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jueves, 27 de septiembre de 2012

Bajar un cambio... De Alguna Manera...


Bajar un cambio...

El aval oficial. Jefe de Gabinete Abal Medina. Dibujo: Pablo Temes.

Señales de mesura que hace tiempo que no se ven. ¿Toma de conciencia o mero espejismo?

Los ecos del ruido de las cacerolas que se escuchó a lo largo y a lo ancho del país hace poco más de una semana, siguen resonando en los oídos del Gobierno. En el cenáculo del poder todavía no se reponen de la sorpresa –desagradable para el kirchnerismo duro– que les causó una manifestación a la que primero minimizaron y después despreciaron. Sin embargo, luego de las horas de furia que se vivieron en la Babel de Olivos, en los “Aló Presidenta” de esta semana Cristina Fernández de Kirchner tuvo una actitud de mesura que hacía tiempo no se le veía.

Hay una realidad indiscutible: sin el apoyo de la clase media es imposible que el Gobierno pueda siquiera acariciar el sueño de la re-reelección. Y ése es un tema que tuvo una presencia muy fuerte entre las consignas principales que acompañaron al ruido de las cacerolas. Uno de los efectos de esos sonidos fue el rugir de las internas que comienzan a hacerse notar al interior del Gobierno. La Cámpora es un factor de irritación creciente dentro del peronismo que acompaña a la Presidenta. Amado Boudou es otro. Así, lo que se observa por estas horas es la progresiva apertura de líneas de confrontación impensadas para el oficialismo hace poco menos de un año, a pesar de lo cual el Gobierno no cede ni un milímetro en esa línea que conlleva un nivel de conflictividad y un culto a la personalidad como hacía años que no se veía en la Argentina.

Una de las herramientas de esa estrategia es Fútbol para Todos –en algún día futuro, el desprolijo manejo de las ilimitadas sumas de dinero público que allí se malgastan obligará a varios de sus responsables a trajinar los pasillos de los tribunales de Comodoro Py–. Quienes siguen los partidos del desvaído torneo de primera división han notado ya que ahora no sólo se difunden las obras del Gobierno sino que, además, en cada tanda aparece un fragmento que reproduce un extracto de algún discurso de Fernández de Kirchner. A ello hay que agregarle la seguidilla de cadenas nacionales y “Aló Presidenta” con anuncios que, a fuer de ser tan numerosos, terminan desnudando las contradicciones y el nivel de improvisación que exhibe el Gobierno. Entre los casos más resonantes de las últimas semanas están el del Polo Audiovisual en la para la Presidenta desconocida y deshabitada isla Demarchi –asunto que ha abierto un conflicto que el Gobierno jamás imaginó y que habrá de recalentar las de por sí malas relaciones con el sindicalismo moyanista y con la CTA que no responde a Hugo Yasky– y el proyecto sobre las limitaciones a las indemnizaciones laborales que ha descolocado al diputado oficialista Héctor Recalde, quien siempre sostuvo posturas opuestas a las consagradas en el proyecto gubernamental.

En este punto es preciso hacer también una mención acerca del panorama que ofrece la oposición hacia la que también estuvo dirigido el ruido de las cacerolas. Por lo que se ha observado hasta aquí, los opositores tampoco han comprendido el mensaje. Quienes allí fueron no les demandan postulaciones, sino propuestas; reclaman que los opositores se despierten de su sueño de intrascendencia que parece no tener fin y se organicen para acordar proyectos factibles que se comprometan a cumplir. Les exigen una responsabilidad de la que hasta aquí, muchos han carecido. Dentro de ese océano en el que abunda la pelea por la nada –las diputas internas del PRO que se visualizan en el ir y venir a ningún lado de Gabriela Michetti son un ejemplo entre tantos– queda expuesta también la hoguera de vanidades en la que sus protagonistas consumen un tiempo al que le deberían dar un uso mejor. Está claro, con todo, que es dentro del peronismo desde donde se está armando la oposición más fuerte al proyecto con aires de chavismo que la Presidenta tiene decidido llevar adelante. Ahí ahora hay dos líderes fuertes: uno es José Manuel de la Sota; el otro, Hugo Moyano. La perspectiva presidenciable de De la Sota –algo inimaginable hacía diez meses– comienza a despuntar de a poco. De la Sota sabe que su relación con la Presidenta no tiene retorno. Por lo tanto, va a jugar fuerte. Para llevar adelante esta iniciativa, sabe también que, sea como fuere, tiene que blindar su provincia para hacer frente a los embates económicos que sufrirá por parte de la Casa Rosada. Su ministro de Finanzas, Angel Mario Elettore, le ha dicho a De la Sota que tiene caja para aguantar hasta marzo. De ahí entonces que el gobernador esté abocado a buscar la fuente de recursos que le permita asegurarse los fondos necesarios para pagar sueldos, aguinaldos de los empleados públicos y haberes jubilatorios. Si no logra este objetivo, su proyecto no tiene destino.

La Cámpora es un factor de creciente conflictividad dentro del peronismo. “Estos muchachos sin historia de militancia vienen también por nosotros; pero no puedo decir nada porque si lo hago, me dejan sin la plata de la Nación, y sin esos fondos no hay gestión posible”, se quejaba hace unos días un gobernador de una provincia cuyana que en público hace del sí cristinismo un dogma. La organización que tutela Máximo Kirchner, que hace uso de los recursos públicos sin ningún pudor, sigue desarrollando una tarea sistemática de cooptación en las escuelas secundarias. Dentro de ese plan está la presión que el Gobierno está ejerciendo para sacar la Feria del Libro de La Rural a fin de llevarla a Tecnópolis. Allí se aprovecharán las visitas de las escuelas para descargar toda la propaganda política apologética de Néstor y Cristina Kirchner, con la idea de obtener el voto de los estudiantes de 16 y 17 años que habrán de sufragar por primera vez el año que viene. El kircherismo no tiene límites.

Por eso produjo alguna sorpresa una de las frases pronunciada por Cristina Fernández de Kirchner en su último “Aló Presidenta”. Concretamente fue la que le dedicó a Mauricio Macri cuando le pidió que “bajara un cambio”. ¿La Presidenta estará dispuesta a hacer lo mismo?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de Septiembre de 2012.

martes, 14 de agosto de 2012

Señales amenazantes... De Alguna Manera...

Señales amenazantes...

Señales amenazantes
 A dos voces, Marcelo Bonelli. Dibujo: Pablo Temes.

El Gobierno confronta con los propios y ataca a los no alineados. Las internas en YPF y los límites al periodismo.

Todo fue absolutamente cierto: el ingeniero Miguel Galuccio estuvo a un paso de renunciar al cargo de presidente del directorio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ello sucedió tras haberse anoticiado del decreto de regulación del mercado hidrocarburífero, que se emitió sin su conocimiento mientras él se reunía con representantes de importantes compañías petroleras, a los que trataba de convencer de los supuestos beneficios de asociarse con YPF. La situación interna que se vive allí no augura tiempos de calma si no se procede a tomar medidas que detengan la potencialidad de enfrentamientos entre las distintas líneas que se han conformado. En efecto, conviven en la petrolera tres líneas directrices: una primera que responde a la dupla De Vido - Cameron (Daniel Cameron es el secretario de Energía de la Nación, que, aunque no parezca, existe); una segunda que responde al viceministro de Economía, Axel Kicillof; y una tercera, profesional, que está encolumnada detrás del ingeniero Galuccio, a quien se le reconoce haber incorporado a su gestión gente de primer nivel internacional. Los que a Galuccio lo conocen bien y lo respetan sostienen que todo el discurso y el accionar político del Gobierno son diametralmente opuestos a los criterios profesionales que desarrolló en su brillante carrera. Para muchos profesionales que se desempeñan en la compañía, que apoyaron su nacionalización y que se alegraron e ilusionaron con la designación de Galuccio, se vive una atmósfera irrespirable que, además de temor, les provoca una gran decepción. Como es norma en el kirchnerismo, a varios de los que quieren hacer oír sus voces críticas se los amedrenta desde la conducción política de la empresa para que guarden silencio.

El decreto que encumbró a Kicillof en la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas produjo escozor en los gobernadores de las provincias petroleras que jugaron un rol clave en el proceso fulminante que terminó con la renacionalización de YPF. La reunión que tuvieron con el ministro De Vido en la semana que pasó fue más para la foto que otra cosa. En diferentes conversaciones, varios de ellos se quejaron amargamente por el rol de Kicillof. “Nos usaron”, fue la frase que se escuchó decir a más de uno de ellos mascullando bronca.

Con todo, no es el de YPF el principal problema que hoy preocupa a la ciudadanía de la Capital Federal y del conurbano bonaerense. Para decenas de miles de ellos, su vía crucis del presente es cómo llegar a sus trabajos y cómo regresar a sus casas. Es la consecuencia de un paro salvaje que vienen desarrollando los metrodelegados del subterráneo, que amenazan con extenderlo por tiempo indeterminado. Lo del subte es un cambalache en el que se mezclan una empresa, Metrovías, que desde siempre ha brindado un servicio deficitario, y dos luchas explosivas: la primera entre los metrodelegados y la UTA; la segunda, la feroz guerra política que el Gobierno nacional ha lanzado contra el Gobierno de la Ciudad. El Ejecutivo Nacional quiere usar este asunto para deteriorar la figura de Mauricio Macri. Es parte de una misma ofensiva que apunta a dos blancos: Scioli y Macri. La Presidenta busca la destrucción política de los dos. El principal problema de Macri es no tener plan B para enfrentar esta embestida. Si ante cada uno de esos embates la respuesta habrá de ser “no se puede hacer nada”, corre el riesgo de quedarse sin gestión y sin futuro político.

El que, en cambio, estuvo decidido a hacer punta fue José Manuel de la Sota. El gobernador de Córdoba se plantó y dijo basta al retaceo de la plata para los jubilados que le deben desde la Anses. Logró que la Legislatura provincial aprobara una ley por la que Córdoba abandonó el Pacto Fiscal de 1992. Su carta a los gobernadores para que lo imitaran tuvo más un propósito político que práctico: sabía que las probabilidades de que lo acompañaran algunos de sus pares oficialistas eran casi nulas –ya varios le contestaron negativamente–; su intención era posicionarse como un líder alternativo del peronismo con capacidad para aglutinar a los muchos malheridos que ha dejado y que sigue generando el kirchnerismo.

En medio de todo este batifondo, Cristina Fernández utilizó su Aló Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión para a atacar a Marcelo Bonelli y lanzar una idea que constituye una seria amenaza para el ejercicio del periodismo en la Argentina. Lo que le molestó a la Presidenta fue que Bonelli contara la verdad de lo que sucedió con el ingeniero Galuccio. Por ello, junto con el repudio que merece la actitud difamatoria contra nuestro colega y su familia, la propuesta de una ley de ética pública para los periodistas –que, dicho sea de paso, no son funcionarios públicos– es de una enorme gravedad. Y lo es no por lo novedoso, sino porque, al contrario, no hace más que traer al presente otras iniciativas del mismo tenor e iguales intenciones –la de coartar la libertad de prensa– que ya hubo en el pasado. La más relevante desde la recuperación de la democracia fue la impulsada por el ex presidente Carlos Menem, quien no se cansó de impulsar la idea de un tribunal de ética para juzgar a periodistas independientes cada vez que pretendió silenciar las investigaciones que pusieron al desnudo la gestión de aquel gobierno emblemático de la corrupción.

A Cristina Fernández de Kirchner se le hace intolerable el trabajo de los periodistas que ejercen su profesión con honestidad y actitud crítica.  La idea de una ley de ética pública para los periodistas es parte de una ofensiva feroz que persigue como finalidad no mejorar la calidad del ejercicio profesional, sino imponer el objetivo del pensamiento único, que desvela a un gobierno que pretende ejercer el poder no en virtud de consensos sino a través de la dominación. Y, como decía Voltaire, “la pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 12 de Agosto de 2012.


domingo, 22 de julio de 2012

Historia repetida... De Alguna Manera...

Historia repetida...

Último bastión. Paradójica imagen gorilesca. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes

La Presidenta insiste en dar pasos equivocados. Más tensiones con Scioli, el dólar y Moyano.

Una mirada retrospectiva de la realidad nos permitiría extraer estos datos, tomando como referencia la situación al 23 de octubre de 2011, día en que Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con el 54% de los votos:

No había dólar paralelo.

Había una fuga de depósitos producto de una ecuación ya conocida en la Argentina: inflación más dólar barato.

Los bancos tenían depósitos en dólares.

Había unos pocos arbolitos en el microcentro, a los que casi nadie prestaba atención.

La construcción estaba en pleno desarrollo.
 
El mercado automotriz estaba en auge.

Algunos sectores del campo habían restablecido puentes con el Gobierno, lo que auguró la esperanza de una mejor relación en el nuevo mandato de la Presidenta.

Daniel Scioli era un ícono del triunfo del kirchnerismo.

Hugo Moyano les reconocía a algunos confidentes que su ciclo al frente de la CGT estaba terminado, que extrañaba a Néstor Kirchner y que aspiraba a finalizar su mandato con algún tipo de acuerdo con el Gobierno para comenzar a solucionar el espinoso asunto del mínimo no imponible.

Han pasado nueve meses desde aquel momento que la foto del hoy en día parece ubicar en un tiempo remoto. Y así, entonces:

El dólar paralelo es el tema obligado de cada día.

- Los que tenían sus depósitos bancarios en dólares los sacaron.

La fuga de divisas continúa a pesar del cepo cambiario, que cada día se estrecha más.

En el microcentro porteño, los arbolitos –que operan con total tranquilidad y a la vista y a las oídas de todos– alcanzan la dimensión de un bosque.

En la construcción se han perdido alrededor de 75 mil puestos de trabajo.

Las suspensiones y las reducciones horarias son cada vez más frecuentes en las plantas automotrices.

A pesar de que el valor de la tonelada de soja vuela, la relación entre el Gobierno y el campo ha vuelto a tensarse. Además, como consecuencia de la existencia de un dólar paralelo que parece imparable, los exportadores retacean la liquidación de sus dólares –que debe hacerse al valor del oficial– tanto como pueden.

Daniel Scioli se ha transformado en el enemigo público número uno del Gobierno.

Hugo Moyano, a su vez, en el enemigo público número dos.

Todo ello es consecuencia de las medidas adoptadas por la Presidenta a instancias de Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones del Gobierno. La información de estas horas es que el poder de Moreno ha comenzado a esmerilarse. Los que conocen la intimidad de Olivos hablan de una reunión, que tuvo lugar allí el 10 de julio pasado, en la que Fernández de Kirchner le hizo fuertes reproches al todopoderoso secretario de Comercio. 

Ello reavivó las internas dentro del equipo económico, en el que el ministro Hernán Lorenzino actúa más como un secretario a cargo de la instrumentación de medidas decididas por otros sin su participación que como titular de su cartera, y el viceministro Axel Kicillof –cuyas soberbia y arrogancia hacen acordar a las que exhibía Domingo Cavallo en el apogeo del menemismo– como el “cerebro” a cargo de la fijación de los lineamientos de la política económica.

El nuevo capítulo de lo que –parafraseando a Gabriel García Márquez– en adelante titularemos como La penosa historia de la borrascosa relación de la Presidenta con Scioli ha dado pie a una disputa de interpretaciones. Antes de ir a ese análisis, un apunte. En las palabras utilizadas por Fernández de Kirchner en su Aló Presidenta del jueves, ante el júbilo de sus habituales asentidores, aplaudidores y reidores, señaló que los 600 millones de pesos que se le otorgaban a Scioli eran producto de una amplia y ultrasesuda búsqueda de fuentes de recursos con la finalidad de asistir a la provincia de Buenos Aires. La verdad es que la trama de esa decisión fue mucho más sencilla y obvia: la plata salió de la Anses, que –al paso que van las cosas– habrá de convertirse en el financiador totipotencial de la Argentina a costo, claro, de no cumplir con su misión fundamental: la de pagarles a los jubilados lo que les corresponde. 

Como es evidente, para ellos la Anses nunca tiene plata. Según dijo Kicillof, utilizar los recursos de la Anses exclusivamente para abonar los haberes de los jubilados es “reaccionario y noventista” (sic). Por lo tanto, ahora sabemos que para el Gobierno deberles a los jubilados es progresista. Volviendo al préstamo a la provincia de Buenos Aires, hay que subrayar que esa plata de la Anses siempre estuvo allí. No hizo falta que nadie se quemara las neuronas para “encontrarla”. Lo que en verdad sucedió es que, hasta el jueves, no hubo voluntad política de la Presidenta de darle a Scioli los fondos que necesitaba para pagar el medio aguinaldo. Todo en el Gobierno es así.

Para ella y sus acólitos, el episodio se vivió como un triunfo, ya que –según ellos– se logró humillar al gobernador y ponerlo en vereda. Para el sciolismo, en cambio, fue todo lo contrario. Más allá de esa disputa, hay una pregunta que hacerle a la Presidenta: si la plata estaba, ¿por qué se dilató su entrega y expuso a la gente a tanta penuria? Por supuesto que el embate contra Scioli no ha concluido. Habrá nuevos capítulos, que serán potenciados por las penurias económicas que deberá sortear su administración en un futuro inmediato. 

Los números de la Provincia están en rojo, y en la medida en que el Gobierno no salga del corset que para la economía representa el cepo cambiario, nada permite prever que las cosas mejoren. El anuncio de giros de mayores fondos a las provincias dispuesto por la Presidenta es una señal de que el problema de caja que en ellas se vive es ya indisimulable, y está complicando la gestión de gobernadores de indiscutida prosapia kirchnerista.

El tema del dólar paralelo, por otra parte, tiene inquieta y nerviosa a la Presidenta. El precio de 6,90 que se llegó a pagar el miércoles pasado hizo las cosas insoportables. Por eso se ordenó a una sociedad afín al Gobierno que opera en bolsa a largar dólares para poner un límite al frenesí de esa jornada. Las declaraciones del ministro Lorenzino, que dijo que lo que pasa con el dólar paralelo no afecta la economía real, demuestran que las cosas no están bien. Si hurgara un poco en la historia, se daría cuenta de que eso mismo dijeron otros ministros en crisis similares y nunca les fue bien. Pero pedir eso es un imposible. Este gobierno parece empecinado en repetir la historia, lo que en la Argentina es el pasaporte seguro al fracaso.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Julio de 2012.



martes, 12 de junio de 2012

CFK no tiene cura... De Alguna Manera...

CFK no tiene cura...

Palazos. Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes

El caso Reposo, las idas y vueltas con el dólar y los “Aló Presidenta” que sólo generan nuevas distorsiones.

Indefendible”, “impresentable”, “un papelón”, fue algo de lo que se escuchó en el seno del oficialismo no bien terminó la lamentable presentación de Daniel Reposo en el Senado, en la que defendió su candidatura a la Procuración, durante la cual a los muchos “errores de tipeo” de su CV agregó un desconocimiento supino de cuestiones elementales concernientes al cargo al cual aspiraba. Las citas de algunos de los conceptos que expresó el postulante, que afortunadamente la opinión pública pudo ver y escuchar en directo, pasarán a formar parte de los anales del disparate. A modo de muestra, vaya ésta: “Yo estoy con la corriente trifásica (sic), en cuanto a que el recurso de Casación y el control de constitucionalidad tiene que verse en su amplitud. Y para eso hay que respetar el principio en virtud del cual el juez juzga y el fiscal acusa”. Lo de la corriente trifásica pareció algo más emparentado con la electricidad que con el Derecho.

Otra: “A través de los medios periodísticos se han publicitado situaciones delictivas (...). Así, se generaron un sinnúmero de situaciones, y éstas son materias que hay que regular a través de los tres poderes. Son situaciones que no hacen a la libertad de expresión, pero que se vinculan con el hecho de generar un mecanismo adecuado de regulación para bajar los niveles de insatisfacción que se producen ante la falta de políticas en este sentido...” Es decir que, ante la falta de políticas de Estado, Reposo proponía la restricción a la libertad de prensa para combatir una nueva figura de “inflación penal”.

En el bloque de senadores del Frente para la Victoria se vivió todo con mucha bronca. El jefe de la bancada, Miguel Pichetto, fue el más disgustado. El, que conoce al dedillo lo que ocurre en el Senado, hace tiempo que le hizo llegar a la Presidenta la señal de que los votos para aprobar la candidatura de Reposo no estaban. El senador intentó evitar ver expuesto a su bloque a la dura circunstancia de ponerles el cuerpo a las gruesas inconsistencias de Reposo. Pichetto atraviesa un momento particular de su carrera, ya que tras el homicidio de Carlos Soria carga con buena parte de la administración de su provincia, Río Negro. El hijo de Pichetto es el ministro de Economía de la provincia, cuya demanda de fondos a la Nación es crucial para los gastos de la gestión. Encima, en el Senado está Amado Boudou, con quien Pichetto tiene mala relación.

“Tenía los votos”, expresó Reposo el viernes. Esa afirmación no reflejaba la verdad. El Gobierno presionó para que la postulación saliera. “Es una muestra de fidelidad hacia Cristina”, fue la consigna que bajó hacia los que en el oficialismo sabían de su inviabilidad.

Luego de este traspié, al Gobierno lo acecha otro problema: el de la crisis económica. El descontento social comienza a expresarse de manera creciente, gatillado por los distintos efectos que las medidas oficiales producen. Los cacerolazos del jueves y las movilizaciones del viernes lo reflejan. La imagen de la gente golpeando sus cacerolas y marchando hacia la Plaza de Mayo remite a los aciagos días de 2001-2002. Lo mismo vale para las manifestaciones que organizó la rama de la CTA que no responde al Gobierno.

Hay que ser claros: la situación no es la misma que la de hace diez años. Pero el Gobierno, con sus conductas y sus medidas, no hace más que generar un clima reminiscente de aquel tiempo. Nadie en el Gobierno parece advertir la dinámica de estos hechos y los efectos nocivos que produce la torpeza con la que se pretende enfrentarlos. Veamos, por caso, el ir y venir de declaraciones sobre la pesificación, término que a la sociedad le produce pavor. En su presentación ante el Congreso, el jefe de Gabinete, Juan Abal Medina –que produjo una pobre impresión en la bancada del oficialismo y en la de la oposición–, habló de la necesidad de dar la batalla cultural por la “desdolarización”. En iguales términos se expresaron el ministro del Interior, Florencio Randazzo, y el senador Aníbal Fernández. Ante el revuelo que ello causó, el Gobierno salió a desmentirlo. Lo hizo como siempre, echándoles la culpa a los medios. 

Pero hete aquí que luego se conoció un proyecto de ley para pesificar varias transacciones comerciales. En su “Aló Presidenta” del miércoles –en el que se dio otro paso en la progresiva quita de poder al ex poderoso ministro Julio De Vido y se confirmó la condición de Guillermo Moreno como jefe de Economía en funciones– Fernández de Kirchner dijo que todas las medidas que se viene tomando desde noviembre responden al objetivo de cuidar el dinero de los argentinos. Alguien debería recordarle a la Presidenta que eso mismo dijo el ex ministro Domingo Cavallo el día que anunció el corralito. El corolario de esta y otras acciones y expresiones del Gobierno fue predecible: la gente no para de sacar sus dólares de sus cuentas. En mayo la cifra ascendió a 1.600 millones. En este marco, la decisión de Cristina de pasar a pesos su plazo fijo de US$ 3 millones –algo que inexorablemente tenía que hacer si quería exhibir un mínimo de coherencia–, como toda acción tardía, carece de eficacia.

El problema principal de la economía argentina es la inflación. Y, hasta el momento, el Gobierno no ha tomado ninguna medida seria para combatirla. En muchas provincias se viven momentos de gran preocupación. Sus gobernadores necesitan el dinero que envía la Nación para hacer frente al pago de los sueldos. Además, junio es un mes complicado porque hay que afrontar el medio aguinaldo. Algunas alarmas ya se han encendido porque aún no se han dado los pasos administrativos para liberar esos fondos, demora que puede llegar a complicar la realización de esos pagos.

Siempre dentro de lo que fue el “Aló Presidenta” del miércoles –en el que nunca faltan los “asentidores”, los “reidores”, los “aplaudidores”, ni tampoco los que con sus rostros de incomodidad demuestran estar no por convicción sino por obligación y/o temor–, la Presidenta estuvo impecable al repudiar las agresiones que sufrieron los colegas de Tiempo Argentino, Télam y Crónica a las puertas del hospital de Malvinas Argentinas ante la total inacción de efectivos de la Policía Bonaerense. Me uno a ese repudio. Lástima que Fernández de Kirchner no haya tenido la misma actitud para con los cientos de colegas igualmente agredidos a lo largo y a lo ancho del país por dirigentes y organizaciones que, en muchos casos, manifiestan una clara orientación kirchnerista. Como se ve, el kirchnerismo puro nunca falta.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 10 de Junio de 2012.