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domingo, 6 de septiembre de 2020

Reforma Judicial. Fernández y Fernández… @dealgunamanera...

Reforma Judicial. Fernández y Fernández…

‘Siempre listo’ Sergio Berni. Dibujo: Pablo Temes

La vicepresidenta recibió a un histórico operador en Comodoro Py. Avanza en construir una justicia a medida.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 05/09/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Los efectos adversos que el poder genera en las personas son complejos. El sentimiento de omnipotencia se despliega en toda su dimensión, aparecen comportamientos extravagantes, sorprendentes y, a veces, contradictorios e inexplicables. ¿Cómo explicar que un presidente que amenazó con someter a un proceso penal a los que durante esta larga cuarentena se reunieran en un domicilio invite a Olivos a Hugo Moyano y parte de su familia a compartir un almuerzo que incluyó una foto sin barbijo y sin distanciamiento social?  

En la dinámica psicológica del ejercicio del poder se distinguen tres rasgos esenciales: el absolutismo, la hegemonía y la intolerancia.

Salvo excepciones, quien ocupa una posición de poder busca siempre el absolutismo, la totalidad del poder. Para eso necesita la implantación del pensamiento hegemónico. Es ese afán de hegemonía el que hace que el poderoso sea un ser intolerante frente al pensamiento distinto.

La democracia como concepción política y la república como sistema representan las barreras que las sociedades crearon para poner freno a esos desvaríos que llenan páginas de la historia.  

Alberto Fernández llegó a la presidencia de la Nación con una promesa que hizo pública a lo largo de toda su campaña: terminar con la división política profunda que, como una nube tóxica, se ha venido extendiendo a lo largo y a lo ancho del país desde hace años. Dividió Néstor Kirchner; dividió y divide Cristina Fernández de Kirchnerdividió y divide Mauricio Macri.

"No solo debemos tolerar al que piensa distinto. Con eso no alcanza. Debemos respetarlo", dijo decenas de veces el hoy presidente durante el tiempo electoral. Por eso causó estupor –y alarma– cuando, en la reunión del peronismo que hubo en la semana que pasó, expresó: “No veo la hora de que esta pandemia se termine, porque estoy seguro de que ese día vamos a salir a la calle y ese día sí va a haber un banderazo, un banderazo de los argentinos de bien".

Nadie sabe aún si el Dr. Fernández se ha dado cuenta de la barrabasada que representa su infeliz frase. Cuando a la diversidad de ideas –es decir, el pluralismo– se la encuadra dentro de la categoría del bien y del mal, no hay posibilidad de convivencia posible. Si el que piensa diferente representa el mal no hay posibilidad de diálogo. Con el mal no se dialoga.
  
El mal es intolerable.

El pensamiento diferente enriquece ya por el mismo proceso intelectual de analizarlo ya sea para coincidir o para rebatirlo. Al mal se lo combate. Al pensamiento diferente, en cambio, se lo debate.

El concepto de identificar al otro con el mal nos conduce directamente a la categoría de amigo-enemigo de tan nefasta y lamentable raigambre en la historia de la Argentina.

Cuando en la noche del sábado 18 de noviembre de 1972 el general Juan Domingo Perón se abrazó en su casa de la calle Gaspar Campos con el Dr. Ricardo Balbín, le dijo: “El pueblo todo quiere que usted y yo nos unamos. Nos hemos peleado inútilmente durante 25 años”. Lo triste fue que, cuando se dieron cuenta de lo estéril de esas disputas feroces, ya se les había ido la vida.

Ahora, las tomas de Tierra. Las tomas, actos ilegales, nunca son producto del azar. Hay detrás una maquinaria política, legal y económica que se monta sobre la acuciante necesidad de miles de personas por no tener una vivienda digna. Hace unas pocas semanas, más allá de sus habituales comentarios provocadores, Juan Grabois aludió a las tomas, lo que fue una advertencia sobre algo inminente.

Al hacerlo, puso al oficialismo en un brete en el que aún está. Las contradicciones y disputas que se produjeron entre el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni; la ministra de Seguridad de Nación, Sabina Frederic, los dirigentes del Movimiento Evita y el gobernador Axel Kicillof hablan de la confusión en ámbitos del oficialismo.

Mientras tanto, Daniel Arroyo trabaja para quitar poder a los movimientos sociales a través de la tarjeta alimentaria. La transferencia a los comedores saca intermediarios. “Del 100% del presupuesto del Ministerio, los movimientos sociales se llevaban el 25%; ese porcentaje se ha reducido al 10%”, afirman en su cercanía.

Avatares de la reforma judicial K. Tras la bochornosa sesión en Diputados del miércoles, un hecho ilustra el superlativo interés de la vicepresidenta por la reforma judicial: el encuentro previo al debate que tuvo con el auditor Javier Fernández, el histórico operador judicial del kirchnerismo en Comodoro Py.

Fernández, quien tiene mandato en la Auditoría General de la Nación hasta 2022, había caído en desgracia a fines del kirchnerato por sus contactos con Jaime Stiusso. Como tantos otros, limó asperezas con CFK, por lo que los encuentros con ella, Máximo y el representante de La Cámpora en la AGN, Juan Ignacio Forlón, son habituales.

La reforma judicial obtuvo media sanción horas después de ese encuentro, con modificaciones que incluían la eliminación de la insostenible cláusula mordaza para la prensa propuesta por el amanuense de la vice, el senador Oscar Parrilli.

Vale la pena recordar lo que opinaba Fernández sobre la reforma judicial de 2013 –una de las dos que se presentaron en los últimos veinte años según CFK– y que luego fue frenada por la Corte Suprema. “Le dije a la presidenta que iba a ser inconstitucional. Ella me dijo que no.

Pero lo que hizo fue unir a todos en la corporación judicial. Estuvo mal asesorada... No hay que meterse en los poderes. Tenés que dialogar”, aconsejó Fernández en una nota a la revista Crisis, en septiembre de 2019. Por lo que se ve, CFK sigue haciendo caso omiso de los consejos del auditor Fernández. El diálogo es una práctica ausente en su conducta política.  


Los que conocen los detalles de ese diálogo aseguran que, para cumplir el rol de operador judicial que supo tener, Javier Fernández pide ser designado en el Consejo de la Magistratura. Por si alguien lo olvidó, CFK quiere un Poder Judicial sometido al Gobierno.




viernes, 4 de septiembre de 2020

Malditos prejuicios... @dealgunamanera...

Una reflexión en torno a la agresión que recibió Ofelia Fernández en una universidad de elite…

Ofelia Fernández. Fotografía: Marcelo Escayola.

La conducta de varios estudiantes de la Universidad Di Tella merece una reflexión. En cualquier civilización, agredir al invitado, es un acto de enorme bajeza.

© Escrito por Juan Grabois el miércoles 26/08/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La conducta de varios estudiantes de la Universidad Di Tella merece una reflexión. Como docente universitario y padre, quisiera compartirla con ustedes, en particular, con los padres de estos jóvenes, conciudadanos y compatriotas nuestros.

Ustedes seguramente quieren lo mejor para su hijo o hija, quiere una educación de calidad para que aprenda y sea un hombre o mujer de bien. Quiere que tenga valores democráticos y humanistas, esos mismos que Di Tella defendía. Por ello, tal vez muchos hagan un esfuerzo para pagar la cuota, acompañarlos en su proceso formativo, apoyarlos en todo sentido.

La Universidad Di Tella es una institución para las clases altas dónde predominan determinadas ideas políticas, tan respetables como cualquier otra en el marco de la democracia.

Evidentemente, no era el espacio más amigable para Ofelia Fernández. Sin embargo, ella aceptó el desafío y expuso respetuosamente sus ideas.


Cuando Ofelia empezó a desarrollar una posición en torno a la solidaridad, muchos alumnos comenzaron a gritarle, interrumpirla, insultarla del modo más vulgar y procaz. Esa conducta grotesca expresa una crisis de valores que trascienden las posiciones políticas y van, incluso, más allá del prejuicio.

En cualquier civilización, agredir al invitado, máxime si el invitado pertenece a otro ámbito sociocultural, es un acto de enorme bajeza. Un acto inmoral, cobarde. Un acto que expresa la forma más vil de la mala educación. ¿Dónde mamaron estos jóvenes esta actitud? ¿en su casa? ¿en la TV? ¿en las redes? ¿en la propia universidad? ¿puede una universidad, por más cara que sea, suplir la falta de valores básicos?. 

La pregunta más importante que creo deberían plantearse: ¿quieren que sus hijos sean eso? ¿quieren que pertenezcan a una élite materialmente rica pero moralmente indigente? ¿quieren hijos superficialmente elegantes y formados pero esencialmente brutales, ignorantes, prejuiciosos, groseros? ¿los enorgullece verlos así?.

Si los hijos de las clases privilegiadas, con acceso a las mejores instituciones y todas las comodidades, no pueden respetar las normas de convivencia más elementales, ¿qué le queda al resto de la juventud? ¿con qué autoridad moral se les exigirá el respeto a las normas?.


Quisiera agregar algo más que no hace al quid de la cuestión pero, como compañero, me siento en la obligación de contar. Ofelia sí dona su sueldo. Más de la mitad. Un sueldo que ella no definió y que en efecto, considera excesivo. Desde que asumió la banca para la que fue democráticamente electa, dona su sueldo no con la actitud del fariseo sino por convicción: por eso no lo anda diciendo. No es la única. Hay muchos hombres y mujeres en nuestro tan demonizado campo político, con aciertos y errores, virtudes y defectos, practican en silencio los valores que otros pregonan.

Ofelia tuvo otra actitud noble. No aprovechó el episodio para victimizarse. Aceptó rápidamente las disculpas de la Universidad. Bien por ella. Me enorgullece ser su compañero. Yo por mi parte, no creo que alcancen las disculpas de la Universidad.

Considero que la comunidad educativa de la misma debe tomar este episodio con la gravedad que amerita. Indagar en el porqué de semejante nivel de intolerancia y trabajar para revertirlo porque no es un hecho aislado: es una actitud constante.




jueves, 25 de agosto de 2016

País poronga… @dealgunamanera...



En la última edición de la revista Crisis, le preguntaron a Hugo Moyano por el funcionamiento de las barras bravas en el fútbol. Moyano respondió con una frase de ejemplar sinceridad: "Nos quieren correr con la patota a nosotros, que somos los inventores de la patota". Unos días antes que la revista llegara a los kioscos, la Argentina se quedó sin nafta por un día entero. Aunque bien podría serlo, no se trata de una metáfora.

© Escrito por Ernesto Tenembaum el martes 14/06/2016 y publicado por el Diario El Cronista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El gremio de Camioneros, que conduce el hijo de Moyano en nombre del padre, decidió literalmente no distribuir combustible. Según el moyanismo se trataba de un conflicto gremial, pero el gobierno está convencido de que, en realidad, el clan Moyano paró el país porque Mauricio Macri negó a su jefe la presidencia de la Asociación de Fútbol Argentino. Unas semanas antes, Moyano había sostenido que "Macri sabe tanto de política como yo de capar monos" y había reaccionado con frases homofóbicas ante una crítica del periodista Gustavo Sylvestre. Quien lo superó en virulencia, en estas últimas horas, fue Juan Grabois, flamante asesor del papa Jorge Bergoglio, quien calificó a Mauricio Macri, sencillamente, como un "pelotudo".

Moyano y Bergoglio, en el orden que cada uno prefiera, se han transformado en los principales enemigos de Macri, mucho más capaces de dañarlo que el altisonante kirchnerismo.Desde hace tiempo, en el mundo del poder existe una expresión que tal vez ayude a entender lo que pasa, más allá de las circunstancias coyunturales: "Ser poronga" o "poronguear". Cuando alguien asume un rol importante, el resto de los actores del sistema de poder mide, se pregunta, precisamente, si es o no "un poronga". Es difícil de traducir literalmente una expresión tan colorida.

Pero refiere, en general, a la capacidad para atemorizar a los demás, para resistir presiones, para ser cruel cuando es necesario, para mostrar los dientes, para acelerar al mango en dirección a un auto que viene en sentido contrario, hasta que sea el otro el que da el volantazo, en estar dispuesto a que vuele todo por el aire porque es la única manera de ser respetado. En alguna medida, poronguear significa no abandonar nunca la clásica expresión de "a mí, justo vos, no me vas a pasar por encima".

No se trata precisamente del método más armónico para resolver las problemas de un país, pero es lo que hay. Desgastantes conflictos como los que enfrentaron a Carlos Menem con Eduardo Duhalde o con Domingo Cavallo a fines de los noventa, a Kirchner con el grupo Clarín o con el propio Bergoglio, a Cristina con Moyano, tienen en gran medida esa impronta. La debilidad es considerada un suicidio. Con lo cual, hay que acelerar. Y para acelerar, para ejercer el poder, hay que ser poronga.

Ese es uno de los dilemas de Macri, y de todo presidente, desde el día de su asunción. Macri llegó al poder como producto de una coalisión invertebrada, que tenía como principal punto de unión su aversión común al kirchnerismo. Moyano hizo clarísimos gestos de simpatía hacia su candidatura antes de las elecciones. Y el Vaticano aportó lo suyo, gracias a su rechazo hacia Aníbal Fernández, entre otras razones por el favoritismo de Bergoglio con el cursillista Julián Dominguez, quien le hizo llegar su versión sobre el fraude con que Fernández le habría arrebatado la candidatura del Frente para la Victoria.

Al día siguiente de la asunción, empezaron las presiones.

Moyano siempre es bastante claro en lo que quiere. Primero pidió para los sindicatos el control del dinero de las obras sociales, que le había concedido Néstor Kirchner y retirado Cristina. Macri se lo dio y, a cambio, exigió acompañamiento en los meses del ajuste. Moyano se lo concedió, aunque lo primereó con la ley antidespidos, y la masiva marcha para respaldarla. Macri entonces anunció el veto y Moyano aceptó no llamar a un paro general para repudiarlo. Entonces, fue por la Asociación de Fútbol Argentino. Cuando se enteró por una amenaza de Daniel Angelici que Macri pretendía frenarlo, incluso mediante procedimientos judiciales, Moyano decidió aplicar los mismos métodos que contribuyeron a desgastar a Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Cristina Kirchner. En horas, el país se quedó sin nafta. Si a alguien le pareció un episodio dramático, solo debe esperar hasta donde escala ese conflicto, que tendrá picos y valles: todavía falta lo mejor.

La pelea con Moyano es por espacios de poder y dinero que se pueden pesar, contar y medir. Eso facilitará la negociación, que siempre será dura. Con Bergoglio las cosas son más complicadas.

Macri no termina de entender qué quiere ese personaje extraño al que algunas personas sin principio de realidad denominan Su Santidad. Su tirria parece personal, e ideológica. Esta semana, en un gesto tan poco característico de la diplomacia vaticana, Bergoglio hizo público su rechazo a un aporte económico del gobierno nacional. "El que cree que puede comprar la voluntad del Papa es un pelotudo", afirmó Juan Grabois, horas antes de ser designado asesor en el Vaticano.

El cheque era de $ 16 millones. En agosto de 2014, la Casa Rosada hizo púbico que había aportado 600 millones a la Iglesia para algo tan frívolo como la refacción de Catedrales. La plata entre el Estado y la Iglesia siempre fluyó, desde aquel hacia esta, y no precisamente para actividades sociales. Con estos antecedentes, es extraña la irritación papal. Algunos interpretan que hay diferencias ideológicas porque parece que el Papa rechaza el neoliberalismo, pero dado que también es un impulsor del acuerdo en Medio Oriente o entre Cuba y los Estados Unidos, no se entiende porque esa vocación de diálogo no incluya al Gobierno argentino.

Néstor Kirchner lo retrataba a Bergoglio como un conspirador y así lo denunció en 2006, cuando un cura enfrentó al kirchnerismo en Misiones. Bergoglio, en esos años, era tan duro con él como lo es ahora con Macri. Marcelo Larraquy en su reciente libro Código Francisco recuerda las homilías en las que Bergoglio denunciaba la pobreza, el clientelismo, la mentira y "al diablo que genera divisiones y rencor entre los argentinos". Kirchner respondía que la Iglesia había sido cómplice de la dictadura militar y advertía que el diablo también penetra ese era el verbo que usaba por debajo de las sotanas. 

Ese conflicto tan absurdo entre dos personas tan importantes terminó muchos años después, cuando Bergoglio fue designado Papa y el kirchnerismo se hincó de rodillas. Tal vez eso sea lo que el Papa quiere de Macri: que se someta. Su poder, finalmente, proviene de los votos de seres humanos, mientras que el de Bergoglio tiene origen divino.

Mientras Macri no cumpla esa expectativa difusa, deberá soportar que la Iglesia convoque a reuniones de diálogo político que serán leídas como movimientos de conspiración en su contra.

Antes que Francisco, Juan Pablo II logró demostrar cómo un Papa puede derrocar al Presidente de su país de origen. Son vanos los esfuerzos de los voceros papales en la Argentina por relativizar lo que es clarísimo.

En este juego de pinzas, Mauricio Macri no es una carmelita descalza. Conoce a Moyano y a Bergoglio desde hace años. Ha pulseado con uno y con otro. En esas negociaciones, utiliza el dinero estatal como si fuera propio. Pero tiene el punto débil de todo presidente: si estalla el país, el principal perjudicado entre los tres será él. Moyano seguirá en su club y su sindicato, Bergoglio permanecerá en el papado, y Macri se acercará al abismo. Un presidente tiene mucho poder, pero también está cercado por múltiples amenazas, por parte de figuras poderosas, crueles, y muy entrenadas: porongas. Néstor Kirchner y Cristina Fernández se apoyaban en esa lógica para explicar su agresividad. Era necesario ser más poronga que los demás.

El método de Macri no está claro aún. Con Moyano responde golpe por golpe, pero sin que se note en público, combina por ahora concesiones con límites. Con Bergoglio, aguanta, intenta conciliar, y dejar que toda la sociedad vea quién es el agresivo de los dos. ¿Hay punto intermedio entre ser Fernando de la Rúa y ser un Kirchner? La gestión de Macri parece destinada a buscar ese misterio.

En la Argentina se poronguea en todos lados. ¿Quien le enseña a un niño de cinco años a pechar en un recreo, a cachetear el diferente, a marcar territorio, a conseguir de ese modo a cuatro o cinco incondicionales? ¿Quién crea a ese predestinado, a ese matón, a ese resentido, a ese líder? Desde chicos, los porongas son respetados, adulados, temidos, se les festejan los chistes, se le aplauden las miserias y solo los pueden enfrentar quienes, a su vez, aprenden o llevan en la sangre los mismos métodos. Se poronguea en los recreos, en las cárceles, en las iglesias, en las rutas, en los boliches, en las canchas de fútbol. Y el peronismo es el reino de los porongas. Nadie que no lo sea, varón o mujer, puede ser jefe. Y si no se es jefe, no se sobrevive.

En el medio, hay un país.

Pero eso es lo de menos.



domingo, 18 de mayo de 2014

¿CFK apretó a la Iiglesia?... De Alguna Manera...

Grito en el cielo…

¡Peccatoris! Papa Francisco. Dibujo: Diego Temes 

¿CFK apretó a la Iiglesia?  Tras un duro documento, por qué el Episcopado se dio vuelta. El rol del Papa. Tedéum en riesgo.

Tanto el peronismo como la Iglesia están marcados en su historia por la relación amor-odio. Hay puntos extremos, como la quema de iglesias en junio de 1955 o las tres audiencias que Francisco le concedió a Cristina y su obsesivo reclamo para que cuiden a la Presidenta. El humanismo cristiano, la doctrina social, la disciplina vertical, la lucha por el poder, la opción por los pobres y cierto anticomunismo de subsistencia, constituyen la medianera conceptual que comparten. No sería una herejía entonces subrayar que hoy muchos peronistas de todos los palos peregrinan al Vaticano para sacarse una foto con el Papa como antes lo hacían a Puerta de Hierro a la pesca de un encuentro con Perón. Todos lo han hecho.

Desde la presunta izquierda de Juan Cabandié y Estela Carlotto hasta la derecha pesada y comprometida con la dictadura de Gerardo Martínez. Una selfie con Francisco no se le niega a nadie.

El propio Papa se forjó en la fragua juvenil del peronismo ortodoxo de Guardia de Hierro y, en los últimos días, recordó aquellos años al darle un lugar de gran visibilidad a Juan Grabois, hijo de Pajarito, quien fuera dirigente de aquella organización de cuadros blindados.

En la década fracturada, los Kirchner evidenciaron su doble discurso. Reivindican en el relato a los curas villeros que contienen a los pobres, pero en la realidad, como no reconocen la existencia de pobres en su gobierno, les molesta que los sacerdotes iluminen los lugares de mayor marginalidad y exclusión social que ni Néstor ni Cristina pudieron solucionar. Entonces intentan ocultar lo que la Iglesia está obligada a denunciar.

Cada vez que el cardenal Jorge Bergoglio se refería a su principal preocupación que es la exclusión social, a Néstor le daba un ataque de furia. Combatió a Bergoglio con todas sus armas. Lo castigó sacando el Tedéum de la Catedral y con la excusa de hacerlo más federal lo llevó al interior.

Calificó al cardenal como opositor y en un derrape llegó a decir que el diablo también usaba sotana. Cristina, más cristiana, mantuvo esa lucha contra Bergoglio, incluso hasta un día después de que fuera designado Papa. Pero el pragmatismo y el consejo de Rafael Correa, presidente de Ecuador y fervoroso creyente, le hicieron cambiar de opinión. El Papa puso la otra mejilla y transformó la relación de odio en un amor casi celestial e insólito. Nadie trató tan bien y con tanta deferencia a la Presidenta como Francisco. A los opositores del Gobierno, el Sumo Pontífice les dice que quiere custodiar la paz social y que no haya turbulencias hasta la entrega del poder en el 2015. A los oficialistas les recuerda sus dedos en ve de otrora y retoma conceptos como “la patria grande” o la descalificación del neoliberalismo desalmado y consumista que multiplica la pobreza.

El pastor sabe que su rebaño es multitudinario y a escala planetaria. No quiere perder ninguna oveja y eso le hace brotar sus dotes de conductor político. El gran problema del Papa es que Cristina es millonaria, milita en unidades básicas contradictorias como las de Puerto Madero y Louis Vuitton y que, encima, está salpicada por graves causas de megacorrupción. Y como si esto fuera poco, Bergoglio sabe –lo sufrió en carne propia– que la intolerancia K no permite crítica si se quiere permanecer a su lado y en buenas relaciones.

De hecho, en los dos últimos documentos de los obispos argentinos, cargados de frases textuales del Papa, como que “la corrupción es un cáncer social”, debieron ser explicados y minimizados ante la Presidenta en reuniones posteriores.

Cristina puso el grito en el cielo con el diagnóstico de que “la sociedad está enferma de violencia”. ¿Está ella muy susceptible o el Episcopado demasiado flexible? Es más grave todavía: el Gobierno hace con la Iglesia lo mismo que hizo con todas las instituciones, fracturarlas entre amigos y enemigos. Buscan cuáles son los obispos gorilas para mandarlos al infierno y ponen en un altar a los “compañeros”, como el arzobispo Víctor Manuel Fernández, un intelectual de fuste que participó activamente en la redacción del documento de Aparecida, que es una suerte de hoja de ruta del Papa. Tucho, como le dicen al rector de la UCA, escribió una columna en Página/12 que no se puede dejar de leer para comprender los nuevos posicionamientos. Allí, repite apenas con un poco más de elegancia el discurso K anti Clarín: responsabiliza a los medios de mala praxis. El arzobispo es una figura rutilante, de perfil bajo pero de gran proyección, que reza para que Julián Domínguez sea el candidato bendecido por CFK.

Lo más grave, como siempre es la interpretación de la violencia política. Carlotto reaccionó diciendo que la Iglesia no había hablado cuando se secuestraba gente. Tiene razón la presidenta de Abuelas, la jerarquía calló durante el terrorismo de Estado, igual que los Kirchner. Cuando Cristina les ordenó a los muchachos de La Cámpora que salieran al cruce del documento eclesial, casi como un formulario repitieron que la sociedad estuvo enferma de violencia en el ‘55, ‘76, ‘89 y 2001. Curioso sesgo y olvido de 1974, precisamente el año en el que el peronismo asesinó a dos peronistas íntimos de Perón como Rucci y el cura Mugica. Montoneros y la Triple A dirimieron sus diferencias en plena democracia arrojándose cadáveres.

¿La Presidenta habrá quedado satisfecha con las disculpas que le ofrecieron monseñor Arancedo y compañía, o seguirá con ganas de suspender el Tedéum del 25 y castigar al cardenal Mario Poli por el pecado de criticarla? Voceros obispales quedaron descolocados frente al retroceso del Episcopado. ¿Se puede calificar de apriete lo que hizo el Gobierno con la Iglesia? ¿El “vamos por todo” los incluye? ¿Cuidar a Cristina es autocensurarse?

Dijeron que el principal responsable de la violencia es el Gobierno, pero luego rectificaron porque el texto “era un llamado a toda la dirigencia”. ¿Qué nivel de consultas tuvieron con el Papa? Hay muchas dudas menos una. Por ahora, Cristina sigue firme en su camino: a Dios rogando y con el mazo dando.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 17/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.