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sábado, 2 de noviembre de 2013

¿Y las elecciones?... De Alguna Manera...

¿Y las elecciones?

ANTICIPO: la contratapa de PERFIL del 5 de octubre.

Horacio Verbitsky, en su último panorama político antes de las elecciones publicado en Página/12 el domingo pasado, escribió: “... la mayoría de los análisis sólo ven estos comicios de medio término como anticipo de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en octubre de 2015. Más aún, consideran que sus resultados definirán las alternativas para entonces. Con escasas excepciones (Jorge Fontevecchia, Manuel Mora y Araujo, por ejemplo) dan por sentado que el kirchnerismo concluirá su ciclo en forma inexorable con el segundo mandato de la presidente CFK, que no puede aspirar a renovarlo aunque sus índices de aprobación popular se mantienen en los mismos niveles con que fue reelecta en 2011.”

Seguramente no por casualidad Manuel Mora y Araujo también escribe en Perfil. Pero no porque todos los columnistas de este diario piensen igual –de hecho lo más duros analistas anti K escriben en Perfil desde las épocas en que nadie se animaba a criticar a este Gobierno– sino por la pluralidad con que se elabora este diario.

Lamentablemente algunos lectores se sienten incómodos y la carta de Juan Manuel De Cillis –que se publicará completa en el Correo en la edición de mañana– es un buen ejemplo. Nuestro (espero que no ex) lector sostiene: “No me puedo imaginar cómo usted, que fue agredido física, mediática y comercialmente, puede hincar la rodilla ante quien lo persiguió. Sólo se explica entendiendo que una de las habilidades más grandes del kirchnerismo fue hacer eficiente el uso del Síndrome de Estocolmo.”

El viernes 25 de octubre el obudsman de Perfil me envía un mail pidiendo que responda al lector. Le expliqué que ese fin de semana tenía que escribir tres contratapas para nuestras habituales ediciones de sábado y domingo más la de la edición especial por las elecciones, y que le avisara a Juan Manuel De Cillis que pospondríamos por una semana la publicación de su carta para poder responderle.

No imaginaba por entonces que a menos de dos días de las elecciones se daría a conocer un fallo ampliamente favorable al Gobierno en la Ley de Medios, que cambiaría el clima de derrota poselectoral. Tampoco hay que sobrevalorar eso, porque el verdadero problema del kirchnerismo no son las críticas que provienen de los medios del Grupo Clarín sino la pérdida constante de reservas de dólares, que no cesa y se hizo más pronunciada tras las elecciones.

Ni tampoco se podía imaginar el día previo a los comicios que tan pronto y de manera tan frontal Macri iba comenzar a confrontar con Massa desluciendo el triunfo de ambos. Pero los dos hechos sirven para ejemplificar cuánto tiempo son dos años en política. También sería un error creer que ahora es Clarín quien está vencido y no comprender que seguirá siendo el más importante jugador de los medios de Argentina por mucho tiempo. Esa tendencia a dar por muertos a quienes gozan de buena salud es resultado de la ansiedad que anticipa los acontecimientos, adecuando los tiempos a los deseos y no a la ponderación de datos objetivos:
 
1) Que la Presidenta con su enfermedad aumentó significativamente su imagen positiva.
 
2) Que aun con la derrota electoral, el kirchnerismo seguiría con la posibilidad de controlar las dos cámaras del Congreso.
 
3) Que a pesar de todos los desastres en el manejo económico, aún les quedan herramientas para evitar una debacle.

No es mi deseo, señor De Cillis, que el kirchnerismo resurja de sus cenizas (aprovecho a pedirle que por favor continúe siendo nuestro lector). Por el contrario, pretendo hacer una descripción de la realidad lo menos contaminada de mis propios deseos.
 
Aún con el fin de que se cumplan verdaderamente esos deseos, es necesario tener un correcto diagnóstico para poder construir estrategias verdaderamente superadoras. Estoy muy lejos de ser kirchnerista, fíjese que hasta el propio consultor de Macri, Jaime Durán Barba, en la edición especial de Perfil post electoral escribió: “Cristina conserva una fuerza importante, Scioli es un buen candidato y juntos pueden dar una sorpresa representando a muchos argentinos que quieren que siga el “modelo”.

Tampoco hay que creerse que Jorge Capitanich será el seguro nuevo presidente y continuador del kirchnerismo en 2015. Quizás la sobreactuación de Abal Medina ninguneando a Scioli y trayendo forzadamente a la escena de la noche del domingo al triunfante gobernador de Chaco no sea una demostración sólo de fuerza, sino de posible debilidad frente a un Scioli a quien le estaban marcando la cancha para forzarlo a negociar un capitulación más honrosa del kirchnerismo, diciéndole algo así como “ojo que no sos la única carta que tenemos”.

El viernes de la semana próxima se cumplen los 30 días de reposo mínimo prescripto a la Presidenta. 

Es una incógnita cómo regresará: golpeada emocionalmente por la constatación de los límites de su cuerpo y la finitud de todo lo humano, o fortalecida por un descanso de un mes que le permitirá renovados bríos y que como regalo de recibimiento tenga la Ley de Medios.

En la columna del día después de la elección (antes del fallo de la Corte), escribí: “Ayer, entonces, no comenzó el fin del kirchnerismo como quieren ver quienes no sólo discrepan con el Gobierno sino que también los irrita. Lo que ayer se oficializó fue el fin de la hegemonía no sólo del kirchnerismo sino del PJ, y no porque se vuelva a generar el bipartidismo radical-peronista y su alternancia, sino por la creación de un sistema de balances y equilibrios en algo que podría definirse como tetrapartidismo, con cuatro sectores que pueden aspirar a entre el 15 y el 30% del total de los votos, lo que hará imprescindibles los ballotages y una gobernabilidad basada en alianzas o concesiones recíprocas. (...) 

No están las cartas echadas. La política argentina recupera un equilibrio después de la crisis de 2001, un equilibrio diferente,”
 
A pesar del fallo judicial a favor del Gobierno, sigo pensando lo mismo.

© Esrito por Jorge Fontevecchia el viernes 01/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 



martes, 28 de mayo de 2013

La ineficiencia judicial en la defensa de los DDHH... De Alguna Manera...

El dilema de crear una agenda que incluya las violaciones a los Derechos Humanos de hoy.


Otra muerte de un integrante de la etnia QOM, esta vez en Chaco, se suma a una tendencia que ha dejado de ser episódica para convertirse en un patrón claro y sostenido en nuestro país. La violencia y los homicidios acaecidos en diversas provincias del norte, especialmente en Formosa, no cesan. Sin embargo, pareciera que aun existe una marcada reticencia de algunos organismos de derechos humanos para hablar de este tema de manera abierta, de reclamar y denunciar expresamente al gobierno nacional y sus pares provinciales por una violación patente y sistemática a los derechos fundamentales de los pueblos originarios. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Por qué organismos comprometidos desde hace décadas con la defensa de los derechos humanos no ponen este tema en el centro de su agenda? ¿Qué otros temas deberían integrar una agenda moderna para la defensa de los derechos humanos?

Una primera respuesta es que en nuestro país el movimiento de derechos humanos no ha logrado o no ha querido aggiornar su agenda programática. El núcleo del discurso siguen siendo las atrocidades cometidas durante la última dictadura militar y, directamente vinculado con esto, toda la problemática de la violencia institucional asociada con unas fuerzas de seguridad que continúan siendo enclaves autoritarios que tras treinta años de democracia aún no hemos logrado reformar. No caben dudas que estos temas deben gozar de una entidad superior, pero: ¿deben monopolizar la agenda?

Los organismos de derechos humanos se encuentran en una encrucijada cuando la violencia institucional proviene de las fuerzas de seguridad pero su concepción intelectual es obra exclusiva del poder político. El caso de Formosa es clarísimo. Los ataques y homicidios de integrantes de la comunidad QOM solo son posibles porque quienes gobiernan la provincia lo consienten, alientan y protegen. Por su parte, el gobierno nacional no ha logrado revertir la situación ni tampoco existen constancias de que haya hecho algo concreto para impedir que el gobierno de Formosa continúe violando los derechos humanos de los pueblos originarios. La torpeza o el fracaso no lo redimen de dicha deuda. Sin embargo, pese incluso a las denuncias de Amnistía Internacional y al involucramiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el panorama no ha cambiado y muchas organizaciones de derechos humanos dan cuenta de la situación de manera errática y parcial.

Parte del problema es el claro alineamiento de un sector importante del movimiento de derechos humanos con el gobierno nacional. El indiscutible y necesario apoyo del gobierno a los juicios por las atrocidades cometidas por último el gobierno de facto, sumada a la polarización por la demorada y controvertida implementación por la Ley de Medios, pareciera neutralizar toda capacidad de contralor y denuncia frente a violaciones a los derechos humanos que provengan del gobierno nacional o de sus aliados provinciales.

No hay que caer en el reduccionismo necio de proponer una agenda actual versus una agenda del pasado. Una agenda inclusiva y moderna debe incluir tanto la búsqueda de justicia por los crímenes del pasado como la lucha por los derechos de todos aquellos que hoy están siendo víctima de atropellos por parte del estado en cualquiera de sus niveles.

¿Qué temas urgentes no aparecen en la agenda actual de derechos humanos? A la gravísima situación de los pueblos originarios en el norte argentino se deberían sumar otros tales como los derechos sexuales y reproductivos. Entre otras deudas en la materia, a más de un año de la sentencia de la Corte Suprema en el caso FAL, el estado nacional y muchas provincias siguen impidiendo que las mujeres accedan a la interrupción de su embarazo cuando este es producto de una violación, lo cual nos ha valido la condena de distintos organismos internacionales de derechos humanos. Otro tema candente es la dramática situación de las cárceles y los altísimos niveles de prisión preventiva. Una democracia supuestamente respetuosa de los derechos humanos convive con altísimos niveles de presos sin condena. Actualmente, casi el 60% de las personas privadas de libertad no tienen una sentencia definitiva, y -además del encierro injustificado- es víctima de incontables violaciones a sus derechos fundamentales. ¿Qué se está haciendo para revertir un status quo cuasi medieval? Poco y nada. La raíz de este problema se encuentra en la ineficiencia judicial, en la selectividad e indiferencia del sistema de justicia. La responsabilidad para revertirlo, en cambio, le cabe a los tres poderes del estado.

La discusión está pendiente y debe darse de manera seria y responsable, sin chicanas ni dobles intenciones. Todos los movimientos sociales son dinámicos y heterogéneos, y ostentan tanto logros como deudas y desafíos. Resulta imperativo encontrar caminos que -sorteando las discusiones políticas de corto plazo- nos permitan encontrar estrategias para abordar de manera integral una nueva agenda para la defensa de los derechos humanos, que fortalezca y convalide el valioso trabajo de las organizaciones y a su vez incluya a sectores cuyas necesidades hoy están siendo injustamente marginadas.

© Escrito por Alvaro Herrero, Director Ejecutivo de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), PdD en Ciencia Política (Oxford), el lunes 27/05/2013 y publicado por plazademayo.com


sábado, 18 de mayo de 2013

Elecciones e indecisos… De Alguna Manera...

Clima enrarecido, pronóstico reservado...

Corrida del dólar, protestas masivas, denuncias de corrupción, reforma de la Justicia sin debate y con ajustadísima mayoría parlamentaria… ¿cómo sigue la película de la política argentina? Al oficialismo se lo ve a la defensiva, a la oposición, bajo el estímulo de un clima convocante, pero siempre desorientada. Y las tendencias electorales continúan inciertas. 
Detrás de esos temas no menores, y bajo las humaredas que ellos levantan, hay una ciudadanía expectante cuya agenda no es la misma que la de los políticos y los ciudadanos políticamente alineados. Aquí, como en casi todas partes, los votantes indefinidos terminan decidiendo el resultado electoral. La diferencia es que en otras partes las campañas electorales ponen el foco en esos votantes volátiles, mientras en la Argentina la comunicación política –tanto la del oficialismo como la de los opositores– parece encandilada con los votantes ya alineados y no se ocupa de los indefinidos. Obviamente, hay una masa no menor de ciudadanos que saben que votarán las listas oficialistas, y otra masa no menor de ciudadanos que saben que las listas del oficialismo no las votarán. ¿Quién habla para los que están indefinidos? 
Hay dos indicios muy significativos acerca de estos últimos, y algunos datos ciertos. Lo cierto es que en octubre de 2011 aproximadamente la mitad de ellos votó para presidente a Cristina de Kirchner; la otra mitad, a falta de un candidato con fuerza polarizadora, dispersó su voto. Con esos votos, la Presidenta pudo superar el cincuenta por ciento; ellos fueron decisivos para su triunfo; y no son votos regalados, hay que conquistarlos cada vez. Los indicios: primero, son votantes poco ideológicos, poco generalistas; demandan respuestas específicas a problemas específicos, valoran en alto grado la gobernabilidad. Frente a esas demandas, la Presidenta hasta ahora corrió con ventaja. 
El segundo indicio lo ofrecen las preferencias de esos votantes por los dirigentes políticos. Son esos votantes “swing”, sin preferencias definidas de antemano, quienes hoy entronizan a Daniel Scioli y a Sergio Massa en la tabla de posiciones de la imagen positiva en las encuestas. No están buscando más oficialismo ni más oposición, sino precisamente lo que esos dirigentes encarnan con sus aparentes ambigüedades. Recuerdan al memorable “no positivo” de Julio Cobos en 2008, que a esa gente le cayó muy bien. 
Esos votantes que terminan inclinando la balanza electoral tienden a no reaccionar ante promesas, diagnósticos o pronósticos. Más bien reaccionan ante los hechos y ante las respuestas de los gobernantes a los hechos. Cuando el desempleo era muy alto y la pobreza muy extendida, plantear ayuda familiar, impulsar jubilaciones y subsidiar servicios públicos fue una respuesta muy bien valorada; eran soluciones, no promesas. Ahora los problemas más acuciantes son la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos –esto es, la inflación–, la mala calidad de los servicios públicos –sumada a la falta de respuesta de los gobiernos a las incidencias trágicas que se derivan de ellos–, la declinante calidad de la educación –donde convergen la falta de horas de clase por paros y ausencias docentes con la incapacidad del sistema para cumplir la función de enseñar–. Pero ahora, de todo eso no se habla desde la política. 
Los mensajes del Gobierno a veces rondan lo insólito por el desajuste con las expectativas de sus propios votantes. Pero lo que más resalta es la enorme concentración de la atención del oficialismo en asuntos como la Ley de Medios, la reforma judicial o la re-reelección, que en el mejor de los casos a mucha gente no le interesan y, cuando le interesan, tienden a decir que no. El argumento de que así mal no les ha ido no se sostiene: no fue así como al actual oficialismo le fue bien, no fue hablando de lo que a la gente no le interesa o no le gusta, sino de lo que a la gente le resolvía problemas.
Los mensajes de la oposición también se mueven entre la irrelevancia y lo insólito. De lo que más hablan los dirigentes opositores es de lo poco que se entienden –o lo mal que se llevan– con otros dirigentes opositores. Ni siquiera pueden mantener en bajo perfil sus negociaciones tentativas. Luego, hablan de generalidades que al electorado no definido no le dicen nada. Y cuando, inesperadamente, tocan un tema de preocupación general, no se les ocurre nada más extraordinario que pedir una devaluación. Desde hace treinta años, si en algo la sociedad argentina se mantuvo igual a sí misma fue en su persistente adhesión a la estabilidad de precios y a la estabilidad del tipo de cambio. Recuerdan a Duhalde propiciando en su campaña de 1999 la devaluación… así le fue. 
No se sabe cómo sigue la película, pero sería deseable que sus guionistas consideren seriamente rodarla con varios finales distintos. 
© Escrito por Manuel Mora Y Araujo, sociólogo, el sábado 11/05/201 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


lunes, 22 de abril de 2013

¿Querían realidad? ¡Les doy realidad!... De Alguna Manera...


¿Querían realidad?


Son chorros. No lo dice la Justicia: lo dicen los hechos, lo dice la realidad. Un empleado bancario que se hace multimillonario en pocos años, gracias a la cercanía con el gobernador de una provincia petrolera, primero, al presidente de la Nación, después, y al primer damo, por último, es un grandísimo chorro. Lo mismo que el chofer de ese ex gobernador y ex presidente y ex primer damo, también multimillonario súbito. Y lo mismo que el ex gobernador, ex presidente y ex primer damo, lo mismo que la ex senadora, ex primera dama y actual presidenta, quienes no podían no estar al tanto del súbito enriquecimiento del ex empleado bancario y del ex chofer. Por no hablar del enriquecimiento del ex presidente y de la Presidenta…

Sí, chorros. No lo dice la Justicia: lo dicen los hechos, lo dice la realidad. La Justicia podrá determinarlo o no, lo más probable es que no. Sucede que si la Justicia pudiera desbaratar estas redes de lavado (o de choreo) seguramente estas redes de lavado (o de choreo) no podrían funcionar tan impunemente.

No, no tengo pruebas. No me pidan que ponga sobre la mesa cámaras ocultas con el pibe del rodete ni testimonios del marido de la ex candidata al parlamento italiano por el partido de Silvio Berlusconi, que compartía la fórmula con el ex embajador de Menem en El Vaticano. Porque, además, vieron cómo es esa gente…

No tengo pruebas más que las evidentes, las que están a la vista de todos y todas. ¿Pero es que no lo vemos? ¡Está tan claro! Entiendo el principio de inocencia, pero acá las cosas deberían ser al revés. El chofer y el empleado bancario (y el chabón que le compró el multimedio a Hadad a pesar de la Ley de Medios, y tantos otros delincuentes amigos de la Presidenta y del ex presidente) deberían demostrar que son inocentes, y no nosotros que son culpables. Así debería funcionar la Justicia en estos casos. Si no, la Justicia no funciona.

Sí, claro, la Justicia. ¿Y eso qué es? ¿Existe? Por supuesto, hace falta una democratización, una reforma profunda. Tal como están las cosas, no sirve. Posta, así la Justicia no sirve.

Pero la “democratización de la Justicia” del Gobierno es una canallada. Porque toma el nombre de una necesidad para convalidar un linchamiento. Un mamarracho capaz de lograr, por ejemplo, que con el nuevo sistema las víctimas de la masacre de Once no puedan hacerle juicio al Estado.

Desde el otro lado, desde el discurso opositor dominante del lugar común republicano berreta del “únanse todos y maten a la Yegua” (sí, eso parece ser republicanismo para algunos), se defiende el actual sistema judicial como una panacea. “Nos quieren avasallar la Justicia”, es la reacción compulsiva desde el epicentro de la Argentina blanca, como si esta Justicia no mereciera ser avasallada por justicia de verdad, democrática y amplia. En lugar de ir por una reforma real, en lugar de decir “sí, hace falta una reforma, pero lo que hay que cambiar es esto, no esto”, se defiende lo que hay y se dice “no” al Gobierno como sola propuesta. Un “no” inmenso, gigante, nacido en el epicentro de la clase media paladar negro y que explota en las calles cada vez que se convoca desde las redes sociales o desde vaya a saber uno dónde. Un no que es no y sólo no. Porque es el “no” lo que aglutina. Y nada más.

Mientras tanto, se sigue convocando por las redes sociales a esas jornadas cívicas con números y letras (13S, 8N, 18A, ¿24A?) que cada vez se parecen más al pelotero donde la clase media juega al republicanismo. ¿Qué es lo que se discute, realmente, en esos multitudinarios tuiteos presenciales donde cada quien lleva su propia pancarta para reclamar lo que personalmente cree que hay que reclamar? ¿Es esta una nueva forma de hacer política? ¿O no es más que un hartazgo colectivo que conduce irremediablemente a la antipolítica?

La paradoja de la antipolítica movilizada, manifestándose en la calle. No, no puede ser verdad. ¿Es la antipolítica la única salida posible frente a la política del doble discurso? ¿Es éste el único camino frente la retórica revolucionaria para justificar la concentración económica, la falta de medidas redistributivas, la criminalización de la protesta social y el linchamiento de la Justicia?

La antipolítica como respuesta a la política millonaria, a la resignación de que para hacer política hoy en el país y en el mundo se requiere de infinitos recursos económicos. O manejás una gran caja de una gran corporación propia o te dedicás a administrar la caja de las corporaciones ajenas, dicen por lo bajo desde el oficialismo, quienes te baten la posta, quienes justifican todo. No hay muchas chances, aseguran, en modo honestidad brutal, quienes juntan millones, no para comprar Ferraris y champán francés, sino para hacer política, dicen.

En el medio siempre aparece alguna Ferrari, asumen. O algún avión privado, o alguna fiesta en Punta del Este regada con Cristal. Pero bueno, el pibe del rodete necesitaba un seguro de vida. Y siempre es mejor hacerte muy conocido por la Ferrari y Karina Olga que medianamente conocido porque apareciste en un zanjón con un tiro en la frente.

Además, las Ferraris, las fiestas en Punta del Este, las estancias electrificadas, el chaboncito del rodete que siempre tiene la misma camisa blanca y Karina Olga son los daños colaterales del modelo nacional y popular.

No estamos en los 90, nada que ver. Es esto o viene la derecha. Es esto o viene la antipolítica. Parece joda, pero lo peor es que todavía hay algo de cierto. Lo peor que aquí se instaló esa antinomia nefasta. La peor versión del mal menor está entre nosotros. La resignación nos tapa como el agua en La Plata. ¡Y el que viene a salvarnos es Berni en un gomón! ¡Auxilio!

Se vio en la condena a Pedraza: podríamos decir “che, deberían haberle dado perpetua e imputar a algún funcionario nacional, porque hubo complicidad policial, por no hablar de las escuchas a Tomada, hablando con Pedraza como quien habla con un amigo, tres meses después del crimen de Mariano Ferreyra”. Pero nos conformamos con un muy realista “le dieron 15 años a Pedraza y hubo sentencia apenas dos años y medio después. Estamos en la Argentina, ¿qué más se puede pedir?”.

En el medio, las chicanas y la pirotecnia de si se puede o no hacer justicia desde el periodismo. No, para nada, eso está claro.

Lo que sí se puede hacer es mostrar lo evidente, amplificarlo, instalarlo en la opinión pública. No importa quién lo diga. No sirve aquí desacreditar al mensajero, como se pretende desde la trinchera de 6, 7, 8. Hace cuatro años, Jorge Lanata publicó en Crítica (el diario que dirigía) una investigación sobre lavado de dinero en la que acusaba a Héctor Magnetto y el grupo Clarín para el que hoy trabaja. Lanata abandonó Crítica después y dejó en banda a los laburantes.

Eso no invalida ni la denuncia de hoy ni la denuncia de entonces. Que se investigue a Magnetto y a Lázaro Báez. Todas las fortunas súbitas con complicidad estatal son sospechosas.

Y una verdad dicha por alguien que tiene intereses oscuros que defender no deja de ser una verdad.

Un funcionario no deja de ser corrupto porque lo acuse Clarín ni Clarín anula sus negocios con la dictadura militar porque lo acuse un funcionario corrupto y de nula militancia en causas por derechos humanos.

Así están las cosas. Si les sirve de consuelo, piensen que podrían ser peor.

Estamos en la Argentina. Un país que no es el mejor, ni tampoco el peor del mundo. Aunque no lo crean. 

Eso sí, las buenas noticias se las debo. ¿Querían realidad? ¡Les doy realidad!

© Escrito por Pablo Marchetti el domingo 21/04/2013, periodista y ex director de la Revista Barcelona de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 20 de abril de 2013

El empleado del mes… De Alguna Manera...

La peor semana...
 
EL EMPLEADO DEL MES. Lázaro Báez DIBUJO: PABLO TEMES.

CKF, con viento en contra… El “Lázarogate”, el revés por la Ley de Medios y el 18A impactaron en el Gobierno. A qué juegan Scioli y Massa.

Por falta de lectura, quizás no conocían la anécdota. Hubiera sido un aporte. Cuentan que estaba por comenzar el gobierno de John Kennedy, realizaba el Presidente una de sus primeras reuniones de gabinete y le preguntó a sus colaboradores: ¿qué hacemos con Edgar Hoover? Como el titular del FBI estaba en el cargo desde antes de la II Guerra Mundial, atribuida su permanencia y continuidad en el cargo (siguió luego de Kennedy) por conocer costumbres y hábitos comprometidos de los políticos, se supuso que el nuevo mandatario se encargaría de despedirlo. Pero el responsable de la “nueva política” prefirió consultar. Casi todos cuestionaron a Hoover hasta que Robert Kennedy, hermano presidencial, selló la discusión con una referencia popular: “Entre tener adentro un tipo que mea para afuera y tener afuera un tipo que mea para adentro, prefiero lo primero aunque sea indeseable”. Ese episodio demuestra cínicamente que en materia de secretos la política norteamericana exigía el mayor de los cuidados, no dejar cabos sueltos, alimentar inclusive a elementos de sospechosa calaña.

Desde afuera, entonces, dos individuos propios volcaron litros de orín sobre los Kirchner y su hermético entorno santacruceño encabezado por el próspero empresario Lázaro Báez, quien no leyó la historia de los Kennedy. Nunca viene mal un librito. En su derrame humillante, una mejicaneada oral sobre fondos que tal vez provenían de otra mejicaneada (vaya uno a saber), Leonardo Fariña y Federico Elaskar se vistieron de “arrepentidos” sin causa, iluminaron a Báez, enterraron de nuevo a Néstor 15 subsuelos más abajo, enmudecieron a la viuda e hijos y, si continuaban en sus revelaciones íntimas sobre movimientos de dinero non sancto, merecían por devotos la inscripción en La Cámpora y Carta Abierta. Finalmente, disponían de más confianza con el ex presidente que los militantes de esas agrupaciones.

Fue ese estallido en el programa de Jorge Lanata, curiosamente el periodista importado por el monopolio el año pasado que, en un solo domingo, pudo descolgar el cuadro “Clarín miente” que el poderoso diario no logró durante años. Se paralizó Cristina al menos 24 horas, también su equipo, ni hablar de la Justicia; víctimas de un ACV colectivo, no respondieron a las acusaciones, se puso en vilo hasta la concesión de dos gigantescas represas en Santa Cruz que ya parecían otorgadas a Báez. Allí habló De Vido: las obras se hacen de cualquier manera, no hay negocio que se detenga.

Quizás la Justicia tardía ni siquiera encuentre una prueba, pero en la Casa Rosada admiten que el confesionario público de Fariña y Elaskar fue una de las peores derrotas políticas para CFK: el fango se filtró hasta en los sectores más carenciados, algo más que suspicacia sobre venalidad en la gestión. Doble el impacto, además, porque luego los dos insolventes morales, repentina y sospechosamente, modificaron su declaración en otro canal de TV, se desmintieron a sí mismos, pidieron nerviosos perdón a sus denunciados alegando que se habían equivocado porque eran jóvenes. Nueva categoría de la estupidez organizada. Mientras, Ella, conmovida por el turbión impúdico, se hundía tensa en un bache comprensible sin que los masajes y las pastillas pudieran aliviarla, insomne, aferrada a un control remoto en la madrugada como si fuera un tótem de la filosofía oriental que en el ejercicio ritual del zapping le devolviera sosiego.

Para colmo salió en letra de molde lo que ya sabía: el fallo a favor de Clarín por la Ley de Medios en la Cámara Civil y Comercial. “La peor semana de Cristina”, otra vez, la quinta o sexta en 2013 y todavía no se llegó a la mitad de año. Ofuscada insistió con una réplica: arrancar con fórceps la “reforma judicial” en el Congreso para demostrar poder, a pesar de que también sabe que un juez suspenderá la vigencia de esas leyes por inconstitucionales y la elección directa de los consejeros a la Magistratura no podría realizarse en octubre como Ella dice querer. Para decir, si ése es el curso, “no me dejan gobernar”. Este juego parece una premeditada acción del Gobierno: montar una discusión con la excusa de que la mafia judicial también impide que el pueblo vote, que la mayoría se exprese, como si el kirchnerismo fuera el proscripto peronismo de la Revolución Libertadora.

Aun faltaba, en la semana traumática, la movilización del 18A con multitudes voceando su nombre. No favorablemente, claro. Demasiado para una sola mujer, atendible que se sujetara a un viejo dicho popular –corazón que no ve, corazón que no siente– y se embarcara a otro país, desatendiéndose de otra medicina que heredó de su marido: tanto dijo Néstor que la gente debía participar y movilizarse, que la prédica tuvo su premio: la muchedumbre marchó fustigando al Gobierno.

Lo más curioso de la protesta: casi nadie vociferó contra la re-reelección, como en otras oportunidades. Más que un cambio de opinión, ese olvido obedece a la realidad de que el gentío entiende ya como alternativa imposible lo de “Cristina eterna”. Ni siquiera en la organización previa del evento se debatió la desaparición de la consigna, para ellos es un hecho consumado. Y para Ella, otro misil en su línea de flotación, de ahí que atosigara con 60 tuits de rabia mientras buena parte del país se le plantaba en las calles. Como si la palabra pudiera parar la marea humana.

Después de la movilización y el descrédito, no es Cristina la única preocupada por conservar políticamente la cabeza en su sitio: la conmoción también afecta a Daniel Scioli y Sergio Massa, héroes del doble estándar, del mostrar y no ejercer, hasta hace horas intocables en la vanguardia de las encuestas. Uno porque aparece comprometido con la Casa Rosada aunque allí no lo quieren; y el otro porque se le agota el tiempo para coquetear entre la oposición y el Gobierno. Se prometían pacífica convivencia y ahora estalló el conflicto que el próximo 11 alcanzará el climax cuando el tigrense junto a otros intendentes salga a cuestionar la política de seguridad bonaerense. ¿Ataca a Scioli por orden de Cristina o por su propia aspiración presidencial? Mucho diálogo con De la Sota, Barrionuevo, Lavagna, pero a la hora de la verdad sentó a su diputado Roberti para que el cristinismo pudiera reunir el quórum y aprobar las leyes judiciales.

A la histeria o a los pactos secretos se los llevará la correntada junto a los carteles con sus nombres. Raro que no lo sepan dos hombres que viven junto al río.

© Escrito por Roberto García el viernes 19/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 16 de abril de 2013

Poder impune… De Alguna Manera...


Poder impune…
 "LO MANDARON A CORTAR SUPREMAS..." Ricardo Lorenzetti. DIBUJO: PABLO TEMES.

Contra la justicia. El Gobierno va por todo ahora hacia el Poder Judicial. Relativismo moral ilimitado.

La así llamada “democratización de la Justicia” no es más que otro paso en su objetivo hacia el “vamos por todo” que puso en marcha la Presidenta no bien comenzó su segundo mandato. Este proceso –que no es otra cosa que un embate contra los jueces independientes– es emblemático del ADN del kirchnerismo. Estas acciones son siempre la consecuencia de circunstancias en las que el oficialismo se enfrenta a una adversidad que es contraria a sus proyectos de lograr la suma de los poderes públicos. El ejemplo más relevante es el de la Ley de Medios, cuya génesis estuvo en el conflicto entre el Gobierno y el campo por la 125. Este proceso al que asistimos por estos días es el producto de la frustración sufrida por el Gobierno el 7 de diciembre del año pasado, cuando se vio impedido por la Justicia de avanzar en su intención de destruir al Grupo Clarín.

Al igual que hizo con la Ley de Medios, en este caso el kirchnerismo enmascara sus reales intenciones con una hojarasca que, como tal, no es más que letra muerta. En la Ley de Medios, el propósito supuesto que se repetía a modo de eslogan era “más voces y más pluralidad”. Los hechos se encargaron de demostrar que ese eslogan no tenía nada que ver con lo que el Gobierno quería, que era –y es– “más medios oficialistas” para que haya cada vez menos lugar para las voces críticas e independientes.

Con este proyecto de “democratización de la Justicia” pasa lo mismo. Así, el kirchnerismo termina erigiéndose en una réplica del menemismo. Aquí hay que recordar que una de las primeras medidas que tomó Carlos Menem tras haber asumido la Presidencia por primera vez, fue la de aumentar el número de miembros de la Corte Suprema con el objeto de lograr la famosa “mayoría automática”. El proyecto de aumento del número de miembros del Consejo de la Magistratura es asimilable al aumento del número de miembros de la Corte con que Menem aseguró aquella “mayoría automática” que le dio vía libre a todos sus proyectos y que, fundamentalmente, dio cobertura y garantizó la impunidad de todos y cada uno de los hechos de corrupción de su gobierno. 

El fenómeno se repite a la manera de un calco. He ahí los casos del escandaloso enriquecimiento de la familia presidencial y el de la ex Ciccone, que compromete cada vez más seriamente a Amado Boudou. Además, con la modificación del sistema de remoción de los magistrados, para la que será suficiente una mayoría simple y no especial como es hasta ahora, su estabilidad se verá seriamente afectada. La ecuación habrá de ser muy simple: los jueces que osen contradecir la voluntad del Poder Ejecutivo podrán ser removidos de sus cargos de la noche a la mañana. Habrá estabilidad sólo para aquellos que digan amén a todas y cada uno de los abusos del Gobierno. Por si ello fuera poco, el método de elección de los candidatos, que estará ligado a la elección general, cierra cualquier posibilidad a la oposición de actuar en forma mancomunada a los fines de poder equilibrar la situación dominante que le da al oficialismo el uso de todos los recursos del Estado para imponer su voluntad.

El proyecto de “democratización de la Justicia” pone a la ciudadanía, además, en un pie de notable desigualdad y desprotección frente a las arbitrariedades del Estado. Hay un ejemplo que ilustra, el de los jubilados. Si hasta ahora el Gobierno no ha dudado en desobedecer fallos contundentes, confirmados en todas sus instancias, que reconocieron la legitimidad del reclamo por reajuste de haberes hechos por miles de ellos, ¡cuánto peor serán las cosas en el futuro de prosperar con esos y otros reclamos!

La Justicia es un factor de contrapoder. Ser un contrapoder no equivale a ser oposición. Ser un contrapoder significa controlar que en el ejercicio de sus funciones los otros dos poderes del Estado –el Ejecutivo y el Legislativo– lo hagan con observancia absoluta de la Constitución. Es esa tarea de control de constitucionalidad la que ha perturbado profundamente a la Presidenta. Es que la Constitución, que juró observar y hacer observar, representa hoy el principal escollo para la concreción de su anhelado sueño de permanencia eterna en el poder.

En el famoso discurso de junio de 2003, en el que Néstor Kirchner dio el puntapié inicial para la renovación de la Corte Suprema menemista, la crítica fundamental fue a la estructura de “mayoría automática” con que funcionaba el organismo. En aras de una mejor justicia, el entonces presidente abogó por la necesidad de conformar una Corte prestigiada por la calidad de sus integrantes y por su independencia de su gobierno y de los que vinieren. Esa postura gubernamental ya no corre más. Ahora lo que se busca es debilitar a la Corte lo más posible.

En 2006, la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner impulsó e impuso el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura consistente en la reducción del número de sus miembros. La razón para tal modificación era la de hacerlo más independiente de los otros poderes. Eso tampoco va más.

Así es el kirchnerismo: lo que hoy es bueno mañana es malo y viceversa; su relativismo moral no tiene límites. El fin justifica el uso de cualquier medio. Lo único importante es el ejercicio impune del poder.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 14/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.