Tres ex generales y un obispo muerto...
El juez
procesó a los jefes militares como “autores mediatos” del asesinato.
Es la primera
causa que involucra al entonces ministro del Interior, Albano Harguindeguy. El
juez concluyó que el entonces obispo de La Rioja fue asesinado para acallar sus
denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
© Publicado por el Diario Página/12 el viernes
25 de Noviembre de 2011.
El dictador Jorge Rafael Videla, su ex ministro Albano
Harguindeguy y el ex comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín
Menéndez, fueron procesados con prisión preventiva por el homicidio del ex
obispo riojano Enrique Angelelli en 1976. El juez federal de La Rioja, Daniel
Herrera Piedrabuena, consideró probado que el siniestro que le costó la vida a
Angelelli fue un “accidente automovilístico provocado”, en respuesta a las
denuncias por los asesinatos de religiosos en la localidad de Chamical. El
religioso tenía en su poder al momento del asesinato documentación sobre crímenes
de la dictadura que terminó en el despacho de Harguindeguy, entonces ministro
del Interior, quien a diferencia de Videla y Menéndez todavía no fue condenado
en ninguna causa.
La decisión del juez federal de La Rioja incluyó además
al ex segundo jefe del escuadrón de tropas en Chamical, Luis Estrella, y al ex
comisario y por entonces jefe del Servicio de Informaciones de la policía
riojana, Juan Carlos “la Bruja” Romero. Por los cargos jerárquicos que ocupaban
en la estructura represiva ilegal, los cinco procesados fueron considerados
autores mediatos de homicidio calificado y asociación ilícita agravada.
El magistrado consideró probado que la dictadura hizo
inteligencia sobre sacerdotes que trabajaban con sectores pobres y con
campesinos que luchaban por sus tierras y que el crimen de Angelelli se enmarcó
“en un intento por evitar que las denuncias por violaciones a los derechos
humanos y asesinatos tomaran estado público, sobre todo en el exterior, ya que
el religioso cordobés tenía llegada a altas jerarquías de la Iglesia en
distintos lugares del mundo”.
“Previo a la muerte de monseñor Enrique Angelelli existía
un cuadro de persecución a ciertos sectores de la Iglesia Católica, que se
exteriorizaban desde años anteriores al golpe de Estado del 24 de marzo de
1976, lo que es corroborado por distintos testimonios y, como se señalara
anteriormente, concluyeron en los homicidios de Longueville, Murias, Pedernera
y de monseñor Angelelli”, advirtió el juez en una extensa resolución de 120
carillas, dictada a 35 años de los hechos. Los sacerdotes Gabriel Longueville y
Carlos de Dios Murias habían sido asesinados en Chamical el 18 de julio de 1976
junto con el laico Wenceslao Pedernera. Angelelli intentaba desentrañar los
crímenes y llevaba “una carpeta con información que había recopilado”, escribió
el juez, y agregó que el obispo “temía por su vida” porque “era perseguido por
la policía provincial”.
El accidente provocado en el que murió Angelelli ocurrió
el 4 de agosto de 1976. El vehículo, una camioneta Fiat 125 que manejaba el
propio obispo, fue siniestrado cerca de la localidad de Punta de los Llanos. Su
acompañante, el ex sacerdote Arturo Pinto, resultó herido, pero sobrevivió. En
el mismo año, el primero de la dictadura, la Justicia local cerró el caso en la
interpretación de que se trató de un accidente. El expediente se reabrió tras
el retorno de la democracia en 1984, cuando comenzó a investigarse el
homicidio, pero volvió a ser archivado a raíz de la sanción de las leyes de
punto final y obediencia debida.
Herrera Piedrabuena consideró probado, en base al
testimonio de Pinto, entre otros, que la camioneta Fiat 125 fue arrinconada por
otro vehículo. Testigos que acudieron al lugar confirmaron la presencia de
policías y personal civil de inteligencia del Ejército, que estaba bajo la
órbita del procesado Menéndez, que “apuntaban con Itakas” para que los
pobladores se alejaran. El magistrado relató también que, antes de partir desde
Chamical rumbo a La Rioja, el sacerdote Pinto había hecho revisar el vehículo
en una estación de servicio, por lo cual “la camioneta estaba en perfectas
condiciones para viajar”. Partieron a las 14.30 por la Ruta Nacional 38 y
tomaron por un “camino viejo de la ruta” para evitar ser “hostigados”. Según el
relato de Pinto, un vehículo blanco se acercó en la misma dirección que el que
conducía Angelelli y realizó una maniobra “intencionalmente brusca por el lado
izquierdo, provocando que volcara”.
El procesamiento de Videla, Menéndez y Harguindeguy
incluye una resconstrucción de la obra pastoral de Angelelli, con citas de sus
sermones y testimonios sobre el trabajo que realizaban los sacerdotes
provinciales para evitar que los campesinos fueran expropiados de sus tierras
por grandes empresas. Angelelli había viajado en abril de 1976 para entrevistarse
con Harguindeguy en Buenos Aires y pedir la libertad del párroco de la
localidad de Olta, Eduardo Ruiz, y mantenía reuniones con altas jerarquías de
la Iglesia, ante quienes planteaba una y otra vez sus denuncias, tal como surge
de la correspondencia con monseñor Vicente Zazpe. “Era clara la amenaza de que
la represión que se estaba llevando a cabo en la Argentina alcanzara
trascendencia internacional”, concluyó el juez para explicar el móvil del
crimen.