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sábado, 5 de diciembre de 2020

Se dice de mí... @dealgunamanera...

Qué decía Alberto Fernández sobre Amado Boudou en 2014… 

Alberto Fernández fue crítico de Boudou cuando tuvo que declarar en 2014 Foto: Noticias Argentinas

El actual mandatario enumeró las “mentiras” con las que “pretendió defenderse” el exvicepresidente de Cristina Kirchner en una columna publicada en La Nación.

© Publicado el viernes 04/12/2020 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


 

En el 2014, Alberto Fernández ya llevaba un tiempo alejado del kirchnerismo y del mundo de la política. Tras renunciar a ser jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner en 2008, el actual presidente se había vuelto muy crítico de la viuda de Néstor Kirchner, de su gestión al frente de la Casa Rosada y de varios de sus funcionarios. Uno de los miembros del gabinete cristinista más cuestionados para ese entonces era el vicepresidente Amado Boudou, investigado por presunta conducta incompatible con la función pública y enriquecimiento ilícito en la causa Ciccone. En mayo del 2014, el juez Ariel Lijo lo citó a declaración indagatoria para el 15 de julio de ese año.

 

Ese pedido de indagatoria tuvo una fuerte repercusión, tanto dentro como fuera del país. Los medios extranjeros hicieron eco de la noticia, que supuso un escándalo internacional. En Argentina, las críticas también proliferaron. Ese mismo 30 de mayo, Alberto Fernández publicó una columna en el diario La Nación en la que acusó a Boudou de mentir.

 

Ciccone: un fallo que trae otra vez a Rafecas y ensancha la grieta entre Alberto y Cristina

 

“Todas las excusas dadas por él hasta aquí se han ido desvaneciendo con la misma velocidad con la que el agua se escapa entre los dedos. Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se le atribuyen”, arrancó el actual mandatario bajo el título Boudou: game over.

 

Fernández sostuvo en su nota que no era cierto que Boudou hubiese sido presionado por Esteban Righi y Adelmo Gabbi. Asimismo, el peronista enumeró varias de las mentiras que habría dicho el vice, por ejemplo que sí conocía a Alejandro Vandenbroele porque era quien pagaba los servicios de su departamento en Puerto Madero así como tenía vínculos con The Old Fund porque pagó viajes de placer a parientes suyos. 

 

En el texto también destaca que el titular de la AFIP dio a conocer una misiva firmada por Boudou en su condición de ministro de Economía en la que solicitaba flexibilidad en el cobro de una deuda impositiva para la empresa Ciccone. “Tan solo el sinnúmero de mentiras con las que pretendió defenderse, bastaría para poner en crisis la honorabilidad del vicepresidente”, aseveró Fernández.

 

Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se le atribuyen

 

Para el profesor universitario, era “sorprendente” que miembros del oficialismo avalaron sus dichos y lo exculparon de las acusaciones que pesaban contra él. “Tan fuerte fue la defensa organizada desde el poder, que hasta una ley de la Nación impulsada por la mismísima Presidenta acabó por expropiar la empresa Ciccone para hacer más compleja la investigación de la maniobra”, destacó.

 

Una actitud muy similar que tomar ahora varios referentes kirchneristas como el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, o el ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Andrés ‘Cuervo’ Larroque tras que trascendiera que la Corte Suprema de Justicia confirmó ayer jueves 3 de diciembre la condena de cinco años y diez meses de prisión contra Boudou en el caso Ciccone, por lo que el ex vicepresidente quedó cerca de volver a la cárcel. 

Las críticas a Cristina 

Una de las partes más sensibles de la columna es en el momento en el que Fernández apuntó contra la entonces presidenta, que ahora actúa como número dos dentro de su propio gobierno. “Hubo además un silencio presidencial que avaló esos alegatos defensivos. Cristina siempre supo que Boudou ocupa la vicepresidencia de la Nación solo por su decisión personal. Hasta aquí, le ha costado mucho admitir el error que ha cometido. Tanto le ha costado, que ha preferido resguardarlo antes que aceptar que se equivocó. Tratando de preservarlo, Cristina no dudó en involucrar al Parlamento argentino en el más grave encubrimiento que se recuerda: la expropiación de Ciccone”, manifestó.

 

Organizaciones sociales y políticas organizaron un "abrazo solidario" a Boudou

 

El jefe de Estado opinó que era perjudicial que con tantos los indicios en su contra hubiera un apoyo por parte del Gobierno. Además, calificó que era “imposible” que la culpabilidad de Boudou se debería únicamente a los medios porque eran “demasiados los fallos judiciales que le restan razón a los argumentos con los que ha pretendido protegerse y son muchas las mentiras que se le han verificado”.

 

“Tal vez sea hora de que el oficialismo entienda que no se puede seguir resguardando institucionalmente la inconducta de un funcionario, aun cuando ello implique dejar sin amparo la decisión presidencial de preservarlo. Porque en el mejor de los casos, Cristina se equivocó con Boudou. Pero el mayor costo de un error es persistir en el mismo”, cerró.

 

B.D.N./FeL






miércoles, 4 de noviembre de 2020

Escribe Cristina Kirchner… @dealgunamanera...

 Escribe Cristina Kirchner… 

"Boquitas Paspadas". Elisa Carrió. Foto: pablo temes

Las contradicciones atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder. La debilidad de Alberto Fernández. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 31/10/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 


En el teatro, en el cine y en la ópera, la carta suele generar un momento de inflexión a través del cual la trama de la obra experimenta un cambio fundamental. Un secreto que se devela, una intención aviesa que se confiesa, un amor que se declara, una infidelidad que se descubre, un plan que se explica, una sospecha o un secreto a voces que se confirma, representan el espectro de las alternativas que plantean algunas de esas misivas que devinieron famosas. 

 

Carta. En la historia pequeña de la Argentina habrá un lugar para la carta que Cristina Fernández de Kirchner le envió a Alberto Fernández en la víspera del día en que se cumplieron diez años del fallecimiento de Néstor Kirchner. A lo largo de sus páginas y de su cuidada redacción se despliegan con amplitud los rasgos psicológicos de la personalidad de la ex presidenta en funciones. Aparecen allí el Hubris, la contradicción, la admonición y el rencor. A modo de muestra, veamos uno de sus párrafos, en el que se lee: “En este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas hoy maltratan a un presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que, según no pocos, eran los problemas centrales de mi gestión”. 

 

La confusión de conceptos de CFK es, una vez más, proverbial e inquietante. A lo que llama ella “maltrato” es a las críticas. Le cuesta aceptar que, por más duras que sean, son parte esencial de la democracia. ¡Como si ella no criticara con igual dureza –y absoluta legitimidad– a sus adversarios! ¿Alguien ha escuchado en los últimos años –el término “últimos años” debe aplicarse aquí a un lapso que va desde 2003 hasta el presente– tener una actitud de “buen trato” para alguno de sus adversarios –internos y externos– a los que, en realidad, ella considera como enemigos?

 

El encomillado de la palabra “defectos” –como se sabe, una de las funciones de las comillas es marcar que una palabra se usa en sentido irónico o con un significado especial y opuesto a su significado real– es una definición de su Hubris que expone su egocentrismo y su falta de autocrítica. La falta de diálogo con propios y ajenos fue un problema esencial de su gestión y cuyas consecuencias aún hoy se padecen. La división que generó su uso despótico del poder es algo que llevará años superar. “Cuando nos obligaban a venir a esas puestas en escena que se hacían en la Casa Rosada durante aquellos años, nos ponían en exhibición en un corralito, no teníamos más remedio que hacer de aplaudidores y ni nos saludaba”, recuerda un gobernador peronista hablando de los “Aló Presidenta” reminiscentes del chavismo que durante los dos mandatos de CFK fatigaron la Cadena Nacional de Radio y Televisión.  

 

Lo de “funcionarios o funcionarias” que no funcionan apunta al corazón de la gestión de Alberto Fernández. Se sabe que la ex presidenta en funciones despotrica en voz alta contra el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, contra el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, contra la ministra de Justicia, Marcela Losardo, contra la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, contra el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, contra la ministra de Desarrollo Territorial, María Eugenia Bielsa, y el ministro de Transporte, Mario Meoni, por señalar algunos.

 

Curiosamente, ninguno de ellos pertenece al kirchnerismo duro.

 

No hay una sola crítica de la vicepresidenta al sistema de loteo de los ministerios que ella impuso como requisito en el reparto del poder que hizo y que tan dañino está siendo para el rumbo del Gobierno. Hablando de Vilma Ibarra e incorporándola al elenco de los señalados con el dedo admonitorio en la carta, ahora saben –por si alguna duda les cabía– que el rencor que les guarda la vicepresidenta será para siempre.

 

Albertismo. De las dos respuestas que desde el albertismo se ensayaron para responder a la carta de CFK, con el correr de los días gana adeptos la no oficial. Frente a la utópica creencia de que “a la carta se la había sentido como un apoyo” –más que utópica, fantasiosa–, se abren paso aquellos que sostienen que fue una jugada de CFK que “sigue minando el radio de acción del Presidente”, porque cualquier movida que surja del primer mandatario será interpretada como un acto espasmódico para cumplir los deseos de la vice. “No vamos a hacer nada en el corto plazo. Cristina propuso un doble juego: la crítica y la distancia, y nos tenemos que salir de esa dualidad”, señala una voz cercana al Dr. Fernández.

 

No fueron casuales las ausencias de la ex presidenta en funciones en los actos conmemorativos del 17 de octubre y del décimo aniversario del fallecimiento de su esposo.  “Ahora sabemos que la carta era la frutilla del postre. Si AF se enoja, sería funcional al juego de ella. Por eso salió a decir que la sentía cercana, “como un apoyo”, reconoció la misma fuente. 

 

Donde dos y dos son tres. Una de las palabras más escuchadas en la última semana fue diálogo. Habló de diálogo CFK en su carta; habló de diálogo Mauricio Macri; habló de diálogo Roberto Lavagna y habló de diálogo Alberto Fernández. ¡Qué verborrea!


Todos hablan de diálogo pero… los peros son tantos que el resultado será uno: la nada. 

 

Las discusiones y contradicciones internas atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder.

 

La figura de Mauricio Macri agita las procelosas aguas por las que navega Juntos por el Cambio. La reunión del viernes en la casa de Elisa Carrió en Exaltación de la Cruz dejó una foto que habla. Hubo ahí un mensaje para el ex presidente. “Nadie le puede negar a Macri un lugar de preponderancia pero su liderazgo unipersonal acabó”, señaló una voz que conoce lo que pasa en el universo de JxC.     

 

Más allá de la interna, en esa bucólica tarde con aires campestres se habló del momento de debilidad política que vive el Presidente. Al que la carta de CFK profundizó aún más. Por lo tanto se tomó una decisión: evitar las posturas extremas. “Nosotros vamos a mantenernos alejados de los discursos duros. Si el Presidente se quiebra, lo que viene es peor”, señaló con contundencia uno de los participantes del encuentro.

 

¿Quo vadis Alberto Fernández? Esa es la pregunta de cada uno de los días de este gobierno.

 





domingo, 18 de octubre de 2020

IDEA con pocas ideas… @dealgunamanera…

IDEA con pocas ideas… 

Ehhhhhhhh... Dibujo: Pablo Temes.

Alberto Fernández rompió con el legado miope de no asistir al coloquio empresarial. Pero su aporte fue pobre. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 17/10/82020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

En el apogeo de su poder, Néstor Kirchner le hizo la cruz al coloquio de IDEA. La memoria nos trae el recuerdo que, en 2005, luego de haber participado de una de sus sesiones, Roberto Lavagna, entonces ministro de Economía, fue eyectado de su poltrona por el ex presidente a causa de esa presencia. Ese reproche fue la excusa que le vino como anillo al dedo al ex presidente, que quería sacarse de encima a Lavagna.

 

Alberto Fernández decidió romper con ese legado miope. Fue un buen gesto político al que lamentablemente le faltaron buenas ideas. En su mensaje, el Presidente puso especial énfasis en la ratificación del apoyo a los hombres de negocios y se esmeró con insistencia en dejar claro que no habrá devaluación ni confiscación de depósitos en dólares. La reacción de los empresarios, sin embargo, fue tibia. La credibilidad de la palabra del Presidente cae días tras día, señal de la crisis de confianza que genera un gobierno bifronte.

 

Un consultor que mantiene contacto fluido con distintos sectores de la economía lo explicó de manera irrefutable: “La devaluación ya se hizo. Los números no mienten”. Es esta una verdad inapelable: la Argentina tiene un dólar oficial a $ 83; un dólar solidario a $ 172; un dólar blue a $ 178; un dólar Agro a $ 51 y ahora un dólar gas –para la energía– a $ 42. “El Gobierno va a hacer lo que hizo siempre: negarlo. Es decir, no convalidar la devaluación en el discurso”, completó el consultor.

 

Los ejemplos son más claros aún: si una empresa tiene que importar un insumo o un repuesto, no puede esperar meses a que le aprueben la operación. Lo que está pasando es que prefieren llamar a su casa matriz en el exterior para que le envíen el repuesto de manera directa y se lo pagan por dólar contado con liquidación a $ 168. El caso de la energía es dramático, agregó otra fuente, que graficó así la situación: “Las energéticas deben invertir con un dólar a $ 150 y por el gas de transferencia a YPF le liquidan el dólar a $ 42. Hay un desdoblamiento de hecho”.  

 

Cristina Kirchner le dijo hace un tiempo a Axel Kicillof: “El que devalúa no gana”, señaló la misma fuente. Pero por más que se apele a la retórica, más temprano que tarde, este desorden y la multiplicidad de tipos de cambio se trasladará a los precios. La emisión sin control es otro de los problemas que enfrenta la actual administración.  El déficit fiscal no da tregua y el Estado se financia a sí mismo. Pero a un ritmo de emisión de 200 mil millones de pesos mensuales no hay economía que aguante.

 

Martín Guzmán tampoco logró generar entusiasmo en su exposición ante los empresarios. “No hubo enojo con el ministro. Lo que hubo fue desconcierto, porque si la única manera de paliar el déficit fiscal es con aumento de impuestos, vamos mal”, señaló Miguel Blanco, ex presidente del Coloquio.  

 

Marchas y contramarchas. A medida que pasan los días, y el dólar aumenta sin que ninguna de las medidas que toma el Gobierno den resultado, las disputas internas se agudizan. Hay algunos que están convencidos de que todo lo que se está haciendo está bien y que lo que hay es un problema con el relato. Otros, en cambio, reconocen una sostenida carencia tanto de la gestión como del relato.  

 

Los rumores de cambios de ministros siguen a la orden del día. Muchos son fogoneados desde el mismo oficialismo.   

 

La organización del acto por el 17 de Octubre mostró fisuras. La CGT –organizadora del acto oficial de manera virtual– viene haciendo lo imposible por mostrar unidad en el peronismo.

 

Lo dijo el propio Héctor Daer el jueves por la noche: “Queremos replicar el acto de La Pampa en forma unida con un volumen político que nos haga recuperar la esperanza”. Para la CGT ese movimiento incluye a CFK, aunque muchos peronistas no están tan seguros de eso. En otros sectores, en tanto, anida la necesidad de “recuperar la calle” luego del “banderazo” del pasado lunes 12 de octubre.

 

La lectura parcial que sobre esa manifestación hizo el Gobierno es inquietante. Apelar al remanido término de “destituyente” para  aplicarlo a los que se oponen al oficialismo habla de una falta de aprendizaje del pasado que no deja de sorprender. Escuchar decir cosas como “a esa gente la tenemos perdida; nunca estarán con nosotros” es lamentable.

 

“El kirchnerismo no tiene un problema con la clase media, lo tiene con todo aquel que piense distinto”, señala un analista que viene siguiendo con detalle la ponderación de la imagen del Presidente, cuya caída se confirma prácticamente en todas las encuestas.


La oposición también salió a la búsqueda de consensos. La unidad es la palabra más repetida en las últimas horas. Todo un indicador que habla a las claras de los problemas internos. La política vernácula es francamente paradojal. Se habla de unidad y lo que se hace, en verdad, es exactamente lo opuesto. Macri aportó lo suyo en la semana que pasó.

 

Fulminó a Rogelio Frigerio y a Emilio Monzó, dos de los integrantes de su gobierno que más hicieron por zanjar la grieta y encarar acciones en pos de lograr acuerdos sin los cuales esa gestión, que no tenía mayoría en la Cámara de Diputados ni en la Cámara de Senadores, no hubiera podido aprobar ni un solo proyecto de ley.

 

Mientras en el universo de la política la vida transcurre por los habituales carriles de la sinuosidad, la vida de la gente lo hace por andariveles más terrenales y dramáticos: se mezclan ahí el cierre de miles de pequeñas empresas y la falta de trabajo, la inflación con su incidencia sobre el precio de los alimentos que como siempre castiga a los más pobres, la inseguridad que cada día nos trae la historia de un asesinato que destruye familias y las deja sin sueños y sin proyectos, el submundo de la anomia que se vive en las tomas de terrenos donde se protege más a los intrusos que a su legales los propietarios, y un largo etcétera de un país que se ha transformado en un verdadero Reino del Revés “donde un ladrón es vigilante y otro es juez”.





miércoles, 14 de octubre de 2020

Internas Salvajes. Promesas olvidadas… @dealgunamanera...

Promesas olvidadas… 

¿Se viene el tercer Fernández? Aníbal Fernández. Dibujo: Pablo Temes

“Conmigo se acabó la grieta”, dijo el Presidente al jurar su cargo. Pero nada de eso ha sucedido. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 10/10/102020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 



Se cumplieron ayer diez meses desde el día en que Alberto Fernández juró como presidente de la Nación. “Conmigo se acabó la grieta”, fue la promesa que buscó crear una esperanza.

 

Todo eso se ha perdido. Nada queda. El recurso remanido al que apela el Dr. Fernández es fustigar al mal gobierno de Mauricio Macri. Es lo mismo que hacía Macri cuando equivocadamente creyó que las consecuencias de sus errores se solucionaban echándole la culpa a Cristina Fernández de Kirchner.

 

Mientras tanto los problemas se acumulan, producto de la falta de gestión que no hace más que recalentar la manifiesta incapacidad de gestión del Presidente y de su gabinete.

 

El episodio del voto de apoyo al lapidario informe sobre Venezuela de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de la ONU –cuya titular es la ex presidenta de Chile Michelle Bachelet– dejó expuesto a los ojos de todos el conflicto interno del Gobierno.


Las voces críticas que desde el cristinismo se hicieron escuchar con altisonancia en contra de la acertada decisión del Presidente expresaron no solo discrepancias, sino también desprecio hacia su persona. La violación a los Derechos Humanos del régimen cívico-militar de Nicolás Maduro es tangible y, por ende, indiscutible. Quien esto escribe lo pudo comprobar in situ el año pasado durante sus dos coberturas en Caracas. 


Persecución y cárcel a los opositores, acoso sistemático y permanente a los periodistas, la violencia criminal de los “colectivos chavistas” –fuerza paramilitar que golpea y mata a mansalva– aplicada a los que se manifiestan contra el gobierno y un estado de persecución que atemoriza, son datos consuetudinarios de esa triste realidad de un país que en la década del 70 supo ser refugio de miles de argentinos perseguidos por la última dictadura militar.

 

“En Venezuela no hay Estado de derecho”, dijo CFK en la intensa entrevista que le hizo Luis Novaresio en septiembre de 2017. No se escuchó en ese entonces que algunas de las voces que salieron a despotricar contra AF hicieran lo mismo con la ex presidenta en funciones.

 

Internas.  No fue el incidente por el voto en la ONU el único episodio de la interna gubernamental. La economía continúa en terapia intensiva y termina siendo rehén de problemas que tienen una raíz política.

 

El oficialismo culpa a los medios por los rumores de cambios en el gabinete, pero los pases de factura salen del interior de la coalición y en especial del ala dura kirchnerista. “El tema no son los nombres, sino el rumbo, no podemos influir demasiado en eso porque entendemos que es potestad del Presidente. Lo que sí puedo asegurar es que la posible remoción de Cafiero es inviable. Es una pieza clave para Alberto”, aseguró un moderado del FdT sobre posibles cambios.

 

El jefe de Gabinete es uno de los señalados por el kirchnerismo duro por su falta de aplomo y autoridad política. “Al finalizar su exposición en el Senado, Cristina se dio vuelta y no lo saludó para evitar la foto”, recordó. Marcela Losardo, la ministra de Justicia, también está en la mira. Desde el kirchnerismo ya la habían tildado de “pecho frío” por no militar las causas que los complican. El último reproche es por su poca o nula capacidad de lobby con la Corte.

 

Quienes la conocen destacan su templanza y sus esfuerzos para no quedar atrapada en la lucha política. Dicen que tiene “lazos suficientes en tribunales” y que, “molesta su independencia funcional”.

 

La que logró críticas unánimes es Sabina Frederic, ministra de Seguridad. Sergio Berni, que reconoció públicamente a CFK como la única jefa del movimiento, le marca la cancha permanentemente. Las críticas llegan también desde el resto del oficialismo. “No tiene experiencia ni la llegada necesaria para manejar temas tan pesados”, es lo más liviano que recibe.

 

Martín Guzmán está consumiendo su escaso capital político. No todo es culpa suya pero está aislado en los temas de la macroeconomía con resultados muy pobres. Las internas con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, no lo ayudan y no tiene cintura política para tejer alianzas dentro del FdT. Tampoco le importa mucho. “Está solo. Lo banca Alberto. Para colmo en áreas de gobierno que le son claves –como el Ministerio de Producción– tiene una lista de funcionarios camporistas que responden a Kicillof y están más cerca de Cristina”, describe un integrante del FdT.

 

Ante su falta de volumen político, los interlocutores buscan llegar directo al Presidente, que en los últimos diez días comenzó un proceso de acercamiento al empresariado. Desde el massismo venían alertándolo por la radicalización de sus posturas y su alejamiento de la clase media. Massa se lo dijo con toda claridad hace un tiempo en un encuentro en la Quinta de Olivos. El líder del Frente Renovador terminó siendo clave en el regreso a las clases de manera presencial.

 

Un empresario de un sector importante de las pymes aseguró que los gestos de moderación son útiles pero se preguntó: “¿Cómo pretenden que interpretemos esas señales? ¿En los hechos qué va a cambiar? Más que una crisis de poder vemos falta de autoridad y conocimiento del sector para definir un rumbo”.

 

Como muestra de ese zigzag, en medio de la pandemia y de la crisis que desató, la Cámara de Diputados aprobó por amplia mayoría –250 votos– a fines de julio el proyecto de ley que declara la suspensión de los procesos de concursos y quiebras hasta el 31 de marzo de 2021. Para no beneficiar a Vicentin, la Comisión de Legislación General del Senado se reunió de manera remota el martes e introdujo cambios al proyecto que deberá volver a Diputados. El resto de las empresas que necesitan la protección del Estado para no ser ejecutadas deberá esperar. La grieta no es negocio para nadie.

 

En este paisaje de confusión y bruma por el que navega el Gobierno ha reaparecido un personaje: Aníbal Fernández. Las dos reuniones que mantuvo con el Presidente le han devuelto un protagonismo que añoraba. El ex jefe de Gabinete del último tramo del segundo mandato de CFK se está preparando para dejar su irrelevante cargo de interventor en Yacimientos Carboníferos Fiscales y acceder a posiciones de mayor preponderancia dentro del Gobierno. Desde su cercanía lo dicen con todas las letras: “Aníbal vuelve”. “Volvimos para ser mejores”, dijo AF. Otra de sus promesas olvidadas. 

Nelson Castro, Diario Perfil, Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Frente de Todos, Pandemia, Coronavirus,




domingo, 30 de agosto de 2020

Reforma Judicial… @dealgunamanera...

Presidente kirchnerizado…

Un taladro en la cabeza, Eduardo Duhalde. Dibujo: Pablo Temes

El curso que Alberto Fernández le imprime a su gestión no deja dudas: CFK se impone de manera paulatina e inexorable.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 29/08/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Es un declive ingrato y sostenido a la vista de todos. El curso que Alberto Fernández le viene imprimiendo a su gobierno no deja ya dudas: el kirchnerismo, en toda su esencia y dimensión, se va imponiendo de manera paulatina e inexorable. Lo notable es que el Presidente no juega aquí el papel de una víctima inerme sino que se ha transformado en un actor clave de este curso que expone otra vez a la sociedad a caer bajo las garras del pasado.  

Uno de los elementos distintivos del kirchnerismo es la contradicción. Es el haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. El decir un día una cosa y, al siguiente, otra con descaro y sin ningún atisbo de autocrítica.

En las dos últimas semanas, AF se encargó de mostrarnos que esas conductas –a las que él supo criticar con dureza cuando su hábitat era el llano– ahora son también las suyas. Y tanto las ha hecho suyas que las exhibe en forma asertiva y frecuente. Así ocurrió cuando despreció a los que se manifestaron en contra de la reforma  judicial el 17A –a los que tildó de “gritones”–, “olvidando” que él mismo había participado de una marcha similar para protestar contra la reforma judicial que Cristina Fernández de Kirchner intentó imponer en 2013. 

Y, no contento con ello, en la semana que pasó se solazó en una reunión social con Hugo Moyano, su esposa, uno de sus hijos y su abogado, dejando expuesto, como lo testimonia la foto que circuló en medios y redes sociales, que la imposición admonitoria por medio de la que se le quiso prohibir a la ciudadanía la posibilidad de hacer reuniones sociales –recuérdese que se llegó a amenazar con allanar los domicilios de quienes violaran esa norma– rige para todos menos para él y sus conmilitones.

Esa contradicción entre sus promesas y el presente tuvo esta semana su correlato. La decisión de anunciar la continuidad de la “cuarentena que no es cuarentena” por medio de un mensaje grabado y sin la participación de Horacio Rodríguez Larreta en ese trío que se completa con Axel Kicillof, fue algo más que un mero cambio de formato. Fue la consecuencia de las desavenencias que día a día van alcanzando una magnitud mayor.

La negativa del ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, fue otra de las causas de esas desavenencias. Más allá de los temores que la vuelta de la escuela presencial genera en todo el mundo, aquí se mezclaron la presión de los gremios docentes y una imagen que inquietó al Gobierno: la Capital Federal con chicos en las aulas en contraste con la provincia de Buenos Aires, imposibilitada de poner en práctica una iniciativa similar.   

Y si algo faltaba para evidenciar que AF ha decidido confrontar con su “amigo”, el jefe de Gobierno porteño, estuvo la frase que pronunció en la inauguración de un tramo de la Hidrovía del río Paraná. “Nos da culpa la opulencia de Buenos Aires”, dijo. Hizo acordar inmediatamente a aquel otro mensaje de CFK cuando, en el acto de asunción del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, despotricó contra la Capital Federal.

¿Y dónde está la reforma?

“Sinceramente creo que el país todavía se debe una verdadera reforma judicial que no es la que vamos a debatir este jueves”, dijo CFK en la previa al debate en el Senado, afirmación que dejó al Gobierno boquiabierto.

El sincericidio de la vicepresidenta tiene una explicación técnica y política. Esta reforma, como tal, no le sirve para lograr uno de los dos objetivos por los que buscó la reconquista del poder: la impunidad y permanencia por el mayor tiempo posible en el poder.

En relación con el asunto de la impunidad, el tema es de un estricto orden técnico con consecuencias políticas. Las causas en las que está acusada ya superaron la etapa de la instrucción. Es decir que la remoción o creación de cargos de nuevos jueces federales ya no le aportan ninguna solución. Se está ahora en la etapa de desarrollo del juicio. Las chances de que sea condenada son altas. Las evidencias en su contra son demoledoras.

Así, la chance más importante que le queda para salir indemne es la Corte Suprema. Y para que la Corte cumpla ese anhelo debe estar segura de dominarla. Hoy es imposible. La única manera de lograrlo es coparla con jueces adictos. Es lo que hizo Carlos Menem no bien llegó a la Presidencia.

CFK está dispuesta a emular al ex presidente y para eso trabaja arduamente la “Comisión Beraldi”. Nada que sorprenda: el doctor Beraldi es abogado de la vicepresidenta.   

La sesión en el Senado permitió apreciar en toda su dimensión la conducta patológica de CFK con sus secuelas políticas: el trato hacia el senador Esteban Bullrich –imposible no asemejar los tonos de la vicepresidenta con el personaje de la empleada pública personificado por Antonio  Gasalla– y el altercado con Martín Lousteau.

El intercambio con Lousteau es de significado institucional. El senador señaló que al dictamen de comisión no lo tuvieron en tiempo y forma para analizarlo y que, además, se había agregado en el proyecto la creación de gran cantidad de nuevos cargos.

La respuesta de CFK fue que como la oposición no iba a votar esas modificaciones, no tenía ninguna importancia que las conociera. Lo dicho por la vicepresidenta es un disparate absoluto que habla del concepto monárquico que anida en ella.

La vicepresidenta es la representación cabal del despotismo, que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define como el  “abuso de superioridad, poder o fuerza en el trato de las demás personas”.

Viene ahora la discusión en la Cámara de Diputados, donde merodeará la reminiscencia de la 125. En sus negociaciones para imponer el proyecto, el Gobierno apelará, no a la búsqueda de consensos, sino a la transa. A los gobernadores del peronismo se les ofrecerán juzgados y plata. A la mayoría de ellos lo que les interesa es la plata.  

Este método es el que utilizaba el ex presidente Néstor Kirchner. Es otra de las malas “enseñanzas” que le legó a su discípulo, Alberto Fernández.




sábado, 15 de agosto de 2020

Reportaje a Luis Brandoni.... @dealgunamanera...

Luis Brandoni: "Pasé a ser un enemigo de muchas personas con las que tenía casi cincuenta años de amistad"…

Feminismo. “El problema de muchos colectivos, como se los llama, es que miran con un solo ojo”. Foto: Pablo Cuarterolo

A los 80 años, mira la grieta desde un lugar diferente: padeció la violencia política y debió exiliarse, pero nunca percibió en la sociedad una fragmentación tan intensa como la actual. Sostiene que Cristina Kirchner tiene una postura más confrontativa que Macri. Reconoce errores, pero cree que Cambiemos significó un cambio para la sociedad. A punto de presentar un libro de memorias y esperando que termine la cuarentena para estrenar una obra de teatro, habla de la vejez, del amor y las pasiones. Una de ellas es la política.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


En 1955 tenías 15 años.
—Así es.

—¿Cómo afectó en tu familia aquella primera grieta entre el peronismo y lo que llamaron “gorilas”?
—En aquel entonces no se llamó grieta. Pero hubo una fractura de la sociedad argentina. Empezó cuando era mucho más chico. No cuando tenía 15 años.

“La grieta es la expresión del fanatismo político. No importa quién sos, sino qué sos.”

—O sea antes del 55.
—Había situaciones que conocí siendo mayor a través de los relatos de la familia, de los amigos, de mis compañeros mayores cuando entré en la profesión. Eso no perduró, no llegó hasta acá. Es necesario aclararlo. Años más tarde, no viví esa grieta. En el año 1964 asumió en mi gremio un grupo de jóvenes actores que hicieron modificaciones muy importantes, algunas de vanguardia en términos de política gremial. En ese grupo había gente que pensaba de manera muy distinta.

—Y convivían.
—Absolutamente.

—Volvamos a 1955. Tu familia era numerosa y había opiniones diversas, ¿hubo divisiones?
—Hubo una dilución en un momento determinado.

— ¿Y qué pasó? ¿No se podían juntar?
—Me hacía muy feliz la fiesta de Navidad porque se juntaba toda la familia. Tenía una gran familia, casi un matriarcado: eran seis hermanas mujeres con sus maridos, sus hijos y yo, que era el más chico. Era lejos el más chico, pero me gustaba ver esa mesa la noche anterior donde se amasaban las pastas. La Navidad era una fiesta profundamente entrañable. Y un día, sin saber por qué, la mesa se achicó. Después que había habido una fractura.
“El peronismo siempre procuró tener un enemigo que no merecía ‘ni justicia’.”

—Esa fractura volvió en los tiempos de la Triple A.
—Luego vino otra cosa: los gobiernos de facto y los constitucionales que no terminaban. En mi vida profesional estuve muy involucrado. Tan involucrado que en el año 72 fui elegido secretario general de la Asociación Argentina de Actores. Las diferencias políticas no eran prioritarias. Nadie te preguntaba de qué equipo eras. Por entonces, no tenía pertenencia partidaria. Recién asumí una militancia en 1982, cuando me afilié a la Unión Cívica Radical. El fenómeno actual de la grieta es mucho más reciente.

—En 1974 tuviste una amenaza de la Triple A.
—Me tuve que ir del país.

— ¡Eso es grieta!
—Pero tenía otra significación. Para mí no fue una grieta eso. Digo porque mis compañeros, mis amigos, los compañeros de trabajo trabajábamos juntos y padecíamos juntos la situación. Lo que sí es cierto es que a partir de la asunción de Héctor Cámpora, del 73 en adelante, la vida se tornó muy difícil en Argentina. Se hizo muy difícil porque estaban por un lado las organizaciones subversivas y por otro lado la Triple A, que estaba además apadrinada por el propio gobierno. Pero no significó una fractura entre nosotros. Fuimos cinco los que recibimos la amenaza simultáneamente: Héctor Alterio, Horacio Guarany, Norman Briski, Nacha Guevara y yo. Al día siguiente, se hizo una reunión en una casa que teníamos en la calle Viamonte, casi Uruguay. Asistieron a solidarizarse más de 300 actores.

“A mi edad el tiempo pasa rápido. Da la sensación de que me venden relojes con 20 horas en vez de 24.”

—Que pensaban distinto entre sí.
— ¡Por supuesto! Había gente que no tenía pertenencia partidaria. Era algo que trascendía lo superficial.

—Visto en retrospectiva, en el 55 y en el 75 hubo algo más que una grieta, porque se llegó al extremo de la violencia. Decís que era algo que no atravesaba a toda la sociedad. Eran grupos extremos. ¿Llamás “grieta”, a diferencia de “fractura”, a que la gran mayoría de la gente se encolumne en una u otra posición?
—Lo que ocurría en aquellos años era la irrupción del riesgo de vida. En cualquier momento te paraban en el auto, te hacían bajar, te revisaban. La violencia creaba una suerte de solidaridad entre quienes no pertenecíamos a ninguno de esos bandos. Había una suerte de complicidad, de familiaridad: la Asociación de Actores era un lugar para todos. Tanto que se generaban situaciones graciosas. Cierta vez decidimos una medida de fuerza, no me acuerdo ya el motivo. Resultó que la medida de fuerza era en un canal donde trabajaba Tato Bores. La solidaridad era tan grande que no se hacían piquetes de huelga. Se decía: “Se para”, y era cumplimentado por el primer actor más importante hasta quien hacía un bolo. Un día apareció Tato y nos pidió que aclarásemos que él no iba a salir no por censura del gobierno sino por la medida de fuerza. La gente se sentía cobijada en ese lugar, protegida.

—A las generaciones actuales les costaría entender que cuando la violencia era física, cuando el riesgo era que te mataran, cuando había golpes de Estado, la fractura o la grieta era menor que actualmente.
—Había un enemigo común. Estaba de un lado toda la gente que no estaba de acuerdo con los gobiernos autoritarios. Los que pensábamos diferente queríamos expresarnos en libertad. Eso pasó incluso antes de la dictadura. El tema de la censura nos importaba a todos y nos aunaba. El famoso Ente de Calificación Cinematográfica que se decía que era para la protección de la minoridad fue una manera de censura. Contaba hasta con un edificio propio. Raúl Alfonsín, al mes y medio de ser presidente, mandó un proyecto de ley por el que eso desapareció. Desde entonces, se pudo filmar y decir por radio lo que se quiso, editar libros, expresarse en las salas y en las galerías de arte.

“Los resultados electorales de 2015 y 2017 demuestran que hay un cambio que está en marcha.”

— ¿Cómo explicás la división actual de gran parte de la sociedad?
—Por el fanatismo político.

— ¿No lo había en el 55 y en el 75 al punto que se llegaba a tomar las armas?
—Pero la gente no estaba a favor de esa violencia.

— ¿Era una minoría?
—La violencia paralizaba a la gente. Sentíamos la necesidad de cuidarnos. De proteger la vida. Al mismo tiempo también había un estilo de vida nocturno en Buenos Aires. Los actores no solo trabajamos de noche; también lo hacemos los fines de semana, cuando los demás descansan. La calle Corrientes era una fiesta, aun con violencia. Se trataba de vivir a pesar de eso. Hoy no es así. Primero quieren saber qué sos. Sos algo, no alguien. Todos sabíamos que había compañeros del peronismo, del Partido Comunista, del Partido Intransigente, alguno que otro radical, pero eso no estaba en primer plano. Estaba mucho más en primer plano la disputa futbolística, por decirlo de alguna manera. Nuestra preocupación cuando fuimos dirigentes era hacer que la entidad cobrara prestigio, respeto y consideración. Efectivamente fue algo que ocurrió. En ese momento, cuando había una disidencia que trascendía lo gremial, discutíamos y ahí terminaba todo. Pero ahora el tema es mucho más grave: no es “este amigo mío que piensa distinto”; hoy se trata de un enemigo. Esta es la clave. Pasé a ser un enemigo de muchas personas con las que tenía casi cincuenta años de amistad.

“Cristina. Los que votaron a la vicepresidenta Kirchner y quienes no, como yo, esperamos que diga algo sobre lo que sufrimos los argentinos con la pandemia interminable que vivimos”. (Foto: Pablo Cuarterolo)


—Dejame hacer una conjetura sobre cómo una grieta menor se expresaba violentamente que una más profunda que llega a toda la sociedad. Primero, como había golpes de Estado, las diferencias políticas no tenían muchas consecuencias porque no se votaba. Hoy las diferencias políticas se plasman en elecciones. Los que ganan ejecutan políticas que, en definitiva, benefician a unos o a otros. Lo que fue diferencia teórica ahora sería una cuestión práctica.
—También había una aspiración generalizada, que era la recuperación de la democracia.

—Había un enemigo común que unificaba a las personas que pensaban distinto.
—Claro.

“El peronismo pensó que el 41% de Juntos por el Cambio estaba conformado solo por viejitos.”

—Y al no estar ese enemigo, emergen las diferencias reprimidas.
—Lo que no podemos es sacar una conclusión positiva de esto. Si se sigue en la deducción, podríamos concluir que lo que hace mal es la democracia. Y no es así.

—Sería un efecto secundario de un elemento positivo. No digo que la democracia sea el problema. Las cosas eran distintas con un enemigo común.
—Ahora el enemigo es el que piensa diferente.

— ¿Habrá una necesidad humana de construir un enemigo?
—Pero en este país no necesitamos tener un enemigo. El peronismo siempre procuró tener un enemigo. “Para los amigos todo, para los enemigos ni justicia”. Desapareció la palabra adversario del idioma habitual. Es algo tremendo, una terminología muy agresiva, en la que no hay matices. Nos hace mal. La democracia necesita matices. Ver las cosas de una, dos o tres, o cuatro o incluso de cinco maneras, no de una forma sola. Viví por suerte bastantes años, y todavía tengo salud. Me parece que no es bueno lo que sucede, porque entre otras se perdió un sentimiento de pertenencia al oficio. La Asociación de Actores es la casa de nuestro oficio. Tenía ese sentido de pertenencia. Firmamos muchas solicitadas, hicimos muchísimas manifestaciones. Participaba todo el mundo, incluso los primeros actores. Por dar un ejemplo: ALPI hacía anualmente una colecta. Yo ni siquiera era dirigente, pero sí ya era actor. Esa colecta la llevaban adelante actores y actrices muy conocidos. Iban por avenida Santa Fe y por la calle Florida con alcancías. Se hacía una tarde entera y era espectacular su efecto. Y todo era alrededor de la Asociación de Actores. Guardé muchos recortes de mi vida. Los junté durante esta encerrona. Y un día encontré una solicitada de una página en Clarín de apoyo a la democracia. La conservo. Va a aparecer en el libro de memorias que presentaré apenas pueda y que se llama Antes de que me olvide. Ahí aparece un facsímil de esa solicitada. Es posible encontrar alrededor de 200, 250 nombres que bajo ninguna razón podrían firmar juntos hoy. Fue en el año 1983

—Había un elemento aglutinante, un adversario común: la dictadura. Se da casi un primer principio de la sociología: ante la agresión externa, los grupos se cohesionan.
—Salíamos de la dictadura. Y por eso mismo fue un momento de enorme fervor político. Hablábamos de política porque estábamos en campaña. Me afilié en el 82 y había un fervor extraordinario.

—Sigamos con la grieta. Dijiste en alguna nota que había un sesgo ideológico en cuanto a determinadas acusaciones del grupo de Actrices Argentinas. La respuesta de Laura Azcurra fue: “Me da pena decir que este compañero, porque entiendo que es un compañero, también de otra generación, con otros mandatos y otras herramientas con las que creció, no piensa también en el movimiento de mujeres, que inevitablemente tenemos que abrazar a los hombres y mujeres que también han replicado el ejemplo de seres machistas”. Y te criticaba por representar una cultura machista y de otra época y decir que había un solo ojo para la cuestión del machismo. ¿Hay también una grieta generacional, que incluso pueda hacerte sentir como extranjero en tu época?
—Evidentemente sí. Hubo cambios. Pero no sé quién es esta señora y por qué razón me culpa de ser machista.

—Porque vos habías dicho que el colectivo de actrices mujeres ponía foco en denuncias a personas con determinada ideología.
—Me parece que la señora no sabe quién soy. Si me acusa de machista, me conoce muy poco. Es que los colectivos, como se los llama ahora, miran con un solo ojo. Hay cosas por las cuales se hacen grandes escándalos y otras que no son tomadas en cuenta. El caso de Santiago Maldonado fue llevado hasta las escuelas primarias. Pero no hablaron de otros desaparecidos. El problema de la grieta es ese: si te enrolás, denunciás lo que sucede de un lado y no lo que pasa en el otro. No sé quién es esta señorita, pero me tiene sin cuidado lo que haya dicho. Hablar de machismo en la Asociación Argentina de Actores o en el mundo de los actores está fuera del tiempo. Si hay un gremio que no se caracteriza por el machismo es el de los actores. Hay muchas actrices que ganan mucho más que los hombres. Son primeras actrices y no hay un grupo de varones que se sienta menoscabado por esa razón. El trato es entre compañeros.

“Cambiemos cometió muchos más errores que Raúl Alfonsín. Pero no es igual que el Frente de Todos.”

— ¿Percibís en vos esa extranjeridad más temporal que espacial, algo como sentirte extranjero en tu época?
—No exactamente como un extranjero. Lo ejemplificaría de la siguiente forma: cuando éramos estudiantes de teatro, nosotros estábamos desesperados por ver teatro, aunque en general el dinero no sobraba. Íbamos al Teatro Nacional Cervantes porque éramos alumnos de la Escuela de Arte Dramático. Intentábamos ver cómo conseguíamos entradas para otras salas. Los maestros nos inducían a eso. Luego, cuando fui profesional, venían estudiantes a pedirnos entradas los días martes, miércoles y jueves. La Asociación de Actores firmó un contrato con los empresarios para que con el carnet se entrara gratis. Ahora hace años, por no decirte décadas, que no viene un estudiante a pedirme una entrada para ver el espectáculo. No me sucede solo a mí. En esto también hay una grieta. En los años 50 había una división entre el teatro independiente y el comercial. Los del conservatorio estábamos jodidos porque los independientes no nos querían porque éramos pichones de mercenarios y los profesionales no nos querían porque éramos unos intelectuales.

—Hablaste del libro “Antes de que me olvide”. Te voy a leer algunas frases sobre envejecer. Una de ellas dice: “El error del anciano es que pretende enjuiciar el hoy con el criterio del ayer”. ¿Hay una melancolía en tu mirada del pasado?
—No sé si melancolía. Pero echo de menos el pasado. Fui muy feliz. Conocí la noche porteña y era una fiesta. Tuve maestros. Tuve incluso la suerte de hacer amistades con mis mayores, actores y actrices grandes. No había nada que me gustara más que escuchar sus relatos. Saber cómo era la vida de una actriz como Lydia Lamaison, que tenía 84 años y bailaba arriba de la mesa. Aprendíamos. De eso tengo nostalgia. Una nostalgia actualizada, porque hay muchos que somos veteranos y anhelamos el momento en que podíamos tener una sobremesa.

—El coronavirus profundiza la nostalgia.
—Me gustaba escuchar a los mayores. A los jóvenes de hoy no les interesa absolutamente nada de los veteranos. No les interesa, salvo a algún estudiante de Periodismo que nos pide hacer una nota.

—En el pasado, la velocidad del cambio no era intergeneracional. Era extrageneracional: se vivía todo el lapso de una generación sin grandes cambios. Hoy todo sucede aceleradamente.
—Sí. Pero cuando alguien quiere jugar al fútbol, quiere ver a los que juegan bien. Aunque sean veteranos. Hay algunos actores y actrices que son admirables. Cuando era chico, veía a los actores grandes y me admiraban las ganas: me preguntaba si yo sería capaz de todo eso. ¡No sé cómo hice para trabajar tanto! Además, en algún momento llegó el videotape, que fue un cambio importantísimo.

—Hizo perenne lo que antes era efímero.
—La televisión se hacía en vivo. Cuando llegó el video dejamos de levantarnos al mediodía. Hubo que empezar a hacerlo a las ocho de la mañana.

—Otra frase para enhebrar el tema del avance en la edad con la política. Es de Mario Benedetti: “Cuando los años se suman, uno empieza a tener noción de que el tiempo se escapa”. La mayoría de los votantes de Juntos por el Cambio tiene más de 50 años.
—Sí.

—Una vez le pregunté a Jaime Duran Barba por qué el mensaje que producía llegaba y tenía más aprobación de la gente de más edad. La respuesta fue que era gente que sufrió tantas veces la desazón y al peronismo, que se tornaba más intolerable respecto de algunas cuestiones. ¿Tu apoyo a Macri es porque el tiempo se va y estás cansado de la repetición?
—Es probable que me vean como a un enemigo pero en la calle no lo veo. La calle es uno de mis capitales morales, puedo caminar perfectamente por ella. Eso me importa mucho. Pero efectivamente puede ser que suceda lo que escribe Benedetti. El tiempo pasa tan rápido que tengo la sensación de que me venden relojes con 20 horas en vez de 24. Cuando se es joven, el tiempo tiene un espesor distinto.

— ¿Cuál es la traducción política de eso?
—Nunca fui peronista. Hubo una época en que tenía más expectativas. Estuve diez meses exiliado en México. Y aun no viviendo en el país, siendo una especie de fantasma, ganamos una elección sindical. La Lista Blanca venció en actores. Eso me permitió a mí, frente a mi familia y a mis amigos, volver para hacerme cargo de la elección de mis compañeros. A otros les llevó diez años el regreso.

— ¿El apoyo de Juntos por el Cambio en personas de más edad tiene que ver con que hay una impaciencia con el paso de los años?
—Es posible. Pero creo que estamos en un momento de cambio, que va a llevar algún tiempo. No va a ser de un día para el otro. El resultado de las elecciones en la Universidad de Buenos Aires resultó una sorpresa.

“Con los 130 días de encierro estoy haciendo el ensayo general de mis últimos años.”

—Lo mismo se podría decir del 41% de Juntos por el Cambio pese al fracaso económico.
—Es muy llamativo. El año 2015 es llamativo. Tanto como 2017, cuando vuelve a ganar un gobierno que cometió errores y tuvo muchos aciertos. Aun con esos errores, volvió a ganar. No era tan cierto aquello de que la gente votaba con el bolsillo. Quizás había empezado a dejar de serlo. Algo que volvió a percibirse con el 41% aunque económicamente se estaba muy mal. Las manifestaciones espontáneas que se vienen dando desde que la señora de Kirchner era presidenta y cuando Cambiemos estuvo en la presidencia, como la del 1° de abril de 2017, lo demuestran. Los mismos partidos que conformaban Cambiemos dijeron que no tenían nada que ver temiendo que fuera un fracaso. Pero fue una manifestación imponente. Lo mismo pasó el año pasado, el 24 de agosto.

—Vos motorizaste una de ellas desde España.
—Envié un video de un minuto de duración.

— ¿Hay algo positivo de la grieta que hace que tu video genere tal efecto?
—Es la necesidad de la gente de expresarse. La gente mayor perdió el miedo. El peronismo tenía un prejuicio al respecto. Pensó que el 41% lo hicieron todos viejitos. Pero de golpe aparecen actos espontáneos como el del 20 de junio, el del 9 de julio. Fueron treinta ciudades en las que la gente salió a la calle. Estamos frente a un cambio protagonizado por los mayores, pero también hay jóvenes. Además, hay mayores que están contentos con este gobierno. No sé si es un tema etario.

— ¿La figura de Cristina Kirchner predispone mal a determinada cantidad de personas?
—Sí.

— ¿A qué lo atribuís?
—Se debe a su carácter y a su manera de hacer política. Todavía esperamos, los ciudadanos que simpatizan con ella y otros como yo que no, que haga alguna referencia a lo que nos sucede en la pandemia. Su silencio es una explicación.

—Fuiste firmante del documento que contenía la palabra “infectadura”.
—Lo que quedó fue el título. Podría haberse buscado otra palabra. Pero no se discutió el contenido.

—La bronca que genera Cristina Kirchner en algunas personas se expresa en exageraciones como “infectadura”: ¿eso coloca a la oposición en un mismo nivel de agresividad?
—No. Cambiemos no tiene esa característica. Ni quien fue presidente de la república ni los ministros, tampoco. La Unión Cívica Radical no es un partido de la violencia. Tiene 130 años de fracasos. Una cosa que sabemos hacer bien nosotros es perder y ser oposición. Algo que el peronismo aún debe aprender. Nunca vi tantos interesados en la política después del año 83 como ahora. La gente que no perteneció nunca a un partido y denostó la política hoy tiene mucho fervor. Se agrupan a través de redes y de mil maneras distintas. Aspiran a que se consolide una democracia de verdad, sin violencia. Que podamos vivir y estar orgullosos de nuestro país. Nuevamente hay muchos argentinos que se quieren ir del país. Y me permito decirles que no saben lo que es el exilio.

— ¿No te parece que la palabra “infectadura” es de una dureza tal que se homologa con lo que critica?
—No empata con lo que hicieron. No podemos empatar. Es una palabra que no fue la más feliz. Pero me gustaría que se hable del contenido. Es un título desdichado, pero no se pueden empatar los agravios que recibimos. No se compara con los ataques que recibió el presidente Mauricio Macri. Últimamente se repite que todos los gobiernos hacen lo mismo. Y no es así. No. Todos los gobiernos cometieron errores, pero no todos son iguales. Raúl Alfonsín caminaba tranquilamente por la calle porque no fue citado por ningún juzgado. Lo mismo muchos de sus ministros y funcionarios. Seguro que cometió errores. Pero debió sufrir 13 paros generales. Y lo dejaron solo en el juicio a la junta militar. Las organizaciones de derechos humanos no fueron capaces de decirle que no estaban de acuerdo en otras cosas, pero sí en esa. Gran cantidad de paros generales, unas 3.400 huelgas parciales, cerca de 700 saqueos a los supermercados.

“Un síntoma de la grieta actual es que desapareció la palabra adversario’ del lenguaje.”

—En el momento final de la hiperinflación hubo toma de supermercados.
—Llamaban por teléfono a los canales para avisar que saquearían. Las tomas se transmitían por televisión. Ahora resulta ser que Raúl Alfonsín tiene la estatura de un prócer. Y acertó don Antonio Cafiero el día que lo enterramos, cuando dijo: “No se crean los radicales que es de ustedes. Alfonsín ahora es de todos los argentinos”. A ese hombre lo hicieron salir del gobierno, como él mismo dijo, “escupiendo sangre”. Si lo comparamos con el gobierno de Cambiemos, podríamos concluir que cometió muchos más errores que Alfonsín, también en lo económico. Pero desde no haber recibido los atributos como correspondía, que es un agravio imperdonable de esa señora, se generó un contexto en que podría haber habido más huelgas generales y más asaltos al poder. Sin embargo, no sucedió. Porque la gente está cansada de eso. No quiere más. No se permitió el festival de huelgas que le hicieron a Alfonsín: paraba hasta el comercio privado, las fábricas. No pasó también porque no hubo oportunidad, pese a la situación económica. La CGT, los muchachos de la oligarquía sindical, tienen buen olfato social. No hicieron más huelgas generales porque la gente no les respondía.

—El año 2001 y la crisis posterior demostraron que los pobres fueron muchos más. Ahí hubo un aprendizaje social.
—Sí. En esa línea, el episodio, cuando se juntaron los grandes empresarios junto con la cúpula de la CGT para ver cómo sacamos a flote esto, me pareció muy atinado.

—Dejame leerte un texto como las frases que te mencionaba antes, este un poquito más largo, de Carlos Ruiz Zafón: “La vida de un hombre se divide básicamente en tres períodos. En el primero, uno ni siquiera piensa que envejecerá ni que el tiempo pasa. Ni que desde el primer día, cuando nacemos, caminamos hacia un único fin. Pasada la primera juventud empieza el segundo período, en el que uno se da cuenta de la fragilidad de la propia vida, y lo que en un principio es una simple inquietud va creciendo en el interior como un mar de dudas e incertidumbre que te acompaña durante el resto de tu vida. Por último, al final de la vida se abre un tercer período en el que la aceptación de la realidad y, consecuentemente, la resignación y la espera la hace mucho más vivible. A lo largo de mi existencia he conocido a muchas personas que se quedaron ancladas en estos estadios, generalmente en el segundo, y nunca lograron superarlo, lo que es algo terrible”. ¿Sentís vos esas diferencias de los estadios en tu propia vida?
—Viví esos estadios. Recuerdo nítidamente algunas cosas. Por ejemplo, el día en que terminé el secundario. Me produce mucha tristeza.

— ¿Recordáis ahora más cosas de la infancia que antes?
—Por una cuestión azarosa, recuerdo el comienzo de mi adolescencia. El día de mi cumpleaños nos mudamos con mi familia desde Dock Sud al barrio River. Tengo muy delimitado que el 18 de abril de 1953 empezó mi adolescencia. Mi adolescencia terminó el último día del secundario y con ella una etapa de mi vida. Ya era un poco mayorcito y el futuro era enorme: estaba espléndido, siempre soleado... era lo que soñaba. Fue la mejor etapa de mi vida. Tuve la dicha de hacer el conservatorio, que fueron cuatro años de clases de lunes a sábado, éramos casi pupilos. Me gustaba mucho escuchar radio, ver películas argentinas. Tuve la pretensión de ser actor y encima logré vivir de esto. Me casé muy joven. Tuve hijos también muy joven. Me sentía inoxidable y mortal: fue un momento brillante.

— ¿Hasta qué edad duró esa etapa en la que te sentías Superman?
—Hasta que los hijos empiezan a necesitar menos de uno. Nunca me imaginé viejo. Nunca me imaginé jubilado. De hecho, de no haber mediado la cuarentena hubiese estrenado un espectáculo el 20 de marzo. Cosa que haremos. Vamos a hacer una obra de Ricardo Gorostiza que se llama El acompañamiento. Empecé a pensar en la vejez, cuando empecé a programar qué iba a hacer con el tiempo libre.

—Llenar un agujero. Es angustiante.
—Si uno está vacío, ese tiempo es penoso. Con los 130 días de encierro estoy haciendo el ensayo general de mis últimos años.

— ¿Y qué te dejó este encierro? ¿Te hizo ver las cosas de manera diferente?
—Lo tomé bien, especialmente en el sentido de tu pregunta. Pero me quitó libertad.

—Tuviste dos cuarentenas: una en España y otra acá.
—Sí. Pero esa fue mucho más dichosa, porque nos fue muy bien con el espectáculo. En algún sentido fue una linda experiencia. Me pesa la falta de libertad y la preocupación de no saber el final.

"Antonio Cafiero dijo no se crean los radicales que es de ustedes. Raúl Alfonsín ahora es de todos los argentinos". (Foto Pablo Cuarterolo)

—Mencionaste la palabra soledad para otra frase que quiero compartir con vos: “Durante la juventud creemos amar pero solo cuando hemos envejecido en compañía de otro conocemos la fuerza del amor”.
—Me casé muy joven y lo viví muy intensamente. Fuimos padres muy jovencitos. Estuve 33 años casado y cinco de novio. De modo que eso lo conozco bien, lo disfruté mucho. Después me separé, tuve una pareja. En este momento tengo una mujer que quiero. El amor me parece un motor extraordinario. Antes tenía un motor con turbo. Ahora simplemente es un motor.

—A pocas cuadras de Perfil hay un grafiti en una de las esquinas que dice: “El amor amplía la visión de la vida”. ¿Puede ser que nos esté faltando amor en la Argentina y que esa falta de amor explique nuestra decadencia?
—No sabría contestar a esa pregunta. El amor y el arte revitalizan. A diferencia de lo que se dice habitualmente, el arte no es imprescindible. Pero es necesario. Por momentos nos eterniza.

—El arte sería amor sublimado.
—Sí. El día que conocí al David de Miguel Ángel me pareció que tocaba el cielo con la mano. Lo único malo fue que el guía explicó que lo hizo a los 25 años. Inmediatamente me sentí una hormiga. Ver esa obra me mostró su espíritu, capaz de esa monumentalidad maravillosa. Con respecto al amor, veo que hay una crispación que está muy a flor de piel.

“Una cosa que los radicales sabemos hacer es perder y ser opositores. El peronismo no sabe.”

—Sigmund Freud decía que lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia. ¿La grieta sería una forma de lo amoroso?
—Ojalá fuera así. La indiferencia es lo peor que nos puede pasar a todos.

—Indiferencia seguro no hay.
—Por eso. La indiferencia es también falta de esperanza.

— ¿Sos optimista respecto del futuro de Argentina?
—Sí. Por eso estoy acá. Peleo por lo que creo porque soy de acá.

—Suele decirse que “si de joven uno no es de izquierda no tiene corazón y si de adulto no es de derecha no tiene razón”. La Triple A, una organización de extrema derecha, te acusó de izquierdista. Hoy mucha gente del kirchnerismo te acusa de ser de derecha, gorila y conservador.
—Cuando tuve que irme, no me había afiliado a ningún partido. Como dije, me afilié en el 82. Me hubiera gustado votar a Arturo Frondizi, en el 58. Pero no pude porque era menor de edad

—Pero Norman Briski, Horacio Guarany y Nacha Guevara podrían definirse como de izquierda.
—A los 32 años fui dirigente gremial. En esa Asociación de Actores había gente del peronismo, del comunismo, del Partido Intransigente, del radicalismo, del socialismo. Había de todo, felizmente. Pero lo curioso es que cuando yo fui secretario general y después me reeligieron, la cuadratura mental de la gente la hacía suponer que si yo no era peronista debía ser comunista. Radical no le entraba a nadie en la cabeza.

—La Triple A te puso en el lugar de comunista por error.
—Si hubiera sido comunista, no hubiera tenido ningún problema en decirlo. Hubiera tenido el respaldo del partido en caso de necesidad y urgencia. Pero no. A muchos les cayó muy mal que me afiliara al radicalismo, algo que tenía pensado previamente. Voté a varios radicales. Tuve la suerte, la primera vez que voté en mi vida fue una votación que se hizo en la Capital Federal para senador. Allí ganó don Alfredo Palacios. Cuando volví del exilio, en el 75, me fui a la cancha de River a verlo salir campeón después de 18 años. En ese momento, me paraban y me preguntaban si era peronista. Mi respuesta era que no. Son los mismos que piensan que soy de derecha. Pero soy siempre la misma persona. Habría que ver si hay un izquierdómetro para muchos que se dicen de izquierda. Seguramente estén equivocados.

“Sea izquierda o derecha, el país debe resolver un problema moral grave.”

—Vamos a suponer que hay problemas y que hay una manera de solucionarlos de derecha y una de izquierda, ¿tu mirada de hoy se corrió respecto de la de hace cuarenta años?
—Nos resta resolver temas como el de la pobreza. No soy un teórico de la política. Pero siempre me pregunté por qué la CGT decía que luchaba tanto e igual teníamos un 40% de empleo en negro. Es una asignatura pendiente. Ahora se habla de blanquear a los trabajadores, que tengan el mínimo respaldo de todo empleado normal, pero sigue siendo algo que la democracia no terminó de resolver. Son cosas que no sé si están en la izquierda, en la derecha, en el centro. No sé qué partido o qué tendencia política puede resolver el problema moral de Argentina. Pero de que existe ese problema no hay ninguna duda. La reelección de Carlos Menem de 1995 es moralmente muy grave. Al día siguiente, la gente decía que no lo había votado. Y muestra el abanico de posibilidades del peronismo.

—Uno podría decir que el kirchnerismo, no el peronismo, el kirchnerismo, es esencialmente un partido que encuentra su representación en el Conurbano. ¿Te parece una descripción correcta?
—Es evidente que el kirchnerismo tiene muy buenos resultados en La Matanza. Pero me llama la atención que hables del kirchnerismo y del macrismo. Hay un partido que se llama Unión Cívica Radical, que tiene 130 años de experiencia política en este país y que tiene mucha gente y que no sé de qué edad es. Un partido que existe, que está firme, el partido territorialmente más importante de su coalición y que tiene mucho aún para pelear. Ojalá que el peronismo pueda aprender y sea un partido de oposición leal y democrático, como corresponde.

—Dos miembros de las coaliciones de gobierno y de oposición hablan de sus “locos”. “Mis locos”, dice Alberto Fernández para referirse a las personas más radicalizadas del kirchnerismo. También usa esa expresión Horacio Rodríguez Larreta para hablar de personas muy radicalizadas, obviamente no de la UCR. Esos fanáticos en ambos lados son un problema para el avance de Argentina, para un acuerdo en el que se comprenda que el peronismo, el radicalismo, son instituciones que merecen construirse como partidos políticos: que sean adversarios, pero no enemigos. ¿Dónde te encontrás frente a este problema de la grieta y qué habría que hacer para solucionarlo?
—En primer lugar, no sé si toda la sociedad está dividida en dos. En cada sector hay grieta. No voy a hacerme cargo de la grieta, porque no hice nada para que exista, más bien hice todo lo contrario. Dediqué gran parte de mi vida a que no existiera. Lo intenté desde lo más menudo, como es invitar a mi casa a comer a todos. La realidad a veces me empuja a decir cosas que no toleraría escuchar de mis propios labios.

— ¿Después te da bronca cuando las escuchás porque no te representan?
—Sufrí enormemente el gobierno de Raúl Alfonsín, porque yo sabía quién era. No se puede tolerar que el peronismo no haya formado parte de la Conadep y luego pidiera en la Cámara donde tenían mayoría que juzgaran a todos, desde un cabo primero hasta un teniente general.

— ¿No le perdonás al peronismo lo que le hizo a Raúl Alfonsín? ¿Esa es la herida?
—Hay cosas que no se pueden discutir. Una de ellas es la honorabilidad de Raúl Alfonsín.

— ¿Tu mirada actual sobre el peronismo tiene su ancla en lo que le hizo a Alfonsín?
—No era peronista de antes. Pero sufrí enormemente algunas cosas. Aunque fue imperdonable lo que se le hizo a Alfonsín.

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“La realidad a veces me empuja a decir cosas que no toleraría decir en otro contexto.”

—No le perdonás, y con todo derecho, lo que lo que le hizo la oposición peronista a Alfonsín. Cuando uno consulta a personas de más edad, te cuentan que aquellos que vivieron los bombardeos en el 55 no le perdonan al radicalismo ni al socialismo no haber salido a defender la democracia. Son razones justificadas para el enojo. Pero pensemos en Mandela. Mandela también tenía derecho, imaginate si lo tenía, a enojarse y no perdonar al régimen del apartheid, que lo tuvo varias décadas detenido en una celda minúscula. Sin embargo pudo trascender eso y plantear una unión de un país que estaba en serio riesgo de llegar a una guerra civil. No es que Sudáfrica la esté pasando maravillosamente bien, pero resolvió una grieta mucho mayor que la nuestra. ¿No te parece que el perdón es importante? ¿Sería necesario no solamente un perdón en sentido jurídico, no una amnistía, sino un perdón en sentido humanista y ético para poder resolver esto que hoy se llama la grieta, que transforma a amigos en enemigos?
—Creo que sí y hubo algunos atisbos de eso. Los hubo incluso durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín. Uno de esos atisbos de hacer un país razonablemente democrático y una convivencia agradable fue un intento que hicieron el doctor Alfonsín y don Antonio Cafiero. Esa fue una posibilidad real. Además, había muchos sectores dentro del radicalismo que lo percibieron. No nos olvidemos de un detalle importantísimo. Antonio Cafiero era el jefe de la oposición en este país en ese momento, y estuvo en el balcón de la Casa de Gobierno el domingo de Pascuas. Es una actitud que no solo despierta gratitud. Fue la demostración de un político que ve más allá de sus narices. Ese pudo ser un camino. Pero las cosas no se dieron. Don Antonio perdió la única interna que hizo el peronismo en su vida. Quizá sea la demostración de que no queremos como sociedad otra cosa. Estoy seguro de que hay argentinos que hubiésemos preferido que Cafiero ganara.

—Fuiste compañero de fórmula de Ricardo Alfonsín en la candidatura a gobernador en la provincia de Buenos Aires. Tu compañero de fórmula es hoy embajador en España de Alberto Fernández, que, por otra parte, recurrentemente cita a Raúl Alfonsín. ¿Tenés alguna esperanza de que el Presidente pueda instrumentar algo parecido a lo de Cafiero con Alfonsín padre en el balcón?
—Sí, es posible. ¿Por qué no? Hay que ver cómo se dirime la interna del Gobierno. Y eso es algo que no puedo contestar. Pero está en condiciones de proponer una democracia de esas características.

— ¿Hablaste con Ricardo Alfonsín respecto a su decisión?
—No.

— ¿Estás de acuerdo con lo que hizo?
—No. No voy a hablar de Ricardo Alfonsín por respeto.