Dominado
por la furia…
El desempleado del mes,
Milei. Dibujo: Pablo Temes.
El equipo económico dio muestras de carácter. Es tiempo ahora de que Milei
frene sus arranques.
© Escrito por el Doctor Nelson Castro el
sábado 19/04/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República Argentina.
Ni aún en los momentos
de logros indiscutibles hay paz en los espíritus y en las mentes de los que constituyen
el Triángulo de Hierro instalado en la cúpula del poder. Por si algún distraído
no lo supiera, estamos hablando de Javier Milei, de su hermana Karina y de
Santiago Caputo. No importa cuál sea el hecho y la circunstancia, todo es
bienvenido para generar disputas tanto con los adversarios como así también
entre los mismos integrantes del oficialismo.
Dominado por la euforia causada por
la decisión del Fondo Monetario Internacional de concretar el préstamo de 20
mil millones de dólares que le permitió al Gobierno dar comienzo al proceso de
progresivo levantamiento del cepo, y por una incontenible verborragia, el
Presidente se dedicó en sus apariciones mediáticas del lunes pasado –una
entrevista con Luis Majul y otra muy extensa con Alejandro Fantino– a
descalificar y a agredir a políticos, economistas y algunos de los periodistas
que osaron discrepar y/o criticar aspectos de la gestión. Esto –que ya no
sorprende– se ha transformado lamentablemente en parte de un folklore que deja
al descubierto –una vez más– un aspecto patológico de su personalidad que, con
sus expresiones agresivas y sus reacciones de furia, exhibe rasgos que bien
podrían ser compatibles con algunas de las manifestaciones de conductas que
corresponden a lo que se conoce como trastorno explosivo intermitente.
El presidente se dedicó
esta semana a agredir periodistas y economistas, sus blancos predilectos.
Hoy más que nunca Suscribite
Las consecuencias políticas negativas de esta conducta disruptiva ya
tuvieron una primera evidencia en la elección a constituyentes del último
domingo en la provincia de Santa Fe. Hubo no sólo una ausencia absoluta de
voluntad para acordar con el gobernador Maximiliano Pullaro y con el PRO, sino
también entre Karina Milei y Santiago Caputo para consensuar candidaturas.
Conclusión: el Gobierno, que pudo haber sido parte de una coalición victoriosa,
debió morder el polvo de la derrota. De cara al futuro, lo mismo podría estar
ocurriendo en la Ciudad de Buenos Aires, en donde la falta de acuerdos entre La
Libertad Avanza y el PRO le está abriendo el camino a una posible victoria al
candidato del kirchnerismo, el radical K Leandro Santoro. Algo impensado hace
no mucho tiempo atrás. Lo mismo sucederá en la provincia de Buenos Aires, si no
se alcanzan los acuerdos entre el oficialismo y el PRO. Por si alguien no lo
recuerda, eso ya pasó en 2023 cuando Néstor Grindetti y Carolina Píparo se
negaron a unir fuerzas en pos de obtener una victoria que era segura,
regalándole así la elección a Axel Kicillof. No aprenden.
Lo increíble de todo esto es que Milei no se dé cuenta de lo ilógico que
es conducir a sus candidatos a una derrota y de lo nocivo que eso sería para el
futuro de su gobierno. En efecto, un fracaso electoral en la Capital Federal y
en la provincia de Buenos Aires a manos del kirchnerismo afectaría severamente
la fortaleza política del oficialismo. Le impediría, además, sumar legisladores
en ambas Cámaras del Congreso, algo que necesita imperiosamente para revertir
su situación de extrema debilidad que, de prolongarse, lo alejaría de cualquier
posibilidad de obtener las leyes que necesita para continuar con las medidas
que precisa implementar a fin de seguir adelante con su programa de gobierno.
“Todos los logros obtenidos hasta aquí, han sido bajo esta misma mecánica de
manejo del poder. Mal no nos ha ido” –retrucó una alta fuente de La Libertad
Avanza. Lo que no debería olvidar el oficialismo es que, con o sin acuerdos
rubricados de manera formal, el PRO de Mauricio Macri los apuntaló en distintas
oportunidades. La paciencia tiene un límite y nadie puede prever si la
oposición dialoguista seguirá acompañando de la misma manera. Por las dudas,
los libertarios mantienen en alto su plan de seducción para pintar de violeta a
todo el que se le cruce.
El PRO de Mauricio
Macri apuntaló el déficit político libertario: la paciencia tiene un límite.
A pesar de sus conductas dañinas para la construcción política, el Gobierno es
pragmático. La primera semana de apertura del cepo cambiario trajo los
resultados que el Presidente y su equipo económico esperaban. El régimen
cambiario anunciado con una flotación entre bandas de mil pesos y $ 1.400 no ha
tenido sobresaltos. El lunes, primera prueba sin cepo para los ahorristas, el
dólar oficial subió 12% y cerró en $ 1.230. El martes se mantuvo alrededor de ese
valor para luego cerrar el miércoles a la baja a $ 1.160. Es decir, bastante
más cerca de la banda inferior. Los supermercadistas –grandes cadenas,
mayoristas, pero también pequeños almacenes– hicieron sonar las alarmas al
recibir listas de precios que contenían aumentos desmedidos, incluso antes de
que hubieran trascendido los valores reales de la divisa norteamericana.
Avisaron que no estaban dispuestos a convalidar las subas de precios impulsadas
por las empresas alimenticias.
Discretamente, desde la Secretaría de Comercio habían operado para
lograr la ayuda de los hombres vinculados al retail. Incluso el propio Luis
Caputo salió a celebrar la medida en la red social X. Las empresas apuntadas
fueron Molinos y Unilever. La presión surtió efecto y volvieron sobre sus
pasos. El Gobierno se plantó e hizo valer su poder de control con éxito. El
Presidente y sus funcionarios deberían darse cuenta que la intervención del
Estado de forma adecuada y sin abuso de poder no es algo de lo que deban
arrepentirse. Una cosa es el Estado bobo, cuna de militantes y fuente de
corrupción de los tiempos del kirchnerismo. Inaceptable; otra muy distinta es
condenar al Estado de antemano haciéndolo responsable de todos los males del
país.
El equipo económico ha dado una muestra de carácter. Ahora, es necesario
que el Triángulo de Hierro pueda calibrar sus arranques de furia y de euforia
para reaccionar en su justa medida a los desafíos que demanda el ejercicio del
poder.