Mostrando las entradas con la etiqueta Elisa Carrió. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Elisa Carrió. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de enero de 2021

Carrió y Vallejos traducen (al revés) la enciclopedia del fracaso… @dealgunamanera...

Carrió y Vallejos traducen (al revés) la enciclopedia del fracaso…

 


La semana empezó con paro rural y termina, una vez más, con polémica sobre el campo: 

• La ultra kirchnerista Fernanda Vallejos, traicionada por una visión supuestamente híper ideológica, lamenta que vivamos del agro. 

• Desde el otro polo, la chaqueña Elisa Carrió, anclada en la defensa del statu quo, defiende a las corporaciones agropecuarias, curiosamente, por la misma razón que Vallejos las odia. 

© Escrito por Edi Zunino el viernes 15/01/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Empecinadas en afirmarse electoralmente de un lado de la polarización que siempre promueven, ambas rivales se equivocan, si bien, a la vez, las dos tienen algo de razón. Porque sin el campo la Argentina no existe. Y sólo con el campo, tampoco. 

El asunto es que ver sólo una parte del problema nos deja siempre sin un plan productivo maestro. Si no nos proponemos combinar buenas materias primas con buenas manufacturas, con buena tecnología, con buenos servicios, con buena salud, con buena educación y con buena seguridad, la Argentina va a seguir siendo una entelequia. O un botín a la espera del próximo corsario.

Pongamos el foco en nuestra situación poblacional. Ahí se demuestra que el bendito “país rural” que repetimos como loros dejó de existir hace rato. Lástima que la pandemia nos dejó también sin censo el año pasado, pero los datos reunidos hasta el de 2010 alcanzan para sostener lo que digo. 

Veamos. En el período censal 1980-1991, la tasa de crecimiento anual medio de la población fue del 14,7 por mil (1,47%), en el decenio 1991-2001 del 10,1 por mil (1,01%) y entre 2001-2010 del 11,4 por mil (1,14%). Hacia 2011 el 92% de la población argentina vivía en ciudades, convirtiéndose en uno de los países más urbanizados del mundo.  En contraste, el 40% de los pueblos rurales está en riesgo de extinción.

Traduzco: el campo no es negocio para millones de personas que migran a ciudades desindustrializadas sin capacidad de dar trabajo ni servicios suficientes. Eso es la pobreza estructural, una dimensión que cuestiona el futuro si el 65% de los niños y los jóvenes son pobres.  

Las causales mayores del éxodo rural son la tenencia de la tierra y la falta de servicios ya que “los costos tan elevados de la tierra han hecho que muchos productores no hayan podido acceder a ella y por eso migraron; primero,  a las pequeñas localidades, y después,  a las más grandes. A eso hay que sumarle la falta de servicios (caminos, electricidad, comunicaciones), factores que provocan el éxodo de los pobladores que abandonan el lugar en busca de un futuro mejor en las ciudades”. 

Pero esa situación sólo acarrea un problema mayor. Muchas veces, los productores que emigran a las ciudades solo encuentran desarraigo y marginalidad. Los datos indican que una fracción importante de ellos se ubica en asentamientos que no reúnen las condiciones mínimas.

Decíamos que, según el censo 2010, el 40 por ciento de los pueblos rurales está en riesgo de extinción. Hablamos de lugares con menos de 2.000 habitantes. La mayoría de los que emigran son jóvenes que buscan trabajo o viajan para estudiar.

La población de los pueblos “en crisis o riesgo de extinción” disminuyó más del 10 por ciento entre el censo de 2001 y el de 2010, y nada indica que la tendencia haya cambiado. Más bien, parece todo lo contrario.  Estudios del INDEC y el Conicet sostienen que la merma comenzó en 1960 y se agudizó con los años, luego que el censo nacional de 1991 registró 430 pueblos “en crisis”. En 2001 la cifra ascendió a 602, en tanto 128 poblaciones crecieron menos del 10 por ciento y 90 desaparecieron, hasta llegar a los 800 pueblos en riesgo de extinción hace una década.

Urge un plan. Salirse ya del chiquitaje corporativo y partidario. De la pelea pretenciosa sin sustancia.  Está demostrado: la grieta es un negocio para súper minorías económicas y políticas. 

El presidente Alberto Fernández debería estar menos ansioso por las elecciones de medio término que por no claudicar en su propuesta de Unidad Nacional que le hizo ganar las elecciones con al menos un 15% de votos más que los aportados por Cristina Kirchner. 

Si claudica, la frustración no va a ser suya. Será nomás -ni menos- que un nuevo capítulo en la voluminosa Enciclopedia del Fracaso Nacional que venimos hace décadas empecinados en escribir.

 Radio Perfil (escuchar el audio de la nota)






domingo, 22 de noviembre de 2020

Las mentiras de siempre… @dealgunamanera...

 Las mentiras de siempre…  

Cuando la mentira es la verdad. Dibujo: Pablo Temes.

La burla del ajuste a los jubilados, búsqueda de impunidad en la Justicia y un impuesto irritante: kirchnerismo puro. 

© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/11/2020 y publicado por el Diario Perfil  de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 

Como cada uno de los gobiernos precedentes, este llegó al poder con la promesa de mejorar la triste e indigna situación de los jubilados.

 

Y, como todos los otros, miente. El anuncio del aumento a los jubilados tuvo una puesta en escena que terminó transformándolo en algo obsceno. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la titular de la Anses, Fernanda Raverta, actuaron como si estuvieran dando una gran noticia.

 

“Los jubilados le están ganando a la inflación”, dijo Cafiero, en una exhibición de ignorancia o de cinismo. El aumento fue del 5% para quienes ganan la mínima, es decir, de 900 pesos, o 30 pesos por día. Un litro de leche de segunda marca está en 48 pesos.

 

El otro hecho curioso ante esta ignominia fue el silencio absoluto de los sectores afines al Gobierno que hacen de la defensa de los pobres –ser jubilado en la Argentina es sinónimo de pobreza– un supuesto dogma. Ni la CGT, ni Hugo Moyano, ni Juan Grabois, ni La Cámpora, ni el Partido Justicialista, ni Sergio Massa, ni Axel Kicillof –y la nómina sigue– esbozaron la más leve crítica. De haberlo hecho Macri, habrían puesto el grito en el cielo.   

 

Impunidad. La modificación de las reglas que enmarcan el funcionamiento de la Procuraduría General de la Nación es un objetivo clave para Cristina Kirchner y sus secuaces. En ese contexto, la postulación de Daniel Rafecas para ocupar el cargo de procurador ya no importa.

 

En poco tiempo, el denominado sistema de justicia acusatorio llegará a los tribunales. Bajo esta modalidad son los fiscales quienes impulsan, acusan o congelan las causas que arriban a sus despachos. De ahí el revuelo político y mediático por la elección del nuevo procurador y el intento de modificar las normas para su elección. Un procurador –que es el jefe de los fiscales–, permeable al poder podría ser la llave para controlar el ritmo y el avance de las causas que más inquietan a una parte significativa de la dirigencia política.

 

Daniel Rafecas ha picado en punta como el candidato del Presidente. Perdido en la memoria de muchos está el episodio que le debió haber valido su cesantía del cargo de juez, por el cual, siendo el juez instructor de la causa, le daba consejos a Fabián Carosso Donatiello que supuestamente le había alquilado a Amado Boudou el departamento de Puerto Madero en que vivía Alejandro Vanderbroele.

 

Desde la oposición, Elisa Carrió postula a Rafecas como “el mal menor”. El mismo argumento podría también ser aplicado por la ex presidenta en funciones. CFK no guarda simpatía alguna por Rafecas, pero el pragmatismo es su manera de hacer política. Rafecas podría ser anecdótico si se logra modificar parte del sistema.

 

El viernes, la Comisión de Justicia y Asuntos Penales del Senado emitió dictamen del proyecto que establece que la elección del procurador será con mayoría simple y le pone plazo de cinco años a la duración del cargo, que hoy es vitalicio. Es un proyecto del senador por Río Negro Alberto Weretilneck, quien, con su alianza con el Frente de Todos, ha demostrado la vigencia que el panquequismo tiene en la vida política vernácula. La mayoría simple se logra con 37 votos (algo bastante probable para el oficialismo) en lugar de los dos tercios que implican las lejanas 48 voluntades.

 

La ecuación es sencilla: si el jefe de los fiscales no es amable con el poder de turno, se reemplaza por otro más amigable.

 

La Carta al FMI (Episodio II) y el poder del Senado.  El Senado es el territorio por excelencia de CFK. Fuentes del bloque del FdT así lo confirmaron: “La carta tuvo por objetivo plantear una visión del tipo de relación que queremos, o que no queremos, con el FMI.

 

No buscó condicionar la negociación en curso. Al contrario, fue un acto de respaldo al Presidente. Pero no olvidamos lo que pasó con Mauricio Claver, entonces asesor de Trump que representaba a Estados Unidos en el FMI. Ese funcionario tenía vínculos con Nicolás Dujovne y facilitó el apoyo del Fondo a la Argentina para que Cambiemos lograra la reelección y el país colabore con los intereses norteamericanos en la región alejándose del eje Venezuela”.

 

Entre los enviados del Fondo a Buenos Aires la carta produjo hilaridad y desconcierto. Hilaridad por el hecho anacrónico de recibir una carta en tiempos en que todas las comunicaciones de ese tipo circulan por email. “Hasta en eso atrasa el kirchnerismo”, decía un funcionario del FMI en Washington que sigue la negociación con el gobierno de AF. Y desconcierto por lo mal parado que lo dejó al ministro de Economía, Martín Guzmán. “Lo deberían cuidar un poco más”, afirmó la misma fuente.   

 

Las internas dentro del oficialismo y el mal humor de la ex presidenta en funciones no son secreto ni novedad. “Lo que hay no es enojo es cierta impotencia. El tiempo, la forma y la falta de impronta de la gestión es lo que exaspera a Cristina. Pero no solo a ella sino también a muchos dentro del Frente. No hay contundencia”, dice un kirchnerista, que agrega: “El manejo de la pandemia como hecho político no dio resultado y ya está agotado.

 

El anuncio del acuerdo para la vacuna rusa fue tan mal manejado que casi se nos viene en contra. A ver cómo se mueven con el ajuste. Ya hubo ruido con el nuevo cálculo de los haberes de los jubilados. Sin Cristina, la épica del día a día no tiene consistencia, no saben cómo sostener la iniciativa”.

 

Impuesto. 


El impuesto a las grandes fortunas volvió a dinamitar los puentes que AF había construido con los empresarios. Las críticas llegaron desde AEA y la UIA y de sectores de las pymes.


“Nos volvimos a equivocar. Creímos que habría correcciones. Pensamos que habíamos establecido un diálogo sincero y con visión de futuro pero, con este tipo de medidas, no hay futuro posible”, dijo uno de ellos.

 

El trágicamente fallecido Jorge Brito –el banquero del peronismo y del kirchnerismo– que hace poco había organizado un encuentro entre Máximo Kirchner y los empresarios más importantes del país, intentó entre el lunes y el martes hablar con el hijo de Cristina para advertirle los efectos negativos de la iniciativa en la economía. Fracasó en su intento. Máximo no le atendió el teléfono; el Presidente, tampoco.  

 

El difunto banquero, de contacto frecuente con Alberto vía WhatsApp, advirtió  que vendrá “una rebelión fiscal como nunca se ha visto”.

 

Esa es la esencia del kirchnerismo: donde no lo hay, crear un conflicto.







miércoles, 4 de noviembre de 2020

Escribe Cristina Kirchner… @dealgunamanera...

 Escribe Cristina Kirchner… 

"Boquitas Paspadas". Elisa Carrió. Foto: pablo temes

Las contradicciones atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder. La debilidad de Alberto Fernández. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 31/10/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 


En el teatro, en el cine y en la ópera, la carta suele generar un momento de inflexión a través del cual la trama de la obra experimenta un cambio fundamental. Un secreto que se devela, una intención aviesa que se confiesa, un amor que se declara, una infidelidad que se descubre, un plan que se explica, una sospecha o un secreto a voces que se confirma, representan el espectro de las alternativas que plantean algunas de esas misivas que devinieron famosas. 

 

Carta. En la historia pequeña de la Argentina habrá un lugar para la carta que Cristina Fernández de Kirchner le envió a Alberto Fernández en la víspera del día en que se cumplieron diez años del fallecimiento de Néstor Kirchner. A lo largo de sus páginas y de su cuidada redacción se despliegan con amplitud los rasgos psicológicos de la personalidad de la ex presidenta en funciones. Aparecen allí el Hubris, la contradicción, la admonición y el rencor. A modo de muestra, veamos uno de sus párrafos, en el que se lee: “En este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas hoy maltratan a un presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que, según no pocos, eran los problemas centrales de mi gestión”. 

 

La confusión de conceptos de CFK es, una vez más, proverbial e inquietante. A lo que llama ella “maltrato” es a las críticas. Le cuesta aceptar que, por más duras que sean, son parte esencial de la democracia. ¡Como si ella no criticara con igual dureza –y absoluta legitimidad– a sus adversarios! ¿Alguien ha escuchado en los últimos años –el término “últimos años” debe aplicarse aquí a un lapso que va desde 2003 hasta el presente– tener una actitud de “buen trato” para alguno de sus adversarios –internos y externos– a los que, en realidad, ella considera como enemigos?

 

El encomillado de la palabra “defectos” –como se sabe, una de las funciones de las comillas es marcar que una palabra se usa en sentido irónico o con un significado especial y opuesto a su significado real– es una definición de su Hubris que expone su egocentrismo y su falta de autocrítica. La falta de diálogo con propios y ajenos fue un problema esencial de su gestión y cuyas consecuencias aún hoy se padecen. La división que generó su uso despótico del poder es algo que llevará años superar. “Cuando nos obligaban a venir a esas puestas en escena que se hacían en la Casa Rosada durante aquellos años, nos ponían en exhibición en un corralito, no teníamos más remedio que hacer de aplaudidores y ni nos saludaba”, recuerda un gobernador peronista hablando de los “Aló Presidenta” reminiscentes del chavismo que durante los dos mandatos de CFK fatigaron la Cadena Nacional de Radio y Televisión.  

 

Lo de “funcionarios o funcionarias” que no funcionan apunta al corazón de la gestión de Alberto Fernández. Se sabe que la ex presidenta en funciones despotrica en voz alta contra el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, contra el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, contra la ministra de Justicia, Marcela Losardo, contra la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, contra el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, contra la ministra de Desarrollo Territorial, María Eugenia Bielsa, y el ministro de Transporte, Mario Meoni, por señalar algunos.

 

Curiosamente, ninguno de ellos pertenece al kirchnerismo duro.

 

No hay una sola crítica de la vicepresidenta al sistema de loteo de los ministerios que ella impuso como requisito en el reparto del poder que hizo y que tan dañino está siendo para el rumbo del Gobierno. Hablando de Vilma Ibarra e incorporándola al elenco de los señalados con el dedo admonitorio en la carta, ahora saben –por si alguna duda les cabía– que el rencor que les guarda la vicepresidenta será para siempre.

 

Albertismo. De las dos respuestas que desde el albertismo se ensayaron para responder a la carta de CFK, con el correr de los días gana adeptos la no oficial. Frente a la utópica creencia de que “a la carta se la había sentido como un apoyo” –más que utópica, fantasiosa–, se abren paso aquellos que sostienen que fue una jugada de CFK que “sigue minando el radio de acción del Presidente”, porque cualquier movida que surja del primer mandatario será interpretada como un acto espasmódico para cumplir los deseos de la vice. “No vamos a hacer nada en el corto plazo. Cristina propuso un doble juego: la crítica y la distancia, y nos tenemos que salir de esa dualidad”, señala una voz cercana al Dr. Fernández.

 

No fueron casuales las ausencias de la ex presidenta en funciones en los actos conmemorativos del 17 de octubre y del décimo aniversario del fallecimiento de su esposo.  “Ahora sabemos que la carta era la frutilla del postre. Si AF se enoja, sería funcional al juego de ella. Por eso salió a decir que la sentía cercana, “como un apoyo”, reconoció la misma fuente. 

 

Donde dos y dos son tres. Una de las palabras más escuchadas en la última semana fue diálogo. Habló de diálogo CFK en su carta; habló de diálogo Mauricio Macri; habló de diálogo Roberto Lavagna y habló de diálogo Alberto Fernández. ¡Qué verborrea!


Todos hablan de diálogo pero… los peros son tantos que el resultado será uno: la nada. 

 

Las discusiones y contradicciones internas atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder.

 

La figura de Mauricio Macri agita las procelosas aguas por las que navega Juntos por el Cambio. La reunión del viernes en la casa de Elisa Carrió en Exaltación de la Cruz dejó una foto que habla. Hubo ahí un mensaje para el ex presidente. “Nadie le puede negar a Macri un lugar de preponderancia pero su liderazgo unipersonal acabó”, señaló una voz que conoce lo que pasa en el universo de JxC.     

 

Más allá de la interna, en esa bucólica tarde con aires campestres se habló del momento de debilidad política que vive el Presidente. Al que la carta de CFK profundizó aún más. Por lo tanto se tomó una decisión: evitar las posturas extremas. “Nosotros vamos a mantenernos alejados de los discursos duros. Si el Presidente se quiebra, lo que viene es peor”, señaló con contundencia uno de los participantes del encuentro.

 

¿Quo vadis Alberto Fernández? Esa es la pregunta de cada uno de los días de este gobierno.

 





domingo, 23 de febrero de 2020

Impunidad: la peligrosa trampa que, por ahora, no logra eludir Alberto Fernández… @dealgunamanera...


Impunidad: la peligrosa trampa que, por ahora, no logra eludir Alberto Fernández

El presidente Alberto Fernández. Fotografía: Télam

El miércoles por la tarde ocurrió un hecho que no tuvo, ni por lejos, una repercusión acorde a su relevancia. Los abogados de la AFIP pidieron ocho años de prisión para Lázaro Báez, y condenas también para sus tres hijos, luego de acusarlos de lavar 60 millones de dólares provenientes de la adjudicación irregular de obra pública.

Ese reclamo, pronunciado por abogados del Estado, que ahora no comanda Mauricio Macri sino Alberto Fernández, es un inesperado reconocimiento al trabajo de Jorge Lanata porque evidencia que todo lo denunciado en aquel programa de Periodismo para Todos, en 2013, fue cierto. Luego de siete años de debate enardecido sobre si la denuncia se trataba de una mentira urdida por los enemigos del pueblo o de un trabajo periodístico riguroso, fueron los abogados de la AFIP de este gobierno quienes se inclinaron por la segunda opción.

© Escrito por Ernesto Tenembaum el domingo 23/02/2020 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La presentación de la AFIP ante la Justicia tiene una significación política tremenda, porque más allá de la distribución de responsabilidades que se puedan debatir en los tribunales, la relación entre Lázaro Báez y la familia Kirchner ha sido íntima y pública al mismo tiempo. Lázaro Báez fue, por ejemplo, el constructor de uno de los sitios más sagrados para esa familia: el mausoleo donde descansan los restos de Néstor Kirchner. En su primera visita al lugar, la vicepresidenta fue escoltada por el hombre que ahora aparece acusado de lavado de dinero por el abogado del gobierno que ella misma integra. No está Mauricio Macri en el poder. No hay relato conspirativo posible. Parece haber concluido una discusión que sacudió a la Argentina durante años.

El episodio podría ser un símbolo de salud republicana porque la llegada al poder del sector que lidera Cristina Kirchner no influyó para que la AFIP retirara la grave acusación. Sin embargo, nadie exhibirá ese gesto como un mérito porque pertenece a un territorio de extrema sensibilidad que amenaza con dañar severamente las relaciones internas de la coalición gobernante. Ese territorio es la revisión judicial de los delitos cometidos entre 2003 y 2015 y, particularmente, el destino personal de los dirigentes que aún permanecen detenidos. Con el correr de los días, ese tema se ha vuelto crucial y, si no es bien manejado, sus consecuencias pueden ser muy dañinas para el Gobierno que, lentamente, empieza a hacer pie por sus desempeños en otros ámbitos.

En los primeros dos meses de su Gobierno, Alberto Fernández debió convivir con una intensa campaña que le reclamaba que libere a los supuestos presos políticos. Una seguidilla de pronunciamientos lo obligaron a defender con énfasis, y cierto enojo, la idea de que su gobierno no tiene presos políticos. Es un debate que, decididamente, no le conviene al oficialismo. Lo muestra dividido, obliga a focalizar en los vericuetos de la relación entre los Fernández, coloca en el centro del debate a personajes muy controvertidos de la década anterior y a hechos realmente muy trágicos, como por ejemplo la tragedia de Once o el escándalo que involucró a un ex vicepresidente. Sin embargo, como si no tuviera demasiados desafíos, desde el frente interno le imponen a Fernández la agenda del lawfare. Cualquier político sagaz desearía salir rápidamente de esa encerrona.

Lázaro Báez y Julio De Vido. Fotografía: Juan Mabromata / AFP


El fin de semana pasado, luego de su gesto de autoridad, el Presidente parecía haberlo logrado: no hay presos políticos sino detenciones arbitrarias, y solo la Justicia puede decidir cuáles son. Punto. Sin embargo, el martes fue el propio Fernández quien difundió un video donde reclama que quienes son víctimas de detenciones arbitrarias “soporten” los procesos en libertad. Ese video incorpora calificaciones contra el gobierno anterior que contrastan con la convivencia que se negocia con sutileza en el Congreso y otros ámbitos.

Parecía que el Presidente intentaba calmar al sector interno que lo azuzó en las semanas previas y, tal vez, a su propia vicepresidenta. En el mismo momento, un senador por Jujuy pidió la intervención del poder judicial de esa provincia, el Presidente volvió a colocar el sistema de testigos protegidos bajo la órbita del Poder Ejecutivo y un grupo de senadores oficialistas presentó un proyecto para que no se pueda aplicar prisión preventiva a un acusado cuyo caso hubiera sido difundido por los medios. Elisa Carrió acusó a Cristina de querer dar un golpe contra la Justicia. La oposición denunció un intento de copamiento de la Justicia. Tal vez sea una exageración pero, como sucedió en otros tiempos, el kirchnerismo hace todo lo posible para que la denuncia sea verosímil.

En el fondo de todo esto, hay un problema al que Alberto Fernández no le puede encontrar solución, porque tal vez no la tenga, como ocurre con muchos problemas en la vida: la sabiduría consiste en convivir con ellos. En el sistema democrático, a un presidente se le concede el poder de gobernar, no el de impartir justicia. Fernández puede dar una opinión sobre tal cosa o tal otra, pero quienes juzgan a Cristina, por ejemplo, son otras personas: tienen sus tiempos, sus puntos de vista, su dignidad. Eventualmente, pueden ser sometidas a presiones, pero reaccionarán de manera imprevisible ante ellas. Entonces, una presión torpe puede ocasionar una derrota al Gobierno en lugar de resolver el conflicto. Esa limitación presidencial se podría resolver con un indulto en cadena. Pero el Presidente ya dijo que no está dispuesto. O con una ley de amnistía. Pero, ¿se sometería el oficialismo al escarnio que sería ese debate? ¿Cómo defenderían sus diputados la liberación de José López, por ejemplo? ¿Por qué ningún legislador se atreve a presentar una ley de amnistía por delitos de corrupción?

La vicepresidenta Cristina Kirchner. Fotografía: Agustín Marcarian / Reuters

Si no hay indulto ni amnistía, el tema queda en manos de los jueces. Pero resignarse a ello es muy delicado. Para Cristina lo es, porque varias causas la involucran personalmente, a ella y a sus dos hijos y porque cada pronunciamiento -la acusación contra Lázaro, por ejemplo- es un veredicto sobre su Gobierno, una versión de la historia distinta a la que ella pretendería imponer. Para muchos de sus seguidores también es delicado, porque cada día que pasa con Amado Boudou o Milagros Sala detenidos es una afrenta a lo que ellos quisieran que haga un gobierno peronista. Entender que no está en manos del Presidente su liberación es someterse a las leyes de la democracia. Pedir un indulto es empujar al Presidente a un conflicto social lacerante que durará meses. No hay salida visible.

En los últimos días, figuras importantes del Gobierno comenzaron a analizar la idea de sostener que una sentencia firme solo es aquella dictada por la Corte Suprema de Justicia y, por lo tanto, deberían estar libres los ex funcionarios que tienen condenas de tribunales inferiores: en este caso, serían todos ellos. Esa doctrina debería ser avalada, una vez más, por los tribunales. Hasta ahora, la jurisprudencia de la Corte sostiene que sentencia firme es la dictada por la Cámara de Casación. Por eso, los ex funcionarios más comprometidos son Amado Boudou, Luis D’Elía y los secretarios de transporte y empresarios juzgados por la tragedia de Once. Julio De Vido tiene condena de un tribunal oral y Milagro Sala de la Corte de su provincia. José López y Lázaro Báez solo están procesados. Ahora, suponiendo que esa idea se imponga: ¿de verdad cree alguien que eso no sería un escándalo con alto costo político?

En el Gobierno conviven dos agendas: una pertenece al pasado y otra al presente. En la agenda del presente, el Gobierno enfrenta desafíos gigantescos pero donde se avizoran algunos logros significativos: las primeras señales de desaceleración inflacionaria, el crecimiento del consumo en algunas áreas, la recomposición de relaciones con el mundo occidental, la instalación de una sensación de alivio porque el dólar se mantiene estable, la existencia de un clima político de convivencia. Pero el pasado no lo suelta: desde allí vuelven ideas de copamiento del poder judicial, de indultos, reformas constitucionales, personajes muy comprometidos con hechos de corrupción, heridas que no han cerrado y algunos gritos de guerra. El pasado es simbolizado, por ejemplo, por Julio De Vido y Amado Boudou. El presente, por Alberto Fernández. Cristina oscila con ambigüedad entre el uno y el otro.

El presente no es nada sencillo. Pero la irrupción del pasado lo puede tornar insoportable.