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lunes, 9 de septiembre de 2019

Llamen a Monzó… @dealgunamanera...

Llamen a Monzó…

Otra rosca, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes 

Macri lo convocó de nuevo y estaría en los planes de Alberto F. El segundo motor.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 08/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El fin de semana pasado, el presidente  Mauricio Macri llamó a Emilio Monzó para que lo ayudara a “ordenar” la cámara. “Si Emilio está yendo hoy a ver a Mauricio es porque se lo está pidiendo por favor y porque está el país de por medio. Cuando no nos incluyeron en el cierre de listas nosotros decidimos quedarnos por el compromiso que asumimos, pero el 10 de diciembre a la noche se corta el lazo con Cambiemos”, afirman desde su entorno. Un poco tarde, Macri le transmitió al presidente de la Cámara que está muy descreído de los consejos de su entorno y que necesita de hombres como él y Rogelio Frigerio para poder establecer un diálogo serio con la oposición en este último y turbulento tramo. 

Muchos creen que Mauricio Macri no se repone del shock de las PASO, “está como el boxeador al que le dieron un golpe de knock out, sigue peleando, pero ya ni sabe en qué pelea está, si la pelea es terminar muy bien el gobierno, con el trabajo de estadista, de hombre que va más allá de los intereses reeleccionistas, pero por momentos el entorno le dice ‘vamos, campeón, vos podés’”, reflexiona un empresario de su entorno. 

Cambios. El lunes a las 9 de la mañana Marcos Peña convocó al comando de campaña. En los chats del Gobierno más de uno piensa que esa situación se puede revertir en octubre. “La gente está asustada por el regreso de CFK y ahora va a volver el voto para Macri”, augura un funcionario miembro de un grupo de WhatsApp.

Esa arenga, que en algunos días pareciera creer y en otros no, hacen que el discurso del Presidente vaya mutando. En la conferencia del miércoles en la AEA el discurso de Macri fue de despedida, enumeró hitos de su gestión, asumió errores y pidió disculpas. Empresarios presentes comentaban entre ellos: “Ya está de salida”, “tiene un día down”.

Sin embargo, el jueves, en su visita a Córdoba, manifestó que la elección “no existió”, se mostró optimista de cara a octubre. En los dos discursos se focalizó en la necesidad de estabilizar la economía.

Desde el punto de vista económico, la semana que pasó hubo un poco más de tranquilidad. Esto se dio fundamentalmente porque varios bancos con importantes posiciones en Argentina empezaron a analizar la posibilidad de una reestructuración de la deuda, y vista la debacle en la que está la deuda argentina –entre tenerla valuada al 30% y tener que dar pérdidas por más de 150 mil millones de dólares– se pusieron a trabajar, y entre el martes y el viernes llegaron más de veinte propuestas de reestructuración de la deuda por parte de los bancos extranjeros, que son los mismos bancos acreedores.

Para hablar de "Albertismo" tiene que construir sustentación propia: hoy todo es prestado.

También la semana que pasó, no fue bien recibido por el Gobierno que en España hayan tratado a Alberto Fernández casi como a un jefe de Estado. “Esperábamos más de los españoles, con todo lo que les dimos, pareciera que están haciendo campaña por Fernández”, sostienen voces cercanas al Gobierno.

Los empresarios españoles que fueron a sondear si era kirchnerismo o albertismo se fueron muy conformes, aseguró un argentino que estuvo allí.

En España, Alberto Fernández dijo que quiere armar su gabinete “con los mejores hombres, vengan de donde vengan”. Suenan nombres como Roberto Lavagna y Gustavo Béliz, pero nada está confirmado. “Alberto está tratando de reeditar el gabinete de Néstor Kirchner”, opina una voz del peronismo.

Lo cierto es que para poder hablar de “albertismo” Alberto Fernández tiene que construir base de sustentación propia, ya que hoy tiene todo prestado: La Cámpora, el massismo, los gobernadores. Si bien estratégicamente es un gran administrador de votos ajenos, tiene que empezar a generar alianzas que vayan más allá de la interna que tienen. Los gobernadores son el 40% del poder, después están La Cámpora y el massismo, y el “albertismo” tiene que hacer pie en algún lugar.

Monzó con todos. “Si Alberto Fernández hace un gobierno de unidad nacional y quiere rescatar a parte de la dirigencia que estuvo en Cambiemos, Emilio Monzó es la persona que representa eso. Emilio es la figura nacional que representa un gobierno de unidad nacional y tiene la autoridad moral de no deberle nada a Macri”, afirma un “monzoísta” de primer orden.

El error magistral de Macri en su gestión es salir a volar con un solo motor, el motor de la economía. Funciona bien la economía y ganamos. ¿Qué motor apagó y no usó? El motor político.

Para que a un gobierno le vaya bien es necesario volar con los dos motores. Así, si el motor de la economía falla a causa de la crisis estructural de la Argentina, la caída se evita si se tiene el motor de la política funcionando a pleno.

La política está para pasar tempestades, para cuando algo no funciona bien. Macri se empecinó en solo arreglar el motor de la economía y no usar otro motor, no hacer política. Creyó que con azuzar el fantasma de Cristina era suficiente para gobernar y para ganar la elección. 

Se compró el slogan de “el pasado no vuelve” como leimotiv de campaña y de gestión para acallar las críticas de quienes, desde el oficialismo, le advirtieron de la necesidad de rectificar el rumbo del Titanic del Gobierno. Finalmente, el iceberg apareció el 11 de agosto pasado.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.


domingo, 1 de septiembre de 2019

Historia repetida… @dealgunamanera...

Historia repetida…

Cuesta abajo, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

Entre el no poder de Mauricio Macri y la imprudencia de Alberto Fernández, vuelven incertidumbres pasadas.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 01/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Déjà vu es una expresión cuya autoría pertenece a Emile Boirac, un investigador psíquico francés que vivió entre 1851 y 1917. Se trata de un fenómeno por el que una persona cree erróneamente que una vivencia que sucede en el presente la ha experimentado ya en el pasado. Se lo considera un tipo de paramnesia, que es una distorsión de la memoria.

A diferencia de esta definición, el déjà vu político, social y económico por el que está atravesando la Argentina del presente no pertenece a ningún tipo de paramnesia, sino a la más estricta realidad: todo lo que se está viviendo en estos días se vio y se padeció anteriormente. Ese recuerdo nos transporta, no a 2001, sino a 1989. El 14 de mayo de ese año, Carlos Menem había ganado las elecciones, y eso vació de poder la presidencia de Raúl Alfonsín. Había una larga transición de 7 meses a la que el presidente electo dinamitó. El desmadre económico que sobrevino dio pie a un proceso hiperinflacionario que dejó en la ruina a mucha gente. Esa crisis forzó la entrega anticipada del poder al presidente electo.

De ayer a hoy. Al igual que aquellas elecciones de mayo de 1989, estas PASO han agotado de poder al actual gobierno. La diferencia es que hoy no hay presidente electo.

El poder es algo inasible. Las más de las veces, ganarlo lleva una vida. Perderlo, en cambio, no. Es lo que le está pasando a Mauricio Macri. El mal resultado electoral del 11 de agosto fue “un palazo” –como él mismo lo reconoció– de cuya dimensión y consecuencias todavía no parece haberse dado cuenta, porque lo que hoy está en juego no es su reelección sino la gobernabilidad. Solo un imponderable mayúsculo –equivalente a lo que fue el cajón de Herminio Iglesias en la elección de 1983– puede revertir el resultado primario.

Por momentos, al Presidente lo invade el enojo. Eso lo perciben y lo sufren algunos de sus funcionarios que se atreven a insinuar la necesidad de autocrítica del Gobierno.

Esos funcionarios son plenamente conscientes de que el 10 de diciembre terminan. “Lo que se palpó fue un ambiente de derrota indisimulable”, era lo que se escuchaba el martes por la tarde en la curia metropolitana luego de la reunión de los miembros del episcopado con Macri.

Gobernabilidad significa llegar al 10 de diciembre sin zozobras, a fin de concretar un traspaso del mando ordenado. Lograr que un gobierno no peronista termine en tiempo y forma su mandato –algo que no ocurre desde 1928 con la presidencia de Marcelo T. de Alvear– es responsabilidad tanto del oficialismo como de la oposición.

Alberto Fernández estuvo imprudente con sus expresiones del lunes por la noche luego de la reunión que mantuvo en su oficina de la calle México con los enviados del Fondo Monetario Internacional. No porque no se supieran sus posturas divergentes sobre el acuerdo con el organismo, ni porque no le asista la razón en sus críticas, sino por las circunstancias. Alguien le hizo entender o él mismo se dio cuenta de ese error y por eso el martes anunció que se llamaría a silencio. Sus declaraciones a The Wall Street Journal publicadas el viernes hicieron añicos esa promesa. “El Gobierno está en default y lo tiene escondido”, dijo sin tapujos. ¿El presidente virtualmente electo quiere empujar a Macri al precipicio? ¿Es su deseo el de envalentonar a los sectores duros del kirchnerismo que, con sed de venganza, propician el “efecto helicóptero” para verlo al Presidente en una huida a lo De la Rúa? Debería darse cuenta de que, diciendo estas cosas. No hace más que complicarle la vida, no al Gobierno, sino a la gente.  

El Fondo Monetario tiene un acuerdo firmado que no existe más –voló por el aire–, porque las metas quedaron a años luz de lo que se firmó: no se cumplieron los objetivos monetarios, ni los fiscales, ni el de inflación, ni el del tipo de cambio, ni el de crecimiento de la actividad económica. Entonces –sobre un acuerdo que no existe más– no hay posibilidad de firmar otro acuerdo porque básicamente no hay con quién hacerlo.

Temblores. La reacción del Gobierno el miércoles fue de pánico. “Se asustaron”, describe un consultor cercano al oficialismo porque empezaron a ver que el FMI se corría y el desembolso no llegaba.

El mercado también había entrado en  pánico y por eso no hubo casi órdenes para renovar las Letes, hecho que obligó al Banco Central a vender 427 millones de dólares para tratar de contener el dólar que, así y todo, subió.

En los mercados, los anuncios que hizo el ministro Hernán Lacunza cayeron mal. En ese universo se asume que no hay dinero para pagar en el corto plazo y que no existen medidas para solucionar los problemas de fondo de la economía argentina. Nadie cree que el Congreso se ponga a trabajar con voluntad en el proyecto de reestructuración de la deuda.

Todo esto generó en el mundo financiero más duda de la que ya había. Hoy hay un anuncio de reestructuración sin ningún indicio de cómo termina.

El viernes fue un día difícil. Y mañana lunes lo puede ser aún más. En las redes sociales abundaban los mensajes de gente decidida a retirar sus dólares de los bancos. En las casas centrales de dos importantes entidades se vivieron situaciones de tensión cuando varios ahorristas quisieron efectuar retiros y se encontraron con que no había disponibilidad de billetes.

“Si esto sigue así, habrá necesidad de pensar en un control de cambio”, dijo Julio Cobos, reconociendo el difícil momento que se vive. Que Cobos haya hablado de esto marca el desconcierto existente dentro del Gobierno.

Macri no quiere oír hablar de eso. Sería para él no solo una herejía sino una capitulación. Constituiría, además, una paradoja –no la única– que quien comenzó su gobierno levantando el cepo termine reinstalándolo. Por eso, el Presidente habló con Guido Sandleris para que mañana haya suficiente disponibilidad de billetes en los bancos para satisfacer a la gente que acuda a retirar sus dólares.

La otra paradoja es la conducta de los mercados, esa especie de deidad a la que este gobierno le ha rendido una pleitesía casi sacra. Son ellos los que, en los hechos, desde el 12 de agosto pasado le vienen enviando a Macri un mensaje claro y contundente: que no confían más en él, que su proyecto de reelección está terminado y que el poder real pasa por lo que diga y haga Alberto Fernández.  

Producción periodística: Lucía Di Carlo.


domingo, 25 de agosto de 2019

Exitismo débil… @dealgunamanera...

Exitismo débil…

Taciturna, María E. Vidal. Dibujo: Pablo Temes

Macri y Peña no se resignan y sueñan con poder darlo vuelta, como en 2015. Vidal, no.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 25/08/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La última semana, la gobernadora María Eugenia Vidal estuvo reunida con intendentes y legisladores oficialistas. Pese a rumores de chicanas y críticas, todos mostraron reconocimiento y acompañamiento hacia la gestión. No hay optimismo de triunfo en la provincia, la estrategia de aquí a octubre es darle vía libre a cada intendente con posibilidad de ganar para que sostenga representatividad territorial y representatividad regional a través de los legisladores.

“Si en algún momento tenemos posibilidad de volver, nos volveremos a encontrar. Este país es muy dinámico, dentro de dos años la historia puede ser otra”, sostuvo un legislador presente.

Sin embargo, la actitud complaciente hacia la figura de la gobernadora no tuvo eco en la figura del Presidente. “Se vio una actitud crítica –principalmente desde el radicalismo– por la fuerte tensión que se visualiza en el retorno del kirchnerismo”, señala un armador oficialista. También se escucharon quejas por el no adelantamiento de las elecciones en la Provincia. Hoy esto que para muchos fue un error estratégico es contrafáctico, ya que este adelanto no necesariamente garantizaba que se ganaran las elecciones, y mucho menos con los  números que arrojaron las PASO.

“Si la diferencia hubiera sido de 4 o 5 puntos, se podría pensar que adelantándolas se ganaba, pero la diferencia final fue de 22 puntos. Capaz que se adelantaban y se tenía un cataclismo cinco meses antes”, apunta un intendente.

Percepciones. Lo que la mayoría de los legisladores provinciales percibe es que la pertenencia de Vidal a su espacio político hizo que primara por sobre su conducción de gobernadora bonaerense. Lo de Hernán Lacunza fue el último aporte a la causa.

El “trasladado” ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, está trabajando en dos cuestiones: la primera y urgente es cerrar las cuentas públicas, para poder demostrarle al staff del FMI que arriba al país –ayudado con los que ya están en Argentina en la comisión permanente– que se han cumplido satisfactoriamente las metas del primer y segundo trimestre y que se van a cumplir en la proyección las metas del tercer trimestre que termina en septiembre.

Esto último permitiría que, cuando esté aprobado el board el 15 de septiembre de este año, puedan autorizar el desembolso de los fundamentales 5.400 millones de dólares del Fondo que están acordados y después los 900 millones de dólares más que faltan a fin de año, cruciales para no entrar en default dentro del período presidencial de Mauricio Macri.

La segunda cuestión es diseñar algún tipo de estrategia tendiente a mejorar el ingreso de bolsillo de los sectores medios, por eso se insistió en el control de los combustibles y se sancionó el decreto de necesidad y urgencia de los combustibles. Esta situación les dio una muy buena excusa a los gobernadores para enojarse con el macrismo y devolver el enojo que hay en Olivos con los gobernadores a los que se les había pedido –de no poder jugar a favor del macrismo– que fueran con boleta corta.

 Los números demuestran que los gobernadores que fueron con boleta corta terminaron apoyando implícitamente la fórmula del kirchnerismo (no se llega al 47% de los votos a nivel nacional sin el apoyo de los gobernadores).

Esto lo saben y lo leen desde Olivos. Allí la última semana hubo muchas rispideces con Miguel Pichetto. El involucramiento del ex senador peronista en la campaña le hizo sentir que tenía un espacio de poder como para sugerir cambios en el gabinete, que lo incluían a él como posible jefe de Gabinete. La sorpresa llegó el lunes, cuando los cambios solo quedaron a nivel de Dujovne. “No hubo manera de torcerle el brazo a Mauricio Macri y Lilita Carrió, sobre todo a esta última, que dijo: ‘Si lo sacan a Peña rompo la coalición’. Esta situación dejó con mucha indignación al ala peronista de Cambiemos”, sostiene una voz cercana a la mesa chica presidencial.

Los últimos días se ha escuchado a Marcos Peña reflexionar que en 2015 sacaron 15 puntos en las PASO y lo revirtieron, pero hay dos datos a tener en cuenta: en 2015 no fueron 15 puntos, sino que fueron 8-9 puntos. En 2015 Scioli no pasó el piso de los 40 y en 2015 era el candidato del oficialismo, tras doce años de gobierno, con todo lo que implicaron los últimos cuatro años del mandato de CFK.

En ese momento Mauricio Macri era lo nuevo, la oposición. Hoy tienen 15 puntos abajo, cuatro años de ser oficialismo y una crisis económica feroz.

Estoicos. Al igual que Marcos Peña, el único que se muestra optimista de cara a octubre es el presidente Mauricio Macri. “Macri y Peña no tienen el gen de los tipos que “gozan” el poder, sino que lo padecen. No tienen escuela en política, son éxito o nada”, sostiene un analista

La política incluye el fracaso en la agenda, incluye la derrota, veamos: el ex presidente de Brasil Lula da Silva perdió cuatro veces antes de ser presidente, De la Sota, el ex gobernador de Córdoba, había perdido tres veces antes de ser gobernador.

Para Macri no incluye la derrota ni el fracaso (solo perdió una vez como candidato a jefe porteño en 2003), la política para él es el logro, el éxito, el avance.

No está inscripta en su registro mental la posibilidad de un futuro que no esté atravesado por el éxito, porque en su vida fue todo más o menos exitoso como empresario, dirigente deportivo y político.

El exitismo lleva a muchas personas a confiar ciegamente en sus acciones y en las de las personas a las que también creen exitosas, y esto conlleva –la mayoría de las veces– a no escuchar otras voces. De esto mucho sabe el Presidente y su álter ego, Peña.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




lunes, 19 de agosto de 2019

Implosión oficial… @dealgunamanera...

Implosión oficial…

Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

Desbande en Gobierno. Solo un error grave puede quitarle el triunfo a Alberto Fernández.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 18 de Agosto de 2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Desde el domingo por la noche, cuando los resultados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias dejaron boquiabiertos a todos –oficialistas, opositores, candidatos, militantes, ciudadanos independientes, votantes en blanco, indiferentes, encuestadores y periodistas– comenzó una transición virtual nunca vista en nuestra historia política reciente.

La evidencia fáctica de esa transición se produjo el jueves por la mañana cuando, no bien abrieron los mercados, el valor del dólar y el riesgo país comenzaron a retroceder, trayendo calma luego de  tres días de desasosiego. Esa calma fue producto de dos hechos: el primero, la conversación telefónica que mantuvieron Mauricio Macri y Alberto Fernández; el segundo, la afirmación de Fernández, durante el reportaje con Marcelo Longobardi, de que el dólar a 60 pesos representaba un precio de equilibrio.

Resultados. Guste o no, tenemos hoy un presidente real –Macri– y otro virtual –Fernández–. Esta malhadada circunstancia lleva a una primera conclusión: las PASO deben ser derogadas sin dilación. Hasta antes de conocerse los resultados del domingo, había ya sobrados motivos para pensar en la necesidad de considerar esta alternativa por la ausencia de competencia interna. Desde ahora existe una razón más: el efecto potencialmente negativo que puede tener sobre la gobernabilidad cuando se dan resultados como los del último fin de semana.

Por eso, Macri deberá priorizar ahora su condición de Presidente por sobre la de candidato. Su objetivo es llegar al 10 de diciembre con una situación económica controlada y sin desmadres. Alberto Fernández, a su vez, deberá actuar con extrema prudencia. En los hechos, es un presidente virtualmente electo, por lo que, lo que diga y haga, va a tener efecto no solo en lo que resta de aquí al final del mandato del actual gobierno sino también de lo que vaya a suceder después. De no ocurrir un cisne negro, los mercados –de los cuales va a tener tanta necesidad como la que ha tenido la actual gestión– lo han consagrado ya como el futuro jefe de Estado.

Impera al interior de Cambiemos un ambiente de devastación. En la reunión del gabinete ampliado del jueves en el CCK hubo funcionarios muy enojados que se fueron antes de la finalización del acto. No querían escuchar a Macri. Ni qué hablar del enojo de María Eugenia Vidal con Marcos Peña y compañía, quienes le cerraron la puerta no solo al desdoblamiento de la elección provincial sino también a la posibilidad de un acuerdo con Sergio Massa, quien fue un aliado decisivo para aprobar leyes clave para su gestión como gobernadora.

Está decidido que Vidal, cuya derrota es abrumadora –la palabra que se usa en su círculo es “irremontable”– hará campaña desprendida del Presidente. La semana que viene se reunirá con los intendentes de Cambiemos para los que habrá un mensaje claro: “hagan lo que sea para ganar y, si eso significa esconder la boleta de Macri y/o de Vidal, no duden en hacerlo.” El objetivo es unívoco: retener territorio.

Lo mismo hará Horacio Rodríguez Larreta, quien también quedó golpeado por el tsunami anti-Macri. Los resultados adversos en la Villa –ahora Barrio 31– y en la zona de Villa Lugano, zonas que se destacan por sus proyectos de inclusión social con obras de urbanización y la construcciones de viviendas de calidad, hablan a las claras del impacto y la dimensión de la crisis socioeconómica

Servido. El Frente de Todos tiene todo por ganar. Si no comete errores, la victoria está al alcance de su mano. El resultado del domingo también repercutió en el equilibrio de las cuotas de poder a su interior. Por eso, Alberto Fernández tiene ahora un poder propio del que carecía hasta entonces. Fue él quien logró la incorporación de Massa y el apoyo de los gobernadores peronistas, quienes no querían saber nada con Cristina Fernández de Kirchner y que, durante meses, fogonearon la candidatura de Roberto Lavagna. Hay que recordar que los candidatos y precandidatos a gobernador que respondían a la ex presidenta perdieron en todas las elecciones en las que compitieron.

La cosecha en votos de AF fue determinante no solo para ganar las PASO sino también para alcanzar una cantidad y una diferencia tales que lo dejan ante la perspectiva de una victoria en primera vuelta, objetivo primordial del peronismo kirchnerista. Y aquí hay algo que hay que tener muy en cuenta: algunos gobernadores del peronismo que, ante la incertidumbre del resultado que reflejaban las encuestas, habían estado poco activos durante la campaña, jugarán ahora decididamente a favor de la fórmula Fernández-Fernández. Nadie querrá quedarse afuera de la posibilidad de subirse al carro del ganador. En ese marco, habrá que prestar atención a lo que haga Juan José Schiaretti, a quien sus dirigentes le están pidiendo que abandone su actitud de prescindencia y apoye a AF.

En ese universo, también le fue bien a Massa. “Para muchos votantes, Sergio es la garantía de equilibrio frente a Cristina. Alberto solo es una cosa. Alberto con Sergio, es otro frente a posibles embates del ala dura del kirchnerismo”, señala un intendente bonaerense del massismo.

Números. El principal problema que tiene ahora Cambiemos es la economía. Nicolás Dujovne es uno de los grandes perdedores en la interna. De hecho, las últimas medidas económicas las comunicó el ministro de la Producción, Dante Sica. Dujovne se quiere ir –inclusive del país–, pero Macri no lo deja.

La mezcla de soberbia y endogamia que imperó en los dos últimos años del Gobierno, les impidió a muchos –empezando por el Presidente– leer la crudeza de una realidad económica dificilísima para mucha gente y, especialmente, para la clase media que, carente de medidas de ayuda social, ha sufrido un impresionante deterioro en su calidad de vida. Cuando la gente no tiene para comer, temas como la corrupción, la República, y hasta las obras de infraestructura pasan a un segundo plano.

Macri dejará su gobierno con tres devaluaciones, un índice de inflación récord, caída sostenida de la actividad económica, aumento del desempleo y de la pobreza. ¿Alguien pensó seriamente que, con esos índices, se podía ganar la elección?

Producción periodística: Lucía Di Carlo





domingo, 11 de agosto de 2019

Gane quien Gane… Un país dividido… @dealgunamanera...

Gane quien Gane… Un país dividido…

Electores. Dibujo: Pablo Temes

El escenario de la votación 2019 tiene dudas electorales y certezas sociopolíticas.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 11/08/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Hoy hablarán las urnas. Y eso es lo muy bueno que tiene la democracia. Por eso es importante subrayar la importancia del voto.

Es un derecho que la ciudadanía debe cuidar. Lamentablemente, muchas de las conductas de la dirigencia política en general contribuyen poco –o nada– a estimular la participación del ciudadano.

Veamos algunas razones que explican este fenómeno:

* La primera observación contundente que surge de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias en las que se va a votar hoy es que han quedado absolutamente desvirtuadas. Es que a nivel de las fórmulas que compiten por la presidencia de la Nación no hay ninguna disputa interna. Por lo tanto, así como están, las PASO carecen de sentido, ya que han quedado transformadas en una encuesta cara, que es engorrosa e inentendible para una parte importante de la ciudadanía.

* La segunda observación es que este proceso electoral ha sido una oportunidad perdida para la construcción de una fuerza poderosa que representara la bisectriz de la cual tienen una necesidad impostergable la política y la sociedad argentina a fin de neutralizar y superar el estado de profunda división que las atraviesa dese hace un tiempo demasiado largo.

* La tercera observación es que, como consecuencia de la ausencia de esa tercera alternativa poderosa, la polarización electoral se acentuó y, con ella, la división política se ahondó. Esa división profunda genera una situación antinómica. La antinomia es la antítesis de la democracia porque se opone a un concepto que le es esencial: la pluralidad. En la antinomia, el otro es el enemigo; en la democracia, no. En la antinomia se experimenta una situación de exclusión: es el uno contra el otro; es él o yo. En la democracia se vive en un ambiente de inclusión: es el uno con el otro; es el uno y el otro.

* La cuarta observación es la absoluta ausencia que hubo de un debate de ideas y propuestas constructivas, razonables y razonadas, discutidas y analizadas con firmeza y respeto.

* La quinta observación es la apelación que se hizo del miedo al otro y su presencia efectiva en la motivación de muchos de los ciudadanos y ciudadanas que hoy van a ir a sufragar. Por ello, hay un predominio muy marcado de un voto anti: hoy, muchos no van a ir a las urnas motivados por una convicción real en la capacidad y voluntad de aquel a quien elegirán sino con el objetivo de impedir que gane el otro.

* La sexta observación es que los principales candidatos hablaron durante toda la campaña de la necesidad de recuperar los niveles de convivencia y respeto entre las distintas agrupaciones políticas como condición sine qua non para hacer de la Argentina un país previsible, requisito fundamental para estimular las inversiones, sin las que jamás podrá salir del estado de postración que hoy padece. Sin embargo, en los hechos, lo que hicieron fue todo lo contrario.

* La séptima observación tiene que ver con la disociación entre las leyes y los hechos. La ley dice que durante las 48 horas anteriores al comienzo de los comicios la propaganda política debe cesar. Esto, que se respeta en los medios de comunicación, se viola flagrantemente en las redes sociales. Lo mismo vale para las encuestas, cuya difusión está prohibida desde los diez días anteriores a la fecha de la elección.

Sin embargo, las redes sociales están atestadas de encuestas que circulan abiertamente y que se han seguido realizando hasta el día de hoy.

Según la mayoría de esas encuestas, lo que hoy le espera al oficialismo es una derrota tanto a nivel nacional como a nivel de la provincia de Buenos Aires. El kirchnerismo aguarda una victoria en esos dos ámbitos.

La decisión de Macri de impedirle a Vidal desdoblar las elecciones  provinciales la privó de una victoria segura.

Algún día se sabrá la totalidad de esa historia, cuya trama conocen varios protagonistas que hasta el momento han callado.

Las incógnitas que se develarán hoy son varias: ¿Cuáles serán los porcentajes de votos que alcanzará la fórmula Macri-Pichetto y cuáles la de Fernández-Fernández?

¿Si gana Fernández-Fernández, superará el 41% y quedará a tiro de ganar en primera vuelta?

¿Cuál será el porcentaje de corte de boleta en la provincia de Buenos Aires?

El oficialismo aspira a llegar a la segunda vuelta. En esa instancia, sus chances crecen. Por eso el kirchnerismo necesita ganar en primera vuelta. Un resultado distinto –es decir, un triunfo del Gobierno– sería un verdadero batacazo. 

Eso es lo que mostró una encuesta que entusiasmó en las horas de la tarde del viernes a los mercados, que mostraron un repunte que sorprendió. En esta eventualidad, la incógnita es saber qué pasa si gana Macri y pierde Vidal. La gobernadora habría ganado con absoluta comodidad en la provincia de Buenos Aires si la elección se hubiese desdoblado.  

Por eso, el resultado de hoy tendrá un fuerte impacto en la economía. Y esto se verá a partir de mañana mismo. Si el Gobierno queda lejos de poder revertir un resultado adverso, la inestabilidad económica se acentuará y eso se reflejará en tres variables: el incremento del valor del dólar, la baja de la cotización de las acciones de las empresas que operan en la Bolsa y la suba del riesgo país.

Las consecuencias serán el recalentamiento de la inflación y la caída de la actividad económica. Esto lo sufrirá la gente, lo que dejará al Gobierno sin ninguna posibilidad de triunfo en la elección del 27 de octubre.

Por eso, el oficialismo necesita obtener un resultado que lo deje con chances de dar vuelta una elección que se presenta, prima facie, perdida.

El kirchnerismo necesita no solo ganar sino también hacerlo con una amplitud que lo acerque a la probabilidad de un triunfo en primera vuelta. La segunda vuelta se le haría muy difícil.

Algo sí se puede decir con certeza en esta hora de incertidumbre: quedará un país dividido. Dijo Churchill: “La democracia es saber darle, aunque sea por única vez, la razón al otro”.

Si quien finalmente gane la elección en octubre y/o en noviembre no lo tiene en cuenta, conducirá a su gobierno y al país a otro fracaso.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




domingo, 4 de agosto de 2019

Máxima electoral. Puteame pero votame… @dealgunamanera...

Puteame pero votame…

“¡Urna más, y no jodemos más...!” María E. Vidal. Dibujo: Pablo Temes

Lo admiten en el Gobierno y lo necesita Vidal en Buenos Aires. Kicillof hace campaña invisible.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/08/2019 y publicado por el Diario Perfil dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El Conurbano es hoy nuestro problema. Tenemos ahí un desafío gigante”. Así se expresaba en la mañana del viernes una voz del entorno de María Eugenia Vidal con tono de preocupación. No es para menos: quien se juega todo en ese territorio con aires de Far West es ella. En muchos de los distritos que conforman esa geografía intrincada y abundante en contrastes hay un enojo rabioso contra Mauricio Macri que la perjudica absolutamente.

Por eso el Presidente ya no pisa esos lugares. Sus paseos electorales los da por Vicente López, redil de su primo, Jorge Macri, donde sabe que será bien recibido y bien tratado. El resto queda para Vidal, que la tiene muy difícil. Ella lo sabe. Macri, también. El sueño de ganar en los bastiones del peronismo en el Gran Buenos Aires se esfumó. Ahora hay que procurar no perder lo que se tiene. Por eso Quilmes y Pilar representan dos dolores de cabeza fuertes para el oficialismo. Los números le siguen siendo adversos a pesar de la creciente cantidad de recursos que se están redireccionando hacia esos municipios. Domina allí la realidad de mucha gente de clase media baja que durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner estaba medianamente bien y para la que hoy las cosas están mal.

Muchos de ellos eran pequeños  comerciantes que debieron bajar las persianas de sus negocios. Su enojo con Macri es mayúsculo. Por eso allí se ha comenzado a desplegar con intensidad la estrategia “puteame pero votame” pergeñada desde la usina de campaña que encabeza el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Cálculos. Vidal tiene que sacar 25 puntos en el Conurbano para que, sumado a lo que obtenga en el resto de la Provincia, pueda superar a Axel Kicillof. Por eso se le está prestando especial atención a lo que vaya a suceder en las grandes ciudades del interior del primer estado argentino. En Mar del Plata –de cuyo intendente, Carlos Fernando Arroyo, es muy crítica– la mayor intención de votos es para la candidata del Frente de Todos, Fernanda Raverta. Según las encuestas, alcanzaría aproximadamente el 32% pero, la suma de los sufragios de los candidatos de Juntos por el Cambio –la concejal radical Vilma Baragiola y el ex ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Guillermo Montenegro–, superaría por unos 6 puntos los guarismos de Raverta. El posible triunfo del oficialismo se daría, además, por un detalle no menor: Mar del Plata tiene una larga trayectoria en el apoyo a partidos vecinalistas. Esa fuerza –cuyo exponente fue el ex intendente  Gustavo Pulti– le quitaría a Raverta los puntos que necesita para ganar.

En Bahía Blanca –fuerte bastión del oficialismo– Héctor Gay, actual intendente, se impondría por un margen de 7 puntos ante el candidato del kirchnerismo, el senador Federico Susbielles. No todas las encuestas coinciden en esa diferencia; en lo que sí concuerdan es en la reelección de Gay.

En La Plata, se observa una situación similar a la de Bahía Blanca. El precandidato que  mide más es el actual intendente Julio Garro, hombre de Juntos por el Cambio,  pero la interna del Frente de Todos es más amplia. Compiten allí  cinco candidatos: Victoria Tolosa Paz, Florencia Saintout, Federico Martelli, Guillermo Escudero y Luis Arias.

Cada uno tiene un perfil propio con lo cual, según quién sea el triunfador, puede haber tracción de votos de indecisos o desilusionados para un lado o para el otro.

Desde el oficialismo asumen que los números no van a ser como los de 2015, ni mucho menos como los de 2017. Y eso genera ansiedad.

En los municipios inciertos, los sondeos muestran que el resultado va a estar atado a la extrema polarización a nivel nacional que seguramente se va a ahondar tras la PASO.

Un dato novedoso es que la boleta que más tracciona es la del medio.

Y la boleta del medio es la que lleva como candidata a María Eugenia Vidal. La duda es cuál será la real capacidad de la gobernadora de mover la boleta de Macri hacia arriba. Y eso es algo que ni los oficialistas, ni los opositores, ni los encuestadores saben. Si esto se corroborase el día de la elección, se estaría además, ante un hecho inédito.  
   
A escondidas. En las últimas semanas, Axel Kicillof ha optado por una campaña más bien subterránea. Es producto de una estrategia basada en una cruda y estricta apreciación de la realidad: cada vez que habla, baja en las mediciones. Los intendentes peronistas del Gran Buenos Aires no están felices con la candidatura del ex ministro de Economía de CFK. Se sienten incómodos. Prefieren a Sergio Massa. Sin embargo, su futuro en ese universo va a ser complicado. Su objetivo es llegar en algún momento a la presidencia de la Nación. Y eso no es lo que está en los planes de La Cámpora.

Por el momento, Massa es absolutamente funcional al kirchnerismo ya que le suma a la fórmula Kicillof-Magario los votos que hoy le permiten estar a la cabeza de todas las encuestas.

El voto kirchnerista está consolidado. Y es el que le está augurando el triunfo en las PASO. Pero con lo que tiene, a la fórmula Fernández-Fernández aún no le alcanza para ganar la elección presidencial, sea que se defina en octubre o en noviembre.

Debe ir a buscar el voto independiente. Y esa es su principal dificultad. Alberto Fernández no parece haber podido hasta aquí vencer ese obstáculo. Su perfil moderado, que sin duda fue el objetivo de su elección por parte de Cristina Fernández de Kirchner, se ha desdibujado en alguna de sus apariciones públicas. La última, en la Facultad de Ciencias Exactas en donde se refirió a la científica Sandra Pitta, ahondó esa percepción. Quiso conjurar sus miedos y logró exactamente lo contrario.  

Es menester detenerse un momento en este tema del miedo al otro en el medio de la vorágine de esta campaña de la nada. Lo hay en los dos lados de esta maldita grieta que divide y embrutece a una gran parte de la sociedad argentina. Este convicción de que si gana uno al otro le va a ir mal, es fatal. Y lo peor, es que ese pensamiento tiene bases de realidad. Fueron muchos los que la pasaron mal durante los años del kirchnerato. Y son muchos los que la están pasando mal durante este gobierno.

La polarización extrema que impulsan tanto Juntos por el Cambio como el Frente de Todos, es letal. Lo hacen, además, con un mensaje disociado de los hechos: ambos aseguran que van a gobernar para todos, pero lo que hacen es hablarle y congraciarse con los adeptos y descalificar al que piensa diferente. Se asiste a un verdadero oxímoron político carente de contenido que llena de incertidumbre el destino de la Argentina.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.