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domingo, 12 de marzo de 2023

En el medio, la gente… @dealgunamaneraok...

 En el medio, la gente…

Honoris Causa. Cristina Kirchner. Dibujo: Pablo Temes.


La agenda del oficialismo va por un carril absolutamente diferente de la realidad en la que vive la población.


© Escrito por Nelson Castro el sábado 11/03/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

Cristina Fernández de Kirchner se sintió a sus anchas el viernes por la tarde al recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad nacional de Río Negro. La ceremonia, transformada en un mero acto partidario del cual participaron sus acólitos, sirvió de excusa para la reaparición pública de la expresidenta en funciones. "¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria: inflación y FMI; crisis de deuda y fragmentación política” fue el largo título con aires de novela caribeña de la alocución de CFK. Fue una extensa perorata en la que ella se explayó sobre una larga variedad de temas como si no fuera parte de este gobierno. Si no fuera por el drama diario que se vive en nuestro país, sus intentos de despegarse de la gestión de la cual forma parte bien podrían ser parte de un show de magia que termina mal.

No fue difícil adivinar los temas que eligió para deleitar a los suyos. En primer lugar, el ataque a la Justicia, que se encargó de dejar en claro en los fundamentos del fallo de la causa Vialidad que el lawfare no existe y que se trata más bien de una construcción ideada para eludir responsabilidades. Luego la construcción –falsa y remanida– de la proscripción. “Una condena a las puertas de un año electoral es una proscripción encubierta”, se apuraron a aclarar desde el Instituto Patria a sabiendas de que formalmente no existe ningún impedimento para que pueda postularse. “La mentira de la proscripción es una de las últimas herramientas que tienen a mano para mantener la cohesión interna y disfrazar de épica el desastre que han engendrado. Cristina sabe que si se presenta tiene altas chances de perder”, aseguró un analista político del peronismo.

A medida que pasan los días y los meses, se va haciendo más evidente el fracaso rotundo de la gestión de Sergio Massa. La inflación –imparable– es la consecuencia de la falta de un plan serio y del problema más importante que afecta a este gobierno: la falta de credibilidad. Hoy nadie sabe a ciencia cierta cuál es el valor real de las cosas. Una misma mercadería puede costar uno, diez, cien, mil o más pesos. Cuando se observa el valor de los artículos de primera necesidad y de los alimentos, la penuria se hace mayor para los que menos tienen. En esta última semana, los cronistas de exteriores de radio y televisión han dado cuenta de un fenómeno que no se vivía en el país desde finales del mandato del expresidente Raúl Alfonsín: varios comerciantes prestaron su testimonio asegurando que recibían listas de precios que podían variar –más de una vez– en un mismo día. Verdulerías y almacenes de barrio fueron los protagonistas de esta verdadera locura. La gente, en especial aquellos que se las deben arreglar comprando lo justo para sobrellevar el día a día, son los verdaderos damnificados de este gobierno nacional y popular. Puertas adentro saben que la inflación de febrero podría superar el 6%.

Nadie cree que el narcotráfico y la desidia política sean exclusivas de una ciudad


La agenda del oficialismo va por un carril absolutamente diferente del que impone la realidad. Y eso no se observa solo en el ámbito de la economía. Lo sucedido en estos días en Rosario también es parte de esa disociación que exhibe no solo la gestión de Alberto Fernández sino la de todo el oficialismo. El delito y el crimen organizado que asolan a esa ciudad se han visto potenciados por el internismo feroz y por el pseudoideologismo con el que el kirchnerismo se quiere vestir de progresismo. Los capos narcos manejan todo desde sus celdas a través de los celulares. Son celulares cuyo uso el mismísimo Gobierno estimula.

En un hecho insólito, el 1° de febrero pasado se publicó en el Boletín Oficial un decreto por medio del cual se establece la instalación de fibra óptica para la mejora de la conectividad del penal de Marcos Paz. Ante las críticas, en el Gobierno salieron a decir que el objetivo de la medida es mejorar la calidad del servicio de Justicia para tomar declaraciones directamente desde los penales.

Sin embargo, en los argumentos de la medida se sostiene que el Estado nacional “garantiza el Servicio Universal entendido como el conjunto de servicios de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) que debe prestarse a todos los habitantes de la Nación, asegurando su acceso en condiciones de calidad, asequibilidad y a precios justos y razonables, con independencia de su localización geográfica, ingreso o capacidades”.

Como se ve, esto nada tiene que ver con asegurar una mejor prestación del servicio de Justicia. Está muy claro en la letra de la resolución que el objetivo incluye la mejor conectividad de los reclusos. Tan claro como el agua clara.

Curiosamente, la vicepresidenta no habla de este tema. Lo vive con un desinterés absoluto. Quizá también prefiere despegarse de este último gran papelón que significa la reacción espasmódica del envío de fuerzas federales a Santa Fe sin ninguna planificación previa. “Enviaron gendarmes y los dejaron a la buena de Dios. Deambulan por las calles sin conocer el barrio. Les asignan recorridas por cuadrícula geográfica de lugares donde nunca antes han estado. Ante un ilícito o una emergencia, acuden a sus teléfonos celulares para orientarse o les preguntan a los propios vecinos cómo llegar a una zona determinada”, reconoció un legislador provincial que tiene trato diario con los habitantes de esos barrios desolados.

La presencia del Ejército –aun en el limbo– fue el último capítulo de una disputa ideológica vergonzosa entre un Presidente débil que quiso demostrar que no le temblaba el pulso a la hora de tomar medidas y un pseudoprogresismo que se desgarró las vestiduras para las cámaras.

En cambio, no se ha dicho ni una sola palabra de la ruta de la droga, que atraviesa medio país para llegar hasta Rosario. Tampoco sobre ese agujero negro de aguas turbias que es la hidrovía.

En el medio está la gente. Toda la gente. Nadie puede creer que el narcotráfico y la desidia de la clase política argentina son exclusividad de una ciudad o una provincia.




   

domingo, 29 de enero de 2023

Qué berreta… @dealgunamaneraok...

 Qué berreta…


Coincidencias sonoras, ¿Berretta o beretta? Dibujo: Pablo Temes

El Gobierno no para de hacer papelones: Celac, Corte, peleas... 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 28/01/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

Berreta: adj. coloq. Arg. De mala calidad. Éste es el significado que aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua de una palabra que define a la perfección al desmembrado elenco de politicastros que hoy están a cargo de la administración del país.

En efecto, comenzando por el mismísimo Alberto Fernández, todo lo que exhibe el actual gobierno es berreta. Es berreta lo que dice y es berreta lo que hace. Un botón de muestra de ello fue la intrascendente reunión de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac).

Muy en off, algunos de los que acompañaron a Luiz Inácio “Lula” Da Silva no pudieron evitar la sorpresa al palpar el nivel de tensión interna y desorganización que se vive dentro del Gobierno. El hip-hop que hubo alrededor del frustrado encuentro entre el presidente del Brasil y la vicepresidenta de la Argentina fue propio de un reality. CFK exigía que Lula la visitase en su despacho del Congreso, mientras que el mandatario brasileño pretendía que, por razones de seguridad y logística, el encuentro se realizara en el Hotel Sheraton en el que se alojaba. En cambio, no hubo tal disputa con el expresidente uruguayo José Mujica, a quien Lula visitó en su chacra ubicada a las afueras de Montevideo. El kirchnerismo podrá armar el relato que crea conveniente para explicar el desaire; lo único cierto es que la reunión no se produjo. 

Argentina sigue siendo rehén de gran parte de una dirigencia política que solo busca proteger su interés. 

No fue muy distinta la impresión –decididamente mala– que se llevaron los empresarios que acompañaron al presidente brasileño. “Todo lo que pudimos ver del gobierno argentino es poco serio”, dijo uno de ellos que representaba el parecer de varios de sus colegas. 

Una de las iniciativas que generó sorna en la delegación brasileña fue la de la moneda común, a la que se pretende bautizar con el nombre de “Sur”. Hay que recordar que ya en tiempos de los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney hubo un intento similar. La moneda común se iba a llamar “Gaucho” y la memoria nos trae al presente un hecho contundente: esa iniciativa murió antes de nacer. 

Enojos. Ahora sabemos que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro se enojó con AF porque no lo invitó a la reunión de Lula con las organizaciones de Derechos Humanos. Como hubiera dicho el inolvidable Antonio Carrizo, De Pedro ha ingresado al club de los ofendidos y humillados. 

El episodio escaló y tuvo ribetes novelescos. La ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, le exigió a De Pedro que se defina: “o estás adentro o estás afuera”, en referencia a la “falta de códigos” de los que critican siendo parte del Gobierno. Lo curioso es que Tolosa Paz se definía a sí misma en público y en privado como “la más albertista de los kirchneristas y la más kirchnerista de los albertistas”. 

El episodio continuó subiendo de tono y personajes de segunda línea de la provincia de Buenos Aires cercanos a Axel Kicillof –que ni siquiera valen la pena mencionar– volvieron a cruzar a la ministra para ver si elevaban su propia estima interna y ganaban algunas líneas en los diarios.   

Desde el inicio de este Frankenstein que es el gobierno nacional cada uno tuvo que salir a explicar de qué lado estaba. En palabras de Diego Latorre en sus tiempos de futbolista del club de la Ribera: “Un Cabaret”. 

Reculando en chancletas

Otro papelón. Desde su génesis todo fue contra natura. El tiempo se encargó de confirmarlo. Berreta también fue la primera reunión de la Comisión de Juicio Político que tuvo lugar el jueves último y lo será todo el proceso en ese sentido. Iniciativa que sólo encuentra explicación en la desesperación del kirchnerismo por intervenir el Poder Judicial para cooptarlo.

Sus mentores saben perfectamente que no tienen los votos necesarios para avanzar en la Cámara de Diputados con semejante disparate. Sin embargo, condenarán al país a la parálisis legislativa extendiendo este proceso tanto como sea posible para mantenerlo vivo en vísperas electorales.

La maniobra no está destinada a sumarle votos al oficialismo; más bien a sostener el frágil equilibrio interno para tirarle un hueso a la militancia dura. Un show que le saldrá muy caro a nuestro país que se verá sometido a una discusión estéril y dejará en segundo plano los problemas y necesidades reales de los ciudadanos argentinos. La disociación con la realidad es total. 

“No saben qué decir cuando se les recuerda que esta Corte tuvo su origen en los inicios de la presidencia de Néstor Kirchner. Se les queman todos los papeles y responden con chicanas y agresiones. Estamos obligados a debatir en un proceso que ni siquiera debería existir y eso lo vamos a recordar en cada una de las reuniones”, se quejó un diputado de Juntos por el Cambio al retirarse de la escena por los pasillos del Congreso. 

Otro indicador de la intrascendencia del proceso fue la ausencia de los principales cronistas de exteriores y periodistas acreditados en el Congreso dentro de la sala A del edificio anexo al palacio legislativo donde se reunió la Comisión. Curiosamente en la sala contigua acondicionada con unos banners que hacían referencia al convite, un puñado de canales de televisión afines al oficialismo hacía desfilar a los diputados kirchneristas ante sus cámaras para garantizar la difusión. 

Si en este primer encuentro que debió ser informativo y reglamentario no faltaron los insultos, las bajezas y la falta de respeto, lo que vendrá será aún peor.

La Argentina sigue siendo rehén de gran parte de una dirigencia política que busca proteger sus intereses sin el más mínimo decoro e interés por la Nación.




     

viernes, 9 de diciembre de 2022

«El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo»... @dealgunamaneraok...

 Gabriela de Lima Grecco: «El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo» 

Jair Bolsonaro en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo brasileño.

Entrevistada por Salvador Lima, la historiadora Gabriela de Lima Grecco analiza la derrota de Bolsonaro y repasa la historia política brasileña al calor de la polarización del presente. 

© Escrito por Salvador Lima (*) el miércoles 06/12/2022 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
 

“Hemos llegado al final de una de las elecciones más importantes de nuestra historia. Una elección que puso frente a frente dos proyectos opuestos de país, y que hoy tiene un único y gran ganador: el pueblo brasileño. Esta no es una victoria mía, ni del PT, ni de los partidos que me apoyaron en esa campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que la democracia saliera vencedora.”

Con esta reivindicación de la democracia abrió Lula su primer discurso, tras la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. Ahora bien, contra todos los pronósticos que aseguraban un triunfo apabullante del candidato petista, su victorial electoral fue definida por un margen muy estrecho de votos que no sólo deja al nuevo/viejo presidente un panorama político muy complejo para los próximos cuatro años, sino que plantea un escenario de polarización maniquea poco habitual en Brasil. Para comprender un poco mejor el asunto, hemos hablado con la historiadora Gabriela de Lima Grecco para tener una explicación cabal y brasileña sobre el significado de este momento político de Brasil y su perspectiva histórica. Gaúcha del sur brasileño, doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid y actual profesora de Historia de América Latina en la Universidad Complutense, Lima Grecco ha colaborado en universidades de Estados Unidos y Europa y es especialista en fascismos europeos y latinoamericanos. Sobre este tema, ha escrito más de cuarenta artículos, así como ha coordinado diversas obras y publicado dos libros de su autoría.


¿Por qué crees que estas elecciones tuvieron tanta repercusión internacional? 

Creo que todo el mundo estaba bastante expectante por las elecciones debido a la dinámica transnacional de esta “extrema derecha 2.0”, tal como la llama el historiador italiano Steven Forti de la Universidad de Barcelona. Se trata de una red internacional populista de derecha que podemos identificar con personajes como Donald Trump, Viktor Orbán, Giorgia Meloni y Jair Bolsonaro. Debido el peso relativo de Brasil en la región, muchos teóricos y políticos estaban muy preocupados por la influencia que podía tener Bolsonaro en América Latina, siguiendo la premisa de Richard Nixon, wherever Brazil goes, Latin America follows. Después de todo, en aquellos años, la dictadura brasileña (1964-1985) fue modélica para otros regímenes autoritarios en América Latina y financió y apoyó golpes militares en los países vecinos. De modo que lo que pasa en la política brasileña es siempre relevante para la región. Ahora bien, si la derecha bolsonarista no tuvo éxito en ganar las otras elecciones recientes en la región (aunque habría que estar atentos al largo plazo), en cambio, es preocupante su eficacia en contagiar discursos violentos y radicales en otros países. El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo. De ahí el apuro de Joe Biden, Emmanuel Macron y otros líderes democráticos por avalar la victoria electoral de Lula.

«Lo que pasa en la política brasileña es siempre relevante para la región. Ahora bien, si la derecha bolsonarista no tuvo éxito en ganar las otras elecciones recientes en la región (aunque habría que estar atentos al largo plazo), en cambio, es preocupante su eficacia en contagiar discursos violentos y radicales en otros países».


¿Qué significado tuvo el apoyo expreso de Fernando Henrique Cardoso a la candidatura de Lula? Hubo cierto aire a “frente antifascista” en estas elecciones.

Como dices, a diferencia de la neutralidad que adoptó en 2018, para estas elecciones Fernando Henrique sí comprendió el peligro que implicaba una posible victoria de Bolsonaro para la democracia brasileña y adoptó una postura de apoyo firme a Lula. De todos modos, como historiadora, no utilizaría el término frente antifascista. Hay muchas diferencias entre el fascismo clásico y la extrema derecha moderna. Sí se puede hablar de un frente democrático contra el bolsonarismo. Además de FHC, también hay que recordar que el compañero de fórmula de Lula es Geraldo Alckmin, otro personaje histórico del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Vemos que la candidatura de Lula estuvo muy inclinada al centro político, evitando discursos sectarios de izquierda o populistas. Además, a pesar de todas sus diferencias de ideas, Lula y FHC siempre tuvieron una relación muy respetuosa y de reconocimiento mutuo. Por otro lado, hubo mucha continuidad entre las políticas de Lula y Cardoso, cuyo gobierno no fue tan neoliberal como el de Menem. Por ejemplo, las bolsas de familia y las cuotas raciales, emblemas de la política social del PT.

¿Qué análisis hace del lugar gobierno de Bolsonaro en la historia de Brasil? 

La gran marca histórica de Bolsonaro es que rompió con una tradición política brasileña de buscar el consenso a la hora de gobernar. Para poner un ejemplo extremo, durante el 
Estado Novo (1937-1945), la dictadura Getúlio Vargas buscó cierto consenso social, incorporando políticos opositores a las funciones de gobierno, incluso algunos comunistas. Hay colegas sostienen que la dictadura militar de los años ’60 y ’70 también practicó, moderadamente y a su manera, la misma cooptación de cuadros de los partidos políticos. Digamos que es un rasgo común de la cultura política de Brasil. Se trata, además, de una estrategia política, ya que, al incluir al adversario en el gobierno, se disminuye su capacidad de daño como opositor. Vemos que Lula ha hecho esto durante sus dos gobiernos y lo está haciendo ahora. Bolsonaro ha hecho todo lo contrario y, tras un comienzo de gobierno en el que prometió la colaboración con expertos de otros sectores, redujo su gobierno a personas como él. La otra gran ruptura de Bolsonaro con las tradiciones políticas brasileñas fue la politización de la religión. Aunque Brasil siempre fue un país religioso, Bolsonaro ha radicalizado mucho los elementos evangélicos de su discurso, logrando una conexión entre política y religión que no tiene precedentes, ni siquiera en Vargas o en los militares católicos de las décadas de 1960 y 1970.


Es decir que esta polarización que produce Bolsonaro es algo nuevo. ¿No hay antecedentes en la historia democrática del Brasil?

No, los discursos de odio de Bolsonaro y su fascinación con la dictadura militar han provocado una división social sin precedentes en la historia democrática. Una de las frases de cabecera de la dictadura era “
Brasil, ame-o ou deixe-o” (Brasil, ámelo o déjelo). Bolsonaro ha recuperado ese espíritu nacionalista y de exclusión. Se ha apropiado de los símbolos nacionales, trazando divisiones entre los “verdaderos brasileños” y los que no lo son. Ha reiterado buena parte del mismo discurso político de la dictadura, especialmente en su obsesión con el comunismo, al cual ve siempre representado en el PT.



Al respecto de esta polarización, Lula afirmó que es necesario reconstruir el alma de Brasil. ¿En qué se diferencia el contexto doméstico que deberá afrontar en esta tercera presidencia con respecto a las anteriores?


Hay una frase que dijo Dilma Rousseff, en en Madrid, luego de haber sufrido el impeachment, que me parece más representativa: “Brasil tiene que encontrarse consigo mismo”. Luego de esta experiencia histórica de Bolsonaro, debemos mirarnos al espejo y repensarnos a nosotros mismos como país. Durante décadas, la identidad de Brasil fue enunciada a través de algunos mitos, como el de la democracia racial o el del ciudadano cordial. Lo cierto es que Brasil es un país muy violento, racista y pobre. Especialmente, la elite brasileña debe enfrentar estos problemas, debe mirar al pueblo de frente y reconocer sus deudas. La identidad brasileña tradicional se basó sobre unos pilares que ya no se sostienen, de modo que la dura realidad nos tiene que obligar a construir nuevos consensos. Yo creo que de esto es de lo que habla Lula y ahí tiene su gran desafío político, ya que enfrentará a uno de los congresos más conservadores de la historia de Brasil. El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro domina la Cámara de Diputados y el Senado y los senadores en Brasil tienen un mandato de ocho años. Esto significa que el bolsonarismo (o algo parecido a él) va a estar durante dos mandatos presidenciales más en el Congreso. Será un verdadero reto para Lula. En cuando a la izquierda, a mi entender, el nuevo presidente va a tener que dialogar mucho más con el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), formado por gente que rompió con el PT en 2004 por considerarlo demasiado centrista. Esto también es un desafío. Con todo, confío en que Lula va a estar a la altura. Es un auténtico político.


Antes mencionaste las conexiones ideológicas de Bolsonaro con la dictadura de 1964-1985. Con respecto a Lula ¿qué momentos o personajes de la historia brasileña reivindica?

Me gustaría complementar lo que conté antes de Bolsonaro diciendo que, en su despacho, tiene o tenía los retratos de los cinco dictadores y él y sus hijos siempre han encomiado el Ato Institucional Nº 5 (AI-5) de 1968, un decreto de la dictadura que cerró el congreso y dio poderes especiales al presidente. Incluso, en 2016, durante el impeachment de Dilma Rousseff, él y sus hijos expresaron abiertamente sus simpatías para con Carlos Alberto Brilhante Ustra, antiguo militar y torturador de Dilma. En cuanto la pregunta de a quién mira Lula en la historia de Brasil, no sabría decir. Siempre me pareció un personaje muy auténtico que creó su propia carrera y mito. Si tengo que arriesgar una respuesta, es posible que mire a Getúlio Vargas, un hombre de convicciones nacionalistas y estatistas, que creó numerosas empresas públicas y que pretendía construir una identidad brasileña fuerte. Pero no estoy segura. Siempre vi a Lula como alguien distinto. Es el primer hombre de clase trabajadora que llega al poder, no pertenece a ninguna de las élites económicas, ni a la clase intelectual, ni se identifica con el Ejército.


«Siempre vi a Lula como alguien distinto. Es el primer hombre de clase trabajadora que llega al poder, no pertenece a ninguna de las élites económicas, ni a la clase intelectual, ni se identifica con el Ejército».   

Hablando de Getúlio, la «Era Vargas» fue la experiencia latinoamericana más afín al modelo fascista de entreguerras y, al mismo tiempo, fue un momento de expansión de derechos sociales y laborales. Teniendo en cuenta el discurso filofascista de la familia Bolsonaro y la agenda social del PT ¿Cómo debe interpretarse el legado histórico y político de Getúlio?


Las relaciones de Vargas con el fascismo siempre fueron complejas y conflictivas. El partido propiamente fascista en Brasil era Ação Integralista Brasileira(AIB) y estaba liderado por Plínio Salgado. Aunque, desde 1930, apoyaron a Vargas y su régimen autoritario, en 1938, Salgado intentó un golpe de palacio que no salió como esperaba. El resultado fue la captura y el fusilamiento de los integralistas por parte del Ejército y la disolución del AIB. Esto no quiere decir que no quedasen filofascistas en el gobierno de Vargas, pero hubo un quiebre. En cuanto a la agenda social, hay que comprender que la expansión de derechos laborales realizada por Vargas ocurrió en un contexto mundial que iba en esa dirección. Tanto en las democracias liberales, como en los regímenes fascistas, hubo mejoras en la calidad de vida y en las condiciones laborales de los trabajadores. Por ello, para denominar a la tradición política inaugurada por Vargas, la historiadora brasileña Ângela de Castro Gomes ha acuñado el término trabalhismo (que significaría “trabajismo” o laborismo en español), evitando las definiciones a veces simplistas de populista o fascista. El trabalhismo sería esta tradición política fundamentada en las relaciones entre los sindicatos y el Estado, luego heredada por João Goulart y Leonel Brizola. Entonces, si Bolsonaro adopta los símbolos propios de AIB, como “Dios, patria, familia” o su cruzada anticomunista, Lula, seguramente, construye su identidad en dicha tradición trabalhista.


El peronismo es un movimiento político con el que casi la mitad de los argentinos se siente identificada y que aún se denomina a partir del apellido de su fundador. En Brasil, no encontramos nada parecido. ¿Por qué dirías que nombres como Vargas o Goulart no han trascendido de la misma manera en las tradiciones populares de tu país?


En realidad, al no tener un movimiento varguista, Brasil no es la excepción, es la regla. Si miras las repúblicas sudamericanas, no es lo habitual un partido como el peronismo en las democracias actuales. En el transcurso de su historia, los brasileños hemos sino mucho menos personalistas a la hora de formar o dar identidad a los partidos políticos. De hecho, el bolsonarismo es, probablemente, un caso muy especial de movimiento que toma el nombre de un dirigente y que lo trasciende. De todas maneras, dudo mucho que tenga la trayectoria que logró el peronismo, hay que esperar. A la inversa, el lulismo no existe. En Brasil siempre hablamos del PT o del petismo. Es un partido institucionalizado de centro-izquierda. Lula es muy popular y hasta se lo puede acusar de populista, sin embargo, no tuvo ningún problema en ceder el poder a Dilma Rousseff. No planteó cambiar la constitución para apostar por una reelección indefinida y trató de retirarse de la política activa. Es más, mi opinión es que él hubiera preferido no presentarse a estas elecciones. Si lo hizo, fue porque consideró que era una necesidad del PT, no había ningún otro candidato capaz de enfrentar a Bolsonaro. Evidentemente, la cultura política brasileña no permite la construcción de personalismos al estilo peronista, aunque no sabría decir por qué, no soy una experta en el tema.
 


Lula da Silva y Jair Bolsonaro en el debate electoral de este año.
 

Lo que veo es que, en Brasil, hay mayor fragmentación partidaria, el PT no es el peronismo con su electorado incondicional del 40%. Además, ¿puede ser que los partidos brasileños estén mejor institucionalizados? Parece que allí es más difícil para un líder carismático condicionar toda una estructura partidaria o su competencia interna.


Puede ser que los partidos en Brasil sean más fuertes que los personajes. Tomando el caso de Fernando Henrique Cardoso ¿Es el símbolo del PSDB? La verdad que no, el partido tiene una narrativa, una misión y una estructura propia que va más allá de Cardoso, aunque éste haya sido presidente y uno de sus referentes más importantes. Pensándolo bien, lo que veo más parecido al peronismo en Brasil es el fenómeno trabalhista que mencioné antes. Sus ideas sindical-estatistas, el discurso soberanista y el estilo de liderazgo popular, que ejercieron Vargas, Goulart y Brizola, conectan al trabalhismo con la cultura política de la América hispana. Después de todo, estos tres referentes eran todos nativos de Rio Grande do Sul, un estado muy penetrado por las tradiciones políticas e ideológicas del Río de la Plata.


En 1986, Raúl Alfonsín tuvo la iniciativa de trasladar la Capital Federal a la ciudad de Viedma. Era un proyecto político que, además, pretendía producir un giro modernizador de la economía y la demografía argentina hacia la Patagonia. En los años ’50, Juscelino Kubitschek logró materializar una política análoga, con la fundación de Brasilia como símbolo de la "Marcha para o Oeste" ¿Qué balance histórico se puede hacer de esta política en Brasil?

Es muy difícil de evaluar los resultados profundos de la Marcha al Oeste, una política de Estado iniciada por Getúlio y continuada por Juscelino. Si comenzamos por el corto plazo, el objetivo desarrollista de construir Brasilia, una ciudad planificada y moderna se logró y el proyecto urbano de Oscar Niemeyer fue admirado y reconocido. Ahora, en el largo plazo, la Marcha al Oeste, como proyecto de modernización de la economía y el territorio nacionales que buscaba integrar el interior y corregir el desequilibrio demográfico en la costa, no tuvo pleno éxito. Por supuesto, la población de Brasil está hoy más “interiorizada” de lo que estaba antes de la fundación de Brasilia, pero la concentración demográfica sigue siendo desproporcional en el litoral, especialmente en San Pablo. En cierta manera, la gran consecuencia de Brasilia fue desconcentrar la población y los recursos de Río de Janeiro, a costa de darle mayor centralidad y fuerza al estado de San Pablo, que hoy es una verdadera potencia económica sin un contrapeso a nivel doméstico.


«Lula siempre dio mucha importancia a América Latina y al hecho de que Brasil se definiese como potencia latinoamericana. Tampoco hay que olvidar el esfuerzo de integración diplomática y comercial que realizó la presidencia de Fernando Henrique. Para resumir, el problema con la integración es que tiene que tener continuidad».

Desde la perspectiva regional del Cono Sur, parecería que la integración económica, social y política sigue siendo una promesa eterna que nunca se cumple del todo. ¿Cuáles son las miradas que tienen los brasileños sobre la región? ¿Hay interés o reina la indiferencia hacia América Latina?

Una historia habitual y muy repetida en Brasil ha sido el aislamiento respecto a las repúblicas hispanoamericanas. Nuestros historiadores siempre han señalado como Brasil, durante el siglo XX, ha desarrollado una economía y una política exterior de espaldas a América Latina y mirando a Estados Unidos. Además de factores económicos o geopolíticos, sin dudas que la diferencia lingüística nos ha distanciado. Es interesante ver la historia de Gustavo Capanema, que fue ministro de Educación de Getúlio Vargas, ya que tuvo un proyecto de integración lingüística y cultural con América Latina. Él decía que los brasileños leían a los hispanoamericanos, pero que éstos no leían a los nuestros. La literatura brasileña no era traducida al español, de modo que Capanema invirtió mucho para que los escritores de Brasil llegasen a las repúblicas vecinas y fuesen difundidos como correspondía, a través de traducciones, intercambios y contactos con editoriales y bibliotecas. Lamentablemente, esta política no tuvo mucha continuidad en gobierno sucesivos.


En la actualidad, veo mucho más interés de parte de hispanoamericanos y brasileños por comunicarse. Ha sido una política pública de Lula y de Dilma el hacer del español la segunda lengua de todos los brasileños, por encima de inglés. Bolsonaro eliminó esta política y hubo una reacción muy importante de parte de los profesores de español, a través del movimiento Fica Espanhol. En el balance, Bolsonaro fue muy coherente en su desprecio general hacia la América hispana, por desinterés y por diferenciarse de los gobiernos del PT. Lula siempre dio mucha importancia a América Latina y al hecho de que Brasil se definiese como potencia latinoamericana. Tampoco hay que olvidar el esfuerzo de integración diplomática y comercial que realizó la presidencia de Fernando Henrique. Para resumir, el problema con la integración es que tiene que tener continuidad. Sobre todo, porque el brasileño de a pie no tiene facilidad para identificarse con América Latina. Brasil es un país de dimensiones continentales, con una población de más de doscientos millones de habitantes que miran hacia adentro, tenemos nuestro estilo musical, nuestra cultura, nuestra lengua… Por ello es tan difícil la integración. Es un trabajo arduo que, si se interrumpe en alguna de sus facetas, luego es muy difícil remontarlo.

Por último. ¿Qué desafíos históricos diría que son una cuenta pendiente para este Brasil que ya lleva casi cuarenta años de democracia?

Mucho tiene que ver con las deudas de la elite. Una elite que tiene que reconocerse como brasileña, que tiene que mirar al pueblo y ver sus carencias. Es cierto que los gobiernos del PT han hecho mucho para corregir los males sociales en Brasil, pero no alcanzó, aún hay que seguir trabajando para reducir las desigualdades. Para el segundo gobierno de Lula, Brasil había salido del mapa del hambre de la ONU y ahora está nuevamente en ese grupo de países. También están los problemas del racismo estructural que, es cierto que ha mejorado gracias a algunas políticas, pero que sigue siendo una mancha difícil de remover, así como el machismo de la sociedad. Para ponerlo en términos concretos, creo que el día que la mujer negra brasileña tenga posibilidades de acceder a los puestos de decisión, en la política y en las empresas, y que no tenga problemas para reunir un capital propio o disfrutar de una educación superior, sin los obstáculos sociales y prejuicios de siempre, podremos decir que Brasil ha superado sus cuentas pendientes.


¿Quié es Gabriela de Lima Grecco?, es investigadora contratada en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas, en la Universidad Complutense de Madrid. Fue Investigadora y profesora en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid, con el contracto Atracción de Talento Investigador (2018-2021). Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, con la tesis De la pluma como oficio a la pluma oficial: estado y literatura durante los nuevos estados de Getúlio Vargas y Francisco Franco (1936-1945), la cual recibió el Premio Extraordinario de Doctorado.
Fue investigadora visitante en la University of California Los Ángeles, en la Freie Universität Berlín, en la Université Sorbonne Nouvelle Paris III, en la Fundación Getúlio Vargas y en la Universidad de São Paulo (USP). Fue profesora invitada/visitante en la USP y en la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur. Ha publicado más de 40 artículos y capítulos de libro, así como ha sido editora de diversos libros y autora de dos obras: Literary Censorship in Francisco Franco’s Spain and Getulio Vargas’ Brazil. Burning Books, Awarding Writers (2020) Palavras que resistem: Censura e promoção literária na ditadura de Getúlio Vargas (1937-1945) (2021).  

(*) Salvador Lima: Investigador doctoral en Historia en el Instituto Universitario Europeo en Florencia y editor general en Toynbee Prize Foundation.