que todo es emocionalidad. Construimos mundos al construir versiones, las palabras se adecúan a nuestros propósitos, pero una parte de los hechos no dependen de nuestras descripciones sobre ellos, como lo demuestra el aumento del dólar paralelo a partir del cepo cambiario. Todo se puede hacer, lo que no se puede es evitar las consecuencias.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 02/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.