viernes, 22 de noviembre de 2019

El eterno retorno... del peronismo… @dealgunamanera...

El eterno retorno... del peronismo… 


El peronismo logró vencer a la coalición Juntos por el Cambio y frustrar la reelección de Mauricio Macri. El fracaso económico del gobierno y la reunificación del peronismo explican el retorno de este último al poder más rápido de lo que hasta hace poco se esperaba.

© Escrito por María Esperanza Casullo el domingo 27/10/2019 y publicado por Nueva Sociedad de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El domingo 27 de octubre, Argentina se dio nuevo gobierno. Lo hizo mediante un acto eleccionario en el cual el país asistió a varias novedades: por primera vez en su historia nacional, fue derrotado un presidente en funciones que buscaba su reelección; por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, un presidente no peronista logró llegar a las elecciones luego de cuatro años de mandato con posibilidades de ser reelegido; por primera vez un ex-presidente (en este caso, ex-presidenta) va a asumir como vicepresidente de la nación; por primera vez, asumirá un presidente que no ha pasado por ninguna función ejecutiva o electiva previa. También será la primera vez que el peronismo llegue al poder derrotando a un presidente en ejercicio (en 1989, Raúl Alfonsín no era candidato; en 2003, Néstor Kirchner no compitió contra Fernando de la Rúa, quien había renunciado dos años antes). Con la asunción del nuevo gobierno, el próximo 10 de diciembre, Argentina llegará a 36 años de estabilidad democrática, no solo con elecciones libres sino con alternancia en el poder.
Pero comencemos por el principio: ¿cómo puede explicarse que Mauricio Macri haya logrado lo que solo otros dos presidentes latinoamericanos pudieron antes, vale decir, ser derrotado en su intento reeleccionista?
En enero de 2016 publiqué un artículo en Nueva Sociedad titulado «El gobierno de Mauricio Macri: entre lo nuevo y lo viejo», en el que intentaba sistematizar las dimensiones con las cuales evaluar la gestión del entonces nuevo gobierno. Argumentaba que Cambiemos (la coalición integrada por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica) había llegado al gobierno con algunas promesas sustantivas que habían concitado apoyo en la población, entre ellas, la reducción de la inflación, una mayor liberalización económica (sobre todo, la posibilidad de comprar dólares y de acceder a bienes de consumo limitados por el «estatismo» kirchnerista) y, en especial, la perspectiva de derrotar políticamente, y de manera definitiva, al kirchnerismo (una popular consigna antikirchnerista era «No vuelven más»). De estas tres cuestiones dependería su éxito o fracaso.
Es evidente que el resultado adverso en las urnas del domingo 27 de octubre solo puede explicarse como resultado de haber incumplido totalmente las dos primeras promesas. No obstante, la resiliencia política de Cambiemos hacia el futuro se explica a partir del éxito (parcial) en el cumplimiento de la tercera.
Resulta tal vez redundante, pero necesario, recentrar el análisis de la derrota de Juntos por el Cambio (el nuevo nombre de Cambiemos) en su gestión de gobierno, ya que aquí se cifra la causa principal. El gobierno de Macri no solo no disminuyó la inflación (aunque en la campaña había dicho que eso era «muy fácil»), sino que la aumentó (el gobierno kirchnerista se retiró con una inflación de alrededor de 25% anual; la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos antes de las elecciones alcanzó un 6% mensual). No llovieron las inversiones privadas, como había prometido el gobierno market-friendly, y la gestión económica macrista disminuyó las posibilidades de consumo de la mayoría de la población.
En un país en el que el acceso al consumo es una demanda prácticamente universal, no solamente los bienes de primera necesidad y suntuarios resultaron más caros en términos reales sino que su oferta se empobreció: menos variedad de marcas y de productos en los supermercados y nula apertura a las marcas aspiracionales globalizadas que sus votantes buscaban. No solo no se instaló en Argentina un Apple Store, ni vinieron H&M o Forever 21, sino que de repente se volvió difícil para grupos sociales enteros comprar queso o lácteos. A punto que tal que Cristina Fernández de Kirchner ironizó: «Estos son malos capitalistas, conmigo sí había capitalismo (...) que no me jodan más con lo del capitalismo».
Si bien en algunos sectores aumentó la oferta de servicios (por ejemplo, en el mercado de transporte aéreo, con el ingreso de las llamadas low cost), cabe señalar que el gobierno de Macri fue mucho más «proempresas» que «promercado», para utilizar la útil clasificación de James Bowen. La concentración empresarial en los sectores de servicios públicos, bancario, de telefonía celular y de medios de comunicación fue una constante. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías (que incluyó la caída de cuatro millones de personas bajo la línea de pobreza y el crecimiento de la pobreza hasta alcanzar al 35% de la población) no condujo al «círculo virtuoso» en el cual un menor salario real dinamizaría la demanda de empleo, que se suponía frenada por el alto costo laboral argentino.
En síntesis: Argentina cerrará este ciclo de gobierno con una caída del PIB proyectada para este año de 3,1%. Finalmente, y casi como una cruel ironía, Macri terminó su mandato reinstalando controles de cambios: la posibilidad de ahorrar en la moneda estadounidense fue la demanda que había unificado a sus votantes desde que el gobierno de Fernández de Kirchner implementó el llamado «cepo» en 2012. El cepo actual es aún más restrictivo que el de entonces: solo se pueden comprar 200 dólares mensuales por persona.
No puede resultar sorprendente, por lo tanto, que el núcleo del voto del peronismo hayan sido las zonas geográficas de Argentina más impactadas por el deterioro productivo y socioeconómico de estos cuatro años. La victoria de Alberto Fernández, cuya candidatura permitió reunificar al peronismo, se construyó con los votos de las zonas industriales y populosas del Conurbano bonaerense (profundamente afectadas por la caída del empleo) y las provincias del sur y el norte del país. La Patagonia, en particular, resultó adversa para el macrismo, que una y otra vez la consideró una región de privilegios indebidos, por ejemplo, por recibir subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Tampoco resulta sorprendente que el núcleo del voto de Juntos por el Cambio se haya distribuido en espejo: las zonas agrícola-ganaderas del centro pampeano del país fueron, son y seguramente serán el corazón del proyecto político del macrismo en la oposición.
Pero el macrismo no sólo no pudo entregar buenos resultados macroeconómicos: resultó llamativo durante estos cuatro años su desapego (que bordeó en la displicencia) hacia la gestión del Estado. El gobierno de Cambiemos no tuvo prácticamente políticas insignia novedosas ni dejará tampoco leyes reformadoras de gran relevancia. En salud, educación, tecnología y política social, su gestión fue o bien la clausura de políticas enteras, o bien una continuidad desganada del statu quo anterior, cualquiera fuese este. No hubo reformas de fuste o creación de nuevas capacidades estatales en prácticamente ningún área. La inversión en infraestructura de transporte, vivienda y saneamiento ambiental fue módica. Por momentos pareció como si el gobierno de Macri hubiese estado auténticamente convencido de que el único y fundamental deber de su gobierno era retirar al Estado lo más posible, con la convicción de que desaparecido este obstáculo, las fuerzas del mercado desarrollarían autónomamente el país. Se abrió el debate del aborto pero no se aprobó y, en la campaña, el oficialismo hizo un giro «provida».
Queda aún la tercera promesa de Macri: derrotar definitivamente y para siempre al kirchnerismo (primero) y al peronismo (luego de 2017), con la paradoja de que Macri buscó un candidato a vicepresidente peronista (antikirchnerista), Miguel Ángel Pichetto, y que varias provincias «amarillas», como Córdoba o Santa Fe, donde ganó Macri, tienen también gobernadores peronistas. En esta meta podemos encontrar (paradójicamente, ya que fue derrotado por el revitalizado adversario peronista) los mayores éxitos del macrismo.
Juntos por el Cambio alcanzó 40% de los votos en unas elecciones disputadas en medio de una grave crisis económica porque la coalición respondió con mucha claridad a la pregunta de a quién representaba: a los y las votantes cuya primera prioridad ideológica es enfrentarse, de plano y definitivamente, con el peronismo, con votantes peronistas a los que imaginan radicalmente distintos de ellos mismos, y con la dimensión plebeya, contestataria y popular que el peronismo (tanto en sus versiones neoliberal durante la década de 1990 como nacional-popular durante el kirchnerismo) no tiene empacho en traer a la arena política.
El giro hacia el antiperonismo puro y duro se reforzó en el último mes antes de las elecciones, durante el cual Macri llevó adelante una larga gira por todo el país bautizada «Sí se puede». En ella inauguró una fase de «liderazgo carismático» (que incluyó, por ejemplo, besar el pie descalzo de una seguidora sobre el escenario) que pocos anticipaban, pero que fue eficiente en movilizar a su base más fiel. Si bien la coalición Juntos por el Cambio fue derrotada, conservó una buena porción de votos, ganó en las provincias agroganaderas del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), en San Luis y la Ciudad de Buenos Aires, y se aseguró un bloque muy nutrido en el Congreso. No es poca cosa. El precio, sin embargo, fue la consolidación de un discurso con ribetes clasistas –e incluso racistas–, cuyo desenvolvimiento en la esfera pública habrá de ser monitoreado.
Lo que viene es una incógnita, ya que hay pocos elementos del pasado con los cuales establecer comparaciones o analogías, y el peronismo siempre se reinventa a sí mismo. Como en los últimos años, la economía será el principal desafío del nuevo gobierno: la deuda externa, asumida en su totalidad por el gobierno de Macri, deberá ser renegociada. Alberto Fernández deberá negociar con los actores económicos y sociales del país a fin de que todos acepten perder algo: los acreedores deberán resignar ganancias, los sectores agroexportadores tal vez deberán pagar más impuestos y las bases sociales del peronismo deberán tal vez aceptar que la mejoría en su calidad de vida y sus ingresos no será todo lo rápida que ellos se imaginan hoy.
Además, ambos bloques deberán maniobrar en una situación en la cual las diferencias ideológicas entre los votantes –en las elecciones más polarizadas desde 1983– parecen haberse solidificado de manera abierta, al aire libre, en el reino de lo dicho y no de lo insinuado. Lo esperable no es la desaparición de los antagonismos políticos (no es esa la «cultura» argentina) pero sí, al menos, su canalización en los espacios del Congreso y la negociación sectorial institucionalizada. También es una incógnita cómo funcionará la encarnación actual del peronismo, de la cual el kirchnerismo es una parte fundamental pero no la conductora, y Fernández de Kirchner fungirá, de manera inédita, como vicepresidenta (tal vez valga la pena recordar que el peronismo en el poder hasta ahora se ha verticalizado siempre bajo la figura de la autoridad presidencial). 
Por el momento, vale la pena señalar que, en una región que está en este momento sumida en serias turbulencias políticas, Argentina vivió una elección presidencial en la que dos visiones de país distintas –una de centroizquierda y otra de centroderecha– se enfrentaron pacíficamente.

Esta elección libre no es poca cosa: al ejercerla, la sociedad argentina decidió que un gobierno que teóricamente venía a hegemonizar la política nacional por cien años durará sólo cuatro.


jueves, 21 de noviembre de 2019

Malvinas: el día "V" de vergüenza… @dealgunamanera...

Malvinas: el día "V" de vergüenza…

Puerto Argentino. Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

El 20 de noviembre está previsto el primer vuelo entre San Pablo y las islas. Sí, el Día de la Soberanía Nacional. Una metáfora del plan de entrega que llevó adelante Cambiemos.

© Escrito por Jerónimo Guerrero Iraola, Abogado Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata, el lunes 19/11/2019 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El Presidente Mauricio Macri se ha encargado de desguazar el Estado, a partir de una lógica constante de desarticulación de los mecanismos institucionales, jurídicos, políticos, económicos y culturales que componen la soberanía nacional. Desde el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata (CECIM) sostenemos que Cambiemos ha llevado adelante un plan sistemático de entrega soberana.

Entre los hitos de este desaguisado, sin dudas se destaca el acuerdo Foradori/Duncan del 13 de septiembre de 2016. En él se establecieron las bases desde donde se desplegaron diversas acciones políticas, que debilitaron los posicionamientos históricos y los consensos democráticos que nuestro país supo edificar respecto a la irrenunciable reivindicación en torno a la soberanía sobre las Malvinas, islas del Atlántico Sur, Antártida y espacios marítimos circundantes.

El Decreto 602/2019 constituye, así, un capítulo más de esta compleja trama. El hecho de habilitar los vuelos entre San Pablo y Malvinas, con escala en Córdoba, implica mejorar las condiciones logísticas del Reino Unido. Ello, para ser claros, incidirá en forma concreta en tres aspectos nodales, que impactan en forma negativa sobre nuestro Estado: hidrocarburos, pesca, y militarización del Atlántico Sur. 

De esta forma el Presidente y su gabinete, han autorizado a “explotar servicios regulares internacionales de transporte aéreo de pasajeros, carga y correo, utilizando aeronaves de gran porte”. Ello implica que, sobre nuestro cielo, podrán desplazarse personas, armamento, infraestructura y tecnología pesquera o hidrocarburífera. En esto no debe haber debate, el Reino Unido lleva adelante una explotación ilegítima e ilegal de nuestros bienes naturales, y además ha exteriorizado una peligrosa pretensión sobre el territorio antártico. En dicho sentido, el Estado argentino le ha brindado “facilidades” no sólo para llevar adelante dichas actividades, sino que ha mejorado su posición en lo que concierne a los debates futuros, al habilitar la interconexión aérea con un hub (centro de operaciones)  como lo es el aeropuerto de San Pablo.

Por su parte, nuestra Constitución Nacional, en la cláusula transitoria primera, expresa en forma clara y precisa que La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional y agrega que la “recuperación de dichos territorios (...) [constituye] un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. A su vez, existe un derecho a la soberanía, toda vez que el texto constitucional, en su artículo 41, estipula que las acciones presentes no deben condicionar a las generaciones futuras.

El porvenir de esta Argentina bicontinental y oceánica se encuentra en el Atlántico Sur y en la Antártida. Malvinas, amén de ser una causa que desde tiempos inmemoriales mueve la resistencia de nuestro pueblo, es también un desafío presente en términos geopolíticos, en la misión de comenzar a concebir una agenda de desarrollo para las próximas décadas.

Es por ello que desde el CECIM La Plata hemos presentado una acción declarativa de inconstitucionalidad, y nos hemos presentado también como querellantes en la causa iniciada por la abogada Valeria Carreras, en la que se solicita se investigue el delito de traición a la Patria por parte del Presidente y varios Ministros. 

Comprendemos que el Poder Judicial, debe realizar un test de constitucionalidad en relación al Decreto 602/2019 y declarar su nulidad absoluta. Asimismo, comprendemos que se deben suspender los vuelos San Pablo - Malvinas (tal como solicitó el Fiscal Di Lello), e investigar la posible comisión de delitos de acción pública por parte de los funcionarios intervinientes.

El 20 de noviembre está previsto el primer vuelo. Sí, el Día de la Soberanía Nacional. El Poder Judicial argentino deberá tratar la reedición contemporánea de la Vuelta de Obligado. ¿Será justicia?


lunes, 18 de noviembre de 2019

Amistoso Selección Argentina. Argentina 2 vs. Uruguay 2... @dealgunamanera...

  
Argentina cerró el año con un empate ante Uruguay…


El seleccionado argentino igualó 2 a 2 en el último partido del año ante su par uruguayo, en Tel Aviv, Israel. Cavani y Suárez, con un golazo de tiro libre, marcaron para el conjunto charrúa que siempre estuvo arriba; Agüero, de cabeza, y Messi, de penal sobre el final, marcaron para la Albiceleste.


© Publicado el lunes 18/11/2019 por el Diario Jornada de la Ciudad de Trelew, Provincia del Chubut, República Argentina.

El seleccionado argentino de fútbol obtuvo esta tarde un agónico empate 2-2 ante su par de Uruguay, con un penal anotado por Lionel Messi, en un amistoso celebrado en la ciudad de Tel Aviv, en Israel, en el último encuentro del 2019, por la doble fecha FIFA.

El mejor jugador del mundo coronó una convincente actuación con un disparo bajo que engañó al arquero de Independiente, Martín Campaña, ya en tiempo de descuento, cuando el elenco 'celeste' se regodeaba con la posibilidad de sumar un triunfo en el clásico rioplatense, después de seis años.

El equipo dirigido por Lionel Scaloni, al igual que lo ofrecido el viernes pasado en Ryad ante Brasil (1-0), tuvo que remontar dos veces el resultado, mostrando carácter y autoridad como para cumplir tal tarea.

Uruguay, que responde a un esquema clásico diseñado por su veterano entrenador Oscar Washington Tabárez, se puso arriba en la pizarra, a los 33 minutos del primer tiempo, por intermedio de Edinson Cavani, tras una precisa maniobra colectiva.

En la segunda etapa, a los 18 minutos, el delantero Sergio Agüero, con un cabezazo, estableció el 1-1 parcial.

Y sobre los 23m del complemento, cuando peor la pasaba, el equipo 'celeste' volvió a adelantarse en el tanteador, con un tiro libre ejecutado por Luis Suárez, en donde el arquero de Boca Juniors, Esteban Andrada, pudo haber ofrecido una respuesta más segura.

En los 45 minutos iniciales, el equipo argentino buscó hacerse dueño del desarrollo, aunque falló en el tramo final de la cancha, sin mostrar la suficiente profundidad como para inquietar a una sobria zaga uruguaya.

Además, por momentos, al elenco de Scaloni pareció faltarle un 'soldado más' en la mitad de la cancha, por lo que el técnico debió recurrir al retraso de Paulo Dybala a la posición de mediocampista por el costado derecho.

Más allá de esa consideración, la labor de Marcos Acuña por izquierda le sirvió al equipo albiceleste como pistón para buscar desbordes por la banda. El ex mediocampista de Ferro y Racing colaboró con Messi, quien se mostró activo y decidido, a pesar de no gravitar tanto en los últimos metros de la cancha.

Pero Uruguay, un equipo con trabajo desde hace años, supo imprimirle velocidad y precisión a un desprendimiento ofensivo para sacar ventaja. A los 33m., un pase en cortada de Federico Valverde (Real Madrid) para Brian Lozano hacia el sector izquierdo derivó para Lucas Torreira, quien mandó un centro cruzado para Suárez, que se la bajó a Cavani para que definiese ante la salida del guardavallas de Boca.

La solitaria chance que el equipo albiceleste tuvo antes de la finalización del primer período se dio a los 38m., cuando Paulo Dybala venció la resistencia de Campaña, con un disparo bajo, pero la maniobra fue invalidada por una mano previa del ex jugador de Instituto de Córdoba.

En la segunda etapa, Argentina entregó grageas del buen funcionamiento que exhibió en el primer encuentro ante Brasil en Arabia Saudita, con Messi como conductor.

Y sobre los 18m. Llegó el empate, con un tiro libre del crack rosarino que encontró la cabeza de Aguero en el medio del área.

En el mejor momento argentino, el equipo uruguayo encontró petróleo en el desierto. Luis Suárez fue víctima de una infracción y el propio delantero del Barcelona ejecutó el tiro libre con 'rosca' que le permitió a los dirigidos por el 'Maestro' Tabarez ponerse otra vez arriba (23m.).

De allí hasta el cierre del partido, Argentina hizo los méritos suficientes como para conseguir la igualdad, aun con un Uruguay que prácticamente se resignó a la chance de continuar atacando, más allá de que podían aparecer espacios o huecos.

Hubo un remate alto de Aguero (de buenos segundos 45 minutos), un tiro de Dybala junto al poste derecho y otro cabezazo del 'Kun' que obligó a una excelente intervención de Campaña.

Cuando el partido llegaba al cierre, un desborde de Saravia por izquierda permitió un tacazo de Lautaro Martínez (había ingresado por Dybala) y la consecuente mano de Martín Cáceres fue sancionada con penal por el árbitro israelí Roi Rainhsriber.

La ejecución de Messi, que llegó a la anotación número 70 con la camiseta celeste y blanca, estampó la lógica igualdad, en el marco de un atractivo clásico rioplatense.

Síntesis:

Argentina: 2

Esteban Andrada; Renzo Saravia, Nicolás Otamendi, Germán Pezzella y Nicolás Tagliafico; Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Marcos Acuña; Lionel Messi, Sergio Agüero y Paulo Dybala. DT: Lionel Scaloni

Uruguay: 2

Martín Campaña; Martín Cáceres, Sebastián Coates, Diego Godín y Matías Viña; Lucas Torreira, Matías Vecino, Federico Valverde y Brian Lozano; Edinson Cavani y Luis Suárez. DT: Oscar Tabárez.

Gol en el primer tiempo: 33m. Cavani (U)

Goles en el segundo tiempo: 18m. Agüero (A); 23m. Suárez (U); 46m. Messi (A), de penal.

Cambio en el primer tiempo; 16m. Giovanni González por Coates (U) En el segundo; 10m. Diego Laxalt por Cavani (U); 22m. Nicolás Domínguez por Acuña (A); 29m. Rodrigo Bentancur por Valverde (U); 30m. Lautaro Martínez por Dybala (A); 33m. Nicolás González por Paredes (A); 42m. Bryan Rodríguez por Brian Lozano (U); 43m. Guido Rodríguez por De Paul (A)

Amonestado: Cavani, Vecino, Godín (U) Paredes, Nicolás González (A)

Estadio: New Bloomfield (Tel Aviv)

Árbitro: Roi Rainhsriber (Israel).





Video: TyC Sport.


Porque duele lo que duele… @dealgunamanera...

Porque duele lo que duele…


Creo que:

Duele la cabeza... de buscar respuestas, de intentar encontrar soluciones, de pensamientos en guerra.

Duelen los ojos... porque intentamos ver más allá, por esforzarnos en ver un futuro incierto, porque han visto demasiado.

Duele el cuello... porque llevamos mucho tiempo manteniendo la cabeza erguida, esforzándonos en no bajarla nunca, manteniendo la frente en alto cueste lo que cueste, o quizás por haberla bajado mucho tiempo.

Duelen los brazos... de sostenernos, de estar aferrados a algo para no caernos cada vez que nos ha temblado el suelo, también de la fuerza hecha al levantarnos tantas veces.

Duelen las manos... de sostener lo insostenible y también de estar siempre con los brazos tendidos ayudando a los demás a levantarse.

Duele la espalda... de tantos cielos que se nos desplomaron encima, de tanta carga que llevamos en la mochila, del peso de querer cargar con lo propio y ajeno.

Duele la garganta... de las palabras no dichas, de tantas verdades no cantadas, de los gritos enmudecidos.

Duele el pecho... de la angustia contenida como un pájaro encerrado en una jaula entre las costillas, sentimos que no podemos respirar como la angustia y otras emociones contenidas no pueden volar.

Duele el estómago... de tanto pasado ni digerido, de tantos tragos amargos que no pudimos elaborar.

Duelen las piernas... de tanto camino hecho, de tantas montañas escarpadas que nos ha tocado subir, de lo cuesta arriba que se nos ha hecho la vida por momentos.

Duelen los pies... de tantas piedras con las que tropezamos, de tantas espinas clavadas por caminar descalzos sin protegernos. 

No importa lo que duela... pero que duela porque la vida valió la pena, que al final es lo único que importa.

© Alas en rebeldía
Identificador 1911122465389
Licencia Todos los derechos reservados
— con Verónica Rodrigues.







domingo, 17 de noviembre de 2019

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?... @dealgunamanera...

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?...

Piñera. El presidente tardó en hacer concesiones y hoy la oposición busca su renuncia. Fotografía: DPA

El país trasandino es prueba de que los errores de los gobernantes a veces no tienen retorno, por más correcciones que intenten.

© Escrito por Claudio Fantini el sábado 16/11/2019 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Chile, además de Bolivia, es una prueba de que los errores de los gobernantes, cuando disparan protestas, ya no tienen retorno por más correcciones que intente el gobernante que cometió el error.

En alguna medida, se trata de un fenómeno de época que se ve en todos los rincones del planeta. En Beirut, donde a las protestas las detonó un impuesto al WhatsApp y derivaron en la caída del primer ministro, y en Hong Kong, donde el gobierno autónomo de Carry Lam cometió el error de imponer una ley de extradición que le pidió el poder central de China. Esa ley detonó las protestas. Se intentó detenerlas retirando la ley, pero ya era tarde para lograr que las multitudes abandonaran las calles.

En Chile, Sebastián Piñera sacó el ejército ante las primeras protestas con actos de violencia, y habló de “una guerra contra un enemigo poderoso”. Los militares en la calle fueron una postal del tiempo de Pinochet y actuaron como nafta sobre el fuego.

Después anuló los aumentos que provocaron las protestas pero no hubo vuelta atrás. Cuando amainaron un poco, Piñera apreció en cámara con un discurso que volvió a ser nafta sobre el fuego. Primero describió todas las concesiones que había hecho para que cedan las protestas, dejando para la parte final, que fue la más prolongada y subrayada por el propio presidente, el anuncio del endurecimiento de las leyes contra los actos violentos en las protestas. Fue otro negligente baldazo de nafta al fuego, por eso el día siguiente fue mucho más violento.

De todos modos, que la oposición no esté ayudando más al apaciguamiento no es justificable, sobre todo a partir del anuncio del martes a la noche. En ese mensaje, a pesar de haber comenzado anunciado el refuerzo de los carabineros, reafirmó su compromiso con una reforma de la Constitución. Una oferta que, objetivamente, no puede ser minimizada. Esa reforma podría posibilitar la gratuidad en la educación de excelencia que es uno de los instrumentos que mantienen la desigualdad social.

La oposición puede aportar a esas correcciones profundas que necesita el modelo chileno, o puede apostar a que la creciente represión convierta a Piñera en dictador, o que las protestas y la violencia terminen obligándolo a renunciar.




Crisis Regional. Reapareció la miopía política… @dealgunamanra...

Crisis Regional. Reapareció la miopía política…

Sin eufemismos, Susana Malcorra. Dibujo: Pablo Temes.

Ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández estuvieron a la altura del desafío que planteó el violento quiebre institucional en Bolivia.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 17/11/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


En la transición institucional de la nada por la que atraviesa la Argentina, la agenda política ha estado en esta última semana dominada por la convulsionada realidad que se vive en Bolivia y en Chile.

En esa “discusión” ha emergido –una vez más– la miopía de gran parte de la dirigencia política vernácula para analizar los hechos en la totalidad de su verdadera dimensión.

A Mauricio Macri le faltó jerarquía de estadista para manejar el quiebre institucional sucedido en Bolivia. Debió haber sido el primero en ofrecerle asilo político a Evo Morales.

Habría sido un gesto de extraordinario valor que, superando el abismo ideológico que los separa, hubiese dado asilo político al depuesto presidente cuya vida corría peligro.

El tortuoso vuelo que llevó a Morales desde La Paz a la ciudad de México da la idea exacta de lo mucho que se habría simplificado su salida del país, donde su seguridad y su libertad corrían serios riesgos.

El argumento usado por el Presidente de que no le otorgó el asilo a causa de la transición, es absolutamente falaz. Lo que estaba en juego era la vida de Morales. La ex canciller Susana Malcorra, no se anduvo con vueltas y definió la situación con rigor adamantino: en Bolivia hubo un golpe de Estado, sentenció.

Alberto Fernández actuó como si hubiera sido el presidente en funciones. Fue él quien habló con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y con el del Paraguay, Mario Abdo Benítez, para negociar con el primero el asilo político al presidente derrocado y con el segundo, el permiso para reabastecimiento del avión de la Fuerza Aérea mexicana que lo transportó.

Pero, junto con la condena al golpe de Estado, Fernández debió haber hecho mención no solo al fraude electoral denunciado por la OEA en el comicio del 20 de octubre sino – y principalmente– al desconocimiento por parte de Morales del plebiscito de febrero de 2016, por el que la mayoría de ciudadanía boliviana rechazó la posibilidad de que se presentase a un cuarto mandato. ¿Puede ignorar tamaña irregularidad institucional que, en los hechos, implicó desconocer nada menos que la expresión de la voluntad popular?

Que lo haya sido ignorado por Cristina Kirchner, que condenó con un tuit la autoproclamación de Jeanine Añez, no sorprende. Ella ha hecho del relativismo moral un dogma. Pero del presidente electo se esperaba una visión más abarcadora y ajustada a la realidad de los hechos.

La conversación sobre el tema entre Macri y Fernández es otra oportunidad perdida por la dirigencia argentina para demostrar capacidad para acordar políticas de Estado, lo que habría prestigiado a nuestro país.

Transición. Alberto Fernández ha decidido llevar adelante la transición con una centralidad absoluta, lo que desconcierta a muchos de quienes trabajan a su lado, a los que les cuesta adaptarse al desorden reinante en las oficinas de Puerto Madero en las que atiende.

Los que dicen conocer su pensamiento sostienen que actúa así para preservarse de las presiones y las disputas entre los distintos sectores internos del Frente de Todos.

Por eso hay tantas versiones sobre la conformación del futuro gabinete. Muchos de los nombres mencionados no tienen aún ningún guiño por parte de Alberto Fernández.

Ante la incertidumbre, no faltan quienes hacen circular supuestos favoritos para posicionarlos en el escenario de los posibles nominados.

Lo que sí se sabe es la lista de los que están vetados por CFK, que hasta hoy integran: Mirta Tundis, Florencio Randazzo, Martín Redrado, Juan Manuel Abal Medina y Diego Bossio.

En ese tira y afloje por espacios de poder, La Cámpora busca un lugar donde refugiarse. Las magras performances electorales de sus dirigentes en municipios bonaerenses clave –Florencia Saintout en La Plata y Fernanda Raverta en Mar del Plata, donde cerró su campaña el FdT– complicaron a la agrupación insignia del kirchnerismo duro.

Hasta el momento el único nombre seguro es el de Eduardo “Wado” de Pedro, quien desplazó a Andrés Larroque de su posición de liderazgo.

De esos posibles “refugios”, hay que prestarle atención a la presidencia de la Cámara de Diputados bonaerense y al Banco Provincia.

Mientras tanto, Axel Kicillof ha decidido bajar precipitadamente su perfil. Aún resuena en los oídos de los líderes peronistas del Conurbano el horrible discurso que recién electo pronunció la noche de la victoria.

Definiciones. Las definiciones comenzarán a producirse una vez que CFK regrese de su viaje a La Habana, tras visitar a su hija Florencia, cuyo cuadro psiquiátrico es delicado.

El presidente electo dialogará con su vice sobre medidas de gobierno y nombramientos. Sergio Massa también aspira a tener voz en la selección de candidatos a ocupar cargos. Va a ser un presidente de la Cámara de Diputados con alto perfil. A no olvidarlo.

El nombre de Roberto Lavagna estuvo en estos días en circulación, potenciado por la larga charla que mantuvo hace un par de semanas en su casa del barrio de Saavedra con AF. “Roberto no le sugirió ningún nombre a Alberto; lo que él ofreció fueron propuestas”, señala con énfasis alguien de su cercanía extrema. Se sabe que el ex candidato presidencial sigue con preocupación y críticas el devenir de esta transición desvaída.   

La interna a futuro en Cambiemos va a ser dura. Alfredo Cornejo viene repitiendo sistemáticamente que se acabó la conducción unipersonal. Todo deberá consensuarse, algo que no ocurrió en estos cuatro años de gobierno.

Cambiemos. Macri estuvo el martes reunido con Emilio Monzó. El encuentro, que se realizó a pedido del Presidente, fue decididamente malo. El futuro del actual presidente de la Cámara de Diputados es, por ahora, una incógnita.

El Presidente va a vivir en una casa en Olivos. Su desembarco bonaerense no ha sido visto con buenos ojos por la gente de María Eugenia Vidal, quien vive ahora un período de desangelamiento. “Antes la querían todos; ahora, parece que no la quiere nadie”, reflexiona con amargura alguien de su entorno.

El lugar elegido por Macri para su nueva residencia no es casual. Gobierna en ese distrito su primo Jorge, quien está decidido a tallar fuerte en la interna partidaria en pos de una ambición: la gobernación de la Provincia. El Presidente –que no le va en saga– también tiene la suya: reconquistar el poder dentro de cuatro años.

“Una esperanza reaviva otra esperanza; una ambición, otra ambición” (Lucio Séneca).



"Seguimos ganando"… @dealgunamanera...

"Seguimos ganando"…

Macri expone el 40% de los votos como un triunfo. Fotografía: Cedoc

Las derrotas sirven para mejorar aprendiendo de los errores. Ojalá Juntos por el Cambio cambie. Y comprenda que perdió porque parte del discurso de Macri, como el informe de Marcos Peña titulado “Ocho puntos sobre la economía”, en el que detalla la herencia que le dejarán a Alberto Fernández, hacen recordar a aquellos viejos títulos durante la Guerra de Malvinas: “Seguimos ganando”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/11/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El problema no es nuevo, se podría decir que fue el defecto estructural del gobierno de Macri: su relación con la realidad, la negación o directamente para algunos, la mentira. Las repetidas frases, “la inflación es muy fácil de resolver”, “segundo semestre”, “brotes verdes”, lo peor ya pasó” o “sí se puede” están en perfecta sincronía con “dejamos el país listo para crecer” (sic) del informe “Ocho puntos sobre la economía”, confirmando que su sesgo autista sigue vigente como si nada hubiera pasado.

No hay que confundir tolerancia a la frustración con tolerancia al fracaso. Falta lo primero y sobra lo segundo en el PRO.

Probablemente la simbiótica relación de Macri con Marcos Peña encuentre explicación en la especial necesidad del Presidente de tener un escudo protector de la realidad en forma de narraciones siempre optimistas que el jefe de Gabinete realiza como un posible calmante frente a la falta de tolerancia a la adversidad que Macri pudiera arrastrar desde su infancia y a lo largo de su privilegiada vida.

Pero que Macri lo haya podido sostener hasta aquí tiene explicaciones multicausales; por ejemplo, muchos argentinos tendrán que reconocer que creyeron que el éxito era garantía de saber sin ponderar cuánto la fortuna de contar con recursos facilita la consecución de esos logros.

Por ejemplo, con recursos también se puede disponer de intelectuales que construyan interpretaciones de la realidad siempre favorables, siendo ese uno de los  imprescindibles aportes de Marcos Peña al psiquismo de Macri. Pero resulta muy injusto tomársela con el jefe de Gabinete y exculpar a Macri como hacen muchos integrantes del PRO y sus aliados. Continúa siendo una perspectiva de súbditos frente a un monarca de una dinastía, quien al ser inamovible por su condición de elegido por los dioses o la fortuna, pero en cualquier caso por un más allá de los humanos, haya que disimularle los defectos y agregarle virtudes  de las cuales carece. No le alcanzará a Juntos por el Cambio haber hecho la reunión de mesa chica de esta semana incluyendo a los gobernadores radicales, a Pichetto ahora como integrante permanente, a Rodríguez Larreta más Vidal, y por primera vez sin Marcos Peña. Su problema no era Marcos Peña, era Macri.

No hay que confundir la tolerancia a la frustración con la tolerancia a la derrota. La tolerancia a la frustración es un componente indispensable para el triunfo porque enseña la existencia de límites casualmente para poder superarlos. Festejar que el 40% de la sociedad votó por Macri en lugar de preocuparse porque el 48% votó a la fórmula que incluye a Cristina Kirchner, presentada durante estos cuatro años por el Gobierno como lo que venía a dejar atrás, es parte de esa negación recurrente que los disocia de la realidad. Aprendió más de la derrota Cristina Kirchner que, esperemos que solo por ahora, Macri.

En lugar de reconocer que fue un error no haber desdoblado las elecciones en la provincia de Buenos Aires argumentan que quedó demostrado que María Eugenia Vidal no era tan buena candidata y hubiera perdido aun en elecciones desdobladas anticipando prematuramente el fin de Macri, sin siquiera registrar que fue Macri al impedirle el desdoblamiento quien le anuló sus condiciones de buena candidata al reducirla al lugar de asistente del Presidente: la campaña del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires fue “Vidal cuida a Macri más que a los bonaerenses”.

Nuevamente siempre con buenos asesores, como con buenos abogados, se puede argumentar casi cualquier cosa y si hay disposición, luego creérsela. Vidal logró la misma cantidad de votos que obtuvo en 2015 a pesar de haber gobernado con tres años y medio de recesión la provincia que cuenta con el conurbano más gigante y empobrecido del país. La economía y que desde la política no haya contribuido a crear condiciones para que el peronismo continuara dividido fueron responsabilidades del Presidente, no de la gobernadora.

Para que Juntos por el Cambio se convierta en una verdadera coalición precisa que el PRO se convierta en un verdadero partido y los partidos no tienen dueño, tienen alas internas que le suman riqueza en su diversidad, disenso y posterior consenso.

Invalidar una parte de la información desagradable saca a la luz el área del inconsciente que revela la inseguridad del negador.

Macri en su discurso en el CCK pidió “cuidar el legado” porque “tiene que haber lugar para el orgullo” y la “convicción de que finalmente lo que estamos haciendo es a favor de los argentinos”, porque “cuando uno entra en la senda del cambio y del círculo virtuoso lo único que tiene que hacer es, cuando las cosas funcionan, continuar haciéndolas de la misma manera”. Lo mismo que cuando antes de las PASO, en un indiscutible sincericidio, dijo que de ser reelecto “haría lo mismo, pero más rápido”.

El 40% no es de Macri, ni siquiera Juntos por el Cambio, que está más cerca del 30%, y el otro 10% es anti K.

El informe “Ocho puntos sobre la economía” comienza diciendo: “El país está listo para crecer. Sin magia, sin mentira, sin ficción.” La relación de Macri con la mentira es la fuente del opuesto: su tan declamada relación con la verdad. Quizás él genuinamente valore la verdad y critique la mentira en sus predecesores. Y al no poder conseguir que la realidad le devuelva la imagen que su espejo precisa de sí mismo, construye ficciones para tomarlas como verdades. Problema suyo y de su psicólogo, ahora Juntos por el Cambio precisa institucionalizar su acción política para en 2021 tener más y no menos diputados.