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lunes, 1 de enero de 2024

Un anti Estado con todo el poder del Estado... @dealgunamaneraok...

Un anti Estado con todo el poder del Estado...


Superpoderes. Milei los pide por dos años. Anarcocapitalista, pero con el Estado concentrado en él.

Como les decía, podemos seguir haciendo de cuenta que todo esto es normal. Como si lo que está pasando en el país no difiriera demasiado de lo que pasa en cualquier otro cuando asume una administración de sentido opuesta a la anterior. Como si se tratara de la diferencia que existe entre un gobierno más o menos estatista y otro más o menos liberal.    

© Escrito por Gustavo González, Presidente y CEO de Editorial Perfil, el domingo 31/12/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.  


Se pueden seguir elaborando documentos empresariales para analizar cada nueva medida. 

Los intelectuales pueden armar grupos de reflexión para entender el fenómeno de lo que llaman “nueva derecha”. 

Los economistas pueden continuar con sus proyecciones sobre la casi infinita cantidad de escenarios posibles. 

Los gobernadores pueden esperar que aparezca un ala pragmática en el oficialismo que se siente a dialogar. Lo mismo que los sindicalistas, para no quedar expuestos a llevar adelante un paro general a un mes de haber asumido el nuevo mandatario. 

Los legisladores pueden persistir en su lectura de los 366 artículos del 
DNU
 y de los 644 artículos de la ley Ómnibus.  

El decisionismo no es republicano. Está sustentado en las teorías de Carl Schmitt, pensador...    

Y cada vez que el Presidente responde “¿qué tiene de malo que quiera a los perros?”, los comunicadores amigos pueden seguir sin repreguntarle: “No Presidente, lo raro no es que quiera a sus perros, sino que usted esté convencido de que ellos son capaces de asesorarlo, incluso después de muertos, ¿no cree?.” 

Quizá, en medio de las Fiestas, lo mejor desde el punto de vista psicológico, sea eso: negar un poco la realidad y convencernos de que nada de lo que pasa es tan raro. 

De lo contrario tendríamos la terrible sensación de estar sobre un tembladeral político, social y económico de consecuencias impredecibles. 

Comunicado N°2. Entiendo a aquellos que intentan aportarle normalidad a lo que ocurre y a los colegas que, por los motivos que fueran, suelen acompañar con amabilidad los primeros tiempos de todos los gobiernos, y hoy se esfuerzan por justificar lo que Javier Milei dijo e hizo en estas tres semanas. 

Me cuesta imitarlos.  

Porque no logro encontrar la justificación democrática que explique que un presidente pretenda dar vuelta la normativa legal de la Argentina, sin la posibilidad de que los representantes parlamentarios de los argentinos opinen, en cada caso, qué cambios comparten y cuáles no. 

Porque el tono y la letra del capítulo sobre Seguridad Interior de la Ley Ómnibus, es sospechosamente parecido al comunicado N°2 de la Junta Militar de 1976 (“todos los habitantes deberán abstenerse de realizar reuniones en la vía pública, toda manifestación callejera será severamente reprimida”).  

...admirado por los Kirchner. En democracia, el decisionismo debe pasar por el Congreso.      

Ahora, la reforma propuesta califica de “manifestación” la reunión de tres o más personas, las que deberán pedir autorización para reunirse. Además, se reprimirá a quienes “organicen o coordinen” esa manifestación y corten el tránsito “con prisión de dos a cinco años, estén o no presentes en la manifestación o acampe”. 

Siempre critiqué la ausencia del Estado en la resolución de los conflictos entre las personas que generan los piquetes callejeros. La insólita actitud de los gobiernos anteriores de cualquier signo, de que el Estado dejara en manos de los particulares la resolución de ese conflicto, lo que muchas veces derivaba en peleas callejeras entre manifestantes, choferes y transeúntes. 

Pero nunca imaginé que fuera un presidente anarcocapitalista que brega por la desaparición del Estado, el que en este tema iba a hacer intervenir al Estado como ningún otro gobierno desde la recuperación democrática. Tampoco me imaginaba que la forma de esa intervención estatal tendría una contundencia similar a una época en las que sólo había normativas de facto diseñadas para acallar voces críticas. 

Milei como los Kirchner. Son 366 artículos por DNU, más 644 artículos de la ley Ómnibus, suman 1.010 artículos para pensar, debatir, consensuar y votar en… un mes, que es lo que durarán las 
sesiones extraordinarias.   

El vértigo decisionista no es propio del republicanismo. El decisionismo es una doctrina sustentada en las teorías de Carl Schmitt, el pensador admirado por el matrimonio Kirchner. Lo polémico de Schmitt era que creía que el Estado debía ser el vértice moral y legal de una sociedad, y actuar en consecuencia.   

En las democracias liberales el decisionismo debe pasar el filtro de las discusiones parlamentarias. Tiene la contra de que lentifica los cambios, y tiene a favor que genera cambios que toman en cuenta las opiniones de los representantes legislativos de toda la sociedad, y pueden ser más permanentes. 

Los dictadores del mundo siempre fueron decisionistas bajo la lógica de que poseían la verdad y la debían aplicar rápido, sin políticos que lo demoraran. 

Por eso, el primer día de gobierno militar, el 24 de marzo de 1976, se tomaron dos medidas que cambiarían la vida de los argentinos. La primera fue emitir treinta comunicados que tenían fuerza de ley y le otorgaban todo el poder a un general, a un almirante y a un brigadier. La segunda fue encarcelar a los políticos y cerrar el Congreso.  

Es un riesgo y una pena que los legisladores que nos representan a todos, no puedan analizar con el suficiente detenimiento cada uno de los 1.010 artículos enviados por el Ejecutivo. Seguramente, habría un porcentaje de esos artículos que tendría la legitimidad de ser votado democráticamente.  

Formas y fondo. La particular combinación de proponer un país sin Estado, mientras que quien controla ese Estado reclama para sí el poder absoluto y avanza sobre el dominio del espacio público, con la contundencia de otros tiempos, le agrega preocupación al preocupante decisionismo presidencial.  

Milei acaba de decir que el problema no son las formas, sino el fondo. “Me importa un carajo las formas”, repite. Se equivoca. Las formas son el reflejo fiel del fondo. El fondo son las ideas (Platón llama “formas” a las ideas) y cuanto más duras son las ideas, más duras suelen ser sus formas.
 
  

¡Milei cumple!


Es cierto que su decisionismo puede ser producto de la debilidad congénita de este gobierno (debilidad legislativa y partidaria e inexperiencia de gestión). Una estrategia política para convertir en fortalezas lo que son sus fragilidades. No negociar para no perder, mostrarse más poderoso de lo que es y advertir a cada paso que siempre puede haber un 
plebiscito popular que le daría la razón.  

Si fuera así, su decisionismo no estaría motivado por el autoritarismo, sino por la necesidad de llevar al límite los marcos institucionales para aplicar su modelo y lograr gobernabilidad.  

El problema es la sucesión de hechos, dichos y símbolos que, por momentos, hace difícil percibir la diferencia entre un motivo y otro.  

Su mensaje de asunción de espaldas al 
Congreso, las inéditas limitaciones para la cobertura periodística de ese primer día, la constante desvalorización de quienes no piensan igual, el intento de gobernar por decreto, el pedido de superpoderes hasta diciembre de 2025, la penalización extrema de la protesta callejera, tratar de “coimeros” y “delincuentes” a los legisladores que se oponen a sus reformas…   

Libertario sui generis. Pasaron solo tres semanas del comienzo de la primera experiencia anarcocapitalista de la historia de la humanidad. 

Por ahora, con parada intermedia en este curioso minarquismo, que por un lado aboga por la eliminación del Estado de la vida de las personas, y por el otro pretende un Presidente con superpoderes estatales.  

Milei está convencido de que “las fuerzas del cielo” eligieron a la Argentina para este experimento único; a su hermana Karina como Moisés, el profeta de Dios; y a él como Aarón, su mejor comunicador, encomendado ahora para conducir el país.  

Ojalá que en este 2024 las fuerzas del cielo, y también de la Tierra, se apiaden de él y no desamparen al resto de los argentinos.



    

domingo, 31 de diciembre de 2023

Las formas importan.... @dealgunamaneraok...

 Las formas importan…

Javier, la ira de Dios. Dibujo: Pablo Temes.

Ante tanta fragilidad política, el gobierno debe cuidar no solo el contenido de sus medidas.    

© Escrito por Nelson Castro el domingo 31/12/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.  


Todo transcurre en medio de una vorágine pocas veces transitada. Desde ese punto de vista no hay sorpresas. Es lo que Javier Milei había prometido. Eso no significa que sea lo ideal. Acierta el gobierno cuando exhibe acción. Eso indica que, efectivamente, tiene un plan. Se equivoca cuando pretende imponer una noción de que la cosa es a todo o nada, lo que en el ámbito de la política es decididamente malo.

Tanto el Decreto de Necesidad y Urgencia como el proyecto de Ley para las “Bases y punto de partida para la Libertad de los Argentinos”, demuestran que el equipo que encabeza Federico Sturzenegger trabajó durante muchos meses con todo detalle sobre una impresionante diversidad de temas. Más allá de lo que marca la Constitución Nacional. Pretender evitar la participación del Congreso en alguno de los puntos del DNU, es afectar su vigencia en el tiempo. Lo que se pretende imponer de un plumazo, se puede también derogar de un plumazo. Sería aconsejable que en el entorno de Milei esto se entendiera bien.  

El envío del proyecto de ley al Congreso sorprendió a varios funcionarios del gabinete nacional. Entre ellos, los que estaban dialogando con el secretariado general de la CGT. Por eso, el Presidente hizo una mala lectura de la realidad ya que había un diálogo subterráneo con el sindicalismo, con cierto grado de acuerdo con varios de ellos. Ese puente se rompió aun cuando, la fecha del 24 de enero, fijada por la central obrera para el paro general, deja abierta la ventana a una eventual negociación. En este punto, es menester hacer una reflexión sobre la foto que dejó la presencia de Héctor Daer, Pablo Moyano y compañía en el escenario del salón Felipe Vallese en la que anunciaron la medida de fuerza. Es una foto sepia que atrasa y, el hecho de que durante los cuatro años del desastroso gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández –el orden no es un error, sino que se corresponde con el nivel de poder que tuvieron– no hayan llevado adelante ningún paro expone su pusilanimidad. 

“Cuando tuvimos inflación, que fue un flagelo, y siguió y aumentó, tuvimos las paritarias para recomponer el salario” –argumentó Daer– olvidando que Massa los había presionado para que las paritarias no superaran el 60%. Luego agregó que “jamás se apuntó en contra del sistema jubilatorio y la igualdad de todos los que habitamos esta tierra”. Sobre esto, es necesario recordar dos cosas: primero, los dichos de la diputada por el Frente de Todos contra Todos, Fernanda Vallejo, quien calificó de “fórmula de mierda” al sistema de ajuste votado por ella misma y el resto del oficialismo K; y sobre la igualdad, hay que recordarle a Daer que Cristina Fernández cobró hasta ahora, el haber de la jubilación como presidenta y una pensión también de presidente correspondiente a su esposo Néstor, algo absolutamente contrario a las disposiciones legales. Es decir, un privilegio bochornoso por su inmoralidad que está en vías de ser revocado. La legisladora Graciela Ocaña sigue sosteniendo la causa en la Justicia. Al respecto, llama la atención que entre la quita de privilegios a “la casta” el Presidente Javier Milei no haya puesto la lupa sobre estos privilegios, algo que –a todas luces– no tiene razón de ser. Es más, vale la pena recordar que el exvicepresidente condenado Amado Boudou está entre los que perciben este beneficio extraordinario.   
Una constante con la que se han encontrado los nuevos funcionarios en los principales ministerios es la cantidad de gente empleada que no realiza tareas específicas. El propio ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona denunció públicamente que tuvo que poner cámaras en el edificio porque habían roto en siete oportunidades el sistema de validación de ingresos y egresos con la intención de sortear los controles. En el Ministerio de Economía y en la Secretaría de Comercio sucede algo similar y es puesto de manifiesto en el off the récord por los propios empleados de carrera de la cartera: “No te podés distraer porque apareció gente que no había venido nunca a buscar desesperadamente un escritorio libre donde recaer. Son los ñoquis, que no quieren perder sus beneficios y no tienen ningún empacho en discutir con quienes hemos estado trabajando día y noche cumpliendo con nuestras obligaciones”. Una foto cabal de lo que dejó el kirchnerismo. 

El período de Sesiones Extraordinarias en el Congreso no será un paso fácil para el gobierno. El Decreto de Necesidad y Urgencia desencadenó una oposición férrea en todos los sectores del peronismo y, como ya se dijo, en la CGT, sobre todo por la reforma laboral impulsada y las limitaciones para las protestas callejeras. El propio Miguel Ángel Pichetto, presidente del nuevo bloque Hacemos Coalición Federal pidió “no dramatizar” el debate legislativo de la ley Ómnibus del Ejecutivo y sostuvo que hay contenidos necesarios para darle al gobierno herramientas que faciliten la gobernabilidad. Si bien, en un principio se mostró crítico del DNU, aseguró que “lo que no se pueda discutir en el decreto se discutirá en la ley”.  

A pesar de todo, hay en el gobierno cierto aire de optimismo. Saben que para la oposición y, sobre todo para el sindicalismo, no será gratis oponerse a un gobierno que lleva apenas un par de semanas en el poder. De hecho, las marchas que han intentado ganar la calle en los últimos días, nacieron con ese mismo vicio de debilidad. Habrá que ver qué sucede si el paro general anunciado por la CGT a realizarse a sólo 44 días de gestión del nuevo gobierno se traduce en una demostración de poder en la calle. Una cosa es segura: a ambos extremos de la cuerda les conviene negociar. Es muy pronto para todo.  

El gobierno tiene la oportunidad de dejar atrás años de decadencia, pero no debe olvidar que, en un contexto de fragilidad política, las formas son tan importantes como el fondo de las medidas. La Argentina y todos sus habitantes están en sus manos y no hay lugar para otro fracaso.



   

sábado, 30 de diciembre de 2023

Las pymes en alerta con el plan económico del Milei… @dealgunamaneraok...

Las pymes en alerta con el plan económico del Milei…

Aseguran que "las pymes tienen que adecuarse día a día". Fotografía: Freepick.  

La fuerte devaluación y el paquete de medidas que incluye el DNU anunciado por el Gobierno Nacional a pocos días de comenzar la nueva gestión, indefectiblemente traerá consecuencias directas en el sector de las pequeñas y medianas empresas bonaerenses y también a nivel nacional.

© Escrito por Camilo Alberto Kahale (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.




El comercio minorista todavía tiene algo de movimiento en el marco de las fiestas de fin de año. En mayor o menor medida, la gente sigue consumiendo, pero la recesión ya comenzó a reflejarse. Sin ir más lejos, las ventas navideñas en los comercios minoristas pymes cayeron 2,8% con relación al pasado año, y el 44% de los comercios a nivel nacional vendió menos de lo esperado. Estos datos surgen de un relevamiento de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).En medio de un proceso que combina el cambio de gobierno, la devaluación del tipo de cambio oficial fuertes aumentos de precios, se advierte que la gente se está ajustando para reducir los gastos. Esta implica un cambio de hábitos que repercutirá en los indicadores de consumo.

Damián Di Pace: “El ingreso está cayendo tanto que el consumo se está retrayendo”    

En Argentina, según la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo del Ministerio de Economía de la Nación, las pequeñas y medianas empresas representan el 99,4% del total de empresas del país y emplean al 64% de los asalariados registrados. Además, según datos de la Subsecretaría de la Pequeña y Mediana Empresa, en el primer trimestre de 2023 las MiPyMEs crearon 140.000 puestos de trabajo con respecto al mismo período de 2022. Es un sector clave para la economía de nuestro país, de eso no hay duda, pero en los últimos 10 años viene siendo golpeado producto de una economía en constante crisis.  



Las pymes son parte de la comunidad y de la gente, y no escapan a la crisis general y al impacto de cualquier decisión política-económica del Gobierno de turno. Las pymes forman tejido social y económico en cada localidad y barrio, por eso son fundamentales y necesarias en la reactivación de la economía de un país.

Cuidar la industria nacional y las economías regionales.

Reactivar la industria nacional y preservar las economías regionales es crucial por varios motivos. No sólo influyen directamente en el desarrollo y éxito de cada sector, sino también en el crecimiento productivo y económico de la Argentina. En el contexto actual, la liberación de precios y la posible apertura de las importaciones impactará de lleno en las pymes de esos y otros sectores, lo cual pone en peligro su subsistencia. 

El Gobierno busca el déficit cero y esperemos que tenga suerte y mejore la calidad de vida de los argentinos.
 Pero el problema son las formas sin medir las consecuencias. Al mismo tiempo que se toman medidas de impacto, es necesario cuidar a los generadores de empleo y también el bolsillo de la gente. La clase media es la que más consume y ya lo está empezando a sentir. 

Aldo Abram sobre la liberación de importaciones: "Le van a poner un techo al mercado interno"    

Sabemos que muchas medidas son necesarias, que algo había que hacer para tratar de parar la inflación y no terminar en una hiper, pero al mismo tiempo es clave incorporar mecanismos de corrección, porque desde hace años que las pymes, los comercios minoristas, y la gente terminan pagando las malas decisiones políticas. No se puede cortar nada de cuajo sin medir las consecuencias, sin cuidar a los pequeños empresarios y comerciantes, sin defender el poder adquisitivo de los trabajadores. 

Está más que demostrado que a pesar de largos años de inflación y mala gestión, los comerciantes siempre buscan no despedir a su gente. Aún en tiempos de pandemia -con la ayuda del 50 por ciento del sueldo provisto por el Gobierno de turno-, no lo hicieron. Vemos que luego de las fiestas hay peligro de muchos despidos porque los empleadores no tienen margen para seguir sosteniendo sus planteles de trabajo. 

La idea del déficit cero es buena, pero no veo que las consecuencias recaigan sobre “la casta”, como dicen. Pedimos que se preserve la salud del sector pyme, que son las principales generadoras de empleo y cumplen un rol fundamental en la contención de los lazos sociales en contextos de dificultad. 

Estamos abiertos al diálogo para acompañar decisiones que no representen solamente recortes de gastos, sino que también estimulen la actividad de los sectores productivos y la generación de empleo, que es el camino para fortalecer el crecimiento de la Argentina. 

(*) Presidente de la Federación Económica de la provincia de Buenos Aires (FEBA). La entidad nuclea a más de 250 cámaras que representan a las pymes bonaerenses de todos los sectores productivos.




   

domingo, 24 de diciembre de 2023

En contra y a favor del DNU... @dealgunamaneraok...

En contra y a favor del DNU...


Un amplio rechazo de amplios sectores políticos, sociales, empresarios y sindicales, junto con movilizaciones ciudadanas en distintos puntos del país, fueron las inmediatas respuestas registradas tras el discurso por cadena nacional en el que el presidente Javier Milei sintetizó el contenido del megadecreto de necesidad y urgencia (DNU) diseñado a medida de las grandes corporaciones privadas y mediante el cual se disponen modificaciones regresivas que recaen básicamente sobre trabajadoras, trabajadores y compañías locales, especialmente pymes.

© Escrito por Carlos Heller el sábado 23/23/2023 y publicado por la Revista Acción en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Claro que no todas fueron manifestaciones contrarias a los cambios de reglas propuestos desde la Casa Rosada. Hubo también respaldos entusiastas: de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entre otras entidades. A ellos se sumó el expresidente Mauricio Macri y una porción significativa del PRO. 

Elegidos

Acaso esa disparidad de opiniones refleje de modo transparente cuáles fueron los segmentos elegidos para beneficiarse y cuáles los perjudicados, detrás de la maraña de derogaciones de leyes y normas que en muchos casos protegen conquistas históricas o preservan áreas clave vinculadas con el patrimonio estatal y el ejercicio de la soberanía nacional.

La mayoría de los pronunciamientos contrarios al DNU apuntan a su carácter anticonstitucional y antirrepublicano. Tales expresiones se reiteran en gran parte de la esfera política, mientras en el Congreso está en proceso de gestación una oposición amplia al DNU presidencial.

Una síntesis de los cuestionamientos fue expuesta por el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, al sostener que «a espaldas de la división de poderes» se anunció un decreto que «sin necesidad ni urgencia pretende derogar un conjunto de leyes de todo tipo». Así, continuó, «se propone privatizar todo, desregular todo, destruir derechos de los trabajadores, arrasar con sectores completos de la producción, rifar los clubes de fútbol y el patrimonio de los argentinos».

Advertencias similares fueron lanzadas por los gobernadores de La Pampa, Sergio Ziliotto; de La Rioja, Ricardo Quintela; de Río Negro, Alberto Weretilneck; y de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, entre otros. 

Flexibilización

La reacción de trabajadoras y trabajadores frente al DNU, en tanto, se originó particularmente por los artículos que anticipan la flexibilización laboral, el límite al derecho de huelga, el recorte de las indemnizaciones por despido y su reemplazo por fondos de cese, la eliminación de multas y penalizaciones a empleadores que no registren la relación de trabajo y la extensión del período de prueba de 3 a 8 meses, entre otros empeoramientos de las condiciones laborales.

Entre los que repudiaron este y otros apartados del DNU (como el que crea las condiciones para privatizar empresas públicas, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas) se incluyeron la CGT, la CTA de los Trabajadores, la CTA Autónoma, la UTEP, la Asociación Bancaria, la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA), el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba), por citar solo a algunas entidades.

Por otra parte, millones de asalariados, jubilados, profesionales, comerciantes y gran parte de las capas medias de la sociedad sufrirán pérdidas de su poder adquisitivo al suprimirse la Ley de Alquileres, permitir que las empresas de medicina prepaga fijen libremente las cuotas a sus asociados y derogarse las leyes de Abastecimiento y de Góndolas.

También se opusieron al DNU entidades como Industriales Pymes Argentinos (IPA) y la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme). Hay que recordar que el decretazo de Milei promueve la derogación de la Ley de Compre Argentino y Desarrollo de Proveedores, una herramienta para canalizar el poder de compra del Estado, así como la de Promoción Industrial.

En definitiva, resulta difícil evitar la comparación de la coyuntura actual con la de otras experiencias neoliberales extremas, como las impulsadas por José Alfredo Martínez de Hoz a partir del golpe de 1976, y por Domingo Cavallo desde 1991. Ambas con desastrosos resultados: altos niveles de desempleo y pobreza, enajenación del patrimonio público, fuerte desnacionalización y concentración oligopólica, megaendeudamiento y profundización de la desigualdad social, a partir de la desmejora en la distribución de la riqueza y los ingresos.

Se actualiza en estos días el viejo debate entre los dos modelos de país y la ciudadanía es interpelada sobre el partido a tomar, de modo que las urgencias coyunturales no den paso a desequilibrios aún más profundos y a mayores inequidades.


   

viernes, 1 de mayo de 2020

Buen salvaje... @dealgunamanera...

Buen salvaje... 


La certeza de la incertidumbre, la decisión como necesidad. El autoritarismo como amenaza, como temor latente inscripto en el poder y la política. ¿Autoritario es el que manda? ¿Autoritarios somos todos?

© Escrito por Julián Melo (*) el jueves 30/04/2020 y publicado por La Vanguardia Digital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Terra monótona. Días iguales. El tiempo que pasa sin pasar y no pide permiso. La mirada clavada en un horizonte que nadie sabe dónde está. La radio, la tele, el celular, todas estalactitas frágiles que rodean, todas lianas que permiten ir a ver qué está pasando sin ponerse el barbijo y caminar a distancia. Todos escapes que son, más tarde o más temprano, encierros. Son enojos y a veces mimos, son destratos y a veces cariños. Son todo lo que se puede en tiempos donde nada se sabe y entonces se sobre actúa claridad. Es un tiempo donde está muy fácil enojarse con muchos o con alguien, donde ya casi no faltan excusas válidas para tal cosa, pues el confinamiento achata no sólo curvas, achata quizás un poco la capacidad de cada uno para reaccionar. No es que éramos una sociedad bella y un virus nos envileció; es simplemente que éramos lo que somos pero sin tanta premura como para demostrarlo.

Entre la maleza de esa Terra monótona y el fragor de las lianas que nos llevan y nos traen desde múltiples estados de ánimo hay variables sencillamente inmanejables, hay un reflujo constante de afirmaciones y contra afirmaciones que, a veces, dejan mal parado hasta al más avispado. Algo en todo ello es profundamente increíble: ¿por qué cuando el agobio cotidiano del trabajo, la presión diaria por cumplir con obligaciones que ya se demostraron inútiles, por qué cuando más tiempo tenemos para pensar es que reaccionamos igual o peor que siempre? No hay excusa de apuros y obligaciones, la única obligación es quedarse en casa. Los lugares comunes son comprensibles cuando estamos corriendo de un lado para el otro todo el día: ¿por qué no tomar un rato del tiempo que hoy sobra para mirar antes de vociferar? ¿Por qué no aprovechar la monotonía del tiempo pandémico para revisar esos espacios sobre los que siempre nos posamos con comodidad y autosuficiencia?

La información, el circo de datos y opiniones están a una velocidad inaudita. Una velocidad que atrapa y expulsa a la vez, una velocidad que obliga a mirar y, en algún momento, a creer. Lo único que acolcha el desmadre mental que produce la lluvia de meteoritos informativos es construir una creencia. Sensación de muerte, de fragilidad constante, de cuidarse, de desinfectar hasta los atados de cigarrillos que empiezan a escasear. Una especie de tempestad de persecución y de necesidad de sentir que no nos va a pasar nada. Algún acolchado, algún freno hay que encontrar. Para mí, ese freno tiene casi siempre la forma de una creencia, de una certeza que no requiere demasiada explicación en orden a parar la expoliación que produce la marea endemoniada de sensaciones cruzadas. Hay que buscar un ancla y no mucho más.

No es que éramos una sociedad bella y un virus nos envileció; es simplemente que éramos lo que somos pero sin tanta premura como para demostrarlo.

Entonces fluye el juego de sensibilidades en medio de mundiales de vedettes argentinas y de canciones del Indio Solari, encuestas de millones de cosas, recomendaciones de series y películas para ver, canciones y discos para escuchar, miles y miles de fotos de gatos y de comidas caseras preparadas con fruición. Video-llamadas, clases online, Zoom para todos. Y en el costado del juego casi todo se sigue moviendo, hay política, hay decisiones, hay otros más buscando la forma de aguantar el desmadre. Ese lugar de la decisión, ese lugar tan preciado para muchos, tan lejano para otros, ese lugar de la decisión que es normalmente el objetivo más atacado desde tiempos inmemoriales; ese lugar tan hablado y redefinido por siglos, parece ser el lugar más común de nuestras reacciones, parece ser el lugar que no podemos revisar aun teniendo todo el día a disposición.

Nuestras anclas significantes allende la política, allende la decisión, son las de siempre pero para una situación que no es la de siempre, para una situación que, para muchos, hace que siempre sea ya algo que dejó de ser.

En el revuelo por momentos inclasificable de albedríos confinados aparecen, paradójicamente, patrones de argumentación. La denuncia, a veces algo vaga, a veces algo enérgica, de la violación de los derechos individuales, la potencial amenaza a la propiedad privada. Para los más intelectualmente holgazanes siempre está el ancla de Venezuela, Cuba, comunismo, zurditos y otras defecciones que ya todos conocemos. Lo cual configura, a mi gusto, algo que, a más de pintoresco, es un patamar inevitable de todo el debate público al menos y no sólo en Argentina: la relación entre derechos y excepción.

Me parece un elemento profundamente básico en la discusión que hoy profesamos aun hasta cuando recomendamos música. Y, a mi entender, es un elemento básico pues tiene una historia de conquista detrás, que no merece el destrato de la contestación chicanera y supuestamente contundente. Cada uno busca sus anclas personales en tiempos de confinamiento, el tema es que hacen falta anclas colectivas: el ancla colectiva central en Argentina, y en otros lados también, es la defensa de los derechos civiles básicos.

Es obvio que ya hasta esa mínima afirmación es polémica pero no porque lo que afirma es demasiado creativo o porque se me ocurrió algo totalmente nuevo: es polémico pues porque aun sobre lo que nos anuda como un “algo” social todos tenemos opiniones diferentes. El tema es que, justamente, esa diversidad es el bien más preciado dentro de aquello que podría ser el ancla común. Y aun así, seguimos siempre buscando un alguien extraño, exterior, a quién vanagloriar o denostar: las dos actitudes son lógicamente iguales.

Hay un temor, al menos, que es proclamado desde múltiples foros: el temor al autoritarismo. Se blanden banderas de libertad, algunas desteñidas por cierto, contra las posibles consecuencias autoritarias de un contexto pandémico. Se reclama con vehemencia la plena vigencia y el normal funcionamiento del Congreso de la Nación, y de todas las instancias de control. Se ensambla, con diverso poderío teórico argumental por supuesto, la posibilidad de una deriva política autoritaria en la maleza del COVID 19. Con resuelta sagacidad se contesta, desde las antípodas, ¿y cuánto sesionó el Congreso en 2019? ¿Y cuántos decretos de Macri se revisaron sin pandemia? Y la deuda, y el cierre de pymes, y el desempleo y el hambre.

Ad infinitum el juego chicanero asume su lugar en el debate público, entretiene y deja ir. El problema, para mí, es que eso deja justamente demasiado lugar para ir a la exageración, la sobre actuación y, fundamentalmente, la ausencia de preguntas. Nadie se pregunta por lo que lo que pregunta pero, mucho peor, nadie se pregunta por lo que afirma pues sólo necesitamos anclas, acolchados. Es increíble que lo que tranquilice sea la afirmación y no la interrogación.


La pregunta sería o, mejor dicho, una posible pregunta sería: ¿estamos hoy ante el riesgo de un desvío autoritario del poder político? A lo cual, obviamente, cabría contra interrogar: ¿alguna vez no estamos frente a esa posibilidad? Asumamos que no necesitamos entrar en esa polémica pero atendamos al temor. Temor infundido por un líder que toma la palabra propia como “la de todos”, como alguien que habla por “nosotros”. Pensemos autoritarismo quizás como una forma de Estado que monopoliza la posibilidad del uso de la violencia física para satisfacer los deseos del Único, del dueño de la palabra de todos, del Líder.

Concibamos autoritarismo como una forma de avasallamiento de toda forma de control de las decisiones de política pública, como la eliminación de toda mediación en la construcción de esas decisiones. Avancemos todavía más, y definamos al autoritarismo como la presentación de Uno que demuele Múltiples, de Uno que sabe todo, de Uno que se presenta como salvaguardia de lo que somos como comunidad. Uno que clausura cualquier vía posible de discusión porque-ya-sabe lo que hay que hacer, que no consulta y agrede si lo consultan, Uno que se presenta por encima de cualquier interés particular porque se cree en sí mismo el interés general.

El temor al Uno es muchas veces genuino y compartido. La pregunta es: ¿estamos hoy en Argentina, en medio del horror mundial, ante ese riesgo?

Fluyen las estalactitas revoleadas por el aire. Asombra el griterío de los confinados. “Sí, Alberto se cree que me va a decir lo que puedo o no hacer”, “El Congreso está cerrado”, “Gobiernan por DNU”, “atrás de todo esto está la Cámpora y está Cristina”, “Albertítere” y demases. “Noooo, Alberto es crack, es docente”, “Alberto es el hombre, imagináte esto con Macri”, “estos caraduras lloran autoritarismo y nos pedían DNI sin flagrancia”. En el medio de ese quilombo de cruces cancelatorios alguien tiene que definir y decidir, alguien tiene que mandar.

En la Quilombificación, como supo teorizar un amigo maravilloso, alguien tiene que agarrar el timón. El punto, para no dar más vueltas: lo que confunden las sobreactuaciones es Mando con Autoritarismo. Y, tras de eso, confunden el Lugar dónde preguntar.

Cada uno busca sus anclas personales en tiempos de confinamiento, el tema es que hacen falta anclas colectivas: el ancla colectiva central en Argentina, y en otros lados también, es la defensa de los derechos civiles básicos.

Hay alguien que manda. Sí. Hay mando porque hay lazo. Hay juegos de obediencia porque hay política, hay hegemonía ensayada desde todos lados; hay política porque hay lazo, un entrecejo que funde a Distintos en algo más o menos igual. Hay política porque no importa quién manda ni quién obedece pues ambos son polos de un lazo que se construye entre múltiples. Hay política porque la pregunta central no tiene que ver con el titular del Poder sino con el proceso sociocultural (y político) que se pone en juego frente a algo que “nadie ve”. La palabra es lazo y lo que nunca se ve, ni se toca ni se ocupa es el Poder.

Hay un estigma representacional que ninguno de los que avalan o de los que despotrican puede evitar: la imagen no existe. Siempre existe el riesgo autoritario, siempre existe el riesgo de la sobreactuación. Pero alguien manda, y el mando no es ni puede ser un reflejo puro. No hay espejos en la política, hay solamente riesgos, hay lazos. Que haya mando no supone sí o sí que haya autoritarismo. Ese oscuro pasado denunciado, ese horizonte siempre negro y detestable de años de plomo, debe ser quizás reservado para momentos en los que efectivamente la Voz de Uno solo nos amenace como Ser Comunitario. Y digo ser comunitario aun a riesgo de otras críticas sobreactuadas: ser comunitario nunca es homogéneo y total, es simplemente mayoritario, siempre está en discusión. Rousseau no es uno solo, ninguno de nosotros lo es.


A todo esto, entonces, ¿Por qué cuando un Presidente de la Nación se presenta públicamente para explicar las bases de sus decisiones se teme autoritarismo? ¿Por qué se reduce eso a un simple cálculo electoral cuando siquiera se sabe cuántos de nosotros vamos a morir, o sea, cuántos vamos a votar? ¿Por qué cuando un Presidente de la Nación, que hace política y para eso se le paga, dice que descentraliza decisiones en gobiernos locales olemos autoritarismo? ¿Por qué cuando un Presidente de la Nación se ubica en comunicación cuasi total con todo tipo de organizaciones, industriales, “del campo”, más grandes, más pequeñas, y todo eso lo consumimos en los medios todos los días auguramos autoritarismo? ¿Por qué cuando un Presidente de la Nación se presenta diciendo que consultó una decisión con cincuenta actores distintos nos corre el frío ardor del autoritarismo por la espalda? No interesa vanagloriar la chicana tonta de que este Presidente no manda a tomar lavandina o inocularse Lysoform, mucho menos que dice que somos una raza fuerte y que el virus no nos va a hacer nada. 


Interesa, para mí, ¿por qué no aceptamos que colectivamente hay un límite que un tipo, en este caso un Presidente, sabe aceptar? De última, ¿por qué nos enojamos con un tipo que flexibiliza una cuarentena y le reclamamos “Mando” cuando ese “Mando” sí o sí nos va a parecer autoritario? Alabamos a una señora que viola el aislamiento y toma sol pero después reclamamos medidas estrictas. Y pedimos que la policía no se zarpe. Y no queremos milicos en la calle. No queremos uniformes verdes a la vista. Reclamamos mando pero cuando alguien Manda denunciamos autoridad. Reclamamos orden y cuando alguien ordena presentamos recursos de amparo. ¿De qué nos amparamos? Éticamente, es muy discutible que todo aquello que no nos gusta deba ser sí o sí tildado de autoritario. Hay miles de otras descalificaciones posibles. Ese juego retórico, por más que parezca inútil, es básico para cualquier modus convidendi.

Mezclar decisión y mando con autoritarismo de buenas a primeras es un problema más viejo que el agua. Siempre reclamamos que no nos griten, que no nos digan lo que tenemos que hacer, que no nos digan qué ropa usar según el clima. Somos erizos ante la presentación de cualquier posible sojuzgamiento. Pero reclamamos autoridad ante la angustia y le tememos a esa autoridad. Mucho más aún, cuando esa autoridad se presenta de alguna manera amistosa, se presenta decidiendo pero compartiendo esa decisión, encendemos las alarmas de la violencia. 


Corremos despavoridos a cubrirnos en el refugio de la historia para denunciar con vehemencia vanguardista los peligros del Uno Malo que decide. Eso anuda a enormes conglomerados ideológicos, los hermana. Nadie escapa al lugar común. Nadie jamás escapa a denunciar con superioridad moral cualquier forma de poder político cuando, al mismo tiempo, le reclama a ese Poder que haga “lo que yo digo”. 

Nadie jamás escapa del autoritarismo.


Nadie escapa al lugar común. Nadie jamás escapa a denunciar con superioridad moral cualquier forma de poder político cuando, al mismo tiempo, le reclama a ese Poder que haga “lo que yo digo”. Nadie jamás escapa del autoritarismo.

El problema, al final, es que siempre reclamamos que nadie nos diga violentamente qué hacer y cuando alguien hace una propuesta no violenta, y afirma que depende no de él sino de nosotros, la respuesta es lapidariamente negativa. Siempre pedimos que el Mandatario no hable por nosotros pero cuando el Mandatario dice que la responsabilidad es nuestra lo vilipendiamos. Nunca quisimos que un líder nos robe la voz pero cuando dice que su propia voz es construida por nosotros, nos enojamos. Mucho más, cuando dice que la “voz definitiva” es la “nuestra”, arrecian los vilipendios. En esa contradicción se aloja una monstruosidad bien obvia: queremos ser nosotros, siempre y cuando ese nosotros seamos cada uno. Y, si el líder no se roba ninguna voz, los argumentos tradicionalmente preparados por nuestra sana centro-izquierda y nuestra derecha de buenos modales (que son, ahí sí, lo mismo) se quedan perplejas: sólo les queda la chance de encontrar un error, cualquier error, y decir que tenían razón.


De allí, para finalizar, hay una posibilidad más que latente respecto a que mi letra sea una defensa oculta, o quizás no tanto, de la actuación del Presidente argentino. Lo cual quizás podrá albergar elogios de una parte, rechazo de otra, quizás indiferencia de la gran mayoría. Yo tengo mi opinión como cualquier otro ciudadano. Miro como cualquiera. “Yo miro vivir”. Y no necesito, como cualquiera de nosotros, permiso para defender o atacar a nadie. Miro que hay un drama fundamental que nos acosa, o quizás solo me acosa a mí y estoy exagerando: no aceptamos que algo nos puede salir bien entre muchos (si sale mal, los responsables son obvios). 


No aceptamos que quizás hay un camino común en la divergencia absoluta. No queremos liderazgo acaparador y jetón pero pedimos medidas estrictas. No aceptamos medidas estrictas y denunciamos autoritarismo. El drama, en el fondo, es que no aceptamos un nosotros, la pregunta nunca es por nosotros; el drama es que no aceptamos lo que siempre pedimos: ser parte de la decisión, ser parte de la apuesta, tener voz. No aceptamos un mesías pero pedimos salvación.

(*) Licenciado en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Investigador Adjunto del CONICET (IDAES-UNSAM) y Docente en la UNSAM